Historias de Alejandro (04 - Final)
El Final más sorprendente de esta Mini - Saga.
Historias de Alejandro
Parte: 04
Resumen:
Ale, perdido y mal por haber peleado con Ema, va a la casa de su amiga, en donde el alcohol le hizo pasar la mejor noche de su vida con el hermano, Javier.
X: El Despertar
No entendió en un primer momento, por que las cortinas daban paso al Sol. Si, hasta donde recordaba, se había dormido de noche. Luego cayó y en su mente vinieron las primeras imágenes del suceso. Había pasado la noche con Javier, el hermano de Celeste, y, sin dudarlo, supuso que era una de las mejores cosas que había hecho en su vida.
Miró a su alrededor y descubrió que ambos estaban desnudos, abrazados y sintiendo el cuerpo del otro. Javier estaba prendido de su cuerpo, y notó que su verga, aún sin erección era grande y gruesa. El Sol entraba por la ventana y se hacía apenas visible, pero incalculablemente, era tan fuerte, que pensó que ya debía de ser mediodía. Y no se equivocaba.
Afuera, el silencio era atroz.Sólo el ruido de los autos al pasar indicaban algo de movimientos en la calle.
Alejandro quedó pensando unos minutos en todo lo que había sucedido. Ya no le dolía el culo, y eso era una buena noticia. Sin embargo, la gran felicidad al descubrir que tenía a alguien a su lado, le hizo pensar que se volvió mas fuerte para poder enfrentarse a Ema.
Sin despertar a su nuevo amante, se levantó de la cama, se cambió lo más rápido que pudo y salió de su cuarto. Fuera de la habitación las cosas estaban tan tranquilas como las escuchaba desde adentro. La única diferencia es que allí era todo un desastre. Sus compañeros de curso estaba tirados y durmiendo por toda la sala. Chicas y chicos, por igual, todos habían encontrado un rincón para poder dormir tranquilos.
Había botellas de cerveza, vino y cualquier clase de bebida que contenga alcohol desparramadas igual que sus amigos. Algunas rotas, otras con un poco de contenido y, por supuesto, las vacías.
Dejó una nota comunicándole a Celeste que se iba a su casa y se marchó. No quería tener que limpiar por algo que él no había hecho, aunque claro, quedaría desubicado irse así, sin siquiera agradecerle que pasó una muy buena noche, que pudo levantarle el ánimo en esos días tan tristes que estaba pasando. De todos modos no le importó y se fue.
XI: Cara a Cara
Alejandro volvió a casa, un poco cansado, desanimado pero feliz. En el camino a casa se le había ocurrido la gran idea de llamar a Ema y hablar con él. Preguntarle que le pasaba, si se arrepentía, si aún estaba enojado o si ya había pensado que hacer. Quizás el hecho de que estaba muy feliz y quería que todo se solucione, fue lo que llevó a Alejandro a tomar esta decisión. Aunque por dentro se moría de miedo de volverle a hablar, por fuera quería aparentar que su amigo ya no le importaba y que, en el peor de los casos, sólo lo llamaba para pasar el rato, ya que no tenía nada que hacer.
Toda la semana enterior, siempre a la noche, se la pasó mirando su MSN, sólo para saber si Emanuel se conectaba, y así era. Como siempre, cerca de las once de la noche, el personaje rojo y la gran frase que entre paréntesis dice: (Sin Conexión), se volvia verde e indicaba que su vecino se conectaba. Sin embargo, no se animó a hablarle, quería que él tomase la delantera, que él le hablara.
Ahora estaba en duda si sería mejor llamarlo, o simplemente hablarle por chat. ¿Cuál sería la mejor opción?
No lo supo, entonces, y posiblemente nunca lo descubra, porque en ese mismo momento, Emanuel se encontraba del otro lado de la puerta, parado en el marco, mirándolo. La expresión de su rostro no mostraba odio, ni bronca, ni simpatía, era una cara sin sentido. Sin embargo a Ale toda la piel se le erizó y tuvo miedo.
- Hola! - saludó Emanuel, como si fuese cualquier cosa. - ¿Cómo estás?
Alejandro se quedó en el lugar donde estaba, aún sin entender lo que realmente pasaba. ¿Qué hacía ese chico en su casa si, según entendió, había quedado todo mal?
Decidió actuar normal y ver que pasaba.
¿Qué pasa? - preguntó Alejandro, moviendo sus pies niveladamente, mientras escondía sus manos para que no se diese cuenta de que temblaba salvajemente.
Nada - contestó el otro, tranquilamente, y empezó a caminar por la sala y sentándose en el sillón. - Vine a visitarte. Ven, siéntate. - le dijo, señalando un lado del sofá. - Quiero hablar.
El anfitrión asintió. Se acercó un poco y se sentó al lado izquierdo de donde se encontraba. Emanuel no cambió su rostro y siguió mirando fijamente hacia adelante sin siquiera girar. Repentinamente, la mano izquierda de su ex amigo se movió hacia su cabeza y, con mucha bruzquedad, le agarró del cabello, haciendo que Alejandro casi llore de ese dolor inesperado.
- Mira, putita. - le dijo enojado, y su cara inspiraba un profundo odio bien maniobrado hace unos minutos. - Te aviso que las cosas de ahora en más ya no serán las mismas. Lamento informarte que te odio.
Alejandro lloraba, pero no sabía si era por el dolor de su cabello, que parecía querer arrancarle la cabeza, o era el dolor de las palabras que eran dichas incoherentemente por su vecino.
Con su mano derecha, que aún estaba libre, fue directamente hacia sus pantalones cortos, la metió dentro y de allí sacó su pija que estaba en un gorda erección.
La mano que sostenía el cabello de Ale, lo impulsó a que agachara la cabeza hacia su verga que ahora sobresalía de los pantalones, que se encontraban en sus rodillas. Ale, que se venía preparado, abrió la boca en el último minuto y se la tragó entera. La punta le tocaba la campanilla haciendo que momentáneamente le agarre arcadas. Sin embargo, pronto le agarró el ritmo que manejaba la mano de su amante y pudo chuparla con facilidad.
Había instantes en la que la verga salía de su boca y quedaba afuera. Era en estos instante cuando Ema aprovechaba y le pasaba por su pene por toda su cara, hasta entrar en el horificio bucal.
Finalmente, Ema tiró a Ale, con todas sus fuerzas y lo arrojó hacia el otro lado de la habitación, mientras se levantaba y se guardaba su instrumento en el pantalón.
- No quiero verte nunca más.
Y sin esperar respuestas del chico que se encontraba tirado en el piso, con los ojos cerrados, huyó de la casa corriendo, con una sonrisa en la cara. Sus intenciones era poder volver a juntarse con él, algún día, simplemente es que ahora lo quería hacer sufrir. Es decir, sólo se divertía un rato con el muchacho, porque quería cortar un poco con la rutina.
Sin embargo, nunca se enteró que el golpe que produjo la caída con la que tiró a su vecino a la otra punta de la habitación había hecho que se golpeace la cabeza contra un mueble.