HISTORIA DE UN AMOR.- Capítulo 3º

Y, colorín, colorado, estaa historia haterminado

*HISTORIA DE UN AMOR*

CAPÍTULO 3º

Dani, entonces, abrió esa mano izquierda que mantenía cerrada y aparecieron dos trozos de tubo de plástico, de ese verde, estriado, que suele usarse para adaptar un atomizador a los grifos de los fregaderos, como de medio centímetro de ancho; tomó uno con su mano derecha en tanto con la izquierda tomaba la derecha de Ester. Y, todo ceremonioso, puso el tal aro de plástico en el dedo anular de la mujer, mientras decía

  • Con este anillo, yo, Daniel, te tomo a ti, Ester, por mi esposa y mujer y me otorgo, me entrego, a ti, por tu esposo y marido… Para amarte, ( un suave besito en los labios de ella ) honrarte ( nuevo y dulce besito ) y respetarte, ( tercer besito en los labios de Ester ) en lo bueno y en lo malo; en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza. Y juro serte fiel, hasta el último día de mi vida…

Dani llevó el “anillo” hasta arriba del todo el final del dedo de Ester, besándola seguidamente con toda unción, con casi religioso fervor… Y Ester se sintió embargada, casi ahogada por la emoción; en su garganta se formó un ñudo que no sólo le hubiera impedido cualquier palabra, sino que casi no permitía el paso del aire a sus pulmones, mientras los ojos se le arrasaban en lágrimas… Lágrimas de dicha, de felicidad inmensa…

¡Qué bonito había sido!... ¡Cuánto amor, cuánto sentimiento, en la acción de su Dani!... ¡Sí; se acababan de casar…de unirse en matrimonio!... Lo sintió así, porque él, más que formalmente, la tomaba por su esposa y mujer otorgándose a ella por su esposo y marido… Se casaba con ella de verdad; de una vez por todas y, lo sabía; sí, lo sabía, no le cabía duda, de que eso ya nunca tendría vuelta de hoja… Que desde entonces eran, de verdad de la buena, marido y mujer

No tenían, ni tendrían nunca, documento o papel timbrado y firmado que lo atestiguara, ni en el Registro Civil ni en archivo eclesiástico alguno, pero qué más daba… Papeles, papeles, papeles, al fin y al cabo…  ¡Qué importaba nada de eso, si ellos, libremente, por su propia voluntad, por el amor que se tenían…amor de hombre y mujer…amor conyugal, así lo habían querido y decidido!

Cuando pudo recuperar la facultad de hablar; cuando se repuso un tanto del “impase” que la emoción del momento le produjo, cogió a su vez ese segundo “anillo” y, tomando la mano diestra de Dani, se lo ciñó en el dedo anular de tal mano; no pasó de la segunda falange del dedo, pues él los tenía más gruesos que ella, pero allí estaba…

  • Yo, Ester, te tomo y recibo a ti, Daniel, por mi esposo y marido y me doy, me otorgo, a ti por tu esposa y mujer. Para amarte, honrarte y respetarte hasta el fin de mi vida, jurándote fidelidad mientras viva. En lo bueno y en lo malo; en la salud y la enfermedad; en la riqueza y en la pobreza… Y en señal de imperecedera unión, te ciño este anillo…

Se besaron en los labios, unieron sus lenguas acariciadoras, con mucho…muchísimo amor y cariño, pero también ahítos de ardorosa pasión. Luego dijo ella

  • Cariño mío; consumemos estas promesas que nos hemos hecho; porque nos hemos  casado; casado de verdad, luego lo que debemos hacer ahora es consumar nuestra unión… Lo de antes ya no cuenta, porque entonces no nos habíamos hecho los votos que acabamos de hacernos… Venga amor; prepárate… Y prepárame a mí para recibirte…
  • ¿Estás segura, Ester, de que quieres recibirme así?… “Por “detrás”…
  • Claro que estoy segura, vida mía… Más segura que nunca… Mi amor, acabamos de casarnos… Esta será, en verdad, nuestra primera vez como marido y mujer… Como cónyuges… Nuestra… ( iba a decir “Nuestra Noche de Bodas”, pero entonces se dio cuenta que el sol entraba ya, pleno, por la ventana, ya que eran las siete de la mañana más que pasadas, luego rectificó, diciendo ) Bueno; nuestro Día de Bodas… Tradicionalmente, en esta ocasión, la novia, la mujer, ofrendaba su doncellez al novio ya marido… Y yo, mi amor, quiero hacer eso mismo en este día, en esta nuestra, verdadera, “Primera Vez”… Darte, ofrendarte la única virginidad que me queda… Anda, cariño mío; no seas tonto… Tan remilgado… Procede, bien mío, procede…

Y Dani, solícito con su mejercita, procedió… Le condicionó el orificio trasero, embadurnándolo bien en mantequilla, grasa pura de leche de vaca, plena de vitaminas, para así mismo ahormárselo, haciendo que los esfínteres cedieran algo, lo que se pudo, con los dedos; primero uno, el, central y más largo, el corazón, para luego unir a éste el índice, revolviendo bien dentro del conducto, y ahondando en él cuanto los dedos daban de sí

Ester pegó un respingo, sobre todo cuando le entró el segundo, mordiéndose a modo los labios para no gemir de dolor… Y, cuando lo creyó oportuno, diciéndole a su madre

  • ¿Estás lista, mi amor?
  • Sí, cielo mío… Sí cariño mío… Venga, mi bien… Sin miedo… Contundente; de una vez, si es posible… Será mejor que la entres cuanto más rápido, mejor…

Y Dani fue contundente, dentro de lo que cabe, claro, pues precisó de, al menos, dos, tres enviones. Ester quiso no gritar de dolor al sentirse taladrada por tan delicado sitio, pero no ser; le dolió cosa mala la penetración… Como si u hierro al rojo le cauterizara tal parte… Y Dani, al momento, se paró

  • ¿Te duele mucho, mamita mía?
  • Un poco, mi amor; un poco… Pero sigue, valiente… Sigue, mi macho… Hasta el fondo, bien mío; hasta el fondo… Hasta lo más profundo…

Y Dani siguió y siguió, aunque los gritos de olor de su amada le partieran el corazón… Por fin, llegó cuanto podía llegar; entonces, Ester le dijo

  • Espera un momento, amor mío… Un momentito sólo… Deja que me acostumbre a tenerla dentro…

Y Dani esperó algún minuto, a que su madre-esposa se adaptara al cuerpo invasor… De todas formas, desde antes, la tenía sujeta por las caderas con brazos y antebrazos, dejando libres las manos para poder usarlas, masturbando por delante, a su amada. Pero entonces, libre de esfuerzos para penetrarla, pudo emplearse más a fondo en darle el placer que condonara, aliviara, en buena medida, el dolor que Ester soportaba, Al fin ella dijo

  • Venga mi amor; sigue… Muévete cariño… Disfruta; disfruta, mi cielo, del culete de mamá… Dame; dame cariño mío; bien mío… Dame con tu “lanza”… Sin miedo… Sin reparos… Venga, cielito; venga… Dale a mamá… Disfruta de mamá, amorcito mío… Yo; yo también disfrutaré; ya lo verás… Cuando m habitúe más a esa “lanza” divina que tú tienes… Venga, mi amor; venga… Dame “caña”… Dale “caña” a mamá, hasta que aúlle de placer…

Y Dani le dio “caña” y más, ya más, “caña”, disfrutando como un enano… Como un tonto con un lapicero… Y Ester empezó a sentir una sensación muy rara; una cosa que, al propio tiempo, le dolía, pero le gustaba… Le daba un cierto placer, entre el “trabajito” que los dedos de su nene desarrollaban en su entrada de delante y lo que el roce de la “lanza” del “infante” le hacía en salva sea parte… Una sensación de placer que se fue incrementando, poco a poco, hasta dominar enteramente sobre la sensación de dolor, no sólo amortiguándole éste, sino anularlo por completo, con lo que la mujer empezó a  gemir, a jadear de pura dicha

  • ¡Ay, cariñito…aayy!... Me gusta…me gusta, cielo mío… ¡Aayy…aayy…aayy!... ¡Sí; sí…me gusta, cariño; me guustaa!... ¡Me guustaa muuchooo!... ¡Aaayyy…aaayyy…aaayyy!... ¡Síí…síí…siigueee…siiigueee…sigue dándome, cielo mío…sigue dándome!... ¡Más, más!... ¡Más duro; más fuerte, amorcito mío!... ¡Así; así!… ¡Qué bien; qué bien, querido mío; qué bien que me lo haces, mi amor, mi vida, mi cielo!... ¡Aaayyy…aaayyy…aaayyyy!
  • ¡Sí, mamita; sí!… ¡Toma, toma, toma!... ¡Toma y toma, “lanza y más “lanza” de tu nene…de tu hijito!...
  • Sí, nenito mío… Dale a mamá… Así cariño; así… Qué bien, nenito, hijito mío… Qué bien me lo haces… Me
  • Gusta, cariñito mío; me gusta… Me gusta mucho, cielito mío… Mucho… Mucho… Y a ti, ¿te gusta, bien mío?... ¿Disfrutas con el culete de mamá?
  • Dios, mamita; mamita querida… Ya lo creo… Estas muy rica, vidita mía; muy, muy rica… Y tu culito es de lo más bonito que existe… Tan apretadito como lo tienes…tan calentito… Me chifla, hacértelo por aquí, mamita, mamita mía… Mamita querida… ¡Ay!... ¡Ay!... ¡Ay!... Es… Es inenarrable el placer que me das… Por todas partes… Por aquí, por detrás; por delante… Con tu boquita de diosa… Tu boquita divina… Inenarrable, mami; inenarrable

Sí; lo dos lo disfrutaban a tope… Pero sucedió que Ester no quiso que su nenito de su alma acabara en el recto, sino que quiso la vital descarga en su tesorito de delante, en su huertecito fértil, para que, si no había hecho ya, la fecundara a más y mejor… Como le decía:

  • No quiero que desaprovechemos ni una gota de tu semilla; la quiero en mi tierra fértil, para que la fecunde si aún no lo está… Quiero ahí tu semilla; tu germen de vida… Sácamela, amor; sácamela cuando sientas que estás a punto y métemela por delante, en el chochito, cariño mío… Tenemos que llenar la barriguita hoy mismo, si es posible… Que yo creo que sí lo será, pues estoy, si no me equivoco, a punto de caramelo”

Y así lo hizo Dani cuando se sintió apunto de vaciarse; aunque tampoco hizo tanta falta que él se echara para atrás en el momento crucial, pues antes de apercibirse él mismo de tal trance, su madre lo supo, al notar cómo esa parte tan preciada de la masculina anatomía de su hijo, engordaba y engordaba, al tiempo que profundizaba más y más… Lo supo antes que él, pues no era experiencia lo que, en tales lides, a ella le faltaba, echándose para adelante al  instante; en un segundo se dio la vuelta, quedando boca arriba, con las piernas, los muslitos bien abiertos para su queridísimo hijo-marido

  • Venga cariño métemela por el coñito; no te demores ni un instante, queridito mío

Y Dani no se demoró ni un segundo… Acabaron casi al unísono; él pelín antes que ella, aguantando como un jabato hasta que su amada mamaíta alcanzó las más altas cotas de la curva del placer conyugal. Una vez más más, acabaron los dos derrumbándose sobre la cama, de nuevo él sobre ella, destrozados, desjarretados, pero ahítos de dicha; de dulce felicidad… De divino placer sexual… Cuando pudieron, cuando resollaron lo mínimo suficiente, volvieron a besarse, ansiosos él de ella, ella de él, comiéndose a besos, mordiéndose como seres hambrientos… Y es que, en verdad, así estaban, hambrientos, también, el uno del otro

Aquél día todo fue más y más de lo mismo. Sobre las once, doce de la mañana, ya no pudieron más; eran muchas, muchas horas de vigilia, de tensión nerviosa…de amor inmenso,, que rebasaba todo cuanto un organismo humano podía dar de sí… Y cedieron al cansancio…al destrozamiento, descuajeringamiento, de sus cuerpos y energías biológicas, quedándose dormidos casi al unísono, pero muy, muy juntitos, abrazaditos y casi con las boquitas unidas…

Despertaron, poco a poco, uno tras otro, hacia las cinco de la tarde

  • Hay amor; estoy desfallecida… Hambrienta…

Sí; eran muchas horas las discurridas desde que cenara…desde que cenaran… Pero resultó que Dani no sólo estaba hambriento de comida

  • Sí amor; mamita querida; esposa, mujercita adorada… También yo estoy hambriento… Pero más que nada, de ti amada mía… Te voy a comer enterita…

Y se lanzó sobre ella, que empezó a defenderse de la acometida, entre risas risueñas, alegres, joviales… Como una chiquilla…casi como una adolescente

  • Anda loco; déjame, mi amor… ¡Ja, ja, ja!... ¡Uummm!... Que, de verdad, estoy hambrienta… Y no sólo de ti, queridito mío… Palabra, cielo; palabra… Me muero de hambre… Espera un momentito, cielo mío, cariño mío… Sólo llamar a la “pizzería”… Luego, nos ocupamos de las otras “hambres”. Un “bocadillito ligero” mientras nos traen la “pizza”

Ester, finalmente, logró zafarse de su Dani y tomar el teléfono; unos minutos telefónicos y lista para el “bocadillito” de emergencia: Un “69” mucho más eficaz que metódico; lo justo para saciar, de momento, las “hambres”, con gran acabada final en las entrañas de Ester, por su empeño en tener, en ese día, precisamente, la barriguita a rebosar… Esa acabada, por más gloriosa que fuera, tuvo que ser aprisa y corriendo, pues el chico de la “pizzería”, aporreaba la puerta, a timbrazos, que era una vida suya

  • Venga cielo; dale, dale duro; acabemos, mi amor, acabemos; acabemos ya, cielo mío… Que ese bestia nos quema el timbre…

Acabaron por fin, volviendo a inundarse con el germen de vida de Dani la cuevecita de Ester; él se salió al instante y Ester saltó de la cama, se echó una bata por encima y, sin detenerse a calzarse chinelas o zapatillas, sacó su monedero del bolso y, descalza,  echó a correr hacia la puerta; cuando llegó allí, al disponerse a abrir, cayó en la cuenta de la pinta que presentaba:

La bata que la cubría hasta medio muslo, sólo cerrada por un ceñidor, en la misma tela que la prenda, dejando ver, de su pecho, más de lo que las buenas costumbres permiten; desgreñada, el cuerpo cubierto de restos de semen aliados a restos de sus propios fluidos íntimos; y un aroma a sexo, algo más que penetrante era algo así como la misma imagen de la lujuria. Le dio cosa de verse así y dudó en abrir, pero se dijo que tampoco podía esperarse más, pues los timbrazos ya casi ensordecían los oídos

Se cruzó pues más la bata y, un tanto sonrojada, abrió la puerta, dándose de cara con un  chaval que apenas alcanzaría los dieciocho-diecinueve años. El chico la miró de arriba abajo, dándose cuenta de lo que la dama estaba haciendo: Pegándose una sesión de besos y sudor de las de aquí te espero, Lucas; se sonrió  muy significativamente y, al punto y curiosamente, la inseguridad con que Ester abrió  la puerta, desapareció, creciéndose, hasta orgullosa de presentar tal facha

Tomó la pizza, la pagó y, más corriendo aún que cuando salió a abrir, regreso al dormitorio y a la cama donde Dani la esperaba. Se subió, con la pizza, y riendo alegre

  • ¡Ay cariño; y qué espectáculo que le he dado al repartidor, un jovenzuelo de dieciocho-diecinueve años!... Ja, ja, ja… Anda huele

Y le puso el cuerpo, el busto, en las narices

  • ¡Uf!... ¡Qué peste a sexo!
  • Pues nene; tú tampoco hueles mejor que yo…

Le acarició el rostro, y le besó en los labios

  • Estamos perdiditos los dos, mi amor… Nos hemos embadurnado a más y mejor de tu néctar y mis juguitos… ¡Ummm, cielo mío!... Pero ¿sabes?... Me gusta…Me gusta estar así, con lo tuyo y lo mío encima

Volvieron a besarse, a comerse a besos… Pero también a mordiscos… O, mordisquitos

  • Te quiero, mi amor; te quiero mucho… Como madre, con toda mi alma, pero como mujer, con toda mi alma…y con todo mi cuerpo, que es tuyo,  mi amor, mi vida, mi cielo… Y te deseo, mi amor… Te deseo… Con toda mi “cosita”… Furiosamente, mi amor…

Se besaron de nuevo, con todo el ardor que el deseo despertado por su mutuo amor conlleva… Se separaron sus bocas y se miraron sonrientes… Entonces ella dijo

  • ¿Comemos, mi amor?
  • Pues… ¿Sabes?... No es eso lo que ahora más me apetece…

Ester se puso, a un  tiempo, mimosa y coqueta, diciendo a su hijo, casi en un susurro, más al oído que otra cosa

  • Y qué es lo que a mi amor más le apetece ahora

Ester estaba de un seductor subido, hablándole de  la manera más sugerente… Muy, muy sensual… Y Dani, se deshacía como azucarillo en café caliente escuchándola, sintiéndola pegadita, pegadita a él… Notando el calor de aquél cuerpo desnudo que le volvía turulato… También en un susurro, como si temiera que oídos ajenos pudieran escucharle, respondió a su madre

  • Imagina lo que más deseo ahora mismo

Ester se puso aún más mimosa, lamiéndole la comisura de los labios, detrás de la oreja, para seguir bajando, dejando un rastro de saliva cuello abajo… Dejó de acariciarle con su lengua para, ágil, subirse encima de él; se abrió bien, de par en par, la entrada a su cuevecita divina y la llevó a rozarse con la virilidad de Dani, en suaves movimientos que abarcaban todo lo de su hijo. De la cabeza a la cepa, sintiendo una especie de cosquillas al rozarse con la pelambre púbica de él

  • ¿Qué será lo que mi nenito de sea?... A ver que piense…

Se alzó un pelín y, con los dedos de ambas manos, se abrió,  bien abierta, la “puerta” del Edén de Allah, que entre sus muslos palpitaba

  • ¿Será esto lo que ahora desea mi nene?

Melosa, sinuosa, insinuante, se contoneaba encima de él…

  • Esto es lo que quiere mi nene, ¿verdad, mi vida?... Que mamá te haga cariñitos con su “cosita”

Y así, bien abierta, rezumando fluidos íntimos, ansiosa de “lo” de su hijo, se restregó más y más, y más, embadurnando “lo” de Dani con su néctar de mujer. Se metió los dedos, entre su femenina intimidad y la masculinidad de Dani; la tomó con decisión, y la cabezota del placer de Dani se la metió entre sus vaginales labios, llevando su “trofeo” a traspasar, ligerísimamente, los menores, en una especie de femenina masturbación con la placentera “cabezota”

Empezó a gemir, a jadear de placer… Y Dani a casi aullar, suplicando compasión

  • ¡No puedo más, Ester!... ¡No aguanto, mi amor!… ¡No aguanto más, sin tenerte…sin estar dentro de ti! ¡Te necesito, amor…lo necesito!
  • Cariño mío; vida mía… Yo…yo también lo necesito… Yo también te deseo… Te deseo… Sí, vida mía… LO necesito “esto” ( y le acariciaba más y más el miembro, se acariciaba más y más la entrada a su femenina intimidad con la “cabezota del placer” de su Dani ) Pero, ¿sabes vida mía, amor mío?... Deseo desearte más todavía… Hasta que me vuelva loca por metérmela… Y quiero ponerte a ti, bien  mío, muy, muy “calentito”…muy, muy “burrito”… Muy, muy brutote… ¡Aayyy!... ¡Aayyy!... Estoy a punto de correrme, pero no quiero hacerlo… Todavía no… Lo estoy estrangulando; estrangulando el orgasmo… Quiero hacerlo cuando te tenga dentro
  • Pero es que ya no puedo más, amor mío… Mamita mía… Mamita querida… No puedo, no puedo… No puedo aguantarme más… Venga, mi amor; vega… Hagámoslo ya… Métetela… Clávatela, mi vida… Mamita; mamita bonita… Mamita buena… Mujercita; mujercita mía… Esposa; esposa mía…

Ester se inclinó sobre su hijo y buscó sus labios, su boca… Fue un beso de antología… Todo cariño, todo amor, todo pasión… Todo lujuria, y todo ello, válgame la redundancia, en perfecta aleación de encontrados matices

  • Cálmate, mi amor; cálmate… Aguanta, cariño mío… Hijito mío… Aguanta, queridito mío… Maridito mío… Quiero…quiero que esta vez sea inolvidable… Inolvidable para ti; inolvidable para mí… Te voy a comer, corderito mío; a devorar… Ni los huesecillos voy a dejar… Sí, mi amor, hasta tus huesos me voy a comer… Te voy a devorar, como si fuera una loba…

Y Ester se restregaba más y más, embadurnando con sus femeninos fluidos, hasta la intemerata ya, el miembro y los muslos de Dani, pues su interior era ya como una fuente… Se había vuelto a inclinar sobre él y de nuevo, ansiosa por libar el manjar de la boca masculina… Y ahora todo fue pasión; deseo carnal… Libidinosa lujuria

  • Sí; eso es; una loba, una lupa… ¡Aaayyy, min amor, y qué “lupa” ( [i] ) me siento!… Sí; una “lupa”, una zorra… Una puta… Para ti; para ti solo… Para hacerte disfrutar, mi amor… Como nunca, nunca lo serás, lo serías, con ninguna otra mujer… ¡Aaayyy!... ¡Aaaayyyy!... Que tampoco yo aguanto más… Trae, mi amor; trae tu lanza… Me la voy a meter ya

Se alzó algo más al tiempo que se echaba hacia adelante, quedándose en posición semi vertical; tomó el miembro de Dani y lo colocó casi vertical, apuntando a su grutita; se llevó la “cabezota” donde quería tenerla, traspasando sus labios vaginales, mayores y menores, y empezó a dejarse caer, empujando hacia abajo… Su “prenda dorada” empezó a llenarse, y ella lanzó un gemido cuando se comenzó a sentir abiertamente invadida; volvió a gemir, a jadear, lanzando un gritito de satisfacción, de placer cuando se sintió enteramente llena, a rebosar, con ese ariete de carne firme, dura, enhiesta

Se volvió a echar hacia adelante, hasta casi tumbarse sobre su hijo; le abrazó; se abrazó a él como naufrago a punto de ahogarse lo haría a tabla de salvación, le besó plena de pasión, de ardor, de deseo, y empezó a moverse… Adelante, atrás, a un lado, al otro, girando sobre sí misma… Se afanaba en satisfacer a su hijo-marido, con lo que se satisfacía a sí misma

Apenas habían transcurrido unos minutos desde que Ester empezara el “Baile de Venus y Eros”, la mujer se envaró, tembló todo su cuerpo, su rostro se transfiguró en un gesto de sumo placer, infinita dicha, y de su garganta salió, libre, poderoso, un incontenible alarido de gozo absoluto

  • ¡¡¡Aaagggg!!!... ¡¡¡Aaagggg!!!... ¡¡¡Aaagggg!!!... ¡¡¡Me coorrooo!!!... ¡¡¡Me coorrooo!!!... ¡¡¡Aaagggg!!!... ¡¡¡Aaagggg!!!... ¡¡¡Me estoooyyy coorriendooo!!!... ¡¡¡Aaagggg!!!... ¡¡¡Aaagggg!!!... ¡¡¡Me estoooyyy coorriendooo…yaa… yaa!!!... ¡¡¡Aayyy!!!... ¡¡¡Aayyy!!!...

Sí; habían bastado pocos, muy pocos minutos; pocos, muy pocos enviones, lo mismo de ella que de su Dani, para que Ester alcanzara, de nuevo y por vez primera en este nuevo episodio amoroso, una vez más, el Nirvana… El Edén de las huríes de Allah

Al fin, la ascendente curva del placer, en Ester empezó a descender. Ella, hasta entonces, había sido muy, pero que muy, activa en la relación; pero entonces, tras el subidón del orgasmo, quedó un tanto laxa, prácticamente tendida sobre su amado hijito, sin casi participar ya en la relación sexual… La verdad es que había quedado bastante rota tras el “Nirvana” y, simplemente, se dejaba hacer

Así que fue Dani, que en absoluto había estado, hasta entonces, ocioso, quién tomó el relevo en la acción principal; de antes ya la tenía sujeta por las nalgas, asiéndola, arrimándola todavía más a sí mismo; y así siguió, sólo que mucho más fuertemente, sólidamente,  que hasta entonces.

Se aplicó con ganas, como si en ello le fuera la vida, irguiéndose sobre sí mismo hasta quedar suspendido en el aire, firmemente asentados sus pies en la superficie de la cama, y lo mismo sus hombros, únicos puntos de apoyo que le quedaron. Y “atacó”  fieramente, frenético casi, al tiempo que, empujando el culito, las caderas, de su madre, supliendo así, con creces, la inanidad de éstas, pues las hacía “menearse” como bielas  de locomotora, en tanto su virilidad entraba y salía de la femenina intimidad materna como pistón bien engrasado en su válvula

Al poco, Ester volvió también al tajo, aunando sus movimientos de caderas a las metidas que su Dani le dedicaba, y, en un santiamén, estaba de nuevo fuera de madre, disfrutando como loca del cuerpo de su Dani querido. Volvieron a besarse con pasión más que encendida, tórrida, rebañándose, mutuamente, la boca… Ni resquicio quedó  de ellas que las lenguas no degustaran

  • Te amo, mi amor… Te amo, hijito mío… Maridito mío… Te amo, te amo, te amo… ¡Dios mío, y qué dichosa me haces!... Cuánto, cuanto placer me das, queridito mío… Eres… ¡Aayyy!... ¡Aayyy!... Eres maravilloso… Cuánto amor me das, cielo mío… Cuánto amor…

Pasaron otros cuantos minutos, no tantos, y de nuevo le sobrevino el orgasmo… ¡Y de qué manera!...Como antes, no  fue uno, sino dos tres, consecutivos, encadenados o en cascada… Como antes también, comenzó por envararse, por erguirse, poniéndose casi vertical a él, a Dani… Y aulló de placer en alaridos más que sonoros, rugiendo como leona…como tigresa en celo

Eso se repitió otras dos  veces más, hasta que Dani  ya no pudo más; ya no pudo aguantar más

  • Lo siento, amor; lo siento… Pero ya no pudo remediarlo… No puedo aguantarme más… Acabo, mi amor, acabo… Me coorrooo, amor… ¡Aayyy!... ¡Aayyy!... ¡Aaggg!... ¡Aaggg!... ¡Aaggg!...... Mee coorrooo… Mee coorrooo, amoorrr…
  • ¡Sí, cariño mío; sí m’hijito!… ¡Córrete, mi amor!… ¡En mi chochete, corazón mío!... ¡En el chochito de mamá, cielito mío! ¡Dámela toodaaa!… ¡Toodaaa tuu leecheee!… ¡Toodooo tuu seemeeen, aamooor!... ¡Hasta la última gootaaa!...
  • ¡Toomaa, mamita; toomaalaaa!... ¡Toomaalaaa toodaaa!…  ¡Toodaaa mii leechee!... ¡Toodooo mii seemeeennn!... ¡Sááácaameelaaa toodaaa…toodaaa mii leecheee…toodooo mii seemeeenn!... ¡Sííí…sácaamelaaa toodaaa…sácaameelooo toodooo!... ¡¡Aayy!!... ¡¡Aayy!!... ¡¡Aayy!!...
  • ¡¡Síí, m’hijito!!... ¡¡Te laa sacarééé toodaaa…toodiitaa; toodaaa! ¡¡Toodaaa; toodiitaa la leecheee, queridito mío!!… ¡¡Te dejaré seecoo… seequitooo, mi amor…seequiitooo, amorcito mío!!... ¡¡Aayy!!... ¡¡Aayy!!... ¡¡Aayy!!...

Las paredes, los músculos vaginales de Ester se aplicaron, se adaptaron, a la virilidad de su hijo como mano masturbadora, chupando y chupando… Succionando y succionando, sin parar, cual lo hiciera ordeñadora eléctrica… Sí; acabó por dejar seco, sequito, a su hijo-marido

Y Ester volvió a correrse… A correrse como nunca antes lo hiciera, en un orgasmo que fue el padre y la madre de todos los orgasmos… Y a qué decir de Dani… Daba y daba, incansable…insaciable del sexo de su madre-esposa… Acabó de eyacular, pero quería más… Y más, y más… No tenía bastante… Nunca, nunca, tenía bastante… Y siguió, y siguió y siguió, dando, y dando a ese ser; a esa ardiente mujer que le volvía loco…Loco perdido… Loco de remate

Por fin, todo acabó… Cayeron en la cama algo más que deshechos, algo más que descuajeringados…algo más que desjarretados… Medio se repusieron y quedaron dormidos… Profundamente dormidos… Y la pizza se fue a hacer puñetas

Se fue a hacer puñetas porque eran ya bastante más de las diez de la noche cuando Dani despertó al dulce picorcillo de la felación que a que Ester se aplicaba con inigualable maestría

  • Hola amor… ¿Te gusta cómo te despierto?
  • Me entontece… Me anonada de dicha y felicidad… ¡Qué boquita tienes, amor mío; cariño mío!… Querida mamita mía…
  • Que te quiero, amor… Que te quiero mucho, pero mucho, mucho, mi bien… Maridito… Hijito mío…nenito mío…

Y Ester volvió a besar, rendida, a su hijo y marido… Se besaron los dos, con todo cariño, todo amor… Todo ardor…todo pasión…todo deseo… Y se acariciaron… Como vulgarmente se dice, se magrearon, se metieron mano a modo y manera Y Ester volvió a gozar, con todas las fibras de su femenil ser, del erótico Edén de Allah… Volvió a manar ese ser femenino cual fuente, cual grifo abierto

  • Te deseo, amor… ¡Dios mío; cómo te deseo!... ¡Me vuelves loca, Dani, amor mío…queridito mío…hijito mío!... ¡Cómo te deseo!

Y volvió a pasar lo que tenía que pasar; que tras los toqueteos, los magreo mutuos de ambos, rebañando cada uno de ellos hasta el más ínfimo rincón de la anatomía del otro, su Dani; su nene, su hijito, le pidió venia para pasar a mayores y ella, solícita, le separó los muslitos, abriéndoselos de par en par, de medio a medio y, con ellos, la entrada a su dulce flor del  más sofisticado placer… La más dulce ambrosía

Hicieron el amor; sí, el amor, pues fue una entrega, de él a ella, de ella a él, cargada, pletórica de cariño, de amor del bueno… De auténtico amor hombre-mujer hecho un todo con su respectivo cariño de madre, ella, de hijo, él, en perfecta conjunción de matices muy, muy, distintos, pero aunados en una única forma de amarse los dos… Una unidad de cariño y amor en absoluto huérfana, tampoco, de pasional ardor hombre-mujer… Macho-hembra humanos…

Menudearon, como llamados eminentes, los “Te quiero… Te quiero amor… Te amo, mi vida”, dichos al oído, como si temieran a oídos indiscretos… Y los besos; a veces tiernos y dulces, suaves y ligeros, con especialidad en los menudos, cariñosísimos, piquitos en los labios… Otros, a veces tórridos, candentes, cargados, rebosantes, de deseo; de él por ella, de ella por él, en los que ni un rincón de ambas bocas quedó sin que la lengua amada lo rebañara a placer

Una intimidad, un hacer el amor, despaciosamente, sin prisas, tranquilo… Suave, lento, recreándose ambos en cada segundo, con lo que la relación resultó larga… Muy, muy larga… Y, como desde el principio, desde su primera entrega integral en rendido amor, viniera sucediendo, Ester se vino una y otra, y otra vez en orgasmos que la sacaban del banal, cotidiano, vivir transportándola al más excelso, más dulce, más tierno, Paraíso Terrenal…

Minutos y minutos, y más y más minutos, interminables, disfrutándose mutuamente, de entrega absoluta, de posesión integral, en cuerpo y alma, él a ella, ella a él, olvidados de sí mismos para hacer de la dicha y placer del amado, de la amada, la propia dicha, el propio placer soberano…excelso, tocando el cielo con la mano al ver el rostro adorado transfigurarse en indecible felicidad irradiada “Urbi et Orbe”…

Y llegó el momento cumbre de la  conyugal intimidad cuando los dos, más menos al alimón, acabaron en más que sonoros orgasmos por todo lo alto Una vez más cayeron en la cama, los dos agotados, mas no descuajeringados, desjarretados, como antes cayeran, por lo que la recuperación de la normalidad en sus constantes vitales no fue tan laboriosa como pretéritamente lo fuera… En fin, que en muchísimo menos tiempo pudieron besarse de nuevo… Hablarse… Y a Ester, pletórica, risueña, le faltó tiempo para decir a su amor

  • Dani, querido mío; ¿sabes?... ¡¡¡ESTOY HAMBRIENTA!!!... ¡Uummm!... Y no sólo de ti… Ni siquiera, especialmente de ti… Al menos, de momento…
  • Pues anda que yo… Hambre de lobo… Y, tampoco, exacta y primariamente, de ti… Aunque… No sé… No sé…

Ester se bajó al suelo tras la pizza, que, muerta de risa,  andaba por el santo suelo donde la mandaron los amantes de algún empellón que otro, cuando los pretéritos frenesíes. La probetica pizza había ido, errante, de la cama a la mesilla, de ahí al armario y de tal mueble, despendolada, al suelo, ya sin caja ni Cristo que la fundó, desparramándose sus ingredientes, que así estaba de pringada la moqueta del dormitorio… Vamos, que sea usted sufrida pizza, para que vayan y le hagan esto, Miquelarena…

Ester tomó lo que entonces era la pizza; la manoseó un momento y exclamó

  • ¡Uff!... ¡Esto  está incomestible!… Ni un ingrediente le queda; y está fría… Y dura, como la pata de un santo… Anda, amor; no seas remolón y levántate, que tenemos que salir a comer algo por ahí…

Se miró a sí misma… Se olió...

  • ¡Uff!... ¡Qué pestazo  sexo!... Estoy pringadita del todo…

Por un momento volvió  encaramarse, de rodillas, a la cama, buscando, con sus labios, con su boca, los labios y la boca de su Dani

  • Pringadita del todo… De los pies a la cabeza… Con tu esencia… Tu germen de vida… Y mis juguitos… ¡Dios, y qué manera de fluir todos esos juguitos!… ¡Qué manera de venirme, amor!... Como una fuente manando sin cesar… Como un grifo abierto a todo abrir…

Dani intentó volver a acoplarse con ella, pero Ester le esquivó… Se le escapó de entre las manos, riendo y riendo

  • ¡Déjame, pesado; más que pesado… “Tate” formalito… ¡Que estoy hambrienta, mi amor!... ¡Ten piedad y misericordia de mí!...

Se bajó al suelo, y riendo; riendo como una chiquilla; como una adolescente, pues así se sentía Ester: Una chiquilla adolescente… Una criatura de diecisiete, dieciocho, diecinueve años… Milagros del amor otoñal, que nos retrotrae a la adolescencia a quienes ha tiempo que la dejamos atrás

Echó a correr, risueña. Hacia el baño

  • Venga, “plasta”; más que “plasta”… Pesado, “tocón”… Levántate y vente al baño… ¡Cagueta el último!... ¡Ja, ja, ja!...

Ella apretó en su carrera, riendo a mandíbula batiente, y Dani, de un salto, quedó en el suelo y, raudo, corrió tras Ester. Se metieron más o menos juntos en el baño y abrieron el grifo para que se fuera calentando el agua, metiéndose juntos en la bañera, pes la ducha la tenían allí instalada… Procedieron a enjabonarse, mutuamente,  él a ella, ella a él… Y los toqueteos, los magreos, también mutuos, empezaron a menudear… Y la fiebre, en especial de Dani, empezó a subir de nuevo

  • Estate quieto… Anda, amor… ¡Que tengo mucha hambre!... Apiádate de mí, mi amor… Venga; déjalo para luego… Para cuando volvamos… Tenemos toda la noche para seguir amándonos, cariño mío… Todos los días, todas las noches de nuestra vida, para amarnos hasta el delirio…hasta el desenfreno, amor mío… Cariño mío… Mi hijito… Mi maridito querido…

En fin, que Ester logró que su Dani entrara un poco en razón… Con buenos modos, buenas razones… Y toda una señora felación, que logró templar los “ánimos” a su nene… Acabaron de ducharse y arreglarse, dentro de lo que cabe y, alegres, se lanzaron a la calle, en busca de cualquier sitio que rebajara sus hambres y renovara sus energías, pues largo tajo les quedaba cuando, saciados sus estómagos y más frescos, más descansados ellos dos, regresaran a la casa y a la cama

Deambularon por aquí y por allá, trabados entre sí, como pareja de tortolitos…como ardiente pareja de novios; enlazados mutuamente por la cintura, se prodigaban mimitos y caricias… Unos, unas, tiernas dulces, almibaradas con el azúcar del cariño…del amor… Otros, otras, más tórridas que ardientes, al calor, al abrasador fuego, de la pasión que, de manera natural, enciende el amor conyugal

Allí fueron los besitos dulces, suaves, en ojos, mejillas, cuellos… Allí los piquitos tiernos en los labios… Pero también, los besos, no a tonillo, sino a “retornillo”, y válgame, literariamente hablando, el ilustrador “palabro… Allí también las monumentales comidas de boca, con inusitado entrelazamiento de lenguas, como serpientes copulando

Y ello, lo mismo en la calle que en la “”tasca” ( taberna ) donde se metieron a “remendar” sus depauperados estomaguitos, sin parar mientes en si les veía la gente, sus vecinos o dejaban de verles… Para sí parecían decirse: “¿Qué dicen?...Pues que “dizan”… A nosotros plin, aunque no durmamos en “Picolín”( [ii] )…

Pero claro; por mucho que ellos dos “pasaran, más que mogollón, del “personal”, eso no quiere decir que el “personal” pasara de ellos… Que ni por soñación…Luego a las comadres, a los compadres, a las “lenguas de doble filo”, les faltó tiempo para largar, y largar, y largar, largo y tendido además

  • ¿Se ha enterado usted, Dª Fulana, de lo de la Ester y su hijo?...
  • Ay sí, Dª Mengana… ¡Qué escándalo, qué cosa más abyecta, más sucia, más abominable!… Y aquí, en nuestro barrio, en nuestra misma casa… ¡Qué horror, Dª Mengana!… ¡Qué horror!... ¡Sodoma y Gomorra en nuestras narices, en nuestro barrio, en nuestras casas, Dª Mengana!… ¡Sodoma y Gomorra!… ¡Sodoma y Gomorra!

A ellos, como queda dicho, les daba exactamente igual… En especial, ella, Ester. La relación entre ellos, madre e hijo, siguió como había empezado, tras ese virazo de ni se sabe cuántos grados, en ese su primer día de mor hombre-mujer, y ella se esmeraba en demostrar, bien a las claras, el amor que la unía a su Dani, paseando de su brazo, entre mimitos y cariñitos, más bien subidos de tono, y con la frente bien alta, orgullosa de ir del brazo de su hombre… De su hijo-marido… Y tampoco Dani se quedaba tan atrás en pasear, más que orgulloso, a su madre-esposa de su brazo

Y si Ester llevaba la cabeza bien alta en las primeras semanas, el primer par de meses de su nueva relación con su hijo, la alteza de su frente fue casi ominosa, para quienes se cruzaban con ellos, sin querer verles, pero viéndoles más que bien, cuando empezó a lucir una incipiente barriguita de embarazada, que fue creciendo y creciendo al paso de semanas y meses

Fue, casi que milimétrico, a los doscientos ochenta-doscientos noventa días de aquél su primer día de amor, que Ester alumbró al primer retoño que de su hijo-marido concibiera, el primer fruto del amor conyugal que unió a Ester y Dani… A la madre y el hijo, con lo que vino a demostrarse, más o menos, que Ester se salió con la suya; su deseo de que su Dani le llenara la barriguita en aquél primer día en que fueron marido y mujer… Esposo y esposa

A ese primer embarazo de Ester, a ese primer alumbramiento del fruto que su hijo-marido engendró en ella, siguieron otros dos más en el espacio de diez-once años, cuando Ester entró en el climaterio, con lo que ya su tierra, la de su huertecito, dejó de ser feraz… Y es que ella, ellos, no admitieron más método anticonceptivo que el natural que la lactancia materna implica. Fueron dos niñas que llegaron primero, una pequeña Ester y una minúscula Yolanda, Yoli en familia, cerrando el cupo un niño, un pequeño Dani, como su padre

Pero también sucedió que Natura se cobró su impuesto sobre la íntima identidad genética entre ambos parentales. Físicamente, no hubo merma alguna en la progenie generada por Dani y Ester, pues las tres criaturitas más monas, más lindas no podían ser, ellas, viva estampa de su bella madre, él fiel retrato, sólo que mejorado, de su padre, pues la guapura de la madre trascendió, en mejor, la natural prestancia de Dani padre… Pero síquicamente la cosa fue harina de otro costal, pues tanto la nena mayor como el chaval benjamín, nacieron con un eminente retraso mental, que determinó que sus mentes de los siete, ocho años no pasaran

Desde aquél sábado de Octubre de 1983, han pasado treinta y un años, y Dani y Ester siguen juntos, amándose con toda su alma… Deseándose con todas las fibras de su ser orgánico… Sí; se siguen amando y, por ende, haciendo el amor, entregándose, mutuamente, casi, casi, que como dos adolescentes que, por vez primera, accedieran a colmar su amor, su física atracción

Porque a pesar de su edad, los cincuenta y ocho años de él, los setenta y uno de ella, se conservan jóvenes en su alma.. La ilusión de su amor compartido, les preserva de la natural acción del paso del tiempo… De los años… Claro, que también a ello ayuda los cuidados físicos que se prodigan, en especial Ester, firmemente decidida a mantenerse apetecible para su hombre… Su macho semental, su garañón… Su queridísimo hijo-marido… Yen verdad que nadie que acabe de conocerla le adjudica la edad que, realmente, tiene, pues no aparenta más allá de los sesenta. Dani es un poco más descuidado en mantener su apariencia física, pero de todas formas retiene buena parte de su juvenil prestancia

Y ya solo me resta añadir lo de colorín colorado, esta historia ha terminado… Aunque también podría ser lo de “Fueron felices, comieron perdices y a mí no me dieron porque no quisieron”… Aunque, vaya usted a saber, si fueron perdices lo que, efectivamente, comieron

NOTAS AL TEXTO

[i] Como nosotros llamamos zorras a las prostitutas, los antiguos romanos las llamaban “lupas”, lobas. Los prostíbulos, o lupanares, ( sustantivo derivado de “lupa”), precisamente, solían estar en los pisos más altos de los edificios y las prostitutas, subidas a las terrazas, voceaban a los viandantes, incitándoles a  subir. Sus voces, desde lo alto, se asemejaban un tanto al ulular de los lobos, las lobas, desde lo alto de las rocas, y de ahí el llamarlas “lupas”

[ii] ”Picolín” es el nombre comercial de una fábrica española de colchones, y nombre de sus fabricados, colchones y almohadas. Y su eslogan publicitario, en la “tele”, radio, prensa etc., es o, al menos, era “A mi plin; yo duermo en Picolín”