Historia de una meada.

Como me habéis preguntado tanto por email acerca del tema de las meadas aquí os dejo la primera vez que las probé. Espero que os excite al menos la mitad de lo que me he excitado yo recordando aquel día.

Algunos me habéis preguntado por email (adoro que os pongáis en contacto conmigo, hacerlo másJ) el porqué de mi afición a las meadas. Recuerdo que es algo que me ha gustado de siempre. Me gustaba sentarme para orinar, mojar el dedo en el chorro y  llevármelo a la boca. Luego descubrí los shows porno y empecé a hacer el cerdo delante de desconocidos. Solía ponerme un pasamontañas, tomarme unas cervezas, tirarme en la bañera y mearme encima, sobre la ropa (tengo un vídeo totalmente vestido de blanco en el que acabo amarillo de la cabeza a los pies :P), en la boca, en un vaso para después bebérmelo…

Pero hubo un suceso que me hizo dar el salto de probar mi meo por morbo a convertirlo en esa obsesión que me llevó a pasarme las horas meándome delante de la webcam. Un  día estaba con mis primos. Acababa de terminar el instituto así que tendría 18 años recién cumplidos. Mi prima seguía en el colegio y a mi primo le saco unos pocos días. Era una tarde de verano muy caluroso y la piscina de mis tíos todavía no estaba en funcionamiento así que nos aburríamos dentro de la enorme casa de pueblo mientras los más mayores jugaban la partida en el bar. La pequeña quiso jugar a los escondidos y nosotros cedimos pero mi primo puso como condición que fuese con las luces apagadas y las persianas bajadas.

Aquí tengo que parar para contar que con mi primo siempre hubo algo más que tensión sexual. Nos masturbábamos juntos desde hacía muchos años, nuestra primera corrida fue una noche en la que nos pasamos horas jugando a frotarnos las pollas una contra otra (por cierto esa primera vez que nos corrimos ambos probamos a la vez el semen aunque cada uno el suyo) e incluso en alguna sesión de verdad o reto nos habíamos lamido un poco la verga (nunca llegó a mamada). En nuestras largas conversaciones las noches que dormíamos juntos nos contábamos las cerdadas que nos gustaría hacer (siempre con tías aunque yo ya supiese que era gay y él bastante bisexual). Los pies y las enculadas encabezaban siempre la lista pero mi primo era más lanzado y sacó alguna vez el tema de la lluvia dorada e incluso del scat.

Esa tarde me lancé como nunca y le propuse a mi primo un factor de diversión extra: cada vez que mi prima me encontrase le haría una mamada y viceversa.  Él aceptó entusiasmado. Al principio jugamos normal y mi prima tardó unos minutos en encontrarnos. Seguimos jugando hasta que le volvió a tocar a ella y entonces le susurré a mi primo que nos escondiésemos bien para su mamada. El titubeo que noté no era más que pura excitación. Nos escondimos en una habitación fuera de los límites marcados utilizando la luz de mi reloj para no perder tiempo.

-¡Vamos! – me empujó hacia abajo hasta que me arrodillé y se bajó el pantaloncito corto que llevaba. Vi su polla saltar a la luz mortecina de mi reloj. De piel muy oscura, sin operar, más bien delgada y larga, rodeada por poco vello. Me la metí en la boca sin perder más tiempo. Olía fuerte y sabía MUY fuerte a orina y a lefa de la paja de la noche anterior. Mi primo empujó sin contemplaciones, hundiéndola hasta donde pudo. Yo hice un ruido que interpretó como una arcada y se retrajo aunque la verdad es que era un sonido de puro vicio. Y nos perdimos.

A partir de ese momento dejaba que mi prima me encontrase enseguida para poder volver a chupar ese pene delicioso. Mi primo se prestó al juego y ni siquiera cuestionó que yo quisiese que lo pillase alguna vez a él para ser mamado. Una de las veces no aguantó más.

-¡Me corro! –Yo me quité por guardar las formas pero la verdad es que hubiese tragado hasta la última gota de su néctar - ¡tú también! – me susurró con ansia al ver que yo no me tocaba. Me saqué la verga empapada y terminé sobre el suelo en pocos segundos, corriéndome mucho más que mi primo. La paja reciente lo había dejado casi seco. Saqué un klinex y limpié como pude el estropicio. Por suerte esta parte de la casa solía estar prácticamente cerrada.

Ahora que habíamos descargado nos quedamos un poco avergonzados. Yo me dejé encontrar y di por terminado el juego, a pesar de las protestas de mi prima. La apacigüé dejándole jugar con mi consola y me fui a mi habitación. Tirado en la cama, pensaba en lo que había pasado. No con culpa, con un deseo más fuerte todavía. Mi polla volvía a hincharse cuando la puerta se abrió de golpe. Mi primo sonreía con malicia.

-Te acabas de correr y ya estás cachondo… ¡Guarro! – Pero lo decía con tanto deseo como yo.

  • Déjame, tío – tenía que hacerme el duro aunque no sabía muy bien porqué.

  • Chúpamela otra vez – mi polla volvió a llenarse de sangre, pero tiré de orgullo.

  • Paso. Y como cuentes algo no te vuelvo a dirigir la palabra en mi vida.

La expresión de mi primo cambió. Ahora parecía desilusionado, incluso dolido.

-Sabes que nunca haría eso.  Yo tampoco quiero que se sepa que no somos… normales. Pero me gusta mucho estar contigo. Hacer esto que hacemos… bueno nunca habíamos llegado a tanto pero ya me entiendes hahaha – me puse rojo ante la sola mención. – Aunque la próxima vez podías probar mi lefa.

Lo dijo como quien no quiere la cosa, pero saqué algo de valentía y le contesté.

-Conmigo puedes probar lo que quieras. Pero no voy a ser el único que haga cosas. Tú me tienes que dar algo a cambio.

  • ¿Cómo qué?

  • ¿Tú qué crees? Yo también quiero recibir una mamada hahahaha.

Creí que se iba a negar pero se lanzó a mi entrepierna sin dudarlo. Ni siquiera le importaron los restos de semen y el precum que volvía a expulsar. Lo engulló todo con deleite, gimiendo como un puto perro. Cuando me faltaba poco lo aparté.

-          Va, te la como.

-          Me ibas a dejar probar lo que quisiese…

-          ¿Y qué quieres?

-          Una mamada – me reí.

-          Es lo que hice toda la tarde.

No dijo nada. Ahora estaba muy serio. Se bajó los pantaloncitos y se arrodilló sobre cama. Apoyando una mano en mi nuca, me acercó hacia su pene. Me pareció muy raro que no estuviese tan duro como de costumbre pero me lo metí en la boca. El sabor era distinto al de las primeras mamas de esa tarde. A lefa fresca, picante y deliciosa. Su mano presionó más.

-Puedo probar lo que quiera. – su voz era ronca y excitada. Yo dudé pero terminé por asentir. Su polla dio un pequeño salto pero la controló con un profundo suspiro. Aunque todos sepáis lo que iba a pasar, yo no entendía nada en ese momento. Incluso estaba perdiendo la erección, algo muy raro teniendo en cuenta que estaba cumpliendo uno de mis sueños de toda la vida. Intenté separarme pero me sujetó con más fuerza.

  • No.

Y, por fin, con un suspiro que era casi un grito, mi primo, con el que había descubierto la sexualidad, las pajas y el porno, con el que había jugado, me había peleado mil veces, habñia reído y llorado, el único que conocía todos mis secretos, EMPEZÓ A MEARSE DENTRO DE MI BOCA.

Yo di un trago como un reflejo pero enseguida lo aparté de un empujón.

-¡Pero qué coño haces! – mi primo cayó en la cama riéndose como un loco. Unas pocas gotas de orina amarillenta resbalaron hacia su ombligo y allí hicieron un charquito.

  • ¡Dijiste que hiciese lo que me quisiese y wowwwwwww!

Me lancé a pegarle. Una vez más era algo de orgullo, porque una parte muy escondida de mí estaba encantada. Una parte de mí quería que vaciase su vejiga en mi boca. Mi primo debió notar la poca convicción porque siguió riendo. Al final, se cansó y me inmovilizó contra la cama.

-Dime que no te ha gustado.

  • ¡No! ¡Eres un asqueroso!

  • Venga ya… - su rodilla subió hasta mi entrepierna - ¿y esto? No la has tenido más dura en tu puta vida – rió.

  • No sé porqué confío en ti, puto niñato de mierpfffff.

Mis ojos se salieron de sus órbitas. ¡Mi primo me estaba callando con un beso! Ahora sí que podía marcar este día en mi calendario para siempre. Noté su lengua recorriendo el interior de mi boca y me abandoné al placer. Tardamos varios minutos en separarnos.

-Mmmmmm  - gemí cuando se retiró.

  • Voy a mear y vuelvo – dijo – si no te gustó lo siento.

  • Hazlo otra vez anda – mi tono de aburrimiento no convenció a nadie. Mi primo volvió a partirse de risa.

  • Lo sabía – y se dio la vuelta sobre mí. El porno me había enseñado que eso era un 69.

  • Si me la comes a la vez no voy a aguantar.

-También quiero probar tu semen.

Sin más engulló mi verga, como olvidándose del resto de su cuerpo. Yo disfruté unos segundos antes de coger su glande enfundado con mis labios. Mi lengua estimuló su meato durante unos momentos y otra vez esa fuente deliciosa brotó en mi garganta. Tragué lo que pude y lo que no cayó sobre la afortunada toalla de piscina que por pura suerte estaba bajo mi cabeza. Cuando acabó el chorro aceleré el ritmo de mis caderas y me corrí en la boca de mi primo. Solo su polla callándome impidió mis gritos.

-Pfuaaaaaa –jadeaba, dejándome limpio. Mi cuerpo se relajó aunque el sabor a meado seguía poniéndome cachondo a pesar de estar vacío.

  • ¿Terminas tú en mi boca?

  • No puedo, tío. Pero ha sido la ostia. Ya lo haré otro día.

Ese día fue al día siguiente. Una mamada rápida, cero morbo. Y la última por desgracia. Nuestros padres se pelearon y no volví a estar a solas con él. El mal rollo se extendió hasta nosotros y hoy ni nos hablamos. Aunque cuando lo veo por la calle siempre pienso en aquella tarde y me preguntó si sabrá que soy un adicto a las meadas por su (bendita) culpa.