Historia de Mo (prólogo)

Historia y vivencias sexuales de una trabajadora de una pequeña multinacional. Cómo gracias a un nuevo trabajo su vida sexual nunca volverá a ser lo que fue

Mediodía en una ciudad cualquiera de la costa mediterr‡nea, calles repletas de gente que van y vienen a su trabajo. La escena indica por tanto que nos encontramos en la zona financiera de la ciudad.

En un semáforo, esperando a cruzar vemos a nuestra protagonista, lleva una minifalda, tacones y una blusa con jersey que no impide intuir unos prominentes pechos. Tiene el pelo castaño oscuro muy largo, unas piernas muy bonitas y un cuerpo muy apetecible a primera vista.

Sin embargo, su cara no denota esa irradiación que si lo hace su cuerpo. En 15 minutos tiene una entrevista de trabajo en una sucursal de una multinacional para un puesto de asistenta de dirección.

Quizás el haber trabajado ya en varias entidades similares, con malas experiencias con compañeros, jornadas laborables interminables, escasa remuneración salarial; hace que las expectativas ante lo que podría ser un nuevo (otro más de lo mismo) trabajo sean malas.

Se encuentra a las puertas del hall de la empresa, apura su cigarrillo (vicio del que se ha perjurado muchísimas veces que lo dejará), lo apaga, entra y se dirige al mostrador de recepción para que le indiquen donde se realizará la entrevista.

La recepcionista le pide identificarse y se extraña por el nombre que sale de su boca... MO. Intuye que será un diminutivo de algún nombre común, baja la cabeza y le indica que tiene que dirigirse a la 6ª planta y esperar a ser llamada.

Sube sola en el ascensor, se mira al espejo, se retoca un poco el pelo. El ascensor se detiene en la 4ª planta y entra un varón, de mediana edad como ella, atractivo, pelo castaño, moreno de piel y por lo visto un maleducado porque ni siquiera es capaz de darle los buenos días. Ambos se apean en la misma planta y el susodicho tampoco es capaz de esgrimir un adiós... "pues empezamos bien en esta empresa", piensa para sus adentros nuestra protagonista.

Por fin después de más de ½ hora de espera le llega el turno de su entrevista. Le da la bienvenida una tal señorita Adriana, una mujer un par de años mayor que ella, rubia con el pelo cortito y con cierto atractivo. Enseguida queda prendada de su curriculum en otras grandes firmas y la entrevista va de maravilla. Aunque Mo sabe que será más de lo mismo: jornadas largas de 8 a 8 donde los altos cargos llegan tarde, comen en 2-3 horas y salen tarde pero que hace que al resto tengan que estar hasta las tantas, salario más bien tirando a bajo y pocas expectativas de crecimiento dentro de la empresa.

A los pocos días cuando recibe la llamada de que ha sido contratada tiene un contraste de tristeza/alegría (las misivas bancarias de la hipoteca de su pisito capricho cerca de la playa hacen que así sea).

Las jornadas maratonianas en la empresa son insufribles los primeros días. Su trabajo de asistente en la planta donde está toda el área contable/administrativa de la empresa es duro. Comparte una sala grande con muchos compañeros, varios jefes de sección (como la Srta. Adriana... a partir de ahora Srta. A) y ya menos jefes de departamento como el sr. X al que conoció en el ascensor y que aún no se ha dignado a hablar con ella ni siquiera para presentarse como su superior...

Ya ha pasado un mes y las cosas siguen igual, afortunadamente hoy es jueves o juernes como se dice en el argot laboral y muchos empleados salen a tomar unas cervezas (...y lo que venga después) por los bares y pubs cercanos. Además, ese viernes es festivo, así que la noche será larga.

(MO)... Noto como el periodo me vendrá pronto y eso genera una especie de excitación extra a la que no estoy acostumbrada últimamente; sin relaciones estables desde hace muchísimos años y sólo rolletes nocturnos poco satisfactorios y escasos. Elijo para tal ocasión: minifalda con raja, camiseta ajustada que deja más bien poco a la imaginación y bota alta.

El pub está a reventar de gente, se nota el día festivo posterior. Junto con mis compañeros se sienta hoy al lado mío la Srta. Adriana, que no suele ser habitual en estas quedadas. ¡Vaya, Esto si que es una sorpresa! el sr. X aparece por la puerta y se dirige a nuestra mesa... solo para saludar como no a la Srta. Adriana. El resto como si no existiéramos. Menos mal que se va a otra mesa y nos deja tranquilos, no me apetece pasar la tarde-noche con un tipo así.

La velada es fantástica, el alcohol empieza a hacer efecto y las risas y el buen rollo afloran en nuestra mesa. Incluso la Srta. A que suele ser algo seria está desatada con sus comentarios y riéndose de todo lo que digo. En una de aquellas noto que mi vejiga va a explotar; así que me dirijo al aseo donde hay una persona ocupándolo por lo que hago cola... cuando de repente noto un suspiro detrás mío y una mano que me toca la espalda mientras me susurra al oído "preciosa, tenga mucho cuidado que puede acabar mal la noche".

¿Cómo? Me giro para meterle una buena ostia al baboso de turno, pero freno en el último instante ya que se trata del sr. X. Me contengo las ganas de decirle de todo, ya que la hipoteca aparece en mi subconsciente. "Tranquilo, se cuidarme sola" le digo. "Confío en ello Srta. Mo me contesta". "Oh, sabe mi nombre y todo".

Y la noche sigue y las copas y los cigarros más todavía hasta un momento que empiezo a marearme y creo que hay que irse a casa... pero no, la Srta. A insiste en ir a otro sitio y que las copas van a su cuenta. En fin, no creo que otra copa más pueda conmigo. Pasamos el resto de la noche en otro garito y solo quedamos 4-5 compañeros. El pedo que llevo en mi cuerpo es ya de escandalo; me siento muy desinhibida y no paro de tontear con cuantos se me acercan. Está claro que mi generoso escote y la minifalda incitan a muchos arrimarse a mi... y bueno yo tampoco pongo mucho impedimento.

Va todo genial hasta que de repente se oyen gritos, vasos volando... una tremenda trifulca se ha originado en la pista de baile y se extiende por todo el lugar. Intento correr y escapar, pero el alcohol no me lo permite, me tambaleo y caigo al suelo. Empiezo a temer por mi salud cuando de repente un brazo amigo me coge, me levanta y me saca del sitio para mi alivio. Seguimos caminando para escapar de la zona. Abro los ojos para conocer a mi salvador cuando ¡Oh sorpresa! Es salvadora, la Srta. A me mira a los ojos y con una sonrisa pícara me pide que vayamos a tomar la última a un after cercano a la zona.

Accedo, casi por gratitud que por salud. El colocón que llevo es impresionante y me cuesta incluso andar. Entramos en el after, muy oscuro y con no mucha gente dentro. La Srta. A se pide un whiskey y me pregunta que qué quiero. "Agua le respondo". No conforme con la respuesta, vuelve con una cerveza alegando que no sirven agua.

Le pido por favor que nos sentemos en un sofá que no me sostengo de pie y así lo hacemos. Nos sentamos muy juntas y noto que A no para de cogerme la mano, acariciarme constantemente... En fin, irá borracha como yo y eso hace que la simpatía fluya más.

Cuando de repente, la mano de A empieza a subir lentamente por mi entrepierna, acariciando mis muslos (la raja de mi falda permite tal acción). Yo la miro a los ojos extrañada, ella me mira, acerca su cara a la mía y sin mediar palabra comienza a besarme frenéticamente mientras su mano sube y baja recorriendo todo mi muslo.

No sé si el alcohol o un posible miedo a decirle que no hace que me deje llevar. Es una situación agradable, sus labios carnosos interactuan con los mios y sus manos delicadas no paran de acariciarme. "Me agrada", la verdad.

Nunca había tenido una relación lésbica. De joven algún beso largo con amigas, pero por el tonteo, no por nada serio. Era la primera vez que de verdad estaba enrollándome con otra mujer. Me gustaba, pero en mi interior se que no es lo mío. Iba a decirle que parara cuando de repente sus dedos empiezan a acariciar mi zona vaginal y eso hace que me altere y que mis ojos se cierren porque empiezo a disfrutar. Lo se porque empiezo a mojar las braguitas sexis que me haba puesto esa noche por si triunfaba. Quien iba a decir que seria con una mujer.

Viendo la aceptación de la situación, hace que la Srta. A se excite más y empiece ya sin ningún tipo de tapujos a besarme por todo mi cuello, manosear mis senos y hasta meterme (literalmente) un dedo dentro de mi coño. Menos mal que hay poca gente en el sitio y es oscuro porque la escena debe ser bestial.

Empiezo a jadear y noto como derramo flujo vaginal por mi entrepierna. "Dios mío ¿qué me está pasando?" No pensaba que A fuese una bollera, pero su forma de jugar con todo mi cuerpo denota que lo es y de las buenas. La increible masturbación que me está haciendo me está volviendo loca y noto que no tardaré mucho en correrme. Esta situación de "amante pasivo" es muy excitante y novedosa para mi; ya que siempre intento llevar las riendas en la cama cuando he tenido una relación.

A punto de correrme, la Srta. A saca los dedos de mi vagina y me dice si quiere que vayamos a su casa. Este coitus interruptus hace que mi mente despierte, abro los ojos y observo como algunos varones a los que ni siquiera distingo sus caras miran atónitos la escena (estoy segura de que todos se masturbarán esta noche pensando en mi). Un sentimiento de vergüenza llena mi cuerpo y ya no estoy a gusto. Me quiero ir a mi casa y se lo digo a A, a la que no le sienta nada bien la propuesta, pero está de acuerdo. Salimos a la calle, compartimos un taxi sin mediar palabra entre ambas todo el trayecto y un simple adiós al apearme yo primera.

A duras penas logro abrir la puerta de mi casa, me desvisto, me quito la ropa interior mojadísima y me tumbo en la cama. Quiero dormir, pero la excitación acumulada hace que no pueda. Abro el cajón de mi mesita y cojo a mi amante mas fiel en los últimos meses. Cierro los ojos y me pongo en el lugar de los hombres de la discoteca, masturbándose o follándose a sus parejas... pero pensando en mi. Esto me genera una excitación en mi hasta ahora inexistente. No tardo mucho en correrme. El orgasmo es largo y placentero llegando incluso a expulsar gotas de mi vagina a la vez que me convulsiono con el orgasmo.

Debería ponerme el pijama, pero me siento sucia y me vuelvo a poner mis braguitas mojadas, guardo a mi amante en su sitio, apago la luz y cierro mis ojitos. Tengo un largo fin de semana para pensar en lo que ha pasado. Mi comportamiento no ha sido muy normal, pero no estoy enfadada ni me siento mal, todo lo contrario.

Quien me iba a decir que ese día y sin saberlo, empezaría a cambiar mi vida sexual a una mas placentera y de total sumisión y todo relacionado con la empresa.

Ese lunes, Adriana y yo ni nos miramos y casi ni nos hablamos, sólo lo justo y por supuesto sin ningún comentario de lo ocurrido en el after.

Pero la sorpresa mas grande vino a finales de esa semana cuando vi salir a A del despacho del sr. X con lagrimas en la cara y con su carta de despido fulminante...