Historia de Mo II

¿Agradecimiento, obediencia o ambas? Mo cae irremediablemente en las garras de su superior, recibiendo uno de los mejores polvos de su vida.

Su despacho quedaba al fondo de la planta. Era un lugar privilegiado. Desde allí podía observar todos los movimientos. Le gustaba aquella visión de conjunto donde todas las piezas encajaban. Los engranajes rodaban en movimientos sincronizados bajo su dirección. Todo hacia un mismo objetivo, los resultados.

Recordó el primer momento en que se cruzaron. Fue el día de la entrevista.

Tras 2 horas de una reunión interminable y tediosa con la junta directiva, le quedaba abordar las entrevistas para la vacante de su asistente personal.

¿Por qué se había empeñado en hacer él mismo aquellas entrevistas? Bueno … era evidente. El departamento de recursos humanos tardaría en dar con lo que estaba buscando un tiempo considerable, si es que lo conseguía. No disponía de ese tiempo.

Entró en el ascensor. Ella estaba allí. El largo de su falda, escaso, dejaba apreciar unas torneadas piernas. No llevaba medias … ¿qué más no llevaría?

Mantenía el cuello erguido de una forma que resultaba altiva. En su mente otra pregunta … ¿cómo sería doblegarla? Su gesto adusto dejaba claro que no sería fácil. Bien, mucho mejor así. Le dio la espalda.

En aquel espacio reducido le fue imposible no apercibirse de la mezcla del aroma de su piel, mezclado con olor a tabaco y el caramelo de menta con el que había intentado disimularlo.

Salió del ascensor, sorprendido de que ella bajara en la misma planta. Aquel era su departamento. Conocía a todo el personal a su cargo. No pertenecía a la plantilla ¿Qué hacía allí? … Oh! Claro… las entrevistas. Vaya! .. podría ser divertido. Pero no, no era el día indicado. No estaba de humor y aún le esperaba el cierre de mes. Necesitaba solventar aquel inconveniente lo más rápido posible.

Era pronto. Esperó en su despacho hasta que consideró oportuno. Pasaban unos minutos de la hora para la primera cita concertada. Una sonrisa de medio lado, afloró en su rostro. Se concedería al menos ese momento de diversión. Salió al vestíbulo donde esperaban las candidatas. Sin mirar hacia donde aguardaban sentadas, se acercó a la mesa de Adriana, le dejó el dossier con lo CV seleccionados; unas breves indicaciones en voz baja. El gesto de ella, un poema. A una sonrisa de él, la tensión de Adriana se disipó.

Había revisado todos los CV. Aquellas entrevistas eran mero formalismo, políticas internas. La vacante ya estaba asignada entre aquellas páginas, a quien reunía todos los requisitos, y el contrato de prueba redactado con un nombre, Srta. Mo.

Había sido un día duro. Un pequeño guiño le vendría bien. Giró sobre sus talones para encontrarla sentada en el camino hacia su despacho.

El jersey reposaba en su regazo. Se había recogido el pelo. Su imagen ahora, mimetizaba con el entorno de líneas rectas y blancos inmaculados. Un entorno pensado y dirigido a la máxima concentración del equipo.

Con la misma expresión de indiferencia que había mostrado en el ascensor, se dirigió hacia allí. Al pasar a su altura, aminoró el paso e inclinándose cuanto a penas, casi en un susurro le dijo:

_ Veo que ha acusado el calor. El termostato se ha averiado. Estamos en ello. Espero que no la incomode demasiado

En su estupor, pudo adivinar su sorpresa. Lo había reconocido.

Mientras ella bajaba la mirada para recomponerse, él se deleitaba entre aquel gesto de sumisión y aquella blusa que dejaba entrever el nacimiento de unos pechos prominentes. Se distrajo pensando en su sabor por un instante y continuó hasta su despacho.

¡Si! Sr. Cam 1, aspirante desconocida 0. Besó su anular derecho, mirada al cielo y esbozó su sonrisa de medio lado. Un buen día.

Y allí estaba. La Srta. Mo era “Ella”. En el transcurso del periodo de prueba, había podido confirmar cuán acertado había estado en su contratación. No era eso lo que le desagradaba. Todo ese tiempo había estado evaluándola, observándola. Empezaba a ser una distracción incómoda.

Como su asistente personal, era la persona con la que más estrechamente se veía obligado a trabajar. Sabía que era una buena baza para la empresa. Tenía que reubicarla en otro departamento. Pero .. ¿cómo justificar el traslado?

Hasta entonces, había podido ingeniárselas para no tener que mediar palabra con ella. El despido de Adriana hacía que eso ahora fuera imposible.

Buscaba una excusa creíble, cuando irrumpió sin llamar su compañero, director del departamento de ventas.

Aquel engreído individuo se paseaba por todo el edificio como si fuera la pieza clave para el funcionamiento de la empresa.

_ ¿Ya has visto las cifras de este mes? espero que en la próxima junta sepan agradecérmelo como es debido.

_ Si, bueno, estaría bien que además de las cifras, alguien se ocupara de cerrar bien los números para no retrasar a mi departamento.

_ Tienes toooooda la razón. Eso quería comentarte. Ha llegado hasta mi planta el rumor de que tu asistente personal sigue en período de prueba. Me consta tu nivel de exigencia y estoy seguro de que podría desempeñar esa labor perfectamente, ocupando la mesa junto a mi despacho. Y de paso lo adornaría!! .. jajajaja

El guiño con el que acompañó aquella risa de hiena, hizo que se le removieran las tripas. Adivinando sus claras intenciones, tomó la decisión de forma automática. La Srta. Mo, no se movería de su puesto. Las náuseas provocadas por la imagen de aquel elemento posando sus zarpas sobre Mo, lo habían inquietado.

Ajena a aquella disputa de “medidas” por sus servicios, pidió paso a través de la puerta de cristal. Aquel vestido entallado marcaba todas sus líneas. Abotonado por delante, mostraba un escote discreto, pero muy sugerente.

Quedó de perfil mientras saludaba educadamente al Director de ventas. Aquella curva al final de su espalda al encuentro de aquellas piernas que seguían sin medias, provocó un escalofrío que le recorrió la columna.

Cuando “el elemento” empezó a hablar, dirigiéndose a la Srta. Mo para presentarle su propuesta, se apresuró a atajarlo dejándolo con la palabra en la boca.

_ Disculpen la interrupción. Srta. Mo, aprovecho el momento para comunicarle la renovación de su contrato. He pasado nota a RRHH y al final de la jornada tendrán preparado su contrato de incorporación como personal activo. Si las condiciones le son satisfactorias, espero que lo deje firmado hoy mismo, para que podamos proseguir con nuestra labor.

Le adelanto que si su respuesta es afirmativa, y dada la precipitada baja causada por la Srta. Adriana, el próximo mes preciso que esté disponible durante un horario más amplio. Y muy probablemente tenga que acompañarme en mi próximo viaje.

Ni un solo músculo en su rostro, nada en su tono denotó emoción alguna. Alzó la vista. El gesto perplejo de Mo lo decía todo.

_ Sr. Cam, no sé cómo expresarle mi agradecimiento. Cuente conmigo.

_ Aún no ha visto las condiciones del contrato - y dirigiéndose “al elemento”- Gracias por tu visita. Supongo que tienes trabajo que hacer para completar tu equipo.

Sin más, lo acompañó hasta la puerta.

Cuando se dio la vuelta, Mo seguía plantada frente a su mesa.

_ Srta. Mo, no se preocupe, encontraremos la manera de que me exprese su agradecimiento. Y ahora por favor, vuelva a su puesto.

Volvió a su sillón de piel en su mesa y prosiguió con sus quehaceres, como si tal cosa. La vió salir de su despacho, aún consternada. Sus últimas palabras la habían apuntillado. Ahora tenía que ser paciente.

Evocó el momento en que entró en el Blues & Beer, hacía una semana, para toparse con ella sentada a una mesa con otros tantos empleados de su planta. Aquel modelito … su camiseta ajustada, el corte de su falda, las botas hasta las rodillas … tuvo que contenerse para no agarrarla del brazo, sacarla de allí y meterla en un taxi de vuelta a casa. Estaba claro que no era consciente de cómo tentaba a Adriana vestida así. Al instante decidió que lo afrontara, pero no pudo evitar dejar su huella. Cuando la alcanzó en el baño y la sujetó por la espalda, estuvo tentado de empotrarla contra la pared allí mismo y descubrirse, pero se contuvo y se limitó a dejarle una pequeña advertencia, eso sí, desde tan cerca que sus labios rozaron su cuello por un momento y a punto estuvo de dejarlos allí.

La vió beber, fumar y tontear hasta que estalló la pelea y las siguió a distancia prudente hasta el after.

Se sentó en la barra a esperar. Desde allí se perdía a la vista de ellas entre la multitud. Justo cuando apuraba su copa … Bingo! sabía lo que ocurriría. Tremenda su erección cuando vio como Adriana metía la mano bajo la falda de Mo y apretaba sus pechos con aquellas manos menudas, el rostro de Mo, confundida, cachonda, violentada, desinhibida, rebelde, respondía ante su excitación, sumisa .... Y tremenda también la frustración … quería que fuera suya y de nadie más. No podría haber hallado mayor satisfacción en un despido.

A penas unas semanas atrás, mientras seguía con la mirada a una Adriana deshecha en lágrimas, carta de despido en mano, veía esas mismas manos hurgando bajo la falda de Mo, rebasar la frontera de su ropa interior … aquellos dedos pequeños y delgados, habían recorrido sin su consentimiento el camino que ansiaba como propio. Ahí residía su rabia. “Sin su consentimiento”. Desde el momento en que se cruzó con Mo, no se había podido resistir a aquel ansia por adueñarse de ella, de su voluntad.

Conforme Adriana desapareció tras las puertas del ascensor, se dirigió al cubículo de Mo:

_ Srta. Mo, no hemos sido presentados. Hasta ahora no ha sido necesario. Sr. Cam -dijo extendiendo su mano- Recoja sus cosas y trasladese a la que fue la mesa de Adriana. Desde este momento se hará cargo de su puesto. Comienza un nuevo periodo de prueba.. Valoraré si esto será de forma permanente.

Encontrará un listado de los temas pendientes que preciso resuelva a la mayor brevedad. Muévase.

No había llegado hasta ese punto para nada. Había pensado en todos los detalles. Con aquellas cuentas, Mo tendría que quedarse al menos un par de horas aquella tarde; dadas las consultas que tendría que hacer, no podría trabajar en otro sitio, que no fuera la sala previa al archivo. Aquella sala pequeña y poco ventilada, no era del agrado de los empleados y todos huían de ella.

Esperó pacientemente a que se hiciera la hora. Con el contrato de Mo en la mano, se dirigió hacia el archivo.

Entró sin llamar, para encontrarla absorbida en el trabajo. Apenas alzó la vista hacia él, pudo ver en su mirada que lo estaba esperando.

_ Srta. Mo, traigo su contrato. ¿Se ha decidido ya?

_ Sr. Cam, buenas tardes. He podido revisarlo hace unas horas y no tengo ninguna objeción. De nuevo quería agradecerle la oportunidad que me brinda.

_ No se pierda en más palabras y firme, por favor. Tenemos cosas que hacer.

Mientras firmaba, Mo lo miró atónita. Pasaban más de dos horas del término de su jornada, pero la verdad era que necesitaba consultarle algunas dudas si quería acabar con aquello.

_ Está bien Sr. Cam, si no le es molestia, necesito que me aclare estas cifras - le dijo, a la vez que señalaba entre sus notas y la pantalla -

Se colocó justo detrás de ella, inclinándose sobre su espalda, procurando rozarla a cada movimiento. Notó cómo se ponía nerviosa, perdía la concentración, rectificaba una y otra vez los datos, se tocaba el pelo, pasaba la mano por su rostro … la señal estaba al llegar y …. ahí estaba, vió cómo su pecho subía para tomar aire profundamente y después, aquel casi imperceptible jadeo. Ya la tenía.

Desde los hombros, deslizó las manos por sus brazos a la vez que inclinaba la cabeza sobre su cuello. Susurrando repitió las palabras: “preciosa, tenga mucho cuidado que puede acabar mal la noche”

_ Srta. Mo, dígame que pare y esto se quedará aquí … sin represalias. Déjeme seguir y le mostraré lo que no han sabido darle hasta ahora - con la silla sujeta por el respaldo, la viró hacia sí lentamente sin encontrar resistencia hasta tenerla de frente -¿ y bien?

No hizo falta respuesta. Su mirada felina lo decía todo. A un gesto suyo, se puso de pie. La hizo girar sobre sus pies sujetándola por las caderas. La atrajo hacia sí, cubriendo con el pecho su espalda. Sus manos se deslizaron hasta la orilla del vestido, ascendieron bajo el mismo y estirando de su ropa interior, le ordenó “quíteselas”.

Mo obedeció. Tuvo que inclinarse sin despegarse de él, porque la mantenía sujeta por la cintura. Notar aquel trasero sobre su miembro ya erecto, hizo que la sangre le bombeara acelerada … “Joder! cómo deseaba follarse a aquella mujer”

Mo las dejó caer en el suelo. Apenas se había incorporado, separó ligeramente sus piernas con el pie. Mientras la sujetaba con una mano, con la otra estrujaba aquel redondo trasero bajo la falda, conduciéndose hacia la entrepierna. Para cuando sus dedos llegaron, estaba completamente mojada. Los introdujo sin dulzura, sin pausa. Mo no pudo contener un profundo gemido. Sin dejar de mover sus dedos dentro y fuera de ella, estiró de los botones del vestido para encontrar sus pechos. Mientras los apretaba, percibía como Mo intentaba contenerse. La presionó sobre la espalda para obligarla a inclinarse. Levantó su falda … Oh! que gran espectáculo ante sus ojos! y totalmente rasurada. Se arrodilló y desde allí lamió cada rincón de su sexo, mordió sus labios, saboreó su clítoris, introducía sus dedos … con pausas controladas, sin dejarla llegar. La hacía desesperar. Cuando se hubo saciado, se incorporó, sujetándola por las caderas y acercándose a su oído le dijo “Srta. Mo, entienda desde ya quién es quien manda” y sin más, estiró de ella hacia sí y la penetró de un embate. La hizo gritar de placer. Entraba y salía de ella sin bajar la intensidad. Alternando la velocidad. Prolongando el momento. Mo se estremecía recibiéndolo sin una protesta. Se retorcía y empujaba intentando mantener el ritmo. Cuando notó que Mo comenzaba a temblar, se dejó ir y se derramó. Los gritos de placer de ambos emplastaban como en una melodía.

Cuando los dos se calmaron, despacio, la ayudó a incorporarse.

_ Srta Mo, me complace saber que en los próximos días, me recordará cada vez que intente cruzar las piernas.

Acompañó sus palabras con su tan característica sonrisa ladeada.

Ya frente a frente, la abrazó y besó sus labios. Mo lo recibió con una pasión, con la que él no se había encontrado antes.

Mirándola a los ojos solo cruzó por su mente: “Ya eres mía, pequeña”

_ Srta. Mo, no quiero que se confunda. Mi prioridad absoluta son los resultados. Mañana se incorporará a sus nuevas funciones. La espero igual de eficaz y eficiente. Concentrada en su nuevo puesto. En cuanto a lo que ha pasado aquí hablaremos, pero no ahora. Preciso pulir algunos puntos en esta … digamos ... “ampliación” de nuestra relación. Y ahora, a no ser que tenga alguna duda, un taxi la espera en la entrada para llevarla a su casa. Descanse.

Ya en el taxi, aquella palabra, sobretodo, resonaba en la cabeza de Mo: “Descanse”.

¿Descanse? en serio … descanse ¿Ampliación de relación? ¿Qué coño acababa de pasar? ¿Se le había ido de las manos?

Estaba claro, sus propias argucias revelándose contra sí misma.