Historia de un maricón. Capítulo 10

Eduardo y Montse

Capítulo 9º

Como dije en el capítulo anterior: a las 9:36 Eduardo entraba por la puerta de la cafetería. A pesar de que hacía años que no le veía, era el de siempre: alto, guapo y con un porte que emanaba de su "fuente natural".

-¡Vaya, vaya, vaya! Con mi amigo Jose. (Ya saben que Eduardo me llama Jose sin tilde) Pero que bien te veo. A la vez que me daba un abrazo.

-Pues para ti, no pasan los años. Le dije a la misma vez que también yo le abrazaba.

-Cuenta Edu, dime ¿Qué es lo que te trae por Barcelona?

-Vengo a una entrevista para Director Financiero en una empresa del sector farmacéutico, como bien sabrás me gradué en económicas.

-¿Para quedarte aquí?

-No, no, para la sucursal de Madrid. Pero en caso de que me admitan, seguro que cada dos por tres tendré que venir a Barcelona.

-¿Te has casado. Edu?

-¡Qué va! Al final rompimos con aquella novia que tenía. Una cosa Jose, ¿Esta noche que vas a hacer? Cómo veo que tienes una amiguita.

-No, hombre no, no es una amiga. Le conté a grandes rasgos como conocí a Mari. Eso es lo que hay nada más.

-Oye, ¿Por qué no le llamas y si tiene una amiguita salimos con ellas?

En todas las ocasiones me hubiera negado, pero el recuerdo de Mari, que no hacía ni una hora que nos habíamos despedido, me motivo el hacerlo. No sé que me había dado esa niña; sé que no era amor ni deseo sexual, pero me apetecía volver a verla.

-No creo que pueda localizarla por teléfono hasta esta noche, pero posiblemente las localicemos esta tarde en la cafería del Hotel Majestic.

-¡Joder! Qué bien, donde me hospedo. Tengo una habitación doble, con dos camas.

-Para, para el carro, y no te hagas ilusiones, que no creo que sean "titis" de follar el primer día.

-Por cierto Jose: Tú... sigues... siendo... ¡Coño! ya me entiendes...

-Te entiendo Edu, no te esfuerces. Sí, mi homosexualidad va a más; lo que pasa que este "puto país", ya sabes, ser maricón, si no es un delito es una vergüenza, y por mi estatus social no debo ni puedo ir por el mundo pregonando mi condición.

-Ten paciencia Jose, vendrán tiempos en que ser homosexual será visto como otra opción sexual más. En cuanto "la diñe" el Dictador, verás como cambian las cosas.

-Eso espero, pero me va a pillar tarde.

-Nunca es tarde Jose. Ten paciencia.

-Y tú Edu: ¿Sigues haciendo a "pelo y a pluma"?

-¡Jo, tío! ¿Te acuerdas de la mamada que me hiciste en casa hace años?

-Cómo no me voy a acordar, lo que me disgustó, es que no se repitió.

-Bueno, ya sabes que tenía novia, y además éramos muy jóvenes; pero la verdad, prefiero un buen coñito. Aunque la verdad Jose, culito como el tuyo se ven muy pocos.

-He de ir a trabajar, Edu, y tú, me figuro a la entrevista de trabajo. Quedamos a las siete de esta tarde en la cafetería del Majestic. ¿Te viene bien?

-A mí de perlas. Estoy en la habitación 207, por si has de preguntar por mí.

-De acuerdo, hasta la tarde, pues.

A las siete y unos minutos entraba en la cafetería, Eduardo estaba hablando con dos chicas, y ante mi sorpresa, una era Mari.

-Jose, ven, que te voy a presentar a dos señoritas.

-Veo que no pierdes el tiempo, Edu, seguro que tu amistad con estas damas es muy antigua, por lo menos de hace más de cinco minutos.

-Hola José Luis. Me dijo Mari a la vez que me daba un beso en la mejilla.

-¡Ah! ¿Pero os conocéis? Dijo Eduardo con cara de sorpresa.

-Mari es la señorita que esta mañana te comenté.

-¡Ah!  La de la agenda.

-Sí, y aquí precisamente se la dejó. Dije señalando el hueco que hay debajo de la barra.

-¿Y esta amiga tan guapa, Mari?

-Os presento a Montse, mi mejor amiga.

Describir a Montse anatómicamente es complicado, porque es una mujer fuera de lo común. Su metro ochenta (sin tacones) y sus medidas tan armoniosas y cadenciosas, hacen de ella una especie de sílfide a la que se contempla más bien como una obra de arte que como a un objeto del deseo. ¡Bueno! Desde mis parámetros, ya que la miro de mujer a mujer.

Sin duda Montse reencarna en mi conciencia la hembra que a mí me hubiera gustado ser, y que daría mi vida de "asqueroso" macho, por nacer como ella.        Imagino a Montse follando con un tío guapo, y me "escurro" como una colegiala ante su primer pensamiento sicalíptico.

Entro en trance; me imagino que soy Montse, y Eduardo me seduce. Me dejo seducir, ya que como saben Edu me gusta; ya tuvimos de púberes un encuentro sexual        que nos dejó a ambos al borde de la Gloria.

Me entrego, pues la Montse que vive en mi mente es ardiente como las arenas del desierto; y sueño... sueño despierta...

-Montse. Me dice Eduardo posando suavemente su mano derecha en mi rodilla izquierda. Acabo de llegar, y al verte dudo si estoy en Barcelona o en el cielo. Porque... ¿Tú no eres una mujer, eres un ángel verdad?

-Soy una mujer, muy mujer Eduardo. Los ángeles no tienen sexo, y yo te prometo que sí tengo genitales de mujer. Y a continuación sentada como estaba en el taburete, me abro de piernas lo suficiente para que me viera las braguitas rojas que llevaba esta tarde, ya que estaba enfrente de mí, a escaso medio metro.

Eduardo bajo su mirada hacia "mi paraíso terrenal" y por la expresión de su rostro, vi que quedó allí encantado.

Esa braguita encarnada

que en sus muslos reposa,

mi instinto cual enramada,

con pasión mortal acibara.

De su balcón yo descolgara.

-¿Qué piensas, Eduardo?

No pienso, desvarío, alucino,

tus ojos encienden mis ojos

como dos resplandores divinos.

Te pido rezando y de hinojos,

que alumbres  mi destino.

Vamos al cielo, Eduardo,

llenemos de rosas el camino,

para que tu hermoso "nardo"

sofoque mis ardores matutinos

"clavando en mi alma ese dardo".

La voz de Eduardo me sacó de mi ensimismamiento.

-Jose ¿Qué te pasa tío? Te has quedado como alobado.

-Disculpad mi despiste, pero a veces no sé los motivos, me privo.

Montse, a la que todavía no me había presentado Mari, me miraba como diciendo:

-¿Y a éste que le pasa?

-Disculpad chicos. Dijo Mari, os presento a mi amiga Montse:  Miss Barcelona del año pasado.

-Lo que me extraña, es que no sea Miss Mundo, dijo Eduardo con un tono tan halagador que preconizaba una "tirada de tejos" inminente.

Nos sentamos en una mesa los cuatro y cada uno empezaba a "tejer los hilos" para en futuro próximo.

Yo, personalmente pensaba en Mari como una solución para estabilizar el mío, que intuía sería mi soporte para desarrollar mi labor profesional sin dar lugar a falsas interpretaciones sobre mi identida sexual.