Historia de una amiga especialmente ninfómana
Todos los hombres hemos deseado alguna vez encontrarnos con una ninfómana que sea incansable follando ¿Verdad?
No es oro todo lo que reluce. Algunas ninfómanas lo pasan muy mal.
Ya les he dicho que entre otras muchas cosas, creo humildemente, que he llegado a ser un buen terapeuta sexual, sin duda a la práctica de este interesante y sano deporte que es el sexo, en cualquiera de sus facetas, aunque también gracias a los años que estudie tanto dentro como fuera de España y obviamente a los centenares de libros y miles de artículos leídos al respecto.
Ser una autentica ninfómana es un gran problema, a veces muy grave, especialmente para la salud mental de la persona que tiene esa enfermedad.
Otra cosa es que haya mujeres que les gusta follar y follar, con un solo hombre, con dos en un trio, o con muchos hombres, ya sea al mismo tiempo, lo que sería un Gang Bang, o ya sea a turnos por algún tipo de reto, siempre que no hagan daño a nadie.
De un reto va la historia de hoy.
Ya saben muchos de ustedes de records sexuales como el de la actriz porno, Lisa SparXXX que fue follada en un mismo día por 919 hombres distintos, mayoritariamente polacos, quitándole el record a la anterior reina folladora, de nombre, Marinna Rokita que solo estuvo con 759 hombres en solo un día. La hazaña de Lisa tuvo lugar en 2004 en la feria “Eroticon” en Varsovia.
Hoy les relataré mi relación de amistad y sexo con una muy buena persona y muy buena amiga de nombre Gina, una ítalo-argentina que conocí en una estancia curricular en Nueva York al principio de mi carrera.
Tenía Gina 28 años era unos dos años mayor que yo, aunque parecíamos ambos más maduros para nuestra edad en aquellos momentos.
Pasamos unos meses inolvidables. Hoy les contaré muchas anécdotas sobre ella, y nuestra relación.
Me gustan los desafíos.
Me han retado muchas mujeres en muchas ocasiones. ¿Cuantas veces te correrías?
Yo les devolvía el reto. ¿Y tú?
Lo normal para unas es anormal para otras. Muchas mujeres pueden tener decenas de orgasmos, otras solo uno gloriosamente apoteósico.
Gina me contestó: “Yo puedo tener infinitos orgasmos”
Ese fue mi reto.
También fue cuando descubrí el tantrismo sexual de manera práctica y no teórica.
Les contaré los detalles de los centenares de orgasmos que Gina obtuvo conmigo en un solo fin de semana. Aunque hubo centenares más a lo largo de los meses previos, y años siguientes.
Por cierto, nadie gano el reto. Quedamos en tablas. Creo.
La conocí por casualidad rastreando sitios y calles de película. Saben que Nueva York ha salido en cientos de películas, algunas esenciales para los humildes aficionados al séptimo arte.
Aquel primer viaje a Estados Unidos y en esa gran ciudad de los rascacielos, además de visitar la famosa Quinta Avenida en donde se realizó la memorable escena ante la joyería Tiffanys por su protagonista Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes, en aquella primera ocasión no quise dejar de pasear por los alrededores del puente de Queensboro, famoso puente que tiene unas magníficas vistas nocturnas, que conecta Manhattan con Queens, dos de los más importantes condados de Nueva York, que inmortalizaría posteriormente Woody Allen en su genial película Manhattan.
Luego cogeria un taxi para ir a una cafetería de moda, a la que todo el mundo que visita Nueva York, debería de ir.
Mientras disfrutaba de un carísimo capuchino en Stumptown Coffee Roasters, una cafetería y tienda imprescindible de visitar ubicada en el interior del Ace Hotel en donde el olor de sus mezclas tostadas de café es inigualable, me fije en una aparentemente frágil mujer que me miraba intensamente pero a hurtadillas con unos ojos maravillosos aunque con rostro algo fruncido y bastante serio.
Si una mujer me mira de esa forma tan intensa, he de conocerla sin lugar a dudas.
Hello beautiful lady enigmatic with sad eyes, le dije en un torpe inglés, algo así como…, hola, bella dama de ojos tristes.
Al contestarme en español me entusiasme, ya que mi inglés hablado de entonces era realmente malo.
Sus ojos brillaron al empezar a hablarle en español.
Después de las clásicas frases de reconocimiento, me ofrecí a invitarla a otro café, a pasear, o lo que desease.
Su inicial negativa me confundió, pero algo debió de ver en mí, quizás mi obvio gran paquete, que cambio de actitud al insistir nuevamente, diciéndome que me invitaba a su casa a cenar.
Luego me confesaría que intuir mi polla grande la hizo decantarse por conocerme, a pesar de que estaba pasando una mala racha personal.
Cenamos, charlamos, nos contamos nuestras anécdotas universitarias, ella acababa de terminar un master sobre ciencias económicas internacionales en una prestigiosa Universidad de Buenos Aires, y venia becada a trabajar a una multinacional financiera a la gran manzana.
Aunque el tema en el que se centraría enseguida, seria en mis estudios de psicología, algo que le parecía aparentemente muy interesante. Obviamente sabría muy pronto que por razón de su adicción al sexo.
Aquella primera noche nada evidenció su grave problema.
Hicimos un sexo aparentemente normal, muy agradable, algo frio pero intenso, centrado especialmente en saborear su precioso y sabroso coño, además de hacerme correr varias veces, esa era su única obsesión, conseguir hacerme correr de todas las formas posibles que ella conocía, la primera vaginalmente encima de mí a horcajadas, la segunda con su boca de manera compulsa y la tercera y última de manera eléctrica manoseando eficazmente tanto mi polla, como mis huevos e incluso mis ingles, con sus sabios dedos y manos, algo muy excitante, terminando con un dedo sabiamente metido en mi ano, mientras que con la otra mano apretando fuertemente, muy fuertemente mi polla. Algo que jamás había experimentado. Aún era joven.
Pocos minutos después descubriría, pues lo investigue adecuada y diligentemente al preguntarle todos los detalles. Era una mezcla entre masaje tántrico y masaje prostático, que le había enseñado un profesor universitario al que tuvo de amante mientras estudiaba su último año de carrera.
En cuanto tuvo algo de confianza, días después, y después de volver a hacer sexo frenéticamente, me confesó su problema ninfomaníaco. Su necesidad imperiosa de sacar orgasmos a su hombre, solo y exclusivamente un solo hombre cada noche.
No podía dejar de follarse un hombre cada día y no dejarlo hasta que ya no le quedaba gota de leche alguna. Pero de repetir jamás.
Esperaba de mí un consejo, pues aún no se había decidido a consultar ni visitar a especialistas, aunque pensaba hacerlo.
Sentía un profundo sentimiento de aprecio por mí a diferencia del resto de los hombres con lo que se había acostado desde hacía años. Eso sí, jamás había repetido con ninguno salvo con su profesor y conmigo. Me dijo en aquella segunda cita.
A diferencia de otras ninfómanas que salen a la calle, a bares, a parques o sitios de encuentros, a follar tantos hombres como puedan para terminar refugiándose en alcohol o drogas, Gina solo follaba con uno cada noche, pero no quería volver a saber nada de esa persona jamás. Sentía un rechazo instintivo, sin causa aparente.
José Miguel, me decía, no tengo remedio, nada más terminar de follar con alguien, después de sacarle toda la leche, cuando me dice, que ya no puede más, lo detesto y quiero que desaparezca de mi vida en ese preciso segundo.
Al día siguiente vuelta a empezar, necesito follar a alguien nuevo. Incluso soy incapaz de dormir con nadie después de follar, he de salir de la habitación. Necesito irme. Me falta el aire.
Jamás he tenido una relación estable, me decía, salvo la de mi amante el profesor. Bueno, y ahora mismo contigo de manera inexplicable.
Sentía algo por el profesor, me contó, pero al estar casado lo dejamos. También me sentía frustrada, pues deseaba estar con él constantemente pero al mismo tiempo necesitaba follar con otro cada día.
Al intentar serle fiel, me frustre absolutamente. He venido a resolver mi problema a Nueva York y trabajar al mismo tiempo. Estoy seriamente preocupada. Creo que debo tener algún problema serio, ya sea en mi cabeza, un tumor o algo.
No digas eso, le conteste. Seguro que resuelves tu problema. Ten fé y esperanza.
No solo estuvimos juntos todo el tiempo que estuve en Nueva York, un semestre completo, sino que posteriormente viajaría a verme a España, en una relación de amistad y sexo, colindante con el amor, que dura desde entonces.
Fue en aquellos meses junto a Gina en que aprecie el mundo del intercambio liberal, pues de tanto verla follar con otros, como comprobaran seguidamente para analizar su problema, me excito la idea del sexo en grupo, que jamás había tenido, mucho más allá de estar yo solo rodeado de bellas mujeres todas para mí.
Ya les hablaré más detenidamente del mundo swinger. Enseguida empezaríamos a juntarnos con grupos de parejas liberales que se reunían todos los sábados, y que contactaban con nuevas parejas a través de una revista especializada de control muy riguroso en aquellos tiempos menos abiertos que los de hoy. La revista cuyo nombre no recuerdo casi se compraba en la clandestinidad, en apartados privados de tiendas especializadas.
Vayamos al tema de la ninfomanía de Gina.
Les contaré los detalles del experimento con mi reciente amiga especial, para intentar ayudarla.
Accedí a ayudarla siempre que me hiciese caso en todas mis sugerencias. Accedió.
En primer lugar le hice un montón de preguntas relativas a su infancia, adolescencia, sobre su inicio sexual. En fin todas aquellas preguntas que un psicoanalista debe de preguntar para encontrar respuestas.
Le pregunté sobre sus sensaciones y deseos previos a conocer a alguien, sobre sus fantasías, sueños, ensoñaciones y deseos más ocultos.
Indagué sobre todas sus experiencias pasadas, hicimos una lista, valoramos las situaciones de sexo, quien, donde, cuantos orgasmos, prácticas más habituales, todo tipo de detalles que me pudieran facilitar una visión conjunta de su problema.
Eso sí, mientras realizábamos la teoría, follábamos todas las noches dos o tres veces. Pues aquellas encuestas me ponían cardiaco.
Luego vino la fase práctica del experimento para ayudarla, que me pondría mucho más como verán.
En la fase práctica, la más difícil, y en base a una excepcional idea que le facilité, tuvo que anunciarse como promotora de un estudio estadístico de hábitos sexuales que requería de la participación de hombres mayores de edad de todas las edades que aceptaran tener sexo con una mujer, con espectador de excepción, un psicoterapeuta sexual. Obviamente yo.
Hubo de todo en aquellas sesiones, quizá casi trescientos hombres se la follarían, o más bien ella, se los folló a ellos, y yo mirando, anotando sin poder hablar, para no desconcentrarlos.
Muchos de ellos aunque aceptaron inicialmente, al verse en situación no conseguían una erección, seguro que cohibidos al estar yo presente. Enseguida resolvimos el problema al sugerirle a Gina que les dijese que cerrasen los ojos e incluso en ocasiones vendárselos con un pañuelo de seda, algo también muy sensual. Mi silencio, cierta distancia y algo de luz tenue, también ayudaban.
Eran hombres de todas las edades, jóvenes, maduros, de todas las razas, muchos afroamericanos pero también hispanos, varios mexicanos e incluso algunos de ascendencia italiana o irlandesa. Ya saben que en Nueva York hay una enorme variedad internacional de personas.
Hombres principalmente desde los 30 a los 60, para evitar demasiado jóvenes y demasiado mayores. Algunos se corrían muy pronto y repetían, otros aguantaban lo suyo. Los buenos en algo, mucho aguante, buenas pollas, mucha leche, pollas muy largas o muy gordas, pasaban a una segunda ronda, la fiesta final de cada sesión.
Fue un experimento científico muy importante, al querer ayudar a Gina para intentar ayudarla, pero también para mi formación futura y mi especialidad durante años, pero ante todo fue muy morboso, un experimento que era una auténtica tortura para mí mientras duraba, mi polla chorreaba permanentemente viendo las escenas de sexo a menos de medio metro.
Hacíamos sesiones semanales todos los viernes por la tarde-noche con una media aproximada de unos veinticinco o treinta hombres que atendíamos cada media hora desde las cuatro de la tarde en adelante. Al llegar medianoche y previo un refrigerio necesario, todos los mejores hombres del día y junto a los sobrantes si los había habido, generalmente unos diez o doce, los organizaba para una Gang Band en el salón de mi apartamento, donde el objeto de culto central era Gina.
El encargado de reposición de condones, obviamente este relator. Hube de acostumbrarme incluso a poner condones a toda prisa para no romper ritmos. Cientos y cientos de condones.
Cuando finalizaba la sesión. Realmente estaba hipercachondo de haber visto tantas escenas de buen y maravilloso sexo durante horas sin poderme hacer ni siquiera una paja.
Entresemana follábamos nosotros e iba intentando corregirle actitudes mentales para sus relaciones sexuales futuras. Se fue acostumbrando a mis excelentes comidas de coño que la hacían correrse cada vez con más intensidad, comidas de coño que hasta entonces casi siempre había rechazado.
Pero como les digo, amables lectores, al terminar la sesión del viernes, deseaba comerle el coño, hacerle todo tipo de sexo, follarla en suma con frenesí, con locura, porque estaba absolutamente súper excitado y cachondo hasta más no poder.
El experimento duro prácticamente cinco meses.
Ella nunca decía que no, y menos a mí. Sabía que yo habría de follarla casi enloquecido al final de cada sesión de prácticas y hasta altas horas de la madrugada. Su mirada la delataba. Se reía al mirarme de vez en cuando mientras realizábamos el experimento.
Había computado aproximadamente medio centenar de orgasmos de media, en cada sesión sexual. Iba echando números para lo del reto.
Gina era incansable, su coño jamás se resentía, sin irritaciones, sin molestias, era perfecto, podía follar durante horas como podía comprobar en directo en primera fila, durante todos los viernes.
Se acuerdan del record sexual que les comenté al principio de este relato en Polonia, pues Gina podría haber quedado finalista en un torneo similar de haberse celebrado entonces.
Al principio fue reacia al experimento, por las normas que le imponía, pero poco a poco fue comprendiendo que la ayudaba mucho. También utilizaba al principio algo de hipnosis relajante para evitar que se pusiese nerviosa, luego ya no fue haciendo falta.
Gina era una máquina, entre mis polvos entre semana y fin de semana, las reuniones swinger de los sábados que iniciamos poco después de conocernos, y el experimento se corría casi doscientas veces a la semana y follaba con una media de 35 o 40 personas diferentes cada semana.
Solo repetía conmigo, con los candidatos buenos en la sesión final del viernes y con los hombres de las parejas amigas liberales. Estaba en proceso de curación. Fue costándole al principio repetir, pero lo fue consiguiendo poco a poco.
Su coño estaba siempre dispuesto. Además con un número asombroso de consoladores de todos los tamaños. Incluso tenía una sex machine para cuando se cansaban sus manos o las mías.
Mientras duró el experimento en ocasiones muy puntuales tuvo que ayudarse de ellos, esos amantes inmóviles, de todo tipo de tamaño, color y textura, ya que a veces se ponía histéricamente cachonda y necesitaba tener el coño lleno con algo. Siempre había sido una mujer muy vaginal.
La sex machine funcionaba a pleno rendimiento esos días de histeria vaginal.
¿Conocen las sex machines eléctricas?
Gina ha tenido varias, aquella primera, que tuvo que reparar en alguna ocasión por exceso de trabajo, llamando a un electricista que también se follaba, fue sustituida tiempo después por una moderna sex machine, con mando a distancia que nunca abandona cuando viaja y que ha renovado ya en varias ocasiones.
En casa siempre tengo una dispuesta para ella, y para alguna salvaje más. Ya les contaré sobre alguna otra de mis salvajes amigas de España, y como resolví cientos de problemas conyugales y decenas de problemas de insomnio de mujeres solteras, viudas y separadas con mi sex machine.
Aunque a diferencia de aquella actriz porno que les refería al principio, que simplemente se dejaba penetrar durante apenas unos minutos, cuyo objetivo era la cantidad de hombres que la penetrarían, Gina siempre deseaba dejar extra saciados a sus hombres de cada noche, sin una gota de leche.
Gina quería calidad aunque de uno en uno y sin repetir.
Ella follaba sin cansarse durante horas, su gran problema es que jamás deseaba follar con el mismo hombre en una nueva ocasión, pues sentía rechazo insuperable hacia ellos después de follárselos, como ya les había adelantado.
El experimento le ayudó y mucho.
Eso sí, tuvo en vida dos excepciones a su regla general. ¿Adivinan?
En honor a la verdad he de decirles, que a día de hoy tiene un amante fijo en cada ciudad donde viaja. Me lo confesó hace años en uno de sus viajes a España, diciéndome, que se había “curado” gracias a mí y a Nueva York.
Hemos reído muchas veces al recordar nuestro experimento sexual en la ciudad de los rascacielos, y nos hemos vuelto a re-excitar a veces muchísimo, al rememorar aquellos tiempos, aunque también con el inicio de nuestra actividad swinger conjunta a la que nos aficionamos al mismo tiempo y que hemos practicado a lo largo de los años, con innumerables anécdotas que obviamente les contaré en otra ocasión, de allí, pero principalmente de aquí, con ella y con muchas otras mujeres liberales.
Como anticipo les diré que en Nueva York frecuentamos un grupo de amigos, con los que nos reuníamos todos los sábados, como ya les dije, una treintena aproximada de parejas liberales del denominado allí “lifestyle” mundo liberal con clase, que a la postre se integrarían mayoritariamente como asiduos clientes en uno de los clubs swinguers más famoso de Queens, Calígula, localizado en el barrio Astoria, en la parte noroeste del condado de Queens, que como saben es uno de los cinco grandes condados de la ciudad de Nueva York, junto a Manhattan, Brooklyn, Staten Island y el Bronx.
Pero, vayamos a las conclusiones del experimento…
Teníamos que despedirnos, yo tenía que volver a España y ella tenía que quedarse a terminar su interesante trabajo becado en Nueva York durante algunos meses más, pasado un tiempo volveríamos a vernos en España.
Las conclusiones fruto del experimento, fueron entre otras…, que cambiase su actitud sexual con sus amantes, qué intentase poco a poco a “obligarse” a follar con ellos más de una vez, que antes de follárselos los analizase como personas para compartir sexo agradable, no como objetos a follar y tirar, que buscase otros atractivos en ellos, saber cocinar, saber conversar, expertos viajeros y cicerones, que dilatase el sexo con cenas previas, que incluyese sensualidad y morbo, como lencería, que dedicase tiempo a la preparación, velas, música, incienso…, entre otros consejos, siempre a fin de evitar esa compulsión sexual inicial y la frustración final insuperable al término de cada sesión de sexo.
El experimento fue un éxito, empezó allí su curación, aunque fue lenta. Ya no era una ninfómana con problemas emocionales, era una ninfómana que disfrutaba del sexo en cantidad y en calidad.
Para despedirnos de aquella estancia semestral en Nueva York, que a ambos se nos hizo cortísima, acordamos hacer realidad nuestro reto.
¿Lo recuerdan?
No me he olvidado de que tenía que contarles los detalles de nuestra sesión sexual especial.
Un reto difícil de olvidar.
No era dilucidar quien tendría más orgasmos, o tener los mismos orgasmos, eso es imposible. Ella siempre ganaría en eso. El reto como recordaran era si Gina tenia orgasmos finitos o infinitos.
Así se pactó y así se realizó.
Quedamos en pasar un fin de semana “interminable”, comida y bebida dispuesta, con música relajante y sensual. Velas aseguradas. Comodidad absoluta en el dormitorio. E imprescindible, un ábaco para contabilizar, con un papel y bolígrafo al lado para computar decenas, pues como suponíamos el ábaco se quedaría corto.
Obviamente un buen surtido de aceites esenciales para los masajes, especialmente el tántrico, barras de incienso y una decena de juguetes eróticos que iban a resultar imprescindibles pues mi polla no duraría eternamente.
El único requisito era no utilizar su sex machine.
Mi polla duró mucho, se agacho múltiples veces y volvió a levantarse otras tantas menos una, la última. ´Llegue a tener computados 682 orgasmos de la increíble Gina en aquel memorable fin de semana en qué dormimos muy poco desde el viernes por la tarde hasta el lunes por la mañana. Ambos habíamos pedido licencia laboral para ausentarnos ese día, pensando en las repercusiones.
La gran mayoría de orgasmos tuvieron que ser sacarlos por los juguetes obviamente, pero éste que les relata estuvo al pie del cañón hasta que caímos rendidos al mismo tiempo pactando unas tablas.
He de confesar que mi boca y mi lengua se resintieron durante días, mi polla también, al igual que mis manos, brazos, antebrazos, codos, rodillas, piernas, muslos e incluso cuello. Tendré que relatarles las infinitas maneras de hacerle pajas con diferentes partes del cuerpo de un hombre a una mujer.
Tuve agujetas durante días.
El coño de Gina no se resintió. Solo su cuerpo y su mente necesitaban descanso, su coño jamás lo necesitaría. En el fondo empatamos en el reto aunque en mi interior ella obviamente había ganado.
Desde entonces fuimos amigos, amantes, novios, y pareja sexual de intercambio hasta la actualidad.
Hoy viaja constantemente entre Buenos Aires, Londres, Nueva York y Madrid y es CEO de su propia empresa.
Cuando viene a España siempre pasa a saludarme y pasar una o dos noches follando conmigo, sola o con alguna de sus nuevas amigas. Gina ha descubierto por fin también la bisexualidad, gracias a mí.
Su problema no está del todo resuelto, pero ya no sufre frustración ni inseguridad alguna. Es feliz a su manera, follando hombres repetidamente por doquier, también de vez en cuando a alguna mujer, saboreando el sexo sin prisa, todo lo contrario que cuando la conocí.
Seguro que en este momento está follándose a alguien y sacándole toda la leche acumulada a su amante de turno.
¡Disfrútalo Gina!
Este relato quiero dedicárselo a una nueva y adorable nueva amiga, de bello y sensual nombre, Azucena, seguro que con un entrañable aroma además a playa canaria.
Hasta el próximo relato, que ya les anticipo que será sobre una práctica interesante, el trio sexual, aunque no el que todos piensan…