Historia de una pandemia (III)

Durante el primer día de su relación, la inocente Paula acepta a su hermano Tomás como marido y padre de todos sus hijos como si fueran Adán y Eva

Antes de leer "Historia de una pandemia (III)" échale un ojo a la primera y segunda parte de este relato para que no te pierdas mucho

Historia de una pandemia (I) > https://todorelatos.com/relato/172318/

Historia de una pandemia (II) > https://todorelatos.com/relato/172535/

Espero que te gusten!


Cuando Paula se despertó de su merecida siesta no se dió cuenta de que tenía las piernas abiertas y las rodillas flexionadas ni que entre sus piernas estaba su hermano Tomás; sentía mucho placer directamente en su conejito, que estaba muy mojado, y cómo algo duro y caliente la acariciaba. Se estiró en la cama y gimió, y se incorporó sobre sus codos

—No... no pares...— gimió mordiéndose el labio inferior —¿qué haces?

En ese momento se dejó caer de nuevo en la cama y abrió más las piernas doblando con fuerza las rodillas; su coñito hinchado se abrió más a Tomás que no pudo evitar lamerlo con ansia, deslizando su lengua entre los labios gorditos para recoger sus dulces fluídos; tras unas lamidas sus labios subieron hasta su clítoris y, sin tener el cuidado de no despertarla, se cerraron a su alrededor mientras chupaba con fuerza y usaba la punta de su lengua para darle toques rápidos que la hacían chillar de placer.

—¿No te gusta?— paró Tomás un momento para incorporarse y mirarla por encima de su pecho, justo en el momento en que ella empezaba a arquear su espalda y empujar su monte de Venus contra él

—Sí... no pares...— gemía y suplicaba mientras lo miraba —por favor Tomás...— Se mordió el labio de nuevo e hizo un puchero de manera involuntaria. Tomás volvió a bajar la cabeza pero no la tocó, sólo le sopló el húmedo y abierto coñito e hizo que se estremeciera con un gemido largo —No... eso no... lo de antes— pidió de nuevo mientras su pecho agitado hacía que sus tetitas se movieran rítmicamente

—Si sigo... ¿qué me das a cambio?— Tomás estaba encantado, la miraba por encima de sus pechos y volvía a soplarle y a volverla loca

—Lo que quieras!!!— gritó —pero sigue por favor— insistió; no podía controlar sus caderas, que dibujaban círculos por la exitación. Los labios estaban ya tan abiertos e inflamados que mostraban la parte interna de su jugoso coñito con un color rojo brillante, casi de un rosa profundo —por favor...— gimió

Tomás volvió a soplar

—Lo que yo quiero es que estés así— sonrió, mirándola a los ojos —y que no te puedas aguantar; es divertido verte así—

Paula gimió y lloriqueó un poco, frustrada hasta unos niveles que no había conocido antes, y desafiante movió una mano para acariciarse ella misma; Tomás la paró antes de llegar a rozarse y después paró la otra mano que iba por el mismo camino, cerrando sus dedos alrededor de sus muñecas de manera que ella quedaba inmovilizada mientras él tenía una mano libre

—Me parece que te voy a tener que atar esas manos...— dijo levantándose de la cama; Paula pudo verlo totalmente desnudo y duro y se sonrojó. La idea podría haberle asustado un poco pero estaba tan excitada que sonrió y se mordió el labio de nuevo

—¿Y cuando me ates las manos seguirás haciéndolo?— le miró esperando una respuesta afirmativa mientras cerraba las piernas y se sentaba en la cama con las rodillas dobladas, como si fuera una india; notaba su conejito palpitando y abierto por la postura y le gustó la sensación

—Ya veremos— respondió poniéndose serio —Pero piensa que he tenido que levantarme a buscar con qué atarte esas manos, y a lo mejor me he enfadado y no quiero seguir jugando contigo— dice volviendo a ella —a ver, acerca las manos— con lo que parecen los cordones de unas deportivas pero un poco más gruesos, Tomás toma una de las muñecas de su hermana, le da dos vueltas al cordón desde uno de los extremos y hace un nudo; con la cuerda restante repite en la otra muñeca, de manera que el cordón no se le clave pero que tampoco pueda sacar la mano. Prueba un par de veces a tirar y sonríe, y tirando del cordón hacia arriba hace que su hermana levante los brazos quedando desprotegida —Ahora, si yo quisiera, podría hacer esto...— dice mientras baja la mano por sus pechos y los acaricia, pellizcando suavemente los pezones y haciéndola gemir mientras la mira —O esto— baja la mano por su vientre y hunde sus dedos en ella, que se estremece e inconscientemente intenta bajar los brazos, notando el tirón —Vaya... se te había olvidado...— ríe ante su cara de sorpresa, y deja que baje los brazos —Bien, ahora túmbate

Paula obedece, estira las piernas y se tumba en la cama, y descansa los brazos sobre su pecho; su hermano se pone a sus pies y la agarra de los tobillos y tira de ella, deslizándola sobre la cama hasta dejarla en el medio. Después camina hasta la cabecera de la cama y con un segundo cordón ata las esposas improvisadas a la parte metálica de somier de la cama, haciendo que los brazos de Paula queden estirados sobre su cabeza

—Así, mucho mejor— dice mientras se sienta de nuevo en la cama y la mira; ella sonríe nerviosa y excitada, aguantándole la mirada. Él la acaricia, empezando por su cara y bajando hasta su coñito donde vuelve a hundir dos dedos, moviéndolos lentamente mientras la folla con cuidado —No sabes las ganas que tengo de desvirgarte, Paula— ella gime escuchándo su confesión

—¿Y por qué no lo haces?— sugiere sintiendo una fuerte excitación

—¿Tú quieres que te tome, que te desvirgue? ¿Estás segura de entregarte a tu hermano?— un poco sorprendido, sabiendo que habla la excitación, no ella, pero muy complacido, usa su dedo gordo para masturbar su clítoris mientras la folla, arrancándole gritos y gemidos

—Sí sí. Por favor, sí...— gime, arqueando su espalda, sintiendo como las ataduras y la restricción de movimientos la excitan más —Hazlo ¿sí?

Él sigue jugando con su coño, llevándola al borde del orgasmo mientras ve cómo suplica que la folle y se contorsiona, arqueándose y temblando, necesitada y excitada. Y así aguanta durante unos segundos, tal vez un minuto o dos en los que Paula está a punto de correrse al menos tres veces pero que él frena justo a tiempo; los gritos, los jadeos y la necesidad de correrse la llenan por completo, entregada totalmente a su hermano.

Tomás vuelve a bajar el ritmo y saca los dedos de ella; chupa uno y le da a chupar el otro a Paula, que lo toma con avidez y lo chupa y juguetea torpemente con su lengua. El vuelve a acariciar su coñito, recogiendo sus sabrosos fluídos y los restriega en su polla, dura como una piedra; embadurna bien la cabeza casi púrpura y se masturba para Paula

—¿Te acuerdas lo bien que se sentía cuando te daba besos en tu conejito? Pues ahora quiero que me des besos a mí— Paula escucha lo que dice pero no llega a entender bien; Tomás le acerca la cabezota y ella de manera inocente la besa; al principio con un poco de reticencia, pero cada vez menos, sintiendo su propio sabor —Usa bien tus labios— le pide, serio, y aunque no entiende que lo que desea es que se meta la cabeza en la boca, Paula pone morritos y usa la parte más interna para besarlo, mojándose los labios y abriendo algo más la boca. Tomás no tiene paciencia por la excitación y le sujeta la cabeza mientras fuerza que su polla se deslice entre sus labios —Chúpala como si fuera un chupa chups, Paula... juega con ella en tu boca— le pide mientras Paula aún no se ha acostumbrado a tener ese champiñón tierno y duro a la vez en su boca, con su sabor salado y su agujerito; tiene la tentación de morderla un poco, apretando sus dientes y sintiendo como se hunden en el músculo duro. Pronto deja de jugar a eso y se centra en chupar cómo lo haría con un caramelo, pasando su lengua por los pliegues a medida que los va descubriendo. Finalmente se centra en jugar con el agujerito, sin darse cuenta de que es por ahí por donde Tomás hace pis. Por su parte, él aguanta las ganas de agarrarle la cabeza y follar esa boquita, no quiere asustarla más, así que se contiene y como premio baja su mano a su coñito y lo acaricia, sorprendido de lo mojada que está su hermana —Lo haces muy bien, cielo— le dice con tono paternalista y ella sonríe, tensando sus labios alrededor de su polla

Tomás le acaricia la frente y mientras la observa chupándole la polla; ella está centrada, muy excitada; la piel rosada se eriza cada vez que acaricia su pecho, y su coñito chorrea de manera que ya hay una mancha de humedad bajo su culo. La ve inquieta, no acostumbrada a gestionar sentimientos tan fuertes y le sonríe con cariño, retirándole el pelo rubio de la cara; ella lo agradece con una dulce sonrisa, y por primera vez desde que empezó con ese juego se arrepiente un poco de lo que le está haciendo a su inocente hermana. Ese pensamiento que le atraviesa la cabeza hace que su polla se quede un poco fláccida en la boca de Paula que lo mira extrañada

—¿Qué pasa?— le pregunta con la cabeza en la boca, chupándola y jugando con la lengua —¿He hecho algo mal?—

—No cielo, no— responde Tomás, saliéndose de su boca —A ver, Paula, esto es serio... ¿quieres que pare?

—No...— piensa unos segundos —No! no no, no quiero!— Tomás sigue pensando que es su excitación la que habla por ella, que no puede ver más allá —No, sigue... por favor sigue... y házmelo

—A ver, ¿qué quieres que te haga, Paula?— la mira inquisitivamente

—Eso...— se encoge de hombros, desnuda y atada a la base del colchón —Lo que ibas a hacerme...— Ella aprovecha para abrir las piernas y flexionar rodillas, exponiéndose mojada y excitada a su hermano —Házmelo Tomás, porfa...— suplica —Eres mi marido... tienes que hacerlo— razona, como una niña que encuentra una lógica aplastante en algo muy simple

Al verla así, suplicando que la follara y exigiéndole que cumpla su deber como 'marido', la polla de Tomás vuelve a despertarse casi de manera inmediata; sonríe notando la tensión a medida que crece, y se masturba lentamente mirándola. Ella sonríe viendo cómo se recupera y se muerde el labio inferior, excitada

—¿Me lo vas a hacer?— pregunta, mordiéndose el labio otra vez; él le devuelve la mirada mientras se sigue masturbando —¿Qué miras?— sonríe sintiendo los ojos de su hermano quemándole la piel —Porfa Tomás...— él sigue sonriendo, disfrutando del momento y sin decir palabra, notando como eso la excita más y más —Venga... anda... por favor...— Paula levanta las caderas arqueando la espalda y las balancea, invitándolo. Tomás siente su polla que va a rebentar en su mano y la libera; la nota balancearse mientras se arrodilla sobre la cama y se coloca entre sus piernas.

El coño de Paula está muy inflamado, chorreante y abierto; su clítoris totalmente fuera del capuchón, hinchado y gordito, y no puede evitar gemir cuando Tomás pasa sus dedos por su rajita mojando las puntas. Sonríe y coge la polla con una mano y la dirige a a sus labios; la frota arriba y abajo y le arranca grititos de placer a Paula, que no deja de tirar de las cuerdas que la mantienen atada

—Por favor...— suplica. Tomás la mira y sigue deslizando su polla arriba y abajo por su rajita, dejando que la punta de su cabezota se deslice dentro de su coñito. Tiembla, siente como ese coñito tragón y todavía virgen se abre para él e intenta chuparlo hacia dentro. Las caderas de Paula se agitan, nerviosas y excitadas; no para de gemir y lloriquear, y siente como su frustración va creciendo. Con la respiración cada vez más pesada, sabe que si sigue jugando así con su hermana se correrá en poco tiempo así que se prepara para tomarla

—Paula, ahora necesito que aguantes la respiración, puede dolerte un poco— Ella asiente, deseosa, caliente, sumisa, esperando que su hermano entre en ella. Él mete dos dedos en su coñito y sin llegar a desvirgarla la folla despacio, preparándola. La mancha de humedad en las sábanas es cada vez más un charco de zumo de Paula; con sus dedos, Tomás recorre su rajita otra vez, esta vez bajando hasta su culo, dejando que sus dedos se deslicen dentro y sintiendo lo lubricada que está. Sonríe, follando su culo despacito y oyéndola gemir de placer —¿Esto es lo que quieres, Paula?— y ella sólo gime, sin responder, centrada en su placer; él mueve dos dedos a su coño y folla sus dos entradas a la vez, con poca profundida —¿O es esto?— dice divertido, escuchando cómo grita más fuerte, a punto de perder el control.

Tomás saca los dedos de su culo, donde frota la punta de su polla, y empuja lentamente notando como el esfínter se dilata facilitando la entrada; Paula gime más alto arqueándose, tomando la polla de su hermano sin necesidad de lubricante, y es entonces cuando Tomás la agarra por las nalgas, la levanta unos centímetros y deja que su peso la empalale en su polla con rudeza. Ella grita y se revuelve mientras él disfruta de la tensión de su culo en su polla, de su tibio y estrecho recto. Atada y empalada, Paula le mira llorosa y él se inclina sobre ella para comerse sus tiernas tetitas, mordisqueando los pezones sin moverse dentro de ella

—¿Esto es lo que querías?— Mueve sus caderas hacia atrás y la empala aún con más profundidad, haciéndola gritar otra vez —Dime Paula, te gusta esto ¿verdad?— la empala una vez más mientras le habla, susurrándole. Chupa sus tetas deteniéndose en cada una para disfrutarlas en su boca, y sube por su pecho hasta llegar al cuello y mordisquearlo. Paula se agita excitada mientras lloriquea, dolor y placer la inundan —Dime que pare, y saldré de ti— y la mira fíjamente a los ojos; le devuelve la mirada, no quiere que salga pero le duele; no sabe qué hacer o decir, le cuesta tomar una decisión cuando se da cuenta de que su mano está acariciando su coñito y la empieza a masturbar suavemente. Ella lo mira con miedo y ansiedad —¿Quieres que pare?— escucha sus palabras y le mira, como si no le entendiera. Sus dedos siguen masturbándola pero no dejan que se corra; sus manos suben hasta sus tetas para agarrarlas con fuerza y estrujarlas —Dime que pare, Paula, o pídeme que te folle— Gime, sobreestimulada,jadeando, mirando alrededor —Dime que eres mía...— susurra de nuevo y ella asiente y jadea con más fuerza —Dilo, que yo te oiga— le pellizca uno de sus pezones y grita

—Soy... tuya...— jadea, respirando con dificultad —Soy... tuya...— repite, asintiendo

—Dime qué harías por mí, Paula, hasta donde llegarías— Paula pone cara de no entender la pregunta —Quiero que seas mi mujer y tengas mis hijos, que lleves mi casa y que la única voluntad sea la mía— Paula asiente intensamente, casi llorando —Quiero saber que poseo tu cuerpo y tu mente ...— Paula empieza a llorar escuchándolo —... y que una palabra mía bastará para cualquier cosa— llora mientras asiente, entregándose a su hermano totalmente, en cuerpo y alma

—Soy... tuya...— atina a decir entre lloros y gemidos

Tomás se echa para atrás, quedando de nuevo de rodillas entre sus piernas, con su culo empalado y su coñito totalmente abierto para él; vuelve a pasar las manos por debajo de sus nalgas y a agarrarlas con fuerza, apretándolas y estrujándolas, abriéndolas bien, e inicia un vayvén en el que empala su pequeño cuerpo una y otra vez, sintiendo en su polla como su recto le envuelve y se tensa alrededor

—Paula... Paula...— gime Tomás, follándola lentamente, admirando el joven cuerpo atado y caliente frente a él, y el pequeño bulto que su polla deja en su vientre cada vez que está dentro de ella; acaricia su vientre, notando la caricia en su polla a través de su suave piel y su carne. Ella le mira, gime como respuesta y se vuelve a entregar al placer que su hermano le da; es en ese momento que Tomás no aguanta más y su vaivén coge velocidad, soltándola en la cama y manteniendo sus pernas levantadas y abiertas mientras usa su culo para saciarse una vez más, follándola con fuerza, casi con rabia. Paula grita y se retuerce, y se corre sin necesidad de que la mano de su 'esposo' acaricie su conejito; su espalda se arquea y su cuerpo siente espasmos muy violentos durante varios minutos, durante los cuales encadena hasta tres orgasmos seguidos, cayendo en coma mientras su hermano continua follando su culo salvajemente hasta que la llena una vez más, corriéndose y derramando su leche dentro de su inocente hermanita. El cuerpo de Tomás se tensa, aprieta los glúteos y empuja sus caderas contra la entrepierna de Paula, que continua inconsciente, asegurándose de echar en ella hasta la última gota de su semilla.

Inmediatamente después, aún dentro, se deja caer sobre ella sin soltar sus piernas, abrazándola con fuerza, jadeando, notando su polla palpitar dentro del estrecho culo

—Paula... Paula cariño...— gime, jadeando, asegurándose de que Paula está bien después del sexo salvaje; ella gime algo y más tranquilo, se relaja aún dentro de ella sin soltarle los brazos, pero tapándolos a los dos para no coger frío.