Historia de una transformación (4)
La forma de vida como una chica empieza a ser una realidad.
Él ultimo año de carrera fue muy duro, estudiaba muchas horas para no tener que examinarme en el mes de septiembre de ninguna asignatura como me había sucedido el año anterior.
Con las recetas que me había dado él medico, compre los medicamentos y empecé a principio del año con la medicación.
Tenía que tomar una pastilla para eliminar la producción de hormonas masculinas durante seis meses antes de empezar a tomar las hormonas femeninas.
Él calculo que había hecho, me situaba en el mes de junio para empezar dicho tratamiento y ya tenía que vivir en mi casa. Las pastillas no me producían ninguna contraindicación, pero notaba que el pelo de la cabeza era algo mas fuerte y había disminuido la fuerza con que salía el pelo en el resto del cuerpo. Las cejas las estaba depilando poco a poco para conseguir la forma que a mi me gustaba y mejor me sentaba.
Los exámenes finales empezaron en el mes de mayo acabando a mediados de junio. Al finalizar tenia ya dos empresas en las que podía colocarme, opte por una que se encontraba bastante separada de la casa de mis padres y además me había ofrecido unas mejores condiciones.
Mi imagen era a la vista de mis padres la de un joven desaliñado, incluso un poco sucio con el pelo largo sin arreglar. En la comida, comente a mis padres que ya tenía trabajo y que había buscado un piso para independizarme, a mi madre no le gusto mi decisión, comentándome que eso sería mejor cuando me casara, mientras podría vivir en su casa.
Sin embargo mi padre me animo a que me fuera para iniciar mi vida, ninguno de los dos podían imaginarse porque deseaba tanto tener mi propia casa, aunque mi madre estaba bastante convencida de mis intenciones.
A la semana siguiente tenia ya un pequeño apartamento apalabrado para empezar a vivir solo a primeros del mes de agosto. Durante la mayor parte del mes de julio me dedique a amueblar el apartamento, para a primeros del mes de agosto trasladarme definitivamente.
Al mismo tiempo que me trasladaba, empecé a trabajar en una empresa de diseño. Éramos cuatro personas en el departamento, una secretaria un publicista otro diseñador y yo. Me acogieron estupendamente y rápidamente éramos todos una sola persona ayudándonos mutuamente.
El primer mes de trabajo fue de tramite para enterarme como se tenían que hacer las cosas, media empresa estaba de vacaciones y la otra media se dedicaba a que la maquina no se parara.
Todos los días llegaba a casa a las cinco de la tarde y me ponía a trabajar en proyectos de la empresa y a decorar la casa. Mi madre aparecía casi todos los días con el único propósito de vigilarme, me ordenaba los armarios seguramente buscando algo que ella no quería encontrar porque aun no lo había comprado.
El trabajo consumía todo mi tiempo y mis pensamientos, parecía que mis tendencias sexuales habían cambiado. No tomaba las pastillas para controlar la producción de hormonas masculinas y me estaba empezando a crecer el pelo en diversas zonas del cuerpo.
En el mes de septiembre el trabajo empezó a ser bastante mas duro, las propuestas había que sacarlas en muy poco tiempo para poder competir con las otras empresas del sector. Las reuniones se convocaban una detrás de otra y las ideas se multiplicaban en cada una de ellas, para empezar inmediatamente a desarrollarlas.
Los fines de semana quedábamos los compañeros de trabajo para salir y siempre comentar algún tema que no habíamos concretado en el día, era agobiante.
Con ese ritmo no podríamos seguir por mucho tiempo, pues el agotamiento podría con nosotros. Pasaron tres meses y por fin el trabajo se normalizo, teníamos una jornada laboral bastante relajada, todos los trabajos salían en el tiempo y en la forma. Me había convertido sin pretenderlo en el líder del grupo de trabajo y nadie empezaba ningún trabajo sin consultármelo. Mi imagen, era de un joven con el pelo bastante largo, gafas de concha muy gruesas para intentar disimular mis pequeñas cejas y sobre todo mi cara aniñada, mejor dicho femenina.
En el mes de febrero el presidente de la compañía me llama a su despacho porque quería fundir dos departamentos en uno solo y quería que yo fuese el director coordinador de ambos por supuesto con un considerable aumento de sueldo.
A primeros de marzo empezamos a organizar los dos departamentos, la secretaria de nuestro grupo fue la que se convirtió en mi secretaria particular.
Cuando llegaba a casa procuraba desconectar del trabajo de la oficina, pensando en otras cosas. Cuando estaba organizando un armario donde tenia algunas medicinas aparecieron las pastillas para controlar la producción de las hormonas masculinas, en ese momento sentí un escalofrió que recorrió todo mi cuerpo recordando las veces que me había convertido en una preciosa chica.
Toda la tarde estuve pensando que era lo que debería hacer, seguir con el trabajo que me absorbía 24 horas al día o disfrutar parte del día y trabajar solo las horas el día que estaba en la oficina o con reuniones con los clientes.
Mis recuerdos pudieron con el trabajo y volví a empezar a tomar la medicación. Acababa de cumplir los veinte años y quería ser feliz en mis dos personalidades.
Mi aspecto había cambiado, estaba algo más gordo, me había crecido algo de pelo en el cuerpo y la barba había empezado a extenderse por mi cara. El pelo me gustaba llevarlo largo pero carecía de la fuerza que en el último año de universidad había tenido.
Durante los tres meses siguientes no deje el tratamiento y poco a poco fui comprando todo lo que iba a necesitar cuando volviera a ser Natalie. Era bastante complicado conocer la talla que necesitaba, por lo que procuraba enterarme de ella entrando en internet.
Empecé un régimen para perder los kilos que me sobraban no podía volver a ser la chica de años atrás con el volumen que había obtenido por mi dejadez y falta de ejercicio.
Tenía ya tres juegos de braguitas y sujetador, dos corsés, pantis, medias ligueros, pantalones, faldas, dos trajes de chaqueta, varios vestidos, etc. Todo ello lo había comparado sin tener en cuenta si podía combinarlo o no, fueron compras que hice bastante alocadamente, casi siempre por correo.
Mi trabajo se desarrollaba perfectamente con las entregas de cada trabajo en tiempo y forma, pero cuando salía de la oficina, mi cabeza empezaba a trasladarse a otro lugar.
Llevaba cuatro meses de tratamiento y volvía a notar como mi pelo se estaba haciendo mas fuerte, había disminuido mi apetito sexual, y el pelo del resto del cuerpo era bastante mas fino. Mi pene que siempre había sido pequeño parecía serlo aun más en estos momentos, y los testículos eran bastante menos voluminosos.
A primeros del mes de junio, empecé a tomar las hormonas femeninas compaginándolas con el otro tratamiento. Durante el mes de julio no note ningún tipo de cambio, pero sin embargo me sentía mucho más tranquilo y comprensivo con la gente de la oficina. Empecé a practicar con mi voz para acomodarla a unos tonos más bajos y poder así conseguir una tonalidad como la que había tenido años atrás, acorde con mis futuras intenciones.
Cambie la cerradura de la puerta para que mi madre no pudiera entrar en mi casa sin mi permiso y encontrara toda la ropa que hasta ese momento había comprado. Empecé a planificar mi nueva salida a la calle como Natalie, después de casi un año sin haberlo hecho.
Durante el mes de agosto, depile con sumo cuidado todo mi cuerpo utilizando cremas retardadoras del crecimiento del pelo y en la terraza de mi casa, empecé a tomar el sol con un pequeño bikini que me había comprado, me encantaba verme delante el espejo con las marcas de las dos piezas del bikini en mi cuerpo. Empeza a sentirme un poco como la chica que quería ser y para ello planifique mi próxima salida para el mes de septiembre.
Tenia todo lo necesario y lo más importante las ganas de hacerlo, había conseguido en prácticamente dos meses un cuerpo sin nada de pelo y una piel totalmente suave. Notaba en algunos momentos una mayor sensibilidad en el pecho que en otras ocasiones, debía ser por las hormonas que estaba tomando. Además de las pastillas había comprado a traves de internet, un gel hormonal que extendía por el pecho dos veces al día aumentando así la eficacia del tratamiento.
Practicaba todos los días el maquillaje y tanto por las mañanas antes de salir de casa como por las noches antes de acostarme, me aplicaba una crema de día o de noche en la cara.
Me había desaparecido ya algo de barba y la que tenía era bastante más fina que meses atrás. No había dejado de depilarme las cejas por lo que no había nadie en la oficina que se pudiera dar cuenta que la imagen de mi cara estaba empezando a cambiar.
Había adelgazado los kilos que pretendía y mi imagen era ya más fácil de admitir la trasformación que yo deseaba.
A primeros del mes de septiembre empecé a notar algo mas volumen en la zona del pecho y sobre todo una mayor sensibilidad en los pezones. Cuando me colocaba el sujetador e introducía las prótesis en su interior, podía obtener un resultado muy satisfactorio superior al que obtuve con el sujetador especial de Mari en casa de mis padres.
No sabia si esperar un tiempo para realizar la nueva salida con un pecho algo mayor o realizarla en la fecha prevista a mediados del mes de septiembre. Tenia muchas ganas de volver a ser esa chica que tan buenos ratos me había proporcionado y con el cuerpo que a mí me gustaba tener. Todas las noches desde hacía quince días, dormía con un camisón y una braguita.
Una semana antes de la salida, mi secretaria que pretendía que saliéramos juntos, me dijo que me encontraba bastante cambiado. Le dije que había adelgazado bastante y eso se notaba, pero ella insistía diciendo que mi cambio era en otro sentido y no sabia en cual.
La verdad es que yo no notaba ningún cambio pero algo tenia que haberme cambiado después de casi diez meses de tratamiento. Procuraba en las reuniones del departamento ser bastante agresivo exigiendo el máximo a todos mis colaboradores e incluso levantando la voz de vez en cuando.
Todas las tardes al llegar a casa, repasaba todos los detalles que me harían falta en mi nueva salida, no quería que me faltara ni uno solo.
Por fin llego el día, un jueves a mediados del mes de septiembre, había dejado todo preparado el día anterior y en la oficina el trabajo estaba perfectamente distribuido para poderme ir una hora antes.
Me encontraba eufórico porque iba a volver a ser la chica que quería y eso creo que se notaba en mis relaciones en la oficina, de nuevo mi secretaria al llegar por la mañana me dijo que me encontraba más guapo que otros días. Al entrar en mi despacho me mire al espejo y no me pareció notar ningún cambio, pero era ya la tercera vez que me lo decía y eso era para tenerlo en cuenta.
Salí de la oficina dispuesto a que mi nueva salida fuera la mejor, compre un plato de comida preparada y un refresco y fui directamente a mi casa. Al entrar por la puerta note la rara sensación de necesitar transformarme en una preciosa chica y eso iba a suceder en poco tiempo.
Colgué mi ropa en el armario quedándome totalmente desnudo, aun se notaban las señales el bikini en mi pecho, fui al cuarto de baño para ducharme y empezar mi nueva vida como una chica.
Al salir de la bañera, sentí que era otro, mejor dicho "otra" que mi cuerpo había cambiado y que aun faltaba lo mejor de ese cambio. Saque un nuevo producto que acababa de llegarme de una tienda de internet, se trataba de una vagina de silicona, con la que podía orinar como una chica e incluso poder tener relaciones de la misma postura que cualquier mujer, me puse una braguita y el sujetador con las nuevas prótesis que empujaban mi creciente pecho hacía arriba. Con un albornoz de ducha me abrigue para acabar de secarme el pelo con el secador y con el cepillo me lo recogí hacía detrás estirándomelo lo mas que pude llegando a hacerme daño.
Las zapatillas que me había comprado para estar en casa, tenían un poco de tacón y estaba acostumbrado a llevarlas desde el mismo día en que me las compre.
En la cocina calenté el plato que había comprado y me fui al salón a comerlo encendiendo la televisión, al terminar recogí el plato y el vaso que había utilizado llevándolo a la cocina.
Empecé por colocarme las uñas postizas que había comprado, antes de maquillarme y vestirme. Pretendía que el reflejo en el espejo fuera lo mas parecido al de una chica.
Después de limarlas las pinte con uno de los esmaltes de uñas que había comprado, teniendo especial cuidado en no salirme de la superficie de la uña. Cuando se encontraban ya secas me dirigí al cuarto de baño para empezar el maquillaje.
Definí con cuidado las cejas, maquillando a continuación la cara y cuello. Aplique polvos marrones en las zonas de la cara que quería disimular para posteriormente empolvarme toda la cara y cuello con polvos transparentes.
Pasaron unos minutos y retire el exceso de polvos con una esponja ligeramente humedecida, el resultado era de una cara totalmente femenina, habían desaparecido mis pocos rasgos masculinos. Para evitar que los ojos se irritaran fue necesario depositar en ellos unas gotas especiales, colocando a continuación unas lentillas de color gris que siempre eran las que utilizaba cuando me convertía en Natalie.
El maquillaje de los ojos aplicando las sombras en los párpados definió su forma y el lápiz perfilador negro el contorno de los mismos, difuminándolos hacía el exterior. La mascara de las pestañas culmino la definición de una de las partes más expresivas de la cara.
Con el lápiz perfilador labial, marque el contorno de los labios, procurando agrandarlos lo más posible, rellenándolos posteriormente con la barra de labios, el colorete finalizo uno de los mejores maquillajes que había realizado hasta la fecha.
Mis manos con una forma totalmente femeninas habían realizado un excelente maquillaje y el conjunto empezaba a conformar la mujer que había en mi interior que de nuevo empezaba a renacer.
Eran casi las seis de la tarde y todavía quedaban varias horas de sol, decidí salir a la calle aunque no hubiera oscurecido, me encontraba muy contenta con mi imagen que no tenia nada que envidiar a las anteriores.
De las dos pelucas que había comprado, elegí una de color castaño rojizo, la que había utilizado en casa de mis padres el verano que me quede con mi abuela y que mi madre no pudo encontrarme. Me daba una forma a la cara que me gustaba y además dejaba ver parte de los lóbulos de las orejas de los que colgaban los pendientes.
La ajuste perfectamente a la cabeza, recogiendo en su interior mi pelo actual, y a continuación empecé a peinarla como había aprendido. Al finalizar, utilice un poco de laca para fijar el peinado que completaba el rostro más femenino que había logrado desde mi primera trasformación.
Saque del armario un vestido con tonos rojos oscuros de corte bastante moderno, con escote en pico y una falda ajustada. El escote dejaba ver mi pecho con una hendidura perfectamente definida.
Al calzarme los zapatos de tiras de color claro, las uñas pintadas de los pies destacaron los mismos, el tacón era de diez centímetros por lo que mi cuerpo ascendió del nivel del suelo, como había sucedido otras veces, apretando mis nalgas y estilizando mis piernas. Delante del espejo comprobé el buen trabajo realizado y como todo mi cuerpo rezumaba la feminidad que salía de mi interior.
El bolso a juego con los zapatos empezó a recibir todas las cosas que una mujer introduce en su interior, neceser de maquillaje con barra de labios, perfilador, mascara de pestañas maquillaje en polvo y rubor para los pómulos. Documentación, el monedero con dinero suelto, billetero con tarjetas, llaves de la casa, perfume, crema de las manos, pañuelos de papel, toallitas húmedas, elixir bucal y varios preservativos.
De un pequeño joyero extraje unos anillos que había comprado, unas pulseras y un bonito reloj. Me coloque las sortijas, pulsera y reloj que resaltaron las manos, con un poco de perfume en el cuello y muñecas acabe de arreglarme, una chaqueta entallada de tonos claros fue la ultima prenda con la que acabe de vestirme para volver a salir a la calle como una preciosa chica.
Ya en la puerta de casa, volví a mirarme en el espejo que tenía en la puerta, comprobando que no había duda en que el reflejo en el espejo, era una verdadera chica. En el descansillo llame al ascensor, para acceder al portal y poder salir a la calle y mezclarme con la gente que por ella paseaba.
En el portal me cruce con unos de los vecinos de mi planta, que me miro y saludo. Ya no tenía ningún inconveniente en cruzarme con personas a las que conocía como me sucedía hacía años. En la calle, comencé a andar hacía la parada del autobús que todos los días por la mañana tomaba para ir a la oficina. Al subir al autobús note como con la falda que llevaba era complicado hacerlo sino o hacía de lado, pase el abono transporte y me coloque en la zona central del autobús.
A mi lado había dos chicos jóvenes de unos dieciocho años, no hacían mas que mirarme, me asuste pensando que me habían descubierto pero enseguida escuche como hablaban de mi pecho, lo que me resulto muy agradable e intente exhibirlo aun más.
En la zona de comercial, descendí del autobús para entrar en el Centro Comercial, quería ir de compras como una chica y no como lo había hecho meses atrás contando historias bastantes inverosímiles.
Empecé por la ropa interior, quería comprarme un conjunto nuevo de sujetador y braquita. Cuando estaba eligiéndolo, una dependienta se acerco, diciendo: "La puedo ayudar señorita", me quede sin habla. Reaccione bastante rápido, aun no me había acostumbrado a que era una chica, respondí pausadamente que estaba buscando un conjunto como el que tenia de mi talla. Busco entre todas la que había solicitado y me pregunto si quería probármelo. De nuevo me quede paralizada, pero la conteste afirmativamente.
Pase al probador para comprobar como me sentaba el conjunto, delante del espejo me deleite con mi imagen en un probador de señoras por primera vez en mi vida de chica.
Al salir entregue el conjunto abonando su importe, al preguntarme si necesitaba alguna otra cosa me acorde que no-tenia ninguna faja para pantalones, por lo que pregunte por ella, me enseño varios modelos, de los cuales elegí una volviendo al probador.
La experiencia había sido maravillosa, me sentía totalmente una chica porque mi cuerpo así lo reflejaba en todas sus zonas y en mi interior sucedía lo mismo.
Pasee por la planta de señoras mirando cada prenda que me gustaba, acercándome a los espejos comprobando como me sentaría.
En la zona de perfumería y belleza, me sentía muy bien como la chica que era, preguntando por los productos de belleza, maquillajes y perfumes. Me gusto una de las barras de labios y después de informarme con la dependienta, la compre con la laca de uñas que hacía juego.
Llevaba un buen rato observando a un chico bastante bien parecido que parecía me seguía, no le di importancia. Como me había gastado el dinero que llevaba, me dirigí a un cajero para sacar mas dinero por si compraba alguna otra cosa, quería ver unos zapatos de tacón de vestir.
Llevaba mucho tiempo sin orinar y empezaba a tener ganas, además estaba un poco hambrienta por lo que decidí acudir a la cafetería. Me senté en una mesa, el camarero me preguntó que quería tomar. Me encontraba tan en mi papel de chica que no tenía ningún miedo en entablar cualquier tipo de conversación, había conseguido entonar y vocalizar de forma que mi voz podía pasar perfectamente por la de una chica.
Mi cabeza recordaba mis primeras salidas, como había empezado a cambiar mi vida de chico por la de una chica con la que me encontraba mucho mejor. Con estos pensamientos llego el camarero con la consumición dejándola sobre la mesa sirviendo la bebida. Tome el vaso y acercándomelo a la boca, al levantar la vista me encontré con el chico que me había estado siguiendo, sonrió y me pregunto si se podía sentar.
Acedía su petición porque estaba deseosa de que algún chico se acercara a mí, nos presentamos e iniciamos una charla intrascendente. Era un universitario que estaba estudiando fuera de su casa, de familia bastante pudiente según pude deducir.
Llevábamos mas de media hora hablando, me levante diciéndole que iba al baño a empolvarme la nariz, como había oído decir muchas veces a otras chicas. Entre en el baño de señoras en una de las dos cabinas que había, me subí la falda, baje la braguita y me senté para orinar. Era la segunda vez que lo hacía con la prótesis, al finalizar con un trozo de papel me limpie volviendo a ponerme las braquitas y bajándome la falda.
Al salir, había otra chica frente al espejo en los lavabos, me coloque en el otro lavabo y empecé a arreglarme el pelo con el cepillo que llevaba en el bolso, a continuación retoque el maquillaje, me perfile y pinte los labios.
Al llegar a la mesa mi acompañante, había pagado la consumición y me esperaba para salir de la cafetería, me pregunto si me apetecía ir a cenar con él, a lo que le conteste que si, lo estaba deseando.
Salimos del centro comercial paseando por la calle, le comente que quería comprarme unos zapatos de vestir y que no los había encontrado en el centro por lo que pensaba ir a alguna zapatería de la zona.
En el escaparate de una de ellas encontré lo que estaba buscando, unos preciosos zapatos de tacón de aguja de doce centímetros, abiertos por los laterales. Entramos en la tienda y pedí a la dependienta que sacara mi numero. Sentada en una de las sillas de la tienda, me calce uno de los zapatos, me gustaba el efecto que hacía, le pedí el otro para comprobar como me sentaban de pie. Me indico un espejo donde podría apreciar el efecto sobre mi pie. Me desplace unos pasos por la tienda comprobando su comodidad y preguntando a mi acompañante como me sentaban, su contestación fue como la de casi todos los hombres. No entendía como me sentía en ese momento con esos zapatos, como me gustaba que me mirase la gente que estaba en la tienda y sobre todo él. Era una lucha imposible, así que saque del bolso el dinero y pague los zapatos.
Paseamos hasta el aparcamiento donde estaba aparcado su coche en el centro comercial. Guardo los paquetes de mis compras en el maletero y me abrió la puerta para que entrara en el coche.
Al salir del aparcamiento le pedí me llevara a mi casa para dejar las compras y cambiarme. No hace falta, me dijo estas preciosa así. Insistí sobre todo porque quería dejar las compras y arreglarme un poco.
En diez minutos estábamos en el portal de mi casa, le pedí solamente diez minutos de espera a lo que accedió.
En mi casa deje las compras sobre la cama y en cuarto de baño, me volví a arreglar el pelo peinándolo cuidadosamente y repase el maquillaje. Volví a utilizar las sombras de los ojos y la mascara de las pestañas, para retocar algunas zonas y sobre todo retoque la zona de la boca delineando perfectamente la misma y rellenándola con la barra de labios. Había tardado veinte minutos pero había valido la pena.
En el ascensor saque del bolso el perfume para aplicármelo en cuello y muñecas y la crema de las manos para suavizarlas aun más.
Al subir al coche me enseño el reloj diciéndome que había tardado diez minutos mas, a lo que conteste si había valido la pena.
Tomamos la carretera nacional VI, desviándonos hacía la zona de la sierra a un pequeño restaurante donde parecía le conocían. El aparcacoches le saludo por su nombre y al entrar el metre hizo lo mismo.
Era un pequeño restaurante con apenas diez mesas y una pequeña zona anexa con una pista de baile, estaba casi lleno, pero no hubo ningún problema para encontrar mesa.
Nos acomodamos en la que había libre y comenzamos a cenar, charlando amenamente de todo tipo de temas, era una persona muy agradable. Empecé a pensar si debería decirle que era un travestí, pero no quería perder la oportunidad que en ese momento tenía de sentirme una chica.
Terminamos la cena y pasamos a la zona de baile, una música melodiosa acariciaba los oídos, me acerque al baño dejándole con uno de los camareros.
Al volver todavía seguía charlando, me acerque a ellos y le oí decir que era una facilona, que en una hora estaríamos en un hotel. Esas palabras me molestaron, la verdad es que quería estar con él pero de otra manera. Al pasar junto a ellos, le dije que iba hacía la mesita que nos habían asignado y espere a que llegara, colocándome de manera que cuando llegara se encontrara frente a mí.
Se sentó a mi lado izquierdo y lo primero que dijo es que estaba preciosa, para a continuación pasar su brazo sobre mis hombros acercándome a él. Junto su cara con la mía, el olor del perfume empezó a causar sus efectos le notaba bastante excitado, besaba mi cuello pero mi reacción no era como otras veces. Poco a coco su mano izquierda que se encontraba sobre mis rodillas empezó a subir entre mis suaves piernas, le deje acercarse de forma que comprobara lo que yo quería la abertura. Inmediatamente le retire la mano, diciéndole que iba muy deprisa. Estaba realmente alterado así que pensé que era el momento de descargarle, me levante y nos dirigimos a la pista de baile.
Pase mis brazos sobre su cuello y él me oprimió sobre su hermoso aparato, notaba como palpitaba. La melodía era cadenciosa y admitía movimientos lentos de un cuerpo sobre el suyo. Me movía al ritmo de la música, frotando mi cuerpo sobre el suyo, me oprimía aun más sobre su pene porque se encontraba excitadísimo.
En la tercera canción intento separarse, pero actué con celeridad para conseguir que se corriera, note como se separaba de mí intentando que no le pasara. Me pidió que fuéramos a la mesa, llevaba un pantalón de tergal bastante fino de color beige claro, que inmediatamente empezó a marcar una zona bastante grande húmeda. En vista de las circunstancias creí conveniente que nos fuéramos del local, pidiéndole que me acompañara a mi casa. Bastante enfadado accedió. En el coche me dijo que a él normalmente no le sucedían estas cosas, le conteste que no tenía importancia.
Al llegar a mi casa, pretendió acompañarme pero se lo negué por lo que empezó a ponerse nervioso comenzando a gritar e insultarme. Le pedí por favor que se calmara que otro día volveríamos a vernos y acabaríamos lo que hoy no habíamos hecho, pero no se calmaba.
La calle estaba casi desierta y no había nadie que pudiera ayudarme y sobre todo no quería que los vecinos se despertaran y pudieran descubrirme. Por la acera contraria pasaba en ese momento un chico joven que se acerco para preguntar si necesitaba ayuda, al verlo mi acompañante bajo el tono y se retiro montando en su coche.
El chico que había acudido en mi auxilio preguntó si me encontraba bien, le conteste que si dándole las gracias. Me acompaño hasta el portal, con la luz del mismo pude ver su cara, el corazón me dio un vuelco, era Luis, mi amigo. No me reconoció porque había cambiado muchísimo desde aquella vez en el bar junto a mi casa en el que habíamos quedado.