Historias corrientes La profesora
Relatos de mis fantasías y realidades.
Bueno realmente era más que la nueva profesora de ni hijo, también era amiga mía y de mi esposa. De hecho yo la conocía antes de conocer a mi esposa, había sido su entrenador y monitor en campamentos de verano y pese a la diferencia de edad siempre habíamos tenido una muy buena relación. De hecho al final pese a dicha diferencia de edad habíamos acabado coincidiendo a través de amigos comunes en el mismo grupo.
Así que allí estaba yo, los días que me acercaba a recoger a los peques, viéndola desde las cristaleras vestida con su bata de colorines chillones y dando clases a los niños y niñas.
Uno de aquellos primeros días estaba esperando junto a otros padres la salida de los niños cuando capte la siguiente susurrada conversación:
“Joder la madre de Nora tiene un polvazo descomunal” le decía uno de los padres a su amigo.
“Si la verdad es que es una de esas MQMF, con esos taconazos que siempre lleva y ese culito esta tremenda” le respondió el otro.
“¿Qué es eso de MQMF?” le pregunto el amigo.
“¿De verdad no sabes lo que es? Pues sí que debes de follar con tu esposa. Porque el resto de mortales tenemos que recurrir a las páginas porno para relajarnos y todos sabemos que es una Madre Que Me Follaría” le respondió entre risas del amigo al que se unió el otro.
“Y cambiando de persona que no de tema ¿qué te parece la nueva profe?” le pregunto.
“Pues la verdad es que no me había fijado mucho pero el otro día cuando estaba recogiendo a Maya, al agacharse para despedirse de ella se le abrió el escote de la camisa y madre mía que par de tetas. Con esa bata que lleva lo disimula bien pero tiene unas tetazas…” le respondió su amigo
Yo en aquel momento asentía con mi cabeza para mí mismo. El resto de padres de la clase quizá solo la habían visto con la bata de profesora y en unas pocas reuniones, pero aquellos que la conocíamos o que podíamos haber coincidido con ella en otras circunstancias sabíamos que tenía unas enormes tetas que no podías dejar de mirar.
Como siempre me limite a cruzar unas palabras con ella cuando recogía a la niña ya que no era el lugar más adecuado para ponerse a charlar con el resto de padres delante.
Siempre he creído, sin tener la más mínima certeza, que cuando fui su monitor me pude haber enrollado con ella pero en mi cabeza siempre estuvo el hecho de ser ocho años mayor que ella y en aquella época yo ya era universitario y ella una niña, con muy buenas tetas y un cuerpo precioso eso sí, pero una niña de solo 16 añitos.
Esa noche ya en la cama con mi esposa le relate la conversación que había escuchado entre los otros padres, ella me echo en cara que no les hubiera recriminado la conversación.
“¿Podías haberles llamado la atención al menos no?” me echo en cara ella.
“Si claro… oye perdonar estaba escuchando, no, no mejor aun cotilleando vuestra conversación y me parece muy mal lo que estáis diciendo de las tetas de la profesora y del culo de la otra madre” le respondí sarcásticamente.
“Además no es que no tuvieran razón en ninguna de las dos cosas, la madre de Nora esta de muy buen ver y las tetas de la profesora, tú lo sabes bien, son enormes” añadí mirándole fijamente.
Sabía que estaba entrando en un terreno resbaladizo, por un lado al decir que otra madre estaba como un tren y por otro lado al mencionarle las tetas de nuestra amiga, pero quería ver su reacción.
“Muy bien lo que me faltaba que no solo no te parezca mal sino que encima me digas que están bien buenas y lo grande que tienen sus tetas” contesto airada mientras se daba la vuelta en la cama y me daba la espalda.
Era la reacción que había esperado pero no pensaba dejar que todo quedará ahí por lo que comencé a acariciar su culito por encima del pijama y a subir mis manos por su espalda acariciándola lentamente. Comencé a besar su cuello y empecé a incursionar por el interior de su pijama acariciando su culito y forzando mis dedos en su raja.
Con mi otra mano comencé a escalar su espalda hasta alcanzar sus pechos que al igual que los de mi cuñada, su hermana, eran pequeños pero bien duros.
“¿Qué pasa que aunque prefieres las tetas de la profe como no se las puedes tocar te quedas con las mías?” me pregunto con sorna.
“A mí me gustan todos los tipos de tetas sin excepción” le respondí apretando sus pequeños pechos.
“¿Y te gustaría tocarle sus grandes tetas a la profa?” me pregunto ella de sorpresa.
Ahí estaba la pregunta trampa; casi cualquier respuesta sería una equivocación así que opte por una respuesta zalamera aunque con una pequeña puya.
“A mí me gusta tocar tus tetas, aunque no me importarían que fueran más grandes.” Le respondí mientras seguía acariciándolas y apretándolas.
Para intentar acallar su réplica le obligue a tumbarse bocabajo en la cama, enterrando su cara en la almohada. Comencé entonces a besar toda su espalda mientras subía su camiseta hasta la cabeza con largas lamidas acariciaba su espalda a la subida y las completaba con pequeños besos sobre la húmeda espalda mientras bajaba de nuevo para repetir la maniobra.
Cada vez eso si el retorno y el comienzo del siguiente movimiento llegaban más abajo, sobrepasando su cintura y bajando a su culito que iba descubriendo a la vez que bajaba ligeramente el pijama. Una vez conseguí retirar el mismo me arrodille entre sus piernas y procedí a realizar los mismos movimientos pero esta vez centrados única y exclusivamente en su culito y el comienzo de los muslos.
Mi lengua intentaba penetrar en la raja del culo y rodeaba su esfínter prolongando el lametón hasta el comienzo de sus labios.
Uno de mis sueños era practicar el sexo anal con mi mujer pero a esta nunca le había parecido atractivo y nunca había dejado que me introdujera en él pese a que en estas ocasiones tumbada de espalda notaba como se estremecía cuando mi lengua lamia su esfínter y presionaba en su prieto agujero. Mi mayor logro había sido introducir mínimamente uno de mis dedos en su virginal ano.
A sabiendas de que no iba a conseguir mucho más centre mis lametones en sus labios y comencé a penetrarla con mis dedos. Sin más dilación la puse a cuatro patas y quitándome mi pijama la ensarte desde detrás comenzando un suave ritmo que hacía golpear mis huevos contra su culito. Me encantaba sacar completamente mi pene e introducírselo de golpe en esta postura, además mi esposa se mojaba como una perrita en celo y su clítoris se encharcaba durante nuestro sexo lo que facilitaba este movimiento.
Además esta postura tenía la ventaja de que la cara de mi esposa quedaba oculta en la almohada por lo que yo podía fantasear con estar follando con cualquier otra persona. Aquella noche obviamente era la profe el objeto de mi imaginación.
Imaginaba sus tetas moviéndose ante cada empellón, colgando bajo su torso, desafiantes y bamboleándose al ritmo de nuestros movimientos. Imaginaba como sería el apretar entonces esa tetas, el agarrarme a ellas para profundizar aún más las embestidas. Dichos pensamientos me estaban poniendo a mil y sabía que no aguantaría mucho más si seguíamos en dicha postura.
Además también sabía que mi esposa no alcanzaría el orgasmo, había descubierto tiempo atrás que mi mujer era clitoriana, podía estar horas, siendo esto una forma de hablar, martilleando su coño que mientras no hubiera contacto con su clítoris no iba ni a acercarse al orgasmo. Eso sí añadir a ese mismo movimiento el contacto y roce de mi cuerpo con su clítoris conllevaba un rápido incremento de su placer que finalmente conllevaba gritos de placer y grandes orgasmos. Además a lo largo de los años habíamos descubierto su capacidad multiorgásmica y en un lapso de 10 minutos había conseguido a base de presionar su clítoris y excitarlo con pequeños anillos vibradores hasta cuatro orgasmos prácticamente continuos.
Así que saliéndome de su interior giré su cuerpo y tumbándome sobre ella procedí a introducir mi pene en su caliente y encharcado coño. Rápidamente y tal y como había predicho el roce y el contacto de mis caderas con su clítoris la llevaron rápidamente al orgasmo mientras que las contracciones interiores de su vagina durante el mismo hicieron su trabajo final en mi pene, consiguiendo extraer todo mi semen y mis gritos de placer. Quedamos rendidos el uno junto al otro y al menos yo rápidamente me quede dormido a su lado.
Al siguiente fin de semana, coincidía que el lunes era fiesta, habíamos quedado con nuestros amigos para pasar un fin de semana en una casa rural. Éramos más de 20 personas por lo que la casa que habíamos encontrado era un gran chalet bifamiliar que tenía comunicados los dos lados, lo que hacía que en total hubiera más de 10 habitaciones, 6 baños y varios grandes salones. Además de un gran jardín para que los críos pudieran jugar a su aire.
Llegamos el viernes a la tarde a la casa y como fuimos de los primeros fuimos repartiendo las habitaciones, las más grandes para aquellos que tenían cunas o niños pequeños y el resto entre el resto teniendo en cuenta que las habitaciones de los niños tenían que quedar cerca de las de sus respectivos padres. Así que a nosotros nos tocó una habitación de matrimonio en la planta baja del lado derecho de la casa con nuestros niños compartiendo habitación con unos de sus amigos en la planta superior.
Finalmente la otra habitación de matrimonio de la planta baja se la adjudicaron la profesora y su novio, con el que por cierto pronto se iba a casar. Esa primera noche estuvimos tomando algo y jugando tranquilamente mientras charlábamos y después de la semana de trabajo todos nos fuimos retirando a nuestras habitaciones.
En esas ocasiones a mi esposa no le hacía mucha gracia lo de tener sexo rodeada de gente que podía pasar por delante o incluso entrar a nuestra habitación y con los niños rondando por la casa por lo que nos limitamos a acariciarnos y besarnos antes de quedar dormidos.
A la mañana siguiente desperté solo en la cama, mi esposa se había levantado antes y supuse que estaría con los niños si es que se habían levantado. El plan para ese primer día era tranquilo por lo que decidí quedarme un rato en la cama remoloneando. En esas estaba cuando la puerta se abrió levemente y asomo por ella la cara de la profe.
“Buenos días. ¿Puedo entrar a ducharme a vuestro baño? El nuestro no funciona bien y Olatz me ha dicho que podía usar el vuestro.” Me pregunto al ver que estaba despierto.
“Claro que sí.” Respondí incorporándome en la cama.
Abrió la puerta y para mi sorpresa su cuerpo en ropa interior apareció a mi vista llevando la toalla en sus manos. Sus grandes tetas quedaban perfectamente enmarcadas por un sujetador granate que en un esfuerzo titánico trataba de mantenerlas juntas y bien plantadas. Debí quedarme ensimismado y con cara de tonto.
“¿Qué pasa, es que nunca has visto a una chica en ropa interior?” Pregunto ella.
Tarde en responderle intentando asimilar la situación y analizar el tono de su frase. No creía haber percibido enfado en el sino más bien un tono jocoso por lo que aclarando mi mente decidí seguir la conversación.
“Bueno ya sabes lo que tengo en casa, como no haya sido en páginas porno no había visto nunca unas tetas así” le respondí ahora si mirando a su cara, aunque fuera levemente.
Pude apreciar cómo le subían los colores y se ruborizaba, quizá no se esperaba mi respuesta, pero su contrataque fue certero.
“Pues debe ser verdad porque algo en ti se está poniendo serio y duro” me dijo entre risitas a la vez que se giraba para entrar en la ducha.
Y tenía razón mi cerebro masculino me había traicionado vilmente y había decidido enviar sin mi consentimiento toda la sangre de mi cuerpo a mi verga que en un esfuerzo descomunal alzaba cual tienda de campaña las sabanas. Y debía haber dejado mi cerebro sin sangre porque fui incapaz de reaccionar mientras ella entraba al baño.
En eso oí pasos acercándose a la puerta abierta de la habitación y no sé cómo tuve la presteza de colocarme la verga para que no se notara mi erección.
“Cariño los peques están ya desayunados así que vamos a ir con ellos a hacer unas compras para la comida” me explico. “Por cierto la profe me ha preguntado a ver si podía ducharse en nuestro baño que el suyo estaba estropeado”.
“Si, lo se ha entrado hace un momento justo cuando llegabas” le respondí.
“Perfecto. Entonces me voy a las compras con los peques pero cuando vuelva te encargas tú de ellos que ya habrás descansado suficiente” me dijo dándose la vuelta y cerrando la puerta.
Así que allí me dejaba mi esposa sin saberlo encerrado en la misma habitación con mi profesora favorita en ropa interior y mi verga empalmada. Al salir ella traté de escuchar algún ruido del cuarto de baño pero ningún sonido salía de su interior.
La puerta se abrió sigilosamente y quedo su cuerpo enmarcado en la misma esta vez con la toalla envolviendo sus curvas.
“Menos mal que no se ha dado cuenta” dio ella nerviosa.
“¿De qué tenía que darse cuenta?” le pregunte desafiante.
“Pues de tu nada desdeñable erección, que por cierto veo se ha desinflado del susto” respondió ella.
“En eso te equivocas” le dije e introduciendo mis manos bajo las sabanas volví a liberar mi verga que salió disparada de la atadura del pijama volviendo a levantar las sabanas. “Después de disfrutar una vista tan excitante difícilmente se podría desinflar” afirmé.
Ella se quedó mirando mi oculta erección y sin apartar la mirada de la misma e instintivamente paso una de sus manos por sus grandes pechos acariciándolos.
“¿Te gusta lo que ves? ¿O te sueles acariciar tus pechos cuando hablas con todo el mundo?” pregunte devolviéndole su puya anterior.
Sorprendida por su propia reacción dejo caer los brazos a sus costados ruborizándose aún más. Nos quedamos allí mirándonos hasta que yo caí en la cuenta de que me estaba meando después de toda la noche. Levantándome me dirigí hacía la puerta del baño donde ella se encontraba.
“Voy a entrar a hacer pis antes de que entres a ducharte” le dije mientras pasaba a su lado ahora ya sin ocultar mi erección que trataba de atravesar el pantalón de mi pijama.
Haciéndose mínimamente a un lado me dejo pasar, pero contrariamente a lo que esperaba no se movió de su posición quedándose dentro del baño a mi espalda. Yo no sabía que esperar pero decidí hacer como si no estuviera, baje mi pantalón y comencé a orinar haciendo esfuerzos para dirigir mi empinada verga y no salpicar todo el baño, lo que supuso un intenso esfuerzo de concentración.
Cuando finalice volví a subir mi pijama y me gire encontrándome con su mirada excitada.
“Ahora me toca a mí hacer pis que me han entrado ganas” me susurro mientras se deshacía de la toalla que envolvía su cuerpo dejándolo totalmente desnudo ante mí.
Si la visión de su cuerpo en ropa interior me había impactado la de su cuerpo desnudo me dejo sin habla. El tamaño de sus tetas era mayor que el que había imaginado nunca. Los sujetadores y la ropa que utilizaba estaba claro que no eran usados para sacar provecho a dichos prodigios de la naturaleza.
Girándose cerró la puerta del baño y hecho el pestillo lo que para mí dejo muy claras sus intenciones, intenciones o deseos que yo no pensaba decepcionar ni entorpecer de ningún modo sino más bien apoyar.
La visión de su culo también era espectacular el conjunto de su cuerpo era increíble pues a sus grandes pechos había que añadir una esbelta cintura que daba paso a unas caderas más anchas. Si las medidas perfectas son el famoso 90-60-90 en su caso estábamos hablando de unas medidas divinas, unos excelsos 115-65-90 que me dejaron sin habla. Mientras pasaba a mi lado para dirigirse al wáter no pude evitar acariciar su cuerpo con mis manos haciendo que un escalofrío recorriera su cuerpo.
Sabiendo lo que me excitaba ver a una chica hacer pis mi erección iba en aumento e intentaba traspasar mi pijama. Ella debió notar mi mirada y excitación quedando frente a mí al darse la vuelta.
“¿Te gustaría ver hacer pis a la profesora de tu hijo?” me pregunto con voz sugerente.
“No” respondí, “me gustaría entrar contigo a la ducha y notar tu caliente meada por mi cuerpo y ver de cerca como tus labios se abren” continué ya lanzado.
Era mi órdago y no sé cómo me atreví a jugarlo sin tener cartas. Podía haberme limitado a verla orinar y haberme liado después con ella, y preferí desechar mi oportunidad con una petición tan extravagante que nada más acabar de proponerla supe que iba a rechazarla. Pero mis fantasías y excitación me hicieron proponer la idea sin pensar.
Ella se quedó mirándome fijamente y la expresión de su cara se transformó.
“¿De verdad te gustaría que te meara encima?” pregunto extrañada.
“Si me gustaría, es una de mis mayores fantasías” le respondí.
“De lo que deduzco que con tu esposa no lo has hecho nunca” asevero más que pregunto.
“No, ya sabes cómo es, ni me he planteado nunca si quiera proponérselo” dije yo.
“Y ¿Por qué a mí si te has atrevido? Crees que soy una cerda” me soltó con brusquedad.
“Ni mucho menos, pero mi esposa tampoco se ha quedado nunca a verme mear, ni se ha ofrecido a mear delante mío para que le viera. Y tú lo has hecho” respondí con sinceridad.
Entreví un rayo de esperanza en la situación pensando que ella se negaría pero que podríamos acabar liándonos. Ella quedo pensativa mirándome.
“Está bien vamos a la ducha” dijo repentinamente moviéndose hacia allí.
“¿Qué te ha hecho decidirte?” le pregunte.
“Pues no lo sé, quizá el hecho de que me haya excitado viéndote orinar. O quizá el hecho de que sea yo la que te vaya a mear y no al revés” me dijo mientras entraba a la ducha.
Admire, mientras me desvestía, su cuerpo y me introduje con ella en la ducha, por suerte era una de esas duchas de obra hechas a medida y muy amplias que permitía que ambos entráramos cómodamente en la misma con suficiente espacio.
Me acerque a ella y pegue mi cuerpo al suyo agarrándome a su espalda.
“Cuando quieras” le dije, “quiero sentir tu meada caliente en mi cuerpo”.
“No” me respondió separándome, “si lo vamos a hacer quiero que te pongas de rodillas, quiero ver tu cara mientras te meo encima”.
Vaya con la zorrita , pensé para mis adentros, había pasado de tener el control de la situación y creer que estaba obteniendo algo que ella no quería a descubrir que era ella la que me tenía a su merced. Vamos que me había engañado como seguro hacía con nuestros pequeños en sus clases.
La única diferencia es que yo no pensaba perder dicha oportunidad, ya llegaría luego el momento de mi venganza. Y procedí a arrodillarme delante de ella. No era una chica excesivamente alta por lo que arrodillado mi cara quedaba a la altura de su coñito. No estaba prácticamente depilada y pude apreciar unos gruesos labios que asomaban entre su vello púbico.
Cuando mire hacia arriba me encontré con una expresión de excitación y lascivia que pocas veces había visto en una mujer. Mordiéndose el labio inferior y pasándose la lengua por sus labios entre nerviosa e hiperexcitada.
“Cuando quieras” le exhorte yo para que empezará mientras mantenía mi mirada fija en sus ojos.
El primer chorro salió con fuerza de su coño mojando todo mi pecho e incluso salpicando mi cara, su sabor era acido pero tenía un olor muy suave que me excito sobremanera. Ella mantenía su mirada fija en mí viendo como su meada resbalaba por mi cuerpo. Los mechones rizados de su pelo moreno caían sobre su arrebolada cara y el gesto de morder su labio le dotaba de un aire tímido, parecía una colegiala realizando una travesura.
Deje de mirar sus ojos para dirigir mi mirada a su coño, después de toda una noche y el vino y las copas que habíamos tomado su vejiga estaba a tope y su meada parecía interminable. El chorro sala con fuerte presión y sus labios y vello se encargaban de desviarlo y quedaban mojados.
Dirigí mis manos a sus muslos y utilizando mis dedos separe sus labios abriendo el camino para que su meada saliera sin oposición hacia mi cuerpo. Notaba el calor de la misma y como se escurría por mi torso llegando hasta mi verga que estaba dura como nunca había estado por la excitación de la situación. Tras un tiempo que se tornó eterno en mi memoria los últimos chorros de su meada salieron entrecortados, goteando los últimos restos desde sus labios.
Volví a dirigir mi vista a su cara y manteniéndola acerque mi boca a su coño con la intención de dejarlo limpio. Mi lengua se paseó entre sus labios abiertos notando la acidez y el sabor de la meada recién acabada, no solo no me disgusto sino que mezclada con los flujos que ya se desprendían por su excitación me aprecio una combinación maravillosa.
Una serie de cortas respiraciones y gemidos me indicaron que a ella también le estaban gustando estas maniobras, trataba de penetrar su coño con mi lengua y lamia sus labios arrastrando su copioso flujo hasta su clítoris que succionaba y mordía con delicadeza. Trate de separarme y levantarme cuando sus manos agarraron mi corto pelo y obligaron a mi lengua a continuar con su trabajo.
Estaba descubriendo que la modosita de la profesora era una zorrita dominatrix de cuidado que me tenía a su merced. Decidí invertir las tornas y utilizando mis manos que hasta entonces habían permanecido separando sus grandes labios, comencé a penetrar su coñito con tres dedos que introduje por sorpresa en él.
La maniobra surtió efecto y la sorpresa de la dura penetración le hizo soltar mi cabeza para agarrarse levemente a la mampara sin perder el equilibrio. Aproveche su momentánea debilidad para continuar con su masturbación y levantar mi cuerpo enfrentándolo al suyo.
Con mi mano derecha ocupada en penetrar su coño y acariciar su clítoris utilicé la izquierda para agarrar su rizada melena y obligarla a besar mi boca empapada de sus flujos y restos de meada. Nos fundimos en un apasionado beso en el que ella se dedicó a recorrer el interior de mi boca con su lengua con verdadera urgencia mientras elevaba el ritmo de la penetración.
Con intención de dejar claro quien mandaba allí tire de nuevo de su melena separándole del largo beso para dejar vía libre a mis labios sobre su cuello, me entretuve en besar, morder y succionar su cuello manteniendo su cabeza echada hacia atrás antes de proceder hacía mi objetivo.
Sus grandes tetas estaban ahora a mi alcance, podía apreciar ahora con total claridad el tamaño de las mismas y los increíbles pezones que entonces erectos las coronaban. Dejando la penetración dedique mi empapada mano a acariciar, amasar y apretar aquellas enormes tetas mientras mis labios se dedicaban a sus pezones.
Decidí entonces que era un buen momento para ducharnos y liberando la presión de sus tetas accione el mando del agua caliente, por suerte la caldera debía estar funcionando porque los primeros chorros de agua de la ducha salieron templados y rápidamente se calentaron. El agua caliente empezó a deslizarse por nuestros cuerpos calientes y forzándola de nuevo volví a buscar su boca para fundirnos en un apasionado beso bajo el chorro de agua caliente de la ducha.
Se trataba de una de esas placas cuadradas modernas de techo por lo que el agua en forma de lluvia caía sobre nuestros cuerpos y cabezas a modo de suave masaje mientras nos besábamos apasionadamente.
Nos separamos brevemente y pude apreciar como los húmedos rizos se pegaban a su rostro. Fue ella de nuevo la que tomo la iniciativa y arrodillándose se enfrentó a mi inhiesta verga que se alzaba orgullosa hacia el agua que caía de la ducha.
Comenzó a pasar la lengua sobre el tronco y a besar el mismo apretando mis huevos mientras lo hacía. Una vez que comprobó toda su longitud y diámetro procedió a introducirla en su boca. Me estaba haciendo una muy buena mamada y ello sumado a la excitación del momento hacía que estuviera muy cerca de correrme.
Tirando de sus rizos conseguí apartarle de su objeto de deseo para tratar de recuperarme, tirando suavemente de sus rizos conseguí alzarla y la obligue a girarse mientras pegaba su cuerpo al mío.
Me dedique en esta postura a acariciar sus enormes pechos con mis dos manos y a besar su cuello deleitándome con la dureza de las mismas y su tamaño. Deslice una de mis manos hacia su coño y comencé de nuevo a masturbarla acariciando su clítoris e introduciendo mis dedos en su caliente interior.
Notaba como su respiración se iba agitando y acelerando.
“Como sigas así voy a correrme” me dijo con voz entrecortada, “y quiero tenerte dentro de mí”.
“¿Tomas la píldora?” pregunte de cara a orientar mis acciones.
Ella se separó e inclinándose hacia delante y ayuda por sus manos abrió para mí su coño listo para ser penetrado. Obviamente tome dichas acciones como una respuesta positiva y orientando mi pene lo introduje en su interior. Entre el agua caliente y el calor de su coño no había mucha diferencia y mi pene entraba y salía de su interior con suavidad.
Ella se había incorporado levemente y se encontraba con sus manos apoyadas en la pared, ello me permitió liberar el agarre de su cadera y dirigir mis manos a sus enormes pechos, mientras continuaba con un ritmo constante de penetración podía apretar y acariciar esos enormes pechos. Ella parecía no tener suficiente con todos estos estímulos y consiguió dirigir una de sus manos a su clítoris que empezó a masturbar con fiereza.
Nos encontramos en esta postura cada uno de nosotros manteniendo el equilibrio de nuestra unión con una mano apoyada en la pared mientras con la otra proporcionábamos placer a su propio cuerpo.
“Vas a conseguir que me corra” susurro ella entre gemidos.
Esa única frase hizo que mi cerebro se liberará e incrementando el ritmo conseguí de nuevo llegar al punto limite, coincidiendo con un aumento de sus gemidos ella apoyo de nuevo sus dos manos contra la pared situación que utilice para realizar una serie de rápidas penetraciones que llevaron tanto a su cuerpo como al mío a un fuerte orgasmo y a una monumental corrida que inundo su interior son mi caliente y espeso semen.
Quedamos los dos unidos con mis manos en sus pechos y nuestros cuerpos juntos y conectados. Lentamente procedí a extraer mi verga de su interior acompañada de gran cantidad de semen que resbalaba por mi verga y sus muslos.
Girándose me planto un largo beso en los labios.
“Creo que tenemos que ducharnos” dijo. “Yo estoy un poco manchada y tú tienes que hacerlo porque una cerda te ha meado encima… y le ha gustado” concluyo.
“Siempre que tengas ganas de hacer pis acuérdate de esta ducha” le dije con picardía mientras le devolvía su beso anterior.
Terminamos de ducharnos y salimos del baño con precaución teniendo la suerte de que la gente que había ido de compras aún no había vuelto. Cuando llegaron ya estábamos ambos arreglados y salimos a recibirles y ayudarles con la compra.
“Veo que os ha dado tiempo a ducharos y arreglaros a los dos” nos dijo mi esposa.
“Si, ella ha sido rápida y menos mal porque si no podía haberme meado encima” dije yo mirándola fijamente.
La profesora se puso roja como un tomate pero mi esposa se limitó a darme una colleja por lo bruto que era, pensando que su acaloramiento se debía a mi vulgaridad.