Historia de una pandemia (VI)

A Paula le sale un nuevo pretendiente para marido. ¿Qué va a pasar?

Antes de leer "Historia de una pandemia (VI)" échale un ojo a las partes anteriores de este relato para que no te pierdas mucho

Historia de una pandemia (I) > https://todorelatos.com/relato/172318/

Historia de una pandemia (II) > https://todorelatos.com/relato/172535/

Historia de una pandemia (III) > https://todorelatos.com/relato/172602/

Historia de una pandemia (IV) > https://www.todorelatos.com/relato/172685/

Historia de una pandemia (V) > https://www.todorelatos.com/relato/173897/

Si te gustan, déjame un comentario, que me hace mucha ilusión!!!

Gracias ^^


Paula pasó un rato de pie al lado de su hermano, con el plug aguantando el torrente dentro de ella, mientras Tomás le enseñaba en el ordenador las fotos y vídeos que había sacado; se las enseñó una a una y Paula no se podía creer que esa fuera ella. Se sonrojaba con cada foto que veía y se cubría la cara, avergonzada, mientras el plug seguía en su culo

—Tomás... no hagas esas fotos... qué vergüenza...— También le enseñó lo que había dicho Raúl de alguna de las fotos, y eso la puso muy nerviosa —Pero no puedes... ¡¡¡no puedes enseñar eso a Raúl!!!— lloriqueó, asustada —Es un idiota, se lo dirá a todos...— le miraba asustada mientras él estaba divertido, confiando en su amigo

—No... ya verás, no pasa nada, podría ser cualquiera...— Tomás sonrió al ver los mensajes que Raúl le había enviado esa misma mañana, con todo el jaleo de la vuelta de Alfredo a casa no los había visto todavía

Raul > Lo tengo todo preparado para hoy

R > Después de cenar le diré a mi hermana de ver esa peli que le gusta tanto, la de la tipa esa que baila con el otro tipo... ya sabes cuál te digo...

R > LaLaLand

R > Que no me acordaba

R > Y haré palomitas y en su refresco le pondré una de esas pastillas de mi madre

R > En vez de hacerlo en el salón, la pondré en el despacho que tengo el proyector

R > No me puede decir que no

R > Luego te cuento

Tomás se estremeció pensando en que él le había empujado a eso, pero una punzada de orgullo recorrió su cuerpo; también recordó la promesa a su amigo, y sonrío con la idea

—Bueno, venga, ponte tu camisola y ve al baño, libera lo que llevas dentro y ponte de nuevo el tapón, así estás abierta y te vas acostumbrando...

—¿A qué?— dice Paula vistiéndose de nuevo

—A mí— sonríe Tomás acariciándose la polla morcillona

Paula ríe y se da media vuelta y sale al pasillo, cerrando la puerta detrás. Camina con cuidado hasta el baño y libera lo que lleva es su recto; aunque le duele un poco y siente retortijones, le gusta sentirse llena de Tomás o con su pis. No había sentido nada parecido en su vida y ahora que Tomás le abre tantas posibilidades quiere probarlo todo. Se limpia bien y mira el tapón; es un poco raro, y las bolas que tiene son gruesas, aunque acaba en una punta redondeada para que entre mejor. Le da varias vueltas y lo lava bien, pero al intentar meterlo de nuevo, su culito se cierra y le cuesta. Durante unos minutos lo intenta, pero no puede y lo mete en el bolsillo para pedirle a Tomás que haga él. Se vuelve a limpiar el culito, tira de la cadena y sale del baño. Vuelve al cuarto de Tomás, pero está hablando con alguien por teléfono; parece algo serio, seguramente del trabajo, así que Paula no hace ruido y espera a que acabe; mientras espera, se quita su camisola como le ha dicho su hermano y escucha cómo explica que su padre había vuelto hoy a casa pero que estaba descansando, y no se le podía molestar. Paula sonríe y se saca el tapón del bolsillo y le da vuelta en las manos, esperando. Tomás la ve y le hace una señal para que se acerque y sin dejar de hablar, le pone lubricante en el culito y en el tapón, y lo desliza dentro de ella de nuevo. De manera inmediata su conejito se moja, y Tomás lo acaricia con sus dedos llenos de lubricante, deslizando dos dedos entre sus labios y notando cómo crece su humedad

—Perdona Antonio, dame un momento... sí, es mi hermana...— Y se aparta el teléfono y pone el mute —Estoy hablando con el trabajo; haz una cosa, aprovecha y llama a Ana, que le dije ayer que la ibas a llamar. Pero hazlo desde tu cuarto...— le dice y le da un pequeño azote en el culete para que se aleje. Paula asiente y vuelve a poner la camisola y sale del cuarto, cogiendo antes su móvil. Se va a su cuarto y llama a su madre

—Hola mamá

—Ay hola cariño, ¿cómo te encuentras de la barriga?

—¿De la barriga?

—Sí, Tomás me dijo ayer que estabas otra vez con la tripa...

—Ah sí... la tripa— Paula se sonroja y se muerde el labio; su tono de voz cambia de manera casi imperceptible —Bien, hoy ya me he levantado bien. Tomás me dió el Dalsy ayer por la noche...

—¿Dalsy? pero eso es para la fiebre...— Ana se preocupa

—Sí... bueno dice que tenía unas décimas, pero estoy bien ya— Paula intenta calmarla viendo que ha metido la pata

—Bueno hija, es que me llamaron del colegio; por cierto que te tienen que haber enviado los deberes para que los tengas el lunes

—Ahora lo miro mamá...

—Bien hecho. Ah por cierto, ¿qué ta tu padre? ¿Ha vuelto ya?

—¡¡¡Sí!!! Sí sí... ya está en casa, ha vuelto esta mañana

—Ah muy bien... bien, porque no me gusta que paséis tanto tiempo solos

—Pero estoy con Tomás...

—Ya, bueno, sois dos niños...

—Mamá... que no soy una niña...

—Paula, eres una niña, no quieras crecer tan rápido

—Jo mamá...

—Bueno, cariño, eres mi niña... Y ahora te dejo que estoy haciendo pan

—¿Otra vez?

—Sí, cariño, es que le gusta mucho...

—¿A quién?— Paula sabe que su madre se fue, pero no que los abandonó por un maestro yogui

—A nadie... a mí... cariño, te dejo. Un besito, te quiero— Y Ana cuelga sin esperar respuesta de Paula, que se queda un poco contrariada.

Sentada en su cama, siente el tapón dentro de ella; se balancea suavemente empujándolo y disfruta de esa sensación, pero quiere más y vuelve al cuarto de Tomás, que sigue hablando por telefóno; por señas, Tomás le dice que vuelva en un rato, y ella le dice que va a ver a Alfredo, a lo que Tomás asiente. Paula vuelve a salir y se dirige a la habitación de su padre; abre la puerta con cuidado y ve que está dormido, en su pijama de rayas; la habitación está en penumbra, pero identifica el pijama porque las rayas brillan suavemente. El cuarto huele a papá, a su jabón y a su colonia; ya no huele a enfermo como antes de que se lo llevaran al hospital. Cierra la puerta detrás de ella y camina sin hacer ruido por el cuarto, que conoce de memoria; cuando llega a la cama se sube y se tumba a su lado, con mucho cuidado para no despertarlo. Lo abraza y respira profundamente

—Te quiero papi... me gusta que estés en casa— susurra

Alfredo la escucha; no está durmiendo, sólo descansando

—Yo también te quiero, te he echado mucho de menos, cielo— susurra Alfredo

—Papá, ¿estás despierto?- sigue susurrando

—Sí... pero no levantes la voz— responde sin dejar de susurrar

—Vale... ¿te duele la cabeza?

—No, pero me gusta que me susurres cerca— se atreve Alfredo, y pilla por sorpresa a Paula

—No me lo habías dicho nunca, papá...

—Ya lo sé...— sonríe en la oscuridad, girándose para quedar cara a cara, y le acaricia la mejilla con suavidad —Eres tan guapa, Paula...— Paula se sonroja, pero por la penumbra Alfredo no lo puede apreciar, pero si nota cómo el corazón de Paula se acelera —Pero eso ya lo sabes, ¿verdad?... te lo dice mucho Tomás últimamente, ¿no?— De repente, las mejillas de Paula se sonrojan tanto que van a explotar; le queman y nota una comezón de culpabilidad por dentro que la deja totalmente rígida; empieza a notar una ola de calor que la recorre y le sudan las manos

—Papá... yo...

—Cuéntame Paula, ¿qué ha pasado con Tomás?— Alfredo siente como su hija tiembla y levanta una mano para acariciarla, empezando por el brazo para seguir por el cuello y ampliar a su cintura mientras ella le responde

—Papá... Tomás... ¿tú sabes con quién se casaron los hijos de Adán y Eva?— empieza como su hermano, sin saber muy bien contar la historia ni hacer que suene tan normal y convincente como hizo él— se casaron entre los hermanos y Tomás me preguntó si yo quería ser su esposa, papá... y yo le dije que sí para no hacer nada que fuera pecado, pero bueno, lo he hecho igualmente porque me he acariciado en la ducha, pero muy poco... pero Tomás dice que no lo haga que sólo él puede acariciarlo, pero papi no pasa nada porque aún soy virgen y...— Paula habla susurrando pero sin parar a tomar aire, con una historia desestructurada y casi sin sentido. La mano de Alfredo le acaricia la espalda para hacerla sentir más cómoda

—¿Así que ahora está casada con Tomás? Pues tiene mucha suerte Tomás...— sonríe, intentando tranquilizarla —Y como matrimonio, ¿qué planes tenéis?— pregunta divertido, viendo si por ahí puede sacar más información

—Pues... no sé... Tomás quiere que yo lleve su casa y tenga sus hijos pero aún soy virgen...ah y le gusta que haga todo lo que me pide, pero bueno no me cuesta porque todo lo que hace me gusta... pero bueno sólo llevamos casados desde ayer así que no sé mucho más, iremos planificando...— mira a su padre viendo sus ojos brillar en la oscuridad —¿no?

—No sé hija, eso ya es cosa vuestra...— la mano de Alfredo baja peligrosamente por la espalda de su hija, pero ella está tan centrada en justificarse y aliviada porque papá no se haya enfadado, que le deja hacer —¿Y qué cosas te pide tu marido? Ahora eres una mujer casada, puedes contarlo— le dice susurrando calmadamente aunque por dentro no sabe cuánto podrá contenerse

—Pues no sé papá, cosas...— ríe nerviosa —ahora llevo un tapón que dice que cuando... que cuando quiera...— le cuesta hablar con Alfredo como lo hace con su hermano —pues eso, meterla, pues que estará abierto y preparado...

—¿Quién tiene que estar abierto y preparado?

—Jo papá, mi culito... no te enteras...— Alfredo finjió sorpresa con un respingo y bajó su mano hasta localizar la rajita del culito de Paula, que al seguirla encuentra la entradita abierta por el plug anal que lleva; apretó un poco y la niña se dió cuenta de que lo había localizado —Papá, eso lo hace Tomás también— susurra, gimiendo suavemente. Alfredo asiente y le levanta la camisola por encima de las caderas, y acaricia directamente el plug y la suave piel del culito de su hija, magreando sus cachetes con una sola mano mientras ella se ha callado pero su respiración la delata

—Quieres decir que según tu marido, ahora está abierto y preparado, ¿verdad?— Paula asiente y gime un 'ajá' en respuesta; juguetea con el plug de la misma manera que había hecho Tomás, sacándolo y metiéndolo, dejando que la bola grande ensanche su pequeño ano arrugadito. Paula le vuelve a mirar a los ojos, notando como su conejito se moja rápidamente y no puede evitar gemir otra vez. Instintivamente, Alfredo quiere tomar a su hija, pero viendo lo caliente que se pone sabe que lo mejor será dejarla con las ganas para que vuelva a él, así que vuelve a dejar el plug anal hundido y le baja la camisola —Sí que lo está, la verdad es que Tomás sabe lo que hace. Y es una lástima que seas su esposa ya...

—¿Por qué papá?— le pregunta, un poco decepcionada por que haya para parado, muy caliente y con muchos sentimientos encontrados

—Pues porque a mí también me hubiera gustado que fueras mi esposa...

—¡Pero papá!— Paula hace como que se indigna, pero el cosquilleo que siente en su vientre es tan intenso de que está convencida de que podría correrse sin acariciarse —Papá no puedes decir eso, soy tu hija! Eso va contra los mandamientos!

—Cariño... no... estás muy equivocada— Alfredo usa la misma táctica que Tomás para convencer a Paula —Sabes cuál es el cuarto mandamiento, ¿verdad?— Paula asiente, siempre se ha esforzado por honrar a sus padres —Pues no hay mejor honra para un padre que poder disponer totalmente, en cuerpo y alma, de su hija favorita— sonríe suavemente, viendo la cara de Paula intentando asimilar lo que le dice —Piensa un momento, imagínate que no estuvieras casada con Tomás... no sería la mejor manera de honrarme a mí, que soy tu padre, ofreciéndome tu cuerpo y tu ser?— Paula se muerde el labio y asiente lentamente

—No lo había pensado...— dice con pena y le mira, intentando buscar alguna solución —bueno, no estoy casada del todo con Tomás... sólo lo hemos dicho en voz añta...

—Cariño, eso es suficiente... es más, no se si a Tomás le gustará que estés así conmigo aquí, ahora eres suya— Alfredo le da dónde más le duele y Paula se horroriza

—Papá... no... eso no podría pasar...— dice con la boca pequeña, sabiendo que Tomás se siente un poco celoso de papá —no... no creo que no me dejara...— sus susurros se pierden, agobiada por la sensación de haberse equivocado mucho

—Y ahora estoy débil y estamos en pandemia, pero claro, piensa también que no podéis vivir en casa ahora que estáis casados... —la cara de Paula cambia y se transforma en una mueca llorosa— cariño, no llores, siempre serás mi hija favorita, pero todo ha cambiado...— Alfredo, consciente de que está tirando demasiado del hilo recula un poco —Mira cielo, vamos a hacer algo— le seca las lágrimas —No le digas a Tomás que me has dicho que os habéis casado, y yo me haré el loco— Paula sonríe asintiendo —Así no me dejáis solo, que yo estoy mayor ya y necesito que me cuiden— Alfredo, a pesar de tener un hijo tan mayor, se encuentra en sus 55 años mucho mejor físicamente que muchos de 30, pero tira de esa historia porque sabe que Paula se desvivirá para cuidarlo como buena hija que siempre ha sido —¿Te parece que hagamos eso, Paula?— Paula asiente todavía limpiándose las lágrimas, sintiendo como el agobio desaparece, y muy agradecida de lo bueno que es su padre con ella

—Gracias papá

—De nada cielo— se incorpora para besarle la frente —Y ahora déjame dormir un poco, que estoy cansado— miente, pero no quiere que Paula se de cuenta de lo duro que está y de la paja que se va a hacer pensando en ese culito tragón

—Sí papá— se incorpora sin acordarse del plug y da un gritito que resuena en la cabeza de Alfredo, y le da un beso, y se marcha casi sin hacer ruido, cerrando la puerta detrás de ella.

Alfredo se levanta y se mete en el baño privado que hay en su dormitorio, se baja los pantalones por encima de las rodillas y arrastra los calzoncillos, dejando que su polla salte fuera, dura y mojada; la agarra con la mano y se la menea suavemente, recordando cómo se le ha acelerado la respiración a Paula cuando ha jugado con el plug en su culo

—Pero qué hijo de puta...— dice en voz alta pensando en su hijo, sonriendo socarronamente, pero reconociéndole el mérito por el camino avanzado. Acelera el movimiento de su mano y no tarda nada en correrse en la ducha —Dos pajas en un día, nunca pensé que me calentaría tanto con una pecadora...

Al salir del cuarto de papá, Paula sale un poco desorientada, sin saber qué ha pasado. Recapitula un momento y se siente mal por la situación en la que se encuentra; quiere mucho a su hermano Tomás pero mucho más a papá. Le gusta lo que le hace Tomás y le ha prometido muchas cosas como su esposa, pero quiere también ser la esposa de papá. Se debate entre ambos, pero tiene claro que mientras con papá puede hablar, a Tomás mejor no decirle nada del tema. Abre la puerta de la habitación y Tomás sigue hablando por teléfono; se ha puesto los auriculares para usar el manos libres y hace algo en el ordenador. Parece que no habla con la misma persona, ahora la conversación lleva otro tono

—Qué va... no, para nada... sí, eso sí... ah bien, es que las cosas son así, tiene que entenderlo...— Le hace una señal a Paula que obedece inmediatamente quitándose la camisola y se acerca; Tomás le da media vuelta, le hace separar las piernas e inclinar su tronco hacia adelante —ya, pero las cosas cambian, no se puede seguir manteniendo ese discurso retrógrado... jajaja, claro...— Paula siente como su culito se tensa alrededor del tapón cuando Tomás juguetea con él como había hecho papá, y que su conejito ya está muy mojado cuando mete un dedo; no puede evitar gemir abriendo más las piernas —Ya, pero sabes qué le diría yo?... sí, eso mismo, pero con otras palabras, jajajaja...— Tomás se gira en su silla de escritorio dejando el teclado por un momento, y le saca el plug del culo, viendo como el agujero se queda abierto unos segundos y sonríe —Ya, pero siendo quién es hay que tenerle un respeto. No ha llegado dónde está por ser una persona justa, sino legal— Tomás mantiene a su hermana un momento así, con el culo cerrándose, y la coge de las caderas y la atrae hacía sí, subiendola en sus piernas mientras dirige la punta de su polla a su culo; ahoga un gemido —Puede ser...— y sin perder el hilo de la conversación mueve el pequeño cuerpo de su hermana para empalarla completamente; sonríe, ella no se queja aunque le tiene que doler mientras se acostumbra a algo más ancho que el plug. Al igual que la noche anterior, la tumba sobre él con su polla enterrada en el culo mientras sigue hablando con su compañero y le roza los labios hinchados, deslizando las yemas entre ellos para masturbarla suavemente. Llegado un momento, pasa uno de sus brazos por debajo de sus axilas para subirla y hacer que la penetración sea más profunda, disfrutando de cómo su recto estruja y se adhiere a su polla, pero ella le mira y mueve los labios sin emitir sonido

—Me... duele...— Tomás asiente captando el mensaje, y le vuelve a pasar el brazo empalándola de nuevo en su polla, moviendo su mano libre para acariciar el bulto en su vientre

—En eso creo que no tienes razón, dudo mucho que lo hiciera él, aunque no descarto que contratara a alguien... sí creo que tengo ese dato...— Tomás coge el móvil que estaba sobre su escritorio, y hace que él y Paula se deslicen en la silla un par de metros hasta un archivador antiguo que papá puso al lado del ventanal de su cuarto cuando empezó la pandemia —espera que lo busco... dame un momento...— se aparta el micro de la boca y lo tapa —Paula, alcánzame un informe que tiene que estar en el primer cajón, en la letra C, como "Córdoba, Antonio"— Paula asiente y se incorpora de nuevo, notando esa penetración muy profunda mientras la mano de su hermano le acaricia la tripa y el conejito, y abre el cajón que pesa una barbaridad; se levanta un poco y rebusca dentro hasta que saca una carpeta de un tono azul claro con una etiqueta en el lateral que le da a su hermano, y cierra el cajón antes de empalarse de nuevo —A ver, ya la tengo, ¿dónde dices que...? ay, lo veo— Por unos minutos Tomás repasa unos documentos del dossier muy serio, a pesar de que Paula balancea sus caderas sobre él, dejando que su polla se deslice en ella con calma y mucha profundidad

—Creo que no has llegado tan lejos antes— le mira, sonriendo y haciendo una mueca de dolor; él la mira con dureza y sabe que debe callar

—... No, tranquilo, mi hermana, que la tengo por aquí... jajaja no, me decía que está llegando muy lejos a un juego de la tablet... ya, jajaja... sí, pero es lo que me queda, con mi padre enfermo me toca hacer de niñera— Tomás mira a Paula enfadado, su interlocutor la ha oído correctamente y ella se sonroja profundamente —Ya, sí, veo lo que dices... pero no creo que se pudiera considerar como un eximente... Seguramente, pero... no, sí, entiendo... bien, lo revisaré— Paula gime bajito y su hermano baja la mano y azota su conejito con fuerza, haciéndola dar un grito de dolor —No... sí, se ha dado con la puerta al salir. Perdoname, tengo que hablar con ella para que se comporte...— Su mano sube a sus tetitas y pellizca uno de sus pezones y tira de él, sacudiéndolo con fuerza haciendo que le duela; Paula entiende que es un castigo, e intenta no hacer ningún ruido porque sabe que puede ser peor —Ya... hijas, hermanas... mujeres al fin... jajaja cierto, mujeres con las que no te puedes acostar— Tomás ríe con superioridad, de la manera que lo hace cuandp habla con la gente del buffete, o como hacía papá también —Bien no te preocupes; el lunes sin falta lo hablamos, me lo preparo bien... ah y gracias por la oportunidad... ya, pero bueno, es una gran oportunidad. Te debo una— y cogió el móvil para colgar la llamada. Se quitó los auriculares y lo dejó todo sobre el archivador —Eres una puta escandalosa, Paula, y papá nos va a descubrir por tu puta culpa— dice, sin levantar la voz, lo que es aún peor. Tomás estaba enfadado con ella a pesar de que no había pasado nada, pero volvió a cogerle los pezones entre los dedos pulgar e índice y a estirar de ellos, esta vez los dos a la vez mientras miraba por la ventaba y veía cómo se oscurecía el día —Eres mi mujer desde hace menos de dos días y no sabes comportarte— Paula grita y él le aprieta los pezones con fuerza, retorciéndolos

—Tomás, me haces daño...— gime

—Pero puedo hacerlo porque eres mía...— responde fríamente pero baja la intensidad sin querer hacerle daño realmente —Y por eso también puedo hacer esto— dice, levantándose con ella en brazos, empalada profundamente —Porque eres mía...—susurra a su oído —Y si yo digo que te calles, te callas...— azota sus dos tetas con una mano, mientras con la otra la sujeta por la cintura —Y si yo digo que te corras... tú obedeces— dice cogiendo sus labios hinchados entre sus dedos y apretándolos uno contra el otro, frotándolos con fuerza mientras su clítoris queda atrapado entre ellos; el cuerpo de Paula se tensa y da pequeños gritos —en silencio, puta— le susurra mientras sigue castigándola y forzando que se corra; su cuerpo se agita y su espalda se arquea, gime cada vez más alto y en su culo puede sentir las contracciones de su conejito virgen y para antes de que llegue a correrse —pero sólo si yo quiero.

—Noooooooo— gime, casi susurrando, cuando Tomás para de masturbarla —por favor Tomás, por favor... déjame...

—Dime qué es lo que quieres

—Por favor Tomás...— siente una vergüenza enorme pidiendole a su hermano que la masturbe hasta correrse —por favor... no pares... porfa...

—Dilo...

—No... me da corte...— los dedos de Tomás se cierran sobre sus labios y vuelven a atrapar a su clítoris, pero no se mueven

—Dilo...

—por favor...— los dedos se mueven suavemente —más... más fuerte...— los dedos se mueven con más rapidez, frotando su coñito chorreante —sí... así... así Tomás...— vuelve a sentir sus contracciones en la polla, y para y le susurra al oido

—Estás castigada y no te vas a correr ahora...— dice divertido, llevándola a la cama y dejándola a cuatro patas sobre ella; sale de su culo dejándolo abierto y rojo y observa cómo se va cerrando —tienes un culo que es lo mejor que hay en el mundo, pero tienes que aprender; date media vuelta...— le pide, quedando su cara hacia él mientras él se masturba mirándola —y ahora abre la boca...— Tomás desliza la cabeza de su polla en su boca —y ahora, chúpala, y lámela, cierra los labios— dice mirándola y acariciándole el pelo —esto no te va a causar ningún placer, sólo te excitará más... si te follo el culo, te daré placer y estás castigada por ser una bocazas...— Paula entendió su castigo e intentó hacerlo lo mejor posible, siguiendo las indicaciones de su hermano mientras juguetea con la cabezota dura, pasando la punta de su lengua por los pliegues que su piel hace debajo del champiñón jugoso, chupándolo como su fuera un caramelo mientras con su lengua da toques suaves; poco a poco Tomás empuja su polla en su boca e inicia un balanceo en el que ella sólo se ocupa en cerrar bien los labios y chupar, mientras él folla esa boca con calma, sin llegar a profundizar mucho para no asustarla. La agarra de la coleta que lleva para marcar el ritmo de sus caderas y Paula cierra los ojos y se deja llevar; el ritmo se compone de golpes cortos y rápidos usando la boca de su hermana para satisfacerse. Llegado un momento se inclina y azota su culo desnudo con fuerza, y Paula grita, lo que hace que se gane un par de azotes más y un estirón de pezones sin detener su vaivén ni un segundo —Silencio, no quiero gritos— Tomás siente que está llegando el momento de llenar la boca de su hermana, y sus movimientos se vuelven más rápidos buscando algo más de profundidad; las babas de Paula le mojan los huevos y los muslos y eso le está excitando muchísimo —Paula... me voy a correr... en tu boca... no pierdas ni una... sola... got-!!— no puede acabar la frase cuando siente que no lo puede contener más y se corre en la boca de Paula, que hace el ademán de echarse atrás pero la tiene bien sujeta, y la fuerza a tragar su leche; al no estar preparada una pequeña cantidad se le va a los pulmones, y eso hace que tosa violentamente llegando a echar un poco de leche por la nariz, y lloriquee asustada. Tomás se acaba de correr en su cara y en su pelo mientras ella tose, dejando que las últimas gotas caigan en sus tetas. Paula se echa para atrás, posando su culete sobre sus pies, manteniendo una posición similar, y se limpia las lágrimas todavía llorando asustada. Tomás se da cuenta de su frialdad y de que sólo ha buscado su placer y se agacha poniéndose en cuclillas delante de ella, le acaricia la cara y le recoge algunos de los chorros de leche que tiene en la cara, entregándoselos en los labios donde ella los recoge y traga —Paula, lo siento, tenía que haberte preparado, pero es que te has portado mal y tienes que aprender muchas cosas. No debes hablar si no se te pregunta, y más si yo estoy al teléfono— le acaricia el pelo con cariño mientras ella asiente, cabizbaja —Y no puedes gritar ahora que papá está en casa; no querrás que se entere y se enfade con nosotros, bueno, sobre todo contigo, ¿verdad?— La mira curioso, esperando su reacción asustadiza que no tarda en aparecer

—No... no quiero que se enfade...— susurra, aún mirando abajo, llorosa —quiero que papá esté contento conmigo, Tomás...— levanta la vista, preocupada —¿Tú crees que se enfadaría conmigo?

—Claro, sin duda— Tomás asiente categóricamente y ella le mira con dudas —Seguramente nos echaría de casa, pero estaría mucho más enfadado contigo por ser su princesa que conmigo— sonríe —yo ya le he decepcionado muchas veces— ríe —pero tú... ay Paula, si papá supiera que estamos casados se enfadaría tanto que en cuanto pudierámos salir nos echaría de casa— le retira el pelo de la cara y aprovecha también para limpiar la lechada y dársela para que la vaya chupando. Obediente Paula asiente, la historia de Tomás cuadra un poco con la de papá. ¿Y si papá le había dicho todo eso porque ahora no podía echarlos? ¿Y si Tomás tenía razón y papá estaba más enfadado con ella que con él? —¿Qué te preocupa, Paula?— pregunta su hermano dándole un beso en la frente e incorporándose, y con cariño dándole la vuelta para acariciarle las tetitas y el culete rojos y sensibles. Paula no se atrevió a decirle la verdad y se mordió el labio notando como Tomás lubricaba de nuevo su culito y empujaba el tapón —Esto te viene bien, te mantiene abierta y caliente, que es muy bueno para tí y para tener un culito flexible— dijo, ayudándola a levantar. Paula sonrió y asintió mientras Tomás la abrazaba y la besaba tiernamente, relajado —Me ha gustado mucho cómo la has chupado, Paula, tienes que hacerlo más veces, pero tienes que acostumbrarte a tragarte la leche porque es muy buena para crecer— y sonríe de nuevo —Ahora necesito que te vistas, tengo que leer unos documentos para el lunes y son un montón; te puedes quedar si quieres, pero no hagas ruído. O puedes ir a ver cómo está papá...— dice, sentándose de nuevo en su silla y desplazándose hasta su escritorio

—Sí, bien— dice cabizbaja, y coge su camisola, se viste de nuevo y cierra la puerta al salir del cuarto de su hermano sin hacer ruido.

Después de masturbarse, Alfredo no podía dejar de pensar en el jugoso culo de su hija que sólo había palpado, y después de un rato se levantó y bajó a la cocina. Se preparó algo para comer que se tomó mientras observaba cómo caía el sol y se oscurecía todo; se dió cuenta de que la luz de la habitación de Tomás estaba encendida y salió al jardín por curiosidad; al principio no se veía nada en la cristalera, pero pronto aparecieron sus hijos sentados sobre una silla de escritorio, que se deslizaban hasta el viejo clasificador que ahora usaba Tomás. Ellos no le vieron, pero él pudo ver a Paula desnuda sobre su hermano, y la polla de éste en el culo de su pequeña. Ya estaba excitado pensando en ella, pero esto lo llevó a sentir algo nuevo, diferente de todo lo que había sentido antes. Supo entonces que tenía que poseer a Paula y que tenía que ser suya sí o sí. Vió cómo Tomás azotaba ese coñito abierto y virgen y torturaba esos pezones hinchados mientras consultaba un dossier y hablaba por teléfono. Estaba maravillado con que Paula aceptara esa manera de tratarla. No se pierde nada cuando Tomás cuelga y la lleva hasta el borde del orgasmo varias veces sin dejar que se corra, sonriendo por la técnica de su hijo y porque eso a él le facilitaba las cosas, pero en el momento en el que Tomás se levanta y deja a su hermana sobre la cama, Alfredo ya no puede seguir mirando sin ser descubierto y apaga las luces y se vuelve dentro de la casa, sabiendo que su hijo estaba usando a su hermana en el piso de arriba. Estuvo un rato en la cocina a oscuras, pero acabó subiendo sin hacer ruido; al pasar por la puerta de Tomás escuchó el tono dulce de la voz de Tomás hablando de cómo se iba a enfadar cuando se enterara, y de que Paula había sido castigada sin correrse. En cuanto escuchó que el plug volvía a estar en su culo y que Tomás sugería que fuera a ver cómo estaba, sonrió y volvió corriendo a su dormitorio, sin creerse que su oportunidad fuera a llegar tan pronto.