Historia de Nicole (1)
Historia de Nicole. Una fantasía en 7 capítulos. Totalmente de mi imaginación, dentro de un mundo perverso. Es una historia cruel y denigrante, para terminar en un mensaje de amor a todos cuantos y cuantas lo lean. En esta historia no hay viso real alguno de todas mis vivencias. La escribí en un momento de hundimiento profundo, si lo desean, en un momento depresivo alto. Nunca he logrado llegar a tal estado de perversión en mis otros relatos y no creo que lo consiguiera, aunque me lo propusiera. Deseo que a los amantes del SadoMaso, les encante.....pero por favor, sepan ver el personaje de un modo humano. Gracias y feliz, lectura. Sandra Raquel.
Historia de Nicole
Capítulo 1º
Esta historia que aquí os relato, sucedió hace unos 5 años.
En el presente momento tengo 25 años. Y ahora me siento feliz dentro del hogar que he conseguido formar.
Antes de empezar, os diré que me llamo Nicole. No es mi verdadero nombre, ya que trato de esconder mi vida pasada.
Por otro lado, os diré que a la sazón de los 20 años, era una pobre e indefensa víctima de las circunstancias de la sociedad en que me tocó vivir.
Mis padres habían fallecido, cuando yo aún era muy pequeña. Y entonces mis tíos se hicieron cargo de mí.
Crecí algo raquítica y mis alegrías fueron pocas, pero para cuando cumplí los 16 años, mis tíos y tutores se hicieron algo mas proclives a mejorar su calidad de vida, pienso que con el fin de crearse un futuro estable, por lo que el trato entre nosotros se hizo poco menos que insoportable.
Cuando iba a cumplir los 17 años, mis tíos se trasladaron a vivir a una comarca, que si bien era algo pobre, resultaba adecuada para el tipo de actividades que pretendían.
Gobernaba aquel lugar un Marqués que era temido y respetado por todos sus súbditos. Yo en aquel tiempo y debido a mi falta de educación, no llegaba a vislumbrar el peligro que aquel sistema representaba.
He de decir, que mis estudios eran tan nimios como inadecuados.
Debido a este perfil, fuí amonestada muchas veces por las autoridades y por mis tutores.
Reconozco ahora, que casi les obligué a actuar como lo hicieron.
Fué, cuando iba a cumplir lo 20 años. El gran señor, anunció una grandiosa fiesta para toda la comarca, pero además lanzó fuertes beneficios para la familia que dedicara a sus hijas mayores de 18 años a los servicios de palacio.
Y claro, mis tíos vieron abiertas las puertas a sus posibilidades.
Trás la fiesta, fuí presentada en el castillo. Había muchas jovencitas, algunas de ellas llevaban trucados los años, a fin de que fueran admitidas en palacio.
De las casi 40 jóvenes, 22 fuimos aceptadas.
Había una claúsula que decía :
Todas las jovencitas al servicio de Nuestro Gran Señor, que sean seleccionadas, quedarán al cuidado de las enseñanzas oportunas en el castillo y por un periodo no inferior a 2 años, quedarán eximidas del derecho a disfrutar con la familia.
Y de esta forma tan simple, entré a formar parte de los servicios de palacio.
Por referencias, sabía que el Señor era un gran tirano, aunque yo, nunca le viera ejercer en tal calificativo.
Pero tengo que decir, que si el Señor era perverso, mis tutores jefes, de la nueva actividad, eran la reencarnación del diablo.
Cada una de las 22 jóvenes seleccionadas, fuimos distribuidas en diversas estancias de aquel majestuoso y a la vez lóbrego palacio.
A mí me tocó un lugar, que según me enteré años mas tarde, era para las privilegiadas. Se trataba de los servicios de apoyo a las cocinas.
Ahora, paso a describiros las distintas jerarquías y los trabajos de cada una de ellas.
En el vértice de la pirámide, se encontraba el jefe de Cocina.
El siguiente nivel era ocupado por 2 mayordomos y la cocinera jefa.
El tercer nivel estaba formado por las supervisoras de cocina. Lo constituían 5 mujeres de edad madura, bastante iracundas y ciertamente peligrosas.
De cada una de ellas, dependían 3 vigilantes.
Y de cada uno de éstos, la cocinera principal, 5 cocineras ayudantes y 10 sirvientas. Y en esta última escala estaba yo.
Y para colmo era la de menos antigüedad y por lo tanto me tocaban las tareas mas ignominiosas.
Antes de proseguir, he de deciros que soy de cabellos rubios, piel sonrosada y formas ligeramente procaces. Y además, mi peor defecto es, era, mi descaro.
Fuí reclamada a presentarme ante una de las supervisoras de cocina.
Era una mujer de unos 45 años. Morena, ojos almendrados, alta, corpulenta y de rostro bellísimo aunque de mirada hostil y cruel.
La verdad es, que nada mas verla, sentí como se me aflojaban las piernas.
Cuando el vigilante, de mirada agresiva, pero sobre todo, malos modos me hubo hecho sentar ante la presencia de aquel ser, ella se sentó y comenzó a destacarme mis obligaciones y los castigos por mis faltas. Y en momento alguno habló de si tenía derechos.
Eran tantos los castigos en los que podía incurrir, como actividades debía realizar. Y lo peor de todo era, el que cualquiera por encima de mí me podía acusar de algún delito.
La mayor parte de los delitos menores se pagaban con reclusión, privaciones y pequeños castigos corporales.
Y los delitos medios, todo lo anterior, pero incluyendo tormentos de mas alto rango.
Los delitos mayores no existían. Significaba la privación de la vida.
Delitos menores eran :
No estar atenta
Levantarse tarde
Ir mal vestida o de forma indecorosa
Flirtear
Reirse o gritar
Etc.
Delitos medios eran :
Negarse al trabajo
Contestar a un superior
Plantar cara a un vigilante o superior
Romper algún utensilio
No atender el servicio
No atender a sus superiores
Y lo que ellos consideraran punible
La supervisora, me hizo confirmar el que había entendido todo. Y trás mi asentimiento, se levantó y se fué.
Entonces me levanté y me volví hacia el vigilante, pero no había hecho mas que iniciar el movimiento, cuando un fuerte tortazo, me arrojó por los suelos.
Me eché las manos a la cara y le miré algo aturdida. Enseguida, pude escuchar su voz :
- A partir de este momento, actúa cuando se te ordene. Y dá las gracias, por no proceder de una forma mas ruda contigo. Ahora, levántate y acompáñame en silencio y sin gimotear.
Tuve que realizar mil esfuerzos para que mis lágrimas no afloraran, pero al final le acompañé en silencio hasta nuestros aposentos en las cocinas.
Pasaron varios días, en los que mis labores fueron de lo mas miserables, pero pronto aprendí a moverme por aquel tugurio y mi vida dió un ligero cambio a mejor.
Se acercaba el segundo mes de mi estancia, cuando se anunció una fiesta hacia una de las amigas del Marqués.
Fué la oportunidad de enterarme de gran variedad de trucos, para que la vida fuera algo más que estar fregando y limpiando.
Cabía la posibilidad de entablar algún tipo de relaciones con jóvenes criados que venían al castillo para la fiesta.
Había un problema, algo desmesurado para cualquiera de nosotras. Si me cogían entreteniendo a un sirviente, me caería un fuerte castigo y a él lo expulsarían del territorio.
Decidí, que me arriesgaría todas las veces que fuera menester. Y con tamaña decisión, llegué a conocer a uno que me impresionó vivamente.
Era de muy buen ver y su porte desprendía elegancia y seguridad. Pero mi terrible problema estaba en cómo me las debería ingeniar para coincidir con él.
Sucedió la noche siguiente a la de la fiesta y sin que yo me lo esperara. Apareció ante mí entre los setos del jardín.
Me quedé algo perpleja y turbada, pero rápidamente reaccioné y puse en movimiento toda mi maquinaria imaginativa.
Conseguí caerle bien y a pesar de saber él, lo que le esperaba si le veían flirtear con una sirvienta estando de servicio, me sentí dichosa de un ser tan admirable.
Aquella noche tenía permiso de la supervisora de turno, de la que me había hecho muy amiga, aunque me había advertido que si alguien me traicionaba, ella no tendría excusa alguna para poder defenderme.
La verdad era que, en el servicio en donde estaba destinada, todos nos ayudábamos mutuamente. Por otra parte, nos interesaba a todos.
Pude pasar unas tormentosas sesiones de placer y hasta de amor, en manos de mi compañero.
Era tal su fuerza y resistencia, que las posesiones que hacía de mí, me dejaban exhausta para varias horas.
Cuando me penetraba, lo hacía con tal fuerza, que me sentía transportada a otra dimensión. Por decirlo de una forma algo brutal, era como si su pene se quisiera escapar de mi boca, trás haberme empalado.
Pero había mas detalles y sensaciones que yo, aún, no había experimentado. Le gustaba pellizcarme los pezones y me daba una verdadera paliza con sus caricias, que me hacían sentir elevada y dichosa.
Esta vida maravillosa terminó al cuarto día. Me había anunciado el que sus servicios habían terminado de momento en aquella casa y que debía marchar con su grupo hacia otras casas que precisaran de sus atenciones.
Y al despedirse, me dijo :
- Nicole. He disfrutado contigo, pero he de decirte, que nunca te olvidaré y que has significado mucho para mí. Además, confío en que pronto nos volveremos a ver, pero hasta ese instante, recuérdame un poco.
Me abrazó y me dió tal beso, delante de todos, que me hizo ruborizar.
Los días siguientes, permanecí triste y algo melancólica. A nadie se le ocurrió consolarme y todos se afanaban en el trabajo cotidiano.
Me asignaron los trabajos mas penosos, a fín de que perdiera un poco aquella sensación. Pero, no conseguía eliminar aquellos pensamientos de mi mente.
Un buen día, al atardecer, caminaba inmersa en mis pensamientos por algunas de las estancias de palacio, en las cuales no estaba autorizada para transitar, cuando unos gemidos y algún grito me hizo entrar en razón.
No sabía en donde me hallaba y además, tampoco sabía quien gritaba.
Me acerqué a la confortable y segura penumbra de la pared y contuve mi respiración intentando localizar los gritos.
Sabía que eran los de una mujer, pero no sabía lo que pasaba y tampoco de donde procedían.
Me ayudé de las sombras y caminé pegada a la pared hasta encontrar una especie de balcón. Me asomé con precaución y a punto estuve de chillar.
Quién gritaba era una joven, de aproximadamente mi edad, que estaba siendo sujetada, en unos grilletes especiales, completamente desnuda.
La joven se debatía aterrorizada ante los tres hombres y la mujer que la custodiaban.
No sabía que hacer. Mis sentidos me indicaban desaparecer de allí de inmediato, pero mi curiosidad venció.
Y me quedé a contemplar tan trágica experiencia.
El cuerpo de la joven formaba un ángulo de unos 60º con respecto al suelo. Y se podía mantener en esta inclinación debido a que tanto las muñecas como los tobillos estaban engarzados de tal forma, que era imposible mover los miembros.
Me enteraría posteriormente, que a semejante aparato le denominaban "El reclinatorio".
Y para no cansaros con detalles que mas adelante viví y soporté de una forma mas directa, os diré que la azotaron hasta que la joven perdió la consciencia.
Me quedé lívida y perpleja ante lo que estaba contemplando. Dí media vuelta y desaparecí de aquel corredor de angustia.
Cuando, de nuevo, estuve entre mi gente, me sentí renacer. No conté a ninguna de mis compañeras lo que acababa de ver.
Pasé varios días soportando las bromas y hasta las humillaciones de alguno de mis superiores, pero en momento alguno comenté algo de lo que había visto.
El tiempo transcurrió armónicamente y las sensaciones que había vivido fueron desapareciendo. Pero por otro lado, mi grado de atención a mis superiores, también sufrió un pequeño revés.
Debido a que no prestaba la atención requerida a mis tareas, fui reprendida varias veces. Uno de los vigilantes, intentó hacerme entrar en razón, inútilmente.
Y ahora comprendo porqué no tuvo mas opción que dar parte de mí. Y lo dió.
Esa noche, trás recoger las cocinas, me dirigí a mi cuarto, en lugar de asomarme a la terraza como hacía todas las noches.
Nada mas entrar, divisé la silueta de uno de los vigilantes. Se acercó a mí y dijo :
- Nicole, te has portado muy mal. La Supervisora ordena que me acompañes.
Se me hundió el mundo bajo los pies. Estaba tan cansada. Además a mi mente afloraron todos los castigos que había sufrido aquella desconocida.
Le seguí en silencio, mientras razonaba mi comportamiento y el castigo que me podrían imponer.
Llegamos hasta una estancia bastante iluminada. Allí estaban los otros dos vigilantes y la Supervisora.
Me aproximé temerosa ante ellos. El vigilante que me seguía agarró mi blusa y la abrió completamente de un solo tirón. Y mis pechos afloraron libres y palpitantes al exterior.
Quise hacer intención de cubrirme, pero unas rudas manos sujetaron las mías, de tal forma que permanecí medio desnuda ante las impasibles miradas de todos ellos.
He de comentar el que las sirvientas vestíamos tan sólo 3 prendas de color negro mate. Una blusa de 10 corchetes, una falda de amplios vuelos, con cintura elástica y que nos tapaba las rodillas; y como calzado, unas zapatillas bajas de tela y suela de goma.
La supervisora se plantó ante mí y trás fijarse atentamente en mis formas, me quitó la blusa.
Intenté evitarlo, pero una cruel mirada suya me hizo desistir. Luego me obligó a mantener los brazos en cruz, para a continuación decir :
- Observo que mantienes una buena higiene y presencia. Esto te ayudará algo. Nicole, has sido amonestada varias veces por tus superiores, sin que hayas atendido a razones. Por este motivo has sido denunciada. Después de haber escuchado las quejas, he decidido el que seas castigada, pero por ser la primera vez, el castigo será el equivalente a un delito menor y yo misma me encargaré de tí. Por esta vez, sólo te daré unos azotes y luego permanecerás desnuda durante todo un día en la galería "C". ¡Desnudazla y seguizme!.
Me quitaron toda la ropa y manteniendo los brazos en cruz, me ví obligada a seguirla hasta una estancia cercana.
Sentía como el miedo se había apoderado de todo mi ser. Las piernas me temblaban y casi se negaban a caminar. Me hicieron entrar en una habitación de dimensiones medias y al verla armarse con un pequeño látigo, me revelé e intenté zafarme de ellos, pero enseguida varias manos se apoderaron de las mías y ya fuí conducida sin más, hasta un par de columnas que había en el centro de la sala.
Había una cadena con un grillete en cada columna, fuí colocada entre las dos y me engarzaron un grillete en cada muñeca. Y luego ajustaron las cadenas, hasta que mis brazos quedaron tensos.
La supervisora se acercó a mí de frente y rozó mis pechos con la punta del látigo, cuyo contacto me hizo estremecer y comencé a sudar copiosamente. Ella, ignoró completamente mi estado y se situó a mi espalda.
Yo volvía mi cabeza por ambos lados, para ver que es lo que hacían. Me sentía terriblemente desesperada, pero nada podía hacer. En ese momento uno de los vigilantes, me ató los tobillos juntos, por lo que mi inmovilidad era casi total. Por detrás, otro de los vigilantes me colocó una mordaza en la boca con lo me desmoroné completamente.
No tuve que aguardar mucho tiempo para descubrir los terribles efectos del castigo.
Oí un silbido y enseguida una quemazón a la altura de mis nalgas. No pude lanzar grito alguno, pero todos los infiernos se desataron en mi interior. Me estremecí de tal manera, que llegué a pensar en que iba a conseguir desatarme de los bandazos que daba.
Pero no ocurrió nada semejante y sí, por el contrario, un nuevo choque del cuero en mi piel.
El nuevo azote me hizo cimbrear de dolor y varias lágrimas afloraron en mis ojos. Y así uno trás otro, todos los golpes incidieron su rabia pérfida en mi joven e indefensa piel.
Cuando ví ante mí a la Supervisora, respiré algo aliviada, aunque mis temblores denunciaban el éxito del tormento.
Entonces, aquella malvada y cínica mujer, me dijo :
- Querida Nicole, el castigo que te merecías era mucho mayor, pero por hoy ya hemos terminado. Espero que tengas en cuenta lo que te puede pasar si desobedeces alguna norma. Además, te aviso de que a partir de este momento serás mas estrechamente vigilada. Ahora te conducirán a la galería "C" en donde pasarás un total de 24 horas, totalmente desnuda y atada. Tan sólo te darán de beber 4 veces.
Fuí desatada y me quitaron la mordaza. Me obligaron a caminar hacia el exterior. Recorrimos varios pasillos y descendimos hasta el cuarto sótano.
Cuando llegamos a dicho sótano, pude ver varios carteles que anunciaban las distintas galerías.
Seguimos las indicaciones de la "C" y llegamos ante una gran puerta acorazada que daba acceso a la galería. La oscuridad era total y abrumadora. Caminé nerviosa y bastante atemorizada y llegué ante otra puerta de acero, que al abrirse salió un resplandor, que casi me cegó.
La estancia era muy pequeña, aproximadamente de 3 x 2 metros. Y en la pared frontal a la puerta había dos argollas para las muñecas, separadas unos 50 cm. y una doble en el suelo para los tobillos.
Por otra parte, la estancia parecía estar muy limpia y aislada de bichos y otro insectos. Fuí atada de cara a la puerta de manos y pies.
Y así me dejaron, salieron y cerraron la puerta, pero la luz siguió encendida. La soledad se apoderó en breve de mi ser y comencé a pensar en el tiempo que me faltaba para salir
de allí.
Al cabo de un buen rato, aunque no fuí capaz de determinar cuanto, la puerta se abrió y entró un hombre encapuchado que me dió de beber.
Bebí agradecida y a continuación se fué y volví a sumirme en la desidia de la soledad mas corrosiva.
Y así seguí hasta terminar el total del tiempo, cuando me desataron caí pesadamente al suelo.
Un par de manos me cogieron y medio me arrastraron escaleras arriba, hasta llegar a los aposentos de la Supervisora.
Una vez en el cuarto, me arrojaron al suelo. Caí justo ante los pies de aquella mujer.
Esta, me agarró de los cabellos y me hizo poner en pie. La obedecí y me quedé quieta esperando alguna orden, tan sólo me dijo :
- Nicole. Tu castigo ha terminado. ¡Vístete y sigue al vigilante!.
La ví como desaparecía en una estancia contigua. Me vestí a toda prisa y miré al vigilante. Este con un gesto me indicó el que le siguiera.
Al llegar al corredor que daba acceso a las cocinas, me detuvo y me dijo :
- Ahora, seguirás tú. Y ten en cuenta de que serás vigilada. Obedece en todo y todo irá bien. Adiós.
Me apresuré a encontrarme con mi gente, pero al llegar a mi aposento, lo ví ocupado por otra joven que dormía en esos momentos.
Me entró tal rabia, que la desperté algo bruscamente y la pregunté, qué era lo que hacía en mi cuarto.
Me respondió, que le habían asignado ese cuarto hacía unas horas. Y me dijo que preguntara al vigilante de turno.
Me dí media vuelta, algo mas irrascible de lo que hubiera sido normal, ya que acababa de salir de un castigo.
Me dirigí por las escaleras que daban acceso hasta el vigilante.
Al verme me dió el alto y me preguntó :
Nicole. ¿Qué es lo que haces por aquí a estas horas?. Sabes, que está prohibido pasear por esta zona después del atardecer.
Señor. Le ruego me disculpe, pero es que mi cuarto ha sido ocupado por otra persona y no se a que ha venido todo ésto. Me gustaría saber en donde debo pasar la noche.
Yo estoy de guardia y no de niñera. Duerme donde puedas y mañana ya me encargaré de resolver tu problema. Ahora vete.
Pero, Señor. No se a donde acudir.
Mira pequeña, ya me has cansado. Llamaré a la Supervisora y que ella se haga cargo de tí.
Y sin decir más, apretó el timbre. Me quedé lívida. Un sudor frío me recorrió todo el cuerpo. A quien menos deseaba ver era a la Supervisora.
La Supervisora apareció en menos de 2 minutos. Al verme exclamó :
No me lo esperaba, Nicole. Sabes que esta zona está prohibida. Acabas de salir de un castigo. Deberías tener frescas aún mis palabras, sin embargo causas problemas e incumples las reglas mas básicas. Lo pagarás caro.
Señora, le ruego me disculpe. Es que mi habitación ha sido ocupada y no se donde debo pasar la noche.
Esta noche ya la tienes resuelta. La pasarás a mi lado. Sígueme.
No me dió mas opción a hablar. Y no tuve mas remedio que seguirla. Sabía que me iba a castigar y no me sentía con fuerzas de poder soportarlo.
Llegamos hasta sus aposentos. Al entrar descubrí a un par de doncellas. Estaban inmaculadas en sus uniformes.
Las despidió sin más y nos quedamos a solas. El miedo había aumentado en mi interior y más al ver entreabierto el cuarto en donde me había azotado el día anterior.
Entonces me miró con una sonrisa maliciosa y dijo :
- Querida, ya conoces el lugar. Desnúdate y ponte la mordaza, voy enseguida.
Pensé para mi interior, que todo ésto parecía una locura, mientras caminaba lentamente hacia mi destino.
Pasé al cuarto y me quedé admirando las columnas que me habían sujetado horas antes. Miré a mi derecha y pude ver el látigo y la mordaza.
Había tanta calma que parecía imposible que sucediera lo que inevitablemente iba a suceder. Me quité la blusa y las zapatillas. Y a continuación me bajé la falda.
Cuando estaba completamente desnuda, me acerqué a la mesa y cogí el látigo. Instintivamente, me fijé en las marcas que todavía tenía en mis nalgas. Sentí un escalofrío sólo de pensarlo.
Dejé el látigo y me puse la mordaza. Y sin pensarlo más me fuí hacia las dos columnas y allí me quedé aguardando la aparición del verdugo.
Mi espera fue mínima. Entró lenta y pausadamente. Lo primero que hizo fue el mirar a la mesa y al no ver la mordaza, dirigió su mirada inquisidora hacia mí.
La ví sonreir y aproximarse con una lentitud agónica. Y enseguida amplió su sonrisa, lo cual me causó verdadero pavor. Al llegar frente a mí, me hizo un gesto para que elevara mis brazos. La obedecí ciegamente y los mantuve en esa postura, mientras ella me anunciaba :
- Querida, es una pena que no te haya conocido antes, te lo hubiera hecho pasar de maravilla. Tienes el cuerpo idóneo para estas actividades. Ahora, anclaremos estas preciosas muñecas, para que nuestra criatura no se escape. Y después, fijaremos esos tobillos como sólo a tí te gusta.
Me dejé atar sin más de manos y pies. Luego me tensó ligeramente las cadenas y para cuando estuve preparada, me siguió diciendo :
- Nicole, estás deliciosamente apetecible para el tormento. Pero, he de dejarte unos momentos mientras me cambio de vestuario, no me gustaría sudar esta ropa. De momento, imagínate todo lo que te puedo hacer. Vuelvo enseguida.
Y me dejó sóla y asustada. Sabía que no tardaría en volver. La postura no era nada cómoda, debido a que mis pies estaban fijados a un punto y la tensión de las cadenas era lo suficientemente fuerte, como para que pudiera moverme de forma alguna.
De repente, apareció un enorme perro. Me quedé congelada de terror, parecía peligroso y además se acercaba a mí olisqueando. Cuando llegó a mi altura, me dió varios lametones en los muslos y las nalgas y se fué a tumbar detrás de mí.
Miré un par de veces y le ví su mirada clavada en mi cuerpo. Me decidí por no mirar hacia atrás e ignorarle.
Lo conseguí los primeros minutos, pero como ella no aparecía, volví a girar mi cabeza y mirarlo. Un fuerte ladrido, me dejó lívida de terror y cerré los ojos.
Sentía como mi cuerpo despedía un copioso sudor, mientras la respiración del animal se hacía cada vez mas cercana a mi cuerpo.
Sentí de golpe, algo sobre mis pechos y al abrir los ojos espantada, me encontré con la bocaza de aquel ser a la altura de mi cara. Casi me desmayé del espanto.
Poco a poco me fuí rehaciendo y dejé que aquel enorme animal jugara conmigo. Pero la verdad es, que mas que jugar me arañaba y golpeaba sin cesar, zonas tan sensibles como los pechos y los costados.
Pasados varios minutos de aquella inesperada sesión, apareció ella. Venía vestida con un escotadísimo corpiño y unas altas botas de montar.
Dejé de sentir las caricias del perro y comenzar a sudar de nuevo ante la presencia de aquella malvada mujer.
Y de repente, gritó :
- Nerón. Trae el látigo. ¡Rápido!
Y el perro salió a toda carrera y con su boca asió el látigo y se lo entregó mansamente a su dueña.
Cuando ella, lo tuvo en su mano, se acercó a mí y me lo restregó suavemente por diversas zonas de mi desnudez, en las que incluyó mis pechos y costados.
Yo cerré mis ojos mientras me agarrotaba y sentía profundos escalofríos, por lo que no sé cual sería su expresión, aunque imagino que la mas pérfida posible.
Era un verdadero suplicio soportarlo, pero ella al parecer, deseaba hacerme sentir el tormento en todas sus formas.
Mi respiración se había hecho entrecortada y jadeante desde casi el primer restregón. Seguía con mis ojos cerrados cuando escuché la puerta abrirse. Abrí los ojos y detecté la silueta de un varón.
No lo había visto en mi vida, pero aquel hombre tenía un porte altanero y suficiente. Y cuando contemplé que ella le hacía una reverencia, supuse que se trataba del Marqués.
Aquel hombre, de estatura superior a los 2 metros y de mirada aguda y penetrante, acercó toda su gran humanidad hasta mi cuerpo. Me contempló largo rato en silencio y tan sólo rozó mis pezones un par de veces.
Luego, se separó algo de mí y le oí decir :
- Azótala convenientemente y envíamela. A partir de ahora la quiero para mí. Adiós, te deseo buena velada.
Y nos dejó de nuevo a solas. Sentí un nuevo terror en mi interior. ¿Qué llegaría a hacerme aquella pérfida mujer?. Ni siquiera la había visto sofocarse o molestarse. Seguía con su maléfica sonrisa y ahora ya estaba de nuevo encarada conmigo.
Se situó de nuevo a mi espalda y la ví de reojo, como levantaba el látigo y lo plegaba hacia mi cuerpo. Cerré los ojos en ese preciso instante y descubrí los infiernos del tormento, cuando el cuero se estrelló contra mis doloridas nalgas.
Tuve que contener el grito en mi garganta, ya que la mordaza impedía cualquier tipo de expresión, al menos comprensible.
Y antes de que pudiera rehacerme y desagarrotar mis puños, un nuevo golpe invadió mi desnudez. Mi espalda era la receptora de tal agresión. Lo soporté mejor, pero no pude por menos de soltar una lágrima.
Siguió azotándome la espalda, hasta que quedé suspendida de mis muñecas. Entonces, paró un momento el tormento para decirme:
- Nicole. Si no vuelves a adoptar una postura normal, te haré padecer lo indecible.
Rápidamente y con un gran esfuerzo volví a adquirir la consistencia necesaria para mantenerme erguida y apoyada por los pies.
Entonces, se dedicó a azotarme los costados. A cada azote mi cuerpo se contorsionaba febrilmente, pero seguía manteniendo el apoyo en los pies.
Después de 10 azotes en cada costado, paró un momento y me separó los grilletes de los tobillos, aflojando un poco la tensión de mis brazos.
Sentía una fuerte quemazón en mis costados, que de haber tenido las manos libres me los estaría aliviando con caricias tenues y suaves.
Se plantó de nuevo ante mí y dijo :
- Querida, no ha terminado ésto. Ahora te voy a azotar los muslos. Quiero verte saltar y sufrir. Por esta vez, tus pechos y vientre quedarán a salvo. ¡Ahora, tiembla!
Esta vez, ni siquiera se colocó a mi espalda. Me descargó el látigo repetidas veces hacia mis muslos.
Saltaba e intentaba hurtarme del contacto del cuero, pero mis ataduras impedían el éxito de la acción. El dolor era insufrible y mis lágrimas ya habían humedecido la mordaza desde hacía un buen rato.
La cabeza empezó a darme vueltas y poco a poco fuí perdiendo resistencia, hasta que mi mente se nubló y me desvanecí.
Lo primero que recuerdo, es lo que ví al despertar. La boca del perro sobre mis pechos y soltando sus babas sobre mí.
Cuando conseguí reaccionar, me di cuenta de que estaba tumbada en una gran mesa de madera rugosa y atada en aspa de pies y manos.
El animal, me babeaba continuamente, cuando no me daba lametones en alguna de las partes marcadas por el látigo. Y las menos, aunque alguna hubo, cuando lamía mi pubis.
Sentía un asco enorme. La sensación era tan desagradable que me daban ganas de vomitar.
Conseguí cerciorarme de que estaba sola en aquella estancia. Bueno acompañada de aquel animal. Y lo mas curioso, ya no tenía mordaza que ahogara mis lamentos.
No se cuanto tiempo permanecí en aquel lugar, pero me pareció eterno.
El perro, al parecer harto de que no le prestara atención, se tumbó sobre mi vientre reposando su cabeza entre mis dos pechos.
En un corto espacio de tiempo, la puerta de aquella estancia se abrió y aparecieron 2 hombres, a los que tampoco había visto antes.
Se acercaron a mí y me desataron como si tal cosa. Luego me hicieron poner en pie, mientras el perro salía corriendo, ayudándome a mantenerme, pues mis fuerzas eran escasas.
Cuando me vieron mas restablecida, me ataron las manos a la espalda con una cinta de cuero y me obligaron a caminar.
Me sentía impotente entre tanta desventura y por estar tan inmensamente desnuda ante extraños.
Recorrimos largos corredores, que yo nunca había visto.
Llegamos hasta una especie de montacargas, que nos subió a no sé que piso. Y desde allí vuelta a caminar hasta llegar a un corredor de mármol blanco. Una puerta dorada se veía al fondo. Y hasta allí llegamos. Llamaron a la puerta y me hicieron pasar en primer lugar.
Entonces apareció una hermosa mujer, muy bien vestida y con una sonrisa cálida en los labios.
Los hombres, me desataron y me dejaron a solas con ella, que me preguntó :
Querida, ¿cómo te llamas?
Nicole.
Perfecto, Nicole. ¿Quién te ha azotado y porqué?
Una de las supervisoras de cocinas. Incumplí involuntariamente una de las reglas.
Bueno, aquí se te tratará de otro modo menos bárbaro, aunque he de decirte que también existen los castigos. De momento te curaremos las heridas y cenarás conmigo.
Me acompañó hasta una estancia cercana y me aplicó una especie de spray. Me escocía de tal manera, que varias veces estuve tentada de tocarme las partes maltratadas, pero aquella mujer me lo impidió cortésmente.
Transcurridos unos 10 minutos de mortificantes sensaciones, me indicó el que pasara al baño y me duchara completamente, incluyendo mi pelo.
El cuarto de baño, era una maravilla, aunque no había espejo alguno. Me duché a conciencia y cuando ya iba a salir, me di cuenta, de que no había sentido escozor alguno en mis magulladuras.
Me fijé mas atentamente y pensé que estaba soñando. No había la mas mínima marca en mi cuerpo.
Me sequé y salí a la habitación en donde se encontraba aquella mujer. Al verla, me atreví a preguntarla :
Señora. ¿Cómo es posible que no tenga marca alguna?.
Es muy sencillo, Nicole. El spray cura todas las marcas y además no deja rastro. Lo usarás mas veces, no te preocupes.
Me convenció, pero me dejó algo perturbada con sus últimas palabras.
Me tomó de la mano y después de secarme el pelo, me condujo hasta la cama. Me hizo tumbar y luego me tapó. Se retiró un momento para coger una bandeja que tenía preparada
sobre la mesa.
Eran alimentos. Hacía mas de 30 horas que no probaba bocado.
Fué tan amable y dispuesta, que me fué dando de comer como si de una inválida se tratara.
A pesar de todo, comí abundantemente y me quedé muy satisfecha. Luego me hizo enjuagar con un líquido y me acurrucó en la almohada, mientras me decía :
- Duerme pequeña. Mañana conocerás lo que se espera de tí.
Y abandonó el cuarto sin mediar media palabra más.
Dormí profundamente, ya que no recuerdo nada más referente a aquel día.
Cuando abrí los ojos, creía que estaba soñando. Me encontraba en una habitación de lo mas confortable. Además la luz se filtraba suave por las cortinas. Intenté seguir durmiendo, pero no conseguí conciliar el sueño de nuevo.
Me desperecé, casi febrilmente. ¡Que bien me sentía!.
Recorrí el cuarto con la mirada, analizando cada rincón de la misma. Era precioso y confortable.
Entonces comencé a recordar los castigos que me habían inflingido horas atrás. En un momento determinado pensé en mis tutores, mis tíos, y los recordé distantes, oscuros y fríos. Rechacé el pensamiento al instante y me ocupé de pensar en que nueva actividad iba a intervenir mi vida.
Deseé para mi interior, el que fuera algo mas digno de lo que había tenido hasta ahora. Pero el destino me reservaba para otros valores. Y éstos, claro está, no eran precisamente el darme toda clase de facilidades y bendiciones en la vida, sino todo lo contrario.
A la media hora de estar despierta, apareció mi protectora. Al mirarla a la cara, observé que denotaba cansancio. Y su sonrisa y gestos no eran tan agradables como la noche anterior.
Se aproximó a mí y trás acariciarme los cabellos y las mejillas, me dijo :
Querida Nicole. A partir de este momento, pasas a depender directamente del Amo y Señor. Me hubiera gustado disfrutar de tu compañía, pero estás destinada a mas altos rangos. No obstante, te quiero dar un consejo. Se amable y condescendiente con todas las personas que te rodeen. Al principio cuesta un poco, pero se puede conseguir. Y por otra parte, obedece todas las reglas. Estas, son algo mas complicadas y extrictas que las que tenías, pero si sabes mantener la guardia, te sentirás bastante feliz, cómoda y realizada.
Gracias Señora. Por mi parte, le estoy muy reconocida de lo que ha hecho por mí y nunca la olvidaré.
Ahora, sígueme. Y sobre todo no hables hasta que no te pregunten, y siempre que sea fuera de la clausura. Está rigurosamente prohibido. De incumplir esta regla, serías cruelmente castigada.
Caminé en silencio. Me encontraba algo rara al seguirla desnuda, pero que otra cosa podía hacer. Me preguntaba, que sería aquello que me esperaba. ¿Podría ser tan digno como indicaba mi casi exprotectora?. No lo sabía y me carcomía el pensamiento.
Atravesamos la zona de clausura y caminamos por un amplio corredor, algo frío para ir desnuda y desde luego, demasiado desolado.
Llegamos hasta una gran puerta y allí, mi protectora se despidió de mí con un beso y desapareció.
Al entrar, me ví rodeada casi al momento por varias mujeres casi tan desnudas como yo, pero algo mas maduras.
Una de ellas se acercó a mí y dijo :
Así, que tu eres la nueva doncella. ¿Cómo te llamas?
Nicole.
Bien, Nicole. En esta fase previa en la que te encuentras, existen ciertas reglas que todos hemos tenido que aceptar. Te diré además, que a fín de que seas aceptada por nosotros, deberás pasar 2 pruebas.
Señora, me alegraría el poder estar a bien con todos Uds., pero he sido destinada al servicio del Amo.
Nicole, ya lo sabemos. Lo que pretendo decirte es, que si quieres llegar entera al servicio de nuestro Amo y Señor, deberás pasar algunas pruebas. Y añadiré que son tan peligrosas, que fallar, se paga con el tormento corporal.
Entonces, Señora. Creo que debe comprender y aceptar el que no me puedo arriesgar, siendo mi primer día.
Creo, pequeña, que no lo has comprendido. Te lo voy a aclarar. Si decides no aceptar estas pruebas, estás en tu derecho. Pero nosotros también tenemos nuestras reglas. Has de saber que nosotros somos 5 hombres y 5 mujeres. Y que entre los diez te asestaremos más de 300 azotes en donde más nos apetezca.
Señora, no sabía nada de ésto. Pero si me descubren, ¿qué podrían hacerme?.
Pues es posible, que fueras severamente castigada. No menos de 200 azotes. Pero hay algo que juega a tu favor. Me explico.
Primero.- Conoces algunos pasadizos y ciertas personas.
Y segundo.- Nosotros, te indicaremos zonas posibles de huida y como comportarte en cada momento.
Señora. Estoy dispuesta a oir las 2 pruebas, pero os ruego que no me traicioneis.
Tienes nuestra palabra. Es más te acompañará la otra nueva.
¿Otra nueva?. ¿Pero no era yo la nueva?.
Pequeña, nuevas son todas las que contais con una antigüedad de menos de un día o ninguna prueba realizada.
De acuerdo, lo haré si no perjudica a nadie.
Sígueme. Te voy a presentar a tu compañera.
Era una joven de mi edad, era de tez morena y formas maravillosamente proporcionadas. Pero había un detalle que llamaba la atención. Era su cabello, extremadamente corto
aunque bien cortado y cuidado. Y además su estatura, me sacaba la cabeza.
Fuimos presentadas sin más y la que llevaba la voz cantante, dijo :
- Bueno, ahora las dos sois del mismo equipo. Ayudaos en lo que podais. Pero os aconsejo que si una de las dos es capturada, la otra debe ignorar la situación y volver rápidamente a avisarnos. Ahora, la que quiera podrá cenar con nosotros. Y a partir de que termine la cena y hasta que empiecen los castigos del día, será vuestro tiempo.
Según nos dijo mas tarde, disponíamos del triple del tiempo, del que se necesitaba. Y la 1ª misión consistía en sustraer los zapatos a una de las guardianas. La forma de conseguirlo era, cuando se fuera a dormir.
Nos apuntamos las dos a la comida. Y la verdad es que todos nos trataron con suma amabilidad y camaradería, aunque los varones y alguna de las mujeres no nos quitaban ojo de encima. Y la explicación era fácil. Seguíamos desnudas ante ellos y no parecía que fuera a cambiar nuestra situación a corto plazo.
Cuando terminamos de comer, todas las miradas se clavaron en nosotras dos. He de decir, que a mi compañera se la veía mas azorada que a mí, pero las dos sentíamos un miedo atroz a la prueba que nos habían propuesto y por otra parte nos sentíamos bastante incómodas al estar desnudas ante tanta gente.
Después de que nos aseamos convenientemente, nos llevaron hasta un corredor. Estaba sumido en la oscuridad total y además hacía bastante frío una vez en él. Hay que tener en cuenta, que seguíamos desnudas y así deberíamos realizar la prueba.
Cuando tuvimos claras todas las indicaciones, nos dejaron solas y cerraron la puerta de acceso.
He de decir, que nos habían dejado unas zapatillas de suelo de goma, para evitar cortes en los pies.
Mi compañera se agarró a mí y yo instintivamente rodeé su cuerpo con mi brazo izquierdo. Cristine, que así se llamaba, me dijo al oido el que deberíamos movernos.
Asentí con un ligero apretón en su torso y caminamos despacio hacia lo que parecía ser una pequeña luz al fondo del corredor.
Pasamos verdadero miedo y frío hasta que vimos la primera luz. Entraba por un enrejado que había a la altura del suelo a nuestra izquierda.
Nos acercamos con prudencia hasta los barrotes para indagar que había allí abajo.
Nos quedamos heladas al ver las escenas tan sádicas que se estaban cometiendo. Dos mujeres, al parecer jóvenes, estaban siendo sometidas a toda clase de barbarismos contra sus desnudos e indefensos cuerpos.
Cristine y yo nos miramos en silencio y seguimos caminando, hasta dejar atrás todas aquellas ignominias.
Por fín llegamos hasta el punto indicado por nuestro grupo. Pero el acceso que habían citado estaba clausurado. Buscamos el segundo acceso y lo encontramos un poco mas adelante.
Como era muy pequeño y además estaba a ras de suelo, tuvimos que reptar sobre nuestras espaldas, para poder pasar aquel minúsculo túnel.
Cuando las dos nos encontramos al otro lado, percibimos un ligero murmullo. Sabíamos que debíamos atravesar todo un patio para llegar hasta las vigilantas. Allí comenzaba el verdadero peligro.
Pero por el momento no podíamos realizar la acción, debido a que estaba ocupado por cantidad de jóvenes encapuchadas que proferían gritos y consignas de obediencia, a alguien a quien nosotras éramos incapaces de ver.
Tardaron más de 2 horas en abandonar el patio. Nosotras por prudencia, dejamos transcurrir otra media hora más.
Os puede asombrar la precisión del tiempo, pero es que al otro lado del patio había un enorme reloj.
Cuando creimos llegado el momento, descendimos las escaleras que daban acceso al patio. Nos quedamos en todo momento pegadas a la pared y nos concentramos en escuchar el más mínimo sonido.
Cuando estuvimos seguras de que nadie había por allí, atravesamos los 20 metros arrástrandonos por la hierba.
Sentía como el frío se apoderaba de todo mi ser al contacto con la húmedad. Pero conseguimos llegar al otro lado sin ser descubiertas.
He de decir que Cristine estaba espléndida, con el cuerpo brillante por el agua. La hubiera reconocido como a una diosa, sino fuera por el miedo que demostraba a cada momento.
Nos introdujimos en silencio por uno de los corredores mas recónditos de aquella zona. Según nos habían indicado, no solía transitar nadie por aquella zona.
De momento se iba cumpliendo todo bien.
Después de caminar unos 200 m. llegamos hasta el área de las vigilantas. Había muchas. Nos quedamos contemplándolas y viendo lo que hacían.
Y la verdad es, que a cada segundo, teníamos mas miedo.
Daban verdaderas palizas a las pobres que se interponían en su camino.
Por fín descubrimos a una que al parecer se retiraba ya a descansar. Además tuvimos la suerte de que su dormitorio quedaba muy cerca de nuestro escondite.
Cuando creimos que era el momento, nos acercamos sigilosas hasta la puerta y oteamos el panorama.
No hubo problema alguno, ya que se estaba dando un baño y el calzado lo había dejado en el dormitorio.
Cogimos el calzado y ya íbamos a salir cuando observé un silbato y el látigo que portaba cada una. Me decidí por escondérselos a fín de que se retrasara la petición de alarma.
Salimos sin problemas y recorrimos el mismo camino, pero a la inversa.
Cuando llegamos al corredor seguro, nos asomamos de nuevo a las rejas. Las mismas mujeres seguían siendo atormentadas por aquel grupo de bastardos.
Alcanzamos al fín la gran puerta y al llamar, se abrió la puerta y nos dieron entrada. La acogida, las risas y comentarios fué algo indescriptible.
Nos dió la sensación de que era algo, poco más, que un trabajo de dioses. Y claro, fuimos efusivamente aclamadas.
Nos sentimos ligeramente intimidadas y algo molestas por el hecho de permanercer desnudas ante ellos.
Miraba a Cristine de reojo y podía ver su sufrimiento y ansiedad al tratar de taparse como podía las partes púdicas de su cuerpo. Yo por mi parte estaba en la misma disyuntiva. Sinceramente sentía una gran vergüenza de mostrar mi desnudez a extraños.
Pero, lo que pensáramos o lo que nos disgustara no tenía cabida para ellos. Nosotras erámos la golosina de la fiesta.
No se si fué por quitarnos problemas de nuestras mentes, o por vicio, que uno de los diez nos atara las manos a la espalda a las dos.
La verdad era, que de esta forma debíamos sentirnos menos provocadoras de las dulzuras de nuestros cuerpos.
Y creo, que es lo que necesitábamos.
Yo, por mi parte, me sentía lo suficientemente protegida en mi desnudez, dada mi indefensión total ante los presentes. Así, de esta manera, no tenía mas remedio que admitir el asedio visual a que era sometida constantemente.
Nos llevaron hasta el centro del comedor y allí, después de fusilarnos con sus miradas y algún pequeño desliz manual, nos espusieron en lo que consistiría la siguiente prueba.
Nos quedamos espantadas al escuchar la proposición.
Tanto, que mi compañera dijo que prefería someterse a los azotes, antes que realizar semejante barbaridad.
La prueba era tan sencilla como peligrosa de realizar.
Se trataba de filmar desnudo a nuestro Amo y Señor. Además nos daban toda clase de facilidades y una minicámara de alta precisión y muy resistente a cualquier medio.
El peligro estribaba, en que si se era descubierta, lo más probable es que ya nunca volvieras a ver la luz del sol, a parte de ser sometida a toda clase de tormentos.
Ni siquiera tuve que pensarlo, me incliné por la postura de mi compañera y así se los hice saber, frente a ellos mirándoles a los ojos.
La portadora de todo el plan, comentó :
- Sois un poco cobardes. Pero, no importa, a partir de este momento, comenzareis a pagar vuestras debilidades.