Historia de sexo

Un repaso por la aventuras (algunas) que marcaron mi vida desde mi juventud hasta estos días. 100% real.

HISTORIA DE SEXO.

Hola, mi nombre es Pamela y quiero contarles mi historia a través d el tiempo con relación al sexo. Tengo que empezar diciendo que mis padres murieron en un accidente de auto cuando yo tenía 10 años, a partir de ese momento me fui a vivir con mis tíos mas queridos y más cercanos. La familia de mis tíos estaba compuesta por dos hermanos y una hermana. Pablo era mayor que yo por un año y Diego menor que yo por un año y Laura era la más chica y tenía cuatro años menos que yo. Con mis primos siempre me había llevado bien y me recibieron con los brazos abiertos. Después de superar la pérdida de mis padres me fui convirtiendo rápidamente en un miembro más de esa familia. Laura y yo ibamos al mismo colegio y los chicos entre ellos también. Cuando terminé la primaria me cambié al colegio de mis primos para hacer la secundaria. Laura siguió en el mismo colegio.

En un año ya me había hecho de muy buenos amigos en la secundaria y en los recreos a veces me cruzaba con mis primos. Al terminar mi primer año de secundaria, en las vacaciones, noté como mi cuerpo empezó a cambiar rápidamente. Había cumplido 13 años y en mi pecho aparecieron dos bolsas de carne. Mis tetas se desarrollaron de una forma increíble. Casi no salí durante el verano para que no me vieran. Hablé muchas veces con mi tía y me dijo que no tenía de qué avergonzarme pero no lo podía evitar. Me comparaba con mis amigas de mi misma edad y era impresionante. Cuando volví ese año al colegio era el turno de mis hormonas. Estaba rodeada de chicos casi todo el tiempo y me empezaban a llamar la atención.

Mis dos primos y yo ibamos a un club a practicar deportes. Yo hacía hockey, Pablo rugby y Diego fútbol. En cada partido de hockey que jugábamos se llenaba de chicos que nos miraban jugar con minúsculas falditas y ajustadas remeras. Ese era un gran problema para mi. Pedía un talle mas grande para que mis tetas no se notaran tanto pero se terminaban notando a la hora de correr ya que por cada movimiento mis tetas se bamboleaban. Cada vez mas, poco a poco, fuimos notando que gente grande iba a ver los partidos, bah gente, hombres.

Todo eso me gustaba mucho, me hacía sentir deseada y me gustaba, empezaba a notar un cierto poder sobre los hombres. En el verano siguiente ya tenía 14 años. Me gustaba estar en la pileta y ser la mas mirada. Los hombres no eran nada disimulados, la mayoría eran chicos pero los grandes tampoco sabían disimular. Mientras estaba adentro del agua parecía una presa rodeada por tiburones, todos me pasaban cerca y trataban de rozarme. Yo me divertía mucho. En uno de esos días se me acercaron mis primos y empezamos a jugar. Después nos fuimos a una de las paredes de la pileta y nos pusimos a hablar. De a poco la charla subía de tono.

-Che Pame, viste como te miran todos?-me dijo Pablo.

-Si, son unos pesados- decía yo.

-Son unos viejos calentones, están calientes con vos-Pablo era el que hablaba y Diego se dedicaba a mirarme. Sobre todo trataba de mirar mis tetas bajo el agua. Parecía hipnotizado. Pablo seguía con la charla y cada vez se ponía más caliente.

-Has estado con algún pibe ya?

-No! Que decís? Tengo 14 años.

-Y qué. Mirá lo que sos, pareces de más.

-De cuánto?

-No se, de 17, 18 años.

-Y vos? Ya estuviste con alguien?

-Yo si. Me cojí a la Natalia.

-Sosa?

-Si.

-Y que tal?

-Es una chillona de mierda. No sabe coger, ya me cansó.

Yo me reí. Siempre habíamos sido abiertos a la hora de hablar, pero era la primera vez que hablábamos de sexo y lo estábamos haciendo con total fluidez.

-Y vos Diego?

-No, Diego quiere debutar con vos- me dijo Pablo.

-Callate nabo- le dijo Diego.

-Pero si es verdad.

Miré a Diego y se había puesto de todos colores.

-Si te incomoda la charla salí del agua- le dijo Pablo riéndose.

Lo miré a Diego bajo el agua y estaba duro, tenía su pija parada. Diego se tiró encima de Pablo y empezaron a forcejear. Pablo lo empujó y lo tiró contra mi. La espalda de Diego quedó contra mis pechos.

-Dale Pame. No ves lo caliente que esta- seguía diciendo Pablo-Asi debutan los dos.

-Estás loco? Somos primos.

-Y qué. Mejor, queda entre nosotros nada más. Nadie tiene que enterarse. Yo los ayudo.

Pablo estuvo mucho tiempo tratando de convencerme mientras Diego de ves en cuando decía algo. Al final me convencieron, tenían el lugar y todo. No muy lejos de ahí, cruzando el alambrado del club había un campito. Lo llamaban el debutero porque todos o por lo menos muchos iban ahí por su primera vez. Nos salimos de la pileta y nos envolvimos en los toallones. De a poco nos fuimos alejando de la gente, tratando de que nadie nos viera. Yo estaba muy nerviosa. Cruzamos el alambrado y caminamos como 300 metros. Habían muchos árboles y muchos yuyos. Llegamos a un lugar mas descampado, bajo un árbol. Nos sacamos los toallones y los pusimos en el suelo. Pablo era quien dirigía todo. Se sentó con la espalda apoyada en el árbol.

-Listos? Empiecen, dale Diego.

Diego se sacó su maya y quedó en pelotas, se acercó a mi y me bajó la parte de abajo de mi bikini. Me hizo acostarme en los toallones, agarró su pija y apuntó a mi conchita. Yo estaba asustadísima. Pablo se reía.

-No bestia, para. Asi tenés que hacerlo.

Pablo se levantó y lo sacó a Diego. Con una mano me tomó la cara y acercó la suya, empezó a besarme después me empezó a tocar bajando hasta mis tetas, me las masajeó un poco y me sacó la parte de arriba del bikini. Me gustaba mucho lo que hacía. Cuando mis tetas estuvieron afuera bajó hasta ellas y las empezó a besar y después a lengüetear. Me dijo que mis tetas era hermosas. Yo me tranquilicé muchísimo. Volvió a besarme la boca mientras con otra mano bajaba a mi conchita y la sobaba por encima, apenas me tocaba. Yo me sentía muy bien pero en ese momento paró y le dejó el lugar a Diego. Le dijo que así tenía que hacerlo. Diego lo imitó pero no me sentí igual. Al cabo de un rato Pablo le dijo que ahora sí estaba lista. Me acosté y Diego me penetró. Me dolió mucho. Diego se asustó porque vio un poco de sangre.

Pablo lo tranquilizó. Yo mantenía los ojos cerrados y trataba de no llorar pero sentía que no podía aguantar mucho más. Diego seguía metiendo y sacando su pija y a mi me dolía mucho, pablo se acercó y empezó a besarme y a decirme que estaba todo bien, que me tranquilizara, que lo estaba haciendo bien, que era muy bonita, que le gustaba mucho y todas esas cosas que me hicieron sentir bien otra vez. Asi siguió todo hasta que Diego estuvo por acabar por segunda vez y pablo le recordó que lo hiciera fuera. Mientras Diego se limpiaba Pablo y yo nos seguimos besando, el me tocaba y yo me empecé a animar a tocarlo a él. Nosotros seguimos así y Diego se fue. Después nos fuimos nosotros. Pablo no dejaba de preguntarme cómo me sentía y eso me daba mucha tranquilidad. Pasó una semana y otra vez en el club vi a Pablo meterse al baño de los chicos y lo seguí. Se sorprendió al verme y le pregunté.

-Porque vos no me cojiste la semana pasada?

-Qué?

-No te gusto?

-No seas tonta, cómo no me vas a gustar si sos hermosa, mirate. Sos la más linda de acá.

-Y entonces?

-No se, que se yo.

En ese momento me acerqué a él y lo besé. Él me respondió el beso y nos empezamos a tocar, le dije que me gustaba mucho y nos desnudamos. Me llevó adentro de unos de los baños y él se sentó. Me ayudó a ponerme arriba de él y de a poco fui bajando hasta tocar su pija. Me dijo que bajara muy despacio y asi lo hice hasta sentir que su verga estaba adentro. La de Diego parecía más grande o por lo menos dolía más cuando me entraba, pero me gustaba mucho más Pablo y su verga. El era quien se movía, quien me besaba y yo sólo disfrutaba. Me estaba haciendo sentir muy bien. Estuvimos dos minutos hasta que mis gemidos casi nos delatan. Después que se fueron los que entraron seguimos y por fin supe lo que era un orgasmo. Al mismo tiempo Pablo acabó dentro mío. Ninguno de los dos dijo nada. Lo volvimos a hacer millones de veces. Cuando Pablo salía lo hacía con Diego. Pablo le advirtió a Diego que nunca hablara de esto pero parece que Diego no se aguantó porque Pablo escuchó rumores. Tuvieron una pelea en donde Diego salió lastimado y mi tía los castigó a los dos. Los tres tuvimos una charla y prometimos nunca más pelear y nunca más hablar a espaldas del otro.

Como a los 16 años, un día de verano, en las vacaciones estábamos los tres muy aburridos, hacía mucho calor y había poco para hacer. Diego propuso ir al cine donde también había aire acondicionado. El problema era que no había plata. Al otro día las cosas habían cambiado poco. Un vecino y amigo de los chicos Gerardo, se acercó hasta donde estábamos nosotros y se quedó un rato ahí. Pablo habló con él sobre que no había plata y no se cómo Gerardo dijo "y... podemos hacer negocios, porque por plata me cojería a tu prima...". cuando se dio cuenta de lo que había dicho ya era tarde, empezó a pedir perdón, sobre a todo a mí, y el color de su cara cambió a rojo fuego. Nosotros nos estábamos por reir. Pablo me miró y me hizo un gesto como preguntando si me animaba.

-No debe ser tan malo, no?

-La verdad que no-le contesté mirando de arriba abajo a Gerardo.

Entre bromas y comentarios serios quedamos en que él me podría coger por 30 pesos. Yo me estaba divirtiendo con toda la situación y comenzaba a excitarme la forma en que negociaban conmigo. Gerardo no me sacaba la vista de encima. Repartiríamos el dinero entre los tres. Gerardo fue a buscar plata y enseguida volvió. Ahora era cuestión de buscar un lugar. A unas cuadras de donde estábamos había una casa en alquiler. En una noche de lujuria a mis primos y a mi nos sacaron de ahí y nunca más volvimos. Pero Gerardo tenía otro lugar por donde entrar. Para eso necesitaba hablar con otro chico que vivía pegado a esa casa. Estuvieron un buen rato hablando y mirándome.

Diego me decía que "seguro que el nabo de Gerardo le dijo todo a este otro". En ese momento le sonreí al amigo de Gerardo. Nos hizo pasar y pudimos entrar a la otra casa saltando la medianera. Pablo y Diego se quedaban afuera para vigilar y tener todo controlado. Gerardo y yo entramos tomados de la mano. No había cama ni nada por el estilo pero el lugar parecía limpio. Yo llevaba un short de jean hecho de un pantalón viejo y una remera que me quedaba bastante pegada al cuerpo. No llevaba bombacha porque ya me parecían incómodas, sí corpiño porque era muy difícil de otra manera disimular mis tetas, aunque a veces no quería disimularlas. Me saqué la remera y el corpiño mientras Gerardo se sacaba su remera.

Cuando me vio se quedó sin respiración. Se quedó tieso. Le dije que podia tocar si quería. Se vino hacia mi y me empezó a tocar todo, las tetas, el culo, todo. Su boca saltaba de una teta a la otra, en un momento casi me muerde de lo emocionado que estaba. Me bajé el short y traté de sacarle el suyo. Cuando le saqué el calzoncillo él gimió y se apartó de mi. Sentí un líquido en mi estomago, era su leche, había acabado, sin hacer nada. Estaba muy preocupado y avergonzado. Con Pablo había quedado en que cuando acabara se terminaba todo. Me dio una cierta ternura su actitud asi es que decidí agacharme y agarrar su verga con mi mano, él se asustó un poco. No estaba nada mal, parecía la verga de Pablo. Abrí mi boca y la llevé a dentro.

Con algunos movimientos incluí mi lengua. El gemía y me decía que le gustaba, que lo hacía muy bien y todo eso. Al movimiento de mi boca y mi lengua le agregué un movimiento con la mano como pajeándolo. Su cuero se fue hacia atrás y su cabeza quedó desprotegida. Fue la primera vez que sentí el sabor del semen. Claro, no se había limpiado luego de su acabada precoz. Me asqueó un poco y por eso saqué mi boca. Le pasé mi mano para limpiar un poco mientras le sonreía a Gerardo. Lo pajeé y después volví a meterme su pija en mi boca. Él se agarraba de la pared y parecía que sus piernas le temblaban. Me puso una mano en la frente y trató de apartarme, eso hice y él acabó una gran cantidad de semen. Agarré su pija y le pasé la mano para limpiarla, nos vestimos y nos fuimos de ahí. Me bañé rápido y fuimos los tres al cine. La había pasado bien, me había divertido y encima tuvimos dinero para ir al cine. No fue la única vez que hicimos eso.

Los rumores de lo sucedido se extendieron y empezamos a tener más "clientes". Quedamos de acuerdo con el amigo de Gerardo, el de la casa pegada a la casa en alquiler, para que nos ayudara a cruzar. Un poco de dinero era para él. Los viernes a la tarde y a la noche tenía un cliente. Lo habíamos hecho así para tener dinero el fin de semana y poder salir. En esas salidas me gustaba emborracharme y terminar entre hombres, tocada, casi abusada. Más de una vez mis primos y sus amigos tuvieron que sacarme con riesgo para sus físicos de ahí. En el colegio me iba muy bien y mi tía no sospechaba. A esa altura ya casi todos los chicos del barrio habían pasado por mis agujeros.

El dinero ya no importaba. Los fines de semana, sábados a la tarde íbamos ala casa en alquiler y tapábamos las ventanas con diarios o con lo que fuera para a la noche hacer fiestas de todo tipo. Llevábamos velas y las prendíamos. Había alcohol y de vez en cuando algunos cigarros de marihuana. Solo una vez probé. Era un verdadero desquicio. Yo era la única mujer. Hacía strep tease y todos esos juegos y siempre terminaba clavada. Aunque también siempre volvía a Pablo. Casi sentía que me había enamorado de él. Me protegía todo el tiempo, me cuidaba siempre, sobre todo cuando estaba borracha. Un fin de semana terminó castigado por pelear por mí en un boliche y lo compensé con dos horas de sexo.

El sábado a la tarde seguía castigado. Los chicos del barrio se juntaron y nos dijeron a mí y a Diego que organizáramos algo en la casa en alquiler, yo no estaba de acuerdo, ya que el que organizaba todo eso era Pablo. Diego no le dio importancia y terminamos otra vez ahí. Esa noche me quedé muy borracha y todos me cojieron. Diego no pudo cuidarme, nunca quiso hacerlo, nunca pudo. Fue mi primera orgía. Era penetrada por dos a la vez, me hacían chupar las pijas acabadas, llenas de leche. Cuando me desperté a la mañana estaba desnuda y con semen en todo mi cuerpo, rodeada por todos los que me habían cojido. Me sentía la más puta del planeta. Uno de ellos se levantó para irse pero lo agarré y lo cojí. Chupé su verga y dejé que me penetrara. Después de eso la calentura se me fue.

Todo ese año fue así o por lo menos parecido. Yo no dejaba los estudios, pensaba qué estudiaría en la universidad. Antes de terminar el año escolar, el último, un fin de semana un chico del barrio organizó una fiesta para su cumpleaños. Eran alrededor de diez chicos, contando a Diego y a Pablo, y yo. Nadie más. La fiesta iba bien, con mucha comida y más alcohol todavía. La música nos hacía bailar, la fiesta se fue poniendo cada vez más picante. Ahora sólo iba y venía el alcohol, no terminaba de tomar una cosa que ya tenía otra en el vaso.

Tardó poco en hacerme efecto. El cumpleañero se puso muy caliente y se me vino encima, me empezó a tocar y a tratar de sacarme la ropa. Yo sólo podía sonreír. Buscaba con la mirada a Pablo y todo me daba vueltas. Sus manos llegaron a mis tetas, trataba de apartarlo y no daba resultados, Pablo apareció en la sala y hubo algunos gritos, insultos. De repente me encontré con las tetas al aire y tirada en un sofá, con él encima mío, comiendo mis tetas.

Otro parecía tratar de sacarme el pantalón, no podía defenderme. Volteé la cabeza y vi a Pablo agarrado por dos de los chicos, yo preguntaba que pasaba, no veía a Diego. Pablo se zafó de los chicos y otros dos salieron a agarrarlo, forcejearon un poco hasta que golpearon a Pablo. Le daban patadas en el estómago, yo traté de zafarme y no podía. Diego llegó y recibió de lo mismo. Yo me quedé con el del cumpleaños que me estaba penetrando. No me había dado cuenta cuando me había penetrado. Estaba en un movimiento de mete-saca. Me levanté como pude y lo empujé, cayó del sofá y fui hasta donde estaban mis primos. Yo también recibí golpes. Me pegaron varias veces en la cara y algunas patadas en las piernas. Empecé a llorar y a ver a Pablo y Diego atados. Me empujaron contra una pared y me golpeé muy fuerte. Pedía que pararan, preguntaba qué pasaba y no había respuestas.

El del cumpleaños llegó por atrás y me penetró. Me dijo de todo, me insultó y me llenó de su leche. Me dieron media vuelta en la pared y traté de pelear para salirme pero no pude. Ellos me pegaron más. Me empujaron muy fuerte y caí al piso al lado del sofá. Se me acercaron y se desnudaron todos. Algunos se pajeaban y otros empezaron a orinar ahí mismo. Las risas llenaban el lugar. Mis primos ya no gritaban, la música estaba muy fuerte como para que alguien escuchara. Si ellos se habían rendido, qué podía hacer yo? Estaba siendo orinada por todos o casi todos. Algunos me levantaron y me sostuvieron arrodillada y otros me golpeaban con sus vergas en la cara. Otros que se habían estado pajeando acabaron en mi cara. Después llegaron las penetraciones. Yo casi tenía los ojos cerrados, no podía mantenerlos abiertos, sólo podía sentir los movimientos de entrada y salida y de vez en cuando las acabadas cerca de mi rostro o en mi cuerpo.

Al otro día me desperté en un baldío al lado de mis primos. Tenía mi ropa ahí cerca y me vestí. Acordamos no decir lo que había pasado realmente. Teníamos que volver a casa cuanto antes. Cuando llegamos su padres nos esperaban, se asustaron mucho de vernos golpeados, sucios y mal olientes. Les dijimos que nos habían robado, nada más. Me fui a dar una ducha y estuve ahí como una hora. Fuimos varias veces al hospital, pero pedíamos ir solos, sin mis tíos. Poco y nada hablábamos de lo pasado. Ellos hablaban de venganza, de que era muchos y yo no me metía en eso, quería dejar todo atrás, olvidarme y seguir, pero ellos al parecer no. Terminé el año con muy malas notas y ni ganas tenía de pensar en la universidad. Me fui a hacer un examen médico, sólo un chequeo y la sorpresa fue que me dijeran que estaba embarazada. El mundo se me vino encima, ahora sí estaba mal, muy mal. Podía ser de cualquiera, de cualquiera del barrio, de los abusadores o de cualquiera de mis primos.

No sabía qué hacer. Si decía lo que realmente pasaba se destaparía todo y nadie se salvaría. El barrio todo estaría metido en eso y ni hablar de mis primos. Constantemente me preguntaba si yo era la responsable, la culpable de todo eso. Pensé todas las posibilidades y al final tomé una decisión. Compré un boleto de colectivo para irme a otra provincia. No quería abortar, no era una asesina y así lo veía yo. Creía que si hacía eso me arrepentiría el resto de mi vida. No quise pensar más allá de irme, después las cosas irían saliendo. Dejé una nota a mis primos explicando todo y otra a mis tíos en la que sólo les decía que me iba para encontrarme y todas esas cosas.

Cuando me instalé busqué trabajo de inmediato, conseguí algo sencillo. No tenía pensado quedarme mucho tiempo ahí. El sueldo me sirvió para alquilar algo chico e ir comprando algunas cositas para mi hija. En unos días supe que era nena. La panza ya no se dejaba ocultar. Trabajé hasta que pude. Incluso un día antes de terminar en el hospital para tenerla. Yo tenía 17 años cuando nació mi hija. Todo salió muy bien. Unos días de reposo y a volver al trajín de siempre. Mi hija me había dado esperanzas totalmente nuevas. Tenía ganas de seguir viajando. En cuanto pude juntar un poco de dinero con algo de trabajo sucio me fui a Estados Unidos, a Miami. Mi hija tenía iba a cumplir dos años cuando nos fuimos.

Allá conseguí trabajo bien pagado pero todo lo demás era caro. Entré a trabajar como administrativa a una empresa de bebidas local. Cuando conocí al dueño quedé enamorada de él. Un caribeño moreno alto de ojos claros y un acento que derretía. Era de Cuba. Una noche que se tuvo que quedar trabajando aproveché para quedarme con la misma excusa. Avisé a una vecina que no podría llegar antes y que le encargaba a mi hija. Pensé en ser sutil con él. En tratar de seducirlo, de calentarlo, pero la caliente era yo. Sentía que me hacía hervir la sangre. Decidí desnudarme por completo y entrar pasara lo que pasara. Cuando mi jefe (Juan Cruz) me vio quedó con la boca abierta. Me fui detrás suyo y le masajeé los hombros, le dije al oído todo lo que me calentaba y vi su pija subir a través de su pantalón de vestir. Di media vuelta y me senté sobre él, de frente. Nos besamos. Sentía su pija pedir ayuda para salir. Me hice un poco para atrás y la liberé. El comenzó a besar mis tetas, morder mis pezones. Hacía mucho tiempo que no me sentía así. Mientras él disfrutaba de un manjar en mis tetas yo garraba su verga y la tocaba toda. La sentía enorme, ancha. Me volví a mover para adelante un poco e introduje ese pedazo en mi concha que estaba totalmente húmeda. Sentirla adentro mío fue glorioso. Juan empezó a moverse ayudado por sus piernas. Tocaba mi culo, me besaba. Yo estaba en una nube.

Cada embestida suya me dejaba muerta. En un momento se levantó de su silla sin sacármela y me acostó sobre su escritorio. Las embestidas fueron mas feroces todavía. Yo gritaba del placer. Me pidió que callara pero no podía. Había un guardia dando vueltas. Tomó algo de un cajón y lo metió en mi boca. Me sentía una zorra total. Desde mis años de barrio no me pasaba. Yo había tenido unos dos orgasmos y él seguía entrando y saliendo de mi maltratada concha. En un momento dejó de moverse. Intuí que estaría por acabar. Saqué lo que había puesto en mi boca y le dije "dejala adentro" y me hizo caso. Unos movimientos más y pude sentir toda su leche caliente inundar mi agujero. Cuando terminó de eyacular sacó su pija y pude sentir como si se desbordara mi concha, algunas gotas de semen fueron cayendo hasta terminar seguramente en su escritorio. Tenía curiosidad por saber qué había puesto en mi boca así es lo que tomé con las manos. Era un calzoncillo. Lo miré a Juan y el me dijo que se lo había sacado planeando algo entre nosotros, que sabía que yo me quedaba a trabajar y que lo calenté en la entrevista que me hizo. Sentada en el escritorio, en la orilla, lo agarré de la camisa y lo traje hasta mi. Nos besamos.

Agarré su verga y la masajeé hasta que se volvió a empinar. Me acosté boca abajo en el escritorio con mis tetas colgando y le dije que se sentar. Cuando estuvo en la silla me llevé su pija a la boca y empecé a lamerla. Habían algunas gotas de su acabada todavía y las tragué sin problemas. Chupé su cabeza hasta dejarla brillante por la saliva, con una mano me ayuda pajeandolo. Sentir su verga entre mis manos me excitaba muchísimo. El no dejó sus manos quietas. Fue directamente a mis tetas. Las tocaba, pellizcaba mis pezones. Me estaba calentando mucho otra vez. Quería mas de su leche. Seguí masajeando su verga, lo pajeaba con todo, con gran velocidad, mientras mi labios seguían el movimiento de mi mano. Hice más duro el roce de mis labios con su carne y así al cabo de un tiempo por fin volvió a liberar una gran carga de semen. La mayoría quedó en mi rostro, un poco también tragué y otro poco cayó sobre el suelo y sobre el escritorio. Terminé de limpiar su verga, nos vestimos y nos fuimos a su departamento. Cojimos toda la noche. Yo estaba como loca, como liberada, como si nunca hubiera sentido algo así. Hicimos de todo en su departamento, me di una ducha y volví a casa. Me dio el día libre y lo pasé con mi hija. Empezamos una relación que comenzó como sexo y después se fue formalizando al punto de que casi todos en el trabajo sabían de nosotros.

Vivía bien, estaba en pareja, con mi hija sana y sin problemas económicos. Mi vida se encaminaba. Juan y yo estuvimos saliendo un año, en el cual también conoció a mi hija y se hicieron amigos. Nuestra vida sexual era muy activa, éramos muy ardientes, pero de a poco fui descubriendo un lado algo oculto de mi pareja. Su padre venía de vez en cuando. Era el verdadero dueño de todo, Juan lo manejaba porque Santos, su padre, ya no quería trabajar. Era un hombre que se mantenía muy bien, practicaba mucho surf y eso le daba algo que atraía a las mujeres. Además se hablaba de su gran poder dentro y fuera de la empresa. Juan nos presentó formalmente e hizo una cena en su casa. Todo transcurrió de lo más normal. Santos se aparecía cada vez más seguido por las oficinas hasta que un día Juan habló conmigo.

-Has visto cómo te mira mi padre?- me dijo sin rodeos.

-Que?

-Si. Si te has dado cuenta de que le gustas o algo así.

-No. No, no se de que me hablas.

-Nunca lo viste duro mientras han estado juntos?

-No. De que estas hablando?

-De que lo calentás Pame, de eso hablo, de que cuando estas cerca de él se le para, se le pone dura, tiesa, se le empalma.

-No, nunca me di cuenta-le contesté tratando de ocultar una risa.

-Me confesó que le encantaría cojerte. Y quiero que lo hagas, quiero que cojas con él.

-Qué? Te volviste loco?

-No, para nada. Pero está claro que le gustas y que quiere tenerte. El es el dueño de todo, el que no necesita nada y resulta que ahora quiere algo que yo tengo.

Estaba siendo tremendamente humillada. Me trataba como un "algo", como un objeto.

-Quiero que cojan una vez y nunca más te le acerques, que se muera, que me suplique.

Parecía un demente, totalmente fuera de sí. Estuvimos hablando un rato más hasta que entró Santos sin avisar. Me miró de arriba abajo y me dijo un piropo. Después se sentó en un sofá y ahí se quedó hablando con Juan Cruz casi sin quitarme la vista de encima. Juan tenía razón. Hice algunos movimientos sexys como arreglarme la media o mirarme las piernas o agacharme para que viera mis tetas y cuando lo volví a ver se trataba de acomodar en el sofá para disimular su erección. Le regalé una sonrisa cómplice y él se desinhibió por completo. Se levantó del sofá y se paró muy cerca de mí. Siguió hablando con su hijo como si nada y ahora el que jugaba era él. Sobresalía un gran bulto hacia delante y un poco más grande hacia uno de los costados. Me intrigaba saber cómo era su verga, me estaba calentando. Yo tenía la vista perdida en su pedazo y él trataba de ver más de mis tetas. La escena no podía ser más morbosa.

Por fin salió de la oficina como si nada. Juan se levantó y se acercó hasta mi. También tenía una tremenda erección. Me agarró fuertemente de un brazo y me levantó en seco de la silla y me tiró boca abajo sobre el escritorio. Me levantó un poco la minifalda y me bajó la tanga que traía. Me dijo que era "una perra zorra por mirar así a su padre y por calentarlo de la forma en que lo calenté" y me puso su verga sobre la raya de mi culo. Así estuvo un rato moviendo su pija hasta que la metió en mi culo. No fue nada suave. Había una mezcla de enojo y calentura en sus movimientos. Me estaba matando. El roce de su verga en mi agujero me quemaba. El dolor era muy grande pero pronto desapareció y se mezcló con mucho placer. Sobre cuando me llenó de su leche. Otra vez toda una acabada, como era su característica. Sacó su verga y se sentó en la silla en la que yo estaba. Estaba exhausto. Me terminé de sacar mi tanga y me bajé la minifalda me arrodillé frente a él y limpié su verga. Después salí de su oficina como si nada. Sentía que su acabada desbordaba el agujero de mi culo. Sentía que se escapaba el semen y que recorría mi pierna. Me encantaba. Así terminé trabajando ese día.

Pensé lo que me había pedido y no podía evitar sentir una atracción sobre Santos. Los días fueron pasando. Santos empezó a trabajar más seguido en la empresa. Sus miradas cada vez era menos disimuladas, hasta un día me dijo si no quería volver a ver su verga erecta, por aquello que pasó en la oficina de su hijo. Días después fui a ver a Juan, pero no estaba en su oficina, sí estaba Santos. Me recibió con una gran alegría y un beso muy cercano a mi boca que me puso muy nerviosa. Me dijo que estaba más linda que de costumbre. Yo miré para afuera y vi a Juan haciéndome señas de que me callara y siguiera el juego. Me estaba regalando en bandeja. Juan quería ver todo. Me senté y hablé con total sinceridad con su padre.

-Tengo algo que decirle Santos.

-Qué cosa?-preguntó dejando de hacer lo que hacía.

-Usted me calienta. Realmente me calienta. El otro día acá con lo que pasó, cuando se fue, su hijo y yo cojimos pero en verdad yo quería coger con usted Santos.

Sus ojos se abrieron bien grandes, no esperaba lo que le dije. Se levantó de su silla y vino hasta mi.

-Si supieras la cantidad de pajas que me he dado en tu honor-me dijo mientras me tomaba de la mano. Nos quedamos parados frente a frente. No tardó en empezar a besarme. Su pasión era indescriptible. Apretaba con fuerza mi culo, su lengua desafiaba a la mía a un combate a muerte dentro de nuestras bocas. Sin darme cuenta mi tanga ya estaba en mis rodillas y mi corpiño desprendido. Metió una mano en mi entrepierna y buscó mi clítoris. Cuando lo encontró sentí mis piernas temblar. Enseguida bajó con su lengua a mi tetas. Me estaba haciendo de todo, me estaba haciendo gozar. Me olvidé por completo de Juan y de su estúpida rivalidad con su padre.

Entre gemidos Santos me llevó al sofá y me sentó allí. Con su boca estaba terminando lo que había empezado antes. Perdido en mi húmeda concha lengüeteaba todo lo que encontraba mientras con una de sus manos pellizcaba mis pezones. Era más que claro que no era la primer mujer a la que hacía gozar de esa manera. Tuve dos grandes orgasmos con Santos metido ahí abajo. Después del segundo se acercó a mi y me besó. Pude sentir el sabor de mis jugos vaginales en su boca. Con desesperación bajé el cierre de su pantalón y saqué su verga. Por el momento sólo la sentía con la mano. Crecía en mi mano. Mientras nos besábamos no dejaba de crecer. El se hizo a un lado y se acostó en el sofá con su es nuca apoyada en el apoya-brazos y yo lo seguí sin soltar su pija. Le saqué el pantalón y me dispuse a deleitar mis ojos con aquel monumento a la verga. Ya estaba tiesa. Yo puedo jurar que si él quería podía llegar a chuparsela sin problemas. Era más larga que la de Juan e igual de gruesa. Pero mas recta, más perfecta. Sus bolas descansaban en el sofá pero eran enormes. Me quedé mirándola un buen rato, buscando algún defecto. Miré a Santos con una sonrisa en la cara y le dije.

-Quiero que me la metas toda, aunque me mates, me encantaría morir con esta verga adentro...

Le dije mientras me acercaba a ella con mi boca. llegué hasta la mitad y sentí cómo tocó mi garganta. Las arcadas hicieron que tuviera que sacarla. Santos se reía, se burlaba de mi. Para vengarme volví a abrir mi boca y empecé a lengüetear y a besar su cabezota. Enseguida la mordí. Apreté mis dientes y Santos gritó. Se asustó. Dejé de morder y chupé frenéticamente su pedazo. Iba de arriba abajo muy rápido. Mis manos recorrían el resto de su pedazo. Me dediqué a chuparla como un helado, sólo con mi lengua, recorriéndola toda. Dejé de chuparla. Sólo la pajeaba. La quería adentro mío de inmediato. Santos entendió. Me dijo que no soltara su pija. El se levantó y se fue atrás del escritorio. Llegó hasta la ventana y me hizo ponerme de espaldas a ella. Apretó su verga contra mi estómago, qué sensación! Nos besamos a puros lengüetazos, el agarraba mi culo. Después me hizo dar vuelta y para mi sorpresa en la construcción de enfrente, ya todos o casi todos nos estaban mirando. Me terminó de empujar contra la ventana, apoyé mis manos en ellas. Mis tetas quedaban apretadas. Los gritos de los calientes albañiles de enfrente no se podían escuchar, pero sí adivinar. Qué morbo me daba toda aquella situación. Recordé que también afuera, seguramente mirando estaba Juan Cruz. Salí de ese trance en cuanto sentí la verga de Santos en la entrada de mi concha. Estaba realmente mojada así es que entró de un solo saque.

Entró de una hasta la mitad. Mi espalda se arqueó automáticamente. La sacó y la volvió a meter pero esta vez lentamente hasta dejarla toda adentro. Había entrado toda, no lo podía creer. Empezó un mete saca muy lento y de a poco lo fue acelerando. Sus embestidas me dejaban contra la ventana. Mi cara de goce era vista por los albañiles del otro lado que me mostraban sus miembros también. Su ritmo era cada vez mas rápido, me decía de todo, yo le contestaba. Metió un dedo en mi culo, sentí como si fuera el dedo gordo. Lo miré a la cara dándome media vuelta y me di cuanta de que acabarían en cualquier momento. Sentí su torrente de leche llenar mi conchita maltratada.

Su leche estaba muy caliente. Nunca sacó su pija, para mi sorpresa. Siguió bombeando. Los ruidos de choque de su verga y su leche y mis jugos eran exquisitos. Sacó su dedo de mi culo y puse ambas manos en mis caderas, enseguida una de ellas bajó y fue a mi clítoris. Al escuchar mis gemidos aumentó su ritmo. Mis uñas rasguñaban la ventana. Sacó su otra mano de mi cadera y la llevó a mis tetas. Al oído en plena penetración me dijo que le encantaban mis tetas. Me apartó un poco de la ventana para ver mis tetas moverse al ritmo de cada una de sus embestidas. Por eso mismo me embistió con mas fuerza. Sus dos manos estaban en mis tetas. Yo saqué mi lengua y empecé a chupar el vidrio de la ventana.

Qué bien me estaba cojiendo. Sentía caer su acabada anterior por una de mis piernas desbordando mi concha con su tremendo pedazo. Unos minutos más así y me dijo que se venía. Yo tenía una idea. Le dije que la sacara, me arrodillé y él se siguió pajeando, abrí mi boca y por fin acabó. Toda mi cara fue blanco de su acabada. Agarré su verga y la chupé hasta sacarle la última gota que le quedaba. La saqué de mi boca y acumulé su leche en mi boca. me levanté con una sonrisa y acariciando su pedazo. Bajé mi cara, junté mis labios, los puse en forma redonda y empecé a largar la leche acumulada. De esa manera fue cayendo en una de mis tetas. Con lo que quedaba en mi boca hice lo mismo con la otra teta. Santos me decía que era una puta mientras me daba media vuelta y miraba a los albañiles totalmente locos enfrente. Miré mi concha y se había formado como una espuma con la leche de Santos. Me vestí rápidamente, me lavé la cara en el baño de la oficina y salí. En el camino me topé con Juan Cruz que sólo me miró.

Nunca seguí su juego. En su lugar seguí mi propio juego. Continuar con las sesiones de sexo con su padre que disfrutaba más que con su hijo. Juan Cruz no lo sabía. Un día estaba con Santos calentándonos y sonó el teléfono. Era Juan Cruz que quería que su padre se fijara si había dejado unos papeles por ahí cerca. Santos se hizo para atrás con su silla y me hizo señas de que metiera debajo del escritorio. Se bajó el cierre de su pantalón y yo saqué su pedazo. Lo empecé a pajear, Santos hacía tiempo para seguir hablando con su hijo. Yo me sonreía mientras me engullía una vez más su hermosa pija. Estuvieron hablando por teléfono padre e hijo mientras yo me comía al padre. Terminaron de hablar y yo seguí sin inmutarme. A los cinco minutos yo seguía chupando la verga de Santos y Juan Cruz entraba por la puerta de la oficina. Le pregunté de los papeles a Santos. Este le dijo "acá están". Yo seguí lamiendo la verga de Santos. Juan cruz salió y Santos me volvió a llenar la cara con su leche. Salí de abajo del escritorio.

-Porqué no me dijiste que venía para acá?-le pregunté.

-Que ría darte una sorpresa y estoy seguro que te gustó perrita mía.

Así seguimos por un par de años. La situación me cansó y un día decidí volverme a la Argentina.

Juan y su padre habían quedado en juntarse a cenar. Juan tenía que pasar a buscar a Santos por la oficina. Me fui hasta allá casi desnuda. Con ropa interior y un tapado. Llegué allá y Santos no dudó en tirarse encima mío. Me dijo que no había mucho tiempo, que Juan ya lo pasaba a buscar.

-Ya se. Así te gusta más, no?- le dije.

-Si puta linda.

Tenía en mi celular el número marcado de Juan y en cuanto Santos me penetró hice la llamada. Juan llegó a la oficina más rápido de lo que esperaba totalmente furioso. Me encontró a mí de boca abajo sobre el escritorio de frente a la puerta por la que entró con mi culito parado, gimiendo por las penetraciones que su padre me estaba dando desde atrás. Insultó a su padre. Me insultó a mi. Le dije a Santos que sacara su verga y agarrada de ahí lo llevé hasta su hijo. Le dije que se tranquilizara y que sacara su verga para ponérmela también.

-Qué?- me preguntó sorprendido Juan.

-Si. Ustedes han estado jugando conmigo todo este tiempo, ahora es mi turno de jugar, a mi manera. Quiero que mis machos me cojan toda la noche como sólo ellos saben.

Mis palabras surtieron efecto en Juan, su verga se paró y enseguida atiné a sacarla de su pantalón con una sola mano, sin soltar la de su padre. De repente ya estaba en medio de ambos, siendo manoseada y semi penetrada por manos y dedos. Juan se sentó en el sofá y yo me arrodillé a chuparle su verga mientras Santos me comía la concha. Yo sabía que Juan tenía más aguante que Santos por lo que hice que con mi mamada acabara en mi cara y boca.

-Ahora quiero que me penetren los dos y no se cómo van a hacer, pero quiero que los dos me llenen al mismo tiempo con su leche.

Al sentir sus dos vergas adentro mío apenas separadas una de la otra me volví loca. Santos estaba arriba y Juan abajo. Se iban hablando para quedar de acuerdo. Las embestidas de santos a mi culo me estaban matando. Juan estiró su mano y buscó mi clítoris para calmarme. Lo logró enseguida. Además sus embestidas eran placenteras. Yo esta boca abajo muy cerca de él. En unos cinco minutos mas acabaron juntos y sentí ambos agujeros rebalsados por sus acabadas. Ambas fueron con gran presión y las pude sentir a pleno. Eso provocó varios orgasmos en mí. Después de eso Juan y Santos se fueron a cenar y yo me fui a mi casa. Nunca mas los vi.

Al otro día mi hija y yo tomamos un vuelo de vuelta a la Argentina en donde seguimos viviendo. Ella va a cumplir 18 años y yo he trabajo haciendo "favores" a los políticos. Me recibí de contadora y ahora trabajo de eso, aunque no he olvidado todo lo vivido y aún lo vivo. Los fines de semana me gusta salir a divertirme, a emborracharme y terminar con un hombre. Mas de una vez me he encontrado con mi hija, mas de una vez me la he encontrado en situaciones incómodas, siendo ella tocada por algún chico. He hablado con ella y me ha contado cosas increíbles. La pregunta que me hago es si lo de ser puta se hereda, ya que ella es una chica muy puta. Hasta no hace mucho tiempo nos contamos cosas de los fines de semana intercambiando información.

Podía alargarme más en la historia pero imagino que al final se les ha hecho algo tediosa. El resto traten de imaginarlo. Espero que les halla gustado. Si lo desean pueden enviar sus comentarios a mi mail y yo trataré de respondérselos; pame_laputa@hotmail.com