Historia de una puta amateur - 4

Cambio de empresa y nuevos horizontes que se abren. Tras un cambio de empresa, nuestra protagonista se adentra en otras variantes del sexo que la llegan a enganchar.

Pasó el tiempo y varios proyectos, en los que en mayor o menor medida tuve que emplear mis habilidades (y no las curriculares precisamente) para sacar cosas adelante. En algún caso fue necesario motivar a algún empleado mío o sacarle un esfuerzo extra. Por supuesto, de cara a él, había sido un ataque de debilidad mío que no se debería repetir.

También es cierto que mi propias capacidades y conocimientos en lo laboral fueron imprescindibles para la resolución de muchos de los escollos que surgían.

Mi imagen en la empresa era impecable, de persona eficaz, y en consonancia, mi sueldo y los bonos que percibía iban a más.

Los escarceos con algunos empleados no manchaban mi imagen ya que en una empresa bastante machista en general daban por supuesto que las mujeres tenemos a veces momentos de debilidad.

El problema estaba en que para ascender todos los puestos de arriba estaba ocupados y habría que esperar tiempo, aparte del "techo de cristal" que hace que ninguna mujer haya llegado a puestos de dirección, así que accedí a una oferta que me llegó a través de un "head hunter" para un puesto de responsabilidad en otra compañía.

Como despedida, y por dejar puertas abiertas, le regalé a D. Severiano una noche de sexo que casi acaba con él.

En la nueva empresa ocuparía una dirección comercial. Ese puesto me atraía y no sólo económicamente. El único problema es que la dirección de la empresa la ocupaba Dª Nuria. De haber sido un hombre siempre me quedaba una posibilidad para resolver temas internos, pero siendo una mujer lo tenía más complicado.

Nuria era la típica ejecutiva. Vestía muy masculina y siempre iba muy arreglada. Su edad sería de unos 40 años y para esa edad se conservaba perfectamente. Delgada y algo más baja que yo. Por lo poco que sabía de la entrevista que tuve con ella estaba separada hacía años y vivía sola, así que estaba volcada en el trabajo y era muy exigente consigo misma y con sus empleados.

Si se presentaba un problema en mi trabajo, siempre me quedaría ir a ver a D.Severiano a que me readmitiese. Aunque supusiese un paso atrás, esto me quitaba algo de tensión y me haría afrontar el trabajo con más tranquilidad.

De todos modos, tenía cierto miedo de que se enterase de algunos de los metodos que usaba para captar mejor a los clientes.

El trato con ella al poco de incorporarme era fenomenal y muy cercano, a pesar de lo que inicialmente pensaba. Ejercía en mí una atracción dificil de explicar. Quizás sería admiración, ya que era una persona muy capaz. Las veces que departíamos a solas no dejaba de fijarme en sus facciones. Era bastante atractiva.

Quitando con algún cliente en el que la situación aconsejaba acelerar a mi manera la firma de un contrato, hacía mucho tiempo que no tenía sexo.

Por otra parte, sólo he tenido sexo con hombres y nunca con mujeres. Muchas veces me había apetecido probarlo pero nunca me había decidido. Alguna vez pensé que Nuria sería la candidata perfecta: la admiraba y era muy atractiva. Me transmitía además una sensación de seguridad que ninguna otra mujer me había dado. Además, y no sé por qué, tenía la impresión de que podría irla el rollo lésbico.

Antes de empezar mi abordaje a Nuria llame a D.Severiano para sondear la posibilidad de volver a mi anterior empresa, por si acaso. Cuando tuve claro que no había problemas empecé a trazar planes para llevarme a Nuria a la cama.

Una noche que nos quedamos tarde en la oficina, al salir la pregunté que si la apetecía tomar una copa. La verdad es que se la veía muy cansada e incluso llevaba el nudo de la corbata aflojado. Ya he comentado que la vestimenta de Nuria era bastante másculina y que llevase traje con corbata era frecuente, pero siempre iba impecable. Traté de convencerla diciéndola que por ese día ya estaba bien y que debía relajarse. Al final aceptó, no sin antes pasar por el baño a recomponer un poco la vestimenta y maquillarse.

Fuimos a un pub cercano a la oficina que era muy tranquilo y con decoración muy clasíca. Nos sentamos en taburetes en la barra y pedimos unos Gin-tonics.

Estabamos charlando muy distendidas cuando se nos acercó un hombre al que se le veía a la legua la intención de ligar. Se fue por donde había venido por que no le hicimos ni caso.

Nuria me conto que estaba cansada de que la reacción que tenían los hombres con ella. O bien les imponia mucho y ni se acercaban o bien se acercaban agobiandola demasiado. Por mi parte, ni me fije en el hombre ya que estaba embelesada con Nuria. Me estaba gustando y quería, ya decididamente, llevarmela a la cama.

Como la conversación empezó a entrar en temás de hombres y de lo que a veces agobiaban, yo ataqué diciendo que lo bueno sería que un hombre supiese comportarse como una mujer, a lo que Nuria asentía.

  • Tu imagínate un ejemplo -dije yo-. Si de pronto tú me entras, sabrías perfectamente como agradarme, ¿a que sí?

  • Si, claro -respondió Nuria-, pero yo para ir a ligar no me vestiría así. Esto es para el trabajo.

  • Bueno, a no ser que fueses a ligarte a una mujer, en cuyo caso así vas perfecta.

Ya me había lanzado a la piscina. Habíamos tomado ya dos copas y pensé que para seguir igual una tercera copa vendría bien ya que las que teníamos entre manos estaban casi vacías. Pedí al camarero otra copa que Nuria no rechazó.

Nuria siguió con la conversación que había dejado en suspenso. Eso me tranquilizó ya que de momento no la había enfadado.

  • Tú crees que a una mujer le puede gustar alguien así? -dijo Nuria señalandose

  • Por supuesto, Nuria -afirmé yo-. Eres muy atractiva y a cualquier mujer se lo pareces. Y si la mujer en cuestión tiene curiosidad por estar con otra mujer, tú eres perfecta.

  • No te habrás creido que soy lesbiana, verdad? -dijo sonriendo.

  • Jajaja, no, claro. Sólo era una apreciación -dije yo recogiendo velas-. Pero bueno, mujer -continué disculpándome-, es hablar por hablar, no?

  • Si, claro, pero nunca me había planteado que una mujer me viera así.

  • Yo misma -conteste- no soy lesbiana, pero sin embargo sí que te veo muy atractiva.

  • Tanto como para ligar conmigo? -preguntó Nuria con una sonrisa muy picara.

  • Jaja, igual sería cuestión de probar -dije yo entre risas tratando de quitar, en apariencia, hierro al asunto.

El juego me estaba mareando. Por un lado sabía que a la mínima podía meter la pata, por lo que tenía que decir las cosas como sin querer, pero Nuria daba pie a ciertas interpretaciones y cada vez la tenía más ganas.

  • Tu alguna vez has estado con una mujer? - me preguntó mirandome a los ojos.

  • No, nunca -me sinceré- pero es algo que no descarto.

  • Por ejemplo, conmigo?

  • Por ejemplo -afirmé.

Nuria me miro fijamente a los ojos durante unos segundos que se me hicieron eternos. Sentí miedo ya que no era capaz de saber en qué estaba pensando. Llamó al camarero y le pagó lo que habíamos bebido. Dijo muy seca que nos íbamos y yo ya me temía lo peor. Me la imaginaba cabreada conmigo y maquinando el motivo para despedirme.

Nada más salir del pub, Nuria miró a un lado y a otro de la calle para asegurarse que no había nadie y me plantó un beso en la boca.

  • ¿Dónde quieres ir? -me dijo.

Menos mal! Todo había salido bien y ahora era el momento de disfrutar. Decidimos ir a su apartamento ya que estaba muy cerca. Por el camino me contó que ella nunca había estado con una mujer pero también, como yo, era algo que le picaba la curiosidad y que yo le parecía lo suficientemente atractiva y que yo era la única con la que tenía la confianza necesaria para intentarlo. Por mi parte la confese más o menos lo mismo, que era algo que desde que la había conocido había querido probar. Por supuesto, de camino guardamos las formas pero tras cerrar la puerta de su casa nos fundimos en un enorme y cálido beso. Se notaba que Nuria estaba muy falta de afecto y de sexo. Yo, por mi parte, había sido enseñada para complacer a hombres y no sabia como dar el máximo placer a Nuria, si bien me iba a ser muy fácil dejarme llevar.

Su casa era además de grande muy elegante y decorada de manera exquisita. Era, sin duda, confortable.

Poco a poco me fue llevando hasta su dormitorio. Yo dudé si seguir el guión que tenía con los hombres o actuar improvisando ya que con Nuria era una completa inexperta.

La quité el nudo de su corbata y la chaqueta. Ella al tiempo me quitó mi chaqueta. Nos abrazamos y nuestras manos recorrieron nuestros cuerpos. Nunca había tenido a una mujer así de cerca y las sensaciones que me trasmitía su cuerpo tan bien cuidado eran deliciosas. En esos momentos sentía un auténtico deseo por ella.

Besar su piel suave era una sensación nueva que me agradaba mucho. Me puse de rodillas y la quité el pantalón. Antes de que pudiera seguir, ella hizo lo mismo con mi falda.

Mutuamente nos fuimos desabrochando las camisas hasta que cayeron al suelo. Su piel blanca y suave tenía un tacto que me enloquecía. Vestía un conjunto de sujetador y braguita de lencería negra finísima. Yo por mi parte suelo cuidar mucho eso, por que nunca sabes cuando vas a tener que desnudarte, pero lo que yo llevaba era muy corriente comparado a lo que ella vestía.

Sus pechos pugnaban por salir de su sujetador, así que echándola las manos por detrás se lo solté. Ante mi tenía dos pechos casi perfectos, con una aureola en su justa medida y unos pezoncitos pequeños y apetitosos.

Mi lengua se deslizó de su cuello al canal que formaban esas dos montañas. Chupaba con avidez ya que quería devorarla. En un momento dado la empujé para echarnos en la cama y a su lado me entretuve un momento comiéndole sus pechos.

Nuria estaba disfrutando de mis atenciones y se dejaba llevar como hechizada por mis lamidas y embelesada en estas nuevas sensaciones que, estoy convencida, sentía por primera vez al igual que yo.

Mientras, mi mano bajaba por su vientre hacia su pubis. Haciendo dibujos con los dedos comprobaba que se estremecía cada vez más. Ella, como podía, intentaba liberar mis tetas de su cautiverio y al fin lo logró y con sus manos empezó a masajeármelas muy suavemente, como palpándolas para comprobar la sensación que le producía.

De nuevo volví a su boca. Nos besábamos salvajemente y nuestras lenguas exploraban nuestras bocas con descaro. Mientras, las dos nos tocábamos por todo el cuerpo.

Recuerdo especialmente la sensación de placer que experimenté cuando Nuria puso su mano sobre mi coño, había tocado lo justo y en el sitio justo como para que en ese mismo momento mi excitación se disparase.

Habitualmente cuando tenía sexo se trataba más bien de complacer a mi compañero y por tanto mi coño no siempre recibía las atenciones necesarias, pero esta vez Nuria se estaba empleando a fondo.

Al igual que ella yo deslicé mi mano a su entrepierna. Nuria dio un bote y un gemido que pudieron oir los vecinos. Mutuamente y sobre nuestras prendas los dedos jugaban recorriendo nuestros coñitos.

Decidimos desnudarnos por completo. Ahora sí que me enloquecía su dedo jugando entre mis labios. Nuria conocía perfectamente mi clítoris y como atacarlo. Ella gemía y se retorcia de placer también.

La excitación que acumulabamos hizo que al poco tiempo Nuria estallase en un orgasmo enorme y aceleró los toqueteos que me daba. Yo la correspondí con otro orgasmo y nos fundimos en un beso tierno a la vez que lujurioso.

Pasado el rato, nos miramos a los ojos y las dos entendimos sin mediar palabra que queríamos un 69. Con mi lengua fui bajando por su cuello, fui recorriendo sus pechos para bajar por su liso vientre hasta su pubis. Su vello recortadito me indicó que poco más abajo estaba su cueva, pero ya su olor la delataba. Me coloqué de forma que Nuria alcanzase mi vagina sin problemas y me concentré en besar y explorar con mi lengua un coño.

Nunca había visto uno tan cerca y me gustó el de Nuria. Tan rosadito que daban ganas de comérselo y eso hice.

Mi lengua recorrió de arriba a abajo sus labios y me detuve en la parte más baja. Ahí lamí por debajo del coño en dirección a su ano. De vuelta a su coño dejé mi dedo cerca de su ano para jugar un poco con su entrada trasera. Mientras mi lengua muy despacio trataba de introducirse lo más posible en su interior, mi dedo rodeaba su esfinter.

Nuria a su vez estaba comiendo ansiosamente mi coñito y me imitó con la estimulación anal, señal de que la estaba gustando y quería hacérmelo a mí.

Después de un rato que mi lengua estuvo follandola me concentré en su pequeño clítoris. Le daba lametones a los que ella respondía con espasmos. A mí me estaba haciendo ver el cielo y su dedito ya estaba dentro de mi ano, así que esta vez fui yo la que la imité y poco a poco fui insertándola.

Cómo se retorcia de placer! Ya mi lengua lamía descaradamente su clítoris buscando su orgasmo, pero ella contraatacó y me lamió de forma que no me pude contener y estalló dentro de mi un orgasmo bestial. Me agitaba pero ella agarrándome firmemente seguía castigándome con su lengua.

Hubo momentos en los que dejé incluso de comerla yo a ella de los espasmos de placer que estaba teniendo.

Cuando las sensaciónes bajaron un poco, me concentré de nuevo en Nuria. Introduje un dedo en su coño y con su clítoris entre mis labios lo chupaba y succionaba. Nuria empezó a convulsionarse hasta que llego a tener un orgasmo. Yo que me había mantenido al límite estallé en otro orgasmo.

Ahora era yo la que sujetaba a Nuria y seguía aferrada a su clítoris. Calculo que pudo tener dos orgasmos más seguidos.

Ya cansadas nos soltamos y descansamos. El coñito de Nuria rezumaba de sus flujos mezclados con mi saliva. Acerqué mi lengua y como quien prueba un manjar, la lamí hasta quedarla limpita.

Nuria se dió la vuelta y se colocó a mi lado. Nos fundimos en un beso que transmitía la gratitud de ambas por el buen rato que nos habíamos hecho pasar mútuamente. Ella me abrazaba como queriéndome fundir con ella. Permanecimos un rato más hasta que nos dimos cuenta de que nos ibamos a dormir.

Yo hice ademán de levantarme y ella tiró de mí hacía sí.

  • Dónde vas? -me dijo.

  • Se hace tarde, Nuria, y si nos quedamos dormidas...

  • Qué problema hay? -me interrumpio-, duerme aquí esta noche.

Me apetecia mucho compartir su cama esa noche. Pocas veces había dormido con alguien tras hacer el amor y Nuria era tan tierna que mis sentimientos en este momento estaban ciertamente confundidos. Me sentía realmente a gusto abrazada a Nuria y ese momento no lo hubiera cambiado por estar abrazada a un hombre. Asentí convencida de querer quedarme.

  • Vale, pero mañana me tengo que pasar por casa a cambiarme.

Seguimos con los besos, cada vez más tiernos y lentos hasta que quedamos las dos dormidas.

El día siguiente sonó el despertador sobre las 8. Nos levantamos sobresaltadas ya que teníamos una reunión a las 9 de la mañana. Aunque Nuria vivía cerca del trabajo, mi casa estaba más lejos, con lo que no podía pasar a cambiarme. Nuria me ofreció su ropa ya que la talla que gastábamos en algunas prendas era la misma. Entre bromas decidimos intercambiar los papeles de la noche anterior por si esa noche nos daba por repetir. Así ella se vistio con una falda, una blusa y una chaqueta y a mi me dió unos de sus trajes. Me puse la camisa y la corbata, pero el pantalón me quedaba algo corto, por lo que lo sustituímos por una falda muy ajustada y con un talle muy alto.

Para no entrar en la oficina juntas y evitar sospechas, yo me esperé un poco en una cafetería cercana mientras Nuria subía. Note que los tíos me miraban de una forma especial. Sería que Nuria tenía razón la noche antes?

Cuando subí a la oficina, al pasar hacía mi despacho, oí como murmuraban. Imagino que alguien habría reconocido algo de esa ropa como de Nuria al verme vestida a su estilo o que la estaba imitando.

No sé que pensarían, la verdad, pero tampoco me importó.