Historia de mi vida, Capítulo 9

La distancia es un poema que nadie quiere leer, un vaso de agua que nadie quiere tomar y una piedra que todos desearíamos tirar al vacío.

Pueden repetirme que la perfección no existe mil millones de veces, yo seguiré pensando que se equivocan. Eso es porque no han visto su cuerpo, su forma de caminar. La perfección es su forma de besar, esos coquetos hoyuelos en sus rosadas mejillas. La perfección son sus manos y la magia que tienen para matarme y resucitarme a la vez. Perfección, su jodida perfección. Como tiembla al reírse, esa mirada que atrae, sus extrañas manías... todas esas cosas insignificantes que le hacen una persona única. Y sí, es cierto que tiene defectos, pero hasta ellos son perfectos ante mis ojos. Perfección, esa palabra que se queda corta cuando hablamos de ella… Ella es la perfección tan imperfecta y eso, es un hermoso arte para mí. Ella, conmigo no necesita tener disfraces y marcaras. Me gusta su rostro risueño que tiene al despertar. Me gusta su voz cansada al final del día cuando ya estábamos a punto de caer rendidas en las sabanas. Me gusta ella sin tener la necesidad de ocultar nada.

  • Hey... – Susurró entrando a la sala de estar - ¿No puedes dormir?

  • Sí, bueno, en realidad no – Respondí viendo que se sentaba a mi lado – Estaban transmitiendo “Breakfast at Tiffany's” en el canal cuatro – Encogí de hombros.

  • ¿En serio? – Asentí - ¿Y qué tal?

  • Pues… ¿Qué puedo decir? Soy fanática de Audrey – Sonreí con nostalgia - ¿Vamos a la cama? – Sugerí al verla recostarse en el sofá.

  • No, quedémonos un rato más – Respondió recostando su cabeza en mis piernas.

  • ¿Segura? – Ella asintió restregándose los ojos

  • Háblame de tu tatuaje… - Murmuró tocando mi nariz con su dedo índice.

  • Bueno, me la hice dos años atrás en Rotterdam – Una risa casi muda salió de mis labios – Recuerdo las cosquillas que me causo esa maldita maquina diminuta…

  • ¿Qué significa tu tatuaje? Porque, bueno, yo que sepa no eres satanista o como se diga… Jayde, no trates de dormirme – Se quejó riendo.

  • ¿Qué? – Encogí de hombros – Solamente te estoy acariciando tu cabello…

  • Ese es el problema, lo haces de una manera que no puedo decirte exactamente como pero, es delicioso… - Sonrió cerrando sus ojos – Sigue hablándome de tu tatuaje, por favor…

  • ¿Cuál era tu pregunta, perdón?

  • ¿Qué significa tu tatuaje? ¿Por qué la cruz invertida?

  • La cruz invertida es originalmente uno de los símbolos claves en la Iglesia Católica…

  • ¿Por qué?

  • San Pedro murió en una cruz con la cabeza hacia abajo y bueno, San Pedro manifestó que él no era digno de morir como su maestro en una cruz, que si así lo hiciese, la cruz debería ser invertida pues no se consideraba merecedor del privilegio de morir como su Señor Jesucristo… De este modo la cruz invertida pasó, bueno… católicamente hablando, a ser un símbolo de humildad del Apóstol Pedro… pero muchos consideran la cruz invertida como satanismo y yo no soy de esas personas – Negué con la cabeza.

  • Eso lo sé – Acarició mi mejilla.

  • Me gustaría que te quedarás unos días más conmigo – Murmuré agarrando su mano y la besé.

  • Pero yo no quiero estar aquí una semana – La miré sin entender – Tampoco un mes, ni un año… yo quiero estar aquí, contigo para siempre…

  • Tiempo, Anastasia, solo eso… - Suspiré resignada.

Los minutos pasaron y, rápidamente se volvieron horas y con ellas, el sueño invadió a Anastasia, tuve que cargarla y llevarla a la cama. Creí que también caería dormida pero me equivoque, toda la noche me quede despierta y para no dejar que el silencio vuelva a invadirme, encendí el televisor pero no había buena programación a las cuatro de la mañana, solamente transmitían repeticiones de entrevistas pasadas y películas de bajísimo presupuesto, por ejemplo, las películas de Syfy. Sus películas son tan ridículas que terminas llorando de risa.

  • ¡Ozzie! – Siseé entre dientes – Bájate de la cama – Lo regañé pero no me hizo caso - ¡Ozzie! – Susurré molesta – Bájate, ahora – El pequeño Labradoodle me gruñó y salió del cuarto.

Abrí uno de los cajones de la mesa de noche que estaba de mi lado de la cama y saqué una cajetilla de B&H, salí de la habitación y regrese a la sala de estar. Deslicé la puerta del balcón dejándola abierta.

Un cigarrillo, otro y otro… Mis manos temblaban, no de frio, sino de preocupación, ¿De qué? No lo sé, tal vez eran mis nervios y mis miedos por no querer ver a Anastasia irse, ella se iría…

  • ¿También la vas a extrañar tú, verdad? – Acaricié al perro que se había subido al sofá y se recostó a mi lado – Ella te mal acostumbro – Trate de no reírme tan fuerte – Que ridículo, yo hablando con un perro, no me mires así porque eso eres – Termine mi quinto cigarrillo y mire la hora, cuatro con treinta y seis.

Seis horas, solamente faltan seis horas para que ella se vaya y… es difícil, solo eso puedo decir.

¿Alguna vez has mirado a alguien, fijamente a los ojos, y has sentido que todo lo demás que te rodea no importa? Que da lo mismo dónde estés, quién pase alrededor, cómo sea el lugar, qué tiempo haga o que ropa llevas en ese momento… que da lo mismo los días que te queden por vivir, porque para ti ese instante podría ser el último… que da lo mismo cuánto hayas vivido ya, porque para ti esa persona es el principio y el final…

¿Has abrazado a alguien, con todas tus fuerzas, y has sentido que están compenetrados? Que sus respiraciones están sincronizadas, que sus latidos van a la par… que llega un momento en el que no sientes nada, ni el torso, ni las manos… simplemente porque te has fundido con la otra persona entrelazando los brazos…

¿A habido una vez en la que has escuchado a alguien, con muchísima atención, y has sentido que cualquier otra historia no tiene significado? Que lo que los demás digan, cuenten o inventen no tiene relevancia, que las palabras del resto del mundo son necias y vanas, que se esfuman cual humo en el aire… que los sonidos que emite esa persona son los más hermosos que jamás has oído, y que para ti, cada frase es un piropo para tus sentidos…

¿No? ¿Nada? Bueno déjame decirte que te estar perdiendo de algo hermoso pero a su vez, destructivo… Amar demasiado, puede hacernos mucho daño.

Regrese a la habitación y me recosté a su lado. Detalle su rostro, esa pequeña sonrisa ladeada que siempre tenía cuando dormía, no estaba… tenía el ceño fruncido y respiraba rápidamente, como si hubiera corrido un maratón.

No sé de donde había escuchado o leído sobre los sueños, creo que Kim me lo contó, me comento que si le dices algo a alguien mientras duerme, tus palabras quedan atrapadas en el subconsciente de la persona.

Me acosté a su lado y mi rostro quedo a una distancia corta del suyo y, comencé a acariciar sus mejillas, sus rosadas mejillas.

  • Te quiero… - Susurré abrazándola – Te quiero – Volví a repetir – Te quiero, te quiero, te quiero… - Callé cuanto ella se movió para darse la vuelta, volví a acercarme y la abrace por la espalda – Te quiero… – Susurré nuevamente en su cuello,  no perdía nada con intentarlo.

Sus cálidas y pequeñas manos se aferraron a mi brazo que la tenía agarrada de su diminuta cintura y lentamente su corazón comenzaba a tranquilizarse y su respiración no se encontraba agitada, por mi parte me dedique a acariciar los nudillos de sus dedos con lentitud y besar con suavidad su hombro desnudo. Mire hacia las persianas verticales de color negro del ventanal no se encontraban completamente cerradas y se podía apreciar un poco el parque infantil que estaba a un costado del recién podado Allen Gardens. Había un pequeño pero llamativo invernadero a un lado del parque infantil, no me había fijado de eso hasta ayer mientras Anastasia y yo comíamos una no tan nutritiva “comida”; una enorme ración de Papas fritas hechas por ella y un par de Dr. Pepper compradas por mí, y mirábamos los mejores y extraños crepúsculos que se podían apreciar en ese tan raro, atardecer.

Subí la mirada al cielo y el sol lentamente comenzaba a subir para posicionarse nuevamente sobre la ciudad. Rápidamente bajé la mirada y directamente se posicionó sobre aquellos inocentes y a su vez, seductores rasgos. Ella dormía con tranquilidad y yo, bueno, prácticamente no he dormido nada y no tenía ganas de dormir.

Seguí abrazándola por una media hora más o menos cuando me dieron unas ganas de salir, no podía estar así, tenía que sacar el estrés, la melancolía y el miedo de algún modo. No podía soportar estar en la cama más tiempo. Sin pensarlo me levante de la manera más silenciosa posible para no despertarla y me dirigí al vestier. Me coloqué unos pants ajustados, una camiseta negra algo holgada, unos sneakers de Alexander Wang y una sudadera de YBD; Al entrar al ascensor me coloque los audífonos y antes de presionar play al reproductor de música mire la hora y la fecha; Cinco con cincuenta y seis minutos; Jueves, nueve de enero.

Ya estaba acostumbrándome a ella, ya me había acostumbrado a su compañía; Los desayunos por las mañanas, las películas o las compras compulsivas por el medio día, los picnics improvisados en la azotea al atardecer y, las cenas y caminatas nocturnas.

Presione play al reproductor de música y enseguida los sonidos más orgásmicos se hicieron presentes en mi sistema auditivo, “Youth” de Adventure Club. Enseguida recordé la primera vez que la escuche en la radio mientras manejaba a casa de Kim después de haber recibido una llamada de una furiosa Kim diciéndome que había recibido una carta de la Universidad de Utrecht cuando en realidad ella no había hecho ninguna solicitud para dicha universidad.

  • You’re my diamond in the rough – Tarareaba mientras abría la puerta con el menor ruido posible - Darling I’ll bathe your skin… I’ll even wash yo…

  • ¡Hola! – Saludo Anastasia desde uno de los sofás causándome un gran susto.

  • ¡Dios mío! – Exclamé quitándome los audífonos – Casi me matas del susto – Dije con el corazón en la garganta.

  • Lo siento – Se disculpó riendo.

  • Creí que aun dormías – Dije apagando la música del iPod, miré la hora: ocho con veintidós minutos - ¿Llevas mucho tiempo despierta? – Pregunté quitándome la sudadera.

  • Un rato – Contestó aun con esa risita burlona tan peculiar en ella – Tu música se podía escuchar hasta la azotea – Bromeó asentando su taza de café en la pequeña y circular mesa de vidrio que estaba en el centro.

  • No seas exagerada – Murmuré besando sus coquetas mejillas – Buenos días…

  • Buenos días – Respondió sonriente – ¿Qué tanto hiciste? – Preguntó dejando su libro a un lado.

  • Eh… treinta minutos de abdominales, veinticinco en flexiones de brazos y piernas. Un maratón de trote de quince vueltas y veinticinco minutos corriendo – Respondí.

  • ¿Tanto? – Asentí – ¿No podías dormir? – Preguntó con cierta tristeza en sus palabras.

Me acerque y bese la punta de su nariz.

  • Iré a darme una ducha, ¿Si? – Susurré y ella asintió volviendo a su lectura de Agnes Grey, era la quinta vez que la leía y no sabía porque su adicción por ese libro pero me gustaba preguntarle sobre el libro porque me encanta el brillo de sus ojos cuando habla de algo que le gusta.

La ducha fue algo que necesitaba, algo que mi cuerpo pedía a gritos desde que entre al edificio. No soportaba el sudor en mi cuerpo mucho tiempo, era algo que, simplemente, me asqueaba. Termine de alistarme y al entrar a la sala de estar, ahí estaba ella… recostada en el diván negro de terciopelo que estaba frente al ventanal.

  • ¿Qué te gustaría desayunar? – Pregunté acercándome detrás de ella abrazándola por los hombros - ¿Quieres comer afuera? – Coloque mis manos por encima del libro para interrumpir su lectura.

  • No lo sé, ¿A dónde quieres llevarme? – Preguntó ella levantando la vista para después besarme por un costado del mentón – Eso sí, no quiero nada de Beigel Bake, creo que la carne kosher me dio nauseas la vez pasada – Reí al recordar su rostro después de haber vomitado en un contenedor de basura que había en un callejón a dos calles del apartamento.

  • No, no, no – Negué divertida rápidamente – No quiero volver a verte así pero, en serio, parecías una reina del drama…

  • Ay, ya – Se quejó cerrando el libro para luego golpearme con el mi brazo - ¿Entonces?

  • ¿Entonces, qué?

  • ¿Qué quieres desayunar? – Preguntó con una sonrisa forzada.

  • No lo sé, pero debemos desayunar pronto – Traté de sonreír pero no pude – ¿Quieres ir al Breakfast? – Me miró con una de sus cejas levantadas – ¿No quieres otra deliciosa malteada como el de la otra vez? – Murmuré imitando su gesto...

  • Bien – Contestó un poco animada – Iré a cambiarme

  • Muy bien – Besé sus labios los cuales sabían a manzana y canela. La vi ponerse de pie – ¿Diez minutos?

  • Diez minutos – Respondió enmarcando sus coquetos hoyuelos en esas rosadas mejillas que tanto me gustan cuando esta sonrojada.

Ella se dio la vuelta para irse a la habitación y no pude evitar seguirla con la mirada, la cual se posicionó sobre sus pequeños y desnudos pies, dos años en Surval Mont-Fleuri eran los culpables de aquella forma de caminar tan segura, tan sutil, tan impecable... Lentamente mis ojos recorrieron hacia arriba sus largas y delgadas piernas, algo me encantaban de sus piernas… Había algo que me llamó la atención, era ese pequeño lunar que estaba a un costado de su muslo derecho, un diminuto y coqueto lunar que en lo personal me parecía exquisito. Seguí mi recorrido y miré el corto short de algodón negro que estaba ajustada a su pequeña cintura. Logré divisar los coquetos hoyuelos que estaban al final de su pequeña espalda a través de la transparente tela de esa blanca y un tanto holgada camiseta de mangas largas. Un brasier negro con pequeños detalles de encaje también podía divisarse debajo de la transparente seda. Su cabello… la forma en el que se balanceaba de lado a lado cuando ella camina, pero cada pequeño detalle como ese, es difícil de olvidar o evitar notarlo. Su cuello que me encantaba acariciarlo, besarlo y morderlo con una suavidad y lentitud increíblemente torturante para ella y para mí.

La vi perderse por el pasillo en cuanto había puesto mi mirada en sus labios, esos besables labios…

Extendí mi mano a la mesa del centro y mi teléfono, me puse a revisar algunos mensajes, unos familiares, otros de amigos y uno que otro de trabajo.

  • … Please just be there for… me – Tarareaba con los audífonos puestos - The things that I know, nobody told me… The seeds that are sown, they still control me…

  • ¿Nos vamos? – La voz de Anastasia me saco de mi éxtasis.

  • Sí – Respondí al verla asomarse por el pasillo; Una camiseta blanca que a gritos dice Helmut Lang, unos Skinny Jeans de Marc Jacobs y unos envidiosos botines de Sam Edelman – Estas hermosísima – Sonreí apagando la música del ipod.

  • Tu estas guapísima – Dijo sonrojada.

  • Me encanta cuando te pones así – Sonreí agarrándole la mano.

Nos pusimos nuestros respectivos abrigos pero no pude abrir la puerta, algo me lo impedía y era Anastasia, era la última vez que la tendría conmigo, sería la última vez que la viera en el apartamento.

  • ¿Qué sucede? – Preguntó ella preocupada – Tranquila, Jayde… Mírame y respira despacio, ¿sí?

A veces, amar demasiado hace daño… te haces daño a ti misma, haces daño a quien tienes a tu lado... Hace daño cuando hay que poner distancia de por medio, cuando somos conscientes de que por mucho que los corazones estén unidos, las manos no volverán a entrelazarse durante mucho tiempo… Hace daño cuando un abrazo te ahoga en vez de reconfortarte por dentro porque es el signo de la despedida, y hacen que los ojos se llenen de lágrimas y los pulmones se queden sin aliento…

A veces… amar demasiado hace daño… pero otras veces, tantas veces, amar hace milagros… hace que le des sentido a tu propia existencia, haces que tu vida deje de sentirse vacía y eso… eso es gracias a la persona que tienes a tu lado…

La amo, eso se los puedo asegurar, lo supe desde que nos reencontramos en la pizzería que estaba a unas calles del apartamento en Ámsterdam y pude conversar con ella por primera vez, ahí había algo, sabía que había encontrado una parte importante de mi vida y, me di cuenta que no era solo eso, sino que también era lo que me faltaba, lo que necesitaba, ella era la otra mitad de mi alma. ¿Por qué quería negar esos hermosos e indescriptibles sentimientos que comenzaba a sentir por ella? No hubiera vuelto a escuchar su mimada voz, nunca hubiera podido haber probado sus suaves y besables labios, no hubiera tenido más oportunidades de abrazarla, de perderme en sus hermosos ojos, la manera en la que su cabello se contonea de lado a lado cuando camina, un caminar tan elegante y delicado… Nunca hubiera podido tener la oportunidad de escuchar su extraña y graciosa risa mientras duerme…

Si a ella le pasará algo, moriría en el intento con tal de buscar una solución. Por eso me dedico a sacarle sonrisas y risas, porque su sonrisa es lo más hermoso que he visto y escuchado en toda mi vida. La primera vez que la vi, fue como completar el puzzle que jamás logre a completar. Cuando al fin, por primera vez, pude abrazarla fue como si hubiera encontrado la pieza que faltaba para ser feliz, para saber realmente el significado de las palabras, “ estoy completamente enamorada ”.

De todas aquellas manos, la suya es la única que me transmite felicidad lamentablemente existe la distancia y ella... se iría.

  • Estas fría – Murmuró Anastasia al abrazarme.

  • Estas tibia – Comenté abrazándola con fuerza.

  • ¿Qué sucede?

  • Tú sabes perfectamente que me sucede…

  • No leo las mentes – Ambas reímos pero aun así no quería decirle – Como no quieres decirme, ¿Nos vamos? – Preguntó llevando sus pequeñas manos a mis mejillas.

  • No – Respondí agarrando sus manos para besarlas – Lo siento, pero no puedo… Estoy consciente de que al cruzar esa puerta será la última vez que te vea aquí, en mucho tiempo y… lo único que quiero es que te quedes, para siempre, aquí, conmigo…

  • No eres la única que piensa eso – Sonrió ella con nostalgia – Cinco meses y medio, Jayde, solo es cuestión de esperar…

  • Veintitrés días, Anastasia – Dije mirándola firmemente, deteniendo bruscamente los sentimientos que comenzaban a invadirme – Veintitrés días fueron muchos para mi… No puedo imaginarme cinco meses y medio, tenerte lejos… Ugh, será difícil – Fruncí el ceño.

  • ¿Quién dijo que esto sería fácil? – Sonrió de lado mientras se acercaba lentamente a besarme - ¿Por qué tienes esa sonrisa? ¿Te parece gracioso lo que dije?

  • No – Respondí – ¿Te había dicho lo lindo y gracioso que es la manera en la que te paras de puntillas para besarme? – Reí besando su frente.

  • Muchas veces, Jayde, muchas veces… - Resopló rodando los ojos con una pequeña sonrisa ladeada.

  • Entonces, no me cansare de decírtelo cada vez que tenga la oportunidad… ¿Nos vamos? – Ella miro el apartamento por última vez y respiro hondo para luego asentir con la cabeza con una sonrisa nostálgica – Vamos – Agarre una de sus manos y bajamos para subir al auto en donde nos dirigiríamos a Shoreditch, en donde se encontraba el restaurante.

Una orden de huevos Benedict acompañados con papas fritas y tocino extra, y un Latte de vainilla y caramelo; una orden de hotcakes con fresas, arándanos azules, frambuesa y crema batida encima con una capa de jarabe de chocolate, acompañado de un batido de fresa y manzana. Un delicioso desayuno, no tan nutritivo pero delicioso.

Salimos del restaurante en silencio y nos dirigimos a casa de Ariana en donde la llevaría junto con Claire a la estación de St. Pancras.

La distancia es un poema que nadie quiere leer, un vaso de agua que nadie quiere tomar y una piedra que todos desearíamos tirar al vacío. Pensar en lo lejos que estaremos me pone triste pero sé que nuestra amistad y nuestro cariño renacerá cada día con más fuerza. La distancia es un mal sueño del que todos queremos despertar e intentamos olvidar que la distancia es lo que realmente nos separa.

El recorrido del apartamento a casa de Ariana fue lo peor, una y otra vez regresaba la idea de que estaremos separadas y, eso me carcomía por dentro. Con un nudo en la garganta conducía, la radio evitaba que nos quedáramos en silencio, en un largo, doloroso y nostálgico silencio. Ella trataba de decir algo pero no podía, la entiendo, creo que yo estaba peor que ella pero, ¿Qué se supone que debemos decir? Ninguna es capaz de decir algo y a ambas eso nos hiere de alguna manera.

  • ¿Estas bien? – Preguntó en voz baja en cuanto apague el auto.

¿Has llegado a ese momento en el que llegas a sentirte débil y crees que en cualquier momento te puedes derrumbar? Yo estaba así o mucho peor…

  • Sí – Respondí en voz baja. Ella besó mi mejilla y se bajó del auto – No llores, por favor, no llores... – Me dije a mi misma tratando de mantener la calma.

Respiré hondo y me baje del auto.

  • ¿Y tus padres? – Preguntó Anastasia viendo el balcón del segundo piso de la casa de Ariana.

  • Mi madre, ya sabes… Con sus amigas tomando el té – Rodó los ojos – Y mi padre, pues, él tuvo que ir a Holloway…

  • ¿Tu padre da clases en el Royal? – Pregunté asombrada.

  • Así es, quir… – Reí ante el ridículo apodo que quería mencionar pero no se atrevió por Anastasia – Lenguaje moderno, literatura y cultura europea…

  • ¿Nos vamos? – Preguntó Claire saliendo por un costado del jardín.

Ariana y yo miramos a Anastasia pero al parecer estaba en su propio mundo.

  • Sí – Respondió Ariana volteando a ver a Claire quien esperaba junto al chofer en la puerta del Rolls-Royce blanco - ¿Lista? – Preguntó en voz baja mirando de nuevo a Anastasia, ella solo asintió mientras se abrazaba a sí misma – Creo que… las dejare solas para que se despidan – Murmuró volteando a verme.

  • Ya lo hicimos – Dije tratando de sonar firme. Anastasia volteo a verme y luego miro a Ariana para asentir con la mirada.

Ambas chicas se acercaron al auto y la primera en subir fue Anastasia, luego Claire y después Ariana pero antes de subir volteo a verme y me regalo una pequeña sonrisa, tratando de darme ánimos. Asentí con agradecimiento por los ánimos que me dio y ella se subió al auto.

Espere a que el auto saliera de aquella calle privada y regrese a mi auto, su perfume de Thierry Mugler seguía ahí. Era como si aún estuviera sentada a mi lado, apreté el volante y gire a ver el asiento del copiloto, en el suelo estaba el libro de Agnes Grey. Lo tome con mis manos y sentí un terrible escalofrió, la idea que tenía en mente no era buena pero tenía que aprovecharla. Deje el libro en el asiento del copiloto y encendí el auto pero antes de arrancar mire el libro y trate de recapacitar ante la estúpida idea que tenía en mi cabeza.

  • Oh, a la mierda la prensa, a la mierda todos… – Espeté arrancando el auto y trate de manejar lo más rápido posible.

Al llegar era un caos, un terrible caos.

Las estaciones… son esos espacios donde se producen encuentros y desencuentros. Despedidas y reencuentros. Algunos que se quedan y otros que se van. Lugar de sueños y miedos. Lugar de inspiración. Besos tiernos, besos paternos, abrazos de un niño a su padre, de una mujer esperando al hombre del que un día se enamoró. Maletas rojas, negras, pequeñas y grandes. Nunca suficientes para guardar o traer recuerdos. Lugar odiado por muchos, queridos por otros pocos. Y de pronto… Ahí estaba ella junto con Ariana y Claire.

  • ¡Anastasia! – Grité. Ella se volteó a verme y corrió hacia mí. Al acercarse lo suficiente, se impulsó y salto rodeándome con sus brazos mi cuello. Por mi parte, la abrace por su pequeña cintura y la levante del suelo – Je t'aime… (Te amo) - Susurré sintiendo mis lágrimas querer apoderarse de mi mirada.

  • Moi aussi je t'aime… - Su voz estaba rota, conmovida - Moi aussi je t'aime (Yo también te amo) – Volvió a repetir apretándome con fuerza.

La baje y nuestras miradas se entrelazaron del mismo modo en que se entrelazaron nuestras manos. Nuestras respiraciones, aún agitadas. Nuestros alientos se entremezclaban de manera que parecían uno sólo. Nos miramos durante un buen rato. Segundos, minutos... ¿horas? ¿Quién puede determinar eso? El momento era tan único, tan especial y, de algún modo, ambas deseábamos que fuera eterno. Que al día siguiente todo siguiera igual. Que no nos separará ciento catorce millas que después se volverían setecientos cuarenta y ocho o más.

Luego, poco a poco, el tiempo volvió a hacerse notar, poco a poco cambiamos de postura, ella se apoyó en mi pecho y la abracé fuerte contra mí.

¿Seguirá siendo así todo? ¿Seguirá amándome siempre? ¿Seguirá deseándome como ahora? Supongo que hay muchas preguntas que no tienen respuestas… Aún, creo.

Las preguntas retumbaban en mi cabeza, desordenadas, provocando el típico caos al que ya me había casi acostumbrado en los últimos días. Suspiré fuerte y pude oler su aroma, ella acarició mi espalda y levantó la cabeza, y me miró, con sus ojos brillantes por las lágrimas que trataba de contener.

-Shh… - Susurré acariciando su cabello – Ya está… Hemos hablado sobre ello. Todo seguirá igual, salvo que nos extrañaremos un millón de veces más... Pero nada, te lo juro, nada, cambiará – Me incliné a besarla, luego bese su frente, y mientras ella limpiaba una lágrima que caía por su mejilla, acaricié su espalda, intentando calmarla.

  • Je t'aime (Te amo) – Susurró ella, con la voz quebrada. Volvió a aferrarse a mi cintura, como… no queriendo irse de mi lado, jamás…

  • Hey, cariño – Me separé suavemente de ella, unos pocos centímetros. La miré y sonreí. Acerque una de mis manos y acaricié una de sus mejillas – ¿De verdad piensas que no voy a extrañarte tanto como tú a mí? ¿En serio eres tan ingenua como para creer que no voy a tenerte presente cada día hasta que te vuelva a ver? – Pregunte en voz baja limpiando una que otra lagrima que caían de esos hermosos ojos – Y, por favor, no me digas que eres tan tontita como para pensar que voy a fijarme en otra persona…

  • Yo... – Trato de hablar pero sus palabras no salían.

  • Te amo. Más que a nada, con locura y para siempre... Y cuando digo siempre, es siempre... Me encantas y eres y serás siempre tú. Sólo tú – Asegure atrapando su rostro con mis manos.

Ella sonrió, con lágrimas rodando por las mejillas. La abracé fuerte y respiramos hondo. Pasaría, la volvería a ver, pronto. Y cada día, como todos los días hasta este momento, todo iría mejor.

  • Esto es tuyo – Susurré entregándole su libro.

Ella agarró el libro y lo metió a su bolso a ciegas, y me beso… mis labios encontraron la sal de sus lágrimas... los suyos, las mías. Era el último beso, el último susurro, el último abrazo, el último suspiro en mucho, mucho tiempo.

  • Tienes que irte… - Susurré al separarme. Volví a agarrar su rostro con mis manos y junte nuestras frentes – Te están esperando – Ella cerró los ojos y asintió agarrando mis manos – Je t'aime, ne pas oublier… (Te amo, no lo olvides) – Susurre besando su frente.

  • Jamais (Jamás) – Sonrió de lado – Je t'aime, Jayde, beaucoup (Te amo, Jayde, muchísimo) – Acaricio mi mejilla.

Ella se dio la vuelta y solté su mano, la vi alejarse mí.

  • ¡Hasta luego! – Dije lo suficientemente alto para que me escuchará. Volteó a verme y sonrió.

  • ¡Hasta luego! – Se despidió levantando su mano en forma de despedida.

Ella junto con Claire y Ariana se perdieron entre la multitud. Respire hondo y salí de la estación.

"Adiós" nunca es una opción... un "hasta luego" siempre suena mejor... Nadie dijo que las despedidas fueras fáciles... nunca lo son.

Las despedidas llevan consigo tristeza, nostalgia, melancolía e incluso a veces, algo de dolor... Ver partir a alguien más allá del horizonte es sentir que una parte de tu corazón se rompe. No importa la distancia, no importa cuánto tiempo estén separados, alzar la mano para despedirte nunca fue un gesto de agrado...

La cuestión en este asunto es que, simplemente, se ha ido... Cuando un ser amado se aleja deseas adelantar el reloj para que vuelva... Pero, a pesar de todo, hay algo que siempre se queda en esta orilla: la esperanza de que tarde o temprano vuelvan a reencontrarse.

Un día en el que las lágrimas se convertirán en sonrisas... Un día en el que los abrazos de despedida se convertirán en los de bienvenida... Un día en el que las miradas tristes se convertirán en miradas llenas de alegría... El tiempo pasa más rápido de lo que crees... Sólo tienes que seguir con tu vida y no pensar en él... Tarde o temprano, todo llega... Tarde o temprano, recibirás la noticia de su vuelta... Tarde o temprano, estarás viendo cómo se acerca... "Adiós" nunca es una opción... porque tarde o temprano volverá a la orilla desde la que un día partió...

  • ¡Hola! – Saludó Kim en cuanto abrí la puerta.

  • Hola – Saludé – Adelante – Regresé a tirarme al sofá.

  • Oye… ¿Y esa actitud? – Preguntó atenta sentándose a mi lado - ¿Qué sucede?

  • Hoy… Anastasia, bueno, ella… Regreso a París – Suspiré cambiando consecutivamente de canal.

  • Cierto… - Murmuró con el ceño fruncido – Sé que será difícil pero ya verás lo rápido que avanzara el tiempo – Sonrió golpeando mi hombro – ¿Ya te llamó?

  • Sí, a las tres recibí su llamada… Tardamos casi una hora hablando.

  • Oh, qué bueno – Sonrió – Tranquila, Jayde… Nadie te la va a quitar – Rió.

  • Mejor cállate – Reí golpeando su brazo.

  • ¿Qué? Es la verdad, eres celosísima y nunca te había visto así de poseída – Carcajeó exageradamente - ¿Crees que no me di cuenta que querías golpear a alguno de nosotros en la mesa la otra vez?

  • Cállate, Kim – Rogué avergonzada – Comenzaré a considerar la idea de vetarte de por vida del apartamento…

  • Esta bien – Dejo de reírse y miró al suelo pensativa.

  • ¿Qué ocurre? – Pregunté y ella levantó la vista, y volteó a verme.

  • Vamos – Se levantó mirándome sonriente.

  • ¿Qué?

  • Son casi las nueve de la noche, salgamos – Dijo animada – Tengo antojos de un enorme filete a la parrilla en término medio con puré de papas a un lado y verduras hervidas al vapor con mantequilla – Dijo saboreando cada letra.

  • ¿Hawksmoor? – Pregunté y ella asintió.

  • Pero el restaurante que está aquí cerca – Rogó.

  • Bien – Suspiré levantándome del sofá – Iré a vestirme.

Unos Skinny Jeans Denham, una blusa de Ann Taylor y unos YSL que nunca me puse. Agarre mi blazer de Rebecca Taylor, dos tarjetas de crédito, mi licencia de conducir y mi identificación.

  • ¿Nos vamos? – Pregunté mientras revisaba mi teléfono.

  • Tienes que ver esto – Decía carcajeando – No sé cómo carajo llegue a videos de reacciones de películas y me encontré uno de “The Human Centipede”, y juro que estoy a punto de hacerme del baño.

  • ¡Que película más asquerosa! – Enseguida recordé la película. Malísima.

  • No sabía que había salido la dos – Me miró.

  • No, Kim, no pienso verla – Negué rápidamente guardando mi teléfono.

  • Ay, por favor – Rió detrás de mí.

  • No soporte veinte minutos y, ¿Quieres que yo vea la segunda? – Ella comenzó a reírse – Hasta las ganas de comer se desvanecieron por tu culpa – La regañé – Vámonos – Salí del apartamento dejándola ahí en la sala.

Al salir del edificio sentí su perfume, el perfume de Anastasia… Ese dulce olor estaba en una mujer al otro lado de la calle. ¡Maldición!

  • ¿Qué miras? – Preguntó Kim acercándose.

  • Nada – Respondí - ¿Nos vamos en tu auto? – Pregunté, mejor dicho, sugerí… No quería subirme al mío y sentir la nostalgia que había adentro. Ella asintió y nos fuimos al restaurante que no estaba a tres cuadras de ahí para después irnos a Koko en donde nos encontraríamos con Mitch y Dustin.

  • Pensé que nos habían dejado plantados – Rió Mitch abrazando a Kim.

  • Hola – Saludé a Dustin quien miraba con extrañeza a su amigo.

  • Hola – Saludó abrazándome - ¿Y a estos, que les sucede? Últimamente están cariñosos…

  • Eso mismo me pregunto yo – Encogí de hombros – Buen sexo, supongo – Reímos – ¿Qué tienes ahí? – Señalé su vaso.

  • Whisky, vodka, tequila, ron y si no me equivoco, creo que también tiene Cognac, ¿Quieres? – Preguntó llamando a una mesera.

  • No, gracias – Negué riendo – Yo sí quiero despertar mañana, me iré por un John Collins, por favor – Pedí.

La noche pasaba y las bebidas venían cada diez minutos, empezábamos con tragos suaves hasta que poco a poco comenzamos a subir la intensidad y con la música… Dios mío, era el, casi, mejor éxtasis de mi vida.

Me llamaran exagerada pero la extraño, lo sé, no ha paso veinticuatro horas y, siento tristeza y dolor a la vez…  muchos dicen que hay dos tipos de dolor, existe el dolor sensorial que es sentido de forma objetiva, aquel que sufre nuestro cuerpo por agentes físicos externos, porque nos hemos quemado, porque nos hemos cortado o nos hemos roto un brazo… Y el otro es el dolor emocional que es sentido de forma subjetiva, aquel que sufre nuestro cerebro y nuestro “corazón” por agentes psicológicos y no tan físicos que nos rodean o que tenemos en nuestra propia cabeza…

Un dolor está separado del otro la mayoría de las veces… el dolor de forma aislada, sea de una forma o de otra, dependiendo de nuestro umbral, llega a ser llevadero… ¿Pero qué pasaría sí los dos llegan a fusionarse? ¿Qué pasaría si  un dolor emocional llega a convertirse en un dolor sensorial? ¿Qué pasaría si un dolor provocado por un desamor se convierte es un dolor físico en el lado izquierdo de nuestro pecho? El dolor nunca es agradable, y muchas veces es, simplemente, insoportable…

  • Kim – Susurré cerca de su hombro, ella volteó a verme – No me siento bien, creo que me iré…

  • Entonces, vámonos – Sonrió colocando su bebida en la mesa.

  • No, tú quédate, no quiero arruinar tu noche – Negué rápidamente – Puedo tomar un taxi, no te preocupes.

  • No, no, no – Canturreó negando con la mano – Llegamos juntas, nos vamos juntas – Se levantó y camino hasta Mitch quien se encontraba en la barra con Dustin.

Miré a mí alrededor y estaba algo vacío, era algo obvio, una zona VIP en donde solamente pueden entrar noventa personas es muy costoso y estamos hablando de Koko’s. Me levanté y caminé acercándome al barandal y mire hacia abajo, la pista de baile. Chicas y chicos queriendo ser la versión patética y alcohólica de Shakira y Chris Brown.

El club estaba lleno pero no a su totalidad, si tan solo dejaran pasar a las otras ciento veinte personas estaban haciendo fila fuera del club suplicando que los dejaran pasar pero esto o por lo otro, no los dejan entrar. Chicas susurrándose de cerca y lanzando miradas a cada chico guapo que cruce frente a sus mesas, chicos mirando descaradamente a las que SI trataban de disfrutar de una buena mezcla de Rihanna. Niñas, así es, niñas, creo que de dieciocho años con sonrisas y brincando de la emoción al haber entrado siendo menores de edad. Bah, en cualquier momento las iban a sacar. En fin, desde el segundo piso podía sentirse la felicidad y emoción que irradiaba esa gente.

Saben, dicen que toda emoción es una sensación desencadenada por una serie de reacciones químicas… tal vez sea así y todo lo que sentimos sea una simple fiesta neuronal… pero cuando se trata del dolor, dudo que mis neuronas hagan una fiesta, en este caso, estarían preparando un funeral, ¿No?

Experimentamos el dolor sensorial y el dolor emocional… sufrimos tanto con uno como con otro… pero cuando ambos se entremezclan y se fusionan, es mejor que tengas anestesia cerca, porque a veces, si no lo soportas, te mata… Y yo estaba teniendo una lenta y letal muerte lenta…

  • ¿Nos vamos? – Preguntó Kim colocándose a un lado mí. Yo solo asentí y la seguí hasta la salida.

Nos despedimos de los chicos y Kim fue a dejarme al departamento, fue el viaje a mi apartamento más fastidioso de todos… Ella no dejaba de interrogarme y yo no dejaba de darle evasivas.

  • ¿Segura? Porque no hay problema en quedarme – Dijo preocupada Kim.

  • En serio, quédate tranquila, yo estaré bien – Sonreí entrando al ascensor, pero antes de que las puertas se cerraran, Kim me abrazó.

  • Buenas noches, que descanses – Murmuró al despegarse de mí.

  • Buenas noches – Le deseé.

  • Hablamos mañana – Fue lo último que escuche en cuanto las puertas se cerraron.

Al entrar al apartamento, me quite los zapatos y los aventé hacia uno de los sofás. Me quite el blazer y lo deje caer en el suelo. Desabroche los Jeans  y me deshice de mi blusa tirándola a la madera del suelo, y quedando en un brasier de Calvin Klein y con los Jeans Denham me tiré a la cama y enseguida se subió Ozzie acomodándose a mi lado.

  • Pequeño bastardo, dejaré que te subas, solamente porque no quiero pelear contigo…

Giré quedando sobre mi espalda y me dedique a mirar la pared, pero mi mente divagaba en otro lado… Mi mente solamente pensaba en los segundos, en los minutos, horas, días, semanas, ¡Meses! Que estaré sin ella… Ahora todo había cambiado y solo por culpa de eso, de la maldita distancia. Extrañaré su olor y en la forma en la que cada vez que me abrazaba, el modo en el que sonreía por cualquier cosa. No podría vivir sin sus abrazos constantes, y también extrañaré la forma en la que me encantaba cuando me decía 'tonta' cariñosamente y me golpeaba el brazo cuando la hacía sonrojarse. Lo mejor de todo, lo que más extrañaría, era saber que estaba ahí, conmigo.

Extrañaré las noches cuando estábamos acostadas en el sofá cama frente al ventanal hablando sobre cualquier tontería, las noches en las que nos dedicábamos a ver los trenes pasar y tratábamos de adivinar a que estación irían, parecía estúpido pero no importaba, era algo que entre nosotras entendíamos y sí se los explico nunca lo entenderían. Entrañaré las noches en las que se quedaba dormida sobre mí y la despertaba a besos a las cuatro de la mañana solo para molestarla. Eso y otras pequeñas pero importantes cosas, extrañaré y aún más, la extrañaré a ella.

Amaba escuchando el silencio agradable al mirarnos, de no hacer nada, simplemente matábamos el tiempo besándonos y jugando con la mano de la otra. Adoro tantas cosas de ella... En cambio ahora, con un nudo en la garganta la extraño muchísimo, la sigo adorando demasiado pero sin tenerla cerca mío. Está lejos, demasiado lejos como para me oiga gritar su nombre. Pero recuerdo mi enorme esperanza, esa que me hará esperarla día tras día, pase lo que pase, pese a que la llore y la anhele cada noche en mi cama, pese a tenerla únicamente en mis sueños. Me dedicaré a esperar… A que la distancia disminuya, a que esos kilómetros que se hagan cada vez más pequeños y sus labios estén cada vez más cerca de los míos.

¿Han despertado por el ruido del silencio, por el eco que produce la ausencia y el olor de la a lejanía? Es una extraña sensación que, sinceramente, no le deseo a alguien. Es triste, mucho.

  • ¡Ya voy! – Grité saliendo de la habitación, caminé a la puerta de la entrada y la abrí – Carajo, Kim – La regañé – Me duele la cabeza como no tienes idea – Murmuré recostándome en el sofá.

  • Eso veo – Susurró entrando a la cocina – Iré a verme con Henry en su boutique, ¿Quieres venir conmigo?

  • ¿Estará George?

  • No, por eso te pregunté, tú y él no se soportan, y no sé porque…

  • Detesto su presencia, ambos son gemelos pero tienen una personalidad opuesta y George se la pasa alardeándose a sí mismo y su ego… ¡DIOS! – Suspiré frustrada – Cariño, yo hago el mayor esfuerzo para soportarte – Reí viéndola salir de la cocina con dos botellas de agua, una Perrier y otra Voss.

  • Que halago – Rodó los ojos entregándome la botella de Perrier – En serio, vamos, Henry quiere que me pruebe unos vestidos que acaba de terminar…

  • No he desayunado.

  • ¿Sabes qué hora es? – Negué con la cabeza bostezando – Casi la una de la tarde – Respondió mirando la hora a través de su Rolex que estaba en su muñeca izquierda.

  • No le he llamado – Murmuré asustada buscando con la mirada el teléfono.

  • Por dios, Jayde, no seas dramática, ahí deben de ser las dos de la tarde… Ni que estuviera al otro lado del mundo – Se burló antes de beber su botella de Voss – Apresúrate, luego le llamas…

  • Solo sí me preparas algo para comer, me estoy muriendo de hambre.

  • Juro que si no me tuvieras como amiga, ya te hubieras muerto desde hace mucho tiempo, querida – Rió entrando a la cocina.

Me termine el Perrier y me dirigí de nuevo a la habitación, entre al vestier y comencé a buscar mi vestimenta que se resumió en unos Jeans ajustados de Herrlicher, una blusa holgada de mangas largas de Vince y unos botines Hilfiger nuevos.

  • Toma,  lo iras comiendo en el auto, apresúrate – Dijo emocionada agarrando mi bufanda y me la coloco – Vámonos, ya quiero llegar – Sonrió mientras me daba el recipiente cuadrado con fruta picada en cuadros y, con yogurt de fresa y con cereal de granola encima del cóctel.

  • ¡Pero, qué sorpresa! – Gritó eufórico Henry desde los vestidores – No pensé que vendrías – Decía mirándome sonriente – No sabes cuánto te extrañe – Me abrazó.

  • Yo también te extrañe, Henry – Reí zafándome del abrazo – Necesito un cappuccino, y uno hirviendo.

  • Preciosa, con eso no hay problema – Me interrumpió Henry – Enseguida mando a Maggie a comprarlo…

  • No es necesario – Negué rápidamente de manera cortés - ¿Alguna cafetería cerca? Cualquiera, no importa…

  • Hay un Starbucks a cuatro calles de aquí, en la calle Hereford – Respondió Maggie, la asistente de Henry.

  • Gracias, ¿Alguno quiere algo? – Los miré y todos negaron amablemente – Bien, ahora regreso.

Salí de la boutique y comencé a caminar hacia la cafetería pero mi cabeza estaba en otro lugar. En otra persona, mejor dicho. Anastasia.

Necesitaba una ducha y una muy fría para poder sacar las ideas que mi cabeza comenzaba a idear sin mi consentimiento.

Se lo difícil que será para ambas el estar tan distanciadas, lo difícil que será despertarse por la mañana y ver que la persona que amo no está a mi lado al despertar porque se encuentra a kilómetros de distancia, lo difícil que será tomar el teléfono y tener la idea de querer juntarnos en un par de horas, o simplemente planear un día juntas y darnos cuenta que por ahora no podemos hacer eso porque nos encontramos lejos. Sí ella o yo estuviéramos más cerca tengan por seguro que sea como sea iría hasta donde ella está para darle aunque sea un beso… tan solo con eso soy feliz… tan solo con un beso o un abrazo me vuelvo a llenar de fuerzas para seguir fortaleciendo la paciencia y no darme por vencida para que la pena no me atormente…

  • Gracias – Agradecí al chico que me entregaba mi cappuccino de vainilla. Volví a colocarme mis gafas de sol y me dispuse a regresar a la boutique. Pero al abrir la puerta de la cafetería una media sonrisa adorno mi rostro. Había recordado las palabras de Anastasia: “¿Por qué no eres tan romántica todo el tiempo? Porqué cuando lo eres, se ve extraño en ti...” cuando escuche eso, pensé que me lo decía en forma de reclamo, pero no, era un comentario al azar y eso, extrañamente, me causaba gracia. Como cuando aquella vez susurró: “El amor…” Y yo solo agregué: “… Muchas veces se presenta como un relato antiguo, donde es imprescindible buscar el significado de lo incomprendido”, nos miramos y reímos, era tonto reírse pero entre nosotras entendíamos el significado de esas palabras…

Una vez, mi abuela Elizabeth, mi querida y difunta abuela me dijo: “En algún momento de tu vida vas a conocer a alguien, y te vas a dar cuenta de por qué no funcionó con nadie más”. Y saben algo, creo que ahora entendí esas palabras, esas tan sabias palabras.

    • ¡Hey! – Respondí sonriente la llamada.
    • Hola – La voz mimada de Anastasia sonó en la bocina del teléfono – Dios, Jayde… - Suspiró – No sabes cuánto te extraño – Murmuró.
    • Yo también te extraño muchísimo – Dije deteniéndome en la esquina de la calle - ¿Qué has hecho?
    • Nada, solamente aquí leyendo y escuchando música, en la tarde vendrá Claire con su madre, ambas quieren llevarme de compras – Rió - ¿Y tú qué? ¿Qué estás haciendo? ¿Qué es todo ese ruido? No iras manejando, ¿verdad?
  • Para nada, vine a visitar a un amigo por Ledbury y se me antojo un café y tuve que caminar hasta un Starbucks – Suspiré mirando el semáforo del peatonal ponerse en verde – Anoche salí con Kim…
    • ¿Ah, sí? ¿Y qué tal? ¿A dónde fueron?
    • Nos devoramos unos enormes filetes en Hawksmoor y después nos fuimos a Koko’s para encontrarnos con unos amigos – Terminé de decir y lleve el vaso del cappuccino a mis labios.
    • ¿Noche larga?
    • Un poco, no quise seguir ahí adentro, tu sabes que ese tipo de cosas no es lo mío – Reí volteando a un puesto de revistas que habían al borde de la acera. Puse mis ojos los tabloides de ‘The Sun’ pero la música que lograba escuchar por el teléfono me distrajo - ¿Estas… ¿Estas escuchando a Coldplay? – Pregunté sorprendida.
    • Es tu culpa – Se quejó divertida – Hiciste que me aprendiera todas sus canciones al derecho y al revés.
    • ¿Y cuál es tu favorita? – Volteé a mirar el autobús que se había detenido cerca del puesto de revistas.
    • La que me tocaste con el violín – Confesó apenada.
    • Canté terriblemente mal – Reí reanudando mi caminata.
    • Estabas enferma.
    • Lo sé – Suspiré.
  • Oh, lo siento – Me disculpe con la pequeña niña quien había empujado.

La niña me sonrió y me estremecí sin razón alguna. Aquella pequeña infante iba agarrada de la mano de alguien, levante la  mirada y sentí desfallecer ahí mismo.

  • ¿Jayde? – Resopló sorprendida la madre de la niña - ¿Eres tú?

  • Jenna… - Suspiré anonadada.