Historia de mi vida, Capítulo 8

¿Qué siento cuando estoy contigo? ¡Es imposible!, no puedo hacerlo.

  • Buenos días - Susurré al ver esos hermosos ojos amielados abrirse lentamente y con algo de dificultad.

  • Buenos días - Murmuró restregándose los ojos con la almohada.

  • ¿Sabes a que día estamos hoy? - Pregunté con una sonrisa. Ella se sonrojó y se escondió bajo las sabanas - Estamos a veinte, cariño - Susurré metiéndome también bajo las sabanas.

Ella escondió su rostro detrás de una almohada y yo me acerque a ella abrazándola por la cintura.

  • ¿No quieres saber cuál es tu regalo? - Pregunté divertida tratando de quitarle la almohada.

  • No estoy presentable - Susurró mostrando sus hermosos ojos que eran adornados por largas y negras pestañas por arriba de la almohada.

  • Te has quedado bastantes días aquí y siempre que te levantas estas hermosísima… Yo digo que… Cada día lo estas mucho más - Sonreí quitándole la almohada.

Sia rió mudamente y se subió encima de mí con sus muslos rodeando mi cintura.

  • ¿Saliste a correr? - Preguntó Sia con una ceja levantada mientras nos quitábamos la sabana encima nuestro logrando taparme a mí de la cintura para abajo.

  • Algo así - Reí nerviosa mientras mis manos se escabullían bajo las almohadas - Joyeux anniversaire, belle (Feliz cumpleaños, hermosa) – La felicite - Elige uno - Sonreí mostrando cuatro sobres de diferentes colores: Rojo vino, Negro, Azul arándano y púrpura – Por favor – Sonreí al verla con la mirada intrigada.

Ella se sentó al borde de la cama y mirando por unos minutos los sobres, aun dudosa escogió el sobre de color púrpura, lo abrió y saco la reservación que venía adentro. Agarre los otros tres y los guarde en mi chaqueta.

  • ¿En serio? – Preguntó sorprendida sin dejar de sonreír.

Me bajé de la cama y me coloque frente a ella.

  • Así es – Reí tocando la punta de su nariz – Me imagino que hoy tu familia celebrara tu cumpleaños pero mañana… Te tendré solamente para mí – Sonreí quitándole el sobre y lo coloque en la mesa.

  • ¿Entonces es una cita? – Sonrió sosteniendo con sus manos mi rostro para que volteara a verla.

  • Es correcto – Reí – Sábado, ocho de la noche en L'Anima deleitándonos de buena comida y excelente música de fondo – Sonreí recostándome en la cama.

  • No era necesario – Decía mientras se volvía a subir encima de mí – Podíamos comer algo aquí y ver algunos clásicos en tu vieja videocasetera – Sonrió apenada – No terminamos de ver Flashdance y aún faltan muchas películas por ver – Reí al recordar su rostro cuando descubrió más películas VHS en un baúl que estaba dentro del armario en la habitación de invitados – Pero mi novia es muy detallista – Dijo sonrojada – Me gusta cómo suena, llamarte mi novia – Sonrió besando mis mejillas varias veces.

Sus labios al tocar los míos hacia que mi respiración se agitara, que mis manos cobraran vida propia y mi autocontrol se desvaneciera.

Mordió con sutileza mi labio inferior y fue besando mi mentón hasta situarse en mi cuello. Mis manos acariciaban con suavidad su cadera y solamente ahí se quedaban.

  • Sia – La llamé nerviosa - Te-Tenemos que... De… Desayunar... Tengo que lle... Llevarte a casa de Claire - Mordí enseguida mi labio inferior al sentir sus dientes encajarse en mi clavícula.

  • Un rato más - Se quejó.

Sin despegar sus labios de mi cuello llevo sus manos hasta donde estaban las mías y las coloco en sus muslos y muy cerca de su trasero, enseguida me sonroje. Quede inmóvil.

  • ¡Jayde! - Exclamó Kim.

Rápidamente quite mis manos de los muslos de Sia y ella se bajó de mi para recostarse a mi lado.

  • Ya está listo el desayuno, picaronas… - Se burló - La próxima vez cierren la puerta - Rió perdiéndose en el pasillo.

Volteé a mirar a Sia y se encontraba rojísima.

  • Te ves tan... No sé, es algo indescriptible cuando estas sonrojada - Dije colocándome sobre ella.

  • Oye... - Se quejó mudamente golpeando mi hombro.

  • ¿Sí? - Suspiré llenando de besos su cuello.

  • Puede regresar Kim - Dijo entre pequeñas e inocentes risas - Me haces cosquillas - Rió quitando mis manos que comenzaban a acariciar la parte baja de su espalda.

  • Lo siento - Decía mientras hacía que se colocara boca abajo y subí su camiseta hasta la mitad de la espalda – Desde que vi los hoyuelos que tienes en tu espalda, no puedo evitar verlos - Sonreí al ver aquel par de coquetos hoyuelos al final de su espalda - Acariciarlos - Rocé levemente mis uñas sobre ellos - Y besarlos - Sonreí acercando mis labios a sus sexys y coquetos hoyuelos.

  • ¡Anastasia! – Gritó Ariana desde la puerta haciendo que nos sobresaltáramos - ¡Por dios! Cierren la puerta – Fue lo último que dijo para luego cerrarla.

  • Creo que será mejor ir a desayunar – Dijo Sia levantándose. Yo solo pude asentir, aún tenía el corazón en la garganta.

La deje sola en la habitación y fui a la cocina encontrándome solamente a Ariana. No pude evitar sonrojarme.

  • Hola, ¿Dónde está Kim? – Pregunté antes de darle un sorbo al cappuccino de vainilla.

  • Fue a buscar algunas cosas en su auto – Dijo recostando los brazos en la barra del centro de la cocina - ¿Tan rápido acabaron? – Preguntó con la ceja levantada y una sonrisa picarona.

  • No sucedió nada, ¿sí? – Aseguré ahogando mi sonrisa nerviosa en el croissant de jamón y queso.

  • Lo que tú digas – Dijo en tono burlón mientras salía de la cocina – Buenos días – Saludó a Sia al verla entrar a la cocina.

  • Buenos días – Saludó sonrojada – ¿Qué te dijo Ariana? – Preguntó acercándose a mi lado.

  • Lo mismo… Como todos los días – Reí subiéndola a la barra – Sorpresa – Dije abriendo uno de los cajones y saqué uno de sus regalos.

  • ¿Qué es esto? – Suspiró agitando el regalo. Encogí de hombros y sonreí al verla deshacer el lazo que sujetaba el papel de embalaje y comenzó a detallar el escrito que traía. Era su nombre en manuscrito con tinta china. Abrió el regalo y sonrió levantando su mirada.

  • ¿No piensas invitarme? – Reí mirando su bellos ojos amielados.

  • Nop – Rió escondiendo su regalo detrás de ella.

  • Uno… por favor, quiero probar – Dije acercando mis labios a su cuello - ¿Sí? – Supliqué mordiendo su hombro.

  • No confió en ti, abre la boca – Reí mudamente ante su comentario - ¿Vas a querer? – Asentí separando levemente los labios - ¿Rico?

  • Delicioso – Murmuré saboreando el brownie que traía una leve capa de chocolate blanco encima – Tenemos una hora, así que hay que apresurarnos... – Dije pasándole su plato que traían dos waffles con fresas y crema batida encima. Gracias Kim.

Después de dejar a Ariana y Sia en casa de Claire fui a mi casa para hablar con mi abuela sobre el regalo pero en el camino me encontré una persona que trataba de sacar de un área verde.

  • ¿Necesita ayuda? – Pregunté al bajarme del auto.

  • Hola, sí, un poco – Dijo una voz femenina.

  • Creo que tengo algo para remolcar… – Dije caminando a mi auto, revise la cajuela y efectivamente, ahí había una cadena con ganchos.

Luego de asegurar la cadena comencé a remolcar el auto hasta que salió completamente el auto del área verde.

  • Muchas gracias – Dijo entusiasmada la chica.

  • No se preocupe – Sonreí guardando todo de nuevo en la cajuela – Tengo que irme… - Dije aun preguntándome en la cabeza ¿Esta chica como metió su auto ahí?

  • Gracias, en serio – Dijo abrazándome agradecida y me dio un beso en ambas mejillas.

Subí a mi auto y ahora sí, me dirigí a casa de mis padres y al llegar ahí estaba mi abuela, como siempre, en la sala principal leyendo las noticias mientras bebía su té y entre sus pies estaba Ozzie durmiendo boca arriba con su suéter puesto y su llamativo collar Prada.

  • God morgon, mormor (Buenos días, abuela) – La saludé sentándome en el sofá que estaba frente a ella.

  • Buenos días, cariño, ¿Qué tal va todo? – Preguntó dejando el periódico en la mesa del centro.

  • Hasta ahora todo va bien – Dije mientras admiraba como tomaba el té, tenía ese aire de superioridad y clase en cada ademán que hacia al sostener la taza que traía sus iniciales escritos a mano.

  • El libro tendrás que ir a buscarlo a Daunt en Marylebone, preguntarás por Joseph – Decía colocando la pequeña taza de nuevo en el plató – Él te dará una copia del escrito original, le dije que le hiciera una encuadernación copta, tu sabes, cosiera el libro… También le dije que la tapa fuera de cuero color rojo marrón envejecido y uno que otro toque de grunge… - Sonrió.

  • ¿Cuánto te debo, abuela? – Pregunté retándola con la mirada.

  • Una buena taza de té en “Dorchester” mientras te escucho tararear alguna canción de Aretha Franklin, ¿Parece justo?

  • Sí – Asentí extrañada por lo último – Abuela, lo siento, pero tengo que arreglar algunas cosas como el regalo de Anastasia y aun debo pasar a Graff por su otro regalo que lo tuvieron que traer desde otra maldita tienda de otro país – Sonreí poniéndome de pie.

  • ¿No crees que es demasiado? – Preguntó mi abuela un poco sorprendida - ¿Qué le compraste?

  • Un brazalete, abuela… - Murmuré divertida - ¿Creías que le había comprado un anillo? – Reí – Es un brazalete pequeño…

  • Lo que tú digas – Susurró levantando la ceja derecha mientras llevaba sus labios a su taza de té.

Estaba dirigiéndome a la puerta de la entrada cuando de repente está es abierta por mi hermano.

  • Por fin te encuentro, Jayde – Suspiró Jason mientras se acomodaba su abrigo negro de Fred Perry – Necesito tu ayuda…

  • Depende, a ver, dime…

  • Tara esta con su madre y su hermana en Huggle y yo tengo una comida en Boisdale con mi suegro y mis cuñados… No quiero estar solo y quería pedirte que me acompañes… Por favor – Suplicó.

  • ¿Le tienes miedo a tu familia política? – Carcajeé.

  • Vamos – Dijo arrastrándome hasta su auto en contra de mi voluntad.

Durante el camino íbamos conversando sobre cómo iba la decoración de su casa y los muebles que habían llegado hace dos días, y sobre las cosas que yo le había comprado a mi futuro sobrino/a.

La reunión con la familia de Tara era la misma de siempre, querían convencer a Jason de que se mudará con Tara a Eslovaquia y así podrían pasar más tiempo con su nieto/a.

    • Tu abuela me dijo que te fuiste con Jason a una reunión con su familia política… ¿Qué tal salió? – Preguntó Kim.
    • Lo mismo… - Contesté mientras abría mi apartamento.
    • Oye, ¿No te ha hablado Dustin? – Preguntó intrigada.
    • Sí, ¿Piensas ir?
    • Bueno, estará Mitch, así que… ¿Por qué no? – Rió.
    • ¿En serio quieres ir? ¿Con este maldito frio tienes ganas de salir?
    • Sí, solíamos ser los amigos inseparables junto con Alex – Suspiró – Vamos, tienes que ir a la cena… Por los viejos tiempos.
    • ¿Cómo cuando Dustin cortejaba conmigo? – Reí.
    • Ajá – Rió - ¿Entonces irás?
    • Esta bien, pero por el amor de dios, no te vayas a acostar con Mitch…
    • ¿Por qué? Es guapo pero no tanto como Joey…
    • ¿Joey?
    • Sí, el hombre más atractivo que había visto en toda mi vida…
    • No, no sé de quién carajos hablas.
    • ¡Slomowitz! Tonta, ¿Recuerdas mis vacaciones en Islas Galápagos?
    • Oh, ya recordé – Reí al recordar su “horrible” experiencia al tener de cerca un tiburón, era más interesante su anécdota con el tiburón que con el chico – Obvio no, esta mil veces más guapo Joey que Mitch – Carcajeé aun recordando lo del tiburón – Nos vemos en la cena, ¿Sí? – Entré a mi habitación y me deje caer en la cama.
    • Sí, pero vas… Porque soy capaz de ir ahí y sacarte estés como estés – Me amenazó.
    • Esta bien, mamá – Reí cortando la llamada.

Me quité los zapatos y vi la hora en el despertador, aun eran las tres, tenía tiempo para descansar un rato para después alistarme e irme a la dichosa cena en el Roast.


  • ¿No te parece raro que estemos juntas en el baño? – Pregunté al verla colocarle llave a la puerta.

  • Sí, pero verte me dieron ganas de llenarte de besos – Rió acercándose a mí.

  • ¿Acaso lees la mente? – Pregunté divertida mientras ella con sus brazos me abrazaba por el cuello.

  • Puede ser – Sonrió comenzando a besarme.

Era un beso un tanto feroz, le encantaba morderme mi labio inferior, nunca me dijo porque le gustaba pero me importaba una mierda.

  • Tenemos que volver, la subasta creo que está por terminar… - Susurré al escuchar pasos al otro lado de la puerta.

- ¿Hay alguien ahí? – Preguntó una voz femenina tocando la puerta.

  • Demonios – Susurró Jenna acomodándose el suéter y el cabello.

  • ¡Sí! – Contesté tratando de no sonar agitada – La puerta se atascó – Miré a Jenna quien trataba de aguantarse la risa con sus manos en su boca - ¿Podría pedir ayuda? Por favor – Dije acomodándome el cabello.

- Un momento, señorita… Buscaré a alguien que pueda abrirla – Escuche la señora alejarse.

  • ¿La puerta se atascó? Que truco más barato – Rió – Ven, déjame limpiarte el cuello…

  • ¿Qué tiene?

  • Tienes a Nina Ricci en todo tu cuello – Rió.

  • Ups, lo confundí con Lancôme – Reí nerviosa ante la situación.

  • ¿Cómo con el Dior con Rimmel? – Levantó su delgada pero expresiva ceja derecha – Ugh, juro que quería matarte en ese momento – Bromeó.

  • Aun no entiendo tu odio por Rimmel… - Callé al escuchar unos pasos acercarse a la puerta.

- Jayde, ¿Estas bien? – Esa voz… Dios lo que me faltaba, mi papá.

  • Sí – Contesté al sentir un horrible escalofrió recorrer todo mi cuerpo haciendo que mi piel se erizara completamente.

- Jenna, hija… Pronto saldrás de ahí – Era la voz del papá de Jenna. Volteé a verla y estaba pálida y su mirada gritaba miedo.


Al entrar al Roast escuche el mejor solo del saxo soprano, sin duda un buen tributo a “My Favorite Things” de John Coltrane.

  • Pensé que no llegarías – Dijo Dustin levantándose de manera caballerosa para recibirme.

  • Perdón por tardar, es que ustedes saben… Calles mojadas y auto, es un poco difícil – Sonreí.

  • Es algo raro el clima aquí, te entiendo – Dijo Dustin abrazándome.

  • ¡Dios mío, mujer! – Exclamó sorprendido Mitch en cuanto me senté – No has cambiado nada, sigues siendo hermosísima… – Sonrió acomodando su traje a la medida de Ermenegildo Zegna.

  • Que alagó – Dije sonrojada – Pero ustedes siguen siendo unos chicos muy pero muy apuestos – Dije al ver a uno de los meseros acercarse y comenzó a servirme la copa de vino – Gracias – Le agradecí, él asintió con la cabeza y se fue - ¿Y qué tal sus vidas? Par de galanes – Reí.

  • Mi vida son las mujeres y las fiestas – Sonrió orgulloso Mitch. No había cambiado, seguía siendo el cretino de la preparatoria que lo único que estaba en su prioridad era: Mujeres, alcohol y dinero.

Mire de reojo a Dustin y él había cambiado sus gustos, él solía ser del grupo al que menos le interesaba la vestimenta, verlo con una sonrisa risueña pero con unos ojos que trasmitían seriedad era algo nuevo para mí. Él vestía un Kiton, sí no me equivoco. Él podría ser el hermano perdido de Jamie Dornan, pero cambiando el color de cabello, era castaño claro y un poco largo, sin exagerar, aún tenía ese aspecto varonil. Lo llevaba peinado en un pequeño tupé que iba de lado y que terminaba hacia atrás, algo raro pero atractivo.

  • ¿Aun estas ahí? – Preguntó Kim sacándome de los pensamientos.

  • Sí, ¿Qué decías?

  • Te pregunté, ¿Ya estas lista para ordenar? – Rió sabiendo lo que estaba pensando.

  • Sí – Contesté abriendo la carta del menú. Sentía la mirada de Dustin y más de una vez entre sus ojos mirándome.

Luego de varios minutos, que fueron exactamente veinte minutos, por fin decidimos ordenar. Seguimos platicando, poniéndonos al corriente de la vida del otro. Mitch no me sorprendió tanto, viajando por el mundo conociendo mujeres. Lo que sí me dio tanta pero tanta risa al igual que a Kim fue que él tiene una “acosadora” y para rematarla era una rusa y yo lo único que hacía era bromear de todos los rusos eran como una familia unida, por eso eran conocidos como “la mafia rusa” y cuando algún ruso recibían un “NO” por respuesta ocurría lo peor y todo eso, pero en realidad todo lo que decía lo había sacado de tantas películas que había visto.

Dustin me sorprendió un poco, él solía ser como Mitch, pero saber que ahora que trabaja como Asesor de Marketing en la empresa de su papá es algo nuevo, era feliz en su trabajo eso se notaba muchísimo.

Seguíamos platicando amenamente mientras bebíamos Chateau de Sérame Minervois y esperábamos como si nos importará poco la comida.

Los coqueteos de Dustin eran notables, me sentía mal por dos razones; no lo detenía por miedo a lastimarlo y a su vez, ya estaba lastimando a Sia. Y como si fuera por arte de magia, como si el destino siempre quisiera joderme la vida… Ahí, justo ahí, enfrente de mí veía a Anastasia sonreírle al id… del tal Louis Leblanc… Cretino.

  • ¿Estas bien? – Murmuró Dustin en mi oído.

  • Sí – Afirme con la sonrisa más descarada que se haya visto en el mundo.

  • ¿Segura? – Levanto su gruesa ceja.

  • Sí – Lo miré de reojo mientras seguía con la mirada a Anastasia y al estup… de Louis.

  • Puedo jurar que estas molesta… - Rió sínicamente, yo solamente quise meterle la botella de vino hasta la garganta, sí, estaba furiosísima.

Iban solos, eso hacía que me sintiera mil, perdón, millones de veces peor. Para evitar decir algo hiriente aferre mis manos por debajo de la mesa y mordía mi labio inferior con fuerza sin importarme que me salga sangre. Agarre con fuerza la botella del vino y me llene la copa completamente, todos me miraron sorprendidos ante mi cambio repentino de humor.

Sin apartar la mirada de la mesa de ellos, bebía con molestia y lentitud el vino que para ese momento no le sentía el sabor. Escuchar la buena interpretación de la canción “Blue Moon” de Tony Bennett me producía más malestar, ¡Yo debía estar con ella mientras escuchábamos esa canción!

La comida llego y me dedique a desquitar mi ira en el filete salteado con limón rayado acompañado de un puré de papas con salsa de manzana Bramley encima de ella. Esa comida estaba sabrosa pero mi ira no me dejaba disfrutarla a gusto.

  • ¿Quieren ir a Ronnie’s? – Preguntó Dustin después de guardar su teléfono en el bolsillo de su saco.

  • Sí – Respondí a su propuesta.

  • ¿En serio? – Me cuestionó Kim - ¿Tienes ganas de ir a un club de Jazz? – Levantó su ceja – Mejor vayamos a Fabric.

  • Que gran idea – Le sonrió Mitch- ¿Qué les parece?

  • Chicos… – Suspiré notando la mirada de Dustin – Estoy algo agotada como para estar en un lugar ruidoso…

  • Te apoyo – Dijo Dustin acomodando su traje mientras me miraba – Un lugar más tranquilo, ¿sí? – Miró a Mitch.

  • ¿Qué tal Feet East? Esta cerca del apartamento de Jayde – La miré como diciéndole “Necesito hablar contigo”, ella entendió - ¿Me acompañas al baño? – Me preguntó, asentí y caminamos en silencio hasta lograr entrar a los baños.

  • Ahora sí, dime, ¿Qué te sucede? – Preguntó Kim en cuanto cerré la puerta.

  • Ella está aquí – Susurré

  • ¿Quién?

  • ¿Quién? – La imité – Anastasia – Dije caminando de un lado a otro.

  • Es raro escuchar su nombre completo de tus labios – Susurró extrañada.

  • ¡Lo sé! – Volteé a verla - ¡Y esta con el idiota de Louis! – Siseé entre dientes golpeando el lavamanos.

  • ¡Dios mío, Jayde! Estas celosa – Bromeó.

  • No estoy de humor para tus bromas… Quiero irme al apartamento y beber hasta no poder más – Dije tratando de calmarme, no era para tanto, ¿No? Ella me quiere, creo que debo confiar en ella… Pero, ¡No puedo! Ver al imbécil de Louis coquetearle descaradamente hace que quiera levantarme y clavarle el maldito tenedor en los ojos para que dejara de verle los senos.

  • ¿En qué piensas? – Me preguntó.

  • La llevaré conmigo, no pienso dejar que este con él un minuto más – Me dirigí a la puerta pero Kim evito que abriera la puerta.

  • ¡No cometas una estupidez! – Susurró – Todo lo que tienen ustedes dos se ira a la mierda por tus malditos celos… no seré buena dando consejos pero… Debes confiar en ella como ella lo ha hecho contigo – Me agarró de los hombros y me miro de esa forma que solo ella logra tranquilizarme, Maldición.

Odio sentir los celos, es un maldito sentimiento bastante molesto. No todos los celos se pueden decir que se basan en la desconfianza pero sí se basan en la imaginación, en crearnos un mundo paralelo en donde nuestra pareja está con alguien más que no somos nosotros creando relaciones interpersonales que pueden ir más allá de una simple amistad. Es esa posibilidad, el no saber si pueda pasar, la que nos provoca tanto malestar. Odio sentir celos y no saber cómo controlarlos. ¡DEMONIOS! ¡Me siento con el diablo adentro!

Traté de tranquilizarme por cinco minutos y luego volvimos con los chicos como si no hubiera pasado nada y seguimos platicando pero mi mirada estaba en la mesa que estaba frente mío, Anastasia me daba la espalda y a su lado estaba el imbécil agarrándole la mano. Yo podía ver al imbécil pero él a mí no.

Terminamos el postre que por casualidad los cuatro pedimos lo mismo, Budín de chocolate con helado de vainilla encima. Y una vez más, Kim y yo nos sorprendimos, Mitch y Dustin peleando por pagar la cuenta y yo como “arbitro” les pedí que lo dividieran a la mitad, caso resuelto. En nuestra “adolescencia” Kim o yo terminábamos pagando la comida de ellos.

Estábamos fuera del restaurante discutiendo sobre a qué lugar ir cuando veo a Anastasia salir de la mano con Louis, ya estuvo, ¡No lo soportó! Iba a acercarme con la intención de tropezarme con ellos pero Anastasia volteó y me miro sorprendida.

  • ¿Qué te parece la idea? – Preguntó Dustin agarrando mi mano.

  • ¿Qué? – Suspiré sorprendida. Todos me miraron esperando una respuesta – Sí – Respondí sin saber qué.

  • Bueno – suspiró Mitch – Que se diviertan – Sonrió coqueto mirando a Dustin y a mí, ¿Qué pasa? ¿A qué le dije sí? ¿”Que se diviertan”? Kim no te vayas, no me dejes, por favor…

  • Nos vemos mañana – ¡NOOOO! Kim sonrió despidiéndose de Dustin y me abrazó – Tranquila, mañana hablas con ella – susurró dándome un beso en ambas mejillas – Cuídense – Sonrió subiéndose al auto de Mitch.

  • Entonces… ¿Vamos? – Sonrió Dustin con aquella barba que apenas comenzaba a crecer.

  • Sí, claro… Perdón, pero, ¿A dónde íbamos? – Pregunté apenada.

  • Tú y yo, señorita, iremos al Light… Queda cerca de tu apartamento, ¿No? – Preguntó, yo solo pude asentir – Dejamos tu auto y vamos en el mío al bar, tomamos todo lo que podamos, te dejo en tu apartamento y me voy al mío, ¿Qué tal la idea? – Sonrió amistosamente – Vamos, como en los viejos tiempos – Rió.

  • Esta bien, pero no quiero lidiar con ebrios – Bromeé. Miré hacia la calle y al otro lado de ella estaba Anastasia subiéndose a un auto similar al de Dustin, Aston Martin azul marino. ¿Cómo sabia eso? No tengo idea, mi abuelo, a lo mejor.

Subimos a nuestros respectivos vehículos y manejamos hasta mi apartamento, dejamos los autos y fuimos caminando hasta el bar que no estaba ni a diez minutos de donde vivía.

Subimos al segundo piso, pues obvio, ya habíamos comido y el bar estaba en el segundo piso. ¿Qué había en el primer piso? Era el restaurante, escogimos un sofá cerca del ventanal. Lo único que nos mantenía separados era aquella mesa de cristal.

  • ¿Qué pedirás? - Preguntó haciéndole señas a uno de los meseros.

  • Sorpréndeme – Sonreí incrédula – Pero no vayas a querer embriagarme – Reí.

  • Une Firebomb et Jagerbomb, S'il vous plaît (Un Firebomb y un Jagerbomb, por favor) – Ordenó. Así es, es francés – Y bueno, cuéntame de ti, te noté algo callada durante la cena – Se burló – No sabes cuánto te extrañe – Sonrió de lado agarrando mis manos. Sentir sus cálidas manos hizo que me estremeciera, ¿Qué estaba ocurriéndome? Gentilmente aparte mis manos, él notó mi incomodidad – Lo siento – Se disculpó.

  • No tienes por qué hacerlo – Lo interrumpí – Yo me disculpó, es solo qué… - Suspiré teniendo las palabras: “Estoy saliendo con alguien y… Y es una chica”, en la punta de mi lengua pero no podía, aun no – Estoy cansada – Dije fingiendo cansancio – Tener a mi abuela aquí es algo agotador – Suspiré divertida – Pronto me convertiré en tía, madrina, o como le digan y… Es algo, bueno, en realidad tengo miedo – La sinceridad se apoderaba de mí y no podía detenerla - ¿Y sí soy un mal ejemplo? ¿Qué pasaría sí decepciono al bebé? ¿Qué tal y lo/la decepcionó? – Decía asustada – Tengo miedo el rechazo – Eso tenía doble sentido, sí ustedes me entienden – No quiero que me dé la espalda… - Callé en cuanto el mesero se acercó con las bebidas.

  • Este es tuyo – Dijo suavemente acercándome el Firebomb – Una vez lo probé, espero que tenga el mismo sabor como en Ju Ju’s – Encogió de hombros para después llevarse el Jagerbomb a sus labios y de un solo tragó bebió todo - ¡Bébelo! – Se quejó, sabía que era por el ardor en su garganta pero se hacía el “hombre”.

Agarre mi bebía, respire hondo e imité a Dustin, mi garganta y lo que le sigue, sentía como quemaba pero ya ven, mi ego evitó que me quejará. Ya sabía porque tenía ese nombre tan peculiar…

Las bebidas llegaban y llegaban, ambos sonreíamos como estúpidos y Dustin gritaba infinitas veces: “¡A veces la vida es jodidamente trágica!” “¡A la mierda la vida, vamos a disfrutarla!”. Comenzó a sonar “Paper Planes” de M.I.A y era raro ver a Dustin cantar ese tipo de género musical, él era más tipo: The White Stripes, Radiohead y Led Zeppelin.

No estaba en mis casi cinco sentidos, salimos casi a las tres de la mañana del bar y el tan solo abrir la puerta me congelé pero aun así pase el brazo izquierdo de Dustin por mi cuello y con dificultad comenzamos a caminar a paso lento a mi apartamento.

Estábamos entrando al edificio cuando el ebrio de mi amigo comenzó a llorar.

  • ¡No entiendo porque me odia! – Susurró limpiándose sus lágrimas con sus puños, me partió el corazón. Yo también tengo sentimientos pero no los demuestro con los demás que no sean mi abuela y Kim pero verlo a él me trajo dolorosos recuerdos – Aunque… en realidad no importa – Suspiró entrando conmigo con dificultad al ascensor – Yo también me odio… - Susurró encogiendo los hombros y con la mirada abajo.

  • ¿Por qué piensas que te odia? – Sabía de qué hablaba y no me gustaba verlo así. Estuvimos en silencio hasta que se abrió el ascensor.

  • Siempre la insultaba, la humillaba, ¡No la supe valorar! – Gritó enojado de sí mismo en cuanto entro al apartamento – No… No disfrute los momentos con ella – Se sentó en la cama y abrazo sus piernas colocando su frente en sus rodillas.

  • Ella te amo, te ama y siempre te amará – Le aseguré mientras le quitaba los Oxford de Kurt Geiger – Descansa – Sonreí suavemente ayudándolo a recostarse.

  • No merezco su cariño – Sollozó - ¡Pero la extrañó! – Se levantó y me abrazó – Mucho… - Susurró despegándose de mí.

  • Yo también la extraño – Suspiré quitándole el saco del Kiton y él de mala gana se quitó su corbata – Tienes que descansar – Dije ayudándolo a meterse bajo las sabanas.

  • Gracias – Susurró con voz apagada.

  • Eres mi mejor amigo, haría cualquier cosa por ti – Sonreí con nostalgia.

Fui a mi habitación, me cambie de ropa, me quite el poco maquillaje que me puse, lave mis dientes y antes de que llegue a mirar la hora en el despertador ya había caído en un profundo sueño.

Tocaban la puerta, pero les diré algo… Mi pereza era exactamente como el número ocho, así es… como el ocho, si se tumba, se hace infinito. Mire la hora en mi despertador: 8:32 AM. Con la peor de las ganas me levanté y me dirigí a la puerta no sin antes de haber revisado sí Dustin seguía con vida y así era. Abrí la puerta y para mi sorpresa era Anast… Digo, Sia.

  • Hola – Saludé queriendo darle un beso en la punta de su nariz pero ella desvió su rostro y mis labios se posaron en su mejilla derecha.

  • Hola – Saludó un tanto incomoda.

  • No te quedes ahí – Reí – Pasa… - Entró y se sentó en uno de los sofás - ¿Por qué no entraste por tu cuenta? – Pregunté extrañada, ella tenía una copia de las llaves del apartamento - ¿Sucede algo? – Pregunté al verla callada y con la mirada al ventanal que daba hacia el parque.

  • ¿Estuviste bebiendo? – Me preguntó preocupada y seria a la vez.

  • Un poco – Reí y no sé qué le vi de gracioso a su pregunta o a mi respuesta, efectos del alcohol, de seguro que sí – Adoro el Negroni, Flatliner y el Martini de manzana de caramelo es exquisito – Volví a reír – Hay uno que se llama “Old Fashioned” (Pasado de moda) y te diré algo… No me gusto – Fruncí ceño – Sí no le hubieran puesto azúcar estoy cien por ciento segura que lo hubiera disfrutado… Bueno, perdón, te dejaré hablar – Sonreí tratando de mantener los ojos abiertos.

  • Creo que vendré en otro momento – Se levantó del sofá – No quiero hablar contigo en este estado – Le agarré la mano.

  • Quédate… Me doy una ducha y te aseguro que estaré mejor – Ella se volvió a sentar en el sofá y me ignoro con su teléfono.

Fui a darme una ducha pero con agua congelada, espero no enfermarme. Me arregle y al salir a la sala de estar ahí seguía ella pero su mirada estaba en el ventanal.

  • Estoy mucho mejor – Sonreí apenada – Lo siento… No soy ese tipo de persona es solo que recordé viejos tiempos – Suspiré encogiendo los hombros – Ahora sí, dime…

  • No sabía que iría Louis por mí – Decía rápidamente – Trate de no…

  • Tranquila – Me senté frente a ella, le agarre su mano y comencé a llenarla de besos – No tienes que explicarme nada… - Besé la punta de su nariz.

  • Al parecer Kim y tú también se divirtieron…

  • ¿A que va ese tono de voz? – Me levante y me cruce de brazos - ¿Estas enojada? – Pregunté mirándola a los ojos pero desvió su mirada a la vista del parque.

  • Jayde… - Me llamó Dustin – ¿Tienes alguna aspirina? – Maldición, maldición… ¡Ahora no!

  • Revisa en el botiquín de la cocina – Respondí sin voltear a verlo.

  • Esta bien…

  • ¿Quién es él? – Me preguntó con el ceño y los labios fruncidos.

  • Un amigo – Sonreí al verla así. Estaba celosa pero ella no lo iba a admitir, ni yo tampoco iba a decirlo.

  • Oh, no sabía que tenías visita – Dijo Dustin saliendo de la cocina con un vaso de agua en la mano, y para ser honesta… Solamente traía unos bóxers negros de Calvin Klein y el cabello húmedo mientras las diminutas gotas de agua daban un recorrido por aquel cuerpo, dios… Mejor no sigo – Mucho gusto, Dustin Moreau – Se presentó.

  • Ravi de vous rencontrer Dustin… (Mucho gusto Dustin) – Estrecho su mano con la de él - Je m'appelle Anastasia (Me llamó Anastasia)

  • Nice to meet Anastasia (Un gusto conocerte Anastasia) – Sonrió – Dejaré que conversen – Sonrió perdiéndose en el pasillo.

  • ¿Quién es él?

  • Un amigo, ya te dije – Me senté a su lado – Bueno, es uno de los pocos amigos cercanos que tengo – Encogí de hombros dándole a entender que olvidáramos ese tema.

  • ¿Y sabe que tú…

  • No – La interrumpí rápidamente – Aun no lo sabe, no sé, aún no he tenido la oportunidad de decirle…

  • Entonces, no tiene idea de quién soy…

  • Piensa que eres una amiga, nada más…

  • Esta bien – Suspiró en forma de resignación – No te presionaré porque tampoco lo estás haciendo conmigo – Sonrió acariciando mi mejilla.

  • ¿Qué tal estuvo tu cumpleaños? – Pregunte ayudándole a quitarse su abrigo negro de Rebecca Taylor.

  • Pues… Fuimos a Trafalgar Square – La miré extrañada – No es cierto, sabes que odio Trafalgar – Rió – Una excelente comida en Zafferano y mi mamá quiso ir de compras y pues… Tu sabes, soy una compradora compulsiva – Rió – Luego mi madre y yo nos encontramos a mi prima en Alberta Ferretti – Encogió de hombros – Por la noche llegó Louis y me llevo a Roast… Era… Molesto – Apretó los ojos y negó con la cabeza – No sé qué le sucede, ya le deje las cosas en claro pero no entiende – Dijo recostando su cabeza en mis piernas.

  • ¿Aun quieres ir a la cena? Podemos quedarnos aquí, ordenar comida y terminar de ver Flashdance – Reí acariciando su largo cabello negro.

  • No – Se levantó enseguida y atrapó entre sus manos mi rostro – No lo hagas… Sería nuestra primera cita formal – Dijo sonrojándose y  haciendo una mueca graciosa.

  • No lo haré – Reí. Ella volvió a recostar su cabeza en mis piernas de nuevo. Seguimos platicando a susurros mientras mirábamos el Allan Gardens vacío y al otro lado pasar uno que otro tren que iban o venían de Bethnal Green, Hoxton o de DLR que estaba cerca de Stratford.

– Mi amor… - Susurré al ver que estaba cerrando sus ojos - ¿Quieres ir a la cama? – Pregunté en voz baja.

  • ¿Duermes conmigo? – Murmuró frotándose los ojos.

  • Será un honor – Me burlé – Vamos que yo también tengo sueño…

  • Jayde, lo siento – Decía Dustin acercándose a nosotras – Pero me tengo que ir. Quedamos otro día, ¿Sí? – Se acercó y me dio un beso en la comisura de los labios – Anastasia, fue un placer conocerte…. – Dustin se despidió de ella con un apretón de manos y se fue.

  • ¿Qué fue eso? – Preguntó frunciendo ceño.

  • No lo sé… - Contesté pero ella se levantó ofusca del sofá – No te enojes, por favor… Aun iremos a cenar, ¿verdad?

  • Puedes llevar a Dustin – Remarcó lo último.

  • Pero yo quiero ir contigo, lo estoy haciendo por ti – Dije agarrándole la mano – Ven – La arrastre hasta la habitación y tuve que meterme bajo la cama para sacar mi regalo.

  • Creo que me atoré – Susurré tratando de salir debajo de la cama, escuche reía a Sia. Es buena señal - ¿Me ayudas? – Pregunté extendiéndole mi mano.

  • ¿Qué tienes ahí? – Preguntó sonando poco interesada pero sabía que la curiosidad la mata por dentro.

  • ¿Esto? – Le mostré algo cuadrado y un tanto ligero envuelto en papel couche con un impreso de una fotografía de ella jugando con Ariana hockey de aire en Namco’s que estaba en el County Hall – Nada importante… - Encogí de hombros dándole la espalda – Quería darte esto por tu cumpleaños en la cena pero ya no iras… Así que… - Suspiré girando a verla – Tendré que dártelo aquí, aunque quería que fuera especial en la cena – Le di su regalo, ¿Qué era? Era el libro que consiguió mi abuela.

Me recosté en la cama y cerré los ojos, tenía tanto sueño y puedo casi asegurarles que solo dormí cuatro horas.

  • Lo siento – Se disculpó recostándose a mi lado.

  • No te preocupes… - Suspiré - ¿Dormimos ahora?

  • No puedo, debo ir a casa de Ariana… - Se excusó – Me llamo cuando estaba entrando al edificio y dijo que era urgente que vaya – Me miró apenada, pero Ariana estaba en al tanto de mi plan y necesitaba que se la mantuviera ocupada hasta la cena.

  • ¿Quieres que te lleve? Tengo que hacer algunas cosas… Con mi abuela – Sonreí.

  • Claro – Sonrió acercando sus labios a los míos – No te he saludado como se debe – Rió dándome un beso – Buenos días…

  • Buenos días – Contesté aun saboreando el beso. Sus labios a sabor fresa.

  • ¿Quieres que te preparé algo? Estoy segura de que no has desayunado aun…

  • Mejor salgamos a comer algo, ¿Qué quieres? ¿Vamos al Rib Man?

  • No se me antojan por ahora las costillas – Contestó divertida.

  • Bueno, bueno… Eh… ¿Vamos al Mojito Loco?

  • No está abierto ahora – Rió.

  • Cierto… - Suspiré – Pero mañana iremos a comer burritos – Aseguré – Entonces… ¿Improbamos? – Ella asintió.

  • Iré a la cocina a ver que puedo preparar, y necesitaré tu ayuda – Dijo saliendo de la habitación no sin antes darme un beso exactamente en mi labio inferior y una leve mordida en mi mentón.

Me cambie la ropa y fui a ayudarla a preparar el desayuno y les diré algo… Estos últimos días he ido a unas clases de cocina con Sia y aun no me atrevo a probar lo que preparo, no quiero morir soy muy joven aun.

Desayunamos y fui a dejarla a casa de Ariana en donde también la esperaba Claire. Ambas llevarían a Sia a que la consintieran en Gina Conway en donde ya la estaría esperando el vestido de Alice + Olivia que Ariana había encontrado en una Boutique en Oxford y unos Giuseppe Zanotti que Sia había visto el otro día y no se atrevió a comprarlos porque ya llevaba demasiadas compras.

  • Buenas tardes – Saludé al caballero que se acercaba a la vitrina.

  • Buenas tardes, ¿En qué puedo servirle? – Preguntó con una sonrisa. Oh, no… Ni lo creas. Conmigo tu coqueteo no funciona .

  • He venido a recoger el diseño que había ordenado hace cuatro días…

  • Por supuesto, ¿Tiene el número de folio? – Busqué en el bolso que Kim me había regalado, que no era nada más y nada menos que un Rebecca Minkoff.

Entregué la nota, el chico sonrió y se retiró, no tardó diez minutos y ya estaba saliendo de la tienda con el brazalete dentro de un estuche forrado de fino papel texturizado en un color gris metálico y un soporte interior de acabado blando y de tela para sujetar el brazalete.

Al llegar al auto no pude evitar volver a verlo. Era un brazalete pequeño. Sus diamantes estaban en un corte ovalado y estaba montando en oro blanco de 18K.

Maneje hasta Westbourne Grove para ir a buscar la ropa que me iba a poner aunque hubiera deseado vestir Massimo pero será para otra ocasión. Desde la bufanda hasta los pantalones serian Helmutlang y solamente las botas serian Rachel Comey. Kim me maquillaría porque yo por los nervios creo que me pondría demasiado.

  • Kim, ¿Falta mucho? – Le pregunté nerviosa.

  • No… Espera… Listo, ya estas guapísima – Sonrió dejando que por fin me viera en un espejo. El maquillaje se veía natural pero hacia resaltar mucho mis ojos lo cual casi no me gustaba, odiaba mis ojos – No, espera… ¿Qué haces? – Decía deteniéndome – No te pondrás esos lentes de contactos – Dijo golpeando mi mano.

  • Esta bien, mamá – Contesté rodando los ojos – Me tengo que ir – Contesté al ver la hora.

  • Tienes media hora, ni que el restaurante estuviera al otro lado de Londres – Se burló.

Comencé a vestirme mientras mentalmente repasaba lo que le iba a decir cuando le diera el brazalete, ella significa mucho para mí y el que me haya contado sus secretos me es demasiado… Ella se ha vuelto muy especial para mí. Cuando estoy ella… puedo ser yo misma. Porque, cuando estoy con ella mi corazón se sincera, se abre, se ablanda, se enternece. Porque sólo ella puede comprenderme. Sólo ella me entiende. Y lo que más me gusta cuando ella está conmigo es que puede ser ella misma.

Termine de alistarme y me dirigí al restaurante, llegué y me recibió una chica muy amable. Me llevo a la mesa que estaba un poco apartada de los demás clientes. Faltaban cinco minutos para que ella llegue y me encontraba nerviosa. Revisé mi Blazer blanco y ahí estaba el brazalete, repasé mentalmente las palabras que le tenía que decir una y otra vez. Era necesario que se lo dijera.

  • Hola – Susurró sacándome de mis pensamientos.

Estaba linda, bella, hermosa, ¡hermosísima! Su blanca piel resaltaba en aquel vestido corto.

El vestido era negro de mangas largas y llegaba hasta mitad de sus muslos. Los botines peep toe metálicos de color negros de Zanotti adornan a la perfección sus pies. En su muñeca izquierda traía su reloj Armani, bueno era mío, pero se lo había regalado al verla fascinada con el reloj. Un hermoso Bvlgari de oro blanco con un zafiro negro era el toque perfecto en su perfecto cuello. Dios… Su maquillaje… Odiaba ponerse mucho maquillaje al igual que yo, ambas preferiríamos vernos con clase pero a la vez, natural. Su cabello… Dios mío, su cabello negro lucia ondulado y caían esos pequeños e inocentes rizos sobre sus hombros y descendía por su espalda con estilo y clase. ¿Aún no se la imaginan? Ella lucia imperfectamente perfecta…

  • ¿Jayde?

  • S-Sí, ¿Qué paso? – Pregunté rápidamente saliendo de mis pensamientos.

Ella ya estaba sentada al otro lado de la mesa quedando frente mío.

  • Nada, es solo que te estoy hablando y parece que estas en otro lugar – Se burló.

  • Es que… - Suspiré mirando por el ventanal – Tengo que suerte de tenerte – Susurré volteando a verla – Sabes… - Suspiré con una sonrisa – Sabía aprovechar el tiempo, pero tú me enseñaste a apreciarlo… Sabía oír a la gente, pero tú me enseñaste a escuchar sus corazones. Sabía muchas cosas... pero tú me enseñaste otras... – Decía buscando la caja del brazalete dentro del bolsillo en el interior del Blazer – Sabes… Tenía unas palabras ensayadas pero… Todo se me olvido y lo que te digo ahora es lo más honesto que he dicho en toda mi vida…

  • Jay…

  • Espera – Musité interrumpiéndola pero aun escuchaba la música en vivo del restaurante. “Take My Hand” de Moloko, pero en versión acústica y estilo Jazz & Blues – Quiero decirte esto y sabes… Intento describirlo… ¿Qué siento cuando estoy contigo? ¡Es imposible!, no puedo hacerlo. Porque cuando estoy contigo me siento única, porque no ves mi apariencia, sino mi corazón; porque no te importa lo que la gente cuenta, sino que te importa más lo que te cuento yo – Eso lo dije al recordar una publicación en el periódico donde se rumoraba sobre un supuesto compromiso matrimonial mío – Sin tan siquiera hablarme, ya te estoy entendiendo. Sin tan siquiera mirarme, ya te estoy percibiendo – Agarré su mano derecha con mi mano izquierda entrelazando nuestros dedos – Me enamoré de ti por tus miedos, tus defectos, tus virtudes y tus talentos… Me enamoré de ti por tu llanto, tu enojo, tu alegría y tu manera de ver la vida… - Saqué el brazalete de la pequeña caja plateada y comencé a colocársela en su muñeca derecha – Me enamoré de tus silencios, tus sonrisas, tus desvelos y tus sueños… Me enamoré de lo que tienes y de quien eres… Me enamoré de ti – Cerré el pequeño seguro del brazalete. Cerré los ojos y besé lentamente el dorsal de su mano derecha y al abrir mis ojos me encontré con un par de ojos cristalinos – No llores… - Susurré limpiando con mis pulgares sus preciosos ojos.

  • Je t'aime ma vie… (Te amo, mi amor) – Susurró conmovida y casi sin voz.

  • Je t'aime ma vie… - Respondí suavemente y me fui acercando a su rostro y me besó antes de que yo pudiera hacerlo. Sus besos eran hermosos, sus besos son infinitos, son de esos besos que te dejan muda… Son de esos que no sientes mariposas en el estómago sino un zoológico, era un beso tan suave y tan lento que no se puede ni describir. Un beso que simplemente te deja sin palabras…

  • Te daría el mundo si pudiese… Eres muy generosa y me haces mejor persona con tu espíritu... – Susurré rozando mi nariz en su mejilla y lentamente me acerque a su oreja para susurrarle - Me maravillas la mayor parte del tiempo… De verdad – Asentí para enfatizar mis palabras – No te estoy mintiendo… - Me alejé un poco para verla a los ojos…

  • Ahora me toca a mí preguntar… - Susurró abriendo sus ojos amielados –  ¿Eres real? – Recorrí cada detalle de su rostro para después sonreírle y asentir lentamente respondiendo su pregunta.

  • Creo que me volví real cuando te conocí… - Susurré viendo el brazalete y volví a verla – Mi vida era un desastre hasta que tu llegaste y… Me maravillaste con tu sonrisa tan única y tu preciosa mirada – Besé su frente para después volver a sentarme - ¿Te gusta tu regalo? – Pregunté en voz baja al ver que uno de los meseros se acercaba a la mesa.

  • Es demasiado – Susurró apenada mientras con su mirada detallaba el brillante brazalete.

  • Como tú – Dije obteniendo su atención – Tu eres demasiado para mi… Me es imposible creer que me correspondes – Dije sonrojada.

  • Buenas noches, me llamo Patrick y esta noche seré su mesero… - Dijo un joven carismático de unos 20 años.

  • Buenas noches – Saludamos cortésmente al chico.

Abrí la carta de los vinos y no sabía cuál pedir, estaba tan entusiasmada que hasta podría haber pedido todos pero me fui por lo típico…

  • Podría traernos el mejor vino que tengan – Mi yo interior hizo que mirara de nuevo rápidamente la carta y ahí estaba – Sabes qué, Mejor un Château Latour del noventa y cinco… Necesitamos celebrar – Sonreí al ver a Patrick anotarlo y retirarse educadamente.

  • ¿Qué vamos a celebrar? – Preguntó “inocentemente” Sia.

  • Vamos a celebrar que somos Mamíferos y Vertebrados – Dije levantando mi copa vacía con una sonrisa.

Ella solo rió y me imitó levantando la copa.

  • Salud – Dijo colocándola de nuevo en la mesa.

  • ¿No vamos a chocarlas?

  • Son de mala suerte – Contestó con una sonrisa irónica.

  • En realidad, bridar con la copa vacía es una muestra de desagrado y tú, mi amor… Me agradas muchísimo – Reí bajándola y colocándola en la mesa - Quédate esta noche en mi apartamento, observemos las estrellas… He logrado que el portero del edificio me consiguiera la llave de la azotea para esta noche.

  • Sería un honor – Susurró acercando su rostro por encima de la mesa y me acerque a ella rápidamente para besarla y morder su labio inferior.

  • Adoro tus ojos… - Musitó rozando sus labios junto a los míos.

  • ¿Por qué? ¿Por qué tienen rímel? - Reí

  • No – Ladeó su cabeza divertida – Tus ojos son extrañamente hermosos… Nunca en mi vida había visto unos ojos como los tuyos – Acarició mi mejilla – Son perfectos… Adoro tu mirada dorada y azul celeste porque cuando sonríes como lo estás haciendo ahora ellos se sonrojan y eso los hace brillar mucho más y siento como si me abrazarán, a veces me intrigan sin lograr saber en qué piensas y cada vez que los veo me dicen a gritos cuanto me aman… - Dijo sonrojada.

  • ¿Sabes porque me gustan los tuyos? Me gustan muchísimo cuando los cierras y me besas, y es ahí, cuando náufrago en silencio con tus besos… Me gustan tus ojos cuando te muestran coqueta, me es irresistible comerte a besos – La besé rápidamente y volví a verla a los ojos – Los adoro cuando despierto de pesadillas y tan solo al verlos es como si me inyectaran vida y calma – Confesé sonrojada - ¿Por qué me golpeaste? – Ella me miró sin entender nada mientras volvíamos a sentarnos – La bofetada, ¿Por qué me la diste?

Ella me miró apenada y volteó a ver hacia el ventanal haciendo que la imitará. Ambas veíamos a una que otra familia pasar caminando con bolsas de compras. Compras de último minuto. Los niños sonreían y apuntaban las decoraciones que había en lo alto de los edificios y las luces rojas, azules color marino, verdes y doradas colgadas en Zigzag iluminando las calles. Los maniquís de las vitrinas eran acompañados por luces tipo LED. Los autobuses promocionando alguna película que aún no está en los cines y con adornos navideños en aquellos tipos tubos de los pasamanos.

  • Lo lamento – Se disculpó.

  • ¿Por qué?

  • No debí haber reaccionado de esa manera… Es que tu mirada no era para nada discreta y en una parte me gustó pero a su vez me sentía violada y tu mirada me intimidaba un poco… - Murmuró apenada.

  • Pero ya te dije que no te miraba con esas intenciones… ¿Ahora mi mirada te intimida? – Ella negó con la cabeza y mi mirada se dirigió hacia Patrick que se acercaba a la mesa con el vino envuelto en una servilleta blanca. Al acercarse él se excusó, lleno las copas, nos dejó la carta del menú y volvió a retirarse dejándonos de nuevo solas.

  • No – Contestó.

Ambas sonreímos levantando las copas.

  • Feliz cumpleaños – Choqué mi copa con la de ella y por un momento pensé que no bebería el vino pero me había equivocado al verla acercar la copa a sus labios carnosos y suaves. Esos labios coquetos.

  • ¿Cómo lograste conseguir una reservación aquí? – Preguntó mirando a su alrededor.

  • Bueno… - Callé al creer que escuchaba al mismísimo Michael Bublé interpretar “Fever” de Peggy Lee pero no era Michael, sin embargo, ¡Tenia la misma voz! Increíble – ¿Quieres la versión larga o la corta?

  • Me gusta escucharte, así que quisiera escuchar la larga, claro… Si se puede – Sonrió.

  • Promete no reírte, porque la historia es un poco vieja y algo vergonzosa… - Dije sonrojada mirando hacia otro lado.

  • Por favor, no puede ser tan malo… - La miré y me sonrió como ella solamente podía hacerlo, aquella sonrisa cálida y risueña.

  • Primero ordenemos y te cuento – Dije abriendo la carta del menú – Ordena lo que tú quieras, no importa… Es tu cumpleaños y este es otro regalo – Sonreí.¿Qué siento cuando estoy contigo? ¡Es imposible!, no puedo hacerlo