Historia de una conversión (2)

Continuación...

Después de aquel día las cosas siguieron como hasta entonces. Éramos buenos amigos, de los de verdad y aquello sólo hizo que reforzar nuestros lazos. Pero los días pasaban y a Carlos le entraba la inquietud de conocer chicos, de estar con alguno, de tener experiencias. Yo le animaba a que investigara en internet o incluso me ofrecí para acompañarlo a algún bar de ambiente.

Un día estando en su casa me hablo de que había conocido a un chaval en un chat, de nuestra edad y que parecía majo. Además él tampoco tenía experiencia con otros chicos. Me decía que se habían propuesto quedar pero que tenía dudas.

¿Pero dudas de qué? – le miré interrogante

Pues no se, no se hasta que punto estoy preparado.

Mira tío, ese chaval esta igual que tú. Cuando quedéis también estará muerto de los nervios. Pero poco a poco se os pasará la timidez y además que no tienes que hacer nada que no quieras. Y por conoceros no pierdes nada

Parecía que mis argumentos le iban calando y se empezaba a animar. Entendía que tuviese un nudo en el estomago con todo esto, pero tenía ganas de que viviese algo de verdad. De que tuviese las mismas oportunidades que yo para disfrutar, para vivir, para enamorarse… al final lo conseguí y quedaron el viernes a tomar algo.

El viernes por la tarde yo estaba con Marta, mi rollo de la temporada, tirados en el césped de un parque. Lo típico de la edad, enrollándonos y metiéndonos mano por todas partes, cuando recibí un mensaje al móvil. Era Carlos, que la cosa iba bien. Me alegre un montón y Marta y yo seguimos a lo nuestro. Así estuvimos y cuando empezaba a oscurecer nos marchamos para casa. La propuse ir a mi casa, pero me dijo que no, que la daba vergüenza hacer algo con mis padres en otra habitación. Así que para casa me marche, con la polla como un burro debajo de los pantalones. Cuando iba para allí, empecé a pensar en que estaría haciendo Carlos, si habría pasado algo, si se habrían gustado, si se habrían liado, si habría tenido más suerte que yo o se marcharía también empalmado para casa y tendría que hacerse una paja en la cama. Uff iba súper caliente. La cena con mis padres fue de lo más rápida, en cuanto termine marche volando a la cama diciéndoles que estaba bastante cansado.

Me tiré sobre la cama. Por ser verano, dormía sólo con ropa interior. Mi polla se notaba luchando por salir pues asomaba por arriba. Con una mano me acaricie el paquete, estaba que ardía, caliente, duro. Con la otra mano acaricie mi pecho, recorrí con las yemas de mis dedos los vellos negros y rizados que le cubren, gire en mis pezones, con su contacto me estremecí. Saque mi polla y la acaricie. Me dolía de lo dura que la tenía. Toque mis huevos, estaban hinchados, pegados. Empecé un ligero movimiento arriba abajo. La otra mano pellizcaba mi propio pezón. Gemí, de mis pezones a mi vientre, de este por la línea de vellos que recorren desde el ombligo hasta mi pubis. Ambas manos se juntaron. La derecha seguía masturbando mi pene, agitándolo, arriba, abajo. De su punta salía el líquido preseminal, brillante, viscoso. La otra marcho a mis huevos, les acaricie, les apreté, estaban llenos. Seguía masturbándome. Volví a mis pezones, a mi cuello. Gemí. Mi mente voló. Estaba Marta conmigo en mi habitación. Había accedido a venir conmigo. Nos besábamos. Le acaricie un seno mientras con un dedo penetraba entre sus piernas, estaba húmeda y penetre con facilidad. Mientras ella me masturbaba. Yo me masturbaba. La comía el cuello. Metí dos dedos. Ella gimió. Yo gemí. Ella agitaba más fuerte mi polla. Yo me agitaba más fuerte la polla. Empecé a chupar sus tetas. Se las apretaba con las manos, se las lamía, se las devoraba. Baje más abajo, me entretuve en su ombligo, jugué con él, le penetraba con mi lengua. Mientras ella me masturbaba. Yo me masturbaba. Seguí más abajo. Me metí su polla en la boca… ¿¿¿¿Quéeeeeee???? ¿¿¿¿¿Su polla????? Mis ojos se abrieron como platos. Mi respiración era fuerte, pesada.

¿Qué me había pasado? ¿Por qué pensé en una polla? Me imaginé a Carlos. Me imaginé, no, intuía que se habrían enrollado, que se besaban, que se acariciaban los paquetes por encima de los pantalones. Mi polla seguía dura y mi mano la apretaba con fuerza. Cerré los ojos. Pensé en ellos. En que harían. Alguna vez vi la polla de Carlos. Tenía una buena polla. ¿Se la habría chupado? Me imagine como el chico se la chuparía. No. Me imagine chupándosela yo. La olí. Me gusto. Olía a mi amigo. Olía a hombre. La lamí. Me gusto. Me separé. Un hilo de presemen unió la punta de su polla con la punta de mi lengua. Me acerque de nuevo. La volví a lamer. Esta vez desde la base hasta arriba. Me gustaba. Me gustaba sentir su dureza, su calor. Jugué con su cabeza, recorriendo y ensalivándolo todo. Me metí en la boca. Sólo la punta. La apreté con los labios. Escarbe en su orificio. Él gemía mientras a mí me deleitaba su sabor. Me encantaba. Me encandilaba. Oí su voz. Me susurro que se la chupase. Me gusto que me lo pidiese. Sentir en la vibración de su voz que lo estaba haciendo bien. Que lo disfrutaba tanto como lo disfrutaba yo. No me hice de rogar. Me introduje poco a poco su pene en mi boca. Con cuidado de no rozarlo. Sólo me entro la mitad. Apreté mis labios. La acaricie con mi lengua. La di calor con mi aliento. Volví a liberarla sin disminuir la presión de mis labios. Otra vez dentro. Esta vez un poco más. Estaba loco. Quería devorarla toda. Que fuese toda mía. La mamaba poco a poco, pero cada vez más rápido. Quería hacerlo siempre. Hacérselo yo siempre. Sólo yo. Seguía mamando, chupando, lamiendo. Una mano me ayudaba masturbándolo. Otra acariciaba sus huevos. Me gustaban. Duros, ásperos, con pelos fuertes que se enredaban en mis dedos. Se sentían cargados. Cargados de semen el cual probaría. El cual sería mi premio. El cual calmaría mi sed. Seguía mamando. Sentía sus gemidos. Su respiración agitada. Su mano revuelve mi cabello. Me dice que le gusta. Que le gusta lo que le estoy haciendo. Yo me esfuerzo más. Quiero que para el sea lo mejor. Que nunca lo olvide. Que nunca me olvide. Sigo mamando, acariciando sus huevos. Y siento como su cuerpo se tensa. Su polla palpita. Lo siento en mi boca, en mi lengua, en mi mano. Se lo que viene pero no me aparto. Me lo he ganado. Quiero saber a que sabe, quiero probarlo, quiero tener su esencia más intima en lo más profundo de mí. Lo siento cada vez más cerca. Lo noto atravesar su polla e inundar mi boca. En ese mismo instante, mi polla empieza a largar chorros de lefa como nunca antes lo había echo. Nunca antes había alcanzado tal grado de excitación. Me llega hasta mi cara. Pruebo mi propio semen dejándome llevar por mi mente nublada por el orgasmo. Por unos instantes creo que casi roce la inconsciencia. Fue brutal.

Sí, fue algo brutal pero según mi respiración se empieza a pausar el peso de la conciencia va pendiendo sobre mí. Vienen los remordimientos. Me siento pringado, empapado en mi propio semen. Lo siento por mi pecho, mi cara, mi boca. Tengo el sabor de mi semen en mi boca. ¿Pero qué he hecho? Me he excitado como nunca pensando que estaba con un tío. Pensando que se la chupaba a un tío, a mí amigo, a Carlos. Mi respiración seguía fuerte, pesada pero pausada. Las dudas me empezaron a inundar. ¿Era gay? ¿Lo habría sido siempre y quizás eso explicaba todo?

Me costo dormir mucho esa noche. Una y otra vez las mismas preguntas revoloteaban sobre mi cabeza. No podía pensar en otra cosa. Mi mente no hacía caso a lo que yo quería. Yo quería pensar en chicas, en Marta, en la tía buena con la que estaba enrollado. A la que me gustaba besar, acariciar, tocar, follar… No. Mi mente no quería que pensase en chicas. Quería que pensase en él, en Carlos, en mi mejor amigo. La vergüenza y la culpabilidad me agobiaban, me atormentaban. No entendía que me pasaba. Era como haberme excitando pensando que me follaba a mi hermana. La idea me dio asco. Sentí asco de mi mismo. Aun sentía el sabor del semen en mi boca. De mi propio semen. Y me di asco. Me sentí sucio. Sucio mi cuerpo, y peor, sucia mi mente.

Continuará