Historia de una pandemia (V)

Por fin, papá vuelve a casa!

Antes de leer "Historia de una pandemia (V)" échale un ojo a la primera y segunda parte de este relato para que no te pierdas mucho

Historia de una pandemia (I) > https://todorelatos.com/relato/172318/

Historia de una pandemia (II) > https://todorelatos.com/relato/172535/

Historia de una pandemia (III) > https://todorelatos.com/relato/172602/

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Espero que te gusten!


Cuando Paula se despertó, seguía sobre el pecho de Tomás; le dolía la tripa y el orificio anal, y al acariciarlo lo notaba resentido. Salió corriendo al baño, y cuando pudo hacer caca, que le costó bastante, algunas tenían una crema blanquecina. No se asustó, sabía que Tomás habría dejado eso dentro de ella y se limpió con cuidado antes de tirar de la cadena. Desnuda volvió a su cuarto, cogió su móvil por si papá llamaba y cuando iba al de Tomás se dió cuenta de que no estaban solos en casa, había alguien en el cuarto de papá

—¿Papá? ¿Eres tú?— Paula no se dió cuenta de que iba desnuda con el móvil en la mano; abrió un poco la puerta y cuando vió a Alfredo colocando las pocas cosas que había traído del hospital gritó y lloró de alegría, y salió corriendo a abrazarlo con fuerza —Papi papi!!!! papá te he echado de menos!!!! tanto... tanto papá!!!!— No lo suelta, lo abraza antes de darse cuenta de que las tres semanas de hospital le han pasado factura; más delgado, demacrado y sin ningún color pero contento de estar en casa con sus hijos.

—Paula cariño... que vas desnuda!— Alfredo ríe las ocurrencias de su hija, y echa la cabeza atrás para admirar su cuerpo disimuladamente —Cariño, ¿por qué vas así? Una batita o una camiseta, pero ponte algo

—Oh papá perdón— Paula se sonroja, siente su culo palpitar, y pudorosamente se cubre con lo primero que pilla en el cuarto de su padre, una camisa suya —Iba a la ducha, para irte a buscar luego, pero fui a coger el móvil y ... oí algo aquí— se sonroja mordiéndose el labio

Alfredo observa como su hija se pone una de sus camisas azules como si fuera una bata, cruzando los brazos sobre su pecho; le llega por la rodilla, se podría hacer un vestido con ella.

—Cariño, me han dado el alta por la mañana, a primera hora, y no os quería hacer madrugar. ¿Ves? Te has levantado y ya estoy en casa!— Alfredo sonríe y abre los brazos cuando su hija hace el ademán de abrazarle de nuevo y lo hace con fuerta

—Es la mejor mañana de mi vida, papá, nunca pensé que te pudiera echar tanto de menos— dice Paula, mirándolo mientras él le acaricia el pelo

Pasan tiempo abrazados en silencio; a Paula le parecen horas, pero no es más que unos largos segundos, tal vez medio minuto. Alfredo le acaricia el pelo con mucho cariño, y a Paula se le humedecen los ojos. Todo lo que pasó el día anterior, las semanas de confinamiento sin ver a nadie y el tiempo que había pasado papá en el hospital hacían mella en ella día tras día. Alfredo se da cuenta, pero sabe que necesita desahogarse, y la deja llorar mientras la abraza. Pero pasado ese tiempo prudencial, la envía a la ducha

—Cariño, dúchate y vístete, ya va siendo hora

—¿Ducharme? ¿Por qué...? O sí, claro, la ducha— Paula rectifica a tiempo y se separa de papá —Luego pongo tu camisa a lavar, ¿vale papá?

—No, no hace falta cariño, si es limpia, no me la he llegado a poner— Paula vuelve a abraza a papá, y esta vez la camisa se abre y su cuerpo desnudo se pega al de Alfredo; Paula no se da cuenta de la gravedad y se va al baño. Mientras camina, Alfredo adivina sus pequeñas curvas bajo la ropa y se queda mirándola mientras puede. Después sacude la cabeza queriendo alejar esas ideas vagas.

Paula entra en el baño y se queda parada sin saber qué hacer; aprovecha y se mete en la ducha y deja correr el agua, mojándose entera, y aguantando el chorro en sus puntos más sensibles. Nota como su cuerpo se calienta como nunca antes había hecho y se sonroja. Pronto, su culito empieza a palpitar de nuevo y a necesitar a Tomás; se muerde el labio y piensa por un momento cómo lo van a hacer ahora que papá está en casa y ellos no pueden salir. Deja que sus pensamientos fluyan buscando una solución, igual que su mano, que se va directa a acariciar su conejito, despacito, buscando su botoncito y jugueteando como Tomás le ha enseñado. Ahoga un gemido y continua; ahoga otro. No puede parar y de repente escucha por el pasillo como Tomás y papá hablan, justo al lado de la puerta del baño. Paula se queda helada, no le ha dado tiempo de avisar a su hermano, pero oye risas y abrazos. Se relaja un poco, pero deja a un lado sus caricias para acabar rápido de ducharse y salir al encuentro de ambos.

Pasados unos cinco minutos, Paula abre la puerta del baño envuelta en su albornoz; encuentra a papá y a Tomás en la puerta hablando del hospital y de cómo lo habían tratado; en ese momento Tomás habla de Ana, de cómo tenían noticias a través de ella también

—Por cierto, Paula, llamó anoche pero estabas dormida, no quise despertarte. Llámala cuando puedas— Paula asiente, y se sonroja

—Vale, la llamo cuando desayunemos— Bien envuelta en su albornoz abraza el brazo de Alfredo y, pensando en que su hermano se iba a sentir mal, también abraza a Tomás —Ya estamos todos juntos otra vez— y los aprieta contra su pecho, sin darse cuenta de que ni papá está acostumbrado a un tratamiento tan cercano ni que ambos pueden notar sus pequeños pechos a través de la gruesa tela —Me voy a vestir— anuncia risueña y se va caminando a su cuarto. Alfredo la sigue con la vista, sonriendo

—Qué grande está...— sonríe, como un padre orgulloso; Tomás hace una mueca pero casi no se nota cuando le responde con una voz un poco seca

—Sí, ha crecido mucho durante esta pandemia. Venga, vamos a desayunar, tendrás hambre— y da media vuelta hacia la cocina esperando que su padre le siga; Alfredo sacude la cabeza cuando su hija entra en su nuevo cuarto, y da media vuelta para seguir a su hijo

Paula no sabe cómo vestirse; es complicado. Sabe que Tomás no quiere que vaya vestida, pero tampoco puede ir desnuda ni demasiado llamativa porque papá se daría cuenta de que algo pasa. Tras un rato, escoge una camisola que llega hasta la mitad del muslo y que a veces se pone para ir por casa; valora la opción de ir sin ropa interior por Tomás pero tiene miedo de que papá se de cuenta, y como se nota palpitar se arriesga y deja sus braguitas sobre la cama y sale del cuarto. Cuando llega a la cocina los encuentra hablando y riendo; no puede acordarse de la última vez que su padre y su hermano tenían una charla distendida. Se acerca a su padre y lo abraza de nuevo

—Papá, ya estás en casa...— le da un cariñoso beso en la mejilla y Alfredo la abraza; Tomás mira a otra parte, celoso de que su hermana tenga esas atenciones, y fuerza una sonrisa. —¿Quieres que te prepare algo? ¿Agua? ¿Comer algo?— Mira la mesa y ve que Tomás se le ha adelantado, le da otro beso y sonríe —O nada...— Mira a Tomás y sonríe inocente, aunque nota palpitar todo dentro de ella. Alfredo la vuelve a abrazar cariñoso y la atrae hacia sí, haciendo que se siente sobre sus piernas

—Me parece que estoy mayor para esto, Paula— ríe mientras no deja que ella se levante —pero me gusta tener a mis hijos cerca— alarga un brazo sobre la mesa para coger por el hombro a Tomás e incluirlo de alguna manera en el abrazo de grupo; mira a los dos y sonríe de manera entrañable. La mano que le queda libre la pone en la cinturita de Paula y despacio la mueve hasta que queda sobre su vientre, a la altura de su ombligo y rozando la suave tela con la yema de sus dedos. Estas caricias tan íntimas hacen que a Paula se le erice todo el vello del cuerpo y que su mente vuele fuera de la conversación, centrándose en el hormigueo que siente bajo los dedos de papá.

Paula se da cuenta de que la conversación ha acabado cuando Tomás se levanta de la silla y papá hace el ademán para que ella se levante también

—Bueno, voy a echarme un rato; me noto cansado, han sido muchos cambios en una mañana— Paula le ayuda a levantarse

—Sí papá, descansa, te avisamos a la hora de comer...

—No hace falta, cariño, si estoy durmiendo no me despertéis, ya comeré yo cualquier cosa después— Paula se siente un poco defraudada porque quiere pasar tiempo con él pero asiente obediente. Tomás ya ha salido de la cocina y lo oye en el piso de arriba

—¿Necesitas algo, papá? ¿Te ayudo a algo?— Paula servicial acompaña a su padre hasta su dormitorio, esperando ser de ayuda

—No te preocupes cariño, estoy bien, sólo necesito descansar— y la abraza de nuevo y le da un beso en la frente; al retirarse, las manos de papá se paran en su culito unos segundos, y eso la deja despistada un momento —Buenas noches— dice Alfredo al cerrar la puerta y sonríe por la broma infantil, ya que aún no es medio día.

Paula se queda un momento parada al otro lado de la puerta de papá, y sus manos se van a su culito. ¿Era verdad o se lo había parecido? Ella misma roza su culito un par de veces y finalmente agarra sus cachetes con fuerza y los separa; eso la hace palpitar de nuevo y agita la cabeza. Lo habrá imaginado. Se da media vuelta y en ese momento sale Tomás de su cuarto, que la agarra de la muñeca y la arrastra dentro de nuevo. Paula ríe coqueta cuando su hermano se baja los pantalones y su polla salta del interior, grande y dura; se muerde el labio cuando la echa sobre la cama y coge el bote de lubricante

—Llegará un momento en que no lo necesite— dice saltando sobre ella y levantándole la camisola —Sabía que no llevabas braguitas... muy bien peque...— dice, abriéndola de piernas y levantando sus caderas; toma la punta de su polla y la lubrica bien, y lo mismo hace con su culo, metiendo dos dedos y haciéndola arquearse sobre la cama —Le estás cogiendo el gusto a esto, tragona...— dice empujando la cabeza de su polla en el pequeño agujero arrugado, que se estira alrededor de su miembro en el momento en que empieza a empujar. Tomás gime mientras el culito se abre para él, y Paula da grititos y lloriquea suavemente. Tomás la mira y le levanta la camisola para ver sus pequeñas tetas; agarra una y después la otra, y baja sus manos por su vientre, acariciando su cuerpo. Paula le mira, excitada; su coñito se ha hinchado y está rojo, con el clítoris ya fuera de su capuchón. Su polla se pierde debajo de su coñito, pero aparece como bulto en su vientre liso —¿Te gusta, Paula? ¿Te gusta que tu marido te folle?— Paula gime y asiente, sin dejar de lloriquear de excitación; en poco más de un día su culo se ha amoldado a su hermano y no puede dejar de pensar en tenerlo dentro. Con su dedo gordo, Tomás frota su clítoris despacito, y hace que su hermana gima con más fuerza, y sus ojos se vuelvan vidriosos, muy necesitada; sus labios entreabiertos y jugosos al gemir hacen que Tomás se incline y la bese, a lo que ella responde torpemente por su inexperiencia, cerrando los ojos. Tomás agarra su labio inferior entre los suyos y chupa y tira de él, excitándola más mientras se mueve con una calma tensa dentro de ella —Quiero tu coñito Paula, quiero estar dentro de tí, pero quiero esperar a un momento especial, que podamos ir a algún un sitio más allá de la cocina— Paula asiente, gimiendo, ahorcando la polla de su hermano cada vez que encoge su ano alrededor de ella, sin entender por qué no la tomaba por su conejito si tantas ganas tenía y era su marido y podía hacerlo —Un día, cuando podamos salir, te voy a llevar a la montaña, a un sitio que es mágico... y allí...— empuja su polla totalmente dentro de ella y la hace dar un respingo —y allí me follaré este coñito y lo destrozaré...— Paula ríe suavemente con las cosas que dice su hermano, que se mantiene serio —No te rías...— el vaivén de sus caderas empieza a coger velocidad, moviéndose dentro de ella más y más rápido y profundo, follándola con fuerza mientras le mira a los ojos —No me gusta que te rías...— la risa de Paula se convierte en una mezcla de gemidos y lloros en el momento que añade la tortura de pequeños azotes a su clítoris con sus dedos —No se te ocurra llegar Paula, aguántate... no te lo has ganado todavía— espeta en un tono duro y frío cuando se inclina sobre ella para empalarla en su polla con más fuerza y profundidad; ella le mira llorosa, muy caliente, suplicando que le deje llegar, pero su hermano está determinado en enseñarle a cómo debe comportarse, en adiestrarla, que hunde su cabeza en su pecho para comerse sus tetitas mientras la empala en profundidad y con fuerza —Aguanta...— vuelve a ordenarle cuando nota que su cuerpo se agita y tiembla bajo su cuerpo —No... te... corras...— gime en su oído justo antes de correrse él dentro de ella, llenando de nuevo su recto con su leche. Tomás se arquea, empujando en los estertores de su orgasmo mientras Paula llora aguantándose, sin entender ni saber gestionar algo tan intenso, frustrada y necesitada.

Pasados un par de minutos, aún con Tomás dentro de ella, Paula nota como Tomás vuelve a soltarse dentro de ella, llenándola con su orina. Siente como su tripa se hincha mientras las manos de su hermano la acarician suavemente y palpan cómo el líquido la hace crecer. Tomás sonríe, aliviado —Llevo toda la mañana aguantándome— confiesa divertido, y saca de un cajón algo que parece un tapón, pero largo y con formas más anchas y más estrechas; no debe hacer más de 10 centímetros, y por abajo le recuerda un poco a la lámpara mágica del Aladdin de Disney

—¿Qué es eso...?— Paula lo mira con curiosidad mientras Tomás sonríe

—Es una especie de tapón... ya verás, te va a gustar

—¿Qué vas a tapar con eso?— pregunta inocente. Tomás no responde, pero se retira de ella y con un dedo aguanta el chorro que le sale de dentro. La mira y le acerca el objeto a la cara; parece de goma, negro, y las formas parecen bolas puestas unas sobre otras, aunque en la parte más baja es fino como uno de sus dedos y de repente es grueso como dos de los dedos de Tomás

—Dale un besito— Paula levanta un poco la cabeza y obedece, besando eso con suavidad y un poco de reticencia; es muy suave al tacto, no se lo había esperado —Ahora abre la boca y chúpalo, necesito que lo mojes bien— y Paula le mira no muy convencida pero obedece de nuevo, dejando que Tomás meta eso en su boca y ella lo chupa y lo moja bien. Sabe raro, como a jabón o algo así, pero desaparece pronto y queda un sabor como a goma; tras unos segundos Tomás retira eso de su boca y lo mueve a la entrada de su culito. Paula se incorpora para mirar

—¿Qué vas a hacer?— le pregunta con un poco de reparo, sospechando qué viene después, pero Tomás no tiene tiempo de responder y sin quitar del todo el dedo que aguanta el chorro, empuja eso dentro de ella; es más grueso de lo que parecía, pero está muy abierta y entra sin problemas, quedando el agujero tapado con todo el líquido dentro

—Ahora eres mi pequeño orinal, Paula— ríe divertido; Paula mira abajo y ve su tripa hinchada y cómo Tomás se levanta de la cama dejándola así

—Necesito ir al baño...— le mira pidiéndole ayuda, pero Tomás coge su móvil y se agacha de manera que las piernas abiertas de Paula quedan a su altura

—Quédate quieta— ordena —y vuelve a levantar las piernas— Paula obedece, doblando las rodillas de manera que sus piernas quedan recogidas. Con el móvil, Tomás saca algunas fotos con el encuadre fijo en la parte de la entrepierna de su hermana, con el plug dentro y el coñito hinchado y mojado; abre sus labios con mano y acaricia su clítoris para que se moje más y vuelva a salir de su capuchón, y mete dos dedos entre sus labios para mojarlos y extender sus jugos por su labios, mojándola bien. Paula mira abajo y gime, y Tomás saca un par de fotos más, ahora también encuadrando la barriga hinchada y sus pequeñas tetas. En un último vídeo,juguetea con sus dedos en la pelusa rubia que Paula tiene sobre su rajita, ahora mojada y pegajosa, durante unos segundos, y después abre de nuevo sus labios para grabar el interior del coñito de su hermana, brillante, mojado e hinchado, y baja hasta la entrada de su vagina captando claramente su himen —Paula, ábrete tú, aguanta tu rajita abierta— le pide, y ella obediente baja sus deditos y aguanta abierto el coñito. Tomás entonces con un dedo juguetea en su himen, empujando la membrana y comprobando lo elástica y frágil que es. Despacio, baja el encuadre hasta su culo y gira la base del plug, tirando de él suavemente y haciendo que la bola gorda con un ancho como dos dedos de Tomás quede a medio salir, con su ano ensanchado a su alrededor. Empuja y vuelve a tirar notando como el cuerpo de Paula se tensa cuando lo hace; para el vídeo y deja el móvil en una repisa —Venga, ya estamos. Pero no puedes ir al baño, aguanta un poco más con esa tripa hinchada porque te queda muy bien— Tomás ríe divertido y se acerca y besa la frente de su hermana, que sonríe y asiente obediente.

Tomás se sienta en su escritorio y conecta el móvil para descargar los vídeos y las fotos, y poderlos borrar. Paula se incorpora con dificultad; le molesta la tripa pero puede aguantarlo, pero mejor de pie que sentada; al levantarse su camisola se desliza por su joven cuerpo y Tomás la reprende

—Desnuda, al menos mientras estés en mi cuarto, y accesible en todo momento— Paula asiente mientras se quita la camisola y se acerca a su hermano, aún con la camiseta puesta y se abraza a él, que mientras con una mano mueve el ratón por la pantalla, con la otra abraza a Paula y juguetea con el plug de su culo.

—¿Qué vamos a hacer ahora que papá está en casa?— Tomás la mira y se encoge de hombros

—Ya iremos viendo; de momento papá necesita descanso y sólo tenemos que ir con cuidado— y la besa de nuevo en la frente sin dejar su plug.

En el momento que Alfredo cerró la puerta, dejando a Paula al otro lado, no se podía creer que su hija no llevara bragas bajo la camisola. Era una descarada. Tampoco podía creerse lo que había visto al llegar esa mañana a casa, cómo Paula dormía desnuda sobre Tomás, abierta de piernas y con su ano rojo e hinchado. Su bebé, su hija pequeña había consentido en tener sexo anal con su hermano carnal y parecía que lo disfrutaba. ¿Desde cuándo pasaba esto? Y lo que es peor, en su casa y bajo sus propias narices. Por un lado se sentía engañado y ultrajado, con ganas de darles una paliza a los dos, pero sobre todo a Paula por decepcionarle de esa manera. Pero por otro lado, la visión de su hija desnuda de esa manera le había excitado tanto que no había sido capaz de aguantarse las ganas de masturbarse a pesar de lo débil que se encontraba. Y al verla desnuda un par de horas después las piernas le habían temblado y el corazón le había dado un vuelco. Sus pequeños pechos y su figura le recordaron a aquella vez que, estando él estudiando derecho, estuvo una temporada para preparar exámenes en casa de unos tíos que vivían en la playa; su tío era también abogado y le ayudó mucho, y su prima, más o menos de la edad de Paula, también le ayudó, pero a su manera. Ya los primeros días la pequeña se había enamorado de su primo, más mayor y guapo, un universitario recién licenciado, y a él le gustaba tenerla todo el día alrededor, joven, inocente, le daba un aire fresco a todo lo que hacía. Por las mañanas preparaba los exámenes con su tío, y le ayudaba en algunos casos; por las tardes bajaba a la playa o iba hasta el pueblo paseando, siempre con su prima, que creía en todo lo que él dijera. Podía afirmar que el cielo era verde que ella sólo preguntaría si era verde turquesa o verde esmeralda, y eso le gustaba. Sonrió pensando de nuevo en cómo le recordaba a Paula en muchos aspectos. Recordó un domingo en que se despertó pronto; sus tíos habían salido temprano y su prima aún dormía; ese día preparó el desayuno para los dos y se lo llevó a la cama, la besó y la tomó, desvirgándola y llenándola con su semilla una y otra vez. Durante esos primeros días de verano Alfredo preñó a su prima, pero le prometió que la llevaría con él cuando volviera a casa, de manera que siguieron follando como conejos hasta que se le empezó a notar la tripa ya a finales del verano. Alfredo aprovechó que volvía para los exámenes e 'invitó' a su prima formalmente a que pasara unos días en la capital con él y su familia, donde estuvieron unos días, menos de los que habían dicho, y el resto de los días la internó enbut una clínica donde pudo abortar de manera confidencial y sin que nadie hiciera preguntas. Estuvo con ella todo el tiempo y cuando se repuso la volvió a llevar a casa de sus padres en la playa. Al principio hablaban todos los días, pero poco a poco se fueron distanciando y haciendo cada uno su vida. Ahora era una de las diseñadoras de joyas más famosas del país y, aunque habían pasado muchos años, todavía pensaba en ella con mucho cariño a pesar de no haber hablado en años. Pensó en que la relación era muy parecida a la que ellos habían tenido, pero quería saber más para poder evitarle a Paula todo lo que pasó su prima. Se quedó detrás de la puerta unos minutos y volvió a salir con la excusa de que se había dejado algo fuera, y oyó voces en el cuarto de Tomás; se acercó y escuchó detrás de la puerta durante un rato; hablaban entre suspiros y gemidos, pero entendía lo que decían. Alfredo fue consciente en ese momento de lo dominante que era Tomás, como él a su edad, mientras que Paula era una dulce sumisa a la que Tomás estaba moldeando torpemente. Se quedó escuchando para saber que Paula estaba intacta a pesar de que su culito había sido usado, aunque no supo adivinar desde cuándo. Saber que Paula no había entregado su coñito a su hermano animó mucho a Alfredo, que dejó que Tomás siguiera disfrutando mientras torturaba a la pobre Paula y volvió a su cuarto, a dormir un rato.