Historia de una puta amateur - 2

Ser prestada es parte de mi aprendizaje. Segunda parte de la serie donde la protagonista descubre que su amante presta sus servicios a un directivo.

Al día siguiente, Carlos y yo salimos un poco antes del trabajo ya que íbamos de compras. Carlos me llevó a unos grandes almacenes. Allí compramos varios conjuntos de lencería muy fina y que me hacían un cuerpo muy sexy. También varios pares de zapatos y botas muy altas con un tacón que no sabría si lo aguantaría.

Yo pensaba que nos iríamos a mi casa y haríamos el amor como el día anterior, pero Carlos me dijo que había que adecentarme primero, que lo de hoy también era parte de mi formación.

Con tal de agradarle hacía lo que fuera, así que si ese día quería otra cosa yo lo haría. Me dijo que tenía que depilarme, así que fuimos a una clínica de estética donde Carlos indicó a la chica que nos atendía que quería que me depilasen por completo. Yo hasta ese momento apenas había cuidado mi vello púbico, pero Carlos prefería que estuviera completamente depilada.

Terminaron de atenderme y ahí estaba Carlos esperándome. Quería que nos fuésemos a mi casa para enseñarle mi coñito completamente limpio de vello.

Acudimos a mi casa y lo primero que me indicó fue que me desnudase. Así lo hice y se puso a examinar con detalle mi coño. Por su cara, quedó completamente satisfecho con el trabajo de la esteticista. Sacó de las bolsas que traíamos un primer conjunto y me dijo que me lo pusiera. Me miré al espejo y la verdad es que me quedaba fenomenal. Parecía otra, y mucho más sexy. A continuación me dio unos zapatos negros para que me los pusiera y diese una vuelta.

Se me hacía muy complicado caminar con esos zapatos tan altos, así que Carlos decidió que tendría que aprender a andar así. Lo que sí veía es que me hacían un culo y piernas más estilizados.

Me hizo desnudar de nuevo y me fui probando uno por uno los zapatos y botas y andando con ellos hasta que mi andar ya era algo más natural. Carlos me comentó que por casa siempre andase con un par en particular, que no eran especialmente bonitos pero los había comprado para que aprendiera ya que su tacón era excesivamente alto.

Pasadas un par de horas Carlos se fue para su casa y allí me dejo, desnuda, con los tacones recorriendo el pasillo ida y vuelta.

Me lo tomé tan en serio que dos días después fui al trabajo con uno de aquellos zapatos. Las miradas de las compañeras eran de pura envidia, aunque me daba igual. Las de los compañeros eran de caérseles la baba. La verdad es que en ese momento decidí que no me bajaría nunca de unos tacones altos.

Carlos venía conmigo de vuelta a mi casa y todos los días seguíamos con mi formación que consistía en follar mis tres agujeros, como él los llamaba, y enseñarme a moverme y a agradarle. Con el tiempo había cambiado parte de mi vestuario con prendas terriblemente sexys que no podía llevar al trabajo. Yo estaba feliz satisfaciendo a Carlos así. A nivel emocional también Carlos poco a poco se implicaba más, con lo que mi felicidad era absoluta.

A las pocas semanas de comenzar con Carlos, en la empresa todos sospechaban de lo nuestro pero no había nada oficial. Surgió un proyecto nuevo para el que yo me veía no sólo capacitada, sino que quizás era la persona más indicada para llevarlo por mi formación previa. Una noche se lo comenté a Carlos y me dijo que buscaría el modo de hacer algo al respecto. Carlos llevaba muchos años en la empresa y ahora ocupaba un cargo de mayor responsabilidad y conocía bastante a la cúpula. Supuse que hablaría bien de mí y esas cosas.

A los pocos días Carlos me dijo:

  • Eres consciente de que tienes un arma muy poderosa?

  • A qué te refieres?

  • A tu coño. Con él podrías conseguir lo que quisieras.

  • Venga ya! -respondí incrédula.

Ahí quedó la cosa. La verdad es que hasta unos días más tarde no supe de que hablaba.

Al día siguiente me dijo que una de las cosas que nunca me había propuesto pero que le apetecía un montón era un trío. Yo era algo que no quería, pero Carlos me insistió que le gustaría verme con otro. Me recordó que yo acepté realizar sus caprichos y que a la primera de cambio me estaba rajando. Además, sería parte de mi formación.

Eso cambiaba la situación. Yo amaba locamente a Carlos y haría lo que me pidiese, así que no me quedó más remedio que decirle que sí, incluso cuando me contó que veía necesario que antes del trío me acostara con la persona seleccionada para ello sin estar él mismo.

Dos días después ya lo había preparado todo. Sería en su casa. Me dijo que acudiese con un vestido que tengo muy ajustado de un tejido muy vaporoso, con un escote de vértigo y con una raja en el lateral que deja toda mi pantorrilla a la vista.

Llegué a su casa y me dijo que esperase en el salón que el volvía en un instante. Y que pese a todo, procurase agradar a nuestro invitado como si fuera a él mismo. Difícil lo tenía puesto que a Carlos lo amaba y esto era más por obligación.

De todos modos, en mi formación Carlos había insistido mucho en que debía buscar el placer por el placer, sin importar con quién estuviera, de hecho muchas veces me follaba teniendo yo mis ojos vendados.

Me preguntó si prefería vendarme los ojos y le respondí que no, que quería pasar esa prueba con nota.

Carlos salió un momento y volvió con otro hombre, cuya voz me era conocida. Al entrar en el salón vi que con Carlos iba D. Severiano, el director de la empresa.

Dios mio! Me iba a follar D. Severiano. Es un hombre mayor, de unos 50 años. Parece conservarse bien aunque tiene una incipiente barriga, pero no muy grande.

  • Ahí tiene, D. Severiano, sírvase usted mismo -dijo Carlos señalándome.

  • Hola señorita, cuánto me agrada verla por aquí - me dijo.

Carlos muy discretamente salió de la habitación. Habíamos quedado en que pondría una cámara y él se masturbaría viéndome desde otra habitación, con lo que debía emplearme a fondo para excitar a Carlos.

Yo cogí a D. Severiano por la mano y lo coloqué frente a un sillón. Me arrodillé frente a él, lo descalcé y le bajé el pantalón. Quedé sorprendida por D. Severiano ya que tenía un miembro mayor, mucho mayor que el de Carlos. Él solo se quitó su camisa quedando casi desnudo frente a mí. Su estado físico, para sus 50 años, era envidiable. Lo senté en el sillón y frente a él, lo más sensualmente que pude, me desnudé por completo.

Me arrodillé de nuevo y con mis manos cogí su pollón, el cual masajeé hasta que empezó a tener consistencia. Realmente impresionaba esa polla y por un momento dudé si eso me cabría dentro, sobre todo por mi ano, pero por Carlos haría lo que fuera.

Cerré los ojos e imaginando que tenía el pene de Carlos empecé a recorrerlo con la lengua. D. Severiano empezaba a emitir soplidos que se convirtieron en aullidos cuando me introduje ese pollón en la boca. Apenas podía abarcarlo y me tuve que esforzar al máximo por meterla en mi boca. D. Severiano puso sus manos en mi cabeza mucho más delicadamente de lo que lo hubiera hecho Carlos nunca. Esa delicadeza me inspiró para hacerle una mamada que por momentos disfrutaba cada vez más.

Se removía en su sillón y gritaba:

  • Gracias, señorita, que bien me lo esta haciendo pasar.

Yo seguía mamándole como si fuera lo que más deseaba en el mundo hasta que noté que estaba cercano al orgasmo. En ese momento sacando la boca me puse frente a su polla con la boca abierta. Le masturbé un poco con las manos y su leche saltó por toda mi cara y dentro de mi boca.

Realmente me sentía mejor de lo que esperaba, ya que aunque no era a Carlos a quien se la mamaba, quizás era por la delicadeza con que me trataba D. Severiano y por lo que parecía disfrutar. Cuando terminó de eyacular volví a abrir la boca y a comerme ese tronco. Estuve un buen rato más devorando polla hasta que noté que se empezaba a desinflar.

Solté su polla y mirándole fijamente a los ojos, con cara de viciosa le dije:

  • Gracias por su leche, D. Severiano.

El hombre parecía entusiasmado. Cuando vi que su respiración se recuperaba un poco, puse una cara de amable sirvienta y le dije:

  • Tendría la amabilidad de follarme?

D. Severiano puso una cara de fastidio y respondió:

  • No, hija, hoy ya no puede ser. Me lo has hecho pasar como hace mucho tiempo que no lo pasaba y te lo agradezco mucho.

  • Siempre a sus órdenes, D.Severiano -respondí con cara de chica buena.

Ayudé a D.Severiano a vestirse y dándome las gracias sin parar salió de la casa de Carlos. Yo, desnuda como estaba, lo acompañe a la puerta y al cerrar y volverme vi a Carlos entusiasmado.

  • Te has salido!!! Has aprobado con nota!!!

Oír eso me excitó, tanto que allí mismo en el pasillo pedí a Carlos que me follase. Al final, y por un problema de espacio, terminamos en su habitación follando como locos durante un par de horas.

De vuelta a mi casa tuve un atisbo de sentirme mal por haber estado con otro hombre pero en realidad estaba muy satisfecha de ver como los hacía disfrutar. Sin duda lo del sexo me gustaba y Carlos había despertado a la fiera que había en mí.