Historia de un Error (3)

Ahora Mónica es la que nos continua relatando lo que sucedió.

Eran las doce de la mañana, y estaba sola en la cocina tomándome un café. David se había marchado. Tenía un partido de fútbol con unos amigos que le había presentado hacía unos meses. Y Ricardo seguía durmiendo, o mejor dicho roncando, en la habitación de invitados.

No se porque, pero en ese momento decidí coger el porro, y lo encendí

Al principio tosí un poquito, pero pronto le cogí el tranquillo. La verdad es que tras pegarle un par de caladas ya me gustaba el sabor, y cuando me lo terminé me sentía mucho mejor, muy relajada

¡Vaya Mónica! – Dijo en voz alta Ricardo, sacándome de mi ensimismamiento – Para ser tu primera vez, lo has hecho como toda una profesional

Enrojecí de vergüenza. No solo por el comentario claramente sexual, sino porque Ricardo solo llevaba puestos unos boxers, que a demás dejaban entrever que estaba muy bien dotado.

Bueno, si, quizás… - Balbuceé mientras apartaba de su paquete mi mirada - ¿No crees que deberías ponerte algo más de ropa?

No, la verdad es que hace mucho calor y no pensaba salir de casa – Respondió tranquilamente Ricardo, como si fuera lo más normal del mundo pasearse en calzoncillos delante de una chica - ¿No hay problema, verdad?

No, no… - Respondí, mientras sin querer volví a fijarme en su paquete - ¿Te importaría liarme un porro?

¡Dios! ¿Como era posible que yo hubiese pronunciado esas palabras? Ahora lo se, se lo que en realidad quería decirle, pero justo antes de que salieran esas palabras de mi boca, había conseguido atenuarlas… aunque no del todo

¡Vaya Mónica! – Rió Ricardo – Al final van a gustarte y todo. Je, je, je. ¿No será una trampa, verdad?

¿Una trampa? – Pregunté yo, que seguía un poco aturdida por haberle pedido que se liara un porro - ¿Por qué dices eso?

Bueno… - Respondió Ricardo, mientras se ajustaba sensualmente los boxers – Creo recordar que si volvía a encender otro porro en tu casa me echarías de ella… ¿No era así?

Me miró con los mismos ojos hipnóticos con los que me había mirado la tarde anterior, y yo tan solo pude asentir tímidamente con la cabeza, mientras le decía que podría liarse los porros que quisiera mientras no estuviese mi novio delante, para evitar que David cayera en la tentación.

De acuerdo – Dijo finalmente Ricardo, mientras iba a la habitación de invitados en busca del material para liar un nuevo porro, dándome una buena vista de su hermoso culo – Lo haremos como tú has dicho, lo único es que quiero poner una condición

¿Qué condición? – Pregunté en tono neutro, como si estuviese de verdad hipnotizada.

Quiero quedarme en esta casa algunos días más – Respondió Ricardo, mientras ya volvía a la cocina – Tres van a ser un tiempo insuficiente

Puedes quedarte todo el tiempo que quieras – Dije sin pensar, casi por instinto, y añadí con un tono ligeramente más bajo – No hay ninguna prisa

¿Cómo había podido decir yo esas palabras? Quería que se fuera cuanto antes y retomar mi vida normal, y sin embargo le acababa de invitar a quedarse todo el tiempo que quisiera, y a demás a tomarse una confianzas, que no tardaría en tomarse

Nos sentamos en el sofá grande y nos fuimos pasando el porro. Casi como un juego nos comenzamos a hacer cosquillas, mientras los efectos del porro nos hacían reír de forma ligeramente escandalosa. De repente, me dí cuenta que Ricardo estaba encima de mí, y ya no se reía. Acercó sus labios a los míos, y yo como un acto reflejo respondí… cuando quise darme cuenta de lo que estaba haciendo, llevábamos un buen rato comiéndonos la boca de forma salvaje.

Las manos de Ricardo eran fuertes y hábiles, y me desnudaron en cuestión de segundos. Después sus dedos empezaron a profanar mi vagina, mientras su boca buscaba la turgencia de mis pechos

Mis pensamientos se volvieron por un segundo hacía David, pero siendo sincera más preocupada en poder ser pillada en plena faena, que realmente preocupada porque lo que estaba haciendo estuviera mal.

Ricardo se quitó finalmente los boxers, descubriendo un miembro erecto de grandes dimensiones coronado por un piercing… era la poya más grande y bonita que había visto en toda mi vida

Nos colocamos en posición de 69, y no solo descubrí lo rica que sabía su enorme poya, sino que Ricardo también era un experto en el manejo de la lengua. En apenas tres o cuatro movimientos de su lengua había conseguido que me empezara a correr...

Continuamos así por un buen rato, ya que yo me había empeñado en que iba a conseguir que se corriera, ya que de alguna manera me sentía en deuda por la deliciosa comida de coño que me estaba dando

Finalmente se corrió. Y sin llegar a ser algo espectacular, la verdad es que era mucho más de lo que se había conseguido correr David en su vida. Nunca había probado el semen porque me daba un poco de asco, pero en esa ocasión me pareció que comérmelo todo era el justo premio que merecía Ricardo.

Descansamos durante unos minutos, aunque el amigo de mi novio no los desaprovecho, ya que comenzó a acariciar delicadamente mi clítoris

Y ahora ha llegado la hora de follar, como nunca has follado… - Dijo Ricardo en tono duro, y yo sabía a ciencia cierta que sus palabras eran ciertas.

Me levantó las piernas y las puso sobre sus hombros, y me introdujo su enorme miembro de golpe. Me dolió un poco al principio, pero la enorme fuerza y velocidad de su poya en el incesante mete-saca pronto hicieron que me olvidara del dolor, y me abandonase entera al placer que me estaba dando.

No se a ciencia cierta cuanto tiempo estuvimos así, ya que perdí la noción del tiempo, pero Ricardo no parecía cansarse, al contrario pareciese que cada vez me envestía con más fuerza.

Yo ya había contado al menos media docena de orgasmos, y el tío parecía que no tuviese mucha prisa en eyacular… De repente se abrió la puerta y escuché la voz de David, parecía enfadado, pero la verdad es que no entendí ninguna de las palabras que pronunció, ya que en ese momento un torrente de semen caliente comenzaba a inundar mi interior, llevándome a las más altas cimas del placer