Historia de una pandemia (VIII)
Después de llegar a un acuerdo, Tomás prepara a Paula para que pase su primera noche con Alfredo, lo que es un sueño para ella
Antes de leer "Historia de una pandemia (VIII)" échale un ojo a las partes anteriores de este relato para que conozcas a Paula, a Tomás y a Alfredo
Historia de una pandemia (I) > https://todorelatos.com/relato/172318/
Historia de una pandemia (II) > https://todorelatos.com/relato/172535/
Historia de una pandemia (III) > https://todorelatos.com/relato/172602/
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Alfredo volvió a su cuarto y cerró la puerta. La cosa había ido mejor de lo que podía haber esperado; llevaba una amplia sonrisa en la cara y, aunque se notaba muy cansado, no pudo evitar meter la mano dentro de su pantalón y acariciarse la polla. La tenía dura, muy gruesa, y se preocupó un poco por Paula; sabía que le iba a doler. Se miró al espejo se vió muy delgado, pero eso acentuaba el tamaño de su polla; no quedaba casi nada de la barriga que había echado en los últimos años, pero a cambio su cuerpo parecía más viejo al haber perdido tanto peso. Bajó su mano y acarició sus huevos y se le puso la piel de gallina, y empezó a masturbarse lentamente. Cuando se sintió cerca, se fue a su baño y entró en la ducha, y se volvió a correr. Había perdido la cuenta de las veces que había descargado desde que había llegado esa mañana y aún seguía produciendo una buena cantidad de esperma. Limpió su semilla de las paredes con agua y se volvió a la cama. Antes de dormirse escuchó que Paula y Tomás volvían a subir al cuarto de su hijo, ya sin tener cuidado con los gritos y los gemidos. Sonrió y se durmió rápido.
Cuando Alfredo salió de la cocina, Tomás redujo el ritmo; quería alargarlo todo lo que pudiera como había hecho las noches anteriores. Quería dormir dentro de su hermana pero sabía que no iba a ser posible. Suspiró, la cosa con su padre no había ido nada mal, y más teniendo en cuenta lo rígido que había sido siempre
—¿¿¿Qué ha pasado con papá cuando has estado con él??? No es normal la manera en la que se ha comportado, siempre es estricto y frío, hoy ha sido todo lo contrario— Paula se sonroja
—No... no sé... sólo hemos hablado— miente un poco —pero él...— se sonroja y le mira —él ya... bueno, él lo sabía, nos ha visto esta mañana— siente como una ola de calor culpable la recorre —me ha dicho que cuando ha llegado esta mañana estábamos desnudos en tu cama— retira la mirada y solloza —¿qué hemos hecho, Tomás?— le mira culpable pero también asustada— Tomás gime, moviéndose lentamente en su culo
—No ha pasado nada, Paula... papá quiere lo mismo... que quiero yo— arquea su espalda y empuja con fuerza haciendo gritar a su hermana; mueve su mano a sus labios hinchados y mojados y con un dedo los abre y acaricia su botoncito —quiere esto...— dice apretando suavemente y haciendo que Paula gima bajito; Tomás deja que su dedo se hunda entre sus labios hasta que encuentra la entrada a su interior e introduce su dedo hasta alcanzar su pequeña barrera —y también quiere esto— Paula asiente, consciente de todo lo que dice
—Pero también... también me quiere a mí...— gime, sin entender el interés por su conejito si Tomás juega con su culito y ya se acostumbra a tenerlo dentro
—Sí, eso también— pellizca los pezones de su hermana y la hace gritar, y sonríe —¿Te gusta esto?— Vuelve a pellizar sus pezones pero sin aplicar mucha fuerza, tirando de ellos —¿Te gusta que te haga esto?
—No.... no lo sé— gime de placer sin poder aguantarse, tímida, sin atreverse a decir que lo disfruta; Tomás pellizca más fuerte, y el tono de su grito cambia de placer a dolor, y sigue jugueteando con ambos pezones moviéndose entre esos umbrales, mientras entra y sale de su culo con calma
—Me gustaría hacer esto a todas horas, Paula...— Tomás disfruta mirando cómo disfruta su hermana, manteniendo el punto de dolor sin llega a ser sádico; Paula no se revuelve, se somete y agradece cuando por fin libera sus pequeños pezones del tormento, y baja su mano y con dos dedos azota su botoncito dos ves. Paula grita de nuevo, y se sonroja por cómo le ha gustado —Vamos a mi cuarto, tengo cosas que hacer— dice sacando la polla de su culo y ayudándola a levantarse —Déjalo todo, mañana lo recoges— sonríe y la coge de la mano; ella le devuelve la sonrisa y le sigue, pero al llegar a las escaleras para subir a las habitaciones, la sube al segundo escalón y la besa, acariciando su carita y su cuello, bajando las manos por sus hombros. Paula ríe coqueta y corre escaleras arribas mientras su hermano le da ventaja —Papá dirá lo que quiera, pero ese culo es mío— y Paula divertida, desde lo alto de la escalera, se da dos cachetadas y sale corriendo, riéndose juguetona. Mira en dirección contraria por el corredor y ve la puerta del cuarto de su padre, y sonríe, pero da media vuelta y viendo a su hermano corriendo escalera arriba, da un grito de sorpresa y corre hacia el cuarto de Tomás, y se tira en la cama, riendo escandalosamente. Tomás llega y sin cerrar la puerta salta sobre ella, la besa y le da media vuelta en la cama; empieza a morderle el cuello y los hombros, excitándola más y más, mientras abre sus piernas y deja que su polla se deslice de nuevo en su culo, que casi no muestra ninguna resistencia
—Ya está a mi medida— Gime tomás entrando otra vez; mueve su mano por debajo de las caderas de su hermana buscando su clítoris y lo pellizca, haciéndola gemir. Le muerde el cuello haciéndola temblar y acelera sus embites; la respiración de Paula se entrecorta y su cuerpo se estremece —Córrete Paula...— le susurra y ella sólo gime notando como las ganas de hacer pis crecen en su tripa de una manera vertiginosa —Córrete ya— exige Tomás, con impaciencia, y se incorpora despegando su pecho de la espalda de su hermana, liberando su clítoris, y se apoya en las manos para follarla más rápido; le grita que se corra, pero Paula no acaba de llegar y se siente frustrada y su reacción es lloriquear. Tomás empieza a perder la paciencia y el ataque a su culo se vuelve más y más duro, llegando a parar para azotar el culo dos veces por cachete, dejando los dedos marcados. En ese momento, Paula llora con más fuerza, entre el picor de los cachetes, la agresión que siente y la frustración, y es cuando Tomás inicia de nuevo vaivén para acabar llenándola de leche otra vez, mientras ella solloza
—Me has pegado... y papá ha dicho que no pegues...—dice llorosa, sintiendo como palpita en su culo aún llenándola; intenta deslizarse hacia adelante, pero Tomás la agarra de las caderas y vuelve a hundirse
—Paula... Paula... espera...— le cuesta hablar pero acaricia el pelo y la espalda de su hermana y los besa; le atrae la cara a la suya y la besa, pero Paula no le devuelve el beso. Él apoya su cabeza unos segundos en su espalda, y sin salir de ella la toma por la cintura y la levanta con él, cargándola hasta que se sienta en la silla de escritorio. Paula sigue frustrada, pero su conejito está chorreando y muy hinchado. Tomás lo acaricia y ella le aparta la mano
—Estoy enfadada...— dice, cruzando los brazos sobre sus pechos, y haciendo fuerza alrededor de la polla de su hermano —Papá ha dicho que no me pegues... y me has pegado. Se lo voy a contar
—No... no Paula, no se lo digas...¿o quieres que me tenga que ir?— amenaza, manipulandola —si papá se enfada conmigo tendré que irme de casa... ¿tú quieres eso?— Paula mueve la cabeza lentamente —y no podría verte, ni jugar contigo...— Paula abre las piernas despacio como perdonándole, dándole acceso de nuevo a su conejito inflamado —así, peque, así...— desliza un dedo y acaricia su clítoris —siento no haberte ayudado, ha sido culpa mía...— dice, masturbándola suavemente, despacito, pero sintiendo como su cuerpo se pone en tensión —¿Ves que bien así?— ella asiente despacio, cerrando los ojos con la boca entreabierta —No le vas a decir nada a papá, ¿verdad?— Paula ahora mueve la cabeza negando, notando como el placer la recorre de arriba a abajo —Bien... así...— Tomás coge su móvil con la idea de grabar la cara de placer de su hermana, y ve que tiene varios mensajes de Raúl, y se ríe sin mirarlos. Abre la cámara y busca un enfoque desde abajo hacia arriba pero que se vea el conejito de Paula abierto y chorreando, y una polla en su culo; revisa la foto y sin pensar se la envía a Raúl, y mientras revisa los mensajes de Raúl masturba a Paula lentamente, haciendo que la excitación y su frustración sigan creciendo.
Raúl > Tío, no ha tardado ni 20 minutos en dormirse
R > Y ahora no se despierta
R > Le he metido dos pastillas, dice mi madre que con una ella a veces se despierta
R > La dosis es entre una y dos, no creo q le haga daño
Raúl adjunta varias fotos de una chica medio desnuda en un sofá oscuro, cada vez más desnuda, hasta que en la última está abierta de piernas y le está metiendo dos dedos en un coñito pequeño y depilado. Después Tomás había enviado la foto de Paula. Al par de minutos Raúl le había respondido
R > Me gusta más la tuya que la mía, cabrón; además a esa le mola que le den por detrás y no sé si a mi hermana le gusta
T > Y qué más da... si la tienes dormida? Pilla lubricante y adentro... ¿Y tus padres?
R > Mi madre durmiendo, mi padre trabajando. ¿Y el tuyo? ¿Ha salido al final?
T > Ah, sí, está durmiendo también
R > ¿Está tu amiga contigo?
Tomás se pone los auriculares inalámbricos
—Paula, ahora quiero que estés muy en silencio— Paula asiente, y le mira con él móvil; Tomás lo deja sobre el escritorio sobre un reposamóviles con el que queda inclinado y enfocando hacia abajo; enciende la luz del escritorio y confirma que en el ángulo no se vea nada que pueda hacer que Raúl reconozca a su hermana, y le da al botón de videollamada. En la pantalla aparace su amigo medio desnudo
—Tío, antes de nada, no te veo, tengo el móvil lejos con la cámara apuntando a lo que ves
—Joder, tío... es un pivonazo... pequeñita, como a mí me gustan...— Tomás se ríe y empieza a follársela despacio, sin dejar de masturbarla; su mano libre sube a sus tetitas, que quedan fuera de cámara
—Va tío, quería enseñarte una cosa...— con cuidado y dificultad, Tomás separa bien las piernas de Paula y separa los labios de su conejito a la cámara —¿Ves su coñito?
—Sí... joder, cómo se ve.. ¿cómo se siente estar ahí dentro?
—Aún... aún no he estado...— los dedos de Tomás se deslizan un poco más abajo, abriendo su conejito a la entrada de su vagina —¿lo ves?
—Tío, no sé qué tengo que ver... sólo sé que me lo comería con ganas y sin parar hasta que me suplicara que parara o se deshidratara— Tomás no lo ve, pero Raúl empieza a masturbarse mirando su pantalla mientras acaricia el coño de su hermana— Los dedos de Tomás penetran la estrecha vagina de su hermana y la abren un poco, mostrándola a la cámara
—¿No ves una membrana...?
—Ahora sí... ¿qué es...? ¡¡¡¡No jodas!!!! ¿Tu amiga es virgen?— Raúl grita, riéndose a carcajadas —Qué potra tienes ¡¡macho!! el único coño virgen con un culo glotón y lo tienes en tu calle...— Raúl frota la punta de su polla en el coño de su hermana dormida —Por favor... preséntamela...— gime de nuevo —me lo prometiste... ahora no seas cabrón— Tomás para un momento de moverse dentro de Paula, y le pasa uno de los auriculares para que ella también escuche
—Dile algo a mi amigo Raúl...— le dice, sin decir su nombre; Paula se ríe y asiente
—Hola Raúl— imposta un poco la voz, pero tampoco parece más mayor, sólo algo diferente
—Hola preciosa...— gime —¿Cómo te llamas?— Paula mira a Tomás
—Me llamo... me llamo Daniela— ríe
—Hola... Daniela... ¿sabes que tienes... un coñito muy rico? —Paula ríe, no acostumbrada todavía a ese lenguaje —Me encantaría comértelo horas y horas, y después follarte ese culo que tienes...— Vuelve a reir, colorada; Tomás la vuelve a dejar sentada, asegurándose de que el encuadre sigue enseñando cómo su polla se pierde en su culo —¿Te gustaría?— Tomás ríe, y Paula mira a su hermano
—No sé... tal vez— ríe, coqueta
—Ay preciosa, me encantaría follarte, eres tan bonita y pequeñita... ¿te ha dicho Tomás que me encantan las chicas como tú?
—Venga, tío ya está, ya te la he presentado. Si ella quiere le paso tu número— Tomás mira a Paula y niega con la cabeza, para que no lo tome en serio; ella se ríe mirándolo
—Anda macho... déjame verla un poquito más... qué potra tienes, y encima virgen— Raúl levanta su móvil para abrir más el encuadre y se vuelve a ver a una chica dormida en un sofá oscuro, pero ni Paula ni Tomás pueden verlo— ¿Me ves? Eres un tío con suerte, yo con esta vaca burra y tú con esa preciosidad...— Tomás se ríe
—Tú hermana está muy bien, no seas idiota. Ya sabes que si no lo fuera ya me la habría tirado— Tomás ahoga un gemido, pero Paula no puede evitar que su respiración entrecortada se escuche más y más— Raúl tío, tengo que dejarte— dice, quitándose los auriculares pero sin llegar a cortar la videollamada; Tomás agarra a Paula con fuerza por el pecho y los hombros, y la empala una y otra vez delante de la cámara de su móvil. Raúl no puede dejar de mirar el cuerpo de Paula mientras se masturba al otro lado, sin saber que es la hermana pequeña de su amigo. Casi no los puede escuchar, pero el encuadre se ha abierto un poco, llegando a ver los dedos de su amigo pellizcar y estirar de los pezones de la chica desconocida antes de inmovilizarla, deslizarse en la silla un poco y follarla con fuerza mientras ella grita, se agita y su coñito chorrea y se abre más y más. Los ojos de Raúl de repente se fijan en el bulto que aparece en su vientre cada vez que la polla de Tomás entra en ella con fuerza y se frota la cara
—Qué puta suerte tiene el cabrón...— gime Raúl. Ve cómo el cuerpo de la chica se tensa y su espalda se arquea, de repente, mientras Tomás la empala con fuerza, sujetándola en su regazo, con su polla totalmente enterrada en ese culo —Esa nena tiene un culo que es la octava maravilla— susurra Raúl mirando ambos cuerpos en tensión total, y baja el ritmo de su paja cuando ve que se relajan. Las manos de Tomás la abrazan y la acarician, y se cuela en la imagen la coleta rubia de la chica cuando ella gira el cuello seguramente para besarle; las manos de él suben por su pecho y, sin salir de su culo, la vuelve a agarrar y la levanta en volandas, momento en el que Raúl se da cuenta de que la chica además de ser pequeñita no es demasiado alta —Pero qué suerte que tiene...— susurra para sí mismo cuando se queda el plano fijo de la silla de escritorio y corta la videollamada.
Tomás y Paula ríen por el pasillo; intentan no hacer demasiado ruido porque Alfredo descansa, pero no pueden evitarlo. La polla de Tomás sigue en el culo de Paula, y aunque está morcillona, ya va de bajada y no va a poder correrse otra vez en Paula seguramente hasta la mañana siguiente, así que aprovecha el pequeño trayecto hasta el baño que comparten para para seguir disfrutando de ese esfínter tan estrecho y gustoso. Sin parar de reir la deja dentro de la bañera y la ayuda a sentarse, una vez ya ha salido de ella. Él se sienta detrás, y con cariño coge el mango de la ducha y la moja con agua tibia desde la cabeza hasta los pies, poniendo un chorro más potente en su conejito, que la hace gemir rápidamente. Ella ríe y se deja hacer, abriendo las piernas para él
—Bien, ha llegado el momento— dice mientras le pasa la esponja por la espalda y el pecho, bajando hasta el conejito hinchado todavía —a partir de hoy vas a dormir con papá, ¿te gusta la idea?— Paula sonríe, pícara. Se alegra, tiene ganas. Cómo no las va a tener... es papá! despacio asiente y mira a Tomás —Pero también me gusta dormir contigo— dice bajando la vista un poco avergonzada
—Tranquila, dormirás con papá pero seguro que algunos días podemos dormir juntos... o podremos dormir los tres!— Tomás bromea, pero planta una semilla en la mente de Paula muy importante
—¿Los tres? ¿Tú crees que papá querría? Así puedo dormir con los dos...— Paula sonríe, sorprendida de que no se le hubiera ocurrido antes. Tomás se ríe de la ocurrencia y, aunque no le parece una mala idea, intenta aplazarlo de manera indefinida
—No sé, Paula... vamos a ver cómo duermes con papá y más adelante vemos. Piensa que papá hace mucho que no te ve y va a querer dormir contigo todos los días...— Tomás pide a Paula que se ponga de pie mientras él continua sentado —A ver, separa las piernas...— pide, metiendo la esponja entre ellas y frontando los labios hinchados. Aprovecha para abrir los pliegues y observarlo con detenimiento mientras lo limpia con cuidado, dejando que un dedo se deslice dentro de ella —Paula, es probable que mañana pueda jugar yo con tu conejito... papá lo estrenará pero yo también quiero jugar— Paula lo mira desde arriba y asiente, y se da la vuelta cuando se lo pide, mostrando su pequeño agujerito rosado; su culito se ve inflamado también, un poco abierto —¿Te duele, Paula?— pregunta, deslizando dos dedos dentro; Paula baja la cabeza diciendo que no; su músculo se ha acostumbrado mientras Tomás nota una presión tensa alrededor de sus dedos —Mañana tu culito estará como esta mañana, ya verás— sonríe y le da un cachete suave. Paula se gira y le ríe
—Este me ha gustado más...— le dice mientras Tomás se levanta y coge de nuevo la ducha, abre el chorro del agua y desde su cuello hacia abajo va quitando el jabón de su tersa y pálida piel, deteniéndose en sus dos agujeritos que agradecen el agua fresca para bajar la inflamación.
—Paula, me parece que nos hemos dejado un agujerito que seguramente está sucio— Una de las manos de Paula se va directamente a su culito, tapando el agujero —No te va a doler nada ahora, porque lo tienes abierto, pero papá ha dicho que te quería limpia... y ya sabes qué significa eso— Paula asiente y se arrodilla en la bañera mientras su hermano desenrosca el mango y libera el tubo —¿Estás preparada?— pregunta, viendo como obediente se inclina hacia adelante quedando a cuatro patas; él se pone en cuclillas y separa los cachetes y el agujerito se abre sin dificultad, rojo e inflamado. Sin usar lubricante, Tomás mete la punta del tubo y lo empuja, pero cuesta un poco que se deslice; Paula se queja un par de veces antes de que alcance una profundidad suficiente en su recto —Ahora voy a abrir el agua, no voy a llenarte mucho, tranquila— dice, intentando relajarla y acariciando su espalda, mientras con la otra mano aguanta el tubo. Abre el grifo y siente como corre el agua por el tubo; deja que corra un poco, más de lo que le ha prometido a Paula, y la mano de su espalda la baja a su tripa, donde nota cómo se hincha y cómo corre el agua por su recto y su colon. Cuando Paula se queja es cuando para el agua —Aguanta cielo, sólo un poquito...— La mano de la tripa la acaricia y se mueve por su espalda y por su tripa subiendo y bajando, mientras ella continua a cuatro patas resistiendo. Pasados unos minutos, Tomás se incorpora, se seca y sale de la bañera —Lo has hecho muy bien, Paula— dice cuando comprueba su barriga por última vez —Ahora te voy a sacar el tubo, y quiero que lo aguantes dentro de tí. Te voy a ayudar a salir de la bañera para que te sientes en el WC y ahí podrás echarlo... ¿te parece?— Paula asiente, le duele pero cree que puede aguantar. Sus tripas parece que se están retorciendo, no les tiene que gustar mucho el agua. Tomás tira con suavidad del tubo, que araña un poco el esfínter al salir, y Paula se queja; de manera inmediata, Tomás pone su dedo a la salida de Paula, ayudándola a aguantar que no salga nada. La ayuda a levantarse y a salir de la bañera con cuidado, y la sienta en el WC donde Paula cierra los ojos y deja que todo salga de ella, gimiendo y empujando para vaciarse. Mientras Tomás coge el cepillo de Paula y mientras ella acaba de echar toda el agua que hay en su tripa, le deshace la coleta y peina su pelo largo y rubio sin darle tirones, con mucho cuidado
—Ya estoy— dice mirándolo y sonríe —si quieres me acabo de peinar yo— Tomás coge papel higiénico y la ayuda a levantarse
—Yo te limpio, como cuando eras pequeña y venías a buscarme para que te limpiara— se ríe bajito mientras la limpia y tira en papel al WC. La mira mientras se acaba de peinar —Bueno, ¿estás preparada para ir a domir?
—No! Me falta el camisón...
—No Paula, vas a dormir desnuda, papá es lo que quiere
—¿De verdad?
—Sí peque, algunas cosas han cambiado
Paula sonríe y asiente y sale del baño, dejando a su hermano mirándola, otra vez con la polla morcillona. Se levanta y a acompaña al cuarto de su padre
—Si ves que papá está durmiendo, ponte a dormir tú también, déjale que descanse— Paula asiente mientras abre la puerta y empuja, entrando en la oscuridad del cuarto —Buenas noches peque, pórtate bien con papá y obedece en todo— Paula asiente, sonriendo y cierra la puerta
—Buenas noches...
Despacito, espera unos segundos a que se le acostumbre la vista y empieza a caminar hasta la cama de papá; sube y gatea hasta tumbarse al lado de su padre. Se tapa con las suaves sábanas y susurra
—Papá, ya estoy aquí...
La respiración de Alfredo es tranquila y sosegada, calmada; está durmiendo y Paula se encoge a su lado haciéndose una bolita y le abraza. Instintivamente, el brazo de Alfredo baja y abraza a su hija, que no tarda nada en dormise en sus brazos.