Historia familiar

Todo es posible para una familia que ama unida...

La vida nos depara sorpresas que superan a la ficción. Si hace unos años me hubieran contado lo que hoy sé, habría tildado a cualquiera de loco, depravado o de cualquier otra despectiva forma.

Me llamo Jorge y vivo actualmente en una localidad de la periferia de Madrid con mis dos hijos (Natalia y Dani) pero sin mi mujer porque un maldito cáncer no descubierto a tiempo nos la arrebató hace 7 años ya. Yo tengo ahora mismo 42 años y mis hijos 18 y 17 respectivamente. La diferencia de años entre nosotros no es mucha debido a que Isabel se quedó embarazada de Natalia por accidente (por suerte acabábamos de independizarnos y pudimos tirar para adelante) y después decidimos no esperar mucho para el segundo, con lo que a los 4 meses tras Natalia se quedó de Dani.

Nuestra vida marital y familiar era excelente. Isabel y yo nos amábamos con locura, ambos teníamos unos trabajos muy decentes que nos permitían vivir muy bien (sin ir de sobrados) y nuestros hijos crecían sanos y muy unidos entre ellos y con nosotros. Es por eso que la desgracia tuvo que venir y arrebatarme el amor de mi vida. Afortunadamente, la enfermedad de Isabel fue muy rápida y no dio tiempo de tener dolor ni pasar sufrimientos (aparte del saber que nos dejaba solos). Para los demás el palo fue durísimo.

Desde que faltó, mi vida se centró por completo en sacar a mis hijos adelante. No hice intento de tener más relaciones íntimas y mi vida sexual pasó de fructífera (Isa y yo éramos muy, pero que muy fogosos) al más completo celibato. Lo cierto es que me afectó mucho su pérdida y no me veía con fuerzas de unirme a nadie (puede ser por aquello de que 'gato escaldado del agua fría huye' y no quería volver a sufrir, como si lo ocurrido con Isabel pudiera volver a pasar).

Del trabajo de Isa me asignaron una pensión de viudedad para el mantenimiento de mis hijos y con mi trabajo nuestra situación financiera no cambió gran cosa (menos cuantiosa pero sin estrecheces). Sólo cambió que mis hijos se unieron más entre ellos y conmigo, de tal manera que, prácticamente, todo lo hacíamos juntos. Obviamente tenían sus amistades pero procuraban estar siempre en casa conmigo o ellos dos juntos en alguna de sus habitaciones.

Hará unos 2 años que empezó a ocurrir los hechos que acontecen. Mi suegra falleció en un accidente de tráfico y mis hijos y yo éramos los únicos familiares ya que, por cosas que pasan, con sus hermanos había salido mal y su marido se marchó de casa antes incluso que yo conociera a Isa. Por todas esas circunstancias habíamos estado muy unidos a ella (ya que mis padres también murieron hace años) y como nosotros dos éramos hijos únicos… De tal manera que allí estábamos nosotros, recibiendo pésames de amigos y vecinos de Gema (mi suegra) y cumplimentando los trámites pertinentes. Me fijé que Natalia y Dani estaban todo el rato abrazados y me percaté que en ningún momento se soltaron. En ese momento no le di importancia pues lo atribuí a la pena del momento. Pero desde aquel día, de forma involuntaria, me pareció ver una actitud muy íntima entre ellos. Natalia ya empezaba a despuntar como una mujercita preciosa a sus 16 años. Despuntaba las mismas curvas que poseía Isabel e incluso su forma de actuar y de ser empezaba a ser muy similar a la de su fallecida madre. Dani sin embargo, para ser un chico, se le veía muy aniñado. Con 15 años y sin ser retrasado en su crecimiento no tenía nada de vello en su cuerpo, en lo que también se veían los genes de su madre (yo soy bastante velludo sin ser un oso) y su cuerpo era fino, delicado y de una complexión normal tirando a baja. La personalidad de Dani también va pareja a su constitución ya que es un chico reservado e introvertido (no tímido y menos aún insociable) pero es el típico callado que no se suele meter en temas que podríamos denominar 'de chicos'. No le gusta el deporte, ni los coches o motos y sin embargo le gusta mucho la lectura, el cine e incluso la moda, tema en que coincidía con su hermana.

Cuando llegó el período estival, un día en la piscina de casa observé como Dani daba crema a su hermana en el cuerpo. Me llamó la atención la suavidad de sus caricias y la 'desvergüenza' que mostraba al dar extenderla por lugares típicamente prohibidos para los chicos como la parte interior de los muslos de Natalia, las nalgas e incluso los pechos (Natalia nunca a usado la parte de arriba del bikini ni en playas ni en nuestra piscina). Pero como no vi atisbo de reacción en ninguno de ambos, pensé que sería una atención filial a la que no debería dar importancia. Sin embargo, la abstinencia sexual que yo mantenía y las sutiles caricias que Dani prodigaba a Natalia hicieron que me pusiera 'al palo'. Lleno de culpas me levanté a darme un remojón frío en la ducha y en la piscina para que se me bajara la erección. Ahora sé que este detalle no pasó desapercibido como pensé en un primer momento.

A partir de ese día hubo unos ligeros cambios en la rutina de la piscina. Natalia empezó a ponerse braguitas de bikini más pequeñas y ceñidas y Dani abandonó el bañador bermuda en favor de uno de slip. No entiendo como decidieron dar ese paso, pero mis reacciones se incrementaron tal que las duchas eran más frecuentes. Un día se acercaron los dos y me dijeron:

– Papá, ¿podemos hacerte una pregunta?

– Claro hijos. ¿De qué se trata?

– Verás –me dijo Natalia– Como en casa no nos puede ver nadie desde fuera, Dani y yo nos preguntábamos si tendrías algún problema en que hiciéramos nudismo en la piscina.

Me quedé alucinando por el desparpajo empleado. Y se me notó la sorpresa (o el corte) porque sólo tartamudeé:

– Pe… pero, ¿es.. estáis seguros de.. de querer hacer… ? –me quedé callado.

– Nudismo papá. Tomar el sol y bañarnos en bolas. Sí.

– No sé. Yo os veo aún muy pequeños. ¿Y no te da vergüenza que tu hermano…? –callé, dejando la continuación en el aire. Lo cierto es que me cortaba más a mí por mis propios reparos.

– ¿Me vea desnuda? Jajaja. Vamos papá, si Dani es como si fuera mi hermanita.

Dani se puso ligeramente rojo pero no dijo nada. Como no ví ningún impedimento no me quedó otra que aceptar a lo que ellos respondieron quedándose en bolas en ese mismo momento y tumbándose en las hamacas.

El cuerpo de Natalia me dejó patidifuso. No era lo mismo verla en topless que desnuda por completo, amén que la empecé a ver con otros ojos (menos filiales, sí, pero aún con ojos de "padre"). Sus caderas estaban ya prácticamente dibujadas, con un culito respingón y durito propios de la edad y del aerobic que la gusta hacer. Como se tumbó de frente a mí pude ver su pubis, casi completamente depilado (salvo una minúscula línea de vello sobre su vagina) y de un color rosita y virginal, con unos labios marcaditos pero no abultados. Mi pene reaccionó casi de inmediato y tuve que ir casi corriendo a la ducha a 'refrescarme', dando la espalda a Natalia y mirando a Dani. Me di cuenta del cuerpo ligero de mi hijo, con las piernas y los glúteos más propios de una chica que de un chico, de piel blanca y fina y con unos pies muy bonitos. Era la primera vez que me fijaba en el cuerpo de mi chico por lo que me causó mucha impresión (aparte de la que ya llevaba) comprobar que en cierta forma parecía más la hermana de Natalia que su hermano.

Mientras estaba perdido en mis pensamientos, oí a Natalia que me decía:

– ¿Y tú papá, no te animas a desnudarte como nosotros?

– Ehh, esto…, mejor no. Me da un poco de palo.

– Venga papá –saltó Dani dándose la vuelta– Tampoco sería la primera vez que te vemos desnudo.

Lo cierto es que en casa nunca hemos sido mojigatos con el tema del cuerpo. Tanto Isa como yo habíamos sido muy liberales en ese punto pero mis sentimientos recientes me hacían sentirme sucio y me causaban los reparos que tenía.

– ¡Qué no se diga que te da vergüenza papá! –saltó Natalia apoyando a su hermano.

Para que no sospecharan, consentí y me despojé del bañador dejando mi semierecta verga al aire. Procuré volver a mi tumbona dándole la espalda a Natalia pero, cuando me iba a sentar, me encontré con que ella se había sentado en mi sitio y que, por la sorpresa, al girarme la dejé mi pene casi en la cara.

– ¡Jobar papá!, qué grande la tienes, ¿no?

Me puse rojo mientras miraba a mi hija que no perdía detalle de lo que veía. A pesar del estado de semierección se me veía bastante claramente. No diré que soy uno de esos tíos con pollones de 25 centímetros pero lo cierto es que tampoco es pequeña (estará entre los 17 o 18 centímetros pero con un buen grosor). Nunca ninguna de mis anteriores novias (ni siquiera Isa) hizo comentarios al respecto, aunque también es cierto que todas parecieron satisfechas. El caso es que ahí estaba yo, con mi herramienta un tanto 'puesta' mirando al suelo y mi hija (y mi hijo) no perdiendo detalle.

Al cabo de unos segundos en los que ya estaba yo a punto de tener una embolia, Natalia se levantó de mi tumbona, me dio un beso en la mejilla y se fue sin decir nada. Aquel día sólo fue eso lo que sucedió pero, de alguna forma, sentó los cimientos de hechos posteriores.

Unos tres meses más tarde de esto y tras haber celebrado el decimoséptimo cumpleaños de Natalia y decimosexto de Dani, haciendo limpieza por la casa me encontré con un bote de lubricante íntimo que debía de ser de Natalia. Ya se sabe que los padres pensamos siempre que nuestros hijos no tienen relaciones (como si nosotros no las hubiéramos tenido también) pero esta era la primera vez en que era consciente de la sexualidad de Natalia. Cierto es que ya habíamos hablado de chicos, métodos anticonceptivos, enfermedades venéreas y todo eso, pero ésta era la primera prueba palpable de las correrías de mi hija. Recordé el cuerpo de Natalia en sus sesiones de nudismo en la piscina y no pude evitar empalmarme imaginando a mi hija follando tal como lo hacíamos su madre y yo (que yo no "mojara" no significa que no tuviera mis fantasías, recuerdos y prácticas onanistas).

Cuando me di cuenta estaba en la habitación de Natalia (que había salido con su hermano y unas amigas) y dejé el bote en su mesilla de noche, donde guarda su ropa interior. Me di cuenta que prácticamente no había sujetadores y que salvo 4 o cinco braguitas, su ropa interior consistía en tangas más o menos atrevidos y unos cuantos de tipo 'hilo dental'. Tuve la sensación de estar invadiendo la intimidad de mi hija y salí del cuarto a seguir recogiendo.

Cuando llegó Natalia a casa, tras un rato la oí llamarme desde su alcoba.

– ¿Qué quieres Natalia?

– Papá, ¿has puesto tú este bote en mi cajón?

– Si, lo encontré abajo y te lo subí. No lo dejes por cualquier sitio no te lo vaya a ver alguien indebido.

Natalia hizo el amago de decir algo pero rápidamente se lo pensó y me contestó.

– Ah, vale, perdona papá.

Esto ocurrió tal que un miércoles o jueves. Cuando llegó el sábado de esa semana, la nostalgia por mi mujer (a la que cada vez más recordaba en el cuerpo de mi hija) me hizo coger unos de los vídeos que conservo de nuestros de viajes, recuerdos en común, excursiones, reuniones con amigos y otro que guardo celosamente con grabaciones privadas que nos hicimos ella y yo. Aprovechando que mis hijos habían salido, puse esta última y me tumbé en el sofá a verla con el rabo en la mano, dispuesto a hacerme una manola mientras me veía más joven dándola caña a Isa mientras la agarraba de sus tetas y de su culazo (ese cuerpo que fue mío tantas y tantas veces, de tantas y tantas formas y por todos lados). Lo cierto es que llevaba bastante tiempo sin correrme y duré más bien poco. Como me sentía con ganas de más seguí acariciándome mientras continuaba con la película. Pero no me di cuenta y me quedé totalmente frito en el sofá hasta que algo me despertó sobresaltado. Me incorporé y descubrí a mis hijos con la mirada fija en la televisión mientras aparecía yo montado sobre su madre que, a cuatro patas, me recibía por el culo mientras se estimulaba con un vibrador el clítoris y en pleno orgasmo con unos grititos inconfundibles mientras daba la cara, distorsionada del placer, a la cámara. Cogí el mando de la tele lo más rápido que pude y la apagué.

– ¿Qué hacéis tan pronto en casa?

– Papá –balbuceó Natalia– si son las diez y media pasadas. Veníamos pensando que excusa darte por llegar tarde cuando hemos visto el vídeo porno vuestro.

– ¿Y qué? –respondí a la defensiva.– ¿Qué creíais, que vuestros padres no tenían relaciones?

– ¡Claro que sí! ¡Si yo incluso os oí alguna vez. Pero no es lo mismo eso que verlo! –me contestó Natalia un poco cortada.

Dani se mantenía callado, con la mirada baja pero asintiendo lo que decía su hermana.

– Bueno, pues ya lo habéis visto. –suavicé un poco el tono para que no pensaran que estaba enfadado con ellos.– Nada de contarlo por ahí que a nadie le importa esto, ¿vale chicos?

Ambos asintieron con la cabeza. Me giré para recoger todo y entonces me percaté que mi pene seguía fuera del pantalón corto y a la vista de mis hijos. Con todo el follón no me había dado cuenta y empecé a reírme.

– Me podíais haber dicho que iba con todo "el equipo" por fuera, ¿no?

Nos reímos los tres. De esa forma le quitamos hierro a la pillada que me habían hecho. Pero de repente Dani me hizo la pregunta que nunca hubiera esperado de él.

– Papá, ¿a mamá la gustaba mucho que la dieras por detrás?

Natalia preguntó directa y, no sé aún por qué, tras reponerme un poco de la sorpresa decidí responder igual de directo que ella.

– Sí, la gustaba bastante. En general éramos muy desinhibidos en el tema sexual y hubo pocas cosas que no hicimos, menos cosas muy duras o las aberraciones, claro.

– Comprendo –dijo Dani.– Papá, ¿tú entonces eres de mente abierta?

– Bueno hijo. No esperaba tener esta conversación. O por lo menos ahora y de esta forma. Sabéis de sobra que mamá y yo nunca fuimos demasiado pudorosos pero, de puertas de nuestra alcoba para adentro… Sí, eramos muy liberales.

– ¿Te refieres a que os poníais los cuernos y esas cosas? –me preguntó Natalia de golpe y sin árnica.

– Bueno. No nos podíamos poner los cuernos porque ambos lo sabíamos y casi siempre estábamos presentes. Y solíamos participar la mayoría de las veces.

– …

Mis hijos no pudieron articular palabra tras mi franqueza repentina. Los había dejado que las mandíbulas se les desencajaban, daban un bote en el suelo y subían por la impresión de saber que sus padres se acostaban con otros. Esa cara provocó que me riera a carcajadas, aprovechando su estupor para dejarles solos en el salón e irme a mi habitación para adecentarme un poco. Estaba lavándome en el baño de mi cuarto cuando me percaté de un despiste que había tenido al irme de allí como lo hice. En el vídeo había quedado la película que estaba viendo, la película con las peripecias sexuales de sus padres dispuesta para que mis hijos la pudieran ver. De repente algo en mi interior debió quebrarse porque al imaginarme a mis hijos (en especial a Natalia) viendo como su madre y yo follábamos entre nosotros y con extraños, me causó una excitación fuera de lo corriente. En pocos segundos mi pene estaba álgido en toda su extensión y mi mano lo acariciaba transmitiéndome unas sensaciones tan placenteras que mi juicio se empezó a nublar. Cerrando los ojos imaginaba a Natalia ocupando el lugar de su madre, haciendo todas las prácticas que hacía la misma e incluso otras a las que nunca nos atrevimos. Mi polla amenazaba descargarse de nuevo cuando un gemido llegó a mis oídos desde el salón.

Salí del dormitorio sin hacer ruido y me acerqué sigiloso a asomarme. Lo cierto es que mi mente fantaseaba con encontrarme a mis hijos masturbándose como yo lo había hecho antes viéndonos follando a su madre y a mí. Pero lo que vi superó toda mi imaginación y la de cualquiera que estuviese en mis circunstancias… Mis hijos estaban los dos delante de la televisión, viendo como su madre era follada por un tío con una polla descomunal mientras la sodomizaba yo. La visión era lateral y se podían ver las dos pollas entrando y saliendo del cuerpo de Isa mientras ella estaba con una expresión de placer tal que era incapaz de hacer cualquier otra cosa que boquear para llenar de aire sus pulmones. Recordé aquel polvo. El último que hicimos de aquellas características antes de saber de su enfermedad.

Recordando esto fue cuando puse la mirada en ellos. Natalia estaba despatarrada en el suelo con su hermano comiéndola el coño mientras ella enterraba varios dedos por el culo de su hermano que gemía quedamente, gozando de la follada que le propiciaba su hermana. Ahí fue donde mi mano quedó inmóvil agarrada a mi miembro. Si mis ojos no hubieran estado sujetos por el nervio óptico, éstos habrían caído al suelo de tanto que los abrí.

Así, de esa guisa estuve hasta que en la tele se empezó a oír cómo su madre, el moro y yo llegábamos al orgasmo provocando a su vez que Natalia y Dani empezaran a dar también muestras de empezar sus corridas respectivas. Vi como mi hija se metía la polla de mi hijo en la boca y la ordeñaba como un ternero a su madre. Al poco Dani empezaba a gruñir delatando que estaba llenando la boca de su hermana de su leche mientras ella alzaba sus caderas buscando que la boca de él aumentara la superficie y presión de la caricia sobre su coño. Un par de minutos después ambos se desplomaron al quedar sus cuerpos laxos tras el culmen de sensaciones de sus orgasmos. Ahí es cuando dejé de ver nada más.

No sé cuánto tiempo pasó hasta que abrí los ojos y me encontré con mi hija llamándome y llorando sobre mí y a Dani asomándose tras ella con cara seria, de preocupación y ansiedad. Poco a poco fui siendo consciente que había perdido el conocimiento, posiblemente por la suma de acontecimientos del día (primero la pillada "de" mis hijos y después la pillada "a" mis hijos). El conjunto de nervios acumulado (más la impresión) sufrida de sopetón había sido demasiado para mi cerebro y éste había optado por desconectarse un rato y protegerse.

Me levanté del suelo ayudado por mis hijos y me acompañaron a la cama, donde me acosté sin decirles nada. Entendieron ambos que necesitaba cierto tiempo para digerir lo ocurrido y me dejaron sólo. Al rato rompí a llorar silenciosamente. No sólo por la situación de sexo entre ellos sino, sobre todo, porque me sentía fatal conmigo mismo. Recordaba perfectamente mi excitación ante la idea de fantasear con mi hija y de mi intención de espiarlos mientras pensaba que les pillaría viendo mi video (e incluso masturbándose alguno de ellos o los dos). Nunca había tenido semejantes pensamientos (pese a haber sido muy observador con los cambios físicos de Nata) ni ninguna apetencia o atracción por mi hija. Ahora me recriminaba que incluso había disfrutado viendo el delicado cuerpo de Dani, como parecía más otra niña que un chico. Al final el cansancio me venció y caí derrotado, profundamente dormido y sin saber aún cómo iba a encararlos a partir de ese momento.

El domingo me levanté tarde, exhausto, ojeroso… Menos mal. Si hubiera sido un día entre semana habría llevado una pinta al trabajo como si hubiese estado de "farra" todo el fin de semana. No me encontré con mis hijos hasta que no me lavé, tomé un café y me vestí. Estaban en la piscina, sentados en las hamacas tomando el sol de un día soleado de otoño. No tenían tan mala pinta como yo pero también tenían ojeras por no haber dormido bien. En silencio pasé por delante de ellos para sentarme a mi vez mientras ellos me seguían con la mirada igual de silenciosos que yo. Y por fin llegó el momento en que hablé con ellos.

– Y: Bueno, ¿quién de los dos me va a contar qué pasó ayer?

– N: Básicamente… nos pusimos a ver vuestro vídeo, nos calentamos y nos desfogamos.

El desparpajo con el que me lo soltó Natalia me dejó a cuadros. Habría apostado por varias contestaciones. Que llorando intentaran justificarse sin cabeza, que se acusasen entre ellos diciendo que habría sido el otro,… incluso que me echasen la culpa a mí por haberme dejado el vídeo. ¡Yo que sé! Cualquier cosa menos que me lo contase así, como el que cuenta de qué trata la serie del día anterior… como si no pasase absolutamente nada.

Mi cara debía ser para enmarcar. Incluso me pareció ver una mirada de superioridad en Natalia, sabiéndose ganadora de la conversación. Sólo no daba crédito a la surrealista situación de estos dos días. Mi hija, quizás para atenuar mi estupor, siguió hablando sin que yo la preguntara nada.

– Mira papá. Dani y yo somos bastante mayores como para escandalizarnos por lo que había en la cinta. En cualquier página de internet se pueden encontrar vídeos bastante más fuertes que lo vuestro. Cierto es que resulta extraño ver en primera persona cómo follan tus padres porque ni siquiera te lo sueles plantear. Pero lo cierto es que, salvando eso, tanto mamá como tú y el otro tío estabais buenísimos y tampoco somos de piedra. Papá, sé que tú te "desvirgaste" con mamá a mi edad porque me lo contó ella misma. Pero yo… Bueno, los dos llevamos estrenados un par de años y ya tenemos el rodaje hecho de sobra.

– Pe… pero es que no me hago a la idea que…

– Papá. Con la única chica con la que he estado es Nata y es la única con la que quiero estar. –mi hijo habló por primera vez y me sorprendió la seguridad y el aplomo con el que contestó. Eso sí que no me lo esperaba porque me había hecho a la idea que el peso de la charla la llevaría Natalia al ser la mayor.

– Necesito pensar, hijos míos. Estoy… no sé ni cómo me siento ni cómo me debería sentir. Me voy a mi habitación.

Tras decir esto me levanté para irme. Mientras lo hacía mis hijos me miraban escrutándome con la mirada. Cuando llegué a mi habitación me temblaban las manos como a un buscador de oro. Tumbándome en la cama cerré los ojos para pensar en lo que tenía en mente. Mis primeros pensamientos fueron para Isabel. ¿Qué sería lo que ella diría de esto? ¿Cómo se lo tomaría y qué haría? Ella era más abierta aún que yo. De hecho sé que de joven estuvo follando con un primo suyo, no muy cercano pero primo al fin y al cabo. Pero éstos son hermanos. Ni siquiera estaba el atenuante, si se puede decir así, de tener alguno de sus padres diferentes. Poco a poco me fui tranquilizando. Pero las imágenes tan tórridas de mis hijos disfrutando me atormentaban puesto que en gran parte las rechazaba, no las aborrecía y, debo reconocer que me excitaban. Era una situación atípica pero tengo que reconocer que no se veía lujuria sino entrega y cariño.

Con toda una revolución de ideas en mi cabeza y con el cansancio acumulado, me pegó un bajón del quince gracias al cual me quedé profundamente dormido. Durante el sueño me venían mil y una imágenes distintas, sin un orden ni concierto determinado… sólo caóticas. Pero lentamente fueron estructurándose tomando forma de historia en la cual aparecíamos Isabel y yo en muchos encuentros sexuales diferentes. Lésbico, tríos, intercambios de parejas, sesiones maratonianas de sexo entre nosotros, juegos de sumisión,… Esos sueños fueron elevando mi temperatura interior.

De pronto el sueño se volvió loco. Yo me veía a mí mismo en la cama follando con Isabel. De pronto su cuerpo convulsionó mientras se hacía más menudo, del tamaño de una niña. A continuación y sin que se viera su cara el cuerpo comenzó a crecer mientras mi "yo" de la cama seguía haciéndole al amor a ese cuerpo que, poco a poco, seguía creciendo hasta parar al llegar al mismo tamaño. Pero al ver la cara de ese cuerpo no era la de Isabel la que aparecía sino la de Natalia, que follaba a mi "yo amante" mientras mi "yo observador" miraba impasible. En el momento del orgasmo de Natalia empezó el de mi "yo amante", momento en el que Natalia abandonó su sitio para tirarse de cabeza contra mi pene, tragándoselo hasta la empuñadura. De esta forma mi "yo amante" descargó todo su semen en la garganta de esa boca que lo succionaba. Pero cuando levantó la cabeza, mostrándome la poca leche que no había tragado y que estaba sobre sus labios, la cara era la de mi hijo.

Me desperté confuso, sudando por todos los poros de mi piel y totalmente escandalizado por el sueño que acababa de tener. Definitivamente tenía que hacer algo. La situación se me iba de las manos puesto que no había explicación posible para que mi imaginación fabricara semejante monstruosidad. Bueno, sí la había, pero me negaba a admitir que me estaba excitando con mis hijos… con los dos. Nunca he sentido atracción gay por lo que no me encajaba la parte de mi hijo tragándose mi leche.

Todo confuso, cometí el grave error que llevó a mi situación actual. Me encaminé al mueble bar y me puse a beber como un cosaco. En dos horas habían caído una botella de ron y media de mezcal con la que me desplomé. Me desperté no sé ni cuándo. Sólo sé que era de noche y que la cabeza me daba mil vueltas y la notaba a punto de estallar. Me encontré que Natalia estaba acostada a mi lado, dormida, y a su lado estaba Dani, abrazándola acurrucado a su espalda. Mis hijos me habían encontrado inconsciente, borracho perdido, desnudado y llevado a la cama. Pero no pude hacer más cábalas porque me asaltaron unas profundas náuseas. Cuando terminé de echar la papilla me di cuenta que en el cesto de la ropa estaban mis ropas manchadas de vómito. Por eso mis hijos tuvieron que quitarme la ropa y dejarme dormir… desnudo. Ahora me daba cuenta de mi estado de total desnudez.

Decidí no darle ya más vueltas. Estaban acostumbrados a ser naturales y ya me habían visto así muchas veces. Me acosté de nuevo donde estaba, junto a Natalia. Mientras dormía tuve varios sueños, desde los más raros y surrealistas hasta los más ridículos e inocentes. En un momento dado empecé a tener un sueño subido de tono en el que participaba del sexo con muchas mujeres que me habían tomado como "macho reproductor" y perpetuar la especie (como veis, no soy original pero tampoco tonto)… Sentía sus manos acariciarme el torso, la espalda, piernas, muslos, culo, huevos, polla,.. manteniéndome como el mástil de una bandera. Entonces me usaban, montándome una tras otra, follando conmigo hasta que me corría en el interior de cada una tras lo cual, se quitaba ocupando otra su sitio, repitiéndose la tónica durante muchas hembras. (¡¡Je je, como se nota que es un sueño, ¿verdad?!!)

Así fue durante lo que soñé como horas hasta que tocó el turno a la "jefa" de ellas. Directamente, y de golpe, se ensartó por el coño sobre mi polla, situándose a horcajadas sobre mí con las piernas flexionadas… Vamos, en cuclillas. Se movía tanto arriba y abajo como rotando, usando mi polla como eje director del movimiento, pero siempre dándome la espalda. Sentía cómo la mujer se deshacía en caldos que bañaban copiosamente mi miembro, resbalando el río de flujo por mis pelotas hasta acabar goteando, mojando desde mi ano al colchón. Las cosquillas en el orto me hacía gemir con fuerza lo que provocaba a la mujer a aumentar el ritmo, ya frenético de por sí, hasta cotas superiores. Mi excitación era máxima…

En ese momento se abrió una neblina que me hundía en mi sueño, trasladándome a la vida real. Los ruidos iban cambiando, no así las sensaciones. Abrí los ojos. El sueño murió. La humedad permanecía…

La cabeza de Natalia subía y bajaba por mi polla, pajeándome con una mano, mientras con la otra me acariciaba huevos, perineo y ano. Gemía fuerte mientras se oían los chupetones y aspiraciones que su boca emitía por la felación. Debí hacer algún movimiento que avisó a Natalia que la estaba mirando. Me devolvió una mirada llena de lujuria y pasión, una mirada que hacía años que no veía. La misma mirada de Isabel en nuestros buenos momentos.

Natalia cambió el rictus de la cara y emitió sonoros suspiros (al principio) pasando poco a poco a pequeños gritos. Entonces fue cuando entendí que se acercaba al orgasmo porque, mientras ella me atendía a mí, su hermano estaba haciéndola diabluras en su coño porque estaba tumbado debajo de ella con la cabeza enterrada entre sus piernas. A pesar de la corrida que la atravesaba no paró de pajearme a mí cuando, directamente, era incapaz de seguir con la mamada que me dedicaba.

– Aaarrrggggg, papiiiii… Ummmm.

– Pero Nat…

– Callaaa papáaaa…. Ufff, arggg.

Gritaba su éxtasis. Y yo sólo era capaz de mirarla mientras se corría. Y en ese momento algo cortocircuitó mi cerebro. Ver a mi hija correrse como una burra, con mi polla en la boca y su hermano haciéndola un lento cunnilingus elevó mi lívido de tal manera que mis bloqueos morales se fueron al garete. Ya no veía a mi Natalia como mi niña sino como una mujer que estaba gozando, que deseaba un contacto carnal conmigo.

Y ante la confundida mirada de mis hijos, me levanté de la cama con rapidez, giré el cuerpo de mi hija 180 grados y la puse a cuatro patas frente a mí para, sin encomendarme a Dios ni al Diablo, enfundarla mi polla de forma violenta hasta que mis huevos hicieron tope con sus nalgas. Su orgasmo, que había bajado un poco por la forma en que me giré, volvió con fuerza para atacar su cuerpo. Conseguí alargárselo durante el tiempo que duró el bombeo furioso de mi estoque en su vagina. La notaba bastante estrechita. No es que yo tenga un miembro enorme (aunque sí es bastante respetable… grandecito, ¡vaya!) pero el tamaño del coño de Nata indicaba que no debía haberlo usado mucho, aunque tampoco era virgen.

Cuando terminó de correrse, Natalia se tiró contra la polla de Dani, metiéndosela en la boca, usándola de la misma forma con la que me había obsequiado antes a mí. Como notaba que Natalia me rehuía, entendí que tenía que estar sensible tras su orgasmo por lo que le clavé la polla hasta el fondo y me quedé quieto mientras acariciaba su toda la parte accesible de su cuerpo (espalda, culo, piernas, costado, nuca) de forma tranquila, muy suave, mientras disfrutaba de la visión de la mamada a su hermano.

Un rato después volvía a estar receptiva por lo que reinicié el bombeo sobre su coño. Nata volvía a suspirar mientras me animaba.

– Sí, papáaaaa. ¡Qué bien follas! ¡¡¡Asíiiiii, mássss!!!!

– ¿Te gusta así, mi niña?

– Ummmm, me encanta papuchiiiiii.

– ¿Y si te toco aquí? –pasé el borde la mano sobre sus ingles y sobre su chochito.

– Me gusta mucho, papiiiii. ¡Me estáis volviendo loca!

Diciendo eso se volvió a meter la polla de su hermano en la boca. Parecía una aspiradora. No comprendía como mi hijo no soltaba chorros y chorros de leche en la boca de su hermana. Llevábamos ya más de un cuarto de hora así y no veía que Dani se arrancara. Pero tras otros cinco minutos se ve que no aguantaba más y le dijo a su hermana.

– Nataaaaa, porfa. Haz que me corra. Ya no aguanto más…

– ¿Ya te quieres correr, nenita? –soltó mi hija con un tono de zorra que echaba de espaldas.

– ¡¡¡Síiiii!!!! Me duelen los huevos ya… Lo necesitoooo. –Dani lo estaba pasando mal porque su cara empezaba a demostrar más dolor que placer.

– ¡¡Pues no te lo voy a hacer!! –dijo Natalia de golpe, lo que hizo que su hermano la mirara sorprendido. –Lo va a hacer papá.

– ¿Qué es lo que tengo que hacer? –pregunté extrañado mirando a mi hija que me devolvía la mirada malévola pero excitada a tope.

– ¡Dale por culo a esta nenita! Rómpeselo sin compasión. Si no tiene el culo ocupado no es capaz de correrse.

– ¿Es cierto Dani? –pregunté porque, la verdad, me parecía un camelo por parte de mi hija.

– Sí papá. Es cierto. No sé por qué pero si Nata no me mete algo por detrás no llego nunca a correrme. Por favor, papá, fóllame. Me duelen mucho los testículos de lo excitado que estoy. –me lo dijo con un rubor que no supe si era de vergüenza o de excitación pero con una franqueza absoluta.

Nunca me había planteado una experiencia homo, pero en este caso no podía verlo así. Quien me lo pedía era un trozo de mí. Era mi hijo y, ¿no es deber de un padre procurar el bienestar de su descendencia. Para haber sido todo tan precipitado, tardé muy poco en convencerme. Saqué mi estoque del confortable coñito de mi niña y lo coloqué sobre el culo de mi hijo que se había echado boca arriba al lado de su hermana. El ano de mi chico palpitaba como invitándome a conocer sus profundidades. Estaba a punto de meterle mi trozo por el culo cuando noté que su hermana, hábilmente preparada, esparcía lubricante sobre mi polla y ano de su hermano. Ya preparados apunté y penetré a mi hijo, despacio pero sin pausa hasta que el muy bandido se comió toda entera mi polla.

– ¡¡Ahh, por fin!! ¡Qué ganas tenía de sentir tu polla dentro, papá! Fóllame fuerte, úsame, rómpemelo todo, por favor. Hazme gozarrrr…

La calentura que demostraba Dani hizo que me diera cuenta en ese momento de lo que le ocurría. Sólo había estado con su hermana porque ésta no le causaba rechazo por su amor filial pero mi hijo era en realidad un total y absoluto gay pasivo. Y por si fuera poco debía llevar cachondo con su padre desde hacía mucho. Y por eso sólo alcanzaba el orgasmo cuando su hermana se lo follaba por el culo.

Y ya no fui capaz de pensar nada más con suficiente claridad. Veía la cara de gozo de mi niño, la mirada absolutamente viciosa y pervertida de mi niña y el pene amoratado de mi vástago a punto de explotar. Y salió mi animal interior. Además que los intestinos de Dani me apretaban la polla de una forma deliciosa que llevaba años sin sentir. Poniendo los talones de Dani sobre mis hombros comencé un violento mete saca del culo de Dani que le hacía bizquear de placer. Muy rápidamente se empezó a tensar, aumentando la presión sobre mi polla, hasta que estalló en un orgasmo descomunal. No sé si fueron seis o siete los trallazos de semen que mi Dani expulsó sobre su pecho y vientre mientras gozaba del orgasmo más fuerte que he visto nunca en nadie. Nata se tiró sobre él, poniendo el coñete sobre la boca de su hermano y, mientras, lamía el filial semen con una cara de golfa que no se tenía. ¡Joder con la niña! Si ahora era así cómo sería cuando tuviera dieciocho o veinte años.

El morbo de la situación me tenía dominado y por eso no bajé un ápice la velocidad con la que martilleaba el recto de mi hijo que seguía gimiendo y jadeando sin parar. Nata, ante la falta de acción de su hermano frotaba su vulva sobre su cara buscando su placer. En una palabra, estábamos todos desatados. Unos pocos minutos después Dani volvía a expulsar otros tres chorros de semen víctima de otro gran orgasmo que fueron bebidos de nuevo por Nata que explotó segundos después. Y yo tampoco pude ya aguantar ya más. No sé ni cómo me dio semejante arrebato. El caso es que, sacando la polla del culo de mi hijo la acerqué a la boca de Nata y, tan pronto conseguí meterla en su interior, fuertes chorretones de leche inundaron rápidamente su boca que, sorprendida, no dio tiempo a tragar desbordando por ésta por la comisura de su boca. No puedo decir cuántos latigazos de placer fueron puesto que se me agarrotó tanto el cuerpo como la mente del placer.

Poco después estábamos los tres tumbados en la cama conmigo en el centro y abrazado a ambos. No hablábamos puesto que estábamos intentando recuperar el ritmo cardiaco y respiratorio pero en nuestras caras se podía leer el placer y la tranquilidad tras la tormenta sexual. No cesamos en darnos arrumacos, besos (incluso en la boca con mi hijo) y pequeños toqueteos en nuestros sexos. Nos terminamos de calmar y sin darnos cuenta caímos dormidos uno tras otro.

Me despertó el hambre cuando ya era la hora de comer. Me levanté de la cama con cuidado de no despertar a mis hijos y, tras una rápida ducha, me encaminé a la cocina a preparar algo para comer los tres. Estaba friendo unas patatas para acompañar unos filetes y preparando una ensalada cuando, sin percibir su presencia anteriormente, Nata se colgó de mi cuello dándome los buenos días y un besito en él. Y por una vez el que la sorprendió fui yo al girarme, cogerla por la cintura y meterle la lengua en la boca a buscar la suya en un beso lascivo y lleno de pasión.

Nata se repuso rápida y me empezó a acariciar la espalda, el pecho, el culo y el paquete mientras me devolvía el beso con la misma intensidad. A tenor por lo puntiagudo de sus pezones estaba hirviendo otra vez, algo que comprobé llevando mis dedos a su vulva e iniciando una fricción en su botón y metiendo un par de dedos en su vagina, follándomela con ellos. Y sí, estaba muy calentita porque me duró apenas un par de minutos llevarla a un orgasmo fortísimo que la hizo perder la fuerza de las rodillas teniendo que ser yo quien la sujetara para que no se me matase de una leche contra el suelo.

Cuando se hubo repuesto se me tiró al suelo de rodillas, bajándome los bóxer que llevaba de un tirón y metiéndose mi durísima barra con gula en la boca. Os juro que sentí casi desfallecer del placer. Nata succionaba de mi polla como si ésta fuera una pajita y al otro lado se encontrara su bebida favorita. Cuando se salía mi polla de su boca debido a la violencia de su mamada, sonaban unos chupetones que me encendían y, cuando se la volvía a enterrar dentro, sonaba el gorgoteo de su garganta. Eso es algo que siempre me ha puesto mucho y mi excitación subía como la espuma. Pero el colmo llegó cuando sentí una humedad y una caricia muy placentera en mi ano cuando Dani, sin haberme percatado siquiera de su presencia, me empezó a hacer un beso negro súper sensual alternándolo con caricias de lengua en mi perineo y jugueteaba con mis testículos, lamiéndolos, mamándolos y sorbiéndolos.

Gritando mi placer les avisé de mi inminente corrida. Se pusieron los dos frente a la punta de mi verga con las bocas abiertas esperando los trallazos inminentes de mi leche al abandonar mis huevos. Fui incapaz de tener los ojos abiertos mientras me corría copiosamente de nuevo. Después de tanto tiempo de abstinencia mi cuerpo volvía rápidamente a acostumbrarse a reponerse velozmente tal como me pasara en el pasado con mi querida Isa. Ésta ahora no estaba pero mis dos hijos tenían la firme convicción de suplirla en tales menesteres. Ahora los veía comiéndose a besos y tomándose mi leche de la cara del otro hasta que quedaron limpias.

El olor de las patatas fritas quemadas nos devolvió a la realidad. Riéndonos los tres tuvimos que tirarlas y abrir unas de bolsa. Tal y como estábamos nos sentamos a comer hablando, ahora sí, de lo que había llevado a esta situación y cuál sería nuestro futuro.

Empezaré por Nata. Resulta que llevaba enamorada de mí desde que recordaba. Siempre estuve muy unido a ella, siempre a su lado, pendiente de ella, etc. El caso es que del amor infinito que sentía por su papá, cuando se empezó a fijar en los chicos sobre los 12–13 años, tanto en los de su edad como un poco más mayores, se daba cuenta que ninguno tenía nada que la resultara llamativo, que fuera ni siquiera un poco maduro. Inconscientemente comparaba a todos los chicos conmigo y éstos siempre salían perdiendo por goleada. Hasta que llegó a la conclusión obvia de que le gustaban los hombres más maduros, tanto de cuerpo como de mente. Y, ¿para qué buscar en la calle cuando en casa tenía al hombre perfecto, al hombre que siempre había amado y que ahora se secaba por la pérdida de su mujer? Y decidió que buscaría la forma de hacerse mi mujer y quedarse conmigo para siempre.

Y luego Dani. Efectivamente cuando Nata decía que era como su hermanita es porque él mismo siempre se ha visto así. Resulta que no se sentía representado por el género que le había tocado. Él no quería tener un pene sino vagina. Se veía como chica pero por miedo al rechazo nunca se descubrió. De ahí que fuera siempre tan introvertido. Lloraba a menudo sin que nadie le pudiera dar consuelo. Sólo su madre se percató de que algo le afligía pero sé que nunca se lo llegó a imaginar puesto que sabía de sobra que tendría toda mi ayuda y apoyo para llevar el tema. De ahí que siempre estuviera pendiente de él y tan unida como yo con Nata. Pero desde que faltó su madre se vio sólo. Hasta que Nata le pilló llorando en su habitación con un vestido de Isa puesto y consiguió sacárselo todo. Ahí fue cuando se unieron del todo y no como hasta ese momento en que, a pesar de haberse llevado siempre muy, pero que muy bien, se hicieron absolutamente inseparables. De hecho fue ella la que le "desvirgó" el culito. Dani no llegaba al orgasmo porque necesitaba sentirse mujer cuando se la metieran. De ahí que Nata le ayudara a descargarse cuando su excitación subía penetrando su entrada trasera. Aunque la jodía también se lo pasó bien con su hermano aprovechando precisamente esa imposibilidad para follarse ella misma sin peligro y preparando su cuerpo para cuando yo llegara.

¡Vaya con la niña! Desde luego, a su madre la había superado.

Y ahí empezó nuestra nueva vida. De puertas para afuera nada había cambiado (de momento) pero en casa Nata se convirtió en mi mujer. Follábamos cuando queríamos, nos apetecía o por ningún motivo en especial. En muchas ocasiones, que no en todas, éramos tres los amantes. Mi hijo era insaciable aguantando horas de maltrato anal sin inmutarse. Incluso en alguna vez Nata logró meterle el puño entero por el culo el cuál había adquirido una elasticidad desmedida, provocando que incluso Dani fuera incapaz de sujetar sus esfínteres llegando a mearse de puro gusto tras descargar cantidades enormes de leche. Pero esto cada vez sucede menos debido al tratamiento hormonal que tiene puesto. Le ha parado el poco desarrollo masculino que tenía y está aflautándole la voz, crecer sus pechos y moldear su cintura, culo y piernas. Cada vez parece más señorita. El médico nos ha recomendado esperar hasta que cumpla los 20 años para que se pueda someter a una operación de cambio de sexo completa. Para irnos acostumbrando en casa ya la llamamos Daniela cuando no usamos el Dani habitual. Pero Daniel nunca más…

Y en cuanto a mí. Digamos que he aceptado que Natalia sea mi mujer… pero por el momento. Estoy intentando ver la forma en la que venderle la moto para que se busque en el futuro un hombre de su edad. Al menos que tenga menos diferencia que conmigo. Me encanta que sea mi mujer y me siento muy halagado porque quiera estar siempre conmigo pero me aterra la posibilidad de hacerme muy mayor y que ella se marchite sola con 50 años (yo tendría más de 75 de vivir aún) y no quiero que hipoteque su vida y su futuro. Además la encantan los niños y eso es algo que yo no me atrevo a dárselo por el peligro genético que eso conlleva. Debe encontrar un compañero, enamorarse, tener hijos con él y envejecer a su lado. A mí siempre me tendrá hasta el día que muera para lo que necesite de mí. Es ley de vida. Y Daniela debe hacer lo mismo que su hermana (con su propia limitación). Para ella también estaré ahí siempre.

Yo disfrutaré de mis hijos mientras pueda y los preparo para su marcha. Y después… ya se verá. De momento acepto esta situación, la disfruto y la sostengo pese a saber que deberé ponerle yo el punto y final llegado el caso. Pero mientras tanto, seremos felices entre nosotros. Aunque, que sepas Isa que te sigo queriendo… estés donde estés.