Historia de una esclavitud (4)

Después de cenar no dirigimos a un local cercano a tomar una copa. "Quiero que ligues con aquel tipo –le dije señalando a un tipo bajito que bebía solo en una esquina del local- ahora."

HISTORIA DE UNA ESCLAVITUD (4)

Después de cenar no dirigimos a un local cercano a tomar una copa. Supongo que durante todos esos momentos lo que mas me preocupaba era encontrarme con alguien conocido. ¿Por qué? No tengo ni idea. Podía decir de Sara que era una amiga, una conocida, una novia… podía haber dicho cualquier cosa y seguramente ella habría continuado el juego de la mejor de las maneras posibles. Pero pese a todo eso yo seguía temiendo encontrarme con alguien. Las personas, cuando mas seguras nos mostramos, mas débiles somos.

El local estaba repleto de gente. Era uno de esos lugares a medio camino entre la mordenez y lo hortera todo regado con un toque pretendidamente kitsch. Luces rojas, pared de moqueta roja y sillones rojos de plástico. Las personas se agolpaban unas sobre otras en el vano intento pasarlo bien. Hacia calor. De no ser porque cobraban las copas a precio de oro hubiese pensado que estábamos en un puticlub. Aunque bien pensado, en los puticlubs también cobraban las copas a ese precio. Pedí dos cervezas y le tendí una a Sara. Brindamos y bebimos. Mucha gente nos miraba, bueno, en realidad la miraban a ella. Era tan hermosa… entonces se me ocurrió una nueva idea.

-Quiero que ligues con aquel tipo –le dije señalando a un tipo bajito que bebía solo en una esquina del local- ahora. Consigue que te invite a una botella del champagne más caro.

No tenía que darle tiempo a reaccionar así que le quité la cerveza y le propiné una leve palmadita en su magnifico trasero. Sara comenzó su camino vacilante hacia el tipo mientras varios hombres se giraban a su paso. Me recosté contra la pared y observé la escena. Incluso la cerveza ahora sabía mejor. Sara caminaba lentamente, supongo que para disponer de unos segundos mas para pensar. Una mujer como aquella no necesitaba pensar para ligar. Quizás los tipos como yo nos veamos en la obligación de fabricar magníficos planes para poder hablar con mujeres como ella. Pero Sara simplemente tenia que sonreír para que todos los hombres del bar se convirtiesen en sus esclavos. Los esclavos de mi esclava. Se sentó junto al tipo, hablaron un momento, después se besaron castamente en las mejillas y continuaron hablando. En un momento dado el tipo levanto la mano y la camarera volvió con una botella de champagne dentro de una cubitera de hielo. Dos copas y nuevas sonrisas. Me acerque a la barra y llamé la atención de la muchacha que servia copas. Era una muchacha de extrema delgadez, (des)vestida con un minivestido rojo y cara de cansada. Pese a ello me sonrió.

-Hola –le dije devolviéndole mi mejor sonrisa- he visto que tenéis cava

-Champagne –rectificó la muchacha sin perder su sonrisa.

-Eso eso… ¿Cuánto vale?

El precio era inmoral. Incluso para alguien que no tiene moral como soy yo.

-Bueno… eso debe ser lo más caro que tenéis aquí ¿no?

La muchacha asintió. Prueba superada. Me acerqué inmediatamente a Sara y a su acompañante aunque me hice el encontradizo.

-¡Sara! Tu por aquí

Nos besamos en la mejilla. Y entonces me presento a su nuevo amigo. Se llamaba Francisco pero tenía cara de Paco. Un vulgar personaje de mediana edad, nada agraciado. Bueno, no exactamente. Aquella noche le había tocado la lotería. Estuvimos hablando un buen rato de trivialidades. Paco era un informático que llevaba más de veinte años trabajando en la misma empresa. Soltero. Vivía con su madre. Hacia mas de seis años que no tenía una relación estable. Supongo que el único sexo al que podía acceder un tipo como aquel era al sexo que se paga. Aunque hoy le había tocado la lotería… claro está. Seguimos hablando y aproveche un momento que el tipo se fue al lavabo

-Síguele –le dije- y mámasela en el lavabo. Rápido.

Sara me miró con expresión confusa. No esperaba eso. Era capaz de hacer cualquier cosa por mi pero cualquier cosa conmigo pero aun no estaba preparada para un sacrificio de tal calibre.

-Por favor… eso no

Lo había imaginado. En el fondo me sentí aliviado, yo tampoco tenia ganas de que se la mamase a otro tipo que no fuese yo mismo. Pero era algo que debía probar aun a riesgo de que lo hiciese. No la habría detenido, tenéis que saberlo. Pero Sara era una fiel esclava. Sara era una esclava fiel. La cogí del brazo y la arrastré fuera del local. Después la llevé a un callejón que había en una calle adyacente. Un callejón de servicios, sin salida, repleto de cubos de basura y oscuro. Nos detuvimos detrás de uno de esos containters y la puse de cara a la pared. Después le subí la falda y le lubrique el ano con los dedos empapados en su propia saliva.

-Tu castigo… -dije justo antes de meter mi pene en el mas estrecho de sus agujeros (de sus agujeros follables, se sobreentiende).

Sara se arqueo y esperó unos segundos a que su culo se amoldase a mi pene. Yo también esperé. No quería dañarla, tan solo humillarla. Poco después comencé a follarla con autentica fuerza. Ambos estábamos sudando, nuestros pies estaban entre la basura. El olor era insoportable. Continué follándola con fuerza y estrujando sus pechos hasta que me descargué en sus intestinos. Después me quedé un rato pegado a ella. Respirando ambos con dificultad. Maravillosamente encajados.

Saque mi polla y me vestí. Ella simplemente se bajo el vestido. Le di un beso en la boca a lo que Sara respondió metiendo su lengua en lo más profundo de mi garganta. Estábamos ambos tan excitados que no podíamos esperar a llegar a casa… pese a ello salimos del callejón y paramos un taxi. El taxista nos miraba de manera extraña. Quizás olíamos mal. Solo cambió la cara cuando le deje la mejor propina del año, quizás de su vida. Subimos a casa y nos duchamos juntos. Le dije que me enjabonase por todos los lados. Ella obedeció sumisamente. Después salí de la ducha mientras ella continuaba lavándose y me dirigí a la cama. Sara apareció al cabo de unos segundos. Deliciosamente húmeda. Completamente desnuda.

-Continua limpiándome con tu lengua –le ordené.

Simplemente se arrodillo a los pies de la cama y comenzó a lamerme los dedos de los pies. Metiendo su lengua entre mis dedos. Metiéndose mis dedos en la boca. Paseando su lengua por todos los centímetros de mi piel. Desde las uñas de los pies hasta el ultimo de mis cabellos invirtiendo en ello mas de una hora. Parecía disfrutar como nunca. Cuando hubo acabado me miró y yo asentí con la cabeza.

-Ve a la nevera y trae una botella de cava y una sola copa.

Al cabo de un momento estaba de vuelta con la botella y la copa.

-Sírveme.

Esa palabra adquiría ahora el más amplio de los sentidos. Más allá de un simple verbo. Mas allá del significado mercantil de los últimos tiempos. Estuve bebiendo un buen rato mientras Sara esperaba arrodillada en el suelo.

Sonreí. Ella me devolvió la sonrisa. Era una maravillosa sensación. Y lo mejor de todo es que el maldito juego no había hecho nada mas que comenzar

(Continuará)