HISTORIAS: David Y Lucas

Una historia...

Una Historia que escribi hace tiempo. GRACIAS SILDHARA!!!!!!

Mediodía del martes:

Por fin. Hora de salir de este maldito trabajo. Un día estresante, demasiado trabajo, mi jefe estaba más exigente que nunca. Me paro en la salida para despedirme de mis colegas de trabajo y me entra una llamada de… ¿David? ¿Qué querrá? Mejor que le atienda.

-         ¿Hola?

-         Hey… Nahúm ¿Qué estás haciendo?

-         Saliendo del trabajo. ¿Y tú como estás David?

-         Todo más que bien, pero te llamo por si podemos encontrarnos mañana por la noche. Tengo algo que contarte y  es muy importante.

La forma en que me hablaba David me confundía bastante, hasta se le escuchaba un tanto eufórico y... ¿Feliz? ¿Pero por qué feliz? Ya me picó la curiosidad. Accedí.

-         OK. Si quieres pasar por mi casa de eso de las 8 p.m. O si no vamos a un bar.

-         Mejor me paso por tu  casa.- Me respondió.- Te veo mañana, mucha suerte. Chao…

Cortó la llamada y me dejó con más dudas. Mi primer desconcierto era su actitud. Segundo, qué era lo que me tenía que contar y tercera la llamada de hace dos semanas atrás, en la que me comentó que había visto a alguien. Yo en ese momento no le di mayor importancia, ya que con mi propia vida tenía suficiente como para hacer un seguimiento exhaustivo de la suya.

David. No puedo decir que  sea mi amigo, pero él desarrolló una especie de dependencia hacía mí. Es complicado, a él lo conozco desde hace dos años y medio. En principio se entablo como una posible amistad, luego  no sé. David es un chico alto de 1,80m de estatura, pesa unos 75 kgm. Pelo castaño claro, ojos color miel, rasgos bien masculinos, con una sonrisa mortalmente seductora y con un cuerpo bien trabajado gracias a sus asiduas visitas al gimnasio. (Obviamente mi chico es cien mil veces más lindo)  Él es el típico chico atractivo, él y sus dos amigos son el terror de las chicas y de los novios celosos, ya que no había chica que se resistiera a sus encantos y chico tampoco. Nunca antes  me había hablado con él o siquiera interactuábamos, pero en la facultad era bastante conocido y todo el mundo sabía quién era.

Recuerdo la primera noche que  interactué con él. Yo volvía de la misa en honor a un amigo, aunque si bien no soy muy creyente tenía que asistir, regresaba caminado por el parque ensimismado en mis pensamiento cuando le vi sentado en un banco de madera  debajo de un gran árbol. Primero me causo curiosidad verle allí solo, pero algo me decía que me acercara. Dudé un momento pero me decidí,  y cuando me aproximé mas a él me di cuenta que lloraba amargamente. Me aproximé paso a paso y me pare frente a él. Él me miro a los ojos fijamente con una mirada vacía y perdida,  pero lo que me sorprendió es que no lloraba por pena o dolor, sino que lloraba por culpa y arrepentimiento. Su angustia desbordaba sus ojos, unos ojos que me hablaban pero no sabía lo que me decían. Respire profundamente  y le hable.

-         ¿Por qué lloras?

No me respondió, bajo su mirada y se secó los ojos con la mano. Cuando intente reformular nuevamente  mi pregunta, en ese momento él dijo.

-         Por nada, lloro por nada.- Veía sus ojos desbordados, por lo que a pesar de la primera negativa a que me dijese el motivo de ese llanto, insistí un poco más.

-         Vale. Tienes razón.-Le dije.- ¿Por qué le vas de contar a un desconocido el por qué lloras? Me presento. Mi nombre es Nahúm.- Estiré la mano para que él la estrechara, él me miro nuevamente a los ojos y tomo mi mano despacio.

En ese momento su cuerpo se estremeció con un sollozo y  pude percibir cómo la culpa le condenaba y aprisionaba  su alma.  ¿Pero por qué tanta culpa? Pensé para mí mismo. Y mientras me hablaba en mi mente, pude escucharle cómo  con apenas un susurro me dijo su nombre.

-         Soy David.-Calló nuevamente, pero ya había iniciado algo imparable que me llevó a sentarme a su lado conteniendo un poco la respiración por si no estaba haciéndolo bien, por si a pesar de mi esfuerzo, le hacía sentir incómodo. La compasión me podía con él.

-         Tal vez no quieras contarme que es lo que te sucede, pero por lo menos  puedo acompañarte un momento.

Estuvimos sentados sin hablar al menos treinta minutos. Yo divagaba en mis pensamientos y él, a mi lado, sólo miraba la oscuridad de la noche. Pasado  ese espacio de tiempo, decidí irme. Me levanté para retirarme, me despedí por cortesía, a lo que él sólo atino a decirme “gracias”. Le miré nuevamente teniendo la sensación de que debía hacer algo más por él aunque no supiera qué. Lo único que se me ocurrió fue dejarle mi número de celular, así si necesitaba algo…

-          Si quieres hablar me llamas o me envías un sms, da igual la hora.- Él mecánicamente saco su teléfono y lo guardó. Parecía que su espíritu se hubiera ido a otra parte, así que  continúe mi camino.

Pensé que nunca más sabría de él durante los primeros días, y cada vez que mi mente tenía un espacio entre pensamientos su llanto volvía a hacerse real, o más bien lo que sentí al escucharle y verle así. Sus ojos cargados de culpa me hacían suspirar intentando buscar remedio a un problema desconocido por pasar el tiempo y cumplir el objetivo que me había propuesto esa noche. A la semana siguiente, sin embargo, yo prácticamente me había olvidado de David.

Sobre las 20: 30, cuando ya estaba oscureciendo, recibí un mensaje de de texto de un número desconocido en el que sólo me decía. “Por favor, ¿me puedes acompañar como la otra vez?” Primero dudé, pero al instante me entró otro sms con el mismo número en el que me decía “Soy David, el chico del parque, perdón”. Es curioso que lo aclarara, porque yo ya había hecho la conexión totalmente a ese momento que durante días me había rondado la mente. Fui a contestar en el momento que me llamó. Le atendí inmediatamente, y escuche su voz  quebrada en llanto susurrarme de nuevo.

-         Soy David, por favor Nahúm, sé que no tienes porque pero solo…  Sé que es raro pedirte esto, solo…  Quiero que me acompañes.- Noté tal desesperación que me dejó en silencio.- No puedo más, sé que soy un desconocido pero por favor yo sólo…

-         En 30 minutos en el parque, en el lugar de la vez pasada.- Le interrumpí cuando fui capaz de reaccionar.

-         Ok.-Me dijo, y luego.- Gracias, gracias…- Cortó.

Mi chico, que estaba en la cocina conmigo, me miro interrogante y porque había sido algo extraño incluso para mí, y a pesar de lo que eso pudiera suscitar en él le fue completamente sincero, como siempre lo he sido.

-         ¿Te acuerdas del chico que te conté?, ¿el de la semana pasada?- Asintió.- Pues…Me ha llamado, estaba llorando angustiosamente y quiere que nos juntemos. ¿Te parece bien, no? Es que me da lástima.- No tenía porqué pedir permiso, sin embargo es mi pareja y la necesidad de que él esté conforme con que yo vaya a consolar a otro era imperiosa.

El me respondió encogiéndose de hombros y me dijo.

-         Haz lo que tu creas correcto.- Me tiro un beso, me derretí por completo viendo su sonrisa mostrar con orgullo el amor que siente por mí. Estaba de acuerdo completamente.

Me encontré con David, que ya me estada esperando sentado en el mismo banco de madera. Sin hacer esta vez ningún esfuerzo por mi parte,  me saludo y me hablo.

-         Sé que esto es raro, pero no tengo a nadie más. Todavía no estoy preparado para  contarte lo que me pasa y no sé si tú lo vas a entender, perdóname, pero no sabía qué hacer y ni a quien más recurrir.

-         No te preocupes David.-Le respondí sinceramente.- Yo te ofrecí mi ayuda  aunque no sé por qué, pero bueno, ya estoy aquí. Si me necesitas…- Él me interrumpió diciéndome.

-         Sólo quiero esto, que me acompañes. Nada más.

Pasamos el tiempo en silencio, sólo hablábamos unas cuantas palabras sueltas sobre las cosas cotidianas. Lo que se suele llamar conversación de ascensor. Qué buena noche, qué linda luna. A veces ni siquiera eso, sólo silencio. Esos encuentros se sucedieron por varias semanas, y aunque no estaba muy convencido de que mi presencia le ayudase mucho, a posteriori le dije que viniera a mi casa. Quizá le haría sentirse más confiado, quizá estar en un entorno tranquilo como el de mi casa le calmaba lo suficiente para conseguir expresarse. Error. Simplemente estaba con él en silencio y muchas veces él solo lloraba  a más no poder, derramaba el alma en sus lágrimas, la culpa lo sofocaba, pero también veía en ocasiones esa mirada en sus ojos que conocía tan bien, aunque viniendo de él extrañamente me confundía. ¿Amor? ¿Por qué amor? ¿Amor hacia quién?

Pasaron varios meses y una noche en que llego completamente quebrado, la angustia lo embargaba, la culpa asfixiaba su alma, fue  cuando me relató su historia. Necesitaba desahogarse, necesitaba alivianar su carga al fin. En un murmullo sin apenas tono ni fuerza, las palabras se agolpaban en su boca sin mucho sentido para mí hasta que se dio cuenta de que divagaba. Suspiro profundamente e intento recuperar la compostura para contarme su historia.

-         Nahúm, hace tiempo que supe que era y soy gay. El que lo supiera no significaba que lo aceptara.- Asentí pensativo, pues no sería el primero.- Luché contra esto lo más que pude pues  yo no quería serlo, no podía y no debía serlo, mis padres nunca me lo perdonarían y mis amigos me tenían como en un pedestal. Era el típico vago que se podía levantar a las minas que quisiera y follármelas cuando quisiera. Como quisiera.

‘Irónicamente eso me facilito el ir siempre de frente con las mujeres, total no tenía nada que perder,  no era para enamorarme, era solo para tapar apariencias. Liberarme. Si me rechazaban no me afectaba en lo mínimo, simplemente iba a otra. Y esa confianza, esa seguridad me facilitó el llevarme el mundo por delante por así decirlo.- Sonrió irónicamente, quizá la primera y ligera sonrisa que le veía en meses.- No era feliz pero estaba bien, me consolaba siempre diciéndomelo a mí mismo. Hasta que me fije en él. En Lucas. Lucas… - Repitió el nombre mientras sus ojos se iluminaban.- Él es… No sé como explicártelo, él es simplemente él. Sumamente lindo, siempre  sonreía, se llevaba bien con todo el mundo y no tenía ningún problema en decir que era gay. Él tenía el mundo a sus pies siendo simplemente él, todo lo contrario a mí que siempre fui una farsa. Yo lo admiraba desde lejos, él era uno o dos años más chico que yo, alto casi de mi estatura con un cabello medio largo y ondulado, totalmente rebelde que bailaba con el viento, de un color castaño oscuro, sus ojos de un color marrón oscuros sumamente expresivos. Miraban y derretían hasta el corazón mas frío.- Me di cuenta que hablaba en pasado y por un momento me di cuenta de que su mirada estaba perdida en la nada, como su lo estuviera viendo delante de él en mi propia casa.- Su piel de un color bronceado, y una cara de niño bueno…- Volvió a sonreír y yo con el.- Su cuerpo era delgado pero sumamente estilizado, era perfecto para mi, y me fui enamorando de él sin remedio por más que fuese en contra de lo que creía que debía ser.

Un día Nahúm, en el que estábamos en la fila del supermercado, él estaba adelante y yo detrás de él por pura coincidencia.- Esta vez sí sonrió, incluso le salió una carcajada.-Te juro Nahúm que usé la escusa más tonta que puede existir con tal de acercarme. Alegué que otra persona me empujó y me hizo chocar contra él. Si bien fue sólo un instante, percibí el calor de su cuerpo que me provoco un escalofrió en todo mi ser. Y el aroma de su piel, de su cabello, un aroma deliciosos que me embriagaba.- Miró a ese vacío ante él con una ligera sonrisa.-Me quedé un instante embobado mirándolo hasta que le dije simplemente “perdón”.- Se recordó con un suspiro.-Fue lo único que pude decirle, en mi cabeza miles de frases se amontonaban pero… Pero no pude decirle nada. Él simplemente se giro y no dijo nada, absolutamente nada. Desde ese momento cada vez que me lo encontraba, le saludaba. Siempre intentaba hablarle pero él simplemente me ignoraba, o me saludaba por obligación. En ese momento comenzó a nacer en mí un sentimiento contradictorio. Sentía  frustración y enojo, me comenzaba a decir a mi mismo cómo era posible que no se fijara en mi, quién se creía que era, si yo me podía levantar a las minas que quisiera y él me ignoraba. Mi ego y orgullo estaban heridos, me planteaba como podía ser tan imbécil de enamorarme de alguien que ni me daba la hora. Y una noche, un sábado en el que salí a bailar con mis amigos…’

Observé cómo los ojos de David se empañaban de lágrimas, su cabeza se agachaba y un aura oscura le rodeaba. El dolor, la angustia y la culpa lo envolvían. Dudó en seguir hablando, y yo en silencio esperé paciente a que continuara.

Ese sábado Nahúm, le vi en la disco. Cómo hablaba muy animadamente con otro chico. Me reventó por dentro. Sentí celos, celos que me devoraban, que me enfurecían como nunca antes. ¿Cómo era posible que Lucas se fijara en ese tipo de vago, tan común, tan corriente? En mi mente esos pensamientos rondaban como un torbellino violento. Los observaba y  mientras la ira se acumulaba. No podía mas con esos celos completamente injustificados, me estaba volviendo loco. ¿Cómo podía sentir celos por alguien que nunca fue mío? Ni nunca  será mío, pensaba para mis adentros y miraba a ese desconocido que lo hacía reír. Le miraba con odio sin poder contenerme. ¿Cómo era posible que se fijara en él y no en mí? Le odiaba, tenía ganas de matarlo a puñetazos, estaba sumamente encabronado mientras consumía cada vez más alcohol por calmar mis nervios y ahogar mi ansia. Una copa tras otras, embriagándome, haciéndome perder cada vez más la poca razón que tenía. Cuando note que ya estaba demasiado ebrio decidí que era hora de irme antes de armar alguna cagada. Mis amigos me miraron extrañados porque era un comportamiento que no estaban habituados a ver en mí, pero decidieron seguirme. Compramos una botella de whisky y nos dispusimos a seguir bebiendo en el parque. Pedro, uno de mis amigos, tenía algo más para que consumiéramos y no me negué a ello. Lo consiguió a través de un conocido, y sinceramente quería probar algo nuevo, algo que me descolocara y me sacara de la cabeza a Lucas por un momento. Después de consumir, seguimos bebiendo la botella de whisky hasta casi terminarla. Estaba eufórico, pensé que podía hacer  lo que quisiera, estaba completamente fuera de control y en ese momento tampoco quería controlarme.

Mientras estábamos bromeando entre nosotros de cómo se nos distorsionaba la realidad, fue cuando lo vi. Venía solo, caminando, y con solo observarle me sentí imponente. Decidí encararlo sin embargo llevado por la embriaguez y la envalentonada sensación de todo lo que había metido en mi cuerpo con el pensamiento fijo en que ahora no me podía decir que no. Ahora si se fijaría en mí, me miraría y se enamoraría de mí.

Cuando Lucas se estaba acercando le pedí a Pedro un cigarrillo y no dudé en acortar distancias. Le hablé, le pedí fuego para encender mi cigarrillo. Él me contesto que no tenia pues no fumaba, incluso hizo por esquivarme e irse, pero yo lo detuve de nuevo. Le dije si quería tomar algo y acerté en poner la postura más seductora que tenia. Sin embargo él solo me dijo un simple “no gracias”.

Sus negativas me molestaban a más no poder, me estaba enojando y mucho, la ira me invadía, estaba perdiendo el poco control que tenia a cada segundo que le veía esquivarme. Fui más directo, le dije sin siquiera pensar si quería que hiciéramos algo, diciéndoselo con doble intención mientras me agarraba el paquete sobre el pantalón, insinuándole descaradamente mis intenciones. Él me miró seriamente y me dijo sin pensarlo “no me interesa nada contigo.” Esas palabras me sacaron completamente de quicio, ya no pensaba solo actuaba. Le besé lo más fuerte que pude pero él me rechazo. Le cogí de la ropa y le grite. Le grite Nahúm, imponiéndome. Demostrándole que yo era más que él. Le grite.

Volvió a repetir. Yo lo miraba y en mi mente se amontonaron un  montón de emociones. Dado su dolor, su culpa,  tenía una sospecha bastante clara pero no podía precipitarme, debía dejar que él siguiera hablando. Necesitaba escucharlo de él pero David silencio sus palabras nuevamente durante varios minutos. Dudaba si seguir hablando, era como si no quisiera que esas palabras salieran de su boca. Comenzó a llorar, sus lágrimas bajaban y recorrían sus mejillas para  caer al precipicio desde su mentón. Sus ojos se inundaban de dolor a cada segundo, pero David continuó hablando.

‘Le dije que a mí nadie me rechazaba, menos  un puto como él. Mis palabras salían de mi boca escupiéndolas sobre su rostro sin remedio. Intente besarlo de nuevo, él me volvió a rechazar e intento escapar por lo que yo le sostuve con mayor fuerza. Forcejeamos un momento pero yo era mucho más fuerte. Lo inmovilicé aunque vi que intentó gritar y le di un puñetazo en el estomago para callarlo. En ese momento llegaron mis amigos preguntándome que pasaba. Yo les miré y solo les dije “Me voy a follar a este puto de mierda para que aprenda quién es el que manda, le voy a hacer bien el culo para que aprenda.”

Me encontraba completamente incoherente, no pensaba, solo actuaba, les dije a mis amigos que me ayudaran a llevarlo hasta detrás de unos árboles que ocultaran la visión de los transeúntes. Ellos me ayudaron a llevarlo casi arrastrándolo  hasta el lugar que les había indicado mientras le iba amenazando que no gritara, que no intentara escapar porque le iría peor. Él no decía nada, ni me miraba. Le puse de espaldas contra un gran árbol en el lugar indicado, les pedí a mis colegas que vigilaran por si las dudas alguien nos pudiera ver. Aprisioné su cuerpo con el mío, haciendo el mayor nivel de presión que mi fuerza me permitía, intente besarlo y él esquivó el avance de mis labios. Al notar esto tomé su rostro con una de mis manos y le besé, torpe y fuertemente. Mordía sus labios, él no respondía a mi beso pero dejaba que mi lengua recorriera toda su cavidad oral. Mis manos acariciaban toda la extensión de su cuerpo por debajo de su ropas, su piel… Su piel tan suave y tersa se enrojecía al paso de mis torpes dedos, su aroma… Ese aroma que tanto me enloquecía, más con esa actitud tan sumisa, me llevaban a los limites del descontrol  por la lujuria.

Mi mano derecha se introdujo debajo de su pantalón y de su ropa interior tocando sus nalgas, y mi mano izquierda invadía de igual forma pero desde adelante. Quería tocar su pene, acariciarlo, notar que esta tan duro y erecto como el mío por la excitación. Pero cuando por fin lo tuve en mi mano se encontraba completamente flácido. ¿Pero por qué?  ¿Por qué no estaba excitado? ¿Por qué no tenía esa excitación que yo tenía?  ¿Por qué me negaba también eso?

Me enojo hasta la locura, me enfureció. Quería demostrarle el hombre que yo era, que le podía excitar y llevarle a los límites del placer para que nunca más me volviera a rechazar, para que siempre estuviera conmigo y nunca me dejara. Quería calentarle a más no poder y que su piel exigiera mis caricias, pero él no reaccionaba. Él solo estaba quieto e inmóvil. Me frustraba completamente, me enojaba, me llenaba de ira. Decidí ir más allá.

Tome su cuerpo, lo gire quedando él de frente al tronco del árbol y dándome la espalda. Yo apoyando el tremendo bulto que se me marcaba bajo la ropa, el cual refregaba frenéticamente contra sus nalgas moviéndome hacia adelante y atrás, fingiendo el acto del coito y la penetración. Pensé que así le excitaría mientras besaba,  lamía y mordía su cuello. Baje sus pantalones junto a sus bóxer hasta los tobillos, me agache, abrí sus glúteos con mis dos manos y observe su ano a pesar de la oscuridad. Acerqué mi nariz para percibir su olor y eso me enloqueció por completo. Inmediatamente deposite mi lengua en su pequeño ojal. Su sabor era exquisito, sublime, suave y sin un solo vello. En el momento en que lo hice note su cuerpo estremecerse, pensé que le había gustado, que le había fascinado. ¿Por qué si no se estremeció de esa forma? Le lamí como un loco, le humedecí llenándolo de mi saliva y en mi mente creí que lo estaba logrando. Que por fin le excitaba. Llevé de nuevo una de mis manos a su pene pensando que estaría tan o más duro que el mío, que realmente en ese momento empezaba  a dolerme y rogaba ser liberado de su prisión, pero nada. Su pene se encontraba igualmente de flácido, es mas creí que estaba más pequeño que la vez anterior que se lo acaricié. ¿¡Pero por qué!? ¿¡Por qué no reaccionaba a mí!? Mi enojo era aún mayor y la frustración me desbordaba. Me dije a mi mismo que tenía que ir más allá.

Me puse de pie y me apoye lo máximo posible sobre su espalda mientras con mi brazo le cogí de la cintura tirando con ansia de su cuerpo hacia mí, inclinándole y su culo… Su precioso culo se apretó más a mí de lo que pude soportar. Me desprendí de mis pantalones y libere por fin mi polla, que se encontraba mas erecta que nunca, y con ella acaricie toda la extensión de la línea que se formaban entre sus nalgas. Entre sus glúteos. Cuando hice presión en su ano noté como su cuerpo se tensaba, se estremecía. Por fin. Por fin estaba logrando que se excitara.  Una sonrisa se dibujó en mis labios. La lujuria me tenía ciego. Ya no veía, ya no razonaba, solo sentía que su piel me quemaba y entonces…  Entonces lo penetre, lo penetre de verdad. Sentí como su interior abrazaba mi pene. Sentía un ardor brutal que me quemaba la piel de la polla. Era un fuego, una hoguera que me ardía y estaba en el éxtasis total. Comencé a moverme con fricción, recorriendo con mi pene a lo más profundo de su ser. La pasión y el placer me embargaban de una manera que nunca había sentido jamás con ninguna mujer. Era el paraíso hecho carne. En ese momento estire mi mano para tomar su pene y notarlo tan duro como el mío producto de mi accionar, de la forma en que me lo  follaba y lo poseía. Quería sentirle excitado, pero no.  Él no estaban excitado, no lo estaba y el enojo… La frustración me superó. Sentía ira, rabia…

Tome su pene con mi mano lo más fuerte que pude, se lo aprisioné sin ninguna contemplación  y lo masturbe frenéticamente mientras cada vez lo penetraba con más fuerza. Ya no me importaba nada, absolutamente nada, si lo lastimaba o no. Si le producía daño alguno, solo quería poseerlo, someterlo, castigarlo. Eso quería. Castigarlo, descargar toda mi frustración por sus rechazos, por haberme ignorado, por no excitarse conmigo. Si yo lo había hecho todo bien, no entendía por qué él me rechazaba hasta en ese momento. No  podía permitírselo. Yo podía tener a cualquier mujer u hombre que quisiera y él se me lo negaba. No podía permitírselo, ni aceptar su rechazo bajo ningún concepto. Me lo follé, mío follé a más no poder y llegado el momento eyaculé dentro de él, en su interior. Fue un orgasmo de furia, de bronca. Deposite mi semen lo más profundo que pude para que él supiera que lo había marcado y que me pertenecía a partir de ese momento. También marqué su cuello con mis dientes y mis labios. Le susurré cosas de las que ni me acuerdo llevado por esa desbordada embriaguez y lujuria con la que le había hecho mío. Mío, Nahúm. Mío.’

Yo escuchaba sus palabras y lo miraba absorto sin saber cómo reaccionar a tal declaración. David no me miraba a los ojos, él solo miraba el piso llorando mientras me contaba como había sometido a Lucas. Lentamente, una furia incontrolable me fue invadiendo de saber qué era lo que le afligía. Mi corazón latía con furia, todo ese enojo me paralizaba. El siguió hablando después de un instante de silencio.

‘Luego Nahúm, cuando acabé, mi cuerpo se relajo completamente y estando aún en su interior intente besarle. Busqué sus labios con los míos, y fue en ese instante en el que la realidad me golpeo de frente.’

David lloraba aún más angustiosamente que antes. Sentí sus palabras quebrarse por esa angustia, por ese dolor, por la culpa… la culpa que había visto meses taladrar su alma, desbordar sus ojos. David siguió hablando mientras mi propia alma ardía en cólera.

‘Por fin lo miré Nahúm, y me di cuenta de lo que había hecho. Las lágrimas de dolor fluían raudamente de sus ojos, esos ojos que habían perdido todo el brillo. Se encontraban vacíos, ya nada quedaba de ese chico del que me había enamorado, y su piel… Su piel estaba fría, ese aroma que desprendía su cuerpo del que me embriagaba antes ya era solo un recuerdo. Su cuerpo olía a miedo. El medo y terror que yo le había causado. Mire a mis amigos, que me observaban excitados mientras se masturbaban, mientras buscaba una explicación a lo que había hecho. No la encontré, mi alma se perdió, mi corazón se paralizo, solo lo abrace fuertemente. Quería pedirle perdón, Nahúm, quería protegerle, yo no quería  eso Nahúm, yo no quería lastimarle, no quería herirle. No quería dañarle pero lo hice Nahúm, yo… Yo… Yo le rompí el alma, yo Nahúm.  Yo le lastimé con mi amor. Le herí con mi amor.’

Al escuchar esas frases de David yo reaccioné, no lo soporté más. Me puse de pie, me acerqué a él cómo animal al acecho, le mire a los ojos sabiendo perfectamente que en mi cara se denotaba el odio, la ira, la furia que le inculpaban más allá de lo que habría cabido esperar después de meses de silencio. Ahora era yo quien quería lastimarle en respuesta por Lucas, quería castigarle. Hice que me mirara a los ojos, quería introducirme en su espíritu, presionar su corazón hasta que dejara de latir. Y aun así  no era suficiente.

David se quedó estático. Ahora era su cuerpo el que desprendía el olor a miedo y aun así yo quería ir más profundo. Quería llegar a su mismísima alma, la cual vi a través de sus ojos rodeada de zarzas espinosas de culpa que la dañaban y hacían sangrar. Me sentí confortado al ver esa escena por un instante, pero aun así mi furia no disminuía. Algo me detuvo sin embargo, pues no podía avanzar más porque también vi amor, amor puro hecho lágrimas que le sesgaban el rostro. No lo entendía. El amor puro no daña, no lastima, y me di cuenta que ese amor se encontraba contaminado por la forma más vaga y vulgar de amor que se conoce. Embriagado de lujuria y egoísmo. Decidí retirarme de su interior, pensé que no valía la pena. Él ya estaba condenado, y esa condena me causaba una satisfacción tremenda a pesar de que David respirara con dificultad. Su corazón latía rápidamente, desbocado. Me alejé y él me miró desde su pozo de vergüenza. Me pidió perdón pero yo no podía perdonarle. No era mi intención hacerlo, ni tampoco era mi deber.

Él solo lloraba y me decía.

‘Yo no quería hacerlo Nahúm, no era mi intención. Le abrace, le bese, quería sanar las heridas que yo mismo le había provocado, quería regresar el tiempo y nunca haberlo hecho. Estaba dispuesto a dar mi vida si con eso conseguía que nunca hubiera llegado a lastimarle así y le ayude a vestirse. Él solo se movía mecánicamente, no decía nada sumido en su dolor, frágil y débil por mi culpa. No permití que mis amigos se le acercaran ni muchos menos le tocaran.

Le abrace y le lleve caminando agarrado a mí. Quería darle mi calor, uno que no le había dado antes. Le repetía constantemente que me perdonara, que no era mi intención haberle hecho lo que le hice, no así. Cuando estábamos cerca de su casa me puse frente a él, le abracé y él no reaccionaba. Le besé y él solo se dejo hacer. Su cuerpo seguía frío, sus ojos vacíos y carentes de luz. Ya no sabía qué hacer, solo le dejé ir y observé cómo caminaba, cómo entraba a su hogar.

Después de esa noche pasé por su casa varias veces buscado verle. Quería hablarle, pero nunca más supe de él.

David volvió al silencio, me miraba buscando una repuesta en mí pero yo decidí no hacer nada. Sólo mirarle, aunque decidí no juzgarle, no condenarle, no castigarle. Él con su propia carga tenía suficiente, estaba solo ya que  se había aparto de sus amigos. Pero sí que decidí no ayudarle, no alivianar sus cargas. Decidí cumplir con lo que le había dicho y me comprometí a acompañarlo, ni más ni menos. Ha pasado demasiado tiempo desde esa conversación que tuve con David, que se volvió un chico totalmente monótono, retraído. No se relacionaba con nadie, carecía de vida social y nunca más volvió a estar con alguien que yo supiera, ni hombre ni mujer. Su rutina era completamente predecible. El trabajo, la universidad, su casa y cuando no resistía más iba a mi casa. Él se convirtió en su propio carcelero. Pagaba y cumplía la propia condena que se había impuesto. La culpa es un poderoso sentimiento que puede hacer claudicar hasta al hombre más fuerte y llevarle a la muerte.

Es por eso que su llamada, me llenó de dudas. ¿Acaso superó la culpa? ¿O había conocido a alguien más que le liberó de su condena? Lo sabría sólo cuando me encontrase con él.

Miércoles 8 p.m. en punto.

Me encontraban en casa terminado de limpiar unas cosas cuando llamaron a mi puerta. Atendí y como esperaba era David. Se le veía contento, le dije que pasara y se sentara en el sillón mientras terminaba con mi tarea y luego me acerque.  Me senté en otro sillón frente a él y viendo su humor le miré interrogante. Le pregunté cómo estaba, qué se contaba de nuevo. Él me miró y me comenzó a hablar con un ánimo que quizá nunca le había visto.

-         Acá Nahúm todo bien, tengo algo importante que contarte y tú eres el único que sabe lo que hice. El pesar que hay en mí. Pero hace dos semanas cuanto te llamé todo cambió.

David me miro con una leve sonrisa y lo único que pude es estar expectante a ese cambio. Respiró profundo y comenzó a hablarme llevado por una emoción que era hasta contagiosa.

-         Nahúm, le he visto. Le vi Nahúm, vi a Lucas. -Miré sorprendido su euforia y él siguió hablando.

‘Yo estaba en la facultad, por un instante creí estar confundido pero luego lo observé bien. Él estaba caminando solo, dirigiéndose a recepción donde todo el mundo hacía colas para las inscripciones. Mi corazón por un instante se detuvo y luego empezó a latir rápidamente a un ritmo inigualable. Pude notar que al parecer estaba bien, pero percibí en sus ojos ese dolor y miedo no sé si muestra de mi propia culpa o de su desconfianza hacia el grupo de personas que tenía alrededor. Le observé sin que él me viera, y cuando vi sus ojos de esa forma que no me había imaginado se me atravesó un nudo en la garganta y me sentí fatal, pero por lo menos sabia que luego de tanto tiempo él estaba bien.

Al día siguiente le volví a ver y despertó en mí un desesperado instinto que me impulsaba a hablarle. A acercarme para poder pedirle perdón, pero lo pensé mejor y me dije a mi mismo que tal vez era mejor que no me acercara a él. Que me alejara. Ya le había dañado suficiente.

Al tercer día la facultad estaba casi vacía, el frío del invierno se hacía sentir en los pasillos. Antes de retírame a mi casa decidí pasar por el baño a orinar. Al entra  no sé si fue el destino o qué, no lo sé, solo sé que en el interior estaba él. Lucas. Me sorprendí al verlo casi tanto como él, y en un instante su rostro se transformo. Vi en su cara el miedo y me sentí sumamente mal. Yo era el culpable de esa situación, yo era el único culpable y podía verlo en sus ojos. Mis lágrimas invadieron mis ojos de ver ese tremendo error hecho realidad. Me quedé paralizado. Nos observamos por un momento tan eterno que sólo atiné a avanzar hacia él. Quería abrazarle. Quería protegerle, sanarle, pedirle perdón por lastimarle de la forma que lo hice.

Yo me acercaba llorando unas lágrimas sumamente amargas y el solo retrocedía. Su cara era de un pánico total, y yo… Sólo yo era el culpable. Dio con su espalda en la fría pared, yo me acerque tome y su rostro delicadamente apenas tocándolo. Intente hablarle pero su olor, ese olor a miedo que despedía su cuerpo me invadió. Sentí enojo, sentí rabia por haber creado esa situación hacía mi mismo. Quería lastimarme, quería hacerme daño por ello como nunca antes. Golpeé con mi puño lo más fuerte que pude contra la pared. Por sentir el dolor que me auto flagelara y sin querer, sin intención alguna, le asuste más aun. Él, al ver mi reacción se sobresalto llevando sus brazos a su pecho en posición defensiva, y sus ojos se llenaron de lágrimas.

Me desesperé porque no quería, no quería asustarlo más e intente abrazarle para que no me temiera, para decirle que  nunca le volvería a dañar. Que daría mi vida antes que lastimarlo nuevamente. Caí de rodillas ante él, me abrace a su cintura y lloré a más no poder. Las palabras se amontonaban en mi boca. Le pedí perdón una y otra vez. Mi alma estaba desecha en mis lágrimas y éstas a sus pies. Le imploré que si él quería, me golpeara. Me lastimara. No haría nada por defenderme. Le entregaba mi vida, mi corazón. Que el hiciera lo que le diera la gana conmigo. No pensaba, sólo dejaba que mi corazón y mi alma destrozada le hablaran.

Él se mantuvo en silencio mientras yo lloraba desconsoladamente, pero de pronto él me habló.

Me dijo que por favor me pusiera de pie. Me levanté y le miré a los ojos. Él sólo me dijo que me odió todo este tiempo, que le había lastimado demasiado,  pero que era mejor dejarlo todo en el pasado y superarlo. Que no sabía si podría perdonarme.

Yo le interrumpí Nahúm, le dije que me permitiera hacer todo lo posible para que me perdonara, para superar todo esto que había sucedido, pero dudaba. Yo inmediatamente le dije que tomáramos un café, que ni siquiera teníamos que hablar, solo eso un café. Y aunque él seguía con bastantes dudas en su mirada aceptó. Me sentí tan eufórico que le abrace y le bese en los labios. Se quedó quieto, no se movió pero te juro Nahúm, te juro que por un instante él me respondió el beso. Fue sublime, mi corazón dio un golpe y comenzó a latir frenéticamente. Un calor recorrió todo mi cuerpo, estaba pisando las nubes. Desde ese momento nos hemos encontrado casi día por medio, y yo cada vez que estoy con él me siento… No sé ni cómo explicártelo.

De pronto el celular de David comenzó a sonar interrumpiendo su conversación. Le vi mirar el móvil y sus ojos se iluminaron, la ilusión le llenó de vida y después de colgar me dijo que Lucas le había llamado, obviamente. Que él le estaba ayudando a preparar el examen de ingreso a la facultad y que Lucas tenía varias dudas. Le mire sorprendido, pues del David que yo había conocido ya no quedaba casi nada. Se le veía cual niño feliz. Sin dudarlo y mucho menos, sin tardar un instante en responder a esa llamada, se despidió de mi y salió corriendo. Yo me quede completamente anonadado y un montón de preguntas invadieron mi mente. ¿Pero qué era lo que sucedía? Muchas veces no entiendo a las personas. ¿Qué era lo que había pasado?, no entendía nada de nada. Sólo el tiempo me daría las repuestas.

El tiempo pasa inexorablemente y continúa su ciclo, ya ha pasado más de un mes de la conversación que tuve con David. Él casi diariamente me envía un sms o acaba llamándome directamente para contarme cómo va en su progreso con Lucas. Sus conversaciones son rápidas, David es feliz, y no es que no me alegre por él pero es que no entiendo que es lo que sucede. Yo en mi caso y siendo sincero no podría perdonar una situación así. Tal vez es que soy muy limitado o acotado mentalmente, o tal vez sea que tengo un mentalidad en que solo veo todo en blanco o negro y no tengo en cuenta los matices grises, no lo sé, realmente no entiendo al ser humano. Es tan impredecible como dinámico, y muchas veces sorprende. Gracias al cielo que seamos tan distintos.

Después de unos días me encontraba en mi casa todo sudado con mi chico, la calefacción estaba al máximo y solo estábamos en ropa interior. Él me arrebató el celular y corrió por toda la casa.

Yo iba detrás de él en constante persecución, quería recuperar mi pertenecía pero él es más rápido y más fuerte que yo. Milagrosamente, en un momento le llegué a dar alcance pero él me inmovilizó bajo todo el peso de su cuerpo sentándose sobre mi torso. Aunque forcejaba con todas mis fuerzas para sacármelo de encima era en vano, y él sólo me miraba desde arriba mientras se reía divertido mientras que con su mano derecha levantaba el aparato completamente lejos de mi alcance. Ya me estaba fastidiando, así que me enoje y le mordí en el muslo. Él brincó en un acto reflejo por el dolor que le produjo mi mordisco y lanzo una grosería mientras se sobaba la pierna para calmar el dolor. Tomé la revancha. Me puso en pie inmediatamente y me tiré sobre él descargando todo mi peso sobre su pecho, consiguiendo desestabilizarle y hacerle caer sobre el sofá, que no soportó todo nuestro peso y acabó volteándose, permitiendo que rodáramos para el otro lado en un ovilló de brazos y piernas. Él sólo se reía. Me abrazo con sus muslos por la cintura y con sus brazos por mi torso restringiendo toda mi movilidad en una llave de judo que seguramente le enseñó nuestro amigo Mickey. Lanzó mi celular, que se deslizo por el piso lejos de mi alcance. Yo ya estaba cansado y transpiraba mares, utilizaba todas las fuerzas de mi cuerpo pero era imposible liberarme. Estaba encabronado, él al parecer lo noto y me besó tan delicadamente que mis fuerzas se desvanecieron. Mis músculos se relajaron completamente, me quedé embobado y mi presunto enojo  se desvaneció.

Odio perder de esa forma pero ya no me importaba, sólo me dejaba besar. En lo mejor que estábamos mi celular comenzó a sonar allí a lo lejos. Me entraba una llamada, así que él me liberó y yo en ese momento no tenía ganas que me soltara. Me indicó dónde había ido a parar mi móvil y muy de mala gana lo recogí, mire y era una llamada de un número desconocido. Atendí la llamada, un poco agitado todavía.

-         ¿Hola?

-         -Hola. ¿Nahúm? - Me respondieron del otro lado de la línea pero no reconocí la voz.

-         Sí, ¿quién habla?

-         Soy Lucas, soy… -. Dudó en continuar la frase.

-         El de David… - Le interrumpí.

-         Sé que esto puede ser un poco raro pero David habla mucho de ti y necesito alguien con quien hablar. Algo me dijo que tú serias la mejor persona para escucharme. Dudé mucho en llamarte pero al final me decidí.

-         OK Lucas.- Le contesté mirando la posturita sexy y silenciosa de mi chico.- Mira, ahora no pudo pero mañana al atardecer nos podríamos reunir a eso de las 7 p.m. Tú dime el lugar.

-         OK, Nahúm. Puede ser en mi apartamento.-Me pasó su dirección y cortamos la llamada.

Me quedé extrañado porque me hubiera elegido a mí, que no me conocía de nada, para hablar.  Hasta que de repente mi chico se me tiró encima y caímos al piso. Al día siguiente, a las 7 y 15 p.m. llamaba a la puerta del apartamento de Lucas. A los pocos segundos me atendí un chico que supuse seria él. Le salude, él me respondió y me pidió que ingresara. Me dijo que me sentara y me ofreció algo de tomar, un café o una chocolatada, y yo le acepte una chocolatada bien caliente ya que afuera hacía mucho frío. Me entregó una gran taza repleta mientras él tomaba una taza de café. Pasamos un instante en silencio, y luego el comenzó a hablarme.

-         Nahúm, creo que hace tiempo que tú ya sabes todo lo que paso entre David y yo. - Asentí con la cabeza y él continuo hablándome.

‘Yo desde el día que pasó lo que pasó, le odie con toda mi alma. Me sentía completamente destruido, sucio y usado. No me soportaba a mí mismo y lo peor fue que un frío helado me invadió. Sentía miedo, mucho miedo, por lo menos por una semana no salí de mi casa. Me bañaba las veces que podía, pero el frío y un extraño aroma no se iban de mi cuerpo. Lloraba todo el tiempo, mis padres me miraban preocupados pero yo no sabía que decirles. Sólo necesitaba alejarme de todo, por lo que les pedí a mis padres que me permitieran ir a casa de unos tíos en otra provincia. Les dije… Me dije a mí mismo que de esa forma me recuperaría, que no se preocuparan y ellos aceptaron. Me fui así sin más, me alejé de todo.

Pasó el tiempo Nahúm, pude recuperarme y afrontar mi vida. Intenté dejar todo en el pasado, enfrentar mis miedos y vivir una vida normal. Casi suprimí ese recuerdo pero el aroma, ese olor que despedía mi cuerpo me acompañaba y ese frío que congelaba mi alma cada tanto regresaba. Yo no era como antes pero eso me hizo fuerte y llegado el momento decidí regresar, pensado que nunca más lo vería y que todo era simplemente una historia, una mala pesadilla que no volvería.’

Llegué y me instale con mis padres, luego ellos me alquilaron este apartamento al mes más o menos. Quería vivir solo para hacerme más fuerte e independizarme porque todo trascurría normalmente, así que luego fui a la facultad para arreglar la inscripción y ver la documentación. Todo iba completamente bien, pero el tercer día estaba sumamente frío. La facultad estaba casi desierta y yo ya me estaba orinando así que decidí pasar por los baños. Entré, oriné, y cuando me prestaba a salir ya en la misma es… estaba él. - Me miro a los ojos interrógate, yo lo mire y asentí, dándole a entender a Lucas que sabía a quién se refería.

‘Si… - Me dijo él y continuo hablando.-  Él se encontraba justo en frete de mí, así que le observé directamente a los ojos mientras me paralizaba, pues ese extraño frío que me había acompañado a ratos tanto tiempo había vuelto nuevamente. Tenía miedo,  mucho miedo, no sabía qué hacer, qué decir. Él tampoco se movió y vi cómo comenzaban a llorar sin creerlo. Se acercaba lentamente hacía mi mientras que yo retrocedí hasta chocar con mi espalda en la pared. Percibí cómo ese extraño aroma que mi cuerpo emanaba invadía todo el lugar paralizando el tiempo. Él no me hablaba y de pronto su puño se estrelló contra la pared justo a mi lado.

Yo instintivamente me encogí, llevé mis brazos a mi pecho en un acto reflejo para protegerme, le mire a los ojos y en ellos se notaba un total desconcierto. Cada vez lloraba más, y cayó de rodillas frente a mí mientras me hablaba. Me pedía perdón constantemente, y yo le escuchaba pero no podía procesar esa información. No entendía esas palabras, no sabía qué hacer con ese monstruo que me jodió y se cargó mi vida. Ese que en nada se parecía al que estaba arrodillado ante mí, porque  aunque él era tan diferente al que yo recordaba, aunque no era la misma persona… ¿Cómo era posible que fueran tan diferentes mi recuerdo de la realidad? No lo entendía, no sabía qué hacer. Él parecía sincero, no mentía. Podía notarlo. No sé por qué, no sé qué sentí, pero decidí por fin superar mis miedos y la mejor forma que conocía era enfrentándolo.  Le hablé.

Le dije lo que pensaba de él, que no sabía si podía perdonarle, que me había hecho mucho daño. Él sólo me pidió que le diera la oportunidad de remediarlo todo. No sabía qué hacer pero su insistencia me hacía dudar. Me invito a tomar un café, y de la forma que me lo pidió y lo que me dijo me llevo a aceptarlo. Aún no sé el porqué.

Desde entonces, él constantemente me llama, me envía sms, se preocupa por mí. Diariamente me pregunta si estoy  bien y procura ayudarme en todo. El miedo que tanto sentía ya casi no es perceptible, ya no le temo. Y el odio que sentía por él se disipó, no sé lo que me está sucediendo. A principios de mes me dijo que nos inscribiéramos en un gimnasio. Yo acepté y comenzamos a ir tres veces a la semana. Es un buen gimnasio, con muchos aparatos para ejercitarse y con duchas incluidas. Siempre vamos por  la tarde casi a al anochecer y salimos cuando está a punto de cerrar. Hace cuatro días, cuando terminamos de ejercitarnos, yo me fui a la ducha y él fue a hablar con el instructor. Entré al vestuario, me desnudé, me até la toalla a la cintura y me dirigí a las duchas.

Pensé que ya no había nadie más, pero en ese momento un hombre alto y con una musculatura completamente definida, apenas vestido con una toalla a su cintura,  me habló y yo no le di importancia. Me volteé hacia la ducha, pero de repente me cogió del hombro y me dijo que si quería que hiciéramos algo. Me negué y él me apretó aún más fuerte el hombro.

No supe cómo reaccionar al miedo y el terror que me invadieron nuevamente. Sentí  frío, mucho frío que congelaba e inmovilizaba mi cuerpo. No podía moverme. Sólo vi cómo se ponía frente a mí, no entendía que me sucedía, pensé que ya había superado todo eso. Tal vez, sólo tal vez, mi mente me estaba jugando una mala pasada y no era lo que yo pensaba. Estaba ahí inmóvil, estático, congelado, y ese hombre estaba frente mío sosteniéndome por los hombros y mirándome con ojos lujuriosos. No sabía qué a hacer ni qué pasaría, sólo sabía que no podía moverme, y el frío… El frío… Ese frío me invadía completamente, que me inmovilizaba, pensé que nunca más lo sentiría, que lo había superado, pero estaba ahí.

Mire hacia la puerta buscando ayuda, buscando que alguien me salvara. Ese hombre me miraba y me observaba. Acerco su rostro al mío con intenciones de besarme y yo no podía decir nada, no podía negarme, no podía salir corriendo. De pronto vi… Le vi… Vi a David entrando, desnudo y con la toalla en su cintura. Le mire pidiéndole auxilio con mis ojos, con mi mirada de terror.

Vi como abrió la boca como gritando, pero yo no escuchaba nada. El frío y la oscuridad me envolvían. Sólo fue consciente de que en un instante él estaba a mi lado y todo pasaba como en cámara lenta. Como si el  tiempo se detuviera, David golpeó en el rostro a ese hombre con una fuerza que para mí fue impresionante. Vi a ese ser caer pesadamente al suelo, y con sangre en la esquina de la boca del lado izquierdo sin siquiera poder mover un músculo, sentí cómo el calor de un cuerpo me abrazaba. Me quemaba la piel cual hoguera, pero se sentía tan bien… Me alejaba completamente el frío que me invadía. Miré a David, que con su cuerpo me protegía, me daba calor. Me sentí protegido, pero aun así el frío se negaba a abandonarme. Vi cual espectador en una sala de cine cómo David me vestía y se vestía. Su rostro dibujaba preocupación absoluta hacia mí. Me saco de ese lugar, no dejaba de apretarme contra su cuerpo, de abrazarme constantemente. Luego estábamos en un taxi y al momento siguiente en lo que supuse seria su casa, ya que nunca había ido antes. Vi cómo me hablaba pero no le escuchaba, todo era silencio, mi cuerpo no reaccionaba, me encontraba  sumergido en ese gélido frío que me inmovilizaba.

Después me encontré desnudo junto a él  en la ducha mientras me abrazaba y cubría con su cuerpo envolviéndome completamente. Sentí el agua caliente caer sobre nosotros, rodeados de una nube de vapor. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y el frío se alejó junto al agua que acariciaba todo mi ser y caía inexorablemente al suelo. Por fin pude moverme y abrazarle, lo aprisione con mis brazos, me pegué a él y escondí mi rostro en su cuello. Quería fundirme a su piel, quería convertirme en uno con él y lloré. Por fin lloré las lágrimas me permitían derramar y sacar todo ese dolor y miedo que había sentido mientras él me acariciaba la espalda con sus manos. A en cada paso de las mismas por mi piel dejaba un rastro de fuego que me marcaba. Sus caricias me alejaban de todo sufrimiento y mi cuerpo cada vez reaccionaba a él. Por ningún motivo quería que nos separáramos a pesar de que mi piel ya ardía por el agua caliente. No me importaba, sólo quería seguir así con él, sin frío alguno.

En un momento ya no sentía el suelo, me sentía en el aire. Él me  había levantado desde la cintura, y yo rodeaba con mis piernas la suya. En ese momento me di cuenta que mi pene estaba completamente erecto, con una erección como nunca antes tuve. Percibí también como su falo se encontraba completamente rígido debajo de mis nalgas. El me apretó más a su cuerpo mientras yo robaba con el mío todo su calor y por fin sentí sus labios en los míos, su boca en mi boca, su lengua que buscaba la mía. El sabor de su saliva era sublime, me sabía a miel. David absorbía con sus besos todos mis temores. Comencé a mover mis manos acariciando su cuerpo, que se encontraba completamente ardiente. Su piel y su textura tan suaves, tan cálida… Lo besé con fuerza, con ahínco. No podía y no quería separarme de él, que en todo momento soportaba el peso de mi cuerpo con el suyo. Yo quería más, necesitaba sentir más. Mi brazo derecho rodeaba su cuello sobre su hombro izquierdo, y mi brazo izquierdo pasaba por debajo de su axila derecha. Mis manos se encontraban en el centro de su espalda, mis dos piernas rodeaban su cintura, se encontraban y entrecruzaban a la altura de su culo. Sentía claramente la fuerte erección que él tenia entre mis nalgas, no creo que fuera su intención.

Escondí m cara en su cuello cual niño pequeño mientas él me besaba la mejilla, parte de mi cuello y hombros.  Con dificultad pero seguro de lo que quería, moví mi brazo izquierdo, lo baje y tomé su pene con mi mano. Él se sobresaltó cuando le masturbé un instante, liberó un gemido y aprecié a través del tacto todo el largo, grosor, fuerza y textura de su pene. Pude sentir un par de venas que recorrían su miembro. Él gemía pausadamente pero se quedaba  inmóvil, dejándome hacer. Por la posición en la que estábamos no me fue nada difícil apuntalar su pene en la entrada de mi ano. Su glande quemaba mi ojal. Liberé un prolongado suspiro, soltando el aire de mis pulmones. David por un instante sin embargo dejó de respirar. Yo estaba totalmente seguro de lo que deseaba, pero a él le embargaba la duda. Para animarlo bese su cuello, succionándolo fuertemente, seguro de que una marca le quedaría. Yo tenía ubicado su pene en el lugar que deseaba, él solo debía ejercer presión con el mismo a través del movimiento de su cadera. La penetración fue sublimemente lenta, pausada pero inexorable. Su pene, sin dolor alguno, fue invadiendo mi interior. Mis entrañas lo aprisionaban presionándolo. La sensación fue indescriptible al unirnos, cuando su pene me penetro infinitamente y sentí el tope del mismo paraíso al que gemimos los dos al unísono.  Retiré mi mano y regresé a mi posición inicial abrazándole. Con mi boca busqué la suya, besándole. Moví  levemente mi cadera invitándole a que él hiciera lo mismo, penetrándome leve y pausadamente.

Nuestros movimientos fueron coreografiados sin prisa alguna. Ya no sentía más frío, solo le sentía a él. Estaba unido a él. Nuestras almas danzaban juntas, nuestros corazones latían en sincronía. Éramos uno y nada más importaba. Él entraba y salía de mi interior y yo apretaba rítmicamente su miembro viril a cada embestida con el tremendo placer que ellos nos proporcionaban a ambos. Llegado el momento eyaculé en su abdomen que aprisionaba y masturbaba mi pene y pude sentir claramente las contracciones y movimientos de su falo en mi interior, depositando todo su esperma en lo profundo de mí ser.

No sé cuánto tiempo seguimos en la ducha bajo el agua caliente, solo sé que luego me desperté en su cama en posición cubito fetal mientras él se encontraba en la misma posición en mi espalda, rodeándome con sus brazos y piernas. Sentí todo el calor y el ritmo de su pecho al respirar pegado a mi espalda. Sentí el latir de su corazón. Aún permanecí con los ojos cerrados, pero en mi mente se agolparon un montón de dudas e interrogantes.  No entendía lo que me estaba sucediendo, cómo era posible que estuviera así con él, cómo era posible que la persona que más me daño en la vida ahora sea la que cure mis heridas y aleje ese frío de mi cuerpo. No era posible que yo sintiera ese calor en el pecho que me invadía y me hacía sentir tan bien, tan protegido, y que fuera él quien lo producía. No quería pensar, quería alejar todas esas dudas de mi mente. Comencé a contar los latidos de su corazón y me volví a dormí.

Al despertarme nuevamente, él  no estaba, no sentía su presencia, su calor. Permanecí con los ojos cerrados, pensé que todo había sido un sueño. Él no estaba, tal vez todo fue una ilusión, así que me empecé a desesperar medio inconsciente aún. Me invadieron unas terribles ganas de llorar y sentí que el frío regresaba. No quería sentirme así nuevamente. De pronto sentí unos brazos que me rodeaban y un beso en la mejilla que me estremeció. Él estaba ahí conmigo, y me apretó a su cuerpo, me hablo. Me dijo que era hora de levantarme. Yo le dije que no, que quería seguir así. Se acomodó y se recostó abrazándome. Estuvimos así unos minutos más, hasta que él me volvió a hablar diciéndome que nos teníamos que levantar ya, que teníamos que comer. Yo le dije que no quería y el volvió insistir alegando que tenía que comer, ya me mi pancita ya hacia ruiditos, tocándome el abdomen con la mano y acariciándomelo. Me dio un poco de vergüenza ya que efectivamente mi pancita hacía ruiditos y de mala gana me levanté. Él me prestó ropa y me ayudó a vestirme mientras constantemente me besaba, abrazaba y me hacía mimitos. Comimos rico y luego regrese a mi casa, donde las dudas me invadieron nuevamente. Por eso que luego de varias dudas, decidí llamarte Nahúm. Necesitaba hablar con alguien.’

Sólo atiné a preguntarle qué pensaba él de todo lo que sucedió. Él me dijo que no sabía que las dudas lo invadían y que buscaba una repuesta, así que intenté armar un discurso meramente coherente.

Lucas, me gustaría darte una repuesta, pero lamentablemente no la tengo, me gustaría sinceramente dártela. Yo en realidad, siendo sincero contigo, nunca me consideré como amigo de David. Cuando él me contó lo que paso contigo, no supe cómo reaccionar. Me enojó, y la cólera me invadió, pero me prometí a mí mismo que no le juzgaría, que no le condenaría, pero que tampoco le ayudaría. Por así decirlo, me convertí en su celador, en su carcelero, vigilando que él cumpliera la condena que se había impuesto por sí mismo sumido en la culpa que lo embargaba. Yo simplemente vigilaba que no tuviera una salida rápida a su penitencia. Si te soy sincero yo no hubiera podido perdonarle, pero gracias al cielo que todos somos diferentes y tú tuviste el corazón y el valor de hacerlo. Has enfrentado tus miedos y los has superado. Creo que tú eres mucho mejor persona que yo. Sólo puedo decirte que sigas tus instintos y hagas lo que creas correcto y lo que te haga bien. Solo el tiempo te dará las repuestas que buscas, y cuando las encuentres y te des cuenta de si hiciste lo correcto o no, solo puedo prometerte que me tendrás ahí como tu amigo.

Él solo se levanto del sofá en que se encontraba y vino a mí, me abrazo dándome las gracias.

Ha pasado el tiempo. Lucas decidió seguir con David, buscando las repuestas en el tiempo o el destino. Mi amistad con Lucas se afianzó notablemente, y con David también aunque tengo más afinidad con Lucas ya que los dos superamos situaciones difíciles y tenemos mucho en común. David cambió completamente, y los dos se integraron rápidamente con el resto de mis amigos. Yo les he observado a los dos detenidamente. Sé que David sería incapaz de dañarlo nuevamente, moriría antes de hacerlo. Cuando salimos juntos en grupo, ellos cuando se separan buscan constantemente volver a juntarse y a estar en contacto aunque sea levemente. Es como si no pudieran estar sin sentir el roce de su piel. He visto en sus ojos cómo sus almas se encuentran entrelazadas, unidas una a la otra, casi fundiéndose en una sola. Hice una cena en mi casa y todos vinieron. Les observé detalladamente, constantemente en contacto, buscándose con la mirada.

Cuando se marcharon me quede pensando que si existe el destino, se equivocó en la forma de reunirles, pero al fin y al cabo están juntos. No sé si será lo correcto, sigo sin entender al complejo ser humano. Perdón y redención, pensé en voz alta.

-         Redención… Extraña palabra, ¿no?

Acotó mi chico al escucharme, acercándose lentamente y besándome fogosamente en el instante que mi mamá nos llamaba para que laváramos las vajillas, separándose de mí.

-         Redención.- Pronunció nuevamente mi chico.- Esta noche tienes que redimirte conmigo. Por lo de esta mañana cuando me rompiste el Mp3.- Me continuo diciendo mientras me miraba fingiendo seriedad.

-         Haré todo lo posible.- Le dije riéndome.

-         Más te vale.-Me respondió en un tono amenazador obviamente fingido.

Esta Historia la escribi hace como un poco mas de dos años, y decidi volverla a publicar y gracias a Sildhara que me dio una mano enormeeeeeeeeeeee!!!!! espero que guste.