Historia de una mojigata
Es la historia de una mujer que le decían "La mojigata" y al saberlo, su ego no le permitió serlo y decidió a realizar una serie de retos y aventuras con su Lord quien la conduciría al camino del placer y del disfrute del sexo.
¡Mojigata!, así me dijo mi Lord cuando me propuso hacer algo que en mí, era indebido, inmoral, incorrecto, algo que jamás haría. El término de aquella llamada me había molestado y lo sabía, a pesar de tener estudios universitarios corrí al buscador a encontrar la definición en Wikipedia encontrando que aquel término era acuñado a las personas que muerden el rebozo, que los actos sexuales son indebidos para su moral.
¡Mojigata, yo!, para nada dije en sí misma, pero la realidad es que él se había dado cuenta y en ese momento de mi vida, creo que yo también. Así que decidí no ser una mojigata como Lord me había llamado, fue entonces cuando tomé el teléfono y recuerdo que escribí, ¡Hola!, no soy una mojigata haré lo que me digas.
Y así empezó esta historia. La historia de la mojigata, la retraída, la mujer de 34 años quien en su vida sólo había estudiado, respetado y amado. ¿Qué si era virgen?, para nada, pero aun así seguía siendo una mojigata, la mujer que no había conocido el sexo en su esplendor, aquella que creía en las cosas que cuentan del amor, de los príncipes, de Romeo y Julieta, de que el sexo sólo era posible con el amor, sino lo demás no valía la pena, pues desvalorizaba y hacía daño.
Mi mundo cambio y al escribirle decidí no ser más una mojigata, mi primer reto lo recuerdo fue aquella tarde noche en la que me encontraba en mi departamento como siempre sola, porque a mi edad se cuenta que las mujeres ya son quedadas, ya se me fue el tren y lo peor de todo nunca lo vi pasar, nunca estuvo para mi.
Esa tarde Lord me dijo, que le demostrara que no fuera una mojigata, que entrara entonces a una página de exhibición On Line, de esas donde las chichas y los chicos se muestran tal y cual son y hacen sexo, donde además buscan placer.
Me dio contraseña y usuario, y me molesté pues pensé que él entonces buscaba algo más que yo, que tal vez no le era suficiente, me preguntaba ¿por qué hacía eso si yo lo amaba?, y entonces recordé aquella imagen que vi en su celular un día de una mujer en ropa interior color roja, nunca lo olvidaré, me enfade, me molesté y él no lo supo, tenía ganas de colgarlo, de reclamarle ¡como había sido capaz de eso! Decía en ese momento. Y ahora con ese usuario y esa contraseña me decepcionaba pero estaba dispuesta a demostrarle que no era una mojigata, que podía ser diferente, a cambiar, a ser libre, ser yo.
Así que decidida a entrar, ingresé a la página aquella llena de nervios, todo me sudaba cuando nunca lo hago, y al entrar era mi primer encuentro a algo que yo siempre he llamado “Pornográfico”, algo que era inmoral y no propio de personas y mujeres como yo (las mojigatas).
Vi, exploré y vi tanto sexo, y enseguida me entró la preocupación de no ser tan joven para estar allí, ¡Cómo si el sexo tuviera edad!, qué ideas!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Lord me dijo, entra a la cámara azul, y quítate la ropa; hice clic y entonces, se desplegó usuarios que me veían en vivo, que querían ver, tal vez por oscio, tal vez por ser unos cochinos, -pensaba- pero no me importaba, me importaba que Lord del otro lado de la pantalla me viera y le demostrara que no era la tal mojigata que decía ser.
Empece a acariciarme y los usuarios empezaron a decirme de cosas lindas y otras tanto perversas, pero que me empezaron a gustar, pues pronto mi oído y la lectura de sus comentarios se acostumbraron a mi ser.
¡Quítate el brassiere!, ¡quiero ver tus pechos y lamerlos!, decían, y yo sentía nervios, sudaba, y Lord por el teléfono me decía, ¡quitátelo poco a poco mi amor!, le hice caso, y me acosté a la cama, y entonces prefería seguir con mi vagina, con lo que a nadie le doy permiso, pero que en esa sala había 200 usuarios viendo, era mi oportunidad de demostrar que no era una mojigata, que podía demostrar que era una mujer que deseaba sentir.
Fue entonces cuando empecé poco a poco acariciar mis labios, mi clítoris, y empecé a meter suavemente mis dedos dentro de mi vagina, en mi vulva. ¡Vamos, dame más!, ¡Dos dedos!, ¡tres dedos!, y entonces, empecé a hacer más, a hacer lo que me decían.
En mi pensamiento me decía, ¡no soy una mojigata!, ¡no soy una mojigata!, y entonces mi Lord, mi amado Lord, el que locamente me tiene enamorada, el que daría mi vida por él, mi amado, mi todo en mi, me dijo: ¡trae tus aparatos del cabello cariño y metélos!.
Y que creen?.... ¡lo hice!, corrí a la segunda habitación a desordenar y traeré rápidamente mis aparatos, y fue entonces cuando me atreví a meterme la plancha larga para alaciar el cabello… ¿Juguetes sexuales?, no tenía… no había… uno verde que habíamos hace unos meses comprado y chiquito color verde que es un estimulador vaginal y bribador… ¿usado?.... ja jaja… ¡mojigata era mi especialidad!, debo confesar que ese día jamás lo olvidaré, nunca en mi vida me había tocado a mí misma, ¡Nunca!,
Me metí entonces a meterme lentamente la plancha del cabello en mi vagina, y en el chat los usuarios decían ¡hasta el fondo!, ¡hasta el fondo!, veía que me daban propina y monedas que no sabía para qué diablos servía eso; y lo hice, lo lleve adentro, afuera, adentro, afuera, así una y otra vez, y sentía, me excitaba, mis pezones estaban duros, mi colcha sudaba de la excitación, allí sola en la recámara, sintiendo plenamente placer, sitiendo algo grande dentro de mi, y me gustaba, y a los usuarios mucho más pero a mi Lord le encantaba, hasta que de pronto, algo salío de mi, ¡explote!, ¡eyacule!, era algo distinto al orgasmo, nunca lo había sentido, era un líquido basto, blanco, de un olor indescriptible, caliente… y llené toda la pantalla de la computadora, y respiré… mi corazón pulsaba al 1000 por horas, y me sentí como nunca en mi vida me había sentido.
Apagué la computadora, me dieron propinas, y mi Lord me llamo y recuerdo que le dije, ¡no soy una mojigata!, aquel ego era más pesado y de las palabras más duras que me habían dicho en mi vida, ¡me había dolido tanto!, que no quería serlo, que me negaba a serlo, pero fue cuando realmente descubrí gracias a él, que sí, era una mojigata y aun así me amaba.
Sinceramente, Lucy.