HISTORIA DE UN AMOR.- Capítulo 2º
Sigue la historia de Ester y Dani
HISTORIADE UN AMOR.-
CAPÍTULO 2º
Dani la volvió a besar suave, tiernamente, y la sentó en la cama para, sin solución de continuidad, hacer que se tendiera como debía hacerlo, hacia el centro de la cama, con la cabeza descansando en la almohada y boca arriba
Él se separó de ella un instante y comenzó a desnudarse; de antiguo ha habido un refrán o dicho popular, refiriéndose a la rapidez en hacer algo, que tarda menos que “En santiguarse un cura loco”… Pues bien, el tal cura apenas si habría llegado a desprender los deditos de la frente, para llevarlos al pecho, en acto de santiguarse, cuando ya Dani estaba en “pelota picada”, y con la “herramienta” en plan ariete derriba-murallas…Vamos, que decía algo así como: ”Murallitas a mí”…. Se subió a la cama, buscando la proximidad de Ester, arrimándose, deseoso, a ella; la acarició de nuevo, la besó otra vez y ella respondió a sus besos, a sus caricias de hombre como mujer enamorada, deseosa de amor, lo hace…
Ester temblaba, trepidante, cual hoja mangoneada por vendaval… “Cállate mente; no quiero oírte… Estoy harta de tus monsergas… Conciencia, déjame en paz, tampoco quiero oírte… Me quiere, ¿te enteras?... Me desea como nadie nunca me ha deseado… Con amor… Con deseo, pero también con amor… Y yo le quiero, ¿me oyes? Le quiero…y le deseo… Le deseo dentro de mí…muy, muy dentro de mí… ¿Te enteras, so cabrona?... Déjame en paz, zorra”… Eso pensaba, eso se decía Ester a sí misma; a esa mente razonable que le decía que “eso” no podía, no debía ser… A esa su conciencia de ser humano que le afeaba sus íntimos deseos, sus más ínclitos anhelos
Ester mantenía los ojos entrecerrados; la verdad es que pese a lo que pesara, le daba mucha vergüenza mirar a su Dani, pero sí que notó, más que perfectamente, su intención de subírsele encima… Claro que tampoco necesitó hacer esfuerzo alguno para percatarse de lo que, abiertamente, su hijo estaba loco por hacer… Dani, suavemente, le presionó los muslitos, demandando de ella su apertura… Y Ester, obediente una vez más, se los abrió de par en par, cual portadas de garaje… Tuvo que morderse los labios con todo vigor para no soltar el grito de placer que le subió, impetuoso, a la garganta, cuando se sintió enteramente penetrada, llena a bosar por el “ariete” de su Dani… Su adorado Dani… Su más que querido hijo… El más que deseado hombre capaz de amarla como ella quería sentirse amada… El que ya, definitivamente, sería su hombre… Su macho… Su semental… Pero también su amor, en un amor inmenso, interminable… Un amor que aunaría, en un todo único, inseparable, su cariño de madre y su pasión, su deseo de hembra… Y su amor de mujer centrado en el hombre que también era, pese a lo que pueda pesar, su adorado hijo Dani…
De todas formas, Ester, todavía mediatizada por su sentido de la ética, se negaba a “colaborar” con lo que su hijo le hacía… Quería mantenerse inmutable, abandonada a lo que su hijo le hacía, pero inerte, como muerta, con piernas y brazos laxos, desmayados, sin vida… Pero no pudo… Le fue imposible… ¡Dios, qué placer tan intenso!... Como nunca, como nunca lo había sentido… Como nunca nadie se lo había generado… Así que, con brazos y piernas, atenazó el cuerpo de su Dani, su cuello, sus muslos y nalgas, llegando hasta a ceñirle, con sus piernas, por la cintura, loca de pasión…loca de deseo, agarrándose a él como una lapa, mientras sus caderas pujaban acompasándose, en movimiento de adelante atrás, a las sutiles embestidas de su hijo querido… Más querido que nunca…
Dani, entonces, buscó su boca como sediento busca el agua que alivie su sed y Ester le respondió frenética, rabiosa casi, a mordisco limpio… Ya no había vuelta atrás… Era ya, de hecho, y casi derecho, la amante de su hijo… Su mujer, su hembra, su puta… Lo que él quisiera que ella fuera, irremediablemente lo sería.
- Te quiero amor; mamita mía… Mi Ester… Mi mujer adorada…mi idolatrada madre… Te adoro vida…vidita mía…queridita mía… ¡Dios, Dios…aay…aaay!... ¡Cuánto me gustas, amor mío!... ¡Te quiero, te quiero, mamita, mamita mía…Ester mía…te quiero, te quero, amor…aaayy…aaayyy…con toda mi alma, querida, queridita mía!… Pero…pero… ¡Aaayyy!... ¡Aaayyy!... Pero, también, ¡cuánto, cuánto, me gustas, amorcito mío!… ¡Eres divina, amor mío!... ¡Divina, divina, mi amor, mi vida!... ¡Estás riquísima, mamita…”buenorra…más que “buenorra!... ¡Qué dichoso me haces…qué dichoso, Dios mío, qué dichoso, soy, haciéndotelo!
Ester abrió sus ojos para mirarle, envolverle en la hondura de sus ojos, embriagándole en la dulzura de su mirada; su mirada de mujer enamorada, rendida a la caricia de la penetración del hombre amado, del hombre que la enamorara sin saber cómo ni cuándo… Su mirada de hembra ardiente, incendiada en lujurioso deseo que su macho satisfacía por todo lo alto, pero sin nada, nada de violencia, suave, dulce, tiernamente, lo que no significaba que no estuviera incendiada en el encendido deseo por mor de su amor de mujer, deseo a tope satisfecho por el hombre amado
- ¿De verdad te gusto, amor?... ¿Me encuentras…me encuentras?... ¿Cómo has dicho, cariño mío?... Ah, sí… ¡”Buenorra”!...
- “Buenorra” en grado sumo…en grado superlativo… Eres una diosa, Ester… Una diosa del amor… Del sexo más encendido…
- ¡Aayyy, mi amor!... Y qué cositas más bonitas dices a mamá… Me haces dichosa, amor… Muy…muy dichosa…muy, muy feliz, amorcito mío… Hijito mío… Nenito mío… Como nunca, amor… Como nunca lo he sido… Como ningún tío ha sabido hacerme
- Es que, mamita querida, tampoco ningún hombre te ha querido como yo te quiero… Te ha amado, como yo te amo… Como nunca, nunca, jamás, otro hombre te querrá… Te amará…
- ¡Aaayyy!... ¡Aaayyy!... ¡Aaayyy!... Ya lo sé, vidita mía… Bésame amor! ¡Bésame como sólo tú, mi niño, mi hijito…¡mi macho!... sabes hacerlo
Volvieron a besarse en plena boca, uniendo lenguas, saliva… Todo…todos, sus órganos, sus fluidos, bucales, en orgía de amor desmesurado, de deseo sexual al amor de su amor, de lujuria incontenida, incontenible, pues en modo alguno querían, ni él, ni ella, morigerarla… “Salidos”, absolutamente “salidos”, los dos, pero al propio tiempo tiernos, él con ella, ella con él, viviendo su sexualidad fundamentada en su amor de hombre-mujer, lo que tampoco impedía que ambos ardieran en la encendida lujuria del amor físico, pues éste es también, “per sé”, consustancial al amor de pareja…
- Te quiero Ester, mamita mía… Te amo, mi vida… Disfruta, cielo mío; disfruta, mi amor
- Sí, mi amor; claro que disfruto… ¡Ay, Dios!... Ay, ay, ay… ¡Y de qué manera, vidita mía!... ¡Y de qué manera, Dios mío; de qué manera!... Te quero, Dani, nenito mío…hijito mío… Te quiero, amor, te quiero… Te amo, bien mío; te amo, mi vida… Mi…mi… ¡Ay, ay!... ¡Mi todo, amor, mi todo!
- ¿De verdad, mi amor; de verdad me quieres…me amas, Ester, cariño mío?
- Sí mi amor; sí… ¡Ay!… ¡Ay!… ¡Ay!... ¡Sí, amor mío; sí, sí, sí!... No…no me pre… ¡Ay, ay, ay!... No me preguntes… ¡Ay, ay, ay”… No me preguntes cómo ha sido… No lo sé, mi amor…no lo sé… Sólo sé que es así, que te quiero… Te quiero, Dani, mi amor, mi vida… Me has enamorado, nenito, hijito mío…me has enamorado… ¿Cómo?... No lo sé, mi amor; te juro que no lo sé… Sólo sé que te amo, bien mío… Que te amo con toda mi alma… Nunca, nunca me había pasado esto… Nunca he amado a ningún hombre… Ni a tu padre, cariño, ni a tu padre… Sólo a ti; sólo tú me has enamorado… Enamorado de verdad… ¡Dios mío; qué locura, Señor…qué locura, Señor, Señor!... Pero es así… ¡Dios mío!…
Dani cortó las palabras de su madre volviendo a besarla en la boca y Ester volvió a entregarse en cuerpo y alma a la caricia de su hijo… De su amor… De su hombre… Del hombre que la estaba haciendo más dichos, más feliz, que en su vida fuera.
- ¡Soy tuya…tuya, cielo mío!... Para siempre… Para siempre, amor… Soy tu mujer, tu hembra, tu puta… Lo que tú quieras
- Mu mujer, Ester; eso es lo que quiero que seas… Mi mujer…y mi amante… Y yo deseo ser eso, tu marido, vidita mía… Y tu amante
- Sí mi amor… Eso seremos… Marido y mujer… Y amantes… Sí, amor mío…hijito mío, ¡Aayy!... ¡Aayy!... ¡Aayy!... Amantes… Amantes lujuriosos… Muy, muy lujuriosos
Ester venía gimiendo, jadeando, de tiempo, pues hacía minutos y minutos que se estaba viniendo tumultuosamente, en orgasmos que eran uno, pues le estaban llegando encadenados, en catarata, tres, cuatro, hasta cinco casi seguidos, sin práctica solución de continuidad consecutivos, espaciadas las “cataratas” en no demasiados minutos… Era, casi, casi, un “venirse” en sesión continua
- Me estoy viniendo, amor, continuamente; casi no paro, mi vida… Casi no paro de “correrme”… Pero tampoco quiero parar… Esto no me había pasado nunca, cielo mío… Sólo contigo me está pasando… Sólo… Sólo contigo… Sólo tú… Sólo tú, cariñito mío, me lo has provocado… ¡Ay amor!… ¡Ay!... ¡Es delicioso!... ¡Delicioso! Sigue mi amor… Sigue así… Así, mi amor, dulcecito, suavecito, que me está gustando mucho… Pero no pares mi amor… No pares amor mío… ¡Ay!... ¡Ay!... ¡Ay!... Sigue, sigue, amos; así, así… Sí, así … Muy bien, mi vida… Muy bien…
Y Dani siguió, tranquilo, con sus “metidas” suaves, duces, tiernas
- Sí, vidita mía, cariñito mío; claro que sigo… Seguiré, amor mío; seguiré y seguiré, dándote placer, hasta que tú quieras… Disfruta, mamita mía, queridita mía; disfruta, mi amor; disfruta, gatita mía…
Y Ester disfrutaba como una loca con lo que su Dani le hacía… Allí se sucedían los minutos en amorosa entrega mutua, amándose tierna pero apasionadamente, con una pasión preñada de cariño, de inmensa ternura, diciéndose palabritas bonitas al oído, besándose, acariciándose, intercambiándose los “Te quiero, amor; te adoro, prenda mía, querida mía/querido mío”… “Qué bonita, qué riquísima que estás” etc. etc. etc. Pero como en esta vida todo acaba por llegar, también llegó el momento en que Dani empezó a decir a Ester:
- Cariño mío; perdóname, mi vida… Perdóname, pero no voy a poder aguantar mucho más… Creo, creo que estoy a punto ya…
- Ya, ya lo noto, cielo mío… Se te ha puesto más gordita… Y me “la” estás metiendo más hondo, querido mío… No te apures…No te preocupes… Acaba, mi amor… Córrete, vida mía… No pasa nada, queridito mío
- ¿Quieres…quieres que te “la” saque, que me descargue fuera”
- ¡No, mi amor; no! ¡De ninguna manera!… No me la saques, mi amor; vacíate dentro de mí… Lléname el chochete… ¡Aayy!... ¡Aayy!... ¡Aayy!... Inúndamelo, mi amor, mi vida, mi cielo
Y Dani eyaculó dentro de ella, de su madre; en sus entrañas; por donde veintisiete años atrás viniera él al mundo… Abundantemente, en una avenida que inundó la “cuevecita” de Ester hasta bosarla… Y Ester creyó morir de gusto, de placer inmenso, al sentirse inundada… Al sentir cómo su “tierrecita” se anegaba en ese océano de la vital semilla de s hombre, de su enamorado… De su hijito Dani…
- Así, mi amor… así, vida mía… Córrete cielito… Córrete a gusto, cariño, hijito mío… ¡Ay!... ¡Ay!... Aay!... ¡Cómo me gusta, amor mío…cómo me gusta!... ¡Ay!... Aaayyy!... ¡Aaayyy!... ¡Cuánta, cuánta, “leche” me estás echando!... ¡Qué gustito más grande, cuando restallan los chorritos al fondo de mi chochito!... ¡Qué gustito más grande, Dios mío, qué gustito!... ¡Aaayyy!... ¡Aaayyy!... ¡Sigue, sigue corriéndote, amor, que me matas de gusto!...
- ¡Sí, mamita, sí!… ¡Toma, toma, amor mío!... Cólmate de mi esencia de hombre…
- Sí, mi amor… Dámelo todo… Todo mi amor; que no se desperdicie ni una gota… ¡Ay!... ¡Ay!... ¡Ay!... ¡Me corro, Dani, me coorrooo, me coorrooo…¡Ay!... ¡Ay!... ¡Ay!... ¡Acabo, Dani, bien mío!… ¡Acabo, acabo, mi amor!... ¡Ay!... ¡Ay!... ¡Ay!... ¡Dame!… ¡Dame “caña, amor!… ¡Dame fuerte!… Dame duro, amor!... ¡Ponte “burrito” con mamá, cielito mío!… ¡Ay!... ¡Ay!... ¡Ay!... ¡Dios, cómo me estoy corriendo!... ¡Ay!... ¡Ay!... ¡Ay!... Sí, sí…así bien mío, así… ¡Ay!... ¡Ay!...
- ¡Toma mamita, cariño mío toma…toma…toma mi “lanza”… ¡Toma, toma, más, cielo mío!… ¡Más, más…más!… ¡Disfruta, amor mío, queridita mía… Disfruta, disfruta!
- ¡Sí, cariño mío; sí!... ¡Ay!... ¡Ay!... ¡Ay!... ¡Ya lo creo…ya lo creo, que disfruto!... ¡Mi hombre!... ¡Mi macho! ¡Mi machote!... ¡Ay!... ¡Ay!... ¡Ay!... ¡Qué bien que me lo estás haciendo…¡Ay!... ¡Ay!... ¡Qué placer más…grandísimo… ¡Me sigo, corriendo!… ¡Ay!... ¡Ay!... ¡Ay!... No paro, mi amor; no paro… ¡Me muero, amor…me muero!... Me matas, Dani; me matas… De gusto, de gustito, mi amor…
Dani se empleaba en dar placer a su madre como si en ello le fuera la vida, y Ester se entregaba a su hijo con toda su alma, moviendo sus caderas como impulsadas por una turbina. Aquello era de verse para creerse, con los dos al máximo de lo que sus energías, que no eran pocas, podían dar… Ester aullaba como loba, de placer, y Dani bufaba cual encelado búfalo
- Sí, mi amor; sí… Así mi macho…Machote mío, valiente, así… Dame, mi amor… ¡Agg! ¡Agg! ¡Agg! Venga, cariño mío… Dame tralla, hijito…más, más tralla… Así valiente, así… Mi macho, mi semental, que eres el tío más macho de la Tierra, tira, tira, bien con mamá… Llévame al Paraíso, mi amor, prenda mía… ¡Qué grande eres, hijito mío, dándole gustito a mamá!… ¡Agg! Agg! Agg!... Dime que me quieres, cariño mío… Dímelo; me gusta, mi amor… Me gusta que me lo digas…
- ¡Te quiero, prenda mía querida!... ¡Te adoro, Ester, mamita mía!… ¡Te adoro, cielo mío…y sólo ansío esto: Estar contigo, a tu lado, amándote, como hijo y como hombre; como hombre y como hijo, por toda la vida que Dios me dé!
- Sí, amor sí… Amándonos los dos… Amándonos y queriéndonos… Mi amor, mi vida, mi cielo… Te amo, hijito… Te amo como mujer… Como hembra… Sí, macho mío…machote mío… Te amo, Dani; te amo, vidita mía… Soy tu hembra… Y tu mujer… Y tu puta… Y tu yegua… Lo que tú quieras, eso soy yo, eso seré siempre, para ti mi amor… ¡Daame, ay, ay, daame, nenito mío!... ¡Daame fueerte!… ¡Daame duuro!... No pares mi cielo, no pares, cariñito mío… Dale polla a mamá… Al chochito de mamá… O...o, al chochazo de mamita… ¿Lo tengo grande, cielo mío?... ¿Cómo, cómo te parece que lo tengo?... ¿Te gusta, mi amor?... ¿Le gusta a mi nene el chocho de mamita?
- Ya lo creo que me gusta, mamita querida… Tienes el mejor chochito que en el mundo pueda haber… El más bonito, el más dulce… ¡Me vuelve loco tu chochito, mamita mía, queridísima mía… ¡Dios y cómo me gusta… Cómo me gustas, mamita… Pero, sobre todo, cómo…cómo me gusta tu chochete… ¡Qué lindo es, queridita mía!... ¡Qué acogedor!... ¡La vida mami, la vida; toda la vida, minuto a minuto, la pasaría así… Dentro de ti, amor; en tu “grutita”. Acogedora, calentita, suavecita…
- ¡Qué cositas tan bonitas que mi nene le dice a su mami!...
Y es que Dani “tallaba” la “dorada prendita” de su mami denodadamente, con una bravura incontestable, poniendo en su determinación de hacerla feliz, hacerla dichosa, alma, corazón y vida… ( Alma para conquistarte, corazón para quererte y vida para vivirla junto a ti, que dice un bolero. Y yo digo, y Dani también diría: “Vida para vivirla junto a ti, cuidándote mientras aliente” )
Pero en esta vida todo llega, que bien se dice que no hay plazo que no se cumpla, y así se cumplió el plazo de las vitales avenidas de la masculinidad de Dani, agotados, de momento y hasta su regeneración, los manantiales de su germen de vida… Natura dispone que en tales circunstancias el masculino órgano decrezca y enflaquezca progresivamente… Vamos, que por de pronto, se acabó la vela por falta de cera, pero Dani a eso no estaba dispuesto; su queridísima Ester, su amadísima madre, la mujer de su vida, a la que adoraba cual si fuera una diosa, estaba en pleno “viaje”, en plena orgía de los Cien Mil placeres, y él no podía hacerle el feo de dejarla “tirada” en sus anhelos de mujer, así es que, sacando fuerzas de flaqueza de donde no las había, siguió , y siguió, y siguió, “tallando” esa “prenda de oro” que le volvía “mochales” ( loco ) perdido… Ester2, al momento, se dio cuenta de la “machada” que su hijo, su hombre, su macho, como ella decía, estaba protagonizando por amor a ella, y su amor hacia ese hombre, ese macho humano que así le demostraba su delirante amor, su entrega a ella misma, en abandono y olvido de sí mismo, creció a alturas estratosféricas, sintiéndose no ya enamorada de él, no ya loquita por él, sino delirante de amor, de deseo, de…de… ¡Ni sé qué decir!... Me faltan las palabras para expresar todo lo grande, lo inconmensurable, que aquello era…
- ¡Gracias, mi bien; gracias!... ¡Gracias!... ¡Gracias!... ¡Dios mío; qué hombre…qué macho tengo!... ¡Qué grande eres, Dani, mi amor, mi niño, mi nenito-…mi hijito querido…mi hombre, mi macho…mi garañón!... ¡¡¡QUÉ GRANDE ERES, DIOS MÍO, QUÉ GRANDE ERES!!!... ¡¡¡QUÉ MACHO ERES, DANI MÍO; QUÉ MACHO ERES!!!... ¡¡¡EL TÍO MÁS MACHO DE TODOS LOS TÍOS MACHOS DEL UNIVERSO MUNDO!!!... Sigue así, mi vida;…dame, dame “caña”… Dame polla, más, más polla…más mi cielo, más, más… ¡¡¡AAYYY!!! ¡¡¡AAYYY!!! ¡¡¡AAYYY!!!... ¡Sigue, sigue, mi amor…ay, ay, ay…sigue, sigue así, bien mío, sííí, así!… ¡¡¡Sííí, sííí…ay, ay, ay…así, así…fóllame bien, Dani, hijito mío; cariñito mío…ay, ay, ay!!!... ¡¡¡Fóllate…fállate bien a tu madre, hijito mío…a tu puta, chulo mío…móntate bien a tu yegua, garañoncito mío!!!... No, no pares, queridito mío…no pares, mi amor…dame “caña”, mi bien…dame polla, cielo mío…sí; dame poollaaa…más poollaaa…más…más poollaaa… ¡¡¡ME VUELVES LOCA, NENITO MÍO!!!...
Y es que en Ester, entonces, mientras Dani la amaba penetrándola, mientras Dani la penetraba amándola, se daba una curiosa mezcla de suave, dulce ternura de madre y pasión de hembra, más salvaje que otra cosa, mechada esa pasión, muy, muy, libidinosa, de dulce amor de mujer más que enamorada de ese hombre que Dani era… Y como tampoco de otra manera podía ser, también en Ester se agotaron los manantiales de sus femeninas esencias, acabando en un orgasmo que si dijéramos de él que fue descomunal, anonadante, bestial, colosal, homérico, apenas diríamos nada de lo que fue; apenas si alcanzaríamos a describir lo que fue. Si, según Saddam Hussein, lo de la Primera Guerra del Golfo, sería la “Madre de Todas las Batallas”, ese final orgasmo de Ester fue el “Padre y la Madre de Todos los Orgasmos Habidos y por Haber”… Con eso creo que podréis ir haciéndoos una idea, queridísimas y queridos… Y si el orgasmo fue el “Padre y la Madre de todos los Orgasmos”, el escandalazo de gritos al por mayor que formó en esa, de momento, final eyaculación fue “Padre y Madre de Todos los Escandalazos Cacofónicos”… Pero es que tampoco el Dani se anduvo por las ramas, pues, aunque ya se vaciara en su momento, la emoción de aquellos esforzamientos para no fallarle a su Ester de su alma…y de otra parte algo más mortal de su serrano cuerpecito, se plasmaron en prodigiosa resurrección de la “muerta”… Claro, que aquí debería apuntarse que, en tal prodigio, tampoco fue tan ajena su amadísima Ester, pues para él se quedó el trabajo de “bolillos” que los músculos vaginales de su amadísima dispensaron a la “cabecita” de la más noble parte de su masculino organismo…
En fin, que, por finales, los dos se desplomaron como toros apuntillados; Ester, sobre la cama, de la que su espalda se había despegado en el glorioso paroxismo de la cima de las más altas cimas del venéreo placer, manteniéndose suspendida en el aire, apoyada en coxis y parte alta de los hombros; Dani sobre el cuerpo de Ester… Ambos dos, destrozados, rotos, desjarretados, aniquilados…pero increíblemente felices, rematadamente gozosos…
Querían besarse, acariciarse, pero no podían… Boqueaban como peces fuera del agua, con las pulsaciones a ni se sabe y la respiración imposible, ahogándose… Lo imprescindible entonces, lo más urgente, era meter todo el aire posible en sus pulmones y recobrar un poco de normalidad para su corazón, para el ahogamiento que padecían… Con ansia, a boca abierta de par en par, trataban de recuperar el resuello, cosa que poco a poco fueron logrando, al tiempo que los latidos de sus corazones empezaban a entrar algo en razón… Ese fue el momento en que, por fin, pudieron dedicarse a lo que, en verdad, entonces más les apetecía: Prodigarse su amor a manos llenas en besos y caricias… No fueron caricias sensuales, sino sensitivas, todo sentimiento en ellas, todo cariño, todo amor desbordante, tierno, dulce, sensible… Se besaban en el rostro, las mejillas, la frente los ojos y piquitos en los labios… Se acariciaban; él jugueteaba con sus senos, rozándolos con las yemas de sus dedos, besándolos, lamiéndolos, con mucha más delicadeza que pasión; ella, deslizando sus manos, sus dedos, por el desnudo torso de él y besando ese torso, lamiéndolo también, con infinita ternura… Abrazándose cariñosamente… Querían decirse lo mucho que se querían; lo tremendamente dichosos que se sentían, pero no podían, pues la todavía bastante agitada respiración se lo impedía… Pero qué importaba… Estaban juntos, abrazados, acariciándose, diciéndose tiernísimas cositas con sus ojos, sus miradas, rebosando, amor, cariño… Enamoramiento…
A los minutos las constantes de pulso y respiración se tornaban más y más regulares, permitiéndoles, no sólo resollar, sin respirar casi con entera normalidad… Entonces fueron las caricias, los besos, más y más apasionados… Los mordisquitos de Dani en el lóbulo de la oreja de Ester, en sus pezoncitos… Los de ella en las tetillas de él, en su cuello, también en el lóbulo de las masculinas orejas… Y así, a los ojos de Ester, al gesto de su rostro fue asomándose un rasgo de preocupación, de zozobra, hasta que comenzó a hablarle
Cariño, amor mío; debo decirte algo, que no sé si te gustará
¡Cómo no me va a gustar si viene de ti!
- Es que… Es que… Es que es bastante serio… Escúchame tranquilo
Dani adoptó un gesto cómicamente serio
- A ver; señora, ¿qué tiene usted que decirme?
- No seas tonto, por favor, que, de verdad, es algo muy serio
Dani dejó de juguetear con ella y se puso algo más normal, más formal
- Bueno; a ver, mamá; ¿qué es eso que tanto te preocupa?
- Ante todo quiero que me creas en una cosa… Te lo juro si quieres… Dani… Te juro, ¿he?, te juro que ningún hombre, ¿me oyes?, ninguno se ha derramado libremente en mí… En mis entrañas… Sólo tu padre en tiempos… Y ahora tú… ¡¡¡Te lo juro, amor; te lo juro, vida mía!!!... ¿Me crees, amor; me crees?...
Ester miraba anhelante a su hijo, como si de su respuesta dependiera su propia vida… Todo su futuro… Dani la miraba; leía todo eso en sus ojos, pero sin comprender qué le pasaba a su madre… Qué le pasaba para ese estado de anhelos inexplicables… El porqué de que su afirmativa respuesta fuera, a todas luces, tan importante para ella… En definitiva, qué narices quería decirle
- ¡Pues claro que te creo… Y sin juramentos; tú me lo aseguras y yo te creo… Pero… Pero…no veo la importancia de todo esto… No… No lo entiendo… Qué importancia tiene que sólo papá y yo nos hayamos derramado dentro de ti, a…a…a “tutti plén”… ( Dani, según hablaba, seguía dándole vueltas a la “olla”, intentando explicarse aquél por qué… Hasta que una idea, un tanto loca, a su entender de entonces, fugazmente cruzó su caletre )… Porque, no querrás decir que… Que… Que… Que tú… Que… Que yo…
La idea, loca donde las hubiere, en su contractual opinión, loca por casi imposible, a su juicio de tales momentos, se fijaba y fijaba en su cerebro, en tanto en al rostro de Ester se empezaba a asomar algo así como una sonrisa, triste sonrisa en sí misma, sonrisa de resignada aceptación de uno de esos imponderables a que la vida, a veces, nos somete
- Sí que te digo, amor mío de mi alma… Sí que te digo… Estoy en esos días de cada mes, los…los…”receptivos”… ¿Entiendes, amor?... ¿Me entiendes?... No… No fue premeditado… No pensé en ello… No me acordé… Ni me acordé, ni pensé en ello… Hasta que ya era tarde… Cuando empezaste a verterte en mí… En mi tierrecita fértil… De verdad, amor… No…no lo pensé…no me acordé… Estaba… Estaba…demasiado nerviosa para pensarlo…para acordarme de… De que podía pasar... “Eso”…
Dani seguía como si estuviera en Babia, ( distraído, sin prestar atención ), como ausente de allí, con los ojos abiertos como platos y la boca entreabierta… Y a Ester un color se le iba y otro se le venía, más y más preocupada, más y más asustada
- Pero no te preocupes tú, mi amor… Tú, tú eres lo único que me importa… Haré lo que quieras… Si, efectivamente, me has preñado, abortaré… Abortaré, mi vida; abortaré, si así lo deseas… Pero no me dejes… No me abandones, ahora… Se hará lo que tú digas, lo que tú desees… Siempre será así, mi amor… Lo que tú digas, lo que tú desees, eso es lo que haremos… Lo que yo haré, bien de mi vida…
El miedo, el miedo a perderle… Perderle entonces, nada más encontrado, la destrozaba, la aniquilaba, la destruía… Con el alma en vilo, víctima de todos los males del averno, le miraba, expectante, esperanzada en que él, por fin, la entendiera… Entendiera que ella, desde ya y para siempre, sin retorno, era suya y su voluntad, sus deseos, serían la propia voluntad, los propios deseos de ella, de Ester… De su madre-esposa…su esposa-madre… Dani salió, al fin. Del alelamiento, el entontecimiento, que le aquejaba, y la abrazó; o, por mejor decirlo, aunque en modo alguna en forma académica, pues el “palabro” en nuestra común lengua castellana, española por mal nombre, no existe, la “re-abrazó”, estrechándola entre sus brazos con un vigor, unas ganas… La besó, una y otra y otra vez más… Y un montón de veces más; por todo el rostro, en los labios, en el cuello, tras las orejas… Era como una orgía de amor muy, muy intenso, de cariño no exacerbado, sino infinitamente tierno y dulce… Y Ester se sentía en el Séptimo cielo, en el País de Jauja, en el las Maravillas de Alicia… En el Reino de la Eterna Felicidad… De la Eterna Dicha
- Mi amor, mi amor… Dime que es verdad… Dime que es verdad, querida mía… ¡Un hijito, Dios mío!... ¡Un hijito tuyo…un hijito mío…un hijito de los dos, tuyo y mío!... ¡Dime que es verdad, cielo mío; dime que es verdad!…
Ester reía… Reía feliz, dichosa… ¡Su hombre, su Dani…su hijo, más que querido, idolatrado, no la dejaría!… ¡No le importaba que, a lo mejor!… Sí; a lo mejor, pues eso sería una enorme dicha para los dos, que ella hubiera quedado encinta de él… Supo entonces que eso tendría que ser… Que tendría nuevos hijos… Hijos concebidos de él; de su marido, de su hombre…de su macho… De su propio hijo… Ya nada le daba miedo… Nada; nada en absoluto… Ella y Dani eran pareja… Pareja unida por el amor… El amor de hombre y mujer que, lo que sea, había hecho surgir, arrollador, entre los dos… Y eso no tenía vuelta de hoja… No tenía marcha atrás… Era un hecho aceptado y consumado entre los dos
A todo esto, Dani, gozoso, feliz, seguía acariciando a su madre, besándola lleno de amor, de dulce ternura, por todo su rostro, sus labios, su cuello, detrás de sus orejitas, lo que a Ester le causaba una especie de cosquillitas la mar de placenteras, que la enervaban en amoroso deseo sexual… Pero también las masculinas manos, amén de acariciarle sus tetitas, la acariciaban el vientre, esa barriguita que, si las cosas devenían como debía, como los dos deseaban, debería llenarse de vida, de la vida de los hijos que ella le daría a él, concebidos de él
- Pero cariño, amor mío… ¡Si la barriguita, casi seguro, vacía!… Yerma…
- Entonces, tendremos que llenarla… ¿No te parece?
Se besaron, en un beso que, sin dejar de ser tierno, ganaba enteros y más enteros de pasión… De ardorosa pasión hombre-mujer… Macho-hembra
- ¿De verdad, cariño mío, quieres preñarme?... ¿De verdad mi nene quiere preñar a su mamá?
- Lo deseo más que nada mamaíta
Ester ya lo sabía, pero le gustaba que Dani, su hijo, le regalara el oído… Otra característica de su tan característica relación, era ese recrearse llamándose “hijo”, “hijito”, “nene”, “nenito”, “madre”, “mamita”, “mamaíta”… Era el placer intrínseco del morbo de estar atracándose con la fruta del “Árbol Prohibido”, el de la “Ciencia del Bien y del Mal”, cual redivivos Adán y Eva… El morbo consustancial a su incestuosa relación, contraria tanto a las Leyes Humanas desde los más ancestrales tiempos de la cultura, como a las Divinas…O usar ese término, “preñar”, “preñada”, en lugar del más suave, más “finolis”, “embarazar”, “embarazada”… O la “recaraba” en “avecicleto” del cultismo con lo de “encinta”… Era, así mismo, el morbo del lenguaje más desgarrado, “duro”, soez, que tan bien viene para “levantar el ánimo” cuando se está en la cama, desnudos, copulando o a punto de ello… Otro tanto, respecto a las referencias a “chocho”, “chochito”, “chochete”, “polla”… O “coño”, que aún no había aparecido, pero que, tiempo al tiempo, todo se andaría…
- ¿Cómo está mi nene?... ¿Está ya “burrito” mi nenito?
Y Ester puso la mano donde la intención
- ¡Ummm!... El “soldadito” de mi nene está ya la mar de “aguerrido”… Casi listo para el “combate”… ¿Quieres?… ¿Quieres que te lo acabe de “alegrar”?
- Y… Y… ¿Cómo lo harías?
- ¡Ja, ja, ja!... Me estás resultando bastante golfete, nenito mío… ¿Cómo te gustaría que te lo termine de “alegrar”…muy, muy “alegre”?
- ¿Sería mucho pedir que lo hicieras con la boca?
- ¡Lo que digo!... ¡Un “golfo” de siete suelas es mi nene!... Con que quieres que te la “chupe”… Que te la mame un poquito, ¿he golfillo?... Pues te la mamaré… Pero un poquito sólo, ¿vale mi amor?... Lo suficiente para que el “soldadito acabe de “armar” y quede dispuesto a lanzarse al “asalto”
Ester pudo, simplemente, arrodillarse a su lado, pero no lo hizo, sino que, subiéndosele encima, a horcajadas, gateó hasta bajarse al “pilón” para amorrarse, tesoneramente, al “caño”. Por la postura, su culito quedó en una especie de “primer plano” ante el rostro de Dani, espatarrada sobre él, con un muslo por cada lado del cuerpo de su Dani… Y al muchacho, de pocas no se le corta la respiración ante la más que suntuosa visión de las “posaderas” de su madre puestas al alcance no ya de sus manos, sino de sus labios, de su lengua…
Ante él, a nimios centímetros, las nalguitas maternas, redonditas, blancas como la leche, tersas, firmes… Ambrosía de dioses, néctar dionisíaco, licor de la sagrada inmortalidad… Todo eso le parecían aquellas dos níveas rotundeces… Las manos se le fueron solas, para acariciarlas con venerada fruición, y tras las manos, fueron los labios para besarlas por toda su tersa rotundez, y la lengua para, así mismo, hacerles el devoto homenaje de sus lamidas…
Ester, abandonando por un instante, sus placenteros desvelos, volvió la cara a su hijo para inquirir
- ¿Le gusta a mi nene el culito de mamá?
- Me hechiza, mamita; me hechiza… ¡¡¡Dios mío!!!… ¡¡¡Qué bella, qué hermosa!!!… ¡¡¡¡Qué increíblemente bella y hermosa que eres, mamita!!!... ¡¡¡Un sueño, amor mío!!!…¡¡¡Un sueño maravilloso…dionisíaco, mamita querida…queridita mía!!!… Un sueño hecho realidad, mamita… Un sueño, hecho, inefable, dichosa, esplendorosa, realidad…
Dani besó y besó aquellas nalgas…lamió y lamió, y volvió a lamer aquellas divinas redondeces, rendido a ellas, a su belleza…a su frondoso esplendor… Sus manos se aplicaron a ambos suntuosas hemisferios, presionando para que el agujerito trasero se abriera… Y depositó allí sus labios, y sus labios dejaron uno, dos… Un montón de besos, que encendieron más y más a Ester… Entonces sus ojos se posaron en otra maravilla del Universo, la flor de la sexualidad de su madre, semi abierta, con esos dos pétalos de su corola, gruesos entonces por mor de la sangre que allí fluía a raudales en virtud a la enorme excitación que para entonces dominaba a la mujer
Las manos, casi temblorosas fueron a palpar la flor, acariciando esos hermosos, gruesos, pétalos, abriéndolos todavía más, hasta mostrar, gloriosamente, su sonrosado interior… Aquél botoncito del femenino placer, que le atrajo como imán al hierro… Lo acarició, rozándolo, tiernamente, con la yema de su pulgar derecho… Y no pudo resistirse a aplicar los labios, la lengua a aquél deleite de interioridad… Al cáliz de tan hermosa, tan maravillosa flor… lamió y relamió ese interior para seguidamente hacer lo propio con el botoncito, y, finalmente, atraparlo entre sus labios, cerrados en torno al estigma de la flor, succionando y succionando, sin cesar, de tal ambrosía, mientras sus dedos, uno, dos, hasta tres hacían los honores al interior del cáliz,
Y Ester, transida ante el divino tratamiento que estaba disfrutando, no cabía ya en sí de gozo… De gozo y placer inaudito… Se amorró al “caño” como si en ello le fuera la vida, no ya con pasión, sino con furia… Con furia desatada, loca, loquita, por degustar el manjar de la hombría de su hijo… Perdieron los dos el control, degustándose mutuamente como locos…como seres irracionales… Acabaron prácticamente al unísono, atiborrándose la boca de Ester del viril néctar de su hijo y la de él del dulce licor íntimo de su madre, librados ambos fluidos a cántaros… Ella apenas si dejó que alguna gota de la varonil esencia se perdiera, tragándose cuanto pudo y relamiéndose los hilillos que se desparramaban por las comisuras de sus labios, en tanto él no se hartaba de libar el licor destilado, a torrentes, por la intimidad de ella…
Ester, por fin, se dejó caer sobre la cama, junto, muy, muy juntito a su hombre, a su macho… A su amadísimo Dani, fundiéndose los dos en apretado abrazo, en apasionadísimos besos a muerdo limpio… Las respiraciones de ambos, ciertamente entrecortadas, pero sin punto de comparación con el destrozamiento de su primer contacto sexual… De su “primera vez…
- ¿Te ha gustado, mi amor, lo que te ha hecho mamá?
- Me ha encantado… ¡Dios mío, mamá, y qué grande eres!... Ha sido… Ha sido… Inenarrable… Sí; inenarrable… No encuentro vocablo que lo describa mejor…
- Lo tuyo… Lo tuyo sí que ha sido inenarrable… Puro “bordado de bolillos”… ¡Dios y qué dichosa me has hecho, cariñito mío!... ¡Has hecho que me corra como una perra!… Mi amor; perdona… Perdóname mi vida…
- Y, ¿por qué he de perdonarte?... Si… Si todo ha sido para nunca olvidarlo
- Porque habíamos dicho que teníamos que asegurarnos de que mi barriguita quedara llena… Llenetita de tu semilla, bien mío… De tu semilla fructificando mi tierra fértil… Pero no me he podido contener, vidita mía… Me hacías tan feliz… Tan dichosa…
Ester calló un momento… O, mejor, Dani la acalló con otro de sus besos apasionaos… Desbordantes y desbordados… Los labios se separaron al fin, y por los ojos de ella relampagueó por un instante algo así como un diablillo retozón, pícaro, juguetón
- Dani, eres un golfillo… Sí, mi amor, sí; un golferas de siete suelas… A ver, a ver… ¿A cuántas “titis” les has hecho lo mismo que acabas de hacerle a mamá?... ¿A cuántas les has comido el “bollito”?...
Ester estaba, efectivamente, juguetona, burlona, pícara… Pero en el fondo de su alma, un poso de celos… Sí, Ester estaba, a esas alturas, celosa de las mujeres que pudieran haberla precedido en los “favores” de su Dani… Porque su Dani era de ella, su hombre su macho, y ni así, en pretérito, quería compartirlo con ninguna otra hembra humana… Era algo que había sobrevenido sin ella enterarse de ello, espontáneamente, de sopetón… Pero así era… Estaba celosa de las mujeres que pudieran haber pasado por la vida de su hombre… Era demencial, pero ¿es que el amor no es, a veces, demencial?... Dani, por su parte, a la inquisitoria de su madre, se mostraba con tímida, casi vergonzante sonrisa
- A ninguna, mamá… A ninguna… Te lo prometo, querida mía… Te lo prometo…
Y Ester, al oírle, casi alucinaba… Alucinaba de agrado…De alegría…
- Es más, mamá; nunca hubo ninguna chica… Ninguna mujer… Tú has sido la primera… La única… La única mujer que hay, hubo y habrá en mi vida… La única, Ester… La única… También te lo prometo…
Y si Ester antes alucinaba, ahora lo hacía hasta en colorines… Le miraba con los ojos abiertos como platos, sin acabar de asimilar lo que su Dani le decía… ¡Dios, mío, Dios mío, Dios mío!... ¿Será posible?... Que él nunca, nunca… Parecía de locos, que a sus veintisiete todavía fuera virgen, pero de sus palabras sólo eso podía deducirse
- ¡Dios mío, Dios mío, Dani; mi amor, mi vida, queridito mío!… ¿Es verdad, cielo mío?... ¿Es verdad que…que…que tu primera vez me la has dado a mí?… ¿Que soy la primera mujer en tu vida?... No…no puedo creerlo… ¡Dios mío…Dios mío!... ¿Es verdad, mi amor?
- Pues claro que es verdad, mamita querida… Claro que es verdad… Y cómo no iba a ser así si te amo de toda la vida… Si la primera mujer, la primera chica en que me fijé fue en ti… Cómo iba a mirar a ninguna otra, a fijarme en ninguna otra… A desear a ninguna otra si tú eres la Mujer por excelencia… La mujer 10… La única mujer de verdad hermosa, bella, deseable, que hay bajo la capa del cielo… Cómo podía siquiera acercarme a ninguna otra, si sólo tenía ojos para ti… Eres mi primera mujer… La única que en mi vida habrá…
Se besaron una vez más, en caricia pletórica de amor, de cariño, hombre-mujer pero también exultante de pasión, de deseo entre macho y hembra… La temperatura pasional en ambos fue subiendo enteros y más enteros… Y más y más enteros… Se comían a besos, se mordían, enfebrecidos de pasional deseo
- Amor, esta…
Ester iba a decir “esta noche”, pero por una de esas casualidades que a veces se dan en la vida, en ese momento alzó los ojos al ventanal y comprobó que ya era día; eran ya algo más de las siete dela mañana y el sol, aunque aún débil, sin demasiada fuerza, había ya arrinconado las nocturnas sombras, adueñándose definitivamente del ambiente; así que rectificó
- Este día, mi amor, es nuestro día nupcial… Nuestro día de bodas… Y quiero que lo sea… Que lo sea de verdad, como siempre ha sido… Ya sé que eso ya no es lo normal….que ya no se lleva, pero de siempre, en la Noche de Bodas, la novia le ha entregado a su novio ya marido, su doncellez… Mi amor, yo todavía conservo algo virgen… En algo todavía soy doncella… En mi culito… Te gusta, ¿verdad?... Mi culito te gusta, ¿no es así, mi cielo?
- Me chifla, mamita
- Pues es tuyo, amor mío… Quiero que sea tuyo, ahora… Ahora mismo… Quiero darte en este nuestro día nupcial esa última virginidad que me queda
- Pero mamá… Te dolerá… Te dolerá mucho…
- ¿Crees que no lo sé?... ¡Pues claro que lo sé!... Pero no me importa… Lo aguantaré, como todas las mujeres aguantan el dolor de la desfloración… Es nuestro día de bodas y quiero que así sea. No te preocupes, mi amor… Me dolerá, pero luego sé que me gustará, que me harás feliz por ahí también… Espérame un momento, mi amor; voy al baño y enseguida vuelvo… Me traeré crema corporal… O vaselina, si la encuentro…
- No, no, espera Ester; espera… Se me ocurre una idea… Ya voy yo a traerme algo con que suavizar tu agujerito…
Dani se levantó de la cama y, más corriendo que deprisa, salió del dormitorio. Ester se quedó allí, en la cama. Se arrellanó, estirándose, voluptuosa… Estaba encendida; muy, muy encendida… Muy, muy, deseosa de su hombre; de hacerle feliz y que él la hiciera dichosa a ella… Pero también tremendamente nerviosa, tremendamente ilusionada… Se sentía más, mucho más joven. Le parecía haber vuelto a sus veintitantos años. Se sentía elástica, flexible… Como hacía mucho, mucho, tiempo que no se sentía
Por fin Dani regresó a los doce, quince, tal vez hasta veinte minutos. Y cuando apareció por la puerta, Ester no pudo reprimir una tremenda, alegre carcajada a todo reír
- ¡Pero…pero qué es eso!... Ja, ja, ja… ¿Qué pretendes? ¿Que escenifiquemos lo de la mantequilla de “El Último Tango en París”?... Ja, ja, ja…
Y es que Dani venía con una tarrina de mantequilla en una mano, la diestra, en tanto la otra, la izquierda, la traía cerrada en un puño También él rio de buena gana
- Pues…a lo mejor; pero… ¡Tiempo al tiempo!…