Historial real de una esposa infiel (5)
Estamos de viaje de novios y esto fue lo que sucedió.
Llegas esa noche a nuestra casa vestida de una manera que me hace levantarme de mi cómodo sillón sorprendido por lo que veo. Es más que obvio que no vienes de tu oficina, pues pasan de las 8 de la noche y aquel atuendo no es capaz de ser mostrado en un lugar serio sin que la gente se te lance encima. Te observo detenidamente mientras estás parada frente a mi en el pasillo principal de la casa, - tal vez no te veía con esos ojos desde que hace casi 10 años cuando soñaba con tenerte al verte caminar de un lado a otro en aquella oficina de servicios donde te conocí - Tu escote luce impresionante, tus tetas se aprietan una con otra mientras se desbordan por entre los botones de una blusa tan ajustada que pareciera que la llevas pintada a tu cuerpo; y esa minifalda, ¡Por Dios de donde has sacado esa minifalda! Cuantas veces te había pedido que compraras una mini escolar y la usaras para mi?, parece que por fin me lo has cumplido. Mi sorpresa crece cuando te das una vuelta sobre tu propio eje y haces que esa diminuta faldita vuele para mostrarme que debajo de ella llevas una tanga color blanco... ¿Qué está sucediendo? ¿Porqué de pronto has decidido hacerme esto?.
No me dejas ni siquiera preguntartelo en voz alta cuando me saludas diciendo: Buenas tardes profesor, le presento a una nueva alumna en la clase. Aun destanteado veo como entra a mi casa una desconocida mujer de ensueño tras de ti: Rubia de cabello rizado, con un cuerpo que puede dejar paralizado a cualquier hombre que la mire, llevando una blusa aun más ajustada que la que llevas tu, y con una faldita exactamente igual a la tuya. La recorro de pies a cabeza, ¡que tetas de mujer! Y me detengo en un par de torneadas piernas que parecen estar lubricadas por un cierto birllo que dan a contraluz. La chica me saluda con una vocecita de niña malcriada y me dice que se llama Julieta, y que ha sido transferida de una preparatoria privada por mal comportamiento. Apenas alcanzo a reaccionar y preguntarte ¿Qué juego es este? Cuando tu tomas de la mano a tu amiga y corren a sentarse en el sillón detrás de mi.
Me giro frente a ustedes y pregunto de nuevo: ¿Qué es esto?. Y entonces tu, mi abnegada esposa, te limitas a responderme que están listas para la lección del día. Creo que apenas entiendo aquel juego, pero aun asi no me cabe en la cabeza como es que te has decidido a llevarlo acabo. Con una tremenda timidez les pregunto a las dos si han traído la tarea que encargué un día antes. Julieta se pone de pie y me dice que ella no sabía sobre esa tarea pues hoy es su primer día de clases, luego baja la voz un poco y me pide de favor que no la castigue. Tu como siempre tan justa te pones de pie tras de ella y le dices que asuma las consecuencias y reciba el castigo que se merece, luego la tomas del brazo y la llevas hasta recargarla en contra de un sillón dandome la espalda a mi y haciendo que se incline recargandose en el descansabrazos.
Cuando apenas comenzaba a disfrutar de la espectacular vista que me regalaban, tu me miras de reojo y sin pensarlo mucho le levantas la faldita a tu amiga. ¡Que tremendo culo! Contrario a ti ella lleva una pantie holgada de encajes, pero la vista de sus nalgas es inigualable. Te mereces una tunda, le dices al oído a Julieta, y sin dudar un instante me acerco a ustedes para comenzar con el castigo. Le doy la primer palmadita suave en aquel delicioso culo - su piel es terza y sus nalgas firmes - No creo que haya sido suficiente, asi que sin piedad comienzo a nalguear a la chica pasando de un lado a otro mientras ella lanza gritos infantiles pidiendome que pare. Tu sobas sus nalgas entre golpe y golpe para aminorarle el dolor a tu nueva amiga, pero eso no evita que le ponga la tunda que se merece hasta que sus nalgas lucen enrojecidas.
Cuando termino ella se gira para mirarme a los ojos y decirme que soy un maestro muy malo y después regresa a su lugar mientras tu te quedas de pie riendo de lo que le acaba de suceder. Yo te pido que te calles y no te burles de su desgracia, a lo que descaradamente me contestas que te seguirás riendo pues se lo merece. Te advierto que si no te detienes recibes una tunda también, pero no paras de reir.
Julieta se levanta entonces y te jalonea hasta el mismo sillón donde le di a ella, pero no se limita a levantarte la faldita, sino que además se encarga de bajarte las tanguitas hasta quedar a la altura de tus rodillas. El panorama es inmejorable, por entre tus piernas me doy cuenta de que te has depilado la entrepierra como tantas veces te lo había pedido. Me abalanzo sobre tu culo a nalguearlo sin piedad mientras tu te estremeces y me pides que me detenga. Julieta no se limita a sobar tus nalgas entre cada golpe, sino que acerca su rostro a ellas para ver de cerca como mi mano rebota en ellas y las hace temblar. - Jamás había disfrutado tanto de darte de nalgadas como hoy - De pronto me detengo, pues me doy cuenta de que tus nalgas estaban demasiado rojas, además de que yo ya tenía una tremenda erección que no podía esconder más debajo del pantalón.
Te incorporas del sillón y en vez de subirte las tanguitas las dejas caer al piso y te deshaces de ellas de una patada. Luego regresas a tu lugar, y con una expresión de niña regañada te sientas. ¡No paras de sorprenderme! Imagino que no recordaste que no llevabas panties y se te ocurrió sentarte con tus piernas abiertas mostrandome a plenitud tu bien depilada rajita que parecía llamarme a comermela en ese instante. Mis ojos no se pueden apartar de ella y permanezco sin hablar durante varios segundos, hasta que tu misma rompes el silencio preguntandome con una voz de niña tierna qué es eso que se ve entre mis piernas, y luego cierras cuestionandome si es que me he metido el borrador del pizarrón en la bolsa del pantalón. - Había olvidado que mi verga estaba al máximo - Julieta la mira también y haciendose la sorprendida me pregunta qué es lo que he guardado ahí. Luego se miran entre ustedes y en voz bajita me dices que tienen mucha curiosidad, que si de favor les muestro lo que hay ahí dentro.
Lentamente comienzo a abrirme los pantalones de vestir color negro que llevaba puestos hasta dejarlos caer al piso. Julieta luce asombrada al ver el bulto que sobresale de un boxer de seda y se incorpora en su asiento para ver más de cerca. Poco a poco comienzo a tumbarme también el boxer hasta que por encima del elástico dejo salir mi verga que luce tan erecta e inflamada como pudiera estar. Ambas se llevan la mano a la boca en señal de sorpresa, luego miras a Julieta y en voz baja le dices que eso es un "pene" igual al que han visto en los libros de anatomía, y para terminar de volverme loco, cierras diciendo que jamás pensaste que en la realidad fueran tan grandes y duros.
Julieta se pone de pie y se acerca a mi mirando mi verga con una expresión de asombro digna de una verdadera niña inocente, de vez en cuando me mira a los ojos y al final termina por preguntarme con voz dulce que si me la pueden tocar. ¡Me quiero volver loco! Con voz entrecortada le contesto a tu amiga que si, y ella con la misma expresión en su rostro comienza por poner un dedo en la punta de mi pene, y después tímidamente sobarlo de arriba abajo hasta tomarlo fírmemente con su mano. Yo permanecía con los ojos cerrados para no explotar en ese instante, pero Julieta no conforme con su juego, te llama diciendote que vengas a tocarlo también, que se siente duro y caliente. Sin pensarlo dos veces te levantas y vienes hasta mi tomando mi verga de la base y apretandola, Julieta se comporta como una niña chiflada y te dice que no lo acapares, que le des oportunidad a ella también y después quita tu mano para afianzarlo ella. Durante varios minutos he tenido que contener todo lo que siento por dentro, pues jamás había tenido a dos mujeres peleando por mi pene, sobandolo y acariciandolo sin parar.
De pronto tu dejas de pelear como una niña y le dices a Julieta que lo quieres probar. Ella te pregunta porqué, y tu te limitas a contestarle que simplemente se te antoja metertelo a la boca y no te quedarás con las ganas. Ambas se tiran al piso de rodillas y eres tu la primera que lo toma para probarlo; ¡Que momento! Cuando abriste tu boca para comerle apenas la puntita sentí que me reventaba, sentía tus labios humedecerlo como nunca antes lo habías hecho metiendolo y sacandolo rápidamente mientras usabas tu lengua para saborearlo. Luego Julieta se sintió excluída y te pidió que la dejaras intentarlo. ¡Que mujer! No siguió los pasos al pie de la letra, pues simplemente abrió la boca y lo metió hasta que sentí como invadía su garganta; sabía que no iba a poder soportarlo mucho tiempo, pues Julieta sabía a la perfección como hacer las cosas: Lo metía tan adentro como podía y luego lo succionaba hasta simular el sonido de cuando un niño chupa una paleta. Ella debió sentir como me estremecía, asi que dejaba de hacerlo durante unos segundos y luego te permitía a ti que lo hicieras también. A final de cuentas qué bien conoces mis límites, pues cuando viste que estaba a punto de derramarles la leche encima, te levantaste diciendome que aquello te hacía sentir una sensación extraña, como si tu cuerpo estuviera caliente por dentro, y que creías tener en la mente la manera de solucionarlo.
Me tomaste de la cintura y me llevaste hasta dejarme caer en el sillón más grande de la sala. Luego fuiste con Julieta y le dijiste algo al oído - Realmente me daba curiosidad saber qué era, pero no me diste tiempo de preguntar - Ambas comenzaron a caminar hacia mi haciendome sentir un miedo que pocas veces había tenido. Julieta se fue hacia atrás del sillón, y tu con tus rodillas te subiste encima de mi y te acomodaste hasta que mi verga te penetró suavemente. - Tu rajita estaba demasiado húmeda - Cerré mis ojos y recargué mi cabeza para disfrutar de cómo comenzabas a retocerte sobre mi. De pronto abrí los ojos pues sentí que algo me rozaba el cabello, ¡Linda sorpresa! Julieta se había sacado la blusa y por detrás del sillón estaba poniendome sus enormes y blancas tetas sobre mi rostro; No podía verlas muy bien por el movimiento, pero eran hermosas, de pezones largos y rosados. Las lamí a como pude mientras tu continuabas con tu trabajo sobre mi pene, pero ella no iba parar en eso, pues de pronto comenzó a subirse al respaldo del sillón hasta quedar casi sentada sobre mi rostro. - Si, se había quitado también la pantie - Me encontré muy cerca con una rajita rosada y de labios prominentes que no dudé ni un instante en empezar a comerme. Ella se soltaba un poco ahogandome con su cuerpo y después me dejaba respirar un minuto mientras lamía y mordisqueba su entrepierna a placer. No podía ver lo que ustedes dos estaban haciendo, pero quise imaginarme que se veían a los ojos con una expresión de dominatrices, o aun mejor, tal vez se estaba tocando entre ustedes.
De pronto te levantaste de encima de mi dejandome casi muerto. Julieta siguió a la perfección el guión de aquella escena y bajó del respaldo del sillón caminando hasta el frente del mismo. Me pediste que me levantara y de inmediato Julieta se inclinó apoyandose del respaldo y mostrandonos a plenitud la figura de su gran culo y rajita humedecidas por mi saliva, y tal vez por su excitación. Tu expresión era distinta, me pediste en voz alta y autoritaria que la tomara, que no me detuviera hasta hacerla gritar como una loca, y yo sin mucho que hacer, te obedecí.
Me acerqué por detrás de tu amiga y con mis rodillas temblandome la penetré. Ella lanzó un grito de placer cuando sintió que mi pene la estaba atacando por detrás. Comencé a bombearla chocando mi cuerpo contra el suyo mientras tu permanecías a un lado viendo el espectáculo; aunque no por mucho tiempo, pues la excitación que te provocó verme hacerselo te llevó a caminar por detrás de mi y comenzar a jugar con mis bolas metiendo la mano entre mis nalgas. Bajé la mirada y no pude evitar ver como tu mano se pasaba de mis bolas a su rajita, también te habías involucrado, pues se la acariciabas de vez en cuando mientras yo la penetraba. Ya no lo soporté más, comencé a temblar haciendoles saber a ambas que estaba a punto de llenar a Julieta de leche por dentro, y fuiste tu misma la que me jaló para quitarme de encima de ella y continuar con el trabajo con tus manos. No pasaron ni 10 segundos cuando comencé a disparar leche por toda la sala, Julieta nos miraba fíjamente y con una sonrisa en la boca, y al final, fue ella quien con sus labios terminó de limpiar mi verga y comer los residuos de leche que quedaron.
Me dejé caer casi inerte en el sillón. Tu me mirabas con una sonrisa en la boca, y fue en ese momento cuando me di cuenta de que tu no habías acabado, asi que comencé a incorporarme para ir a hacerte tener un orgasmo igual de delicioso que el que había tenido yo. ¡Oh sorpresa! Julieta me detuvo, te miró de una manera que noté como te hizo ponerte nerviosa, y sin preguntarte nada, se puso detrás de ti y comenzó a tocarte.
Podía notar el nerviosismo en tu rostro - aquello no era parte del juego - pero la excitación te hacía no poder detenerla. Julieta jugaba con tus tetas a placer mientras iba desabrochando poco a poco tu blusa para dejarlas de fuera. Tus pezones estaban inmensamente erectos, y una gota de sudor comenzaba a recorrerte desde tu cuello pasando por entre tus deliciosas tetas. Julieta no paraba un instante, soltaba tus tetas para bajar sus manos hasta tu entrepierna y meter una de ellas por debajo de la faldita y propinarte una caricia que te hacía temblar. - Poco a poco comencé a tener una erección de nuevo - Tu me mirabas como pidiendome ayuda pues estabas siendo atacada pasionalmente por otra mujer, pero yo no estaba dispuesto a detener aquello.
Julieta te fue llevando poco a poco hasta caer sentada en el sillón, y aunque se veía que te estabas resistiendo a sus caricias, decidiste abrir de par en par las piernas para dejarla que te hiciera lo que deseara. Ella se puso de rodillas frente a ti, y se fue besando lenta y suavemente la parte interna de tus piernas hasta que su boca rozó tu rajita. Aquel grito que soltaste me hizo no poder aguantar más. Comencé a masturbarme viendo como aquella mujer te daba tanto placer, mientras tu mirabas como me tocaba a mi mismo y disfrutabas de los labios y la lengua de tu amiga. Ya no te faltaba mucho por dejar salir, pues pronto comenzaste a gritar de una manera que pocas veces lo habías hecho. Aquellos gritos me hicieron cargarme de valor nuevamente, y mientras tu apretabas la cabeza de Julieta entre tus piernas y tenías un sonoro y delicioso orgasmo, a mi se me comenzó a escapar de nuevo la leche esparciendola por todos lados.
Te quedaste como muerta tirada sobre el sillón. Yo ni siquiera podía moverme, asi que solamente me dediqué a mirar como Julieta se vestía nuevamente con aquella sonrisa en su boca en señal de que había triunfado sobre los dos. Al final te levantaste de golpe arreglandote la ropa, y ambas salieron de la casa dejandome desnudo sobre el sillón.
Regresaste media hora después, vestida con tu ropa normal y pidiendome disculpas por haber llegado tan tarde del trabajo. Me diste un beso en la mejilla como todos los días y me preguntaste cómo había estado mi día. No pude más que sonreírte y contestarte que había sido uno de los mejores de mi vida.