Historia de una puta amateur - 1

O como pasar de ser una chica mojigata a toda una diosa del sexo. Primeros aprendizajes.

Para empezar, me presento. Soy una puta. Sí, así como suena, ya que me he acostado con muchas personas y en muchos casos por obtener algo. Nunca he cobrado dinero por ello, aunque a veces, y por pura diversión, me hayan entrado ganas de hacerlo pero es un límite que he preferido no traspasar.

Físicamente soy de una altura normal (1,73) aunque con tacones supero de largo los 1,80 e impresione. Mis medidas son 90-58-85 que se aproximan al famoso 90-60-90. Mi cara, según dicen mis amantes es bonita y mi pelo, aunque a veces he variado de peinado, suele ser largo y liso, de un color castaño claro, casi rubio. Mis ojos de color miel con rasgos verdes ayudan a hacer un rostro mas "angelical".

Ahora me encanta el sexo, cuanto más variado mejor, pero hubo una época en la que ni sabía lo que era. Os paso a contar un poco de mi historia.

A los 25 años recién cumplidos, tras terminar la carrera, entré a trabajar en mi primer trabajo. Hasta entonces yo había sido una chica dedicada a mis estudios y no muy aficionada a salir. Eso significaba que nunca había tenido relaciones con chicos y lo más atrevido que recordaba era un morreo con un chico del instituto a los 17 años. Como veréis, inexperta total.

Por supuesto que en esa época no me habían faltado ofertas para tener algún rollo, pero entre que no me interesaba el chico y el miedo a mostrarme tan inexperta me hizo rechazarlo.

En el trabajo todo el mundo era bastante correcto conmigo, aunque muchos compañeros a veces fuesen auténticos moscones, y eso que mi vestimenta no era provocativa ya que vestía normalmente con traje de sastre muy convencional y serio, predominando el color gris, y me maquillaba, los pocos días que lo hacía, de forma muy natural, sin estridencias.

A las compañeras a veces las notaba más tensas conmigo. Después supe que era una cuestión de celos y que más de algún lío que tenían con algún compañero se les había ido al traste al llegar yo.

Para el trabajo me apoyaba bastante en un compañero, Carlos. Carlos era quizás el más correcto y educado conmigo, siempre estaba atento a lo que me pudiera hacer falta para integrarme mejor en el equipo de trabajo y lo mejor de todo, nunca me agobiaba queriendo algo más allá del trabajo.

Pero fue pasando el tiempo y la amistad con Carlos fue a más. Tanto que yo me fui enamorando, aunque no apreciaba en él algo parecido. Como podía me controlaba para hacerlo notar lo menos posible aunque alguna señal sí que le enviaba.

Pasado el tiempo al salir del trabajo solíamos tomar alguna caña. Un día me armé de valor y le pregunté que si podía pasar por mi casa. Carlos era muy aficionado a la tecnología y yo tenía unos catálogos de televisores y estaba pensando cambiar el mío. Con esa excusa le llevé a mi casa, pero para mí supuso una decepción ya que se limitó a tomarse la bebida que le puse y aconsejarme qué televisor comprar. Se ofreció a ayudarme en la compra, eso sí.

Esa reacción de Carlos fue lo que me hizo decidirme a ir a por todas. Estaba locamente enamorada de él y haría lo que fuera por tenerlo. Aprovechando su ofrecimiento le pedí ayuda y ya de vuelta en mi casa tomaría la iniciativa.

Tenía miedo de todos modos a mi inexperiencia en el sexo, pero Carlos me parecía la persona ideal, que comprendería eso. Incluso llegué a pensar que él sería tan inexperto en estos temas como yo, ya que nunca le había oído hablar de que tuviese pareja y quizás el que no captase las señales que le mandaba se debiera a eso. Me parecía de lo más romántico que mi primera vez fuese también la primera vez de Carlos.

Para ir a comprar el televisor yo me había maquillado especialmente, tratando de estar muy atractiva. Me había vestido con unos pantalones que me dejaban el culo muy ajustado. Me había puesto un tanga (que había tenido que comprar ya que no solía gastar ese tipo de prendas) para que hiciese mejor forma y no se notase bajo el pantalón. Además llevaba una blusa con varios botones desabrochados que permitían una fácil visión de mi escote.

Tras comprar el televisor fuimos a mi casa. Allí tenía pensado declararme a él e incluso tener sexo si él quisiese. Ya he dicho que estaba loca por él.

Nada más entrar dejamos el aparato en la entrada y le hice pasar. Me volví hacía él y en un arrebato lo abracé y traté de besarle. Carlos, por contra, echó la cabeza atrás rehuyendo el beso.

  • Disculpa -dije- creí que...

  • No pasa nada, es que creo que no estamos preparados para esto -me respondió.

  • Que no lo estamos? Tu no sé, yo sí, Carlos, estoy loquita por tí.

  • Ya me imagino -respondió con suficiencia-, pero necesito que estés entregada al máximo

  • ¿A qué te refieres? -pregunté intrigada.

  • Lo que quiero es una mujer que sólo viva por mis caprichos, sean cuales sean.

Me quedé pensativa. Aunque me parecía extraño que un tío tan majo hablase así de repente, en realidad ese era mi caso, haría lo que fuera por él. Imaginaba que buscaba de mí una mujer muy tradicional, en casa y dedicada a él, y en ese momento era capaz de serlo si él me lo pedía.

  • Así estoy yo, Carlos -dije casi suplicando.

  • Estas segura?

  • Sí, completamente -afirmé.

  • Bien, veamos -dijo-. Desnúdate.

Aunque sorprendida por su petición, como si fuera un autómata me comencé a desabrochar la blusa. Hice un alto para decirle lo más tiernamente que pude que era mi primera vez, que era completamente inexperta y que me tendría que enseñar. Contestó que no le importaba mucho eso, casi que era mejor y que me enseñaría más de lo que yo imaginaba. Eso me tranquilizó.

Seguí desnudándome. Él se había sentado en un sillón frente a mi. Cuando me había quitado la blusa y los pantalones dijo:

  • Ese conjunto -se refería a mi ropa interior- hay que mejorarlo. Bueno, todo a su tiempo. Ahora ponte de nuevo los zapatos.

Me los puse y se quedó observándome.

  • No los tienes con tacón más alto?

Esos zapatos eran del tacón más alto que nunca me había puesto. Serian unos 6 centímetros y ya me parecía enorme. Le dije que no y me respondió que el día siguiente iríamos de compras.

Se levanto y dando unas vueltas a mi alrededor sin parar de observarme dijo:

  • Te voy a convertir en una diosa del sexo. Vas a disfrutar mucho y yo también, claro.

Eso me encanto oírlo ya que significaba que querría algo conmigo. Inconscientemente me moví para abrazarlo pero alargo sus brazos y puso sus manos sobre mi pecho. Eso me detuvo y no pude abrazarle.

  • Buenas tetitas, si señor.

Una mano bajó hacía mi culo el cual palpó a placer mientras murmuraba sobre lo durito que estaba. Yo la verdad es que nunca he practicado deporte, pero acostumbro a andar mucho y eso hace que el culo este en forma.

Esa mano después se desplazo hacía adelante y se puso sobre mi pubis. Tras la sorpresa inicial, su mano en mi pecho ya me estaba haciendo sentir sus caricias como algo muy agradable. Cuando ya su mano bajó a mi pubis sentí un calor intenso y una oleada de placer, máxime cuando su dedo se situó sobre mis labios vaginales y comenzó a moverse.

La verdad es que tenía que confesar que yo sola alguna vez, no muchas, había jugado a tocarme sólo un poco y por supuesto había sentido un ligero placer pero esto era distinto. Las piernas me flaqueaban y Carlos lo notaba.

  • Vaya, te estas poniendo caliente?

  • Ufff, si, Carlos, me estas excitando mucho.

  • Con lo que te espera, esto ni te inmutará -contesto categórico.

Ya estaba deseando que viniese lo que me espera, ya que ni me imaginaba como sería.

Carlos lanzó su boca contra la mía metiéndome su lengua hasta casi mi garganta. Jugaba con su lengua en mi boca. Yo trataba de corresponderle. Mis manos, ahora sí, podían abrazarle y comprobar que estaba fuerte y la que parecía una pequeña barriguita tampoco era para tanto.

Estuvimos así un rato en el que yo creía tocar el cielo al poderme besar de ese modo con la persona que más amaba. Al final Carlos se separo y me dijo:

  • Ahora te voy a enseñar a complacer a un hombre.

Me empujó de los hombros hasta ponerme de rodillas frente a él y me indicó que le desabrochase el pantalón. Lo hice tal y como me decía. Aparecía un bulto enorme detrás. Me dijo que pusiese mi mano sobre su polla. Estaba dura y era enorme. Me entraron dudas si eso podría entrar en mi coñito virgen.

  • Baja los calzoncillos y familiarízate con una buena polla. Desde ahora esto será lo que más te guste.

Le bajé los calzoncillos y su pene, de unos 20 centímetros, calculo, y muy grueso, saltó frente a mí. Su aspecto me gustó en ese momento ya que parecía que palpitaba y sobre todo por la sensación interior de saber que era por mí por quien estaba así.

  • Cógelo, sin miedo, tócalo.

Mis manos empezaron a acariciar ese trozo de carne que se me ofrecía. Su tacto era suave, muy suave, más de lo que me había imaginado.

  • Ahora, muy despacio, bésalo.

Eso era algo que ni me había imaginado que haría, pero ahí estaba yo con mi amado y no quería defraudarlo. Comencé a dar besitos con los labios cerrados. La sensación de asco que hubiera imaginado tener antes ahora no existía.

  • Así no, los labios más abiertos y rozando con la lengua.

Su sabor, pese a lo que pensaba no me desagradó. Sabía a mi hombre y eso me emocionaba. Poco a poco fui abriendo más los labios y lamiéndolo más con la lengua hasta que parecía que tomaba un helado. Me indicó que me lo metiera en la boca. Así lo hice y muy despacio fui metiéndome en la boca esa barra de carne que parecía no caberme.

Me cogió la cabeza con sus manos y fue él quien empezó a moverse. Parecía a ratos que me iba a asfixiar pero aguantaba como podía con tal de agradar a Carlos. Poco a poco fui encontrando la forma de poder mantener la respiración mientras Carlos seguía insertándome su polla en la boca.

Después de un buen rato así, noté más tenso a Carlos y de pronto sentí como en mi garganta saltaban chorros de semen que yo intentaba tragar para no ahogarme. Estuvo moviéndose un poco más violentamente un rato hasta que su eyaculación paró. Me soltó la cabeza y sacando su polla dijo:

  • Muy bien, pequeña, la primera prueba la has superado con nota.

Que alegría sentí en ese momento! Oír eso de mi amado era lo máximo. Continuó Carlos hablando:

  • Ahora hay que estrenar otros agujeros. Hoy me vas a dar mucho trabajo.

  • Yo estoy para aprender lo que tú quieras, amor mío -dije muy cariñosa.

  • Creo que vas a llegar a ser una máquina sexual muy pronto, aprendes rápido.

Esto en otra situación podría sonar soez, pero estaba tan colada por Carlos que a mí me sonaba fenomenal. Claro que en un principio pensaba que sería todas esas cosas sólo para el.

Me estuvo abrazando un rato, tranquilizándome e interesándose por qué me había parecido. Al rato dijo que empezaríamos con mis agujeritos. Me llevó a mi cama y me tumbó, se echó sobre mí y mientras me besaba con su mano recorría mi cuerpo. Yo ya me estaba poniendo muy excitada. Su mano llegó a mi vagina y con sus dedos estuvo jugueteando un poco. Por mi parte creo que ya estaba muy húmeda. De pronto se levantó y me puso su pene a la altura de mi boca y me lo ofreció para que se lo lubricase. Yo, gustosa, lo lamí un poco hasta que se puso sobre mí y enfiló mi coño con su polla.

Al principio sentí un poco de presión hasta que empujó un poco más y me dio la sensación de que se pasaba de un tope. Supuse que sería mi himen pero no era así ya que no sangré. Muy despacio fue penetrándome. A cada centímetro que avanzaba lo disfrutaba más. Estaba sintiendo algo que jamás había sentido y era delicioso. Querría estar así siempre. Creo que esa sensación la sigo manteniendo a día de hoy.

Cuando terminó de meter su pene comenzó a moverse. Yo estaba en el cielo. De vez en cuando yo gemía o gritaba dándole las gracias. Le abracé mientras con más fuerza él seguía follándome. Noté de pronto una sensación nueva, que nunca había experimentado y de pronto estallé en un orgasmo.

Mi primer orgasmo.

No voy a describir aquí cómo es, pero deciros que nunca me había sentido mejor. Eso era lo mejor que me había pasado jamás y Carlos, a quien tanto amaba, me lo había dado. Me prometí a mí misma darle siempre todo lo que me pidiera.

Carlos seguía casi impasible, moviéndose como si nada hubiera pasado. Yo por un momento temí que no le gustase como había actuado y le pregunté:

  • Carlos, ¿lo estoy haciendo bien?

  • Muy bien, pequeña, pero para otra vez te tienes que mover un poco más, aunque ahora te digo.

Carlos saco su polla y levantando mis piernas llevó una mano a mi culo. Mojó de mi propio flujo su dedo y comenzó a pasarlo por mi ano moviéndolo en círculos. Hacía presión de vez en cuando para introducirlo aunque yo inconscientemente me resistía.

  • Tranquila, tú relajate que lo estás haciendo muy bien.

Es cierto que me relajé un poco por que al instante tenía un dedo dentro. Metía y sacaba su dedo dilatando a su vez mi ano. Con un segundo dedo intentó de nuevo meterlo y le costó un poco más. Yo me encontraba al principio un poco incómoda con aquella invasión, pero si Carlos quería eso, yo no le iba a decir que no. Estuvo un rato moviendo los dedos hasta que mi ano dilató un poco más. En ese momento los saco y dijo:

  • Y ahora, vamos a estrenarte por completo.

Apuntó su polla a mi ano e hizo una leve presión. Noté un pinchazo de dolor y como podía aguantaba para no chillar. Carlos seguía presionando. Apoyó mis piernas sobre sus hombros y con su mano tapó mi boca para que no chillase. Muy despacio y con gran dolor por mi parte me seguía metiendo su polla en el culo y ya no me podía contener pero su mano amortiguaba mis lamentos.

Él me decía cosas muy dulces que, dentro de lo que cabe, me tranquilizaban y hacían que aguantase más.

Un rato más tarde, que a mí se me hizo eterno, me dijo que la tenía toda dentro. El dolor era insoportable pero lo estaba aguantando para dar todo el placer posible a Carlos. Se estuvo ahí quieto un buen rato hasta que mi gesto reflejaba que el dolor amainaba y ya lo soportaba mejor.

Entonces comenzó a moverse muy lentamente atrás y adelante. Aquello me estaba doliendo mucho pero no sé si fue por ver su cara de satisfacción o por qué, el caso es que empecé a sentir un cierto placer. Poco a poco, aunque se mantenía, el dolor era más llevadero y la sensación placentera crecía. Los movimientos de Carlos ya no eran tan lentos y su cara reflejaba que lo estaba disfrutando. Ello me animó a moverme acompasada a sus movimientos y a Carlos esto le agradó mucho porque comenzó a animarme y decirme lo bien que lo estaba haciendo.

Noté poco más tarde mayor tensión en sus músculos y como su semen invadía mi intestino. Sus movimientos ya eran mucho más rápidos y mi placer seguía creciendo.

Siguió bombeándome con una cara de placer que nunca le había visto hasta que por fin decidió sacarme la polla que salió un poco flácida.

De motu propio traté de ir a cogerla para besarla y así agradecer a Carlos sus enseñanzas, pero me comentó que mejor fuese a limpiarme ya que por mi ano empezaba a salir su semen.

  • Para otras ocasiones, antes de que me corra, pídeme mi leche en tu boca, así no tendrás que ir a limpiarte.

Tomé buena nota ya que tenía razón. Además así podría saborear su leche que antes había tragado directamente.

Estuvimos un rato sentados charlando sobre mi estreno, Le había gustado y me dijo que entrenaríamos todos los días por que yo prometía mucho, pero que antes había que adecentarme un poco.

Nos vestimos y él se fue a su casa, despidiéndose hasta el día siguiente.

Próximamente, el segundo capítulo de la serie.