Historia de un relato en busca de editor

Para que no se sientan engañados, se advierte de antemano que se trata de un relato promocional. El escrito referido se llama La mano delatora.

HISTORIA DE UN RELATO EN BUSCA DE EDITOR

En un portal de cuentos eróticos, de cuyo nombre no quiero acordarme, envié un relato que trataba el tema de la autosatisfacción y el mismo fue devuelto sin ninguna explicación, cosa que me dejó muy confuso, pues el escrito, para mí, respetaba las reglas de esa Web.

Envié un mensaje tratando de establecer contacto con el Webmaster, solicitándole cuando menos cinco mil ochocientos treinta y seis razones por las cuales mi excelso relato no era publicado, pero no obtuve ninguna respuesta, así que este prodigio literario sigue sin ver la luz, yo sin conocer la causa de este desaguisado y el misterio aún irresoluto.

No es justo que, después de haber invertido mi valioso tiempo en agotadoras jornadas, leyendo todo lo escrito sobre el tema y ocupado varios años en extenuantes prácticas onánicas, empapándome en el asunto para poder ofrecer un relato que fuera digno de ser leído en esa página, de haber condenado al exterminio a millones de neuronas de mi agotado cerebro, con un simple teclazo hayan enviado al panteón del olvido, un relato que era esperado con ansias por mis más fieles dos o tres lectores, los cuales merecen mi respeto y mi agradecimiento por ocuparse en devorar lo que escribo.

Es por eso, que me he decidido a emular al Ingenioso Hidalgo, lanzándome a desfacer entuertos y derribar molinos de viento, hasta lograr que esta injusticia sea subsanada y se enarbole en lo más alto del castillo de la sabiduría el pendón de la razón. Y tengo que hacerlo, porque si no, luego viene la incomodidad de los traumas que lo persiguen a uno durante el resto de su vida, y provocan que, aún adultos, nos hagamos pipí en la cama.

¿Será que este escrito era demasiado inocente y no reunía la suficiente cachondez para ser publicado? ¿O que esa Web haya ascendido en la élite del ciberespacio, lo que hace indigno a mi relato de publicarse en él? ¿Habrá sido por fallas técnicas? ¿O por virus? ¡Eso! ¡Por virus! Un virus pudo producirle resfriado a la persona encargada de catalogar los escritos y al estornudar, por accidente debe haber oprimido el fatídico botoncito de borrar y esa sea la causa. Desde luego, es una suposición, porque la verdad, ésa tenebrosa verdad, solamente es conocida por los actores de esta obra en la que se ejecuta el ejercicio del poder, del poder ejercido a través del índice inexorable, que lo mismo sirve para desaparecer escritos, que para encajarse en el trasero de quien se deje.

¡Ah, pero mi venganza será terrible!, pues cuando este menospreciado relato se haga acreedor a todos los premios que se otorgan a las creaciones literarias de alta envergadura, sean los Pulitzer y otros cuyos nombres no se estacionan en mi mente; cuando sea traducido a todos los idiomas, lenguas y dialectos, para que su alcance sea mundial, e inclusive, fuera de las fronteras terrestres y el Rey de Suecia me llame para recibir el máximo galardón que se otorga a lo más destacado en literatura, entiéndase el Premio Nobel, vendrán de rodillas a pedir mi anuencia para publicarlo y entonces, frotándome las manos cual villano de tira cómica y con expresión mefistofélica, hincharé de aire mis pulmones y les lanzaré un rotundo ¡NO!

Ahora he decidido conceder a Todorelatos el privilegio de ostentar en sus páginas este notable relato, para que todos estén pendientes de su publicación y puedan disfrutar del placer de su lectura, un goce hasta ahora tan sólo destinado al disfrute de los dioses.

Si este escrito no se publica, no podrán leerlo, lo que sería verdaderamente fatal, si sí, entonces sí.