Historia del Chip 031 —El trío — Daphne 010

Daphne improvisa

Historia del Chip 031 —El trío — Daphne 010

Al despertar, oyó a Renoir gritar y vio que estaba en el agua, al parecer tratando de incorporar a Jennifer. Por un momento, se quedó pálida y estupefacta, pues Renoir no paraba de aullar hacia ella. Se acercó a ayudar, observando que Jennifer se hallaba en la misma roca plana donde Daphne había estado tomando el sol, besándola y acariciándola.

— ¿Qué ha pasado?

— No lo sé, resbaló —explicó Renoir, visiblemente agitado.

Daphne contempló la pierna de Jennifer con pesar. Estaba como dislocada o algo peor.

— Parece grave. Ve a por el barco.

— El problema es que no sé si sabré volver — dijo Renoir compungido.

—¿Por qué no?

—Tengo un localizador en la muñeca y me llevará hasta la embarcación, pero para volver aquí…

—No lo entiendo.

Renoir se lo explicó.

—El localizador es de un solo uso. Dejará de funcionar cuando me acerque al barco. Es otra precaución.

Daphne pensó rápido. Si abandonarla en el islote era un farol, ¿por qué tantas precauciones? Al mismo tiempo, había dejado de fiarse de él completamente. Prefería intentar sobrevivir sin su ayuda.

—Nada todo lo rápido que puedas. Pon el cronómetro a partir de ahora. En el barco, calcula a qué distancia podemos estar, suponiendo cuanto puedes recorrer nadando. Aunque tengas que dar varias pasadas, nos encontrarás. Y llama a salvamento, antes que nada.

Renoir lo pensó.

—Tienes toda la razón. Pero estamos muy lejos del barco, tardaré bastantes horas en volver.

—Razón de más para que te largues.

—*

Daphne estaba acurrucada junto a Jennifer que tiritaba, estaba consciente.

—Ya han pasado seis horas, Daphne. No podemos pensar que vaya a volver.

—No ha sido tanto tiempo, Jennifer. Guarda fuerzas.

—Tengo un sentido mejorado del tiempo, Daphne. Han sido seis horas desde que me desperté. No creo que vaya a volver. No habrá podido alcanzar al barco.

—No digas tonterías, Jennifer. No era tan difícil. Nos estará buscando.

—Lo dudo. Estaba modificándose. El esfuerzo prolongado mientras se está en una transformación no es recomendable.

—No lo sabía —admitió Daphne, sabiendo secretamente que tenía razón. Había pasado demasiado tiempo.

—No creo que nos queden demasiadas opciones ¿verdad?

—Siempre hay opciones. Se me ocurren unas cuantas.

Jennifer se desmayó de nuevo al poco rato y su pierna empeoraba. Daphne prefirió pensar que Renoir realmente había fallecido sin haber conseguido llegar al barco, más que asumir la segunda opción: que las había abandonado. Aunque no suponía ninguna diferencia. De alguna manera, estaba tranquila. Después de un rato meditando, -era bastante buena practicante-, deshizo la postura y asumió la situación. Sólo tenía que hacer tres cosas, todas a la vez: conseguir mandar una señal que los satélites pudieran ver, enlentecer la infección de Jennifer y conseguir agua para las dos. Se decidió primero por la señal. Si no conseguía llamar la atención, daba igual vivir unos días más.

Pensó en qué haría su hermano, el cerebrito. En los innumerables satélites que las estaban contemplando en ese momento. El islote era pequeño y allí sólo había piedras y algo de arena. A momentos desesperados, medidas desesperadas. Puso a Jennifer en medio de la parte más plana que encontró e hizo un círculo con un pie. Confeccionó un cuadrado de piedras rodeando a ese círculo y luego dejó un espacio sin piedras antes hacer un segundo cuadrado de piedras. Su mayor duda era la distancia que debía haber entre el primer cuadrado y el segundo. Cuando acabó, estaba agotada.

—¿Qué haces? —preguntó Jennifer entre la calentura, al despertarse.

—Juego. Prefiero tener la mente ocupada. ¿Puedo quitarte el bañador?

—¿Tienes ganas de sexo?

—Siempre tengo ganas de sexo contigo. Es porque necesito algo para conseguir agua.

Jennifer se quitó el bañador.

—Es mejor morir desnuda, supongo. Como nacemos.

—¿Quién habla de morir? En todo caso, deberías morir impecable, no con una pierna torcida.

—No sé cómo puedes bromear en un momento así.

—No hay mejor momento. ¿Puedes hacer que tu cronómetro interno te avise cada hora?

—Claro. Y si estoy dormida hará que me despierte. ¿Puedo saber por qué?

—Necesito hacer señales de humo. Duérmete. Ahorra fuerzas. Sólo despiértate para avisarme y te vuelves a dormir.

—Daphne, siento haberme portado tan mal contigo.

—Duérmete, Jennifer. Si hay algo peor que tus piernas torcidas, son tus lamentos. Quiero que guardes tus energías.

Jennifer se durmió de inmediato, estaba entre sus potencialidades. Tal y como estableció internamente, se despertaba cada hora para avisar a Daphne y se volvía a dormir de inmediato. Daphne traía agua de mar con el bañador y frotaba ligeramente la piel de Jennifer para mantenerle húmeda, además de lamer la herida de su amante.

Cuando Jennifer la avisaba, cambiaba la configuración de las piedras, llevando todas las del cuadrado interior junto a las del cuadrado exterior y una hora después las volvía a colocar como un cuadrado interior.

No descansó ni un momento. Si no estaba moviendo piedras, estaba llevando agua a Jennifer o lamiéndola. Para no pensar en su situación, hacía cálculos mentales.

El sistema de alerta funcionó perfectamente. Los satélites recogían imágenes cada vez que pasaban por allí y el sistema de inteligencia artificial, al no poder entender la aparición y desaparición de cuadrado interior, procesó un mensaje a un analista humano. La mala suerte es que éste estaba durmiendo y sólo analizó las imágenes después de tres horas. Avisó inmediatamente a la guardia costera. El helicóptero llegó a las siete horas desde que Daphne hubiera empezado las señales de humo en forma de piedras. Antes de permitir que la sedasen, Daphne se acordó de Renoir.

—Por favor, busquen a nuestro amigo. Trató de nadar hacia el barco. No sabemos nada de él.

Para el helicóptero y con las imágenes de satélite fue coser y cantar encontrar el barco, pero Renoir no estaba allí y se dirigieron inmediatamente hacia el hospital.

—*

Cuando Daphne habló con Miss Slim no pareció muy contenta y menos cuando le dijo que no tenía dinero ni documentación y A1 estaba convaleciente en un hospital, y que, para colmo, solo porque tenía una constitución reforzada quizás saldría en dos semanas. La idea de que la casa únicamente se abriría con la voz de A1 le resultó esperpéntica. A H4 le daba igual, salvo por los zapatos. Sorprendentemente, ansiaba volver a llevarlos. Volver por sus medios era poco práctico y como le dijo a Miss Slim, no pienso dejarla sola .

Aunque Miss Slim aparentó disgusto, estaba contenta de la genuina preocupación de H4. No tenía sentido aumentar demasiado los gastos con vuelos y luego habría que volver a buscar a Jennifer. Asignó a otra alumna para coordinar el cotarro. Pronto B2 estuvo sentada junto a Miss Slim, discutiendo qué hacer hasta que la primera se encargó de todo. Era política de la escuela dejar que los alumnos discurriesen soluciones y sorteasen dificultades. Y las premisas eran claras: gastar poco dinero y molestar lo menos posible. Se trataba de aplicar imaginación e inventiva.

B2 llamó a la madre de A1 y la puso en antecedentes. Cuando se ofreció a pagar los gastos y buscar en avión a su hija, B2 le informó que no sería buena idea. Oficialmente tanto A1 como H4 estaban en la escuela. Se consideraría un accidente de la escuela salvo que la familia de A1 prefiriese actuar por su cuenta. Quizás prefiriese hablar directamente con Miss Slim, pero que era mejor no molestar a un profesor salvo causa de fuerza mayor. La madre de A1 agradeció los esfuerzos de B2 y le prometió buscar una solución satisfactoria para todos, mascullando qué consideraba la escuela fuerza mayor .

La madre de Jennifer contactó con el hospital y habló con H4, ya que la sedación de A1 era bastante fuerte. Para asegurarse de que lo que H4 le había contado era cierto, para luego llamar al director del hospital, que le proporcionó acceso a la enfermera de la habitación de Jennifer. Después de hablar con esta, se hizo una mejor idea de la situación. El estado clínico lo tenía claro y su propio médico monitorizaba las constantes de Jennifer. Volvió a hablar con H4.

—No me gusta llamarte H4. ¿Me puedes decir tu nombre?

—H4, Daphne H4. Pero he hablado con B2 y oficialmente me debo considerar en la escuela. Lamento mucho lo ocurrido. De verdad. Y las molestias que le estoy ocasionando. Ha sido todo culpa mía, señora Hawking— contestó Daphne.

—Dejemos eso por ahora, llámame Gwen. Entiendo que estás saliendo con mi hija. Ya sé que las relaciones hoy en día son complicadas y confusas, pero nada de eso importa. Si tuviera un hijo que estuviera saliendo contigo, haría lo posible por ayudarte y no haré distinciones con Jennifer por ser mujer. Me gustaría que fueras sincera conmigo y me dijeras lo que necesitas.

—No necesito nada, pero puede que tengamos un problema en la escuela. Quizás me sancionen y eso también supondría una sanción para A1... para Jennifer— matizó Daphne...

—Lo dudo mucho. Te aseguro que a la escuela le gusta el dinero más que los líos. Y en mi familia tenemos buenos abogados. Pero has hecho bien en decírmelo. ¿Tú necesitas algo? ¿Quieres que vaya?

Daphne negó con la cabeza sin darse cuenta de que no tenía conexión visual.

—No, señora Gwen.

—Gwen, a secas, querida Daphne. Te agradezco que estés con mi hija— corrigió Gwen.

—Gracias, Gwen. De verdad que no necesito nada, salvo quizás el uniforme de la escuela. Y me gustaría que trajesen algunas de las cosas de A1, si no es demasiada molestia.

—¿No has traído las cosas de la casa? Mi ordenador me informa que estuvisteis allí. Puedes ir a buscar lo que necesitas.

—No, señ... No, Gwen. No tengo acceso. El control por voz sólo lo tiene A1.

—Entonces no tienes dinero ni tableta.

—Es una descripción bastante exacta. La de A1 está en la casa.

—Bueno, hay cosas que sí puedo solucionar. No vale la pena que vayas a casa, pero en un rato tendréis dos tabletas allí. Y algo de ropa para Jennifer.

—No es una buena idea. Debemos llevar la ropa de la escuela, aunque Jennifer está en la cama y supongo que con su camisón tendrá bastante.

—Voy a ver que puedo hacer. Apunta este código: WHIS40G. Desde cualquier terminal o teléfono comunicarás conmigo, gratis. Luego te llamo. Gracias, Daphne. Considérame tu madre.

—Gracias, Gwen.

La madre de Jennifer llamó primero a uno de los bufetes de abogados de la familia. Quería conocer el informe policial y todo lo que habían hecho Jennifer y Daphne desde que habían salido de la escuela. Así como quién era Renoir. Fue muy clara. Les dio tres horas para que la información llegase a su terminal.

Localizó al proveedor de tabletas más cercano al hospital. Habló con el encargado y le dijo que necesitaba dos tabletas electrónicas de última generación y acceso mundial. El encargado le dijo que eran bastante caras. Gwen le especificó que quería una sencilla para la paciente de la habitación 521 del hospital que tenía enfrente. La más sofisticada debía de ser para su acompañante. Podía entregar las dos a ésta última persona. Pero que no tenían documentación. El hombre se negó a entregar un pedido en esas condiciones. Si no podía identificar a los destinatarios se podía buscar líos. Gwen se lo pensó un poco y le dijo que vendría una enfermera documentada a buscarlas en unos minutos. La enfermera se presentó casi de inmediato. H4 recibió la mejor tableta del mercado. Acceso mundial a todas las bases de datos, sonido enfocado a los oídos sin necesidad de auriculares y sin molestar a nadie que estuviese en la habitación. Videoconferencia real con desfase menor a 1 milisegundo.

Mientras, Gwen habló de nuevo con B2, que ya había hecho acopio de unas cuantas prendas y calzado para A1. Y un uniforme completo de H4. A Gwen le costó un poco entender la situación real de H4 en la escuela, pero no quería meterse en política académica en esos momentos. A los cinco minutos llegó un courier y el mismo mensajero preparó el paquete con las cosas que le entregó B2, que se fue a clase bastante aliviada de poder quitarse el marrón de encima.

Gwen volvió a llamar a H4 y le explicó que podría atender las clases desde la tableta en unos minutos. Podía ir preparándose, aprovechar para comer algo o ir al servicio. Preguntó por Jennifer de nuevo, pero dormía como un lirón. Daphne le explicó que sin un uniforme oficial no podía atender la clase. Tendría que esperar. Empezaba a ver de dónde había sacado Jennifer su carácter.