Historia de una esclavitud (5)

¿Queréis que os describa la escena? Yo estaba estirado en la cama, completamente desnudo, mientras mi esclava Sara permanecía arrodillada en el suelo, en silencio, esperando una sola de mis órdenes.

HISTORIA DE UNA ESCLAVITUD (5)

¿Queréis que os describa la escena? Yo estaba estirado en la cama, completamente desnudo, mientras mi esclava Sara permanecía arrodillada en el suelo, en silencio, esperando una sola de mis órdenes. Quien no haya leído los cuatro capítulos anteriores le costara entender este escenario. Quien no ha estado en una situación le costará aun mas adivinar a través de mis palabras el sentimiento que se forma en el corazón de las personas en una situación como aquella. Tanto en el del amo como en el de la esclava.

-Amo... ¿le he decepcionado?

-¿Por que lo preguntas, esclava?

-Usted me dijo que debía chupársela a aquel hombre en el bar… y no lo hice.

Era completamente cierto. Hacia poco mas de dos horas que la había ordenado que se la chupase a un tío en un bar. Y no lo había hecho. ¿Tenía motivos suficientes para sentirme decepcionado? Por supuesto que no. No es mejor sumisa la que siempre obedece a su amo. Incluso el mejor amo del mundo (si es que existe) puede estar equivocado.

-Es cierto. No lo hiciste. Pero no me has decepcionado. Nada de lo que has hecho me ha decepcionado hasta ahora.

-Pero no obedecí, amo.

El mayor miedo de una sumisa siempre será decepcionar a su amo. No estar a la altura de las circunstancias. Quien no comprenda eso nunca entenderá lo que motiva a una persona a obedecer incondicionalmente a otra.

-Te dije que mientras hicieses todo lo que eras capaz de hacer y lo hicieses lo mejor posible… no me defraudarías. Hasta ahora has dado el máximo de ti misma.

-¿De verdad lo cree así?

-Si.

Sara comenzó a llorar, sin dejar de mirar al suelo. Gruesas lágrimas que caían sobre el parquet. Me quedé mirándola, sin decir nada. No estaba llorando de pena, me miraba y sonreía. Posiblemente estaba llorando de alegría, posiblemente estaba descargando toda la tensión que había estado acumulando. Había visto eso muchas veces antes.

-Ven aquí. Túmbate a mi lado.

Mi esclava se levantó lentamente y se estiro a mi izquierda. Olía a champú y algún perfume fresco con el que se había rociado justo después de ducharse. Su piel era suave y firme. Me abrazó fuertemente.

-Pídeme lo que quiera amo.

Miré el reloj. Casi eran las tres de la mañana.

-Vamos a dormir.

Simplemente nos quedamos dormidos.

Unas horas mas tarde los primeros rayos de sol entraron por la ventana y me despertaron. Sara continuaba durmiendo abrazada a mí. Su simple expresión era la mejor definición del termino "delicioso". Los ojos cerrados. Las facciones relajadas. Sus largos cabellos caían sobre mi pecho. Su piel contra mi piel. Simplemente maravillosa. Respirando lentamente.

-Despierta –susurré.

Sara entreabrió los ojos y me miró, después miro a su alrededor, algo confusa. Se estaba situando. Le di unos segundos. Finalmente sonrió

-Amo… buenos días.

Cogí su cabeza y la dirigí hacia mi polla.

-Chúpamela.

Sara se revolvió en las sabanas y descendió hasta colocar su cabeza encima de mi pene. Primero lo olió. Después comenzó a lamerlo lentamente, pasando su lengua por todas partes, por mis testículos y por mi pene. De nuevo de vuelta a los testículos. Agarré su cabeza y la puse encima de mi pene. Ella comprendió rápidamente y abrió la boca metiéndose toda mi polla dentro con la misma hambre como si la noche anterior no hubiese cenado. Su boca intentaba abarcar toda mi polla, tragándosela hasta la mismísima base mientras su lengua se deslizaba dentro de su boca de manera maravillosa. Aprendía rápido. Muy rápido. Al cabo de pocos minutos la agarré de la cabeza y clave con fuerza mi polla en lo más profundo de su garganta mientras descargaba todo el semen del mundo. Sara cerró los ojos e intentó no ahogarse, también intentó que no se le escapase ni una sola gota. Lo consiguió. Después limpió con su lengua hasta el más minúsculo rastro de semen y me miró a la cara sin dejar de sonreír.

El desayuno de los campeones.

Nos duchamos juntos. El sol seguía entrando rabiosamente a la habitación cuando volvimos para vestirnos. De nuevo el escenario perfecto para mi plan. La ordene que se pusiese un biquini, unos pantalones cortos y una camiseta. Ella obedeció. Yo me puse un bañador y una camisa, cogí la bolsa de la playa y salimos a la calle. Aunque era sábado por la mañana y no había demasiadas personas aunque los pocos hombres con los que nos cruzamos se giraban a nuestro paso. Incluso vestida, Sara era un autentico espectáculo. Llegamos a la playa en poco menos de media hora. Una playa prácticamente desierta aunque comenzaban a llegar algunas personas. Como nosotros. En un chiringuito de playa pedí dos cervezas y dos bocadillos de jamón que engullimos rápidamente y después nos dirigimos a la arena.

-Quítate todo menos la parte inferior del bikini.

Sara obedeció y quedo espléndidamente semidesnuda. Semidesnuda como alguna de las mujeres que nos rodeaban. Pero diferente. Nos tumbamos y le tendí un frasco de bronceador.

-Ponme crema y hazlo bien porque suelo quemarme

Mi esclava comenzó a untarme con crema bronceadora por todos lados. Efectivamente no dejó ni un centímetro sin ponerme crema y lo hacia con tal dedicación que muchas de las personas que nos rodeaban no dejaron de mirarnos en todo el rato. Supongo que una preciosidad en topless como aquella magreando con fruición a un tipo como yo era en cierta manera un espectáculo. Pero todo espectáculo que se precie merece un fin de fiesta.

-Ahora vete a correr por la orilla. Hasta el final –dije señalando un espigón a unos 300 metros- y después vuelve.

Sara se levantó y comenzó a correr. A medida que pasaba por delante de la gente muchos hombres se quitaban las gafas de sol, giraban sus cabezas o simplemente comenzaban a babear. Mientras corría los pechos de Sara se movían espectacularmente de arriba a abajo. Al poco rato volvió corriendo y se sentó a mi lado mientras algún que otro imbécil se atrevió a aplaudir en la distancia. Le faltaba la respiración y estaba completamente sudada.

-¿Cómo te sientes?

-Todo el mundo estaba mirándome, amo.

-No te he preguntado eso.

-Es extraño. Me gusta exhibirme pero cuando voy a la playa nunca hago topless. Ahora mismo estoy excitada.

-Te pondré crema y cuando acabe de hacerlo volverás a correr hasta que no te queden fuerzas. Después vete a tomar una cerveza al merendero y si quieres báñate. Pero no me molestes, quiero tomar el sol. ¿Entendido?

Sara asintió. Esparcí crema por sus pechos y comencé a untarlos de crema con autentica dedicación aunque solo por sus pechos. Al cabo de un rato advertí que ella estaba confusa y avergonzada. Estábamos dando un espectáculo. Pero era necesario. Acabé de repartir la crema por todo su cuerpo y después le di una palmadita en el culo mientras le decía "a correr".

Estuve tomando el sol casi una hora. Cuando me levanté Sara estaba caminando por la parte superior de la playa. Casi al lado del aparcamiento. A su lado caminaba un muchacho de mediana edad con el que parecía hablar. Me levanté, cogí todas nuestras cosas y me dirigí hacia ella. Cuando me vió llegar sonrió y se despidió del muchacho.

-Se me acercó ese chico y… -comenzó.

-Shhh. No importa. Yo habría hecho lo mismo.

-Se me ha acercado mucha gente. ¿Puedo vestirme ya amo?

-Por supuesto que no. Duchémonos y vamos a buscar el coche.

Nos duchamos y nos metimos en el coche. Yo estaba vestido pero Sara continuaba tan solo con la parte inferior del bikini. Puse el motor en marcha y me encamine a hacia un pueblo cercano para comenzar a circular por sus calles. Los transeúntes a nuestro paso se detenían, algunos giraban la cabeza y muchos nos señalabas o silbaban. Los pechos desnudos de una mujer en la playa son algo normal, quizás una mínima anécdota. Pero dentro del coche, en el pueblo era un ejercicio de exhibición que muchos catalogarían de impúdica. Después de dar unas cuantas vueltas me dirigí a la autopista.

-Amo… ¿me permite vestirme? Tan solo la parte superior del bikini… por favor.

-Por supuesto que no –dije sin dejar de sonreír.

(Continuará)