Historia de un Error (2)

Sigue la historia de Mónica, David y Ricardo.

Ricardo llegó a la mañana siguiente que era sábado. Había pasado la noche en una pensión de mala muerte, y eso se notaba. Sucio, con ojeras, despeinado, sin afeitar, y con la ropa totalmente arrugada… la cara de Mónica al verle entrar por la puerta fue de profundo desagrado, y no disimuló cierta aprensión cuando le tuvo que dar dos besos.

Bueno, yo ya me voy – Dijo poco después mi novia – Que he quedado con Laura para ver una exposición en el Reina Sofía, y luego comeremos por ahí.

Un placer Mónica – Dijo Ricardo – Gracias otra vez por permitirme quedarme unos días aquí.

Adiós Cariño – Dije yo, mientras le daba un beso tierno en la boca - Pásatelo muy bien.

Ricardo dejó sus cosas en la habitación de invitados, y después se metió en el baño para darse una ducha y afeitarse. Y mientras mi amigo se aseaba, yo pasé a la cocina y empecé a preparar unos macarrones con carne picada, uno de los platos que siempre me han salido mejor.

La verdad es que Ricardo afeitado y tras una ducha ganaba mucho, y de hecho, en los tiempos en los que salíamos de marcha era él quien se ligaba siempre a las chicas más guapas. A demás se notaba que seguía yendo al gimnasio pues tenía los músculos muy bien definidos, y no como me pasaba a mí, que hacía mucho que había perdido la famosa tableta de chocolate.

Comimos tranquilamente, y luego por la tarde, mientras nos tumbábamos cada uno en un sofá, Ricardo me puso al día de todos los cotilleos de mi vieja pandilla. La verdad es que eran cosas triviales, pero de alguna manera me hacían sentir que recuperaba el tiempo perdido.

Bueno, estaba siendo una tarde perfecta hasta que Ricardo sacó una bolsita y comenzó a liarse un peta

Yo protesté, pero mi amigo me terminó convenciendo de que solo sería uno, y que antes de que llegase Mónica habríamos ventilado el salón.

Como hacía mucho que no me fumaba un porro me achispé enseguida, y comencé a reírme de un chiste sin mucha gracia que acababa de contarme Ricardo. Y fue en ese momento cuando se abrió la puerta, y apareció Mónica.

¡Holaaa! – Dijo risueña mi novia mientras entraba por la puerta - ¿De que os reís tanto?

Y entonces su rostro se puso pálido al respirar el ambiente del salón, y al ver el porro que sujetaba sugerentemente Ricardo entre sus dedos

¿Te apetece una calada Mónica? – Preguntó Ricardo clavando su mirada en los ojos de mi novia, casi como si intentase hipnotizarla.

Mónica desvió la mirada de Ricardo, y me miró muy enfadada.

¡Ves! – Dijo levantando la voz – A esto me refería… No hace ni cinco horas que está aquí, y ya estás recuperando viejos vicios

Yo me quedé paralizado. Mónica tenía razón en todo. Estaba a punto de disculparme, cuando la voz de Ricardo me dejó sin palabras.

¡Perdóname Mónica! – Exclamó en tono calmado, clavando de nuevo su mirada en sus ojos – Es todo culpa mía. David me dijo que no quería, y yo le tuve que dar la lata un buen rato para convencerle para fumarnos un porrito a medias

¡Vale! – Le interrumpió seriamente mi novia, pero sin dejar de mirarle – Pero que sea el último porro que se enciende en esta casa… o si no tendrás que marcharte inmediatamente, y David dormirá una semana en el sofá

De acuerdo – Sonrió Ricardo – No encenderemos ninguno más, tienes mi palabra, pero lo que queda de este… te lo tienes que fumar tú

En ese momento me imaginé a mi novia cruzándole la cara de un bofetón a mi amigo, pero sorprendentemente lo que hizo fue apagarlo, y guardárselo en un bolsillo.

¡Acepto! – Dijo Mónica guiñando un ojo picadamente – Este me lo terminaré de fumar yo, pero puede ser mañana, dentro de un mes… o cuando tenga sesenta años ¿No?

Ricardo y yo nos reímos al mismo tiempo por la ocurrencia de mi novia, pero si en lugar de reírme hubiese prestado atención a mi amigo, hubiese visto como desnudaba y se comía a Mónica con la mirada.

La cosa se calmó, y mi novia nos comentó cosas de la exposición que había visto con su amiga. Después hicimos unos sándwiches, vimos una peli que echaban en la tele y nos fuimos a la cama.

Yo me había resignado a que durante los días que estuviese mi amigo en casa no iba a haber nada de sexo, pero al parecer Mónica tenía otros planes

Me tiró sobre la cama y se puso encima de mí. Me empezó a comer la boca mientras me desabotonaba con violencia la camisa. Después me mordisqueo los pezones, mientras sus manos me desabrochaban los pantalones… y después me dio la mejor mamada de toda mi vida. Nunca había querido que me corriese en su boca, pero esa noche no solo me dejo hacerlo, sino que incluso parecía que quería vaciarme hasta la última gota de semen.

Ummm – Jadee – Creo que esta noche eres tú quien es una niña mala

Mónica sonrió pícaramente, se levantó de la cama y me empezó a realizar un sensual strip-tease que hizo que mi miembro recuperase en un minuto todo su esplendor, y luego se puso encima de mí, y comenzó a cabalgarme.

Esta noche, cariño, quiero ser yo quien tenga el control – Me susurró calidamente en la oreja, mientras no cejaba en el mete-saca – Quiero follarte, amarte y comerte como si fuera la última vez

Como si fuese la última vez… como si fuese la última vez… ahora esas palabras resuenan con fuerza en mi cabeza, pero en aquel momento no les dí ninguna importancia

Pero en ese momento tan solo quería que me follase, que me amase, que me comiese entero… y a fe que lo hizo. Esas dos horas han quedado grabadas a fuego y sudor en mis recuerdos por siempre.