Historia de Pamela 3
Pamela sigue descubriendo los placeres del sexo
Después del polvo que acaba de protagonizar, Pamela se siente bien, relajada y muy a gusto. Para nada siente remordimientos por lo que acaba de hacer, aunque es la primera vez que pone los cuernos a su marido, lo ha deseado muchas veces antes, y ahora está satisfecha por haberlo realizado. Solamente se siente un poco avergonzada y se ruboriza cuando piensa que lo que acaba de hacer es una locura, por haberlo hecho al aire libre, donde podían haber sido sorprendidos por algún bañista que buscara aguas poco concurridas para nadar, o alguien en una de las múltiples embarcaciones de recreo que pululan por la zona. Al pensar en eso y verse así, desnuda aún y chupando la semiflácida verga de su amante desconocido, Pamela se apresura a colocarse el bikini mientras se yergue de puntillas intentando atisbar por encima de la roca la posible presencia de alguien en las inmediaciones.
-Me llamo Marco- rompe el silencio con un marcado acento italiano su compañero de aventura, que permanece desnudo e impasible.
-Pues un gusto el haberte conocido Marco, y nunca mejor dicho.
-Para mí también es un gusto Pamela
-¿Cómo sabes mi nombre?- Pregunta ella sobresaltada al tiempo que se gira para mirarlo con los ojos a punto de escaparse de sus cuencas.
-Tranquila no sé casi nada más de ti sólo que llegaste esta semana junto con tu marido al hotel donde trabajo.
-Ah, que eres del hotel
-Sí soy camarero en el restaurante y ayudante de cocina, hoy es mi día libre.
Pues no te había visto antes.
-O no te habías fijado.
-Tal vez
-Suelo atender las mesas de la derecha, las que dan al jardín.
-Sí, bueno nosotros nos sentamos siempre en la otra parte.
-¿Por qué no ocupáis mañana una de mis mesas? Prometo trataros como a verdaderos clientes VIP.
-No sé, mira Marco, esto ha sido una experiencia única, me ha gustado mucho. Pero no creo que se vuelva a repetir. Ha sido un polvo con un desconocido y eso es lo que tiene que seguir siendo. Ahora tengo que volver con mi marido antes de que se empiece a poner nervioso.
Dicho esto Pamela se zambulle en las cristalinas aguas y emprende el camino de regreso a la playa.
Al verla volver, su marido mira el reloj.
-¡Ya estaba empezando a pensar si no te habrías ahogado! ¿dónde has estado todo este tiempo, nadando?
-Sí, bueno no todo el tiempo pero casi.
-Pues tendrás hambre entonces, porque yo ya tengo y eso que no me he movido de aquí. Sécate rápido y nos vamos a comer.
"Si supieras que he estado follándome a un italiano macizo, so gilipollas " Susurró Pamela para sí misma mientras se tumbaba al sol.
Por la tarde su marido recibe una llamada de una de sus empresas comunicándole que se ha adelantado una importante visita de empresarios chinos, esperaba entrevistarse con ellos la semana siguiente, pero los orientales cambiaron su agenda, obligándole a él a cambiar también la suya o perder la oportunidad de encontrarse con ellos y el suculento negocio que tenía en mente.
-No, si ya me parecía a mí que dos días seguidos de vacaciones eran demasiado para ti- Se quejó Pamela al conocer la noticia, fingiendo un fastidio que en realidad no sentía.
-Pero cielo, sabes que tengo que ir, no puedo dejar colgados a los chinos, eso sería un suicidio. Además sólo será un día, dos como mucho, y tú no tienes que venir te puedes quedar aquí. Yo volveré pasado mañana para terminar las vacaciones contigo.
-No te preocupes, ya estoy acostumbrada a pasar el tiempo sola. De todas formas nada que yo pueda decir va a cambiar las cosas.
-¡Venga cariño, no digas eso! Sabes que no tengo otra opción.
El marido de Pamela deja el hotel esa misma noche antes de la cena y toma de inmediato un avión rumbo a sus asuntos.
Tan pronto como su marido abandona la habitación del hotel Pamela se siente liberada, no puede evitar sonreír satisfecha mientras pone a funcionar su cabeza planeando atropelladamente qué hará durante esos dos días sola.
Decide seguir pensando mientras toma un baño, se relaja, y por qué no, gasta algo del precioso dinero que su marido tanto ama y con tanta abundancia gana.
Mientras el agua llena la enorme bañera, Pamela se desviste frente al espejo de la habitación. Se ha despojado del polo que llevaba cuando advierte que la puerta que da al balcón está abierta, desde su posición puede ver los balcones de las habitaciones del ala contigua del hotel. También pueden verla a ella. En un primer impulso Pamela da un paso en dirección a la puerta con intención de echar las cortinas, aunque una idea perversa cruza su mente y se detiene. Le excita pensar que puedan estar espiándola, y continúa bajando su short, después lleva sus manos a su espalda desabrochando el cierre de su sujetador, lo deja sobre la cama, y se gira hacia la cómoda para quitarse los pendientes y anillos, mientras en el espejo puede ver cómo hay movimiento de gente en una de las habitaciones cercanas, un hombre sale al balcón y parece mirar al mar distraído, hasta que repara en ella clavando su mirada fijamente en ella. Pamela se recrea más en sus movimientos caminando hacia el baño, y volviendo al centro de la habitación con un pequeño tanga negro como única vestimenta. Se coloca de perfil mirándose al espejo mientras acaricia sus pechos, gira su cuerpo poniéndolo de frente al balcón mientras tuerce la cabeza para mirarse el trasero. Mete sus pulgares bajo la goma del tanga, tirando de el hacia abajo y dejándolo deslizar por sus piernas hasta el suelo. Vuelve a girar la cabeza hacia el espejo con los brazos en jarras, dejando que desde afuera puedan ver de frente su cuerpo desnudo. Ahora son dos los hombres que la miran, eso la está calentando demasiado. Pamela se dirige al baño dando por concluido es espectáculo, mientras nota su sexo mojado y caliente.
Se sumerge entre la espuma riéndose al pensar lo loca que está al dejar que la vean desnuda. En mitad de estos pensamientos otra idea le pasa por la cabeza, toma el catálogo de servicios del hotel y lo empieza a hojear curiosa. Decide encargar la cena y algo que le apetece mucho, un masaje.
A los pocos minutos tocan a la puerta, Pamela se siente algo decepcionada al oír una voz de mujer anunciarse como "la masajista". En la carta había disponibles un hombre y una mujer, ella esperaba que la suerte le trajera al profesional masculino y dejar que sus fornidas manos recorriesen su cuerpo ávido de caricias. Pero lo cierto es que la recepción tenía por costumbre enviar al masajista masculino si el cliente era hombre y mandaban a la masajista femenina, cuando el servicio lo encargaba una mujer.
-Pase- Ordenó Pamela desde la bañera Enseguida salgo, me estoy bañando.
-Tranquila, tómese su tiempo. Yo mientras prepararé la cama.
Pasados un par de minutos sale Pamela envuelta en una toalla blanca con el pelo liado en otra toalla a modo de turbante.
La masajista es una chica de unos 25 años, morena con el pelo recogido en una coleta. Es bajita, pero de complexión atlética. Viste un pantalón blanco parecido a los que usa el personal sanitario, y una camiseta de tirantes también blanca. Sobre la cama ha colocado un par de toallas blancas, y junto a esta hay un carrito con más toallas y tres o cuatro frascos de aceites y esencias. Además ha tenido la precaución de cerrar las cortinas.
-Buenas noches señora, ¿sabe ya qué tipo de masaje desea?
Pamela la mira durante un instante, primero a los ojos, de un azul intenso como el mar, después fija su mirada en la placa de plástico que tiene prendida del pecho en la que puede leer su nombre.
-De cuerpo completo, Patricia.
Pamela se desprende de su toalla quedando desnuda frente a la chica, inmóvil durante un breve instante, piensa para sus adentros que le está tomando gustillo a esto de desnudarse, mientras se tumba boca abajo sobre la cama.
Patricia unta sus manos con aceite y las posa sobre los hombros de Pamela, ésta al sentir el suave contacto siente un escalofrío, se le eriza la piel y deja escapar un leve suspiro.
-¿Están frías?
-¿Qué?
-Mis manos, ¿demasiado frías?
-No, tus manos están bien.
Patricia amasa los hombros de Pamela resbalando sus manos, recorre su espalda presionando suavemente, de arriba abajo, hasta el comienzo de las nalgas. Realiza el camino inverso por el centro de la espalda, recorriendo sus vértebras hasta la nuca. Presiona con las yemas de sus pulgares desde el centro de la nuca hacia las orejas, y termina dibujando suavemente el arco que describen las mismas.
Pamela se empieza a relajar, se deja llevar por la agradable sensación que le provocan las caricias de Patricia.
La chica sigue con su masaje, se sube a la cama de rodillas, con una pierna a cada lado de la cabeza de Pamela, resbala sus manos sobre la espalda lentamente, hacia abajo, al tiempo que inclina su cuerpo sobre el de Pamela, hasta llegar de nuevo al borde de las nalgas, rozándolas con sus dedos. Este roce vuelve a erizar la piel de Pamela, hecho que no pasa desapercibido para la masajista que ya no tiene las manos frías.
Patricia consciente de los efectos que provoca el masaje en su clienta, decide ser osada y probar a ir un poco más allá. Vuelve a hacer el mismo movimiento presionando un poco más y llegando un poco más lejos, hasta posar sus palmas en mitad de las nalgas de Pamela, y moviéndolas levemente en círculos. Esto hace que Pamela deje escapar un leve ronroneo.
Patricia cambia de ubicación colocándose ahora junto a la cama y tomando una de las piernas, la separa de la otra, quizás un poco más de lo necesario. Y comienza a resbalar sus manos desde el tobillo hacia la rodilla, repetidas veces. Después hace lo mismo con el tramo superior, desde la rodilla a la ingle, con sus manos abrazando el muslo, desliza sus dedos presionando ligeramente la cara interior dela pierna de Pamela, al tiempo que observa su sexo advirtiendo una leve humedad entre los labios vaginales. "Puede ser por el baño" piensa, pero sus dudas se disipan cuando después de repetir el movimiento dos veces y volver a masajearle la nalga, al tiempo que dejaba que uno de sus dedos rozara por descuido el borde de su sexo, observa que la humedad ha aumentado.
Patricia no puede evitar sentirse satisfecha al mismo tiempo que un poco inquieta, ya que no sabe bien dónde le llevará este camino. Pero hay algo que la incita a seguir. No es la primera vez que sus caricias excitan a una mujer y a ella misma, pero sí es la primera vez que le pasa en un servicio profesional. Para Pamela sí es la primera vez que algo así le ocurre con una mujer, pero en estos momentos no piensa en quién la acaricia, si es hombre o mujer, sólo sabe que tiene sobre su cuerpo unas manos maravillosas que le provocan una sensación nueva, y quiere aprovechar el momento, no sabe dónde le llevarán estas caricias ni se lo plantea, sólo siente.
-¿Qué tal?- se atreve a preguntar Patricia
-Mmmmmuy bien, tienes unas manos maravillosas.
-¿Seguimos por delante?
-Por supuesto, no creas que te vas a ir sin terminar el trabajo.
Pamela se da la vuelta y se tiende boca arriba con las piernas ligeramente separadas. Sus pezones erectos apuntan al techo, y de la raja entre sus labios vaginales manan ya una cantidad de flujos más que notable. Pero cuando gira la cabeza para mirar a su masajista, lo que encuentra no es muy distinto; lo que más le llama la atención son sus pezones, coronando unos pechos pequeños, tienen un tamaño desmedido comparado con la pequeñez de sus tetas. Al no llevar sujetador se marcan perfectamente en la camiseta, y parecen estar a punto de taladrarla, sus mejillas también están sonrojadas y tiene la respiración algo acelerada.
-¿Ahora eres tú la que siente frío?- Pregunta Pamela
-No es frío precisamente lo que tengo, más bien calor.
-Entonces debes tener mucho calor, porque esto antes no estaba así- Le replica Pamela mientras alarga su mano para rozar con sus dedos uno de esos abultados pezones.
En ese momento vuelven a llamar a la puerta.
-¡Mierda! Es la cena, se me olvidó que la había pedido a la vez que tu masaje.
-¿Quieres que le diga que se la lleven?
-Si por favor
Patricia cubre el cuerpo de Pamela con una toalla, y camina en dirección a la puerta al tiempo que aprieta sus pezones hacia adentro en un intento de hundirlos y que no sean tan evidentes.
-Hola Marco, lo siento pero estoy dando un masaje, la señora dice que ya no quiere la cena, llévala de vuelta a la cocina.
Marco El corazón de Pamela da un salto.
-¡No! Que entre.
Los dos empleados del hotel cruzan una mirada de desconcierto y después de un breve instante de confusión Patricia se retira dejando paso a Marco con su carrito, al pasar frente a ella clava su mirada en los pezones que pese a los esfuerzos de Patricia, siguen duros y erguidos.
Sobre la cama está Pamela, se ha incorporado y ahora la toalla que puso Patricia para cubrir su cuerpo yace en el suelo.
-Hola Marco
-Buenas noches Pamela.
-Puedes continuar Patricia, Marco y yo ya nos conocemos. Aunque creía que hoy era su día libre.
-Si, pero he tenido que sustituir a un compañero que se ha puesto enfermo.
-Vaya, que cosas tiene el destino ¿verdad? Mírame a mí, esta noche me he quedado sola, mi marido se ha tenido que marchar urgentemente y no volverá hasta pasados dos días.
Patricia estaba confusa, masajeaba uno de los brazos de Pamela mientras le pedía una explicación con la mirada. Pamela tomó una de las manos de la masajista y la posó sobre uno de sus pechos.
-Puedes continuar con lo que estabas haciendo.
Marco se acerca a la cama junto a Patricia y pone una mano sobre el otro pecho de Pamela, pellizcando levemente el pezón, mientras posa su otra mano en la espalda de Patricia, la mira esperando su aprobación, ella acaricia el pezón de Pamela haciendo que se endurezca más.
Las manos de Pamela también pasan a la acción, desabrochando el pantalón de Mario con una, y sacando su polla, y acariciando el culo de Patricia con la otra. La mano de Pamela se desliza por la verga del italiano ante la aún atónita mirada de Patricia que aún no sabe cómo, pero ha entrado ya en el juego, y vuelve a sentirse excitada. Siente el impulso de desnudarse y rápidamente se desprende de la camiseta, dejando ver sus breves senos coronados por esos pezones duros y estirados, desabotona su pantalón dejándolo caer al suelo, lleva un tanga blanco con una pequeña mancha de humedad en la parte delantera. Marco no duda ni un instante en acercar su boca a la de Patricia y la besa de forma salvaje, metiendo su lengua, mientras sus manos juegan con esos pezones que tantas veces antes han llamado su atención. Pamela termina de desnudarla bajándole el tanga y dejando a la vista su coño totalmente depilado, con unos labios carnosos y brillantes por los jugos que los bañan, desde su posición, tumbada en la cama, tiene una visión perfecta en primer plano del sexo de Patricia, piensa que nunca antas había visto así a una mujer, y le encanta. Acerca su mano y lo acaricia con las yemas de los dedos suavemente, recorriendo la raja entre los labios mayores con su dedo índice, dejando que se embadurne con los flujos de la masajista, en un impulso que no puede explicar, lleva el dedo hasta su boca y prueba el flujo vaginal de Patricia, no sabe por qué, pero el haber hecho esto la excita aún más.
Pero ella lo que realmente quiere es la polla de Marco ese tronco de carne duro como el acero, y que también está al alcance de su boca, sin pensarlo más la agarra y se la mete en la boca hasta la mitad. Empieza a chuparla fuerte mientras con una mano agarra sus testículos masajeándolos.
Patricia por su parte se ha tendido junto a ella con las piernas abiertas para que el camarero introduzca dos de sus dedos en su lubricado coño.
Pamela no puede más, tiene que sentir esa polla dentro. Se incorpora y tumba a Marco en su lugar, junto a Patricia, con la polla totalmente tiesa, descansando sobre su vientre, se pone encima de él, agarra su pene y sin más contemplaciones lo pone en la entrada de su coño dejando caer todo su peso sobre él, consiguiendo así meterse dentro toda la longitud de su miembro. Empieza a moverse frenéticamente arriba y abajo, haciendo que la polla italiana la penetre una y otra vez.
Por su parte la otra chica quiere tener también su orgasmo y decide que si a Pamela la está follando una polla italiana, a ella le hará lo mismo una lengua de la misma nacionalidad. Se sienta sobre su cara, con el sexo abierto encima de su boca, Marco empieza a lamer, haciendo que cada vez salgan más y más flujos que le llenan la boca. Hunde su lengua en el coño de Patricia moviéndola con rapidez, ella le ayuda abriendo sus labios con sus propios dedos, para que él llegue a lamer el clítoris, provocándole un magnífico orgasmo que hace convulsionar su cuerpo.
Pamela sigue cabalgando a un ritmo de locura, sus pechos se balancean violentamente con cada sacudida, sus gemidos se han convertido en gritos desenfrenados. Sigue aumentando la intensidad hasta que no puede más, y explota en un orgasmo bestial, deja caer su cuerpo sobre el de Marco sudorosa, con las piernas temblorosas y su sexo palpitante aún, y sufriendo todavía los espasmos del monumental orgasmo.