Historias de Alejandro (01)

Ale, es un joven apuesto de 18 años, que cursa el último año de secundaria. Y no sabe las cosas que le esperan...

Historias de Alejandro

Parte 01

I: La Pelea de Emanuel y Luciana

Alejandro era un joven de 18 años. Vivia en un barrio de clase media, rodadeado de vecinos y amigos que lo vieron crecer y convertirse en un muchachito apuesto y responsable.

Su único vicio era la cerveza, se desvivía por ella. Aunque eso los padres no lo sabían, recién estaba cursando el último año de secuendaria, y lo que le sucedió fueron los primeros meses de ese mismo año.

Todo resultó ser el Viernes diseñado con su amigo Emanuel para salir en parejas.

Emanuel salía con una hermosa joven de 16 años, llamada Luciana. Su relación era muy clara de entender. El problema es que según Emanuel, la amaba, pero la había engañado mas veces de la que Luciana respira en un día. La excusa que le da a Ale, es que como su novia no le da sexo, él tiene que buscar en otro lado, no le importa si son hombres o mujeres, con tal de que le mamen la verga y le pongan el culo, él dichoso de la vida.

Alejandro salía, en ese entonces, con Andrea. También hermosa joven de 15 años, que la conoció hace mucho tiempo en una plaza y se enamoró perdidamente de ella. Ardua pero no imposible tarea la de conquistarla, hasta que finalmente se dignó a ser su novia, y desde hace más de medio año que salen y jamás le fue infiel.

Ambos chicos eran amigos de barrio, pero no iban al mismo colegio juntos. Aunque si, ambos estaban en quinto. Se les había ocurrido la idea de irse a estudiar juntos cuando terminen el secundario. Y, el inconveniente de que ninguno de los dos sabía que era que quería estudiar no implicaba en nada.

Alejandro sabía de las movidas de su amigo. Es más, Emanuel nunca tuvo ningun remordimiento al contarle que tambien se acostaba con hombres. Pensaba que, tal vez, algún día conseguiría que entrara en la boca de su amiguito... su verga.

Lo que este chico ignoraba, es que Ale también quería probar lo que le hacía a esas personas, pero jamás se atrevió a pedirle nada. No quería quedar como gay, en el caso de que todo lo que le contó sea mentira.

Ambos no tenian idea, que esa noche, supuestamente para dos parejas, la terminarías pasando ellos dos solos.

Los padres de Ale se habian ido a una fiesta, lo que por concecuente llevarían a ambas chicas a la casa de él. Sin embargo a eso de las diez de la noche, Emanuel llegó a la casa de Ale con los ojos llenos de lágrimas, con la cara roja y con el ánimo por el piso.

Su amigo se asustó cuando le abrió la puerta, aunque halla hecho lo posible por disimularlo.

  • ¿Andrea, ya vino? - preguntó Emanuel, con los ojos tristes, y su voz cortada.

  • No, vendrá dentro de unas horas. - respondió Ale. - ¿Que demonios te pasó?

  • Luciana... - dijo, abrazando a su amigo, llorando. - Peleó conmigo. Se enteró lo que yo hago para conseguir sexo.

Alejandro no supo que decir. Pero muy adentro, en el fondo, su lengua tuvo que trabarse para no decir lo que pensaba: "Te lo mereces".

II: El Plan de Ema

Emanuel estaba acostado en el sillón, tratando de dormirse, pensando en que debía de pasar ese mal momento, la pelea, los gritos que sintió y las lágrimas que se le caían de la cara.

Alejandro ya había llamado a Andrea para cancelar la salida, explicándole lo que había pasado. Ambos novios se propusieron arreglar las cosas, ya que ella es muy amiga de Luciana. Sin embargo, cuando le fue a comunicar la charla a su amigo acostado en su sillón, no pareció importarle lo más mínimo. Era ver que ya había perdido las esperanzas de volver a tenerla, o algo así.

  • Amigo...- dijo con voz debil. - Acércate.

Ale caminó hasta el sillón en donde se encontraba tirado Ema y, viendo que le dejó un pequeño huequito, se sentó a la altura de su cintura.

  • Dame tu mano. - le dijo Ema, extendiéndole la suya.

El anfitrión de la casa le extendió la suya, pensando en que en este momento, Ema debería estar muy sentimental. Pero nunca pensó que juntó tantas fuerzas como para llevar su mano hasta su entrepiernas y la mantuvo allí.

Ale miró sorprendido, pero no hizo ningun esfuerzo para defenderse. La mano de Ema hacia que la suya recorra ese bulto que estaba creciendo, para que se notase la erección que allí había.

  • Lo quieres? - le preguntó Ema, y fue una sonrisa la que le salió de la cara. Era una sonrisa de ambición, de triunfador. Como si él sabía lo que en fondo, sentía su amigo.

Ale no dudó un segundo. Sacó suavemente la mano del bulto, y apartó la de su amigo. Paso siguiente, bajó la cremallera del jeans y comenzó a besar su pene por arriba del boxer negro que tenía su amigo. A cada instante la pija de Ema crecía y parecía no tener fin.

Bajó un poco el boxer y de allí saltó un pedazo de carne venosa y gorda. No era muy grande, como 15 cm. a lo máximo, pero eso a Ale no le importó demasiado. Antes de probarla quiso jugar un poco. Sabía que así tentaría más a ambos, y no le importó, tampoco, que su propia pija estuviera creciendo en el interior de sus pantalones.

Agarró aquél pene con la mano derecha, al mismo tiempo en que Ema ponía sus dos manos detrás de su cabeza, y sus ojos no dejaban de recorrer la cara de Ale jugando.

Dicho chico la movía de arriba a abajo. La masturbaba con delicadeza y muy lento. Se la pasó por la cara y de sus labios formaron un beso en la punta. Abrió un poco la boca y probó el delicado capullo. Notó que no tenía mucho sabor, sólo un olor a hombre que lo exitaba cada vez más. Desde donde Ale jugaba; no podía pareciar lo que en verdad quería, sus huevos; que se encontraban ocultos bajo los boxer y su jeans.

Luego, poco a poco y sin prisas empezó a chuparla, lento primero y con bruzquedad después. Escuchaba muy a lo lejos los gemidos de Ema, que parecía gozar de esa situación.

  • Siii... - decía, como en un susurro. - Sigue así. Eres el mejor, amiguito. Trágatela todaaaaa...

Alejandro se detuvo de golpe y decidió sacarle los jeans a Ema, de esa manera podría también chuparle los huevos. Desabrochó el cinto y su amigo se movió un poco, hasta que los jeans y el boxer quedaron a la altura de sus rodillas.

A su vista quedaron los huevos del chico, supuestamente mal. Velludos y grandes. Se puso en la boca primero uno y después otro. Los pelitos que sacaba, quedaban en su lengua, ya que con un pequeño movimiento se desprendían de esos apetitosos huevos; y como quería tener cada cosa de su amigo, en su interior, se los tragaba también.

Volvió a concentrarse en su pene. De su boca en forma de círculo entraba y salía; como si fuese un culo siendo penetrado. A veces cerraba más su boca, para que le fuera más dificil entrar y de esa forma aparentar que era su orto.

  • Quieres que te la meta? - preguntó Ema.

Ale levantó la mirada. Ahora sí tenía miedo. No sabía si le dolería o cuales serían las secuelas de esto. En sus ojos se mostraba el terror de esa idea.

Sin embargo sus pensamientos se alegaron de golpe. Y ambos amigos se sobresaltaron, haciendo que el corazón se les venga a la boca. El timbre de la casa sonó de un instante al otro en pleno silencio.

  • Vístete. - ordenó Ale, apresurado. - Vete al baño, rápido.

Ema se levantó y sosteniendo el jeans para no trabarse en el piso corrió hacia el baño. En otra situación, posiblemente, Ale se hubiese reido, pero en este instante, estaba muy nervioso como para reirse de esa parodia.

Arregládose un poco, Ale fue a atender la puerta. Con miedo e intriga, sentía a cada paso que daba el corazón le saltaba por el pecho. El timbre volvió a sonar impaciente.

Abrió la puerta y se encontró con dos personas, de distintos sexos, que estaban paradas, con cara de asombro. Una de ellas era su propia novia, Andrea; y la que estaba a su lado no la conocía.

Andrea se acercó a Ale, y en voz intrigada y enojada a la vez, preguntó:

  • Quiero imaginar que es una terrible confunsión, lo que acabo de ver por la ventana.

CONTINUARÁ...