Historia de un amor

Aventura

HISTORIA DE UN AMOR

‘’Orgasmo: La pequeña muerte’’ Sarduy, Severo. Escritor cubano 1937-1993.

El matrimonio formado por INdalecio y Carolina decidió marcharse de Aroche, él tenía 38 años y ella 28, en esos tiempos, en aquella parte del país la vida no era fácil. Los que marcharon antes que ellos ya sabían que esas provincias que limitaban con Francia las cosas estaban mejor para comenzar una nueva vida. Ya afincados allí, un paciente de Indalecio le propuso ir a trabajar a Bélgica, cuando este le dijo lo que se ganaba en aquel país, no se lo pensó dos veces. El único problema es que por el momento tendría que ir él solo, Carolina a pesar de la tristeza lo entendió.

Ella se quedó sola, al poco tiempo consiguió encontrar trabajo. Ocasionalmente el marido le enviaba alguna carta. Durante un año, Indalecio no fue a visitarla ni una sola vez y el día que lo hizo estuvo solo 20 días. Después de un año regresó de nuevo a visitarla. Carolina no tardó en comprender que él estaba bien en aquel país y que no la necesitaba.

En sus ratos libres Carolina escuchaba novelas por la radio y hablaba de vez en cuando con su vecina y tejiendo jerseys, pero aquello no era suficiente. A su edad necesitaba alguien que le aplacase el calor que sentía en la entrepierna. Y descubrió dentro de su corazón que le gustaban los hombres más jóvenes que ella. Si tenían 17 o 18 años mejor que si tenían 24. Quizá porque aún se sentía una niña y no aceptaba a los hombres de la edad de su marido que no le llamaba la atención.

Desde su ventana podía oír como su joven vecino practicaba con su saxofón. Con la llegada del verano, con las ventanas abiertas, además de escucharlo también podía verlo a través de la ventana. Al principio solo se lanzaban miradas furtivas y algún breve saludo con la mano.

Aquel mozo de unos 18 años llamó la atención de Carolina, el chico era tan alto como ella, con una sonrisa franca y contagiosa. De esos cordiales saludos, pasó a dedicar 4 palabras por la calle. Aquel joven se llamaba Adriano y varias veces a la semana acudía al conservatorio a estudiar.

Aquellos furtivos encuentros empezaron a ser más frecuentes y las conversaciones cada vez eran más largas.

Carolina le propuso que cuando estuviesen los dos balcones abiertos, que él tocase una canción romántica para ella. Este le dijo que así lo haría.

Unos días más tarde escuchó como su vecino practicaba, ella se asomo para verlo y al darse cuenta le guiño un ojo. Entonces, el joven cambió el ritmo de su música y comenzó a tocar ‘’Extraños en la noche’’ que en esos tiempos era una canción muy conocida. Cuando acabó ella lo aplaudió sin que sonasen las palmas y después le lanzó un beso con la mano. Unos días más tarde, ella volvió a asomarse y este le dedicó otra canción.

Cuando se encontraron por la calle, ella le propuso ir a tomar un helado al lado del canal que cruzaba cerca de allí.

Aquella cita que comenzó a las 5 de la tarde se alargó hasta media noche, hablando de todo un poco. El le explicó que estudiaba y en sus ratos libres tocaba el saxofón como afición, pero dejando entrever que tampoco le importaría dedicarse de manera profesional. Carolina hubiese podido pasar horas escuchandolo. Carolina conocía sus armas de seducción y sabía que atraía tanto a jóvenes como a mayores, que su precioso escote atraía todas las miradas. Ella podía leer en los ojos de Adriano que a él también le atraían aquellas curvas. Pero su juventud le impedía expresar lo que sentían.

Durante mucho tiempo se repitieron las canciones dedicadas desde el balcón y los helados a la orilla del canal.

Cuando llegó Septiembre el barrio se preparaba para las fiestas en honor de su Santo patrón, San Miguel. En la plaza una orquesta tocaba, rara era la noche en la que los vecinos no estaban bailando hasta las 5 de la madrugada. Si Adriano tenía ganas de bailar con Carolina, a ella le pasaba lo mismo. Si para Adriano era una experiencia maravillosa tenerla entre sus brazos, sintiendo sus pechos contra el suyo, a ella le gustaba aún más. Entre el gentió que abarrotaba la plaza fueron bailando lentamente mientras disfrutaban del roce de sus cuerpos. Carolina, mas experta que él, paso sus brazos por el cuello de Adriano y con las uñas le acarició la nuca. Aquello hizo que Adriano tubiese una erección y ella al notarlo lo beso en el cuello. Adriano bajo su mano hasta las nalgas de Carolina para apretarla aún más contra el. Las horas fueron pasando sin que ningúno de las dos se diese cuenta.

Sobre las 3 y media de la madrugada un aguacero interrumpió el baile, todos los que estaban en la plaza regresaron a su casa mojados como ranas. Cogiendo de la mano a Adriano, Carolina lo llevó a su piso para secarlo. Una vez en la casa se desnudaron y comenzaron a secarse concienzudamente con una toalla.

  • Si quieres, mientras se seca la ropa, podemos meternos en mi cama. - le dijo ella juguetona- Y allí te contaré la historia de un ratoncito muy jugueton que me contaba mi abuela cuando era pequeña y que a mi me gustaba muchísimo.

Eran las 5 de la mañana cuando aquel ratoncito jugueton ya había salido y entrado varias veces de la cueva de Carolina. Algo que les debió gustar mucho porque estaban abrazados, como si temiesen separarse.

En el corazón de Carolina, sólo había sitio para Adriano, su Adriano, lejos quedaba su marido, que no tenía fecha de regreso y hacía tiempo que no sabia de el. Allá donde estaba ni le hacía falta el dinero ni la compañía de una mujer. Fue entonces cuando Carolina le propuso a Adriano mudarse a Jaén, donde su prima tenía una casa vacía.

La noche que se lo propuso, fue digna de recordar, si el jinete no se cansaba de montarla, ella no se cansaba de que la montasen. Llegó un momento en el que ella le urgió que le penetrase por el culo. Sus chillidos parecían más de placer que de dolor.

La luz de un nuevo amanecer, enmarcaba el horizonte de su nueva vida.

A las 3 de la tarde subian al expreso de Andalucía, con la ilusión de dos enamorados.

FINE