Historia de una amistad (4: Todos somos uno)

Final de la cena privada y de la historia.

-4-

Alex y Luis aplaudían entusiasmados por el espectáculo lésbico que les habíamos ofrecido de propina. Acabados los cometarios jocosos, cada uno ayudó a levantarse a su mujer. Luis me dio un cariñoso beso en los labios.

Sabe raro. – Exclamó.

Sí claro, a polla y a coño, a hombre y a mujer juntos. – Exclamé riéndome.

Pasamos a una sala provista con un gran jakuzzi redondo. El agua tibia y burbujeante y las caricias de Luis me relajaron. Carla y Alex, también juntos y abrazados parecían como novios o recién casados.

Carla me guiñó un ojo, y exclamó.

Creo que estos dos nos deben algo.

¿Ah, sí? . – Pregunté, sin adivinar que estaba maquinando.

Pues claro. ¿No te apetecería ver como se lo montan entre ellos, igual que lo hemos hecho nosotras?. – Siguió Carla, provocativa.

¡Me parece una gran idea!. – Me apresuré a responder, sumándome a la propuesta.

De eso nada. – Protestó Luis. – A mi no me van los tíos en absoluto.

Lo siento Luis; pero recuerda que hay una norma del club que prohíbe rechazar una petición de carácter sexual que provenga de otro miembro. Así que ya sabes lo que nos toca. – Terció Alex, en un tono francamente divertido.

Luis refunfuñó por lo bajo; pero no dijo nada más.

Va, cambiemos de parejas. – Animó Carla. – Ánimo Luis, ven hacia aquí.

Ella se colocó a mi lado y Luis se acercó hacia donde estaba Alex. Al pasar frente a él, Alex tomó el pene flácido de su amigo y se lo empezó a chupar. Al principio, Luis permaneció impávido; pero poco a poco vimos como su miembro reaccionaba a los estímulos que recibía, que cerraba los ojos y empezaba a respirar hondo.

Aquello me estaba poniendo caliente de nuevo. Ver la polla de Luis entrar y salir de la boca de Alex, como le lamía desde la base de los huevos hasta la punta del ahora erecto miembro y oír como gemía y jadeaba al ritmo de los movimientos que imprimía a sus caderas, me estaba excitando mucho más de lo que esperaba.

Alex se levantó, su miembro empezaba a mostrar signos de excitación, acercó sus labios a los de Luis, le besó y le dijo:

Ahora tú.

Luis se puso de rodillas frente a su amigo, la verga de Alex ya estaba francamente erecta y le golpeó la cara. Entreabrió los labios y fue el propio Alex quien puso su glande a la entrada de la boca que se le ofrecía y presionó lentamente hasta que su pubis topó con la nariz de su amigo. Ahora era Luis quien movía la cabeza, al principio torpemente y poco a poco con más ritmo y acierto, y Alex quien gemía y suspiraba profundamente. Entonces, sacó de su boca la polla de Alex, ya en pleno desarrollo, y empezó a mordisquearle y a lamerle la amoratada cabeza de su miembro, mientras le acariciaba lentamente los huevos.

¡Para. Harás que me corra!. – Gritó Alex, retirando su sexo de la boca de su amigo.

Alex derecho y Luis arrodillado frente a él, perfectamente empalmados, ofrecían un espectáculo lúbrico y arrebatadoramente sexual que encendía de nuevo mis deseos más oscuros.

Sí, sí, parad. Os quiero a ambos dentro de mí. Ardo en deseos de que me folleis los dos a la vez.

Los cuatro, besándonos y acariciándonos nos dirigimos a uno de los dormitorios. La ocasión merecía un lugar cómodo y amplio para dar rienda suelta a todo lo que estaba pasando por nuestra imaginación.

Luis, tumbado sobre la cama, me esperaba impaciente. Me subí sobre él, dirigí su duro miembro hacía mi coño y lo hice entrar saboreando el momento. Alex se situó tras de mí y enseguida noté como su grueso glande se abría paso entre mis glúteos, como localizaba mi ano y como penetraba muy, muy lentamente en mis entrañas. Carla completó el cuadro poniéndose frente a mí, colocando una rodilla a cada lado de la cabeza de Luis y dejando su coño al alcance de su hábil lengua.

Cabalgaba sobre Luis, con Alex agarrado a mí y con su polla clavada en mi culo. Era mi fantasía, mi sueño sexual desde que organizamos esta velada y lo había conseguido. Tenía a mi disposición, simultáneamente dentro de mí, a los dos hombres que más placer sexual sabían darme; y la realidad estaba superando a las expectativas. Era maravilloso sentir a mi amado Luis entrar y salir de mi vagina y a la vez la verga de Alex palpitando en mi culo repleto. A cada movimiento, un latigazo de placer de placer recorría mi cuerpo. Y los húmedos sonidos de la boca de mi adorado Luis en el sexo de Carla y sus gemidos, acababan de excitarme hasta límites insospechados. Noté que estaba a punto de estallar y me quede inmóvil ensartada hasta el fondo en el duro mástil que perforaba mi coño; Alex siguió bombeando mi recto a buen ritmo y Carla, al percatarse de mi estado, me tomo entre sus brazos besándome alocadamente. Me corrí gritando sus nombres, del modo más intenso y salvaje que lo había hecho nunca; me sentí flotar en un mar de sensaciones que llegaban a oleadas a mi cerebro; mi sexo, mi culo, mi boca mis pechos, todo mi cuerpo sentía un placer infinito que no quería que acabara nunca.

Sobre la cama yacían nuestros cuerpos sudorosos. Carla, entre los dos hombres, acariciaba rítmicamente las vergas de ambos, que marmóreas y esbeltas apuntaban hacia el techo. Ágil como una pantera, se situó sobre Luis dándole la espalda, haciendo que su polla penetrara en su culo y moviéndose arriba y abajo. Alex se puso de pie sobre la cama y colocó su sexo erecto entre los labios de su mujer que empezó a chuparlo con deleite. El sexo de Carla, húmedo y brillanté, quedó a mi alcance y me lance a besarlo, a lamerlo, a penetrarlo con mis dedos y mi lengua. Manaba como una fuente y, al separar sus labios, el botón rojo y duro de su clítoris apareció como una apetitosa fruta y lo tomé entre mis labios. Gimió y acarició mi cabeza dulcemente.

En eso sentí algo que goteaba sobre mi cabeza. Alcé la vista y pude comprobar que Alex se había corrido en la boca de Carla y que una mezcla de semen y saliva rezumaba abundantemente por la comisura de sus labios, goteando de manera copiosa sobre sus pechos y de estos a su vientre y mi cara. Embadurné mi mano con ese cálido y viscoso fluido y, así lubrificada, se la metí en la vagina. Aullidos de placer salían de la garganta de Carla, mientras mi mano giraba entrando y saliendo de su sexo. Mi lengua volvió a recorrer cada pliegue, cada rincón, cada centro de placer de su sexo palpitante, recuperando en mi paladar los aromas y sabores entremezclados, como si de una cata de vinos se tratara.

Percibí una presencia a mi lado; Alex, derecho junto a mí, devoraba la boca de Carla y acariciaba sus golosos pechos. Su húmeda polla, todavía lejos de aparecer flácida y relajada, rozaba mi rostro; me volví y la tome en mi boca buscando los últimos restos de su elixir de vida, mientras mi mano volvía a explorar lo más profundo del sexo de mi amiga.

La oí gritar, la sentí agitarse convulsa y noté los tremendos espasmos de su vagina en mi mano.

Luis seguía sin correrse; sentado en el borde de la cama, su polla se mantenía erecta, desafiante y reclamando el final de este periplo hacia la cumbre del placer. Alex arrodillado entre sus muslos, Carla a un lado y yo al otro, iniciamos un diabólico círculo; de la boca de Carla a la de Alex, de la de Alex a la mía y vuelta a comenzar. Nos íbamos pasado de uno al otro su polla tremendamente dura y a punto de estallar. Luis apretaba sus puños asiendo las sábanas y arqueando su cuerpo. Gemía, gritaba, jadeaba, cuando las primeras gotas brillantes y traslúcidas perlaron su glande congestionado y violáceo. Nuestras lenguas confluyeron sin previo acuerdo y un surtidor blanco, cálido y viscoso se disparó a bastantes centímetros de altura, cayendo como lluvia en el desierto sobre nuestras lenguas y rostros.

En un arranque de egoísta sentido de la propiedad, me tragué por completo el miembro de Luis, mientras Alex le lamía los cojones. Carla me miró ansiosa y le cedí la codiciada verga para que recogiera sus últimos estertores.

EPILOGO

Desde aquel día fuimos algo más que dos parejas de amigos. Pronto abandonamos el club y compramos una casa de campo para pasar juntos vacaciones y fines de semana, y finalmente, acabamos viviendo juntos.

Dos dormitorios separados por un tabique, son nuestros refugios privados. Podemos oír claramente las prácticas sexuales de la otra pareja; y el escuchar y saber que somos escuchados, nos excita tremendamente.

Tenemos un código no escrito que funciona perfectamente. La puerta del dormitorio cerrada, significa que queremos intimidad, que deseamos disfrutar del sexo con nuestra pareja a solas, que en ese momento quiero el cuerpo de Luis para mí en exclusiva y que él quiere el mío. Pero si la puerta se mantiene abierta, entonces, cualquier miembro de la otra pareja o ambos son bienvenidos.

En la actualidad, cualquier combinación es posible. A mí personalmente me pone tremendamente caliente que el otro sodomice al hombre que me está follando. Y a ellos también: Siento en mi interior como sus miembros crecen y se endurecen al recibir cada uno de los envites de la polla del otro en sus culos masculinos y gritan pidiendo que se la claven hasta el fondo cuando están a punto de correrse.

Pero ahora nuestras vidas cambiaran; ambas estamos embarazadas de prácticamente el mismo tiempo. Naturalmente, no sabemos quien es el padre biológico del ser que llevamos dentro; pero no nos importa. Seremos una familia, diferente a las demás; pero una familia. Nuestros hijos serán hermanos (a lo mejor lo son también genéticamente) con dos padres y dos madres; así que difícilmente serán nunca huérfanos del todo. Además para ellos, esta situación tiene una ventaja: Durante la cuarentena, podrán entretener ellos solos.

FIN