Historias de Alejandro (03)
La pelea con su amante le había llevado al borde de la locura. Hasta que recibe el llamado de una amiga, que, sin saberlo, lo llevaría al camino en donde estaría la verga más grande que haya probado.
Historias de Alejandro
Parte: 03
Resumen:
Después de pasar una noche de sexo con su amigo Emanuel, Alejandro recibe la noticia de que posiblemente no se vean más.
VII: La Explicación
Alejandro quedó mirando a su amigo en silencio. Estaba abrumado, consternado y no entendía muy bien lo que estaba tratando de decirle.
¿Qué quieres decir con eso?
Verás... - dijo Ema y empezó a caminar por la habitación, como lo que le tuviese que explicar sea algo normal. - Nunca soporté a los de tu clase.
¿Qué?
Sí... nunca soporté a los gays. - confesó. - Y nunca pensé que fueras uno de ellos.
¿Cómo te atreves...?
No importa. Quiero decirte que la pasé muy bien. Bueno... la he pasado mejor. No eres el mejor chupapenes de la tierra pero... te defiendes.
Ale no daba crédito a sus oídos. No podía entender como después de pasar una noche tan sorprendente a su amigo se le ocurría decir una cosa así. Nunca imaginó lo que estaba sucediendo.
- Ya mejorarás, lógicamente, no conmigo. De todos modos... este no es un adiós definitivo, ni mucho menos. - explicó Emanuel. - Sólo quiero pensar. No estoy acostumbrado a estar con gente de tu clase. Así que, si no te importa, me voy.
Y se fue...
VII: La Invitación de Celeste
Pasó una semana desde la última vez que Ema y Ale hablaron. Y éste último no estaba pasando los mejores días de la tierra. Quedó lejos el recuerdo de la primera vez. Eso era casi algo que ya no le importaba, como si sus pensamientos lo habrían borrado. Lo que más le preocupaba era la amistad tan grande que ahora se estaba hechando al carajo. Ese amor de amistad que ambos poseían, y que ahora se estaba convirtiendo en un odio intenso, no sabía si mutuo, o sólo de su parte, pero a cada minuto se estaba convirtiendo.
Ahora le entraba en duda si a Ema alguna vez le había importado su amistad, si alguna vez le había preocupado lo que pasó entre los dos, o si sólamente esa noche había querido sacarse las ganas de tener sexo, pero ¿por qué con él? ¿Por qué tuvo que arruinar lo maravilloso que era, sólo por unas mamadas y penetradas? ¿Qué era lo que le pasaba por la mente? Aún no lo entendía y era la cosa que mas deseaba saber.
Se enteró, a los pocos días, que había vuelvo con Luciana, por medio de Andrea, y Ale le tuvo que mentir una pelea estúpida era el motivo de esos dos amigos, que parecían hermanos, se hayan distanciado así como así.
Tampoco volvió a tener noticias de Germán, que le había prometido volverse a encontrar. En su cabeza estallaba una gran confusión, dificil de explicar con palabras. Sin embargo, pensó, que si aunque sea Germán estuviera compartiendo con él ese momento, quizás no lo extrañaría tanto a su amante.
Tal vez Lucas, su hermano, tenía razón. Quizás nunca debió acercarse a ese cristiano. Por algo se lo habrá dicho. ¿Y si también con él habría pasado lo mismo? No, no podía ser. Su hermano era la persona más hombre que podía existir, machista y buen mozo, muchas veces lo escuchó hablar mal de gays y jamás llegaría a creer que tuvo algo con Emanuel. No, era otro motivo, que lo tendría que averiguar por sus propios medios la próxima vez que Lucas viniera. Nada más que ahora estaba muy mal por sus propios problemas que para llegar a interezarse por los de su hermano.
Esta vez había incluido un vicio más que la cerbeza en esa angustia. Con tanta pena, cayó tan bajo de volver a agarrar el cigarrillo. Hacia mucho tiempo que no se fumaba uno. Y, cuando terminó el primero, volvió a sentirse mareado, como un niño que quiere aprender a fumar.
En su equipo de música sólo se escuchaban músicas deprimentes todos los días. Cds que había grabado hace mucho tiempo, con canciones viejas y que le encantaban sólo a él. Muchas, de las cuales, se las dedicaba a Ema. Quizás no por se puto, quizás simplemente porque realmente lo extraba. Extrañaba todos los momentos juntos que pasaban en esas vacaciones. Hasta quedarse hasta el alba hablando de cosas de la vida. Y es como dicen, uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde.
"Que mi cama y yo, nos morimos hoy por volverte a ver... conmigo" relataba cantando una canción de Malú titulada "Sin ti todo Anda Mal".
- Que te necesito, me haces falta amigo mío, que seguir sin ti es mi centencia, mi castigo. Que te necesito, que sin ti todo anda mal. - cantaba a los gritos en su casa vacía.
Había dejado de comer, poco a poco, y el sabor de la comida se estaba perdiendo. Los padres y sus amigos no se daban cuenta, ya que con ellos sólo fingía estar feliz de la vida, y dejaba a su amante de lado. Nadie diría lo hipócrita que podemos ser para ocultar nustros sentimientos, que, hay ocaciones en las que necesitamos liberarlos. Que todo el mundo las conozca. Así pueden llegar a darnos un consejo.
Pasaron dos horas desde que estaba en su sillón, con la casa desierta, tratando de conciliar el sueño que se hallaba lejano ya que al cerrar los párpados veía la cara de su vecinito, riéndose de él. Hasta que lo despertó, con desesperación, el llamado del teléfono.
- Hola, Ale. - gritó una voz de una chica. - Soy Celeste. Esta noche hay una fiesta en mi casa... ¡con mucho alcohol! Voy a invitar a todos del curso para festejar que falta menos de dos semanas para que empiecen las clases, y volvamos a estar todos juntos. Dentro de dos horas te quiero en mi casa, chau.
Ni siquiera lo dejó hablar. Sin embargo la idea de embriagarse le gustó. Olvidarse de todos los problemas que había en su vida y divertirse como loco, era algo que, indudablemente, le atría. Sin novia, sin Ema, sin nada que le recuerde su nueva angustiante vida.
- Mira que estupidez ser tan sentimental, haber sido tan fiel me comienza a enfermar. - cantaba. - Tengo que despertar y mandar al carajo esta sed.
Mientras que un sonrisa se le dibujó en el rostro cuando la canción de Lynda, titulada "Estoy Viva", terminaba el Cd, que estaba en su equipo.
IX: Fiesta, Alcohol y Sexo!!!
Dos horas después del llamado de Celeste, Alejandro ya se encaminaba hacia la casa de su amiga del curso. Sin duda alguna, aquella chica era la mejor que conocía. Graciosa, simpática y anti sentimental. En esos momentos eran cuando necesitaba de su humor y reirse a carcajadas.
Al llegar, la música estaba sonando tan fuerte, que escuchaba las melodías desde una cuadra de distancia. Los gritos, autos y risas adornaban la casa de una manera fiestera y divertida.
En toda la casa de su amiga se encontraban disparcidos todos sus compañeros del curso, muchos de los cuales no veía desde el término de las clases, otros de los cuales aún seguía viendo pero no tan amenudo. Lo único que estaba fuera del grupo era que también estaba allí el hermano de Celeste, Javier, de dos años mayor que ella. Estudiaba en otra ciudad, pero vino a donde ella estaba antes de que terminen las vacaciones. Javier, debía de sentirse como trece en la docena, ya que no hablaba mucho y constantemente se iba hasta su cuerto y volvía. Los padres de la chica le dejaron la casa para que ella haga lo que quiera y se fueron a la otra casa que tienen en una quinta.
El reencuentro y la jordana había resultado muy agradable. El no verse por mas de dos meses, había llevado a que todos tengan cosas que contarse. Tanta risa y tanto alcohol habían llevado a Alejandro a olvidarse de los problemas con Ema, era decir, casi ni se acordaba de la pelea, lo mejor de todo, es que tampoco se acordaba de que existía.
Poco a poco Alejandro se fue olvidando de todo, y el mareo le abarcó. A lo lejos escuchaba los comentarios de sus amigos diciéndole que se vaya a acostar. Y Celeste tuvo que cargarlo, junto a otros dos para ir hasta un cuarto, que no reconoció de quien era.
Lo acostaron en la cama, como pudieron, apagaron la luz, y cerraron la puerta, dejandolo en la inmensa oscuridad.
Se durmió.
No sabía cuantas horas había pasado en ese cuarto oscuro pero acojedor. Estaba nuevamente conciente, aunque vulnerable. A lo lejos escuchaba la música de sus amigos, que se divertían y se habían olvidado a él encerrado en una pieza. Y ya empezaba a calcular las cargadas que se tendría que comer por haber sido tan tonto de tomar mucho alcohol.
Minutos después de estar en sus pensamientos, sintió que la puerta de la habitación se abrió, sin embargo no quiso mirar de quien se trataba. Tal vez sea alguien que viene a buscar algo y se irá. O que viene a ver como estaba el dormido.
La persona que había ingresado en esa habitación, cerró la puerta. No estaba seguro si había escuchado que daba vueltas las llaves o sólo se lo habrá imaginado, pero no era algo que le importaba. Escuchó atentamente unos pasos que caminaban por la habitación.
Alejandro decidió abrir levemente los ojos, para saber de quien se trataba. Nada mas que cuando lo hizo no pudo ver nada, no es porque la habitación esté a oscuras ya que una rayo de luz salía desde sus espaldas, sino que estaba ocupando un pequeño lugar lugar en la cama y su cuerpo se recostaba dando a la pared. Así que lo único que podían ver sus ojos, era una pared blanca, resplandecida por una ténue luz.
- Ale... - dijo una voz masculina, que reconoció inmediatamente como la de Javier. - ¿Puedo acostarme contigo?
La pregunta lo dejó helado. No sabía si era mejor callar y hacerse el dormido. O contestar. Se dio cuenta al instante de que, por el pequeño lugar que ocupaba en la cama, en lo que sobraba cabía otra persona.
Decidió callarse y fingir dormir, para ver que pasaba.
Lo siguiente fue que sintió como Javier se metía en la cama, junto a él. Y como Ale le daba la espalda, su trasero protegido sólo por un jeans estaba brindado al hermano de Celeste.
Todo su cuerpo estaba cubierto por el miedo y la intriga. La desesperación por descubrir lo que haría luego.
Javier empezó a acariciar el cuerpo de Alejandro y le mordió la oreja morbosamente. Su mano dibagó desde su pecho hasta el cinto de sus jeans, en donde lentamente, como para no querer despertarlo, lo comenzó a desabrochar. Con movimientos cautelozos logró bajarle un poco el jeans y los boxer. Dejando su traserito al aire libre.
Ale no oponía resistencia, aunque rogaba al cielo que no entrase nadie en ese momento. Lo que era irracional, porque pensó que Javier habría cerrado la puerta con llave.
Estaba con mucha intriga y miedo. La piel se le había vuelto de gallina y el corazón le latía a mil por segundo. Es más, pensó que los latidos lo delatarían.
- Sé que estás despierto. - le susurró Javier. - También se que te gusta esto.
Y un pedazo de carne grandísimo trató de entrar por su agujero. No lo logró del todo, sólo la punta, que le causó un terrible dolor. Sin embargo, era mejor primero dilatarlo, antes de que entre.
Paso a seguir, Alejandro salió de la escena del chico dormido y su mano se fue directamente a la verga del aquél chico de ojos verdes, y bien parecido.
- ¿Te gusta? - preguntó Javier, y Ale tuvo que distinguir bien que no se trataba de Ema, ya que era casi el mismo tono de voz que había empleado hace una semana, para su primera vez. - Ahora, chúpala.
No supo muy bien como lo hizo. Pero en una pocisión muy incómoda tuvo que darse vuelta y empezar a chupar ese pene tan grande que apenas el capullo entraba por la boca. Era muy delicioso, y su gusto era un poco salado. Entonces recién allí se dio cuenta de que ese chico estaba sin pantalones, sin boxer, sin nada, desnudo totalmente.
Comprendió en ese mismo instante, que se debía de encontrar en la pieza de él. La luz que alumbraba la habitación era la de un pequeño velador que estaba en su mesita de noche.
Javier, a medida que avanzaba la mamada, se movía ritmicamente como para aparentar que lo estaba cojiendo por la boca. Eso era algo que le encantaba a Alejandro, aunque no le dijo nada.
Cada tanto se desbiaba a los huevos grandes y duros y los chupaba con delicadeza.
Después de estar diez minutos con ese gran pedazo en la boca, el hermano de Celeste se apartó del medio, salió de la cama, y fue hasta el cajón de su mesita de noche, lo abrió y extrajo un paquetito que contenía un preservativo.
Ale se sorprendió, temblando fue relajando los músculos de su trasero, pensando en como iba a hacer, y cuanto le iba a doler el hecho de que semejante bulto entrase en su hoyo. Claro que la verga de Emanuel también lo había hecho, pero no tenía comparación con aquella.
Se hechó de espaldas, sabiendo que esa era la posición más fácil de ser penetrado, aunque ignoraba si a Javier le agradaría. Y tenía que esperar para saberlo, porque estaba muy concentrado abriendo el paquetito, sacando y poniéndose un preservativo que tiñó su verga de azul.
Al parecer, ese chico ya tenía experiencia en esa pose, porque, tal como fuese Ema, se le hechó encima y lo penetró. El dolor por aquel pedazo enorme de verga entrando en el hoyo, era inmenso. A medida que iba entrando, Javier le susurraba silencio y, para exitarlo, le mordía la oreja a Alejandro.
Lentamente se fue dilantando, hasta que por fin logró entrar por completo. El mete y saca era lento, pero muy doloroso.
Sácamela! - suplicó Alejandro, llorando.
No. - contestó Javier. - Agúantatela por gay. Ahora sí te voy a hacer llorar.
Y, con la mayor bruzquedad de la tierra, se la metió entera y empezó a toda prisa a sacarla y a meterla de su interior. Alejandro trataba de no gritar para no atraer a sus compañeros. Pero el dolor podía más y de vez en cuando se le escapaba un grito.
- Los gays como tú, que recién empiezan, les cuesta mucho esto, pero ya vas a ir aprendiendo. - le decía, como para exitarlo.
El cuerpo de Javier, que se encontraba sobre el suyo, comenzó a sudar de repente, y ambos cuerpos estaban unidos mientras que a la vez exitados. El dolor no había disminuido, sólo la penetrada había aumentado, nada más que se hacía menos constante la intensidad.
- Me vengoooo... - susurró Javier, pero Ale no sintió nada, ya que estaba protegido por el preservativo.
El hermano de Celeste se quedó unos instantes mas sobre el cuerpo de Alejandro, queriendo dormirse allí. Mezclando su sudor con el de ese pequeño puto que había encontrado por casualidad. Su lengua pasaba por su cuello, y, a pesar de haber acabo, parecía con ganas de exigir más.
Salió del interior de Alejandro y se acodó en la cama, medio sentándose, aún con el preservativo que ahora se tornaba de un color blanco esponjoso, cubriendo ese enorme pene.
- Chupamela de nuevo. - ordenó, dulcemente, Javier. - Lame mi acabada.
Alejandro aceptó. Con suma delicadeza quitó el preservativo y, cuidando de que no se salgan por los costados las gotitas de semen, lo extrajo del enorme caño que le había roto el orto hace dos segundos atrás. Le dolía inmensamente, pero eso nada impedía utilizar la boca.
Se quedó mamándola y tragando alguna que otra gotita de semen por diez minutos más. Hasta que, sin darse cuenta, su nuevo amigo se fue quedando dormido, y él a su lado.
CONTINUARÁ...