Historia de una escalera. 3ºA
Así fue como percibí el primer gran chorro de leche invadir mis entrañas. El cabrón la clavaba lenta y enérgicamente sin soltar la presa de mis caderas, al tiempo que iba derramando su semen en la misma entrada de mi útero. Su esperma se notaba tan caliente como lava, lechazo tras lechazo colmándome
MI JOVEN NEGRAZO
Mi vecino de la escalera gemela del edificio compartido, un joven de 18 años me conduciría a un mundo de placeres desconocido en un fin de semana en que mis hijos y mi esposo se encontraban ausentes. Soy una mujer de 41 años, casada, con dos hijos adolescentes, mi matrimonio ha sido muy feliz y quitando alguna pequeña crisis, mi esposo y yo siempre nos hemos querido y respetado en estos años de matrimonio.
Desde hace muchos años trabajo junto con mi esposo en un despacho de pan, bollería y repostería que él ya poseía cuando nos conocimos y gracias a la cual siempre nos ha ido bastante bien económicamente hablando. Mi rubio angelical de antaño no es el de ahora, los años pasan factura, aunque puedo decir que aun mantengo unos pechos más o menos firmes y un culo bonito, nunca he tenido que pasar por el quirófano pero mi trabajo me ha costado mantener una figura atractiva a mi edad y sobre todo bastantes horas de gimnasio (una mujer atractiva vende mucho mejor cualquier cosa).
Pese a ser una mujer muy activa sexualmente hablando, mi marido no se parece en nada a mí en ese aspecto, cuando nos casamos él solo había tenido otra pareja mientras que yo había tenido algunas más, nunca fue un hombre muy pasional pero se desenvolvía con soltura en la cama y eso me bastaba. Todo eso ha ido cambiando desde hace unos cinco años acá, su físico ha experimentado un fuerte bajón, mi esposo tiene 46 años… ya sea la crisis de los cuarenta o que tiene su vida resuelta con una mujer en casa, el caso es que ya no se cuida, ni me cuida. Mis apetencias hacia él han caído en picado, su pancita ha evolucionado a panzón, sin contar con su falta de ímpetu sexual… todo ello ha hecho que en los últimos años mi vida sexual haya estado apagadilla con una gran ausencia de orgasmos, tirando de mis dedos para correrme.
Jamás pensé que algo así podría llegar a ocurrirme y mucho menos que yo fuera capaz de actuar como lo hice, desde que nos casamos vivimos en la misma casa, un edificio de ocho vecinos en el barrio de Chamartín cerca de Plaza Castilla en la calle Pedro Muguruza, nosotros vivimos en el 3º A debajo de Maite, desde hace poco divorciada de su esposo Miguel, la cual se ve que ha cambiado a mejor en los últimos meses… su cara brilla de manera especial. El caso es que una comunidad tan pequeña todos los vecinos nos conocemos desde siempre, mis vecinos han visto crecer a mis hijos y yo he visto crecer a los suyos, sobre todo a Renzo, un jovencito de 18 años que tan solo contaba con 3 años cuando él y sus padres llegaron al barrio.
Siempre nos llevamos muy bien con mis vecinos, y Renzo hacía buenas migas con mi pequeño pero no con el mayor. Al igual que mi esposo y mi hijo pequeño compartíamos muchas veces visitas de cortesía, comidas por algún evento… nos llevábamos muy, sin embargo mi hijo Eduardo a pesar de contar con una edad casi idéntica a la del vecino nunca se había llevado muy bien con él. Eduardo es más bien solitario y tiene una vida social escasa, todo lo contrario que Renzo, un joven con una estética de esas que llaman hiperactivas, que no paraba en casa quieto, su madre siempre me contaba que estaba bastante preocupada por las altas horas a las que volvía de noche y por las compañías que frecuentaba, problemas que yo no tenía con mi retoño, pues rara vez salía de casa por la noche.
Pero bueno, vamos a ir al grano, hace una semana mi esposo decidió llevar a mis hijos a Madrid para ver el partido entre el Barcelona y el Real Madrid así que aquel fin de semana iba a estar sola en casa, era la noche del viernes a eso de la una de la madrugada cuando me iba a dormir cuando escuche el timbre de la puerta, pensé en no abrir la puerta ya que no esperaba a nadie y mucho menos a aquellas horas pero volvieron a llamar insistentemente así que me puse la bata y baje a abrir la puerta. Me asomé por la mirilla, descubriendo que era mi vecina con su hijo Renzo y su esposo estaban en el rellano esperando.
– Perdona que te moleste a estas horas Susana, mi hermano ha tenido un accidente de tráfico y nos han llamado por que está ingresado en el hospital, no parece muy grave pero no voy a quedarme tranquila hasta que vaya a verlo con mis propios ojos, ya sabes que mi hermano es de Asturias y tenemos que irnos ya si queremos estar allí para mañana por la mañana, quería pedirte si podías a cargo de Renzo, sé que es un favor muy grande pero a pesar de los años que tiene no me fió un pelo de él y no quiero dejarle solo en casa no vaya a liar alguna…
Todo aquello me pillo de sopetón pero conocía a mis vecinos desde hacía muchos años y nos teníamos mucha confianza, éramos casi familia, en ocasiones pensaba que me llevaba mejor con ellos que con mis hermanos. Mi vecina Marian es española, morena de pelo lacio y muy coqueta y su marido es un empresario argelino muy moreno casi negro o más bien mulato que a todos y sobre todo a todas nos cae muy bien, de gran solvencia económica se dedican a la importación de frutas y otros productos agrícolas. Así que como buenos vecinos en alguna ocasión nos habían hecho favores como aquel así que no pude negarme.
– Tonterías, no te preocupes, Renzo puede quedarse aquí el tiempo que haga falta, ahora lo importante es que tu hermano este bien. Como estoy sola este fin de semana, nos haremos compañía mutua.
– Muchas gracias Susana, te lo agradezco.
– Nada, nada, no pasa nada, venga Renzo pasa que te preparare la habitación de invitados.
Preparé para Renzo la habitación de invitados y le dejé que se fuera a dar un baño mientras yo ya me preparaba para esta vez sí, irme a la cama pero antes de llegar a mi habitación escuche a Renzo gritar…
– ¡SUSANA, no encuentro las toallas!
Recordé que en el baño de la habitación de invitados nunca había toallas porque era un baño que utilizaban mis hijos y nunca se preocupaban. Fui a mi baño y cogí una toalla, se la lleve a Renzo y cuando entré para dársela fue el momento de verle en pelotas ¡Me dejo pasmada! Nada más entrar y al escuchar la puerta, Renzo se dio la vuelta completamente mostrándoseme desnudo como estaba. Era un mulato hermoso, pero mucho más cuando quedó ante mí la polla más enorme que jamás hubiera visto en mis años de vida, me quedé helada sin decir nada.
– Muchas gracias Susana, muy amable…
Se acercó a mí y cogió la toalla de mi mano mientras yo seguía clavada en el sitio sin poder dejar de mirar aquel enorme falo de ébano. No debía medir menos de 16 cm en estado de letargo, ni pensar plena exaltación de ese miembro viril y tan viril.
– Susana, ¡¿estás bien?!
En aquel momento caí en la cuenta de lo que estaba pasando, vi en el espejo como mi cara adquiría un color rojo y mirando al suelo… – Lo siento mucho Renzo, no pensaba que estarías desnudo, pensé que aun no te habrías quitado la ropa.
– No pasa nada mujer…, hay confianza. Además no es la primera vez que me ves desnudo .
Me alegre de que la tensión de aquel momento hubiera desaparecido gracias a las palabras de Renzo y deseándole buenas noches. Salí del baño y me fui a mi habitación.
En efecto no era la primera vez que veía a Renzo desnudo, pero la última vez que le había visto como Dios le trajo al mundo solo tenía siete años en un camping de Torrevieja, uno de los veranos que pasamos juntos con sus padres y desde luego por lo que había visto entre las piernas de aquel muchacho, había cambiado mucho desde la última vez.
Ya en mi habitación sin echar el cerrojo de la puerta de mi dormitorio, me centré en hacer lo que siempre hacia las noches que pasaba sola en casa…, busqué en el cajón inferior de mi mesita y saque un consolador que se asemejaba a la polla de un hombre negro, como ya dije al comenzar mi relato, mi vida sexual era desde hacía años muy limitada, pobre y escasa, por lo que un día me decidí a comprarme un follamigo de plástico chino, de un tamaño siempre deseado para mi coñito, en el fondo de un estante del sex shop había descubierto en mi amigo, el que me acompañaría en mi soledad para desfogarme cuando mi esposo no estuviera en casa, o no estuviera a la altura de mis necesidades fisiológicas…
Aquella noche fue diferente, nada más sacar el consolador de la mesita me vino a la cabeza la imagen de la polla de Renzo, debía tener una longitud de casi 20 centímetros en plena extensión, por lo que había visto era algo mayor que el juguete de plástico que yo tenía entre mis manos. Desnuda comencé a masturbarme, no pude por más que lo intenté, apartar de mi cabeza la imagen de aquella joven polla, dura e inhiesta como nunca soñé. Muy a mi pesar me abandoné a la imaginación y diciéndome a mi misma que no había nada de malo en aquellas simples "fantasías".
Acabé masturbándome con pasión pensando en que el mazo de aquel jovencito me penetraba por todos mis orificios, sin menoscabo de pensar que era un chico de la misma edad que mi hijo, podría estar fantaseando con el incesto y el morbo me agudizaba las ganas de insertarme el aparatoso falo con mayor ímpetu.
A la mañana siguiente me levanté temprano, había conseguido volver a pensar en mi vecino como en aquel niño que había visto crecer y no como en un cipote andante. Me puse cómoda y bajé a preparar el desayuno. Renzo no tardó en levantarse y bajó a la cocina en calzoncillos, al verle me quedé un poco parada con intención de recriminarle su falta de respeto, pero pensé que visto lo visto teníamos la suficiente confianza como para verle en calzoncillos, y por qué no decirlo me agradaba la vista de un monumento de ébano con todos su músculos marcados a pesar de ser solo un crío y yo una mujer casada con un hijo de su edad, así que seguramente Renzo me vería como a su propia madre, pensé.
Cuando le acerqué el tazón de leche con chocolate para el desayuno no pude evitar echar una rápida ojeada a su paquete y para mi sorpresa pude ver como estaba algo empalmado, en aquel instante caí en la cuenta de que la ropa que me había puesto no era del todo adecuada para cuando había invitados en casa, era una camiseta que tenia hacia años y que actualmente me quedaba muy ceñida así como unos pequeños leggings bien ceñidos sin bragas, por supuesto solo un pequeño tanga que apenas me cubría el chumino.
– ¡¿Oye Susana, podrías decirme que te parece mi polla?!
Aquella pregunta me sorprendió tanto que se me cayó la cafetera al suelo partiéndose en mil pedazos… – ¡¿Co…como has dicho?!
– Si mujer, las tías que me follado dicen que es enorme pero son unas niñatas., Necesito saber que piensa una mujer de verdad, una que tenga edad para haber visto unas cuantas.
– Esa pregunta esta fuera de lugar, no seas grosero… Tómate el desayuno niño.
Traté de salir de aquella situación como buenamente pude pero aquel muchacho se estaba revelando un macarra de barrio, muy lejos de lo que sus padres deseaban y de la educación que mis vecinos daban, me consta que su propia madre pensaba de manera más discerniente.
– Joder, no me seas remilgada, tenemos confianza coño, además ayer vi cómo al entrar al baño te quedabas alucinada con la vista clavada en mi polla así que supongo que debió sorprenderte un poco.
– Mejora tus palabras mocoso o tendré que lavarte la boca con jabón, lo de ayer fue sin querer, yo pensaba que estabas vestido, no te creas que quería verte la picha a un niño como tú. Yo no soy ninguna de esas niñatas con las que sales y presumes así que menos bravuconadas y comete el desayuno.
Renzo no supo que responder, dejándome salir del paso lo mejor que había podido, no me había acobardado y había utilizado las mismas armas que él para responderle…, chulería y prepotencia…, además había aprovechado para ridiculizarle dejándole claro quién era allí el adulto y quien mandaba, no podía permitir que aquel chaval se creyera que podía hablarme como a uno de sus colegas o de sus chicas. El encontronazo hizo que mi brazo se lanzara directo al tazón de café que me había preparado con esmero y este cayera al suelo.
– Si te crees que con esas payasadas me vas a comer lo llevas claro, yo desayuno a diario chulitos como tú. Le espetaba muy subida de tono, justo cuando estalló la cerámica en el suelo. Ahora desayuna mientras limpio este estropicio.
Dicho esto me di la vuelta y me agaché para limpiar el café y los trozos de procela del suelo de la cocina, estaba en ello cuando vi que Renzo se había levantado…Acercándose a mí, me quedé parada con la mirada fija justo frente a su paquete que me quedaba a la altura de la cara, sin saber exactamente por qué. Pasaron unos segundos de indecisión y en ese momento él se aproximó más hacia mí, puso su paquete exactamente delante de mi cara. Yo miré hacia arriba, y fue entonces cuando él terminando de aproximarse completamente me cogió decidido por la parte de atrás de la nuca y empezó a rozarme su paquete contra la cara con total descaro inquisitorial.
Al principio mi reacción instintiva fue echarme hacia atrás, pero sin saber por qué, no lo hice con demasiada fuerza ni decisión. Su presión en mi nuca se hizo más fuerte haciéndome algo de daño al tiempo que el roce y el sobe de su ya bien abultado paquete contra mi cara se hizo más violento. Notaba por momentos como la polla se le iba haciendo cada vez más enorme, en ese momento no sé qué ocurrió, debí zafarme y levantarme, darle una bofetada y ponerle la cara del revés, llamar a sus padres y decirles el sinvergüenza que tenían por hijo pero no lo hice, me invadió una sensación indescriptible de deseo que me hizo espolearme contra su masculinidad por propia iniciativa.
Fue entonces cuando él advirtiendo mi participación consentida en plena sumisión…, comenzó a bajarse los calzoncillos, al poco apareció la polla de la noche anterior, la polla más gorda, dura y bonita que jamás hayan contemplado mis ojos…, el doble que la de mi hijo mayor en longitud pero también en grosor… y unos 5 cm más larga que la de mi esposo, así como mucho más gorda y unas venas preciosas surcando el contorno del tronco…
– Susanita, no te voy a comer la cabeza con ninguna payasada, más bien eres tú la que te gustaría comerte esta cabeza de polla ahora mismo, así que si lo deseas puedes abrir la boca porque yo ya me he tomado mi desayuno, y el tuyo se ha derramado por el suelo… no necesitas calentar más leche, aquí tiene la mía caliente y dispuesta para desayunar lo que más te apetece.
Aquellas groserías en vez de molestarme como hubiera sido lógico no hicieron más que calentarme aún más, mi cabeza trataba de reprimirse, de salir de aquella situación pero mi cuerpo se estaba entregando sin dudarlo al deseo que aquella verga ejercía en mí. Como es fácil imaginar la boca se me hizo agua en ese mismo instante, y yo creo que se me abrió no sé si de la sorpresa o de ganas de comerme y saborear aquél pedazo de carne morena absolutamente enorme, en un santiamén la tenía bien metida y empecé a chuparla como si me fuera la vida en ello.
Era increíblemente pétrea y suave al mismo tiempo y además, tenía un sabor espléndido dulzón a macho joven. Puedo asegurar que era el falo más sabroso que jamás me hubiera comido, a esas alturas mi chochito estaba ya completamente mojado y palpitaba de ganas de ser invadido por semejante animal. A mi edad no era una niña inocente, por mi coño han pasado casi de todo, pero sobre todo nunca una verga negra de ese calibre. Trascurrió apenas un par de minutos de mamada y mi vecinito empezaba a ponerse más excitado todavía a juzgar por sus movimientos de cadera y por lo durísimo de su rabo.
En ese estado me la sacó de golpe y me cogió de la barbilla interrumpiendo la mamada, me cogió por los brazos e hizo que me levantara, me arrancó de un tirón la vieja camiseta dejando mis enromes tetas libres ante él, me las agarro con fuerza y empezó a apretujarlas, luego, dándome la vuelta hizo que me tumbara y apoyara mis ubres y mis brazos sobre la mesa de la cocina. Me abrió de piernas y situado en cuclillas empezó a recorrer suave mi culo con su cara y sus manos, la situación me tenía muy cachonda, mis tetorras estaban aplastadas contra la mesa, el corazón me latía fuerte y deseaba que lo inevitable llegara por fin, en esto que mi vecino de ébano se incorporó y tiró con fuerza de mis pequeños pantalones hacía abajo y en el tirón se llevó con ellos las bragas. Allí estaba yo, con todo mi culazo en pompa a merced de ese crío que ya se afanaba en explorármelo…
– No has sido muy buena anfitriona Susanita y por eso voy a castigarte, te voy a encular hasta que me pidas más y más, ¡¡Te voy a romper el culo por golfilla!!
Dicho esto comenzó a golpearme con fuerza mi trasero, me lo palmeaba simulando saña, sin violencia y tras mis primeras quejas, gemidos o jadeos de aprobación falseando dolor, he de reconocer que me estaba calentando y excitando cada vez más. Al mismo tiempo, él advirtiendo mis quejidos mezcla entre la excitación y el dolor de los golpes, más se animaba a machacarme con sus azotes algo más atrevidos, mientras no dejaba de meterme un dedo en el ano y otro en mi chochito totalmente encharcado desde hacía un montón de rato. De repente el chico se incorporó y en una actitud contundente se apoyó contra mí, y en ese instante percibí el calor de su polla gorda y suave apoyada contra la carne de mi culo. A la par, cogiéndose la polla me la situó justo en el agujerito de entrada de mi culito…
– No por favor por ahí no… la tienes muy grande y mi ojete es demasiado pequeño, no me hizo caso y empezó a empujar. Yo empecé a gritar ante lo que se avecinaba… – ¡Déjame hijo de perra, te voy a matar, vas a ir a la cárcel desgraciado, mi esposo y mi hijo te van a dar una paliza de la que vas a acordar todos los días de tu puta vida…! Enardecido.
– ¡Cállate estúpida, tu esposo y tu hijo son unos mamones! Me gustaría que el friki agilipollado de tu hijito estuviera aquí para ver cómo le rompo el culo a su madre. ¡Lo mismo aprende algo! A menos lo PUTA que es su madre.
Mi vecino debió de apiadarse al ver que mi agujerito era demasiado estrecho sin haberlo dilatado previamente, hizo aún más presión como animado por quejas, pero pronto desistió y cambió de objetivo. De pronto acomodó su glande en mi entrada vaginal y empujando con una fuerza casi violenta me la metió por el coño todo el pedazo de cabezón y enormidad de su polla. Mi reacción de dolor no se hizo esperar, sentí como si me rajaran el chocho de abajo arriba en aquél preciso instante, el dolor fue sustancial dejándome el galillo en gritar para que se apartara. Sin embargo, lejos de relegarse continuó empujando, y al final sentí como todo aquél pedazo de carne se terminó de abrir camino y quedó completamente empotrada e instalada en mis entrañas, donde ningún hombre había invadido.
El ligero dolor seguía y mi excitación se paralizó por momentos. No obstante, a los pocos segundos y a medida que él empezó a moverse de atrás a adelante, sentí un calor, una quemazón enorme en mi conejo hambriento, al tiempo que una sensación de cosquilleo como nunca antes había sentido. No se debe follar a hembra tan salida con años de abstinencia, con una verga tan descomunal y deliciosa como la de Renzo.
El muchacho empezó a bombearme el coño desde atrás al punto de golpearme con sus fastuosos huevos en mi culo una y otra vez, al mismo tiempo que su capullo aporreaba la pared de mi vagina en la misma entrada de mi útero. Me pareció vivir en un mundo paralelo, por unos instantes se paró todo a mi alrededor padeciendo la increíble sensación de estar siendo empalada por el cipote descomunal de un macho admirable, es como si algo extraño hubiera de repente explotado dentro de mí, empecé a sentir mucho gusto, y sobre todo, ganas de que siguiera y lo hiciera más y más rápido, pues a medida en que me follaba, aquella sensación nueva para mí iba en aumento.
Mi vecino se estaba volviendo loco prácticamente, me follaba y me follaba el coñito ajado sin compasión, sin importándole una puta mierda lo que yo pudiera estar sintiendo, el sólo parecía interesado en horadarme hasta el estómago con su ariete en ristre. La metía con dureza, me cacheteaba el culo con una mano, luego con la otra desahogándose en mi vagina. Fuera de sí estaba taladrándome mi coño maduro con su enorme nabo, al tiempo que me cogía las tetas a modo de riendas cabalgándome cual yegua en el monte.
Cuando percibió que a mí la maniobra empezaba a hacerme efecto, imprimió todavía mayor aceleración a sus vaivenes…, en ese estado, pasados apenas dos minutos noté el orgasmo, mi gran orgasmo, el más intenso que jamás había sentido. Lo que yo sentí ese día con la polla de mi vecino empalada en mi coño no lo había sentido nunca antes en toda mi vida.
Al percatándose de mi situación, terminó de imprimir fuerza y contundencia a sus embestidas colándome incesantemente todo el badajo hasta las mismas bolas. En esos momentos percibía la virilidad implacable de su juventud follándome a las mil delicias. En un momento dado amainó su embates jadeando fuertemente como final de su ataque…, aún continuaba en sus mete saca a menor ritmo, pero sus convulsiones adornados con los gemidos de verraco daban a entender la avenida inminente.
Así fue como percibí el primer gran chorro de leche invadir mis entrañas. El cabrón la clavaba lenta y enérgicamente sin soltar la presa de mis caderas, al tiempo que iba derramando su semen en la misma entrada de mi útero. Su esperma se notaba tan caliente como lava, lechazo tras lechazo, colmando mi estrecha y apretada vagina ante tan generosa eyaculación que duró tanto como para darme tiempo a alcanzar mi éxtasis…. Nos corrimos los dos juntos a gritos y como locos, os juro que jamás en mi vida había sentido nada igual. El conejo me ardía de calor con ese ligero dolor que se te queda tras haber sido invadida por un pollón de tan exagerado.
El placer había sido inmenso y se compensaba con creces la molestia de mi chumino por haberte tenido que dilatarse tanto. Con todo el trabuco insertado comenzó a supurar parte de la semilla de Renzo, produciendo un reguero que mojó mi entrepierna, dejando caer algunas gotas espesas del blanco néctar sobre el parqué. Finalmente me sacó la polla impregnada de mis fluidos blanquecinos de tanto frotamiento mezclado con su leche.
Sin duda alguna, su follada había sido en extremo salvaje sobre mi fondo vaginal virgen y estrecho…, no estaba preparado para recibir semejante pedazo de rabo con unas embestidas como las que aquel animal me metió. Yo me di la vuelta, me subí las bragas como pude absolutamente zombi con las piernas temblorosas e inestables, estaba mareada e ida con una sensación de cansancio total. El coño me dolía extrañamente… dolor y placer por el frotis vaginal tan demencial, me senté en la silla como pude y el crío empapado en sudor se sentó a mi lado.
– Ha estado bien verdad que sí Susanita. Mis padres no vienen hasta mañana por la noche y tu esposo e hijos tampoco, así que aún te quedan algunas folladas que soportar… ¡No te imaginas las veces que te he imaginado follándote!
No le dije nada, solo podía mirarle impasible y sumisa a la bestia parda, era un cerdo, un hijo de puta, pero aquel cabrón me había follado como nunca antes lo había hecho nadie, me había trasladado a un nuevo espacio del placer como jamás hubiese conseguido mi esposo o los diferentes amante tenidos a lo largo de mi vida. Quedé enganchada a la forma de ese manubrio y cómo lo manejaba dentro de mi necesitado coño sin compasión y en plena complicidad.
¡Sí, follamos como si se acabara el mundo para siempre! Sin saber cómo me vino, quedé loca por su oscura masculinidad. Mi gran sueño fue siempre cepillarme a un negro, me veía atravesada por un bruto de esos como los de la NBA norteamericana cuando era una adolescente, luego cuando conocí a Said, el marido de mi vecina, fue él quien me despertó esa antigua necesidad fálica… nunca pensé que acabaría siendo la puta de su hijo.
En Valdepeñas, una mujer casada no tiene muchas oportunidades de conocer a un negro que te alivie tus fantasías, esas que añoraba desde que era muy joven. Prácticamente desde que salí de la adolescencia sin disfrutar realmente de mi juventud, me quedé preñada de mi hijo Eduardo. Sin embargo ahora tenía todo un fin de semana en el que me quedé a cargo de la custodia de mi vecino, que sin ser de raza negra, poco le falta….
Pasamos la mañana haciendo la casa y él en la terraza con las tareas que le encomendé me realizara. Eran las 14:11 cuando lo llamé para comer, aun tenía un poco irritado el chocho del polvazo mañanero del muchacho…, intenté que todo fuera normal olvidando sus amenazas de follarme bien durante todo el fin de semana. Comimos y charlamos sobre sus estudios, sus ambiciones y llegamos a las relaciones sentimentales…, no le faltaban niñas a las que follarse. Estaba claro que no iba de farol, lo había visto en los jardines del barrio morrease con más de una, pero no creo que se hallara enamorado de ninguna y tampoco de la chica con la que supuestamente salía. Su conversación derivó a como se lo montaba con una o con otra…
– No es necesario que me des destalles, no los necesito, le dije disimulando estar ya a cien.
Tras recoger y fregar los cacharros, me bañé y salí desnuda con una toalla cubriéndome hacia el dormitorio a tomar una siesta. Me paseé más de la cuenta frente a él, con la intención de provocarle y alterar sus hormonas. En el cuarto me puse unas bragas y una camiseta que no llegaba a mi pubis, cuando me acosté apenas tardó cinco minutos en abrir mi puerta, le observé detenidamente y le invité a entrar dentro…, tenía el cipote como una verga de galera hecha de acero templado.
– ¡¿Mi nene desea follarse a su mami…?! Le pregunté muy puta.
CONTINÚA...