Historia de mi vida, una vida en Japón

Como fui acogido en un local de geishas y lo que ocurrió después de ese día (fotos).

Historia de mi vida, una vida en Japón

Mi verdadero nombre es Ohn-Sing-Tho, pero desde que llegue a España hace doce años, me llamo Oscar. Esta es una historia que no he contado nunca a nadie desde que deje mi país de origen; Japón. Nací en 1974, en la región de Tohoku, más concretamente en Fukushima, capital de esa región; en un barrio de los llamados aquí, "barrios bajos". A los cinco años fui abandonado por mi madre y fui acogido en una casa de geishas, de esta misma ciudad. Desde el día que llegue empezó mi "entrenamiento" que fue un poco traumático. Me acuerdo que un rato después de llegar, me metieron en una sala dos mujeres. Estas me inmovilizaron con sabanas y abrieron mi calzón. Con un cuchillo me circuncidaron y con esa misma sabana cubrieron mi sangrante pene. Esto me creo un fuerte shock y empecé a darme cuenta de donde me habían acogido.

Nunca conocí a nadie que no fuera Shabi, mi educadora y a Hisna, la dueña de la casa. La primera era una mujer de unos treinta y cinco años, alta y guapa, con una mirada que enamoraba. La segunda, era más normal, debería tener unos cuarenta años. Era más baja y fuerte que la anterior y tenía unos pechos grandes. Ella era una de las dos mujeres que circuncidó por eso siempre la tuve cierto respeto. Siempre estas tenían cuidado de que no me juntara con las demás geishas o aprendices que convivían conmigo, que solo las podía ver pasar por las rendijas de las paredes.

Desde los seis años me hicieron comer mucho y también hacer mucho ejercicio. Los ejercicios eran de todo tipo, me hacían correr mucho, subirme al tejado bastantes veces al día, me mandaban a comprar mucha comida que tenía que llevar arrastrando porque no podía, me obligaban a transportar cubos de agua y limpiar la casa. Por la tarde los ejercicios eran distintos. Hisna llegaba y me desnudaba. Aparte de bañarme todos los días, cogía mi pene, lo estiraba y lo masajeaba durante un buen rato. La primera vez me resistí y recibí un fuerte golpe en la cabeza que me dejo aturdido. Al día siguiente igual, pero esta vez aprendí y no me resistí. Todavía me acuerdo el dolor de los primeros días de la cabeza.

Cuando tenía siete años, Hisna; tras bañarme y realizar los ejercicios diarios de mi pene, se quedo por primera vez conmigo a hablar. Era la primera conversación que tuve porque estaba prohibido allí hablar (me refiero a contar cosas independientes del trabajo) Todavía recuerdo esa conversación.

Debes decirme si te duele – comenzó Hisna

Pues me lleva doliendo muchos meses. ¿Por qué haces esto?

Cuando estés preparado te lo contare, después todo vendrá de golpe.

(...)

Ahora quiero que veas una cosa

En ese momento Hisna se despojó del kimono y quedo totalmente desnuda. Tenía unos pechos aun más grandes de lo que hubiera imaginado por lo que le se le caían ligeramente. Me quede maravillado con esa piel blanca que tenía (en un principio creía que las mujeres eran naturalmente blancas) y note algo que no había notado nunca, no lo voy a llamar excitación porque no lo era si era curiosidad. Ella se acercó.

Ven aquí y tócame los pechos – dijo ella, obedeciendo yo al instante. ¿Qué sientes?

Note al instante que mi pene se ponía duro y crecía. Ella lo cogió y empezó a masajearlo esta primera vez erecto.

Continuo un rato hasta que descubrió su vulva, era muy larga y sin ni un solo pelo. En cambio era muy estrecha y cerrada. Ahora era solo un monologo

Chúpalo como si fuera una ostra – me dijo

Me cogió la cabeza. No me soltó hasta que se corrió y no duró mucho. Después ella hizo lo mismo y logró extraer unas gotas de un liquido transparente después de cierto tiempo. Me dijo que la próxima vez iba a ser mejor y se fue.

Los días siguiente no podía dejar de pensar en ella a pesar de su avanzada edad. No paraba de imitar lo que me hizo con la boca ese día y lo imite con las manos. Las felaciones después de los estiramientos eran usuales y ya ni hablábamos.

Pasaron cinco largos años hasta que cumplí los doce. Edad en la que me contó el objeto de todo esto, que era ese local, a que se dedicaba, me dijo que la comida y el entrenamiento diario era para crecer fuerte y convertirme el día de mañana en una persona en forma. Los estiramientos eran para desarrollar un buen tamaño del pene, que realizados durante diariamente durante años podían aumentar la capacidad de las bolsas de sangre de su interior y por lo tanto su tamaño. El entrenamiento debería ser muy lento. Cuando llegaste aquí el pene te medía tan solo un sun (3,3 cm) ahora hemos conseguido que mida 5 sun, por eso ahora no me cabe entera en la boca como antes. Si mis cálculos no son malos debería llegar al limite en 8 sun a la edad de dieciocho años.

La edad de doce años es importante en mi vida porque fue cuando me trasladaron a vivir con las aprendices de geisha y me integre como una más. Me metieron en una habitación compartida con tres chicas; Enk, Shokawara y Aisaha. Enk era baja y muy delgada, todavía no le habían salido los pechos. Shokawara era de la misma estatura que Enk pero esta en cambio era más ancha se le notaban ya unos pechos mas o menos desarrollados. Aisaha era la más alta de las dos, incluso algo más alta que yo, tenía las piernas bien torneadas y lo pechos pequeños pero colocados. Era la mayor tenía doce años las otras dos tenían, al igual que yo, once. Se quedaron maravilladas al verme nunca habían visto un hombre. Me saludaron con timidez y yo les devolví el saludo.

Fue la primera cena que hice con todas las chicas. Había mas de cincuenta entre aprendices y geishas y ni un solo hombre en la mesa. Hisna hizo el anuncio y todas me saludaron. Me ordenó desnudarme completamente y pasaron una a una a ver mi pene flácido todas.

Fuimos a dormir, había dos camas y yo ocupe la más cercana a la puerta. Cuando llegaron mis tres compañeras. Me dijeron que solían dormir abrazados en parejas para darse calor pues por la noche hacía mucho frío. Como Enk y Shokawara siempre dormían juntas me toco dormir con Aisaha. Estuvimos charlando al oído – pues no se podía hablar durante la noche – unas cuantas horas. Me contó su estancia aquí como llego, que solían hacer. Sabía a ciencia cierta todas las funciones (compañía, baile, música, servidumbre y sexo) que tendría que desempeñar a partir de los dieciséis años, edad en la que se convertiría en una geisha. Me quede maravillado de sus conocimientos y también de tenerla a mi merced dormida en mi cama.

Cuando estuvo dormida, sin pensármelo dos veces comencé a masturbarme, tocándola a ella ligeramente. Ella se despertó con la suerte de que yo guardé mi pene antes de que ella se diera cuenta (eso creía yo)

A la hora de la cena, me he quedado maravillado con tu pene – dijo Aisaha espontáneamente.

Ah! – esta fue la única interjección que pude expresar debido a la vergüenza que estaba pasando y en parte por la excitación

¡Déjame verle otra vez!

Vale, pero a cambio me tendrás que dejar ver tu vulva también.

Ahí estábamos los dos dentro de la cama con el kimono subido, aunque no había luz en la sala, las antorchas que había en el pasillo dejaban ligeramente ver algo, después de llevar varías horas acostumbrados a esa luz.

Su cuerpo era realmente precioso tenía la piel blanca, incluso exenta de maquillaje, unas caderas redondeas y bien marcadas para su edad, piernas largas y robustas, la tripa con un ligero arco que no estropeaba su figura y lo más importante ese capullo sin florecer que tenía entre las piernas.

En la parte superior se distinguía entre la blancura, unos pelillos incipientes, cubrían todo su monte de Venus.

Ella estaba hipnotizada con mi pene. Lo primero que hizo fue tocarlo, alegando que no lo podía ver con claridad. En ese momento descubrí que mi pene no se ponía erecto porque lo tocara una mujer, debido a los estiramientos diarios que me hacía Hisna, yo no adquiría cambio alguno. Aisaha dijo que porque no crecía y yo le dije que lo tenía que chupar como si fuese una ostra (expresión aprendida de Hisna) Así lo hizo por lo que al instante creció asta los 5 sun de longitud. Ella se colocó al dentro de la sabana y comenzó a bombear. Lo hacía muy bien parecía que estaba enseñada (más tarde me dijo que tenían clases a las que yo tendría que asistir)

Yo coloqué su vientre encima de mi pecho y comencé a acariciar esas piernas que parecían tintadas de plomo pero no lo estaban porque no dejaban residuo alguno. Procedí a usar mi lengua por la parte de lateral e interior de las piernas, pues según Hisna es la parte más estimulante de una mujer que está boca bajo (pruébenlo) Continué hasta que llegue a la vulva, me dispuse a buscar el clítoris. En el momento que comencé a estimularla ella aumentó su velocidad de bombeo y yo la mía. Estábamos en una carrera en la que yo tenía las de perder.

Naturalmente ella acabó antes y me roció la cara (al estar encima de mí) de fluido transparente que expulsó con violencia. Yo continué durante unos segundo hasta que acabara el orgasmo. Supe que había acabado cuando ella, para evitar gritar de placer, se introdujo mi pene hasta la garganta y entró enteramente dentro de su boca. Esa era una sensación prácticamente nueva para mí – solamente Hisna me lo había hecho una vez cuando mi pene tenía un tamaño menor – por lo que me corrí al sentir esa garganta ardiendo y liberé tres grandes chorros de semen que entraron directos hacía el estomago de Aisaha. Nos quedamos dormidos en esa postura hasta el amanecer ya que habíamos gozado de lo lindo.

Al amanecer – serían las seis y media – antes de hacernos levantar a las ocho de la mañana, Enk y Shokawara nos despertaron. "Estos se lo han pasado bien esta noche y no nos hemos dado ni cuenta" – pensaron. Aisaha y yo fuimos a ducharnos (por separado) para no levantar ninguna sospecha. No me habían prohibido en ningún momento hacer nada de lo que hice con Aisaha pero allí todo el ambiente era muy disciplinado y jerarquizado, por lo que prefería dejarlo en secreto. Cuando salí de la ducha, afirmé las cosas que ya había contado Aisaha a sus compañeras de habitación. Hicimos un juramento entre los cuatro de silencio.

Bajamos al comedor todos bien aseados con el kimono, desayunamos y yo me separe del grupo como todos los días pues tenía que hacer recados y ejercicios físicos. Pero meses después algo cambió, esto fue que los ejercicios púbicos fueron por la mañana después de los ejercicios fisicos. Llego como siempre Hisna y procedió esta vez no hubo felación sino charla. Y así comenzó:

Hoy va a ser un día especial para ti, el más importante de tu vida, posiblemente. Hoy vas a saber para que realmente has nacido, para que realmente te acogimos en un sitio como este y por que a ti y no a otro. Pues como sabes este es un lugar en el cual la residencia de hombres no es muy usual

Yo estaba intrigado y a la vez asustado. Ella procedió:

En Fukushima sabes que las casas de geishas son muy importantes, que los padres ingresan muchas veces a sus hijas aquí porque no pueden hacerse cargo de ellas o también acuden chicas huérfanas o abandonadas. Durante alrededor de diez años reciben entrenamiento diario para convertirse algún día en lo que están destinadas… en geishas. Voy a ser breve, tu has sido elegido por mi para desempeñar a lo largo de tu vida dos funciones; la primera será ayudar a las chicas a dar el salto de aprendices a geishas, para ello a la edad de quince años serán desvirgadas por ti; la segunda función será fecundar a las mujeres que ya no son deseadas y por lo tanto no pueden desempeñar ya su función de geishas. Esta edad puede variar pero suele ser a partir de los treinta y cinco años. Pasada esa edad son pocas las afortunadas que se libran de esta desgracia y una de ellas soy yo. A mis cuarenta y seis años aun soy deseada por todos los clientes y ninguno hasta ahora me ha rechazado. También debes saber que soy la más cara de todas debido a mi experiencia, mi precio es 90000 yen / día solo para compañía o para entretenimiento (música, baile…) y puede aumentar hasta los 150000 para favores sexuales. Ahora tienes catorce años y es la edad adecuada para que realices tu primera desvirgación.

Desde ese momento lo comprendí todo, no me enfade con ella por habérmelo ocultado tanto tiempo, debido al aprecio que la tenía pero si que es verdad que me molesto un poco al principio. Más tarde me di cuenta de que era un hombre afortunado.

Ese día pasó sin ninguna novedad y me acosté de nuevo con Aisaha. Empezamos a charlar como siempre lo hacíamos – era de los únicos momentos del día que estábamos a solas – y después solíamos ponernos cada vez más calientes. Hoy no fue así; cuando la eché mano para desnudarla ella me paró. Era la primera vez que ella lo hacía desde que nos pusieron juntos hace meses.

Tenemos que hablar de esto que hacemos – dijo ella preocupada.

¿Cuál es el problema que tienes, Aisaha?

Que creo que nos han pillado haciendo estas cosas

Y eso, ¿qué ha pasado?

Desde hace días, Hisna, Shabi y las demás maestras me miran mal. También algunas chicas

No te tienes que preocupar y te quiero hacer una propuesta, si tu quieres.

Y, ¿cuál es?

Me preguntaba si me dejas que te penetre – dije mientras ya tenía el pene como un asta de bandera y enseñándoselo

¡Ay!, no por favor no me obligues a eso que me hará mucho daño. Ya has visto como lo tengo de cerrado apenas entra un dedo bien.

Cómo quieras, no te enfades, seguiremos haciendo lo que hacemos, ¿vale? Ahora a dormir.

Al día siguiente, Hisna me llamó a la hora del desayuno

Ya he hablado con Aisaha y lo sé todo – dijo ella, aunque menos enfadada de lo que creía

Lo siento mucho, no era nuestra intención

No era tu intención pero sí la de ella. Desde siempre he sabido que tiene una fijación enorme a la masturbación y lo hace desde muy pequeña. Pero hoy la cosa cambiará. Ahora vamos a la sala central.

Llegamos los dos y todas las chicas estaban sentadas en el suelo. Nos miraban a Hisna y a mí perplejas, pues estábamos en el centro de la sala en una plataforma que nos elevaba un poco del suelo. Hisna habló.

Hoy es un día que vais a recordar, hoy será el día en el que veréis una desvirgación en vivo. Como sabéis las desvirgaciones se hacen cuando creemos que tenéis la vagina ya desarrollada y preparada. Esto se suele hacer a los quince años como muy pronto aunque se puede aumentar esa edad hasta los dieciocho si la vagina de la aprendiza no está en condiciones a los quince. Hoy haremos una excepción, una excepción como castigo por haber realizado actos sexuales sin autorización. Será Aisaha de tan solo trece años.

Las chicas se quedaron atónitas. No sabían que se podía adelantar la norma para imponer ciertos castigos. Aisaha no salía de su asombro. "Que vergüenza, haré el ridículo, a partir de mañana ya no volveré a ver a mis amigas y, ¡mi pobre vaginita va ser desgarrada ahora en público!" – pensaba ella en el momento que se puso a llorar.

Las educadoras la cogieron y la subieron el kimono. Para entonces yo tenía mi pene descubierto. Hisna comenzó a chapármelo para conseguir el tamaño y dureza máximos. En un breve periodo de tiempo. Ya tenía mi pene en su máximo esplendor.

Penétrala hasta al fondo. Ha de cumplir su castigo. Vamos. Si no quieres uno peor tú.

Lo siento Aisaha, espero que me perdones algún día.

Dicho esto procedí, cogí mi pene y lo coloque en su entrada. El glande por lo menos entraba. Me tome mi tiempo pensando si era correcto lo que estaba haciendo. Al final afirmé. Ella no paraba de llorar y tenía una sabana que la aprisionaba la boca para que no gritara. No me lo pensé más y de un fuerte golpe de caderas le metí los 6 sun (alrededor de 20 cm) hasta que mis testículos hicieron de tope y se entrelazaron nuestros vellos púbicos. Así continué de forma rítmica durante un minuto hasta que me di cuenta de que tenía los testículos machados de sangre. La cogieron y se la llevaron, no la volví a ver.

No va a ser el único castigo. También castigará Ohn, a la chivata; Shokawara.

Ella comenzó a chillar y a pedir clemencia debido al espectáculo que acababa de presenciar. "Lo estas haciendo muy bien, si continuas tendrás tu recompensa" – me dijo al oído Hisna.

Al igual que antes la subieron el kimono. Hisna limpio mi pene de sangre y me dijo que procediera. Ahora lo toque para ver si estaba lubricado. Esta vulva era mucho más pequeña que la de Aisaha pero estaba chorreando debido a la anterior escena. Ahora ya no chillaba estaba sumida en el éxtasis del momento. Comencé, esta vez más caliente que la anterior, mi particular bombeo. En cuanto traspase el umbral ella comenzó a chillar.

Continué penetrándola hasta que me corrí. Esta vez salí la sangre mezclada con semen y no solo unas gotitas sino un gran chorro de sangre. A esta también la retiraron. Continuamos el día con las clases (…)

Al llegar la noche yo dormía solo en mi cama solo con Enk en la otra, cuando entro sigilosamente Aisaha. "Tengo que darte tu regalo" – susurro en mi oído. "Vamos a mi habitación". Llegamos y nada mas llegar me dijo que el kimono sobraba, por lo que nos lo quitamos. "Ahora vas a gozar de verdad, como nunca lo has hecho"

Su cuerpo era como siempre espléndido. Comencé a besarla con ambas lenguas fuera. El ambiente estaba sumido de pasión. Al tiempo que la besaba con una mano tocaba un pecho y con otra su perfecta vulva siempre depilada. Ella me masturbaba fogosamente. Después de un par de minutos, ella me dijo que no aguantaba más. Me tumbe y ella encima comenzó el mete-saca con una precisión característica en ella. Entro de golpe, mi pene en su vagina y ella emitió un gemido. Continuo sacándolo entero unas cuantas veces y luego cada vez la sacaba menos hasta que llegue al orgasmo cuando ya los movimientos eran meras vibraciones con la totalidad de mi pene en su interior. Continuo el orgasmo con un rapidez exquisita, yo me retorcía de placer. Incluso continuo después de que acabara mi orgasmo. Esos momentos posteriores al orgasmo eran un poco angustiosos, deseaba separarme y descansar un poco pero ella no paró aunque si bajo el ritmo –muy sabiamente– para luego ir aumentándolo paulatinamente.

El segundo orgasmo tardo en llegar. Durante el bombeo en el segundo coito, creí morirme, mi respiración era intermitente pero ahí seguía Hisna encima de mí bombeando y bombeando sin parar. Cuando estuvo a punto de llegarme el segundo éxtasis, empecé a gemir. Nunca lo había hecho con las anteriores felaciones por muy espectaculares que hubieran sido. Durante esos diez segundo gimiendo me sentí por primera vez en mi vida

¡Libre! Una libertad surgió en mi interior que me hizo reconfórtame y prepararme para el final, que no tardo en llegar. Este orgasmo se anunció con un grito de jubilo que seguro hizo despertar a las chicas. Miles de gotas de semen salieron de mi pene como si fuera la metralla de un arma. Nos corrimos a la vez y las sacudidas en estos momentos eran brutales. Ella daba gemido muy bajos pero constantes y la expresión de placer que tenía en la cara era digna de un monumento. Cuando dejamos de corrernos ella cayó extenuada encima de mí. No podíamos ni hablar y tardamos cierto tiempo en recuperarnos. Yo lo único que veía era la mezcla entre semen y fluido que rebosaba de su vulva y caía encima de mi estómago. Pasamos la noche en esa postura. Cuando nos despertamos ella me besó en la boca y sonriendo la dije… Te quiero