Historia de mi vida, Capítulo 6

Tus imperfecciones te hacen hermosa… - Besé su frente y volví a verla a los ojos – Sin embargo, sí no llegas a sentirte bien contigo misma… Haré que ames cada pequeña cosa de ti como yo lo hago.

Nos separamos asustadas en cuanto escuchamos que tocaban la puerta.

  • Anastasia… ¿Estas bien? – Preguntó una voz masculina, era la voz del chico del parque. Era el tal "Rob".

  • Sí… - Contestó nerviosa.

  • Apúrate que ya nos vamos… - Ambas escuchamos los pasos alejados del chico.

  • ¿Ya tienes que irte, verdad? – Pregunté casi sin voz.

  • Sí… - Contestó.

  • ¿Nos podemos ver luego? No importa sí es otro día… - Dije con un poco de esperanza de que aceptará – Por favor.

  • Me encantaría – Sonrió – Pero ahora no puedo, debo irme…

  • ¿Y cómo te localizo? El número que utilizaste para el mensaje es de Ámsterdam… - Me miró y le sonreí – Así es… Trate de localizarte pero era inútil…

  • Oh, eso… No encontraba mi teléfono y tuve que pedirle a uno de los botones que me prestarán su teléfono – Sacó su teléfono e intercambiamos números – Veré si puedo escapar, yo te aviso, y sí no puedo te aviso de todos modos – Se acercó y me dio un beso en la mejilla, no pude evitar reírme - ¿Qué te causa tanta risa? – Levantó su ceja derecha.

  • La manera en la que te paras de puntillas para darme un beso en la mejilla, es tan… no sé, lindo – Sonreí haciéndola sonrojar – Hasta luego…

  • Hasta luego – Salió del baño son una sonrisa tímida. Estaba por salir y una chica entró al baño me miro los labios y se dirigió a los lavabos, volteé a verme en el espejo y tenía los besos de Sia marcados con su labial, en mis mejillas y mis labios. Sonreí y humedecí mis labios, tenía el sabor del capuchino que ella tomaba. Me quite las marcas de las mejillas y el de mis labios.

  • Picarona… ¿Y esa sonrisita? – Me preguntó en cuanto llegue a la mesa.

  • Cállate… Me debes unos botas nuevas – Bromeé tratando de no sonar nerviosa.

  • ¿Qué pasó en el baño? – Preguntó y yo solo encogí de hombros – Pero hablaron, ¿no? – Asentí y enseguida sonó mi teléfono. Era un mensaje de ella.

    • ¿Podemos vernos en “Sale E Pepe” de la calle Pavilion?
  • Me tengo que ir, ¿Podrías llevarme hasta mi auto? – Le pregunté mientras respondía el mensaje.

  • Claro, ¿Dónde lo dejaste? – Preguntó pagando la cuenta.

  • En el estacionamiento dentro del “Hyde Park”- Susurré.

  • ¿¡Qué!? – Preguntó sorprendida – ¿Caminaste desde ahí hasta aquí?

  • Sí, quería caminar un rato… ¿Me llevas? Por qué no hay problema que camine veinte minutos.

  • No, vamos, te llevo… - Salimos y caminamos por cinco minutos hasta que llegamos a su auto, nos subimos y me llevo hasta mi auto, me despedí de ella y manejé hasta el restaurante.

Al llegar al lugar, ahí estaba ella de espaldas mientras se acomodaba su Massimo Dutti. Así es, lo reconocí desde lejos.

  • Buona será, bella… (Buenas noches, hermosa) – Saludé acercándome a ella.

  • Désolé, je ne parle pas italien… (Lo siento, pero no hablo italiano) – Sonrió pasando sus brazos por mi cuello para darme un cálido abrazo.

  • Excusez-moi, je ne savais pas (Discúlpame, no lo sabía) – Me excuse al separarme de ella - Bonne nuit, belle (Buenas noches, hermosa) – Dije y ella sonrió dándome un beso en la mejilla - ¿Entramos? – Ella asintió y al entrar estaba un poco lleno pero aun habían mesas disponibles.

  • ¿Qué ordenarás? – Preguntó cerrando la carta del menú.

  • Me iré por el Filete a la parrilla – Respondí haciendo que el camarero anotará la orden – ¿Y tú?

  • Los Rigatoni a los 4 quesos, su descripción me causo demasiada hambre – Rió. El camarero anotó la orden y se retiró.

  • Eres hermosísima. Lo eres. Eres tremenda, increíble, absolutamente bella… - Susurré obteniendo tu atención.

  • Oye… - Se quejó sonrojada – Y, ¿Cómo has estado? – Preguntó cambiando de tema. Estaba muy nerviosa al igual que yo.

  • Respiró… Supongo que bien – Reí suavemente – Tuve las dos semanas más ajetreadas de mi vida… ¿Y tú? ¿Qué tal?

  • No me quejó… - Encogió de hombros – Aun no creo esto… - Susurró sorprendida – Extrañaba mucho tus ojos… te extrañaba.

  • Igual yo, extrañaba muchísimo tu compañía. Toda tú extrañaba…

  • Esto es demasiado agradable – Dijo sonriente.

  • Lo agradable es bueno… - Respondí – Esto es algo riesgoso lo sabes, ¿no? – Dije refiriéndome a nuestras manos entrelazadas encima de la mesa. Ella asintió sin dejar de sonreír.

  • Está bien correr riesgos, ¿no? El amor está loco… - Se inclinó un poco sobre la mesa, la imité y ella susurró - Y el amor es correr riesgos… - Cortó la distancia entre nosotras y, sentí sus cálidos y suaves labios sobre mi nariz.

  • Demasiado – Dije mientras volvíamos a sentarnos. El mesero llego con las ordenes y nos dispusimos a comer, veía cada gesto que hacía al probar la comida, cada bocado lo masticaba con lentitud, como saboreando el exquisito sabor del platillo italiano.

La forma que comía era tan limpia y delicada, unos modales que se me hacían conocidos. Ella y yo teníamos eso en común, ambas compartíamos esos modales a la hora de comer.

  • ¿Rico? – Le pregunté haciendo que ella asintiera mientras bebida un poco de Coca-Cola.

  • ¿El tuyo esta rico? – Asentí.

  • Una pregunta… ¿En qué parte… Bueno, en qué distrito de París vives? Pregunto por sí acaso regreso a París y quiero verte…

  • En el decimotercer distrito de París.

  • ¿Montmartre? – Pregunté y ella asintió -  ¿Puedo pagar? – Levanté la ceja.

  • No, yo pago… - Dijo haciéndole señas al camarero.

  • Mitad y mitad, ¿Esta bien? – Ella negó con la cabeza – Por favor… Quiero pagar algo – Supliqué mirando como el camarero se acercaba.

  • Quiero un pedazo de Tarta de plátano con toffee… - Sonrió.

  • ¿Covent Garden Piazza? – Pregunté lo obvio, ella sonrió y me dio un beso en la mejilla. Pagamos, bueno, ella pagó la cuenta y nos fuimos en mi auto hasta el centro comercial. Llegamos al famoso “Creme de la crepe” y unos dispusimos a devorar aquella deliciosa tarta.

Eran casi las ocho y seguíamos paseándonos de un lado a otro, entrando a tiendas y saliendo con bolsas de compra. Estabamos felizmente felices hasta que de un momento a otro, sonó el teléfono de Sia. Eran sus padres…

  • Tengo que irme, mis padres en veinte minutos llegarán por mí – Comenzó a acelerar el paso.

  • ¿”Llegarán”? ¿A dónde? – Pregunté siguiéndola.

  • Mis padres no saben que salí, ellos piensan que estoy en casa de una amiga… Tengo que llegar rápido – Aceleró el paso.

  • Déjame llevarte, por favor… - Le abrí la puerta del copiloto y se subió, la imité y partimos rumbo a casa de su amiga - ¿Dónde queda la casa de tu amiga? – Pregunté sacando las llaves de los bolsillos de mi chaqueta.

  • ¿Sabes cuál es la calle Old Church? – Asentí – Bueno, es la calle Old Church con Carlyle Square.

  • Al llegar a Old Church me iras guiando por cual calle doblar, ¿Esta bien? – Manejé por unos diez minutos hasta que llegamos a casa de su amiga – Me divertí, muchas gracias por salir conmigo – Dije sonrojada.

  • Por nada, yo también me divertí muchísimo… - Se acercó y me dio un beso en ambas mejillas – Adoro cuando te pones así – Susurró cerca de mis labios.

  • ¿Así como? – Pregunté “desubicada” tratando de sonar normal pero traía un nudo en mi garganta, un nudo que se describía en una palabra: Nervios.

Tener sus labios a… exactamente, 2.4 cm de los míos y su nariz comenzó a rozar con la mía y solamente me causaban ganas de besar esos delicados y deliciosos labios hasta felizmente, morir.

  • Sonrojada… - Dijo aun rozando la punta de nariz con la mía.

  • Adoro tus ojos… - Susurré mirándola y noté el nerviosismo en ellos. Le tomé con suavidad sus manos y besé uno por uno los nudillos.

  • No tienen nada de especial… Los tuyos son hermosos. En cambio los míos no me gustan… Me siento imperfecta.

  • Tus imperfecciones te hacen hermosa… - Besé su frente y volví a verla a los ojos – Sin embargo, sí no llegas a sentirte bien contigo misma… Haré que ames cada pequeña cosa de ti como yo lo hago.

  • Me estoy arriesgando – Susurró aterrada – No quiero salir herida… Nunca me he sentido así por alguien. Me siento maravillada y asustada a la vez, me haces realmente feliz…

  • Yo también he sufrido, no quiero hacerte daño pero no puedo prometerte que nunca llorarás por mí, pero pongo las manos en el fuego a que siempre encontraré la manera de volver a hacerte reír… - Uní mi frente con la de ella y con mis pulgares comencé a acariciar los nudillos de sus manos. Lentamente subí sus manos hasta mis labios y los besé por los dedos. Nuestros ojos se encontraron y sonreí al verla feliz.

  • Te quiero… - Susurró acariciándome la mejilla derecha. Ella corto la distancia que había entre nosotras, estaba por sentir de nuevo sus labios sobre los míos cuando de repente tocan mi ventanilla haciendo que ambas nos separemos asustadas y agitadas por la adrenalina que ahora estábamos viviendo.

Volteamos a ver y supuse que era la amiga de Sia.

  • Tengo que irme, ¿Te hablo mañana? – Preguntó agitada.

  • Claro, estaré disponible para ti… - Sonreí pero luego se desvaneció al recordar algo – Mañana tengo una cena… ¿Quieres venir? – Le pregunté.

  • No, debe ser familiar, aparte, ¿Qué dirán tus padres cuando te vean con alguien menor?

  • ¿Por qué tienen que enterarse? Digo, no vas a mostrarles una identificación…

  • Buen punto, ¿Y mis padres? – Preguntó levantando la ceja. Sabia que trataba de librarse de la idea pero no se la iba a dejar fácil.

  • Oh… - Suspiré – El plan sonaba hermoso hasta ahora – Fruncí ceño – Deja que me encargué yo.

  • Nada complicado, ¿sí? Porque eres capaz de llamarlos y decirles que me tienes secuestrada…

  • En mi cabeza la idea sonaba increíble…

  • ¡Jayde! – Se quejó.

  • Estoy bromeando… - Reí – Hablamos mañana…

  • Hasta mañana – Me dio un beso en la mejilla y bajo del auto, espere a que entrará a la casa pero antes de hacerlo se dio la vuelta y se despidió con la mano. Estaba por irme hasta que suena mi teléfono:

    • Mamá, ¿Qué pasó?
    • Jayde, quería pedirte un favor, ¿Puedes ir por Victoria a la Estación de Waterloo? Sus padres no pueden ir por ella porque el auto prácticamente tiene encima una gruesa capa de nieve y George salió con tu padre.
    • Claro, mamá, no te preocupes, en veinte minutos llego a la estación – Corte la llamada y respiré hondo.

Manejé hasta la estación y al estacionarme en la entrada ella ya estaba saliendo de Waterloo. Arrastraba con su mano izquierda una trolley plateada y traía un bolso de viaje en su mano derecha. Físicamente no había cambiado nada, solamente había crecido unos centímetros más, tenía un toque bronceado, y su cabello se lo había dejado largo y cabello natural era rubio cenizo pero se lo había pintado en un color casi caoba. Respiré hondo y salí del auto para abrirle la cajuela. Metí su maleta y subimos al auto.

  • ¿Qué tal estuvo su viaje, Srta. Burnham? – Pregunté tratando de romper el silencio entre nosotras mientras manejaba hasta la casa.

  • Bien, gracias – Se limitó a decir y volvimos a quedarnos en silencio.

Llegamos a nuestras casas, ella se bajó y entró a su casa mientras que el mayordomo de los Burnham bajaba su maleta de mi auto. Metí el auto al garaje y luego de un rato entré a la casa.

  • Mi amor - Me saludó mi mamá en cuanto cerré la puerta de la entrada – Muchas gracias por ir a buscar a Victoria – Me agarro las mejillas y me dio un beso en ellas.

  • De nada, mamá… - Estaba por subir las escaleras pero mi mamá me detiene.

  • ¿En dónde te metiste toda la tarde? – Preguntó curiosa.

  • Fui a dar unas vueltas por ahí, extrañaba Londres – Sonreí y subí a mi habitación. Me recosté en la cama y dirigí la mirada al armario y ahí vi el violín junto con el arco a un lado, me acerque y lo saqué, me senté en la cama y se vino a mi mente la primera canción que había tocado. Era “Eine kleine Nachtmusik” de Monzart. Solía tocársela a mi abuela Elizabeth cada vez que regresaba del colegio.

  • Buenas noches, señorita – Dijo mi papá entrando a mi habitación.

  • Buenas noches – Saludé dejando el violín en la cama – ¿Qué tal tu reunión? – Pregunté imaginándome que era eso por el que no estaba en casa.

  • ¿Reunión? Cariño, son vacaciones, ¿Lo olvidas? – Rió - ¿Recuerdas la última vez que tocaste el violín? – Preguntó con una sonrisa melancólica, yo solo pude suspirar.

  • Sí, hace cinco años… Aun la extraño pero odiaba verla sufrir mucho.

  • Yo también, a tu abuela Elizabeth la quise como una madre, no muchos adoran a sus suegras pero ella era una de esas que te alegraban el día con su sola presencia… ¿Por qué no vuelves a tocarlo? – Sonrió de lado.

  • No lo sé, ha pasado mucho tiempo…

  • Cuando tocabas, sonabas despreocupada de todo… La boda de Jason, ¿Recuerdas? Tu madre lloró en cuanto te escucho tocar el segundo vals de Shostakovich.

  • Papá, no te hagas tú también lloraste… - Reí mudamente. Mi papá dio un largo bostezo.

  • Lo siento, me gustaría platicar contigo un poco más pero estoy agotado… Y lo que fui a hacer hace un rato no era trabajo… Logre conseguirle un boleto a tu abuela, así que ella estará aquí mañana a primera hora…

  • ¿Lograste conseguirle un vuelo en Suecia? – Él asintió - ¿Entonces pasará Navidad con nosotros?

  • Así es… - Dijo sonriente – Hasta mañana, que descanses – Dijo saliendo de mi habitación. Me quede mirando un rato el violín y volví a guardarlo en el armario.

En mi cabeza solo trataba de buscar alguna idea que pudiera funcionar para que los padres de Sia no descubrieran donde estaría mañana en la noche. Estaba por irme a dormir hasta que recordé algo que podría ayudarme… Sia me había dicho que su familia le encanta las obras de teatro. Eso es, sus padres acaban de ganarse dos boletos para el musical del “El fantasma de la ópera” en el “Her Majesty's”. Agarré mi teléfono y le envié un mensaje a un amigo que podría conseguirme las entradas con los mejores puestos.


    • Te veo en “Hogsmill” en diez minutos – Le dije en cuanto contesto el teléfono.
    • Excelente, ahí te veo – Respondió emocionada. Terminé la llamada y salí de aquella caseta de teléfono.

Viaje desde Wimbledon hasta Berrylands para ir por ella. Al llegar al lugar acordado ahí estaba hermosa como siempre, una chaqueta de cuero marrón, Jeans negros y unos sneakers de John Varvatos.

  • Por dios, Jayde… ¡No pienso subirme a esa cosa! – Susurró escandalizada. Me bajé y la abracé.

  • Vamos, solo por hoy… - Le susurré – Ya me fastidie de tomar los autobuses nocturnos – Dije tomándola de la mano – Iremos a comer al famoso “Bar Italia” en Bloomsbury.

  • Tomemos el metro, por favor… - Suplicó deteniéndose.

  • No te pasará nada, lo prometo… - Le di un beso en la mejilla y se sonrojo – Ven, te ayudo con el casco… Listo, ¿No está muy pequeño? – Ella negó – Bien, ahora ven – Me subí al Honda Varadero y miré a Jenna y no se acercaba a la moto – Mi amor, ¿Te vas a quedar ahí parada? ¿Confías en mí?

  • Sí, pero, ¿Tienes licencia? – Cruzó de brazos – Corrijo… ¿Esta vez pasaste el examen? – Me miró dudosa.

  • Sí… Ahora súbete… - Le bajé la pantalla oscura del casco y la agarre de la mano – Abrázame de la cintura sí quieres, iré lento… - Encendí la motocicleta y avancé lentamente hasta agarrar una velocidad promedio, no pasaba de los 25 KM/H. Al cruzar por el puente de Putney se lograba sentir aquella deliciosa brisa del río Támesis.

Llegamos al bar café y ordenamos enseguida. Era un poco más de las cuatro y media, tenía pensado llevar a Jenna a ver el amanecer en el puente de Londres.

  • ¿En qué piensas? – Preguntó mientras salíamos del pequeño restaurante.

  • Son casi las cinco y media, vamos, iremos a admirar el amanecer desde Clarksons.

  • ¿Qué eso no es un centro en ayuda financiera? – Asentí - ¿No querrás entrar ahí adentro, verdad?

  • No, ellos tienen como un estacionamiento privado detrás de la empresa, iremos a sentarnos en el muelle… No haremos nada malo.

  • Nos podemos meter en problemas…

  • Confía en mí, tendremos los cascos siempre puestos, no sabrán quienes somos…

  • Esto me parece una pésima idea, pero debo admitir que suena emocionante tu idea… A veces tienes ideas tan estúpidas – Dijo subiéndose a la moto.

  • ¿En serio? – Pregunté con ironía colocándome el casco.

  • Tú me gustas, así, tal cual eres… Estúpida y rara – Rió – Pero eres mi estúpida y rara… - Golpeó suavemente su casco con el mío – Mejor toma la calle Upper Thames y doblas en Swan Lane.


  • God morgon, mormor (Buenos días, abuela) – La abracé en cuanto la vi en la cocina – Hur var din resa? (¿Cómo estuvo el viaje?)

  • Mycket bra, tack (Muy bien, gracias) – Sonrió - Du har vuxit så mycket, Jayde… (Haz crecido mucho, Jayde).

  • Och du är vacker (Y usted está hermosísima como siempre) – Suspiré - Jag har saknat dig, mormor… (Te extrañe, abuela).

  • Min kärlek, jag saknar dig för mycket (Cariño, yo también te extrañe mucho) – Acaricio mi mejilla – Sedan, Vad är ditt namn? (Bueno, ¿Cómo se llama?)

  • Vad pratar du, mormor? (¿De que estas hablando, abuela?) – Pregunté fingiendo confusión pero muy en mi interior moría de nervios, mi abuela me conocía muy bien.

  • No te hagas la desentendida, has conocido a alguien y ese alguien es la razón de tu sonrisa…

  • Abuela, ¿Podemos hablarlo en otro momento? – Susurré en voz baja. Ella sonrió y asintió - ¿Qué cocinas?

  • El glaseado para el Kärleksmums… Incluso también hice el postre favorito de tu padre.

  • ¿Kladdkaka?

  • Sí – Sonrió – Grace… Podrías agregarle el coco rallado a los Kärleksmums, por favor – Le dio a una de las que trabajaba en la cocina. Grace es una mujer muy divertida y tiene más de cincuenta años, mi madre le ha dicho que sí ha querido “Jubilarse” por así decirlo para dedicarle tiempo a su nieta Carrie quien tiene ahora 18 pero siempre se ha negado y nosotros tampoco queremos que se vaya porque todos los que trabajan para nosotros son de la familia, así somos los Hastings Petrov. Grace cuido de Carrie desde que tenía dos años cuando su madre ósea, la hija Grace, había fallecido un accidente de auto.

  • Abuela, ¿Qué quieres saber? – Le pregunté mientras nos sentábamos en el sofá de la biblioteca.

  • ¿Cuál es su nombre? Porque solo conocí a Andrew y tú en esos tiempos eras demasiado feliz junto a él, aun no entiendo porque terminaron su relación…

  • Abuela… - Suspiré quejándome – Él era mucho para mí, ¿sí? Ha pasado tres años y aun platicamos, tiene novia y ha pensado en el matrimonio – Reí – Estoy muy feliz por él, en serio que sí…

  • Dejaste ir a un hermoso castaño de ojos azules – Negó con la cabeza sonriendo – Ahora cuéntame de esa persona – Levantó la ceja - ¿Es él o ella? – Así es, mi abuela es la única de mi familia que sabe sobre Jenna.

  • Me parece algo incómodo, abue… ¿Qué tal y alguien escucha? – Dije viéndola beber su té con tranquilidad.

  • ¿Tan malo es? – Preguntó colocando la pequeña taza en la mesa.

  • Bueno… Sí – Contesté dudosa.

  • ¿Es un gigoló? ¿Una drogadicta?

  • No, para nada, es una chica muy bella y sana sobre todo, pero hay un problema…

  • Jayde, habla ya…

  • ¿De qué va a hablar? – Preguntó Jason entrando a la habitación.

  • De que tu hermana quiere ir a ver la vieja casa, dice que le trae bonitos recuerdos – Improvisó mi abuela.

  • ¿En serio quieres ir a verla? – Preguntó Jason un tanto sorprendido.

  • Jason… Ahí crecimos, ¿No extrañas esa casa? Quiero sacar algunas cosas de ella… - Jason bebió un poco de su Cappuccino.

  • Bueno, podemos ir a echarle un vistazo y de regreso pasamos a Southfields para que te muestre la casa…

  • Claro, ¿Quieres venir con nosotros, abuela? – Pregunté y ella asintió. Jason salió de la habitación y volvimos a quedar solas.

  • Creo que debemos hablarlo otro día cuando no haya tanta gente en la casa – Rió.

  • Abuela… La chica que me gusta cumplirá años el 20 de este mes…

  • Oh, una semana…

  • Así es, necesito tu ayuda… Necesito conseguir un libro de 1847.

  • ¿Cómo se llama? – Me preguntó

  • “Agnes Grey”, es una novela de Anne Brontë… Ella adora los libros y pienso que, este es uno que debe leer… Pero yo quiero regalarle la primera edición – Sonreí.

  • Veré que puedo hacer, no prometo nada… - Mi teléfono comenzó a sonar, era un mensaje de Sia.

  • - Estaré en Kensington, ¿Quieres venir?

  • - Claro, pero, ¿Cómo le hiciste con tus padres?

  • Abuela, ¿Trajiste contigo a Ozzie? – Le pregunté al verla entretenida leyendo la revista de “The Daily Mirror”.

  • Sí – Respondió levantando la mirada – Debe estar por ahí corriendo, tú sabes que ese pequeño cuando viene se pone inquieto – Reí en voz baja.

  • - Salí con unas amigas a pasear, estoy aquí al sur, ¿Vienes? – Recibí su respuesta

  • Acepta… - Escuché a mi abuela decir.

  • Pero tú…

  • Tu rostro lo dice todo – Me interrumpió – Lleva a Ozzie, le hará bien un poco de aire.

  • - ¿Dónde nos vemos?

  • Le envié mientras terminaba de tomarme mi té.

  • Te veo en un rato abuela – Me acerque y le di un beso en su frente – Y tal vez la logres conocer esta noche – Reí saliendo de la habitación - ¡OZZIE! – Grité antes de subir a las escaleras.

  • - En “Pret A Manger”, ten cuidado, por favor. Te quiero – Sonreí y suspiré como no tienen idea. Sabía que estaría arriesgándome mucho por ella. Podría perder muchas cosas pero ella las valía.

El pequeño Labradoodle de pelaje dorado llego corriendo hasta donde estaba, lo cargué y subí con él a mi habitación. Me puse lo primero que vi y le coloque a Ozzie su suéter que mi abuela le había hecho, ambos partimos al restaurante de comida rápida pero antes de llegar recibí una llamada, estaciones y contesté:

    • Hola, Jayde…
    • Hola, Dustin, ¿Cómo has estado?
    • Muy bien, gracias, ¿Y tú qué tal? No sabía que estabas en la ciudad… - Dijo sorprendido.
    • Bien, gracias, llegue hace unos días… Tal vez y podamos vernos para ponernos al corriente – Reí.
    • Me parece bien, en fin, a lo que te llamaba… Conseguí tus boletos, ¿Los envió a tu casa?
    • No, quiero que los envíes de forma anónima a Chelsea…
    • Esta bien, dame la dirección, ¿Algún mensaje que quieras agregarle?
    • En quince minutos te envió en un mensaje la dirección. Agrégale que fue un concurso que su hija los había inscrito a un concurso y salieron ganadores… - Dustin Carcajeo.
    • Por dios, Jayde, ¿Quién se cree tremenda mentira? – Dijo riendo – No te preocupes, yo agrego eso…
    • Bien – Suspiré – Cuídate, hasta luego – Colgué y seguí manejando hasta llegar al lugar acordado.
  • ¿Listo, Ozzie? – Le pregunté al pequeño perro que estaba mirando por la ventana. Lo abracé y salimos del auto – Ven, vamos – Dije guiándolo suavemente con la correa.

  • ¡Mira! Pero que hermoso… - Dijo Sia entusiasmada agachándose para acariciar a Ozzie.

  • Hola – La saludé nerviosa al sentir la mirada de sus dos amigas encima de mí.

  • Hola – Se levantó y me dio un beso en la mejilla – Ven – Me agarro de la mano y me arrastro hasta donde estaban sus amigas quienes me miraban de arriba hacia abajo, analizándome detalladamente – Ellas son Claire y Ariana.

  • Mucho gusto – Extendí mi mano y saludé a ambas.

Claire era una chica alta, 1.73 tal vez, tez dorada, cabello rubio un tanto dorado y largo hasta la mitad de la espalda. Ojos verdes oscuros, nariz larga y respingada. Labios delgados y rojizos. Cuerpo delgado sin exagerar pero sigue siendo envidiable. Ariana tenía la misma estatura de Claire, tez blanca pero uno que otro toque de bronceado, cabello castaño claro y largo hasta debajo de los hombros. Ojos azules oscuros, nariz pequeña y perfilada. Labios delgados y en un tono rosa pálido. Complexión normal, no era ni tan delgada ni tan gorda, era una persona normal, común y corriente.

Era graciosa la escena, Sia era la pequeña, era como la niña de aquel grupo de amigas.

  • Anastasia tenía razón – Dijo Claire divertida – Ariana y yo no creíamos los que nos decía.

  • Tienes unos ojos bicolor… - Dijo Ariana sonriendo

  • Es Heterocromía, Ariana… - Dijo Sia cargando a Ozzie - ¿Cómo se llama este hermoso? – Me preguntó.

  • Ozzie – Respondí viendo como ella y sus amigas le dan muestras de cariño al pequeño perrito - ¿Tienen hambre? ¿Quieren un café? Yo invitó.

  • Tú y yo nos llevaremos muy bien – Dijo Claire dándome unas leves palmadas en el hombro – Sé me ha antojado un Starbucks…

  • Claire… - Se quejó Sia.

  • Sia, no te preocupes – Sonreí y comenzamos a caminar hacia la cafetería que no estaba tan lejos – Necesito pedirte algo – Le susurré mientras caminábamos detrás de Claire y Ariana quienes estaban entretenidas con Ozzie.

  • Dime – Contestó  abrazándome por la cintura con su brazo izquierdo que estaba debajo del abrigo.

  • Bueno… - La acerqué más a mi abrazándola por el cuello – Necesito tu dirección – Sonreí pero se desvaneció al ver en su rostro una mezcla de seriedad, miedo y enojo - Por favor, dí algo...