Historia de mi vida, Capítulo 5

Todo eso formaba parte de mis recuerdos más arraigados porque siento que los escucho en los momentos que estoy en silencio, es como si fueran ecos que salen de lo profundo de mi corazón... ¿Cómo se puede querer tanto a una persona en tan poco tiempo?

A veces el silencio no es la mejor opción. Dicen que solo hay uno, que es fácil. Mienten. Hay silencios divertidos, en los que intentas aguantar la risa; silencios absurdos, que no deberían estar ahí; silencios incómodos, en los que no sabes si irte o quedarte; silencios de absoluto orgullo, en los que desearías poder decir "te extraño, lo siento". Silencios que esconden palabras, sonrisas, sentimientos. Nos empeñamos muchas veces en romperlo, cuando no es necesario… Cuando estamos con la persona que queremos, y no necesitamos palabras, cuando una mirada y una sonrisa lo dicen todo. Pero sin duda, el peor silencio es el que ya no puedes romper, el que está dentro de ti. Perdí mi oportunidad. Lo que tenía que decir ya no importa, no tiene relevancia. Vivo por fuera, muerto por dentro. ¿No parece agradable, eh? No lo es. Y todo por callarme ese maldito "te quiero”. Se lo tragó el silencio y el tiempo se encargará de guardarlo fuerte en mi cabeza. Y tendré que vivir con ello. El silencio no es malo, solo que hay que saber cuándo romperlo. No hay que equivocarse, no hay que precipitarse, solo hay que escuchar... Y cuando llegue el momento de hablar, lo sabremos. Y decían que el silencio era sencillo…

  • No puedes estar así todos los días… te estoy perdiendo – Decía Kim sentándose a mi lado mientras esperábamos el tren en “Bruxelles-Midi” para irnos a Londres - Debes dejar de fumar y por el amor de dios… ¡Dame esa licorera!

  • Por favor… No tengo ganas de hablar, quiero estar sola – Dije dejando el cuarto cigarrillo en el cenicero que estaba en el centro de la mesa.

  • No ha cambiado nada, todo se ha vuelto peor aún… En nuestra estadía en Berlín te la pasaste en la cama, regresamos y te fuiste a Francia con un pésimo humor, regresaste y te la pasaste encerrada en el estudio tres días completos.

  • Era para no tener trabajo lo que resta del mes…

  • ¿Qué…? Pero tú no tienes nada hasta en Febrero, ¿O me equivoco?  – Encogí de hombros - ¿No has dormido, verdad? – Preguntó asentando su café en la mesa.

  • ¿Se nota mucho? No puedo dormir porque… - “ Abra o cierre los ojos, siempre me encuentro los hermosos ojos amielados de Sia ” – Creo que tengo insomnio.

  • ¿Soy tu mejor amiga, no? – Asentí - Nos conocemos prácticamente desde que usábamos pañales, muchos piensan que solo porque sonríes eres feliz, pero no es así. Siempre aparentas estar contenta y finges una sonrisa, que por más real que pueda ser, tus ojos delatarán tu tristeza… - Suspiró - No quiero sonar grosera pero tengo que hacer la intervención – Me quito la licorera y los cigarrillos.

  • ¡Devuélvemelos! – Le grite molesta.

  • Esto lo hago por tu bien… - Entró a los baños y salió con las manos vacías.

  • ¿Dónde dejaste mi licorera y la cajetilla? – Pregunte frustrada.

  • Se han ido en el lavamanos y en el inodoro… Dime que te pasa y te compro otros… - Dijo sentándose a mi lado de brazos cruzados – No quiero que tu familia este preocupada, tu mamá será la primera en notar tu humor.

Respire hondo y abrí mi maletín de cuero en donde llevaba mi Laptop, busque entre los compartimientos lo que llevaba conmigo siempre, lo saqué y le entregue la carta de Sia a Kim, ella confundida agarro la carta y comenzó a leerla, al terminar no dijo nada. Saque y encendí mi Laptop, busque la carpeta de imágenes y busque las ultimas agregadas a la carpeta y ahí estaba la fotografía que le había tomado cuando le regale el lingote de chocolate.

  • ¿Es ella? – Preguntó sorprendida Kim mientras veía detalladamente la imagen.

  • Sí – Conteste mientras volvía a guardar la carta en el maletín.

  • Parece una niña… - Suspiró - ¿Es la del vestido color vino, verdad? La chica de la boda de Tom – Asentí – Esa fue la razón de porque estabas como que molesta casi toda la fiesta… Lo siento por mi comentario, pero enserio estaba hermosa en esa fiesta – Rió – No tienes malos gustos – Me dio unos golpes en la espalda - ¿Qué edad tiene? ¿19 o 20 años?

  • 16… Pronto 17 – Dije sin voltear a verla.

  • Ya, en serio, admito que se vea como una niña pero para que te hayas fijado en ella debiste de encontrártela en alguno de tus lugares aburridos… - Decía ella riendo pero noto que no decía nada - ¡Oh, por dios…! ¡Jayde! ¿No hablas en serio?

  • Sí, ella tiene 16 y la amo, lo admito, ¿Sí? – Le dije mirándola firme – Pero ella no puede estar conmigo… - Dije en voz baja mirando el suelo.

  • ¿Qué dirían tus padres de esto? – Preguntó dudosa - ¿Apoyarían tu relación con alguien que es menor de edad? – ¿Mis padres aceptarían? Otra pregunta más para mi conciencia, otra razón para no estar con ella – Cuéntame de ella – Sonrió suavemente, dudé por algunos momentos contarle todo pero era hora de que mi silencio se rompiera. Comencé a contarle todo, absolutamente todo, por momentos desviaba la mirada de ella o miraba a Kim de reojo y la veía pensativa, me asustaba cuando estaba así, no sé porque – Iremos por ella… – Dijo levantándose de la sofá mirándome sonriente.

  • ¿Qué? – Pregunte confundida y con cierto temor.

  • Vamos por la tal Sia… Quiero conocer a mi futura cuñada. Llegando iremos a Chelsea, ella pasa Navidad ahí, ¿no?

  • Sí, pero, ¿Por qué iría tras de ella? – Me pregunte a mí misma.

  • Porque la amas, eso se ve por como miraste la carta y su fotografía en la pantalla – Dijo suspirando con una sonrisa. ¿Debía ir a buscarla? - Eres mi amiga, en las buenas y en las peores, ¿Recuerdas? Necesitaras apoyo moral, no dejaré que mi hermana caiga de nuevo como hace cinco años – Dijo sonriente – Te ayudaré a buscarla.

  • ¿Cómo piensas que la encontraremos sí sé todo y a la vez, nada de ella?

  • Eso es lo de menos, podemos comenzar con caminar en la zona con una foto de ella y preguntarles a los que viven o algo se nos ocurrirá camino a Londres… Necesito que hables con ella y aclares todo, no puedes seguir sufriendo…

  • Pero…

  • ¡Nada! ¿Sí? – Dijo interrumpiéndome – Arregla tus cosas, creo que el tren ya llego.

Salimos de la cafetería y pasamos por control de seguridad, buscamos el andén y satisfactoriamente subimos al tren. Al llegar a nuestros lugares lo primero que hice fue colocarme mis audífonos, colocar música al azar y cerré los ojos.

Abrí los ojos y lo primero que veo es un lago con el atardecer de fondo… Estoy parada al final de un muelle, giro para regresar a la tierra y lo primero que veo es a Sia. Estaba ahí parada en el inicio del muelle, tan perfecta como siempre, sonriéndome, mirándome con esa mirada especial que tiene y sin razón alguna, me estremezco... Se acerca y me abraza, miles de escalofríos recorren mi cuerpo, era todo tan perfecto... Tiene su rostro pegado a mi hombro escondiéndose en mi cuello mientras le acariciaba su cabello. Ella me abrazo aferrándose a mí y la imite. Me separo un poco de ella y Sia levanta su rostro volviendo a verme sonriente, la veo mirarme con esos hermosos ojos que tanto me encantan perderme, esos labios que tanto he anhelado besar… Me siento feliz, muy feliz.

  • Jayde… - Dijo una voz - ¡Jayde!

  • ¡Deja de gritarme! – Le grite a Kim de regreso. Me quite los audífonos y mire a mi alrededor, ella ya no estaba… Siento que me ahogo, me siento vacía, sin aire… Es como si hubiese perdido media vida mía.

La necesito, necesito verla, abrazarla, mirarla, sentirla... La necesito mucho, demasiado. La extraño, cada minuto, cada momento, cada día... Extraño su sonrisa, su risa, sus abrazos... sus palabras, sus susurros. Necesito verla, aunque sea un momento, mirarla, perderme en sus ojos, necesito que me vea, curarme este ahogo que tengo por no tenerla conmigo... Sonreír al verla... Es que es perfecta. Cuando se ríe me enseña cómo hay que tomarse la vida y cuando me mira... cuando me mira entiendo que mi vida está a su lado... con ella... por eso pido un momento, un minuto para verla de nuevo... por última vez... para poder decirle tranquila: ''Te quiero y te necesito...me has cambiado porque te necesito y yo nunca había necesitado a nadie...te quiero y es tan bonito mirarte....que moriría encantada mientras miro tu sonrisa''.

  • Perdóname… - Se disculpó apenada – Pero hemos llegado – Dijo y ambas vimos como el tren se detenía en la estación de St. Pancras.

  • Lo siento, perdón, es solo que estoy cansada… – Dije guardando mi teléfono y agarrando mi maletín – Y un poco nerviosa.

  • Tranquila… ¿Ya quieres ver a Anastasia, no? – Asentí extrañada al escuchar su nombre completo – Esos son pequeños detalles, todo lo que sientes ahora son tus sentimientos hacia ella – Ambas salimos con nuestro respectivo equipaje y al bajar del vagón ahí estaba George, el chofer de la casa.

  • Buenas tardes, Srta. Hastings, ¿Qué tal su viaje? – Preguntó aquel hombre carismático de unos 45 años – Buenas tardes, Dankworth.

  • Muy bien, George, pero ya te dije que me digas Jayde… Trátanos de tu – Sonreí y todos partimos al estacionamiento, subimos al Rolls-Royce negro y partimos a casa. Al llegar ahí estaba mi mamá en la puerta parada junto a la mamá de Kim.

  • Ya están enormes – Dijo Olivia, la madre de Kim – Mi amor – Abrazó a su hija efusivamente.

  • Madre, me falta el aire – Bromeó abrazando a su mamá. Me acerque a mi madre y sus ojos retenían lágrimas.

  • No sabes cuanta falta me has hecho – Dijo mi mamá abrazándome, que por cierto, se llama Laureen.

  • Y tú a mí – La abracé y la levante haciendo que sus pies abandonaran el suelo por un momento - ¿Dónde está Jason? – Pregunté al bajarla.

  • Fue por Tara, ahora regresa, él está muy entusiasmado porque vayas a conocer su nueva casa… - Ups, se me olvido por completo eso.

  • Claro, estoy entusiasmada por ir, lo he extrañado mucho, es un gusto verte de nuevo tía – Abracé a la mamá de Kim. Le decía tía de cariño, era como una hermana para mi mamá.

  • Hija, igualmente, es un gusto verte de nuevo – Me separe de ella y vi que mi mamá aún tenía los ojos llenos de lágrimas.

  • Ya mami, no llores… - La abracé de nuevo.

Mi padre es mitad polaco y mitad sueco mientras que mi madre es mitad británica y mitad rusa, mi padre a los 15 vino a vivir a Londres con mi abuelo ya que los padres de él se habían separado cuando mi papa tenía 5 años. Mi madre a los 18 vino a aquí a estudiar la universidad. Ambos se conocieron, se enamoraron y se casaron, luego tuvieron dos hermosos hijos: Jason y obviamente, yo.

  • ¡Greger, ya llego tu hija! – Gritó mi madre desde las escaleras. Todos entramos al salón principal y ahí estaba William, el mayordomo de la casa pero que para todos era uno más en la familia, me acerque a él y le di un abrazo. Era como un segundo padre para mí.

  • ¡Cariño! – Exclamó mi papá al entrar al salón.

  • Hola – Me acerque y me dio un efusivo abrazo.

  • Te extrañe muchísimo – Dijo al despegarse de mi – Kim, hija… - Se acercó a darle un abrazo – Ambas nos hicieron falta en Londres, perdónenme por no ir por ustedes a la estación, ustedes saben… El trabajo me tiene ocupado – Se excusó quitándose sus lentes de lectura.

Comenzamos a platicar de todo un poco, mi mamá está haciendo una fundación para personas con discapacidad mientras que mi papá está apunto de crear un programa de becas escolares y me está pidiendo ayuda para la campaña publicitaria. Estábamos hablando entre él y yo cosas de trabajo algo que a mi mamá no le gusto para nada. Estaba en Londres para descasar del trabajo y la rutina diaria, ella tenía razón. Kim y su mamá se fueron en cuanto llego su papá. Llego mi hermano con su esposa Tara ya tenía ocho meses de embarazo, esperaban su primer hijo.

  • ¿Cuándo nacerá Jason Jr.? – Le pregunté a Tara mientras acariciaba su vientre.

  • La doctora nos dijo que el bebé nacerá a principios de Enero – Dijo Jason emocionado entrando al salón - ¿Te quedarás, verdad? Me encantaría que estés presenten en el momento que nazca… - Sonrió  dándole a Tara su copa de helado de vainilla con fresas. Yo asentí.

  • ¿Y no les da curiosidad de saber si es niño o niña? – Pregunté mirando a Jason porque él es el hombre más curioso que hasta ahora he conocido.

  • Tu hermano a veces llega a desesperarme – Dijo Tara divertida.

  • Puede llegar a fastidiar… - Bromeé dándole un sorbo a la taza de té – Pero sí te llegarás a querer divorciar de él estaré feliz de apoyarte – Reí.

  • ¿Se les olvida que estoy aquí? – Dijo “indignado” dándole un sorbo a su pinta de “Guinness” – Por cierto, Jayde, ¿No te gustaría ir a ver la casa que compramos?

  • Seguro… Y, ¿En dónde la compraron?

  • Tu hermano quería una casa en Hounslow pero nos decidimos en Southfields, aún están remodelando la casa pero tu hermano es tan exagerado que tuvo que ordenar que no tocaran el cuarto de su hijo porque él mismo lo iba a remodelar…

  • Jason, no tienes de que preocuparte, ya llegue yo para ayudarte… Pienso quedarme hasta el cinco de febrero.

  • ¿En serio? – Preguntó un Jason sonriente, yo asentí.

  • A todo esto, ¿Dónde se están quedando sí la casa la están remodelando?

  • En mi departamento en Belgravia – Contestó Jason – Cierto, ¿Por qué llegaron antes? Kim y tu tenían la costumbre venir el 17, ¿Qué paso?

  • Nada, solo que no teníamos nada que hacer, así que preferimos venir que esperar una semana…

Mi hermano físicamente era alto, 1.90 casi, tez clara, cabello castaño claro un tanto largo y de pequeñas e inocentes ondas, rostro expresivo y serio, ojos idénticos a los míos, nariz delgada y respingada, labios rojos y delgados, pómulos marcados, barbilla partida y sin señales de vello facial, cuerpo delgado y cuidado dándole ese aspecto de hombre fuerte y atlético.

Tara es una hermosa Eslovaca, medía un poco más del 1.70, tez blanca, cabello largo y ondulado de un color castaño cobrizo, sus ojos es de un color azul claro subiendo casi al azul intenso y eléctrico, nariz larga y fina, pómulos prominentes, labios lisos, su labio superior es fina y el inferior es un tanto carnoso, quijada cuadrada haciendo que le dé a su rostro el toque de autoridad y seriedad, algo raro pero en ella hace que se vea excelente pero ahora que está embarazada su rostro se ha vuelto suave y risueño. Ella es delgada pero ahora con su embarazo ha subido de peso y no dudo que cuando nazca Jason Jr. su cuerpo recupere su figura ya que ella es delgada de nacimiento, come de todo y no engorda, ella y yo nos entendemos en ese sentido.

  • Lo lamento – Me excusé después del bostezo – En serio me encantaría seguir platicando con ustedes pero el viaje me agoto por completo…

  • No te preocupes, ve a descansar… - Dijo Tara sonriendo ante la mirada de Jason fija en su vientre – Mi amor, ¿Qué tanto le estás viendo al bebe?

  • Estoy tratando de descifrar sí es niño o niña… - Dijo apenado.

  • No vas a poder saberlo sí sigues así de curioso – Reí saliendo del salón.

Subí al segundo nivel y camine por el largo pasillo hasta llegar a mi vieja habitación. Ya habían acomodado mi equipaje, me di una ducha y al terminar fui al armario y lo primero que me encuentro es mi violín.

Cuando tenía nueve años mi abuela quería que le sacara provecho a las vacaciones de verano así que decidió meterme a clases de violín y mi abuelo me metió a equitación y eso incluía ir a eventos para participar en ejercicios como el Cross-country, la doma clásica y el salto ecuestre. Cuando cumplí los 16 mis padres me inscribieron junto con Jason a “Guards Polo Club”, cada vez que había un torneo íbamos al club o al Royal Berkshire para “aprender” un poco más sobre aquel deporte. Prácticamente mi “infancia” (Sí así se le puede llamar) me la pasaba de un lado a otro. Cuando iniciaron las clases todo se complicó ya que antes de salir de vacaciones me inscribí al equipo de Arquería. No tenía tiempo para salir con mis amigos, los cuales eran egocéntricos y arrogantes, todos eran de sangre azul.

  • Mi amor, ¿Aun estas despierta? – Preguntó mi mamá abriendo lentamente la puerta.

  • Sí, pasa – Dije cerrando mi Laptop.

  • Solo quería recordarte que el viernes haremos una cena en honor a tu llegada, vendrán los Burnham a cenar… - Sonrió y salió de la habitación.

¡Demonios! Lo que menos quería… ¿Quiénes eran los Burnham? Bueno, específicamente eran los vecinos de enfrente y ahí estaba la chica que más me odiaba, no sabía porque pero ella públicamente me hacía saber que me odiaba y yo no sabía porque. La chica se llama Victoria y si no me equivoco ahora tiene veinte o veintiuno. Esa chica tenía problemas mentales o que sé yo pero cada vez que me veía o me golpeaba o me insultaba.

Los días fueron pasando y Kim iba a mi casa para ir después irnos a Chelsea a buscar a Sia pero no teníamos suerte, ya habíamos llegado a Jueves y me encontraba agotada en todos los sentidos, eran casi las cinco de la tarde cuando me dieron ganas de salir a recorrer la ciudad aunque ya la conociera como la palma de mi mano. Fui al garaje y saque mi viejo auto, un BMW Z3 blanco de vidrios oscuros. Salí de casa y sabía manejar sobre nieve así que no me preocupaba de nada. Maneje sin rumbo hasta que me di cuenta que me había estacionado frente al famoso “Hyde Park”, me acomode la bufanda y el gorro antes de salir.

Camine sin rumbo hasta encontrar una banca, le quite la leve capa de nieve que tenía y me senté a mirar como caían los copos de nieve con lentitud al suelo.

Comencé a recordar su hermosa voz, su risa y aún el sonido de sus pasos y movimientos, solté un suspiro divertido en tanto solo recordar el más mínimo gesto que hacía. Todo eso formaba parte de mis recuerdos más arraigados porque siento que los escucho en los momentos que estoy en silencio, es como si fueran ecos que salen de lo profundo de mi corazón... ¿Cómo se puede querer tanto a una persona en tan poco tiempo?


  • Es lo bueno de las conferencias, ¿No? – Reí ante su comentario mientras asentía.

  • ¿Cómo lograste escapar de tu papá? – Pregunté mientras la agarraba de la mano y nos alejábamos del “Green Park” en donde estaba el padre de Jenna dando una conferencia de su campaña política.

  • No fue fácil, pero tienes a Jenna hasta las 11 de la noche…

  • Eso son tres horas – La miré y comenzamos a caminar hasta llegar a Oxford Street, entramos al McDonald’s y pedimos nuestra comida, unas enormes papas y un par de Dr. Pepper.

  • Se me antojo un Subway – Dijo mirando por el ventanal, volteé a ver y ahí estaba el Subway enfrente, ambas reímos y salimos del McDonald’s, cruzamos la calle y entramos al Subway, cuando nos dieron nuestros pedidos se me ocurrió una idea.

  • Vamos – La agarre de la mano y nos subimos al autobús de la ruta 94 que pasaba a una calle de ahí.

  • ¿A dónde iremos? – Dijo al sentarse y abrir su sándwich submarino de pechuga de pollo.

  • Tendremos una cita – Sonreí imitándola pero el mío era de pechuga de pavo.

  • Mi amor – Resopló divertida - ¿No estamos en una? – Preguntó limpiándome la comisura de los labios que tenían las pequeñas migajas del pan.

  • Quiero una cita, típica de las relaciones, de las películas, series y libros… - Reí.

  • ¿Y cuál es esa “típica cita”? – Rió.

  • Quiero ir al cine con mi novia – Sonreí.

  • Me encanta que hagas eso – Sonrió.

  • ¿Qué? – Pregunté sin dejar de sonreír.

  • Me encanta la manera que sonríes… Tu sonrisa ladeada hace que se delaté tu pequeño hoyuelo – Dijo dándome un beso en la mejilla – Te amo.

  • Te amo… - Dije dándole un beso en la mejilla.

  • Y dime… ¿Iremos al Odeon, no? – Yo asentí


  • ¡Apúrate! – Gritó a lo lejos una voz de una niña haciendo que saliera de mis pensamientos. Esperen, esa voz la conozco.

Me levante y comencé a seguir la voz pero hacia ecos en el parque lo cual se me complicaba un poco hasta que llegue a la estatua de Charles De Gaulle y la vi cubierta de nieve, seguí caminando hasta que a lo lejos vi a aquella niña, la niña que fue causa de que recibiera la primera bofetada en la vida, la misma Aly que hizo que cayera dentro de un pilar de hojas verdes amarillentas y húmedas, Aly fue la causante que hizo que conociera a la chica que ahora tanto anhelaba…

  • ¡Mira! – Exclamó emocionada la niña. Levante la mirada y era dos hermosos caballos blancos – Anda, Rob, quiero subirme… - Dijo la niña haciendo aquellas típicas muecas de súplica.

  • Esta bien, Aly – Dijo un chico de unos 17 años, alto, tez blanca de cabello corto de un color castaño rojizo – Pero tenemos que esperar a mis padres… ¿Dónde se metió Anastasia? – Preguntó el chico mirando a su alrededor. Yo el tan solo escuchar su nombre mi corazón se aceleró, veía como el vapor de mi boca salía con más frecuencia haciendo que me tapara con la bufanda.

Estuve casi media hora buscando a Sia pero no la encontraba, me sentía cansada de tanto caminar. Decidí dejarlos de seguir y seguí caminando hasta que vi un Starbucks en Kensington Church. Pedí un Macchiato de caramelo y comencé a tomarlo con lentitud viendo desde el ventanal pasar a la gente, los autos y hasta carruajes siendo jalados por hermosos caballos.

    • ¿Dónde estás? – Preguntó Kim en cuanto le conteste la llamada.
    • ¿Exactamente? Pues, aquí en Kensington, ¿Y tú?
    • ¿Qué carajo haces ahí? Yo vine aquí en tu casa, para ir a Chelsea – Solté una pequeña risa que me fue difícil de contener – Cuenta el chiste…
    • Creo que encontré a la familia de Sia pero no la vi… - Dije con voz apagada.
    • ¿Dónde nos vemos? – Preguntó con voz suave.
    • ¿Podemos vernos en “Pizza Hut”? Él que está aquí en la segunda de Kensington Church…
    • Claro, pero tú sabes cual pedir…
    • ¿Mitad peperoni, mitad hawaiana y doble queso? – Ambas reímos – Claro, ahora voy y la pido, ahí te veo… - Colgué, termine el Macchiato y salí rumbo a la pizzería. Al llegar pedir la pizza y una Stella Artois en lo que esperaba a Kim.
  • Perdón por el retraso, tuve que ponerle gasolina al auto de camino – Dijo sentándose al otro lado de la mesa quedando frente mío - ¿Con este frio y se te antoja una maldita cerveza?

  • ¿Quieres? – Le pregunte levantando la botella y ofreciéndosela, ella negó - ¿Qué quieres?

  • Quiero un maldito Latte, un hirviendo porque mi cuerpo está congelado – Rió metiendo sus manos en los bolsillos de su abrigo negro.

  • ¡Tienes la nariz roja! – Carcajeé en cuanto ella se quitó la bufanda que le cubría la mitad del rostro.

  • ¿Dónde está mi Latte? – Preguntó cubriéndose de nuevo con la bufanda.

  • Ahora voy… - Le compré su Latte y se lo lleve a la mesa, seguimos platicando hasta que era “hora de comer”. El ambiente era agradable entre nosotras, hasta que Kim mencionó el tema que por un momento había logrado olvidar.

  • ¿Dónde viste a la familia de Anastasia? – Preguntó antes de beber su Mountain Dew.

  • En el “Hyde”… De hecho era la pequeña niña pero estaba con un chico llamado Rob…

  • Veo celos – Dijo burlándose.

  • No, espera… El chico se me hace conocido pero, ¿De dónde? – Traté de recordar pero no lograba encontrar alguna respuesta.

  • ¡Préstame tu teléfono! – Exclamó asustando a los clientes que estaban a nuestro alrededor.

  • ¿Para qué? – Le pregunté pero ella se abalanzo sobre mí y saco de uno de los bolsillos de la chaqueta el teléfono. La vi teclear rápidamente en la pantalla pero no entendía nada. Salió del restaurante y desde la puerta no sé qué lugar veía pero volvió a entrar casi corriendo.

  • ¡Vamos! – Me agarro de la mano y me saco casi a rastras del lugar.

  • ¡Tranquila! – Le dije deteniéndonos en la puerta del restaurante – ¿Nos quieres matar o qué? – Le pregunté al verla desesperada queriendo cruzar la calle.

  • Creo que se dirige a “Caffe Concerto”… Sígueme – Cruzó en cuanto el semáforo peatonal cedió el paso. La seguí y no entendía a quién o qué seguía - ¡Lo sabía! – Dijo entusiasmada.

  • ¿Qué sabias? – Le pregunté al verla parada en la puerta de la cafetería – ¡Mira! Un HSBC… Necesito efectivo, ahora regreso – Estaba por irme pero Kim me agarro del brazo y no dejo que me fuera - ¿Qué sucede?

  • Es más bonita en persona… - Dijo sonriente – Anastasia está ahí adentro…

  • ¿¡Qué!? – Camine disimuladamente hacia la calle y me escondí en un auto que estaba estacionado, levante la mirada y era ella… ¡Era ella! Estaba ahí sentada acompañada de Aly, el chico que estaba con la niña, una señora de unos 37 que no pasa de los 40 y supongo que es su madre ya que eran parecidas y un señor de unos 40 o 41 años supuse que se trataba de su papá.

  • ¿Es ella, verdad? – Preguntó detrás de mí.

  • Sí, pero… ¿Cómo hablo con ella sin que su familia se entere? – Sonreí al verla probar un mousse de chocolate y vainilla. Se veía hermosa, unos botines planos (supongo que de H&M), unos Jeans blancos, un abrigo largo de color negro, una bufanda morada muy vintage y un gorro blanco. Sí tan solo la vieran… Se quedarían impactados con tanta belleza.

  • Tengo una idea, vamos – Me agarró de la mano y me jaló hacia el restaurante. Me acomode la bufanda y el gorro para que no me reconociera – Nos sentaremos atrás.

  • ¡Estás loca! – Le susurré antes de entrar al restaurante. Pasamos frente a su mesa, giré mi cabeza “disimuladamente” para y me estaba mirando pero enseguida me desvió la mirada.

Nos sentamos cuatro mesas lejos de la mesa de ella y Kim pidió un cappuccino. Yo estaba completamente nerviosa… Mis manos estaban inquietas y sin darme cuenta con mis uñas ya había hecho pedazos las servilletas de la mesa.

  • Mira… Se dirige a los baños, síguela – Me dijo Kim mientras estaba atenta a los movimientos de Sia.

  • No puedo… ¡Dios, Kim! – Susurré levantándome de la mesa.

  • Lo lamento, ve al baño ahora te alcanzo – Tenebrosa me dirigí al baño mientras trataba de limpiar la mancha de cappuccino de mis botas hasta que tropiezo con alguien cuando abrí la puerta del baño.

  • Lo lamento, en serio, perdóname… - Dije ayudando a levantar a… Sia.

  • Sabia que eras tú – Sonrió ampliamente abrazándome de manera efusiva. Yo la imite.

  • ¿Cómo lo sabias? – Pregunté curiosa al despegarme de ella.

  • Unos ojos como los tuyos son difíciles de olvidar – Rió suavemente pero aparto su vista de la mía – Perdóname… - Susurró con la mirada abajo.

  • ¿De qué? – Decía mientras con mi mano en su mentón le levantaba el rostro - ¿Por qué lloras? – Pregunté casi susurrando y con mis pulgares limpié lentamente sus lágrimas.

  • Fue muy cobarde de mi parte irme sin despedirme… Lo lamento…

  • No lo sientas – Sonreí con nostalgia – Eso solo que… Esto – Metí mi mano en el bolsillo de la chaqueta y saque la carta - ¿Es verdad?

  • ¿La llevas contigo? – Asentí con una sonrisa ladeada – Todo es sincero, escribí esta carta porque mi cerebro se comunica mejor con mis manos que con la lengua – Reí suavemente – Porque el papel es un filtro, una coraza, entre mis palabras y los ojos del otro. Me odio menos cuando escribo que cuando hablando, mientras escribo puedo corregir, escoger una por una las palabras y nadie me interrumpe ni se desespera mientras las encuentro… Pero, ¿Sabes? No era necesario pensar las palabras, eso solo que… Me sería difícil despedirme de ti.

  • ¿Qué sientes por mí? – Pregunté

  • Lo que tú nunca llegaras a sentir por mí…

  • ¿Cómo lo sabes? – Ella encogió de hombros – Te veo y mi mente es como sí se pusiera en blanco -Dije para después continuar- Eres mi todo… - Callé por un momento.

Todo este tiempo me atormentaba pensando en sí es correcto nuestros sentimientos y de lo malo que esto resultaría, no sabía si estábamos destinadas a estar juntas, pero la quería, y ansiaba con todas mis fuerzas estar unida a ella.

  • Di lo que tengas que decir – Dijo cerrando los ojos  como evitando ver mi expresión, el silencio se adueñó de nosotras y yo sentí su angustia, no sé cómo… Pero lograba sentirlo. Rápidamente la tome de la cintura y la acerque a mí.

  • Te quiero – Pronuncié acercándola más a mí.

Sentía como mi respiración se perdiera entre sus cabellos para luego despeinarla un poco. Sentía como los latidos de su corazón se aceleraban al mismo ritmo que el mío, y sin duda, no quería separarme.

Sia levemente giro su cabeza hacia arriba haciendo que me encontrará con sus preciosos ojos amielados, tomo barbilla con sus manos e hizo que suavemente desviará la mirada de ella para que luego ella besará mi mejilla, apoye mi frente con la suya, nuestras miradas se encontraron y fue así cómo ambas nos declaramos nuestro amor con solo una mirada, a partir de ahí nos dimos cuenta de que ya no queríamos separarnos.

Tenerla tan cerca me consumía, y digo me consumía porque mis ojos ya no soportaban ver sus labios tan lejos de los míos. Ella beso varias veces mis mejillas, y con cada beso yo hacía más fuerte mi abrazo para hacerla más parte de mí.

  • Haz que suceda… - Dijo casi suplicando en un susurro, y de alguna manera lo entendí. Recogí los cabellos que caían sobre su frente, la besé y luego con mi mano derecha tomé lentamente de su barbilla para dirigir mi rostro hacia el suyo, Y la besé. Fue el tipo de beso del que no podría hablar en voz al alta con mis amigos. Fue el tipo de beso que me hizo saber que nunca habría sido tan feliz en tanto tiempo. Y desde ese momento quedo sellado y se quedara grabado en nuestras mentes para siempre.