Historia de sumisión: escoger a una sumisa.

Se inicia una serie de relatos sobre la iniciación de una nueva sumisa. En este primer capítulo describo como encontré a una de mis sumisas. El relato tiene una base real pero se han ficcionado nombres, lugares y fechas.

Historia de sumisión: escoger a una sumisa

Tengo más de 20 años de experiencia como dominante. Cuando empecé, los contactos con posibles sumisa se articulaban con Apartados de Correos y anuncios por palabras y en los escasos clubs que existían. Ahora estoy suscrito a una web especializada y recibo 5 ó 6 mensajes diarios de candidatas a sumisa. El 90% de ellos son generados automáticamente por la web y no acaban en nada. El 10% restante permite establecer un primer contacto real.

Dentro de este porcentage empieza el paciente trabajo de separar las verdaderas sumisas de las curiosas. Aquellas que quieren un encuentro con un amo real de aquellas que solo quieren cibersexo. Quiero que quede claro, soy un dominante, no un empotrador. Si quieres que te pongan mirando a Cuenca, cómprate un GPS. Busco una sumisa real, valiente, que quiera entregarse y aprender. No tengo un cuerpo de adonis ni de tronista, pero puedo ser el cabrón más cruel que te haga gozar de la manera más pervertida, si te atreves.

El primer mensaje con Zara fue como otros tantos. Un "hola" y un conciencudo interrogatorio por su parte acerca del qué, el cómo y el cuando del BDSM. No experiencia previa en este campo, recién separada y que descubrió este mundillo gracias a películas como "Secretary" y libros como la saga de Grey y sus cansinas sombras. Expliqué cómo hago siempre mi filosofía como dominante: consensuar todo, la seguridad como norma, consentimiento siempre por escrito en forma de contrato y sentido común. Dos horas de mensajes para esplicar qué es una palabra de seguridad, una fusta y que sí, el BDSM hace daño de verdad.

Mi paciencia estaba ya un poco al límite. Las tres últimas sumisas no habían pasado esta fase. El dolor asusta. Soñar en ser atada en un ático de lujo al que se ha llegado en helicóptero después de montarse en un Audi A8 suena muy excitante. Ser atada de verdad, en un loft en un casco viejo, y sentir uns pinzas de tender la ropa de madera en tus pezones y una fusta en tu clítoris, no tiene glamour y tiene dolor real y placer intenso. Y eso, asusta. Y no está hecho para cualquiera.

No todas las mujeres entienden que cuando una es sumisa, su placer y su dolor dependen no del gusto propio, sino del deseo de su Amo. Cuando se habla de esto y se explica sin tapujos, las curiosas retroceden y las verdaderas sumisas mojan su coño y dan un paso al frente. Porque entregarse a un amo es renunciar a tu cuerpo y placer para convertirse en el juguete de tu Señor que te convertirá en las más pervertida de las zorras haciendote estremecer de placer y dolor si obedeces sus órdenes y rompes todos tus límites y tabús.

Zara estaba asustada. Lo reconoció abiertamente y eso me gustó. Le ofrecí iniciar un programa de entreno, un plan de 30 días para que pudiera explorar el BDSM en un entorno seguro y de confianza. Pasado este tiempo, si ambos estamos de acuerdo, iniciaríamos una relación Amo-Sumisa más íntima y formal. El programa de 30 días incluía cibersexo y sesiones presenciales. Acordamos martes y jueves para las sesiones virtuales y sábados para la sesión presencial. A parte, pactamos que podría mandarle mensajes al teléfono en cualquier momento con pequeñas pruebas y retos.

Fijamos los términos en un documento de entrenamiento, intercambiamos los teléfonos y acordamos que a las 12 de la noche del domingo al lunes, empezaba su training.

Continuará