Historia de una amistad (2: La orgía)

Continúa la iniciación de la protagonista.

-2-

El sirviente volvió a buscarme y retorné a la misma sala. Habían abandonado la mesa y se encontraban en un rincón de la estancia, sentados en cómodos sillones en torno a una especie de canapé.

Nuevamente me volvió a hablar el que parecía dirigirlo todo.

  • Mónica, esto es una especie de concurso. – Empezó diciendo. – Mientras cada uno de nosotros folla contigo, los demás puntuaremos vuestra actuación. Al final, el que gane tendrá un premio muy especial relacionado con tu persona.

Mientras hablaba, mis ojos fueron recorriendo al auditorio intentando localizar al protagonista de mis deseos. Pronto lo identifiqué, seguro que era él, no me podía equivocar. Tenía un cuerpo escultural, tremenda y masculinamente atractivo, una bien formada musculatura esculpía toda su figura y en su regazo descasaba tranquilamente aquel potente miembro viril que me había seducido.

Los primeros concursantes me penetraron uno tras otro. He de reconocer que lo hicieron bien; pero yo sólo deseaba tenerlo a él y mis respuestas era maquinales e intentaba por todos los medios contenerme y no gozar antes de hora.

Por fin llegó el momento. Cuando le vi levantarse, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Su verga ya estaba erecta, era claro que se había excitado viendo como sus compañeros se habían ido corriendo en mi coño. Me tumbó en el canapé y colocó su sexo sobre el mío. Frotó su glande por entre los pliegues de mi vulva, pero sin penetrarme, sólo acariciaba suavemente mis labios, la entrada de mi vagina y mi clítoris. Movia sus caderas haciéndome enloquecer de deseo. Notaba mi coño húmedo y me retorcía de placer a cada nueva pasada. No me pude contener más, y le grité que me la metiera de una vez.

Sentí su grueso glande en la embocadura del canal vaginal y como apretaba levemente haciendo entrar solamente la cabeza de su verga. Su boca se unió a la mía y entonces vi sus profundos ojos negros. Yo intentaba levantar el pubis para sentirlo lo más dentro posible; pero él no me lo permitía. Jugaba con mi deseo manteniendo su glande apenas albergado por el atrio de mi vagina y estuvo así, haciéndome desearlo como nunca había deseado antes, hasta que separó sus labios de los míos y se lanzo sobre mis pechos a la vez que clavaba de un solo golpe su polla en mis entrañas. Un profundo grito de placer salió de mi garganta y mis piernas lo envolvieron, aferrándose a él para evitar que se retirara un solo milímetro. No quería que se moviera, sólo anhelaba sentirlo en lo más profundo de mi ser, quería creer que sería mío, sólo mío para siempre. Se mantuvo así, lamiendo, besando y mordiendo mis pezones y moviendo sus caderas con su pubis contra el mío. Desfallecí de placer y mis piernas se rindieron. Entonces empezó a moverse rítmicamente; primero, con una cadencia lenta y profunda, asegurándose que en cada envestida su sexo penetraba en mí hasta que sentía toda la fuerza de su cuerpo presionando sobre mi monte de venus. Luego fue incrementando el ritmo hasta casi hacerme llegar al clímax. De repente, se detuvo en seco con su verga a punto de salirse de mí e inmovilizándome manteniendo mis brazos por encima de mi cabeza sujetos contra la cama. Le grité y supliqué que volviera a clavármela y que me follara sin parar. Mirándome fijamente volvió a avanzar muy, muy lentamente, de manera exasperantemente lenta. A medida que entraba en mi sensibilizada vagina, me hizo sentir cada milímetro de su polla, y el contacto de su grueso glande abriéndose paso. Gemíamos, jadeábamos y gritábamos en medio de un torbellino de placer que yo no había imaginado ni en la más íntima de mis fantasías. Con las primeras contracciones de mi musculatura sobre su polla, sentí un cálido torrente que me inundaba. No sé si tuve un solo y prolongado orgasmo o varios encadenados; únicamente recuerdo que cuando él se retiró yo estaba como flotando en una nube.

Todavía estaba yo recuperándome, cuando el siguiente me tomó y me empaló, sentada sobre él y dándole la espalda. En nuestra posición, mostrábamos claramente a la audiencia su polla entrando y saliendo de mi coño encharcado, del que escurrían hilos de semen y flujo, y eso parecía que los estaba excitando tremendamente. El que esperaba su turno tenía una tremenda erección y alguno de los que ya me habían penetrado se masturbaba pausadamente, incrementando mi excitación y halagando mi ego al ver lo que era capaz de producir en la audiencia. Una mano de mi pareja acariciaba mis senos que saltaban en el aire al ritmo que marcaban nuestros convulsos movimientos, y la otra frotaba directamente mi clítoris Empecé a gemir de nuevo, no me había relajado todavía del orgasmo anterior, cuando ya estaba en camino de otro. Se corrió en una contracción tetánica y apretando mis pechos hasta casi hacerme daño, y siguió follándome y estimulándome el clítoris hasta que yo también me corrí.

Cuando acabé con todos, no podía más y ahíta de placer me retiré dejándolos haciendo recuento de las puntuaciones. No hace falta que diga quién deseaba que ganara, no sabía cuál sería el premio, pero si yo estaba implicada, prefería que fuera él.

Sola en la habitación me asombraba a mi misma como era posible que, después de tanto sexo, estuviera deseando volver con ellos para seguir gozando. Bueno en realidad sólo había uno de ellos que me interesara realmente, uno al que deseaba con vehemencia.

Debí quedarme dormida. Una mano tocó mi hombro y me desperté sobresaltada. Era de nuevo el sirviente que venía a llamarme.

Los encontré en el mismo sitio. El corazón me dio un vuelco, el se encontraba de pie junto al maestro de ceremonias.

Aquí tienes al ganador, Mónica.

No pude evitar un gesto de satisfacción, al que ambos respondieron con una sonrisa, y mi adorado desconocido se dirigió lentamente hacia mí hasta colocarse a mi espalda y abrazarme con sus fuertes brazos.

Su misión será introducirte en los placeres del sexo anal.- Continuo diciendo.

Me beso suavemente en el cuello, mientras me decía:

No te preocupes, déjame hacer y gozaras como nunca lo has hecho en tu vida.

Su voz sonaba dulce y tranquilizadora y entre sus musculosos brazos me sentía protegida. Sus fuertes pero extremadamente suaves manos me acariciaban delicadamente los pechos, el vientre y levemente se insinuaban sobre mi sexo y sentía como su verga entre mis glúteos engrosaba y se endurecía cada vez más. Escalofríos de bienestar recorrieron mi cuerpo y me abandoné a su voluntad. Jamás nadie había penetrado en mi ano; pero estaba segura de que iba a ser extraordinario.

Me volvió hacia él, me tomó en volandas y delicadamente me depositó sobre el canapé, separó mis piernas y su boca se posó sobre mi sexo. Su lengua se abrió paso entre las ninfas, lamiendo hasta el último rincón de mi sexo, descendía y volvía a ascender, acercándose cada vez más a mi ano, hasta que colocó su boca entre mis glúteos. Sus dedos acariciaban suavemente mi clítoris y entraban levemente en mi, mientas que con su lengua estimulaba la entrada de mi recto llenándolo de saliva. Volví a sentir su maravillosa boca en mi sexo y percibí como sus dedos se abrían paso en mi culo.

Mi marido Luis me come el coño maravillosamente, es un maestro cuninlingüis, pero nunca había sentido nada parecido. La combinación de sus cálidos y sensuales labios mordisqueando mi sexo, de su lengua recorriendo los rincones más íntimos de mi ser y sus dedos entrando rítmicamente en mi, hasta ahora ignorado, recto, me provocaban sensaciones jamás soñadas.

Finalmente me situó de rodillas, a gatas sobre el canapé y él se situó detrás de mí. Sentí algo frió, húmedo y viscoso que resbalaba entre mis glúteos y como su grueso y cálido glande se situaba apuntando a mi recto. Apretó suavemente, avanzando hacía las profundidades de mis entrañas y retrocediendo ante el menor obstáculo, para volver a avanzar nuevamente. Mientras, sus delicadas manos no habían dejado de acariciar mis pechos y mi sexo, haciendo que la excitación y las sensaciones placenteras se mantuvieran durante mi primera penetración anal.

Sentí el calibre de su verga dilatando mi recto, como milímetro a milímetro estaba traspasando el umbral del esfínter y como, finalmente, vencía toda resistencia y su polla penetraba triunfante donde nunca nadie antes había estado.

Volví a oír su cálida y sensual voz:

Mónica, ya está toda dentro, metida hasta el fondo de tu hermoso trasero. ¿Qué sientes con una polla clavada en tu culo?.

Estoy en el paraíso. Me siento colmada por el hombre que me está haciendo gozar, como casi nadie lo había hecho. Me has abierto un nuevo mundo de placer que jamás habría imaginado. – Jadeé, con voz entrecortada.

Tu coño empapado y tus duros pezones me dicen que es así. Y ahora prepárate a gozar de una manera nueva y distinta, a vivir sensaciones que hasta ahora no has conocido y a descubrir que todo el cuerpo puede ser fuente de placer..

Empezó a moverse en mi interior y sus cojones golpearon rítmicamente mi culo y sus varoniles y delicadas dedos provocaban en mi coño espasmos de placer infinito. Percibí como sus manos abandonaban su gratificante tarea y desesperadamente le grité rogando que no lo hiciera. En eso, sentí una lengua acariciando mi clítoris y unos labios que mordisqueaban mi palpitante y húmedo sexo.

Lo electrizante de la sensación y lo inesperado de la misma, me hicieron abrir los ojos. Ante mi vista apareció un mástil de carne, una nudosa verga erecta que reclamaba mis atenciones. Otro de ellos se había intoducido entre mis brazos, me estaba devorando el coño y me ofrecía su polla para llenar mi boca. Acerqué mi cuerpo al de mi nuevo amante para facilitar su tarea y tomé su abultado y rojo glande entre mis labios acariciándolo con la lengua. Su boca bebía ansiosamente de la fuente de mi sexo y pronto note el sabor de las primeras gotas del elixir del placer. Aceleré y profundicé lo que mi posición me permitía la penetración de aquel tronco en mi boca. Seguían los acompasados movimientos en mi culo y aquella boca tomó mi clítoris y lo chupo hasta hacerme llegar al orgasmo gritando de placer, justo cuando un chorro de esperma espesa y caliente se disparaba como un geiser contra mi paladar. Debió percibir las contracciones de mi ano que anunciaban mi clímax, por que clavó su verga hasta el fondo y quedó como paralizado asido a mis pechos, mientras me decía visiblemente excitado:

¡Siente el placer que te damos!. ¡Que suerte tiene Luis!. Eres una mujer tremendamente sexual, que se merece gozar como nunca.

El que acababa de correrse en mi boca, se retiró y otro ocupo su lugar; pero ahora dándome la cara. Su miembro erecto apuntaba directamente a mi sexo y yo me apresuré a decirles:

Quiero que me penetréis los dos a la vez. Anhelo sentir vuestras pollas penetrando mi culo y mi vagina a la vez.

Sentí como se retiraba de mi trasero y como al sacarla sonaba como el descorche de una botella de champaña.

Métetela en el coño y luego yo volveré a penetrar tu lindo culo.- Dijo respirando profundamente.

Era una enorme verga, una verga equina que me hizo pensar que, si su dueño hubiera ganado el juego, ahora estaría partida en dos. Entró en mi lubrificado coño de un solo golpe y mi vagina se adaptó a su diámetro como un guante. Penetrada por aquel ariete, quede inmóvil esperando de nuevo sentir como entraban por detrás. Esta vez lo hizo lentamente, pero si detenerse, fue avanzando decididamente hasta que percibí el contacto de su pubis sobre mis nalgas.

Me sentía atravesada por aquella dos soberbias vergas que estaban en mi interior tan cerca la una de la otra y las descargas de placer llegaba a oleadas a mi cerebro.

Mi adorado sodomizador estaba al borde del clímax y comenzó a mover sus caderas a un ritmo frenético hasta que una oleada de calor que recorríó mis entrañas con él abrazado a mi como si no quisiera dejarme. Se retiró con un "Gracias" y un tierno beso e inmediatamente otro ocupó su lugar.

Una nueva verga irrumpió en mi dilatado culo totalmente lubrificado por la esperma. Fue como el disparo de inicio de una carrera; a partir de ese momento, no sé cuantas veces fui follada y sodomizada, ni cuantas vergas se corrieron en mi boca, y entre mis pechos, cuantas bocas devoraron mi coño, ni cuantos orgasmos tuve en aquella vorágine de sexo descontrolado y placer sin límite.

Debí perder el sentido; lo siguiente que recuerdo, es que la abrir los ojos estaba sola estirada sobre el canapé que había servido de escenario a la orgiástica sesión que había protagonizado. De nuevo el criado se acercó a mí y me indicó que tenía el baño preparado.

Esta cansada, rendida, agotada de tanta actividad sexual y me metí en la tibia y perfumada bañera. Me quedé dormida; no sé cuanto tiempo trascurrió hasta que me despertó la desagradable sensación del agua que se había enfriado. Salí del baño y picoteé casi sin hambre algo de comer de lo que encontré preparado en la mesa de mi habitación. Me tendí en la cama pensando en que ocurriría ahora y preguntándome cuando vendría Luis a buscarme. El cansancio volvió a vencerme y acabé por dormirme de nuevo.

Me desperté varias horas más tarde, la luz del sol se filtraba por entre los visillos de las ventanas, con un agradable cosquilleo en mi sexo. Busqué con la mirada el origen de tan estimulante despertar y vi que era Luis que desnudo estaba arrancándome de los brazos de Morfeo como solía hacerlo mucho días festivos.

Le deje hacer. Su hábil lengua se paseaba por entre los pliegues de mi sexo provocándome placenteros escalofríos y pronto su saliva y mis humores me hicieron sentir húmeda. Tomó el clítoris con sus labios y estiró delicadamente para luego soltarlo de golpe, emití un leve gemido y él levantó la cabeza mirándome y diciéndome.

¿Ya estás despierta, amor?.

Sí, claro. A ver quién se resiste a tus habilidades. Anda ponte a mi lado. – Le respondí, haciendo un gesto con los brazos para que se situara a mi altura.

Atendió mi petición, me abrazó y me besó profundamente haciéndome sentir las ansias de su sexo entre mis muslos. Me separé de él, y ahora fui yo la que recorrí su cuerpo con mis labios camino de su miembro. Lo tomé con mi boca, haciéndolo entrar repetidamente hasta mi garganta, lo lamí una y otra vez depositando abundante saliva sobre su cabeza, que luego repartía con mi lengua y mis labios, hasta que su verga, rígida y erecta como un monolito, presentó un aspecto lustroso y brillante. Me senté sobre aquella soberbia polla y de un golpe me ensarté en ella por el ano.

Si has seguido mis actividades de ayer, ya sabrás lo que he aprendido con tus amigos. – Musité, mientras me movía arriba y abajo y observaba la cara y las convulsiones de placer de Luis.

No sólo te he seguido toda la noche, si no que tengo un maravilloso video de todo.- Respondió, entre gemidos y jadeos.

¿En cuantas fiestas como la de ayer has participado?. ¡So cabrón!.- Pregunté movida por la curiosidad morbosa.

Sólo en una, amor. Me invitaron a participar y a cambio tenía que conseguir que mi mujer pasara una noche con ellos.- Confesó, sin poder casi contenerse, apunto de correrse.

Pues otra vez, a ver si practicas conmigo la que aprendas fuera de casa. Ahora quiero correrme con tu polla entrando y saliendo de mi culo. Así que no se te ocurra vaciar tus lindos cojones antes que yo me corra. - Le exigí malévolamente.

Echada hacia atrás, para hacer que la verga de Luis entrara lo más profundamente posible y dejando mi coño libre para sus caricias, me acariciaba los pechos al ritmo de mis propios movimientos. Luis metió los dedos índice de ambas manos en mi vagina y con los pulgares me acariciaba el clítoris. Cuando lo sentía jadear y respirar hondo para contener su eyaculación, paraba mis movimientos y percibía como su polla palpitaba en mi interior hasta frenar la corrida. Al notar que llegaba mi orgasmo, le grité, dejándome caer para que me penetrara lo más a fondo posible y contrayendo mi esfínter anal sobre el acerado mástil.

Ahora, amor. Déjate ir y goza conmigo.

Una cálida oleada de placer recorrió mi cuerpo y gritamos al unísono convulsos y sudorosos.

Desde aquel día nuestra vida sexual cambió volviéndose más intensa y provocativa. En cada encuentro, intentábamos sorprender a nuestra pareja con algún nuevo juego o fantasía.