Historias corrientes - La cuñadita (1)

Relatos de mis fantasías y realidades.

Historias corrientes -La cuñadita (1)

Nunca hubiera pensado que lo que voy a contar a continuación me sucedería nunca, si lo había fantaseado, como cualquier hombre, pero solo se había quedado en eso en fantasía. Hasta que se convirtió en realidad.

Fue una noche de verano en la que todo comenzó, Araia, como todos los días había salido tarde de fiesta para no volver hasta bien entrada la mañana. Aquella noche estábamos en la casa de veraneo solo mi mujer, mi cuñada y mis hijos pues mis suegros, que también comparten la casa estaban trabajando.

Tras cenar todos juntos y haber acostado a los críos, Araia se despidió de nosotros.

Había estado mirando de reojo como se arreglaba para salir de fiesta, ya que pese a la diferencia de edad entre ambos, casi quince años, ella  solo se cerraba en una habitación para cambiarse de ropa interior. Fuera de eso no tenía ningún reparo en pasearse ligerita de ropa por la casa.

La verdad es que con sus veintidós añitos es una chica atractiva, estaba muy morena de todo el verano, largas piernas bien torneadas y un cuerpo sin demasiadas y voluptuosas formas pero muy apetecible. Y luego está el tema de la ropa… creo que en el pantalón más largo que tiene el móvil no asoma por debajo del borde…  por lo que queda poco a la imaginación.

En alguna otra ocasión y haciendo que jugaba con el móvil ya le había sacado alguna foto mientras se cambiaba o con alguna de estas ropitas para después hacerme una buena paja en su honor, pero claro con los críos rondando y mi mujer no eran imágenes para guardar en el móvil…

La noche en cuestión nos quedamos por tanto solos mi esposa y yo en el salón viendo una de esas maravillosas películas que echan en verano por lo que a la media hora mi esposa entre bostezos se fue para el cuarto. Yo al no tener sueño decidí quedarme un rato más a ver la película. Esta debió ser aburridísima porque lo siguiente que escuche fu la puerta de la calle abriéndose.

Abrí el ojo y vi entrando a Araia por lo que me di cuenta de que me había quedado dormido durante un buen rato porque era bien entrada ya la noche. De todas formas al mirar el reloj me extraño que Araia llegara tan pronto, solo eran las dos de la madrugada y había salido tarde.

Por lo que tardo en dejar “silenciosamente” las llaves en la entrada y porque estuvo a punto de pegarse contra la puerta del salón me di cuenta de que venía bastante tocada, cuando la salude desde el salón a oscuras creo que casi le dio un infarto. Cuando se recuperó del susto se acercó tambaleándose al sofá y se dejó caer a mi lado.

Esa noche iba vestida con un top negro y un pantaloncito vaquero corto que como he dicho anteriormente no dejaba mucho a la  imaginación.

“¿Qué tal te ha ido la noche?” pregunte, y añadí, “¿Y como así que vienes tan pronto?, te van a quitar puntos del carnet de fiestera”

“Jaja muy gracioso” me contesto con una media sonrisa, “pues no, resulta que el plan que nos habíamos organizado se ha ido al traste y todas las otras que son unas rajadas se han ido a casa. Lo peor es que ya habíamos estado bebiendo para la fiesta y ahora estoy un poquito borracha.”

“Un poquito… yo más bien diría que un muchito” le conteste. “Has tardado casi tres minutos en dejar las llaves y pensaba que alguien estaba tocando algún instrumento”.

“Eres un exagerado” respondió riéndose.

“Bueno mejor te dejo que te recuperes y me voy para la cama” le dije dándole un par de besos en la mejilla.

“No te vayas” me respondió ella, “con la que llevo encima no me voy a poder dormir,  así que te toca darme conversación”.

Estuvimos un buen rato charlando sobre cosas intrascendentes, que si el verano, sus estudios los planes para el año que viene, lo que solían hacer y a donde iban de fiesta. Vamos una conversación normalita.

Cuando estábamos hablando de novios Araia me soltó de sopetón “¿Te parezco atractiva?”.

Me debí quedar con cara tonto, porque ella me dijo entre risitas “¿Te sorprende mi pregunta?”

“Np, no… lo que pasa es que me ha pillado descolocado, no me la esperaba solo eso” le respondí.

“Pero entonces ¿te parezco atractiva?” volvió a insistir ella.

“Si, si me pareces atractiva, muy atractiva de hecho. ¿Pero porque me lo preguntas a mí?” respondí con curiosidad.

“Pues el caso es que en la cuadrilla de verano soy de las que menos ligo” respondió bajando la mirada.

“¡Venga ya! Pero si en tu cuadrilla hay unas cuantas que son feas, feas” le respondí riéndome “no me creo que tu ligues menos que ellas, en todo caso diría que estas entre las dos o tres primeras de tu cuadrilla”.

“Pues será que con esta mierda de tetas cualquier tío prefiere hasta a una fea” dijo apretándose sus tetas sobre la camiseta y volviendo a bajar la mirada.

La verdad es que  en eso tenía ella razón, los tíos somos muy básicos y para una noche ya se sabe que valen más dos tetas que dos carretas… y en el caso de Araia la verdad es que lo más significativo de su busto era el pequeño tamaño de sus tetas, tetitas habría que decir mejor.

“Vamos Araia que tú tienes mucho más que eso para ligarte a un tío” le intente animar yo.

“¿Y que tengo yo más que cualquier otra?” dijo levantando la mirada en la que creí apreciar un atisbo de lagrima.

En ese momento pensé que vaya papeleta tenía encima, a las tantas de la noche con la cuñada borracha y encima tenía que hacer de psicólogo para levantarle el ánimo. Pero bueno para eso está la familia me dije a mi mismo, solo esperaba que esta fase de la borrachera de autocompasión pasará pronto. Rápidamente decidid que hablarle de lo lista que era, de que era muy buena y tenía buen corazón o cosas por el estilo no iba a llegar a buen puerto, que lo que ella necesitaba era decirle que para una noche de fiesta ella era tan atractiva o más que cualquier otra chica.

“Pues mira tienes un culo y unas piernas que ya querría cualquiera de tus amigas” le dije y le debí impactar porque salió corriendo hacia el baño.

Me quede de piedra pensando que había metido la pata hasta el fondo, si es que no tenía precio como psicólogo. Pero me pude tranquilizar cuando empecé a oírla vomitar. Por lo menos no había huido de mi comentario. Me acerque al baño y me la encontré de rodillas delante del baño, me acerque para ayudarla y le retire su melena de la cara recogiéndosela con mis manos en una pequeña coleta mientras le ayudaba a levantarse agarrándole de la cintura. La verdad es que se le veía con muy mala cara y mucho peor que hacía un momento.

La lleve de la cintura de nuevo al salón y al sofá.

“Cariño estas fatal ¿qué has tomado?” le pregunte.

“Pues como íbamos a salir de fiesta e iba para largo habíamos bebido bastante y algunos chupitos de no sé qué licor que había traído una de mis amigas” me respondió. “¿Y de verdad que te parece que tengo buenas piernas y culito?” me pregunto cambiando totalmente de tema.

“Pues sí, eres una chica alta y con todo lo que has tomado el sol tienes unas piernas largas, preciosas y un buen culito” le respondí. “Seguro que con ese cuerpo compensas “ tu mierda de tetitas ” como tú dices”.

Volvíamos a estar sentados en el sofá y fue entonces cuando Araia decidió con esa forma sugerente que tienen las mujeres levantar girar su cuerpo levantando las piernas y apoyándolas en mi regazo. Me pillo a contrapié y estuve a punto de quitármelas de encima pero pensando en no herirla me quede a mitad del gesto con mis manos sobre sus piernas. Como he dicho antes eran unas piernas espectaculares, con un color morenito precioso, con os músculos definidos y muy, muy suaves. La verdad es que comparando con mi mujer Araia era mucho más presumida y se cuidaba mucho más, siempre perfectamente depiladita, se daba cremitas a diario. Vamos que acariciar sus piernas era como pasar las manos por la más fina tela de seda.

Y en esa ensoñación estaba yo cuando me di cuenta de que instintivamente había comenzado a acariciarle las piernas. En ese momento me detuve apurado pero cuando la mire vi que me estaba mirando fijamente y que su expresión no era de enfado sino de sorpresa.

“Perdona Araia” le dije “no me he dado cuenta, ves es lo que yo te decía con unas piernas así tienes que triunfar seguro, ningún chico puede resistirse a acariciártelas” continúe mientras volvía a acariciar sus gemelos.

“No, si no me importa, solo me ha sorprendido… y me han gustado las caricias” dijo mirándome a los ojos, “así igual se me pasa este mareo que tengo y me puedo ir a dormir”.

Animado por no encontrar el rechazo en sus palabras seguí acariciando sus piernas, tal y como estaba recostada sus gemelos estaban en mi regazo y sin tener que cambiar de posición mis manos abarcaban desde sus pies hasta el comienzo de sus cortos pantaloncitos. Estuve un buen rato acariciando sus sedosas piernas, masajeando sus gemelos y la parte superior de las piernas. Araia estaba con los ojos cerrados mientras le masajeaba aunque de vez en cuando percibía algún leve movimiento o escalofrió suyo que me indicaba que aún estaba despierta.

“Tengo que ir al baño” dijo abruptamente intentando levantarse.

“¿Otra vez vas a vomitar?” le pregunté preocupado mientras le ayudaba a levantarse y mantenerse en pie.

“No tranquilo esta vez solo me meo” me contesto, “¿puedes acompañarme al baño?”

Cogiéndola de la cintura le acompañe hasta el baño que está junto a nuestra habitación, hice ademan de dejarle en la puerta del mismo pero se tambaleo y tuve que acompañarla hasta dentro. La verdad es que no veía cómo iba a ser capaz de mear sin montar un escándalo así que le sujete de la cintura mientras ella se abría la cremallera del pantaloncito y se lo bajaba, dejando a la vista un minúsculo tanguita negro de encaje que procedió a bajar.

En ese momento se me vino a la cabeza la cercanía de mi esposa y lo extraño de la situación, pero pensé que tenía la excusa perfecta, Araia ni se mantenía en pie y sufrido de mi había tenido que ayudarla era una situación de lo más normal. Desvié la mirada de su cuerpo semidesnudo mientras le ayudaba a sentarse y comencé a retirarme para dejarle sola cuando note como su mano retenía mi brazo no dejándome escapar de su lado.

Creo que ahí fue cuando perdí la cordura, os podrá parecer extraño pero una de las cosas que más me pueden llegar a excitar es ver a una chica haciendo pis y tengo la fantasía de que alguna lo haga sobre mi cuerpo. Pese a que no me gire a mirarla al oírle no puede evitar empalmarme terriblemente y cuando note que iba acabando y me gire todavía pude apreciar las ultimas gotitas doradas resbalando por sus labios y descubriendo en dicho momento que estaba depilada a excepción de un pequeño penacho sobre sus labios mayores. Cuando conseguí apartar mi mirada de aquella vista me encontré de lleno con la mirada de Araia, una mirada entre ruborizada y etílica. Rápidamente aparte la mirada.

“Bueno ven que te ayudo a levantarte y te arreglas” le dije sin mirarle.

“No mejor me acompañas al cuarto y así me pongo ya el pijama para dormir” me dijo ella deshaciéndose a lo largo de sus largas piernas del pantaloncito y el tanga negro.

Agarre de su cintura tratando de no bajar la mano hacia su desnudo cuerpo y nos dirigimos hacia su habitación, al llegar ella se dejó caer sobre la cama de espaldas dejándome una espectacular vista de sus piernas y su culito y además con la ventaja de poder apreciarlo sin ser visto.

Iba a dejarla en su cama e irme cuando Araia me dijo “¿Me puedes seguir acariciando como antes que me estaba gustando mucho? Todavía no creo que sea capaz de dormirme… mi cama se mueve.”

“Claro que si cariño” le respondí sentándome en el espacio que dejo al doblar sus piernas. A esas alturas necesitaba de poca invitación para disfrutar de la situación.

Con Araia con su carita enterrada en la almohada empecé a acariciar de nuevo sus piernas, ahora estaba sentado más cerca de sus rodillas por lo que tenía la alcance desde sus pies hasta su precioso culito ahora desnudo. Masajeaba sus pies y sus gemelos y poco a poco mis manos ascendían hasta sus rodillas, llegando cada vez un poco más arriba por sus muslos. Estas caricias eran recompensadas por pequeños gemidos dando cuenta de que a Araia le estaban gustando mis caricias.

Araia tenía las piernas cerradas por lo que mis manos y dedos se deslizaban sobre sus muslos haciendo una ligera presión hasta donde el espacio existente permitía su acceso. Note que no conseguía ningún avance por lo que sin dejar de acariciar sus gemelos y pies decidí dirigir mis caricias a su culito. Avance mis manos masajeando sus cachetes y separándolos lo que me deparaba una visión de un rosado y apretado agujero con sus pliegues moviéndose con pequeñas contracciones al separar su cachetes.

Poco a poco notaba como sus piernas se iban relajando y separando, aunque no tenía muy claro que no se hubiera quedado dormida. De todas formas pensé que aunque lo estuviera no podía perderme aquella oportunidad. Seguí masajeando su culito e introduciéndome entre sus piernas poco a poco alternando con el masaje de sus piernas pues no quería que pensara que le estaba metiendo mano. Finalmente en una de dichas caricias llegue hasta sus depilados labios que encontré húmedos y calientes.

Ante el contacto de mis manos con ellos las piernas de Araia se separaron aún más dejando a mi vista su precioso y depilado coñito, ante esa invitación decidí centrarme en acariciárselo y comencé a extender el abundante líquido que manaba de su coñito a todos sus muslos. Pasaba mis dedos por sus labios separándolos y recogiendo su humedad para extenderlos sobre su exterior y llegando hasta su culito que acariciaba con mis dedos.

En este punto ya había perdido toda la vergüenza y decencia que me podía quedar y comencé a introducir un dedo en su caliente interior. No había estado con muchas mujeres aparte de mi esposa en mi vida, pero podría jurar que el coñito de su hermana era lo más caliente y apretado que había probado nunca. Seguí masturbándola con mis dedos introduciéndolos en su interior y acariciando su clítoris con mis dedos humedecidos por sus flujos.

Oía sus gemidos ahogados sobre la almohada lo que me excitaba sobremanera y hacía que la masturbara de forma más brusca introduciendo un par de dedos más en su interior, notando que las paredes de su coñito apretaban mis dedos con fuerza y empapándolos con sus flujos. Trate de acercar mi boca a su coñito pero por la posición no podía alcanzarlo. En cambio conseguí llegar hasta el agujerito de su culito que empecé a lamer con mi lengua.

Al contacto de mi lengua con su agujerito su cuerpo se tensó y levantando su carita de la almohada me miro con una mirada entre preocupada y dubitativa.

“Relájate y disfruta” le dije manteniéndole la mirada y moviendo mis dedos dentro de su cuerpo con suavidad.

Mi confianza pareció disipar sus dudas y temores y se dejó caer sobre la almohada de nuevo . Yo volví a ocuparme de sus asuntos mientras seguía un suave metesaca de mis dedos en su coñito continué lamiendo su ano e intentando buscar con mi lengua su interior. Araia continuaba con su cara enterrada en la almohada pero su respiración era ahora más perceptible y rápida. Sin dejar de lamer su ano comencé a transportar con mis dedos sus flujos hacia él y con cada acercamiento intentaba penetrar su culito con mis dedos. Si su coñito estaba apretado su culito parecía poder  apretar aún más. Intentando que se relajará o que al menos su atención se desviará de mis maniobras comencé a castigar con mis dedos su clítoris mientras con la otra mano seguía intentando dilatar su culito.

Las caricias y pequeños pellizcos y apretones sobre su clítoris pronto empezaron a conseguir su objetivo y sus gemidos ya eran audibles pese a la almohada. Seguí con mis labores alternando mis intentos de dilatar su culito con introducir mis dedos en su coñito para excitarla y tenerlos bien lubricados.

En una de estas maniobras note como sus piernas se tensaban sobre las mías como preludio de su orgasmo, continué acariciando su clítoris y aproveche el climax de su orgasmo para meter mi dedo índice en su culito. El grito de dolor-sorpresa fue sobrepasado por el de placer y ambos quedaron ahogados en la almohada. Araia quedo tendida laxa en la cama con mi dedo índice en su interior. Notaba como su ano seguía contrayéndose y apretando fuertemente mi dedo con los espasmos involuntarios de su largo orgasmo.

“¿Estas bien Araia?” pregunte ante su inmovilidad.

“Si, si muy bien solo es que aún estoy disfrutándolo, nunca me había corrido de esta forma” me contesto ladeando su rostro y aun con la respiración agitada.

“¿A qué te refieres?” le pregunte intrigado.

“Pues a que nunca había entrado nada por mi culito y a que nunca había tenido un orgasmo que durará tanto, he estado con la sensación de estar corriéndome aun antes de hacerlo y cuando me he corrido pensaba que no acababa… y luego me has metido el dedo y ha seguido aún más intenso” me contesto con los ojos cerrados aun disfrutándolo.

“¿Te ha gustado?” le pregunte.

“Me ha encantado, creo que ahora sí que me he quedado relajada, hasta se me ha pasado el mareo e igual me puedo dormir” me dijo.

“Ves como no necesitas tener grandes tetas para calentar a cualquier hombre” le dije o intentando quitarle hierro a lo que había pasado.

Ella no respondió más que con una media sonrisa y yo me quede ahí sin saber muy bien qué hacer, con un dedo metido en su culito, con mi polla muy dura y con una niña borracha y con sueño sobre mis piernas. Un poco incómodo saque con cuidado mi dedo de su culito le levante las piernas y me levante. Araia con mirada perdida me observaba sin moverse, le arrope, apague la luz y salí de la habitación.

Salí de la habitación más caliente que un horno y un poco mosqueado porque la niña me hubiera dejado así y lo que había arriesgado para ello. Me dirigí al baño para por lo menos quitarme el calentón cuando al pasar por mi cuarto casi muero de un infarto.

“Cariño” susurro mi esposa desde el interior de la habitación.

Casi se me paro el corazón, mejor dicho yo creo que por momentos se paró. Me quede allí quieto sin saber qué hacer, mi cerebro se detuvo pensando que mi mujer estuviera despierta y se hubiera percatado de lo acaecido.

“Cariño” volvió a susurrar ella de nuevo ante mi falta de respuesta.

Decidí entrar a afrontar lo que se me viniera encima con mi mujer, no tuve que disimular el calentón porque la sangre se había evaporado de mi cuerpo así que sigilosamente entre en la oscura habitación.

“Hola cariño me había sorprendido oír algo y pensé que había sido un ruido por eso no te contestaba” le respondí intentando ocultar mi nerviosismo.

“No te preocupes estoy medio dormida pero me ha parecido oír la puerta y luego el baño” dijo ella. “¿Ha llegado ya mi hermana?”

“Si” le respondí yo lacónicamente.

“¿Y?” me preguntó ella.

“Y ¿Qué?” le respondí yo tenso.

“¿Pues que como ha llegado cariño? Le he oído vomitar en el baño y golpearse contra las paredes al entrar, pero luego me he vuelto a quedar dormida hasta que hace un poco me he vuelto a despertar” me dijo.

Fuel el momento en que me tranquilice, pese a que había estado medio despierta había creído que todo se debía al estado en que había vuelto su hermana. Si tenía suerte igual hasta me podía hacer pasar por cuñado modelo y sacrificado.

“Pues fatal, se habían bebido hasta el agua de los floreros para salir de fiesta y al final por una cosa y otra no han ido de fiesta y el resto se han vuelto a casa y como se quedaba sola ha vuelto. Me había quedado dormido viendo la tele y ahí que se ha caído encima mío en el sofá todo borracha” le conté. “Luego como has oído ha ido a vomitar al baño y que no se podía dormir” continué contándole, en ese momento decidí arriesgarme “Hasta he tenido que acompañarle a mear porque no se tenía en pie, y luego le he acompaño a la cama se ha quedado dormida a medio vestir”.

Mi esposa puso la cara de hermana responsable que era pero sonrío ante la imagen.

“Es que lo de esta niña no tiene nombre, menos mal que estabas despierto” dijo ella “de todas formas voy a ir a cambiarle que no quiero que coja frio” continuo comenzando a incorporarse.

“Si quieres lo hago yo que estoy más despierto, tu descansa para no desvelarte” le dije yo levantándome.

“Gracias cariño eres el mejor” me contesto dándose la vuelta y envolviéndose en las sabanas.

Me dirigí al cuarto de Araia y la encontré completamente dormida tal y como la había dejado sobre la cama. Encendí una pequeña lámpara de mesilla y busque entre sus desordenados cajones hasta que encontré uno de sus típicos pijamas que no es que fuera muy abrigado pero bueno. Destape las sabanas y me encontré de nuevo con la apetecible visión de su cuerpo desnudo. Estaba de espaldas tal y como la había dejado, para que me fuera más fácil desnudarla y ponerle su pijama con delicadeza le di la vuelta sobre la cama poniéndola boca arriba.

En ese momento pude apreciar en todo su esplendor su cuerpo y su coñito perfectamente depilado y con su mechoncito de pelo. Acerque mi mano y acaricie sus labios aun húmedos por los flujos de la corrida, me lleve los dedos a mi boca y los chupe empapándome de su aroma de mujercita.

Le levante sus piernas y las introduje en la parte de abajo del pijama subiéndoselo no sin antes volver a acariciar su coñito. Procedí entonces a quitarle su top dejando al descubierto el sujetador lila que escondía sus pequeñas tetas. La verdad es que no le faltaba razón tenía unas tetitas bien pequeñitas, parecían más bien las de una pequeña niña a excepción de los pezones con un tamaño mayor. Acaricie sus tetitas y sus pezones mientras le ponía el pijama y le arropaba de nuevo.

Estaba retirándome de la habitación cuando pensé que no me podía quedar así, que no podía dejar a la niñita dormida después de masturbarla y quedarme yo con el calentón y mi esposa dormida sin más. Entonces decidí que le iba a dar un poco de crema hidratante por su cuerpo para que descansara del todo bien. Me baje los pantalones cortos del pijama y comencé a masturbar mí ya dura verga, con golpes fuertes y rápidos pues no estaba interesado en mucho más me pajee mientras levantaba la camiseta de Araia y acariciaba sus tetitas. Cuando estaba a punto de correrme apunte mi verga sobre sus pequeñas tetitas y descargue toda mi leche en espesos chorros sobre ellas. Levante su mano y la utilice para extender los gruesos chorretones por sus tetas y todo su torso, le baje la camiseta y salí de la habitación apagando la luz y dejándola bien bañada en mi leche.