Historia de mi vida, Capítulo 12
El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper.
Deja de burlarte – Me quejé al verla carcajearse – Te voy a soltar – Le advertí. Cariñosamente.
¡Ya! – Un largo suspiro emanó de sus labios, pero aún tenía esa sonrisa burlona en su rostro – Ay, Jayde… ¿En serio?
¿Qué quieres que te diga? – Encogí de hombros – ¡Tenía cuatro años! – Resoplé divertida.
¿Creías que era tu propia sangre? – Asentí. Anastasia carcajeó pero trató de tranquilizarse para preguntarme – ¿Y qué era?
Colorante para alimentos – Admití sonrojada – Mi abuela se burlaba de mí, no podía dejar de llorar. Creí que me estaba muriendo.
Sígueme contando, por favor – Decía volteando a verme aferrándose a mi brazo sin dejar de patinar sobre el hielo.
Hmm... – Balbuceé algunos segundos – De pequeña era muy, pero muy tímida…
¿Qué tanto?
Tanto que en mi primer año en el preescolar cuando la profesora o alguno de mis compañeros me hablaban, escondía mi cabeza debajo de la mesa.
Ow… - Suspiró conmovida – Sigue…
A los cuatro aprendí a andar en una bicicleta, fue una experiencia bastante vergonzosa.
¿Por qué?
Mi hermano me llevaba al parque que estaba a unas calles de la casa y nos subíamos a una pequeña colina, en el primer intento fue normal, me caí.
Pero…
¡Anastasia! – Me quejé apenada – Al… cuarto intento, creo, bajé la colina increíble pero al intento de frenar me fue difícil, termine dentro de un enorme arbusto de aligustre, ¡Y aun me encontraba sentada en la bicicleta! Mi hermano en lugar de ayudarme, comenzó a reírse a carcajadas desde la colina – Anastasia me abrazó aguantándose la risa – Puedes reírte – Murmuré fingiendo molestia. Anastasia estalló en una carcajada sonora llamando la atención de algunas personas que estaban a nuestro alrededor.
Lo siento pero me era inevitable… - Suspiró con fuerza tratando de respirar ante su arranque de risa.
No te preocupes – Sonreí ante el recuerdo y ante la sonrisa que radiaba ella – ¿Quieres ir por un café? – Ella asintió. Con dificultad, fuimos saliendo de la pista de hielo. Volvimos a ponernos nuestros zapatos y nos fuimos del lugar solamente para cruzar la calle entrando al BHV dejando atrás, nuestra inexperiencia del patinaje en el ayuntamiento de la ciudad.
Cappuccino de vainilla para ti – Sonrió entregándome el vaso – Y el Macchiato de caramelo es mío – Decía Anastasia sonriente – Creo que podemos seguir hablando de tu infancia – Comentó sin dejar de sonreír.
En la primaria, tercer grado, creo – Suspiré tratando de recordar – Había un grupo de niñas que me molestaban mucho – Fruncí el ceño.
¿Por qué?
¿Ves esta sonrisa de comercial? – Sonreí.
Sí – Sonrió Anastasia - ¿Qué tiene? Es perfecta.
No era tan perfecta… Tuve ortodoncia porque, según, el dentista familiar decía que uno de mis colmillos inferiores estaba muy atrás y blah, blah, blah – Encogí de hombros – Mi padre siempre le decía al dentista que no era para tanto, pero al final, me tuvieron que poner esos molestos aparatos dentales.
¿En serio? – Asentí – ¿Y eso dolía?
No, pero incomodaba un poco. Solo estuve así un par de meses… Creo que valió la pena – Bromeé.
¿En serio? – Lo dijo no tan convencida con lo último.
No, en realidad, no… Los niños se burlaban de mí – Ella me abrazó – No era la más popular del colegio pero tampoco era una marginada… Tenía pocos amigos, no era muy social en ese aspecto.
¿Por qué?
Me era, corrijo, me es difícil confiar en la gente, ¿Sabes? Fue difícil para mí en confiar en Kim.
Es una gran persona – Me miró acariciando mi mano – No dará los mejores consejos, tal vez sea muy egocéntrica…
Caprichosa, poco amable, insoportable, egoísta…
Pero – Me interrumpió ella – Es una gran persona – Asentí dándole la razón.
Sabes… - Suspiré tratando de cambiar de tema – París es una ciudad hermosa – La abracé por el cuello – Pero saber que en La Santé está el hombre más grotesco y enfermo del mundo hace que me den ganas de ir a buscarlo y hacerlo sufrir entre mis manos – Pero… ¿Qué he dicho?
No sigas, por favor – Suplicó.
Lo siento… - Besé su frente y me separe de ella para verla fijamente a los ojos – Pero saber lo que te hizo… - Acaricié su rostro – Como quisiera meterte en una bruja de cristal – Volví a abrazarla tratando de contener las lágrimas mientras recordaba como Anastasia lloraba cuando me contó todo en el apartamento a las cuatro de la madrugada – Perdóname…
Ya pasó – Acarició mi espalda – Por favor, lo prometiste.
Perdóname, hermosa… - La apreté un poco más fuerte sin llegar a lastimarla y me separe de ella - ¿Ya quieres llegar al hotel? – Ella asintió dudosa y comenzamos a caminar una a lado de la otra con nuestros vasos de cafés en la mano mientras salíamos del centro comercial en completo silencio – Ven – Agarré su mano y cruzamos nuevamente hacia el ayuntamiento hasta llegar a la avenida Victoria. Seguimos caminando sobre los húmedos adoquines que aún se encontraban cubiertos por la nieve por el ayuntamiento conocido como “Place de l'Hôtel-de-Ville” hasta llegar al Puente de Arcole. Cruzamos el iluminado puente hasta que doblamos a la izquierda caminando ahora por Quai aux Fleurs.
¿A dónde vamos? – Preguntó con extrañeza al que seguíamos caminando por la curva de Quai aux Fleurs.
Confía en mí – Sonreí al sentir su mano aferrarse a la mía.
Caminamos un par de minutos más hasta que logramos divisar a nuestra derecha la Catedral de Notre Dame hasta que enfrente de nosotros se encontraba el Puente del Arzobispado con turistas que se tomaban fotos y/o se encontraban cerrando candados en las rejillas del puente.
¿Qué hacemos aquí? – Preguntó un tanto nerviosa y algo sorprendida.
¿Recuerdas que tú hablas dormida? – Ella abrió los ojos con asombro mientras sus mejillas se tornaban rojas.
No… N-No sé de qué me hablas – Decía nerviosa y con rapidez.
En fin – Desvié mi mirada de ella con una sonrisa – Balbuceabas cosas sin sentido, bueno, para mí lo eran… Hablabas de muchas cosas y muchas otras veces reías – Sonreí al recordar cada una de esas memorables escenas – Cuando te quedaste dormida encima de mí en la azotea, ¿Recuerdas? – Reí al ver como escondía su rostro entre sus manos.
Que vergüenza – Murmuró Anastasia – Sí, lo recuerdo.
Hablabas de un raro y bonito candado que habías visto aquí – Miré el puente que estaba frente a nosotras y regresé la mirada a ella enseguida – Reíste, y luego… tu voz había cambiado – Murmuré apenada mientras bajaba la mirada fruncida – Hablabas con alegría del candado pero luego, enseguida, tus palabras se habían llenado de melancolía que solamente lograba confundirme y luego, dijiste mi nombre – Sonreí subiendo la mirada encontrándome con los ojos amielados más claros haciendo que increíblemente se vea, aún más hermosa – Tu voz estaba llena de felicidad y… bueno, supongo que algo estoy haciendo bien.
No supongas – Acarició mis mejillas con sus manos – En serio lo estás haciendo bien – Una de sus manos bajo por mi cuello y comenzó a acariciar mi nuca causándome una sonrisa realmente nerviosa – De hecho, realmente bien – Sonrió mientras acercaba sus labios con intenciones de tocar los míos.
Ese momento cuando besas a la persona que amas y todo alrededor se vuelve confuso, y la única cosa en la que te concentras es en ti y en la otra persona, te das cuenta de que esa persona es la única a la que puedes besar por el resto de tu vida y por un momento recibes este maravilloso regalo y quieres reír y al mismo tiempo llorar, porque… te sientes tan afortunada de que la hayas encontrado y a la vez tan asustada de que pueda irse en cualquier momento… ¿Alguien más se ha sentido así aparte de mí?
¿Qué piensas?
¿Qué? – Susurré mirándola.
Te quedaste en silencio.
Lo siento.
¿Qué tienes?
Nada, solo… No sé, juré no creer en el amor para no sufrir más de lo que sufrí alguna vez… y tú, tu hiciste que creyera en todo en lo que jamás volví a creer. ¿Qué me has hecho? – Pregunté.
¿Tu que me has hecho a mí? – Preguntó – ¿Por qué alguien como tú quiere estar con alguien como yo?
Porque te amo, y no hay, y nunca habrá alguien que me entienda y me soporte como tú lo haces… Eres única, Anastasia… Y me siento afortunada de tener a alguien como tú. ¿Quieres que te diga lo que siento? – Me acerque a ella y bese su nariz para después sentir su cabeza moverse para confirmar un ‘sí’ – Bueno, pues… no podría, de hecho no existe palabra en el diccionario para describir lo que siento por ti y no se me da bien el inventar, así que… – Me quedé callada por unos segundos tratando de buscar las palabras exactas – Si lo dejamos en un Te amo y lo multiplicamos por infinito… pues ahí tienes la respuesta de lo que siento por ti – Sonreí probando una vez más sus labios – Ven, tengo una sorpresa – Agarre su mano y comenzamos a subir los escalones para subir al puente.
Al llegar a la mitad del Puente del Arzobispado, revisé los bolsillos de mi abrigo y saque de ellos, dos piedras grises de rio y un rotulador Sharpie permanente de punta fina.
¿Para qué vas a necesitar eso? – Preguntó con intriga.
Aquí, si te das cuenta, todos cierran un candado en el puente simbolizando que el amor entre ambos será eterno… Yo quiero que lo nuestro dure y no por una tonta tradición de parejas. Pero esto, – Le enseñé las piedras y el rotulador – Podrá sonarte tonto y hasta anticuado pero quiero hacer algo distinto, quiero algo que sea una costumbre entre nosotras y, quiero que lo hagas conmigo, porque, te necesito y… Anastasia, la única necesidad que tengo ahora y tendré en un futuro, es que tengas esa necesidad de necesitarme porque yo estaré contigo en los mejores y en los peores momentos, aunque no quieras verme, me golpees, me insultes o humilles, no te dejare sola. Lo que menos te deseo es que no vuelvas a esa tristeza que te carcomía por dentro – Me acerqué lo suficiente y besé su mejilla para después, separarme solamente un poco, mirándola a los ojos – Al parecer, la suerte está de mi lado, saqué la lotería contigo. Eres la más hermosa coincidencia… No llores, por favor… – Acaricie uno de sus pómulos para después, tomar su mano y caminar al puente – Quiero que escribas algo en esta piedra, no me muestres lo que vas a escribir – Le di una de las piedras y el rotulador para después darme la vuelta dándole completamente la espalda - ¿Listo? – Pregunté después de unos segundos.
Sí – Respondió.
Volteé a verla y ella me entregó el rotulador. Volví a darle la espalda y escribir: Je t'aime beaucoup, Anastasia Rotzler Pierce. (Te amo demasiado, Anastasia Rotzler Pierce).
¿Ya? – Preguntó Anastasia detrás de mí.
Sí – Sonreí volteando a verla pero con la piedra detrás de mí.
¿Me enseñas? – Negué con la cabeza.
No me pongas esa cara – Cerré los ojos evitando ver el inocente puchero que estaba haciendo.
¿Qué cara?
Esa, conozco tus claras intenciones, Anastasia.
¡Dime!
¿Me mostraras el tuyo? – Abrí lentamente uno de mis ojos y Anastasia sonrió asintiendo. La mire sorprendida, ¿En serio iba a enseñarme su piedra? - ¿Es un truco?
No, enseñamos nuestras piedras a la cuenta de tres.
Uno…
Dos…
“¡Tres!” – Coreamos al mismo tiempo y ambas enseñamos nuestras piedras.
Debe ser una broma – Musité anonadada.
¿Estuviste espiándome?
¡Claro que no! – Susurré tomando su piedra a la cuela no le quitaba la mirada, ¿Estaba leyendo bien?.
No puedo creerlo – Murmuró quitándome mi piedra.
“Je t'aime beaucoup, Jayde Hastings Petrov (Te amo demasiado, Jayde Hastings Petrov)”
Yo también la amo, Srta. Hastings, mucho, mucho… – Susurró mirándome con una sonrisa.
Yo – Di un paso adelante acercándome aún más a Anastasia – A usted – Le quite mi piedra y le devolví la suya – La adoro, Srta. Rotzler – Sonreí besando su frente – Ven aquí – Agarre su mano y nos acercamos a la barandilla - ¿Lista? – Ella asintió – Una… Dos… Tres – Lanzamos las piedras al río Sena y cerramos nuestra tradición, con un beso en ambas mejillas y un efusivo abrazo – Te amo – Murmuré acariciando sus mejillas. Ella se estremeció ante mi tacto - ¿Qué paso?
Tus manos – Murmuró agarrando mis manos con las suyas calientes acariciándolas – Están frías.
Lo siento – Bajé mis manos y las metí a los bolsillos del abrigo – Creo que es hora de irnos al hotel, ¿Te parece?
Sí – Sonrió aferrándose a mi brazo – Gracias por lo de hoy…
De nada, cariño.
Le mande un mensaje al chofer con la dirección en donde nos recogería mientras decidíamos admirar la bella catedral resplandeciendo a pesar del frio.
¿Sabías que Google gana más de 700 dólares por segundo? – Comenté tratando de obtener su atención, no puedo creer que sienta celos de la catedral.
¿Eso a que viene? – Preguntó divertida quitando la mirada de la catedral para voltear a verme. Yo solamente encogí de hombros provocándole una risa – ‘Tonta tradición de parejas’, ¿Eh? – Sonreí, y encogí de hombros.
Esta será nuestra costumbre…
¿Costumbre? ¿Tradición? ¿No es lo mismo?
No – Reí volteándola a ver – Una costumbre es un hábito adquirido por la práctica frecuente de un acto…
Ósea…
Por ejemplo, estrecharse las manos al conocer a una persona por primera vez también es una costumbre en un ambiente formal, ¿No crees? Ese es un ejemplo, o… los franceses – Ella me miró con el ceño fruncido – Tienen la costumbre de no responder cuando se les habla en otro idioma ya que aprecian más cuando el turista trata de hablar el francés a pesar que no lo haga correctamente- Encogí de hombros.
Oye, eso fue muy ofensivo – Murmuró – Ya entendí, ahora, tradición…
La tradición es una comunicación de hechos históricos y elementos socioculturales de generación en generación, el matrimonio es un buen ejemplo… La puntualidad no es el fuerte de los franceses, creo que los ingleses nos quedamos con eso – Reí dando por terminado el tema de costumbres y tradiciones.
Los franceses son innovadores, ¿Sabes? – Dijo enojada.
Y los ingleses suntuosos – Comenté sin importancia.
Al parecer los franceses tienen modales y no son altivos… - Aquí vamos…
Por lo menos los ingleses no tienen un carácter majadero… y todos los sinónimos que le siguen a la palabra – Dije sin voltear a verla.
Los franceses no son pesados al dar consejos.
Oh, pero sí siendo celosos en la religión, ¿No? – Volteé a verla – Anastasia, tú no eres francesa, tú eres inglesa de descendientes franceses – Ella suavizó su rostro y sonrió.
Quería seguir con este tonto debate, mi hermosa británica – Sonrió poniendo sus brazos alrededor de mi cuello para darme un cálido abrazo – Con descendencia rusa, polaca y sueca… Solo falto un poco de descendencia irlandesa y tenía a la mujer perfecta – Rió.
Ja, Ja, Ja – Anastasia volvió a reír separándose un poco de mí pero sin deshacer el abrazo.
Amo su sonrisa, es tan perfecta, su mirada y esos ojos que se hacen pequeños al sonreír, me falta todo cuando no está conmigo, amo su rostro, por eso cuando estamos juntas me gusta delinearlo con mis manos. Me encanta cuando ella toma mi mano o me roba besos inocentes, me gusta eso… Su loca personalidad, su forma de tratarme, me siento especial, espero estar haciendo bien mi parte, ya que...sin ella, todo, es nada.
Te amo – Sonreí besando su mejilla, ella bajó la cabeza sonrojada.
Yo también te amo – Sonrió.
Esperamos al chofer unos diez minutos y nos dirigimos al hotel, en todo el camino íbamos en silencio pero sin soltarnos de la mano.
Nos detuvimos en uno de los semáforos de Rue de Rivoli y recordé algo, no le había pedido perdón por aquel incidente.
Anastasia – La llamé mientras volteaba a verla. Ella quitó su mirada del Museo del Louvre y me miró con una sonrisa.
Dime – Su voz mimada me sacó una sonrisa. Apreté su mano y con mi otra mano acaricie su prominente pómulo derecho.
Perdóname – Dije con verdadero arrepentimiento en mis palabras. Ella ladeó su cabeza con la mirada confundida.
¿Por qué te disculpas?
Lo que pasó en la habitación de Claire – Bajé la mirada, sentía vergüenza de mí.
Mírame, mi amor – Con sus dos pequeñas manos levantó mi rostro y me encontré con sus brillantes ojos color miel.
Lo lamento – Dije nerviosa y con rapidez – No sé lo que me sucedió ahí, yo solo… - Me interrumpió colocando su dedo índice en mis labios.
No sigas – Susurró cerca de mi rostro, sintiendo en mi rostro su tibia respiración – Lo que pasó ahí ambas lo queríamos, ¿Sí? – La miré sorprendida. ¿Escuché bien? ¿También ella quería?
Anastasia al darse cuenta de mi reacción, se sonrojó y desvió la mirada hacia el frente. ¿En qué momento llegamos al hotel?
Entramos al hotel una a lado de la otra y en completo silencio subimos los siete pisos. Entramos a la suite y Anastasia entró a la habitación a cambiarse mientras que yo me iba al otro baño a cambiarme, pero Anastasia salió de la habitación descalza y se interpuso en mi camino.
- ¿Qué sucede? – Pregunté extrañada. Ella no dijo nada y con sus manos agarro mi rostro para después besarme con timidez y desesperación. Deje caer la maleta que tenía en mi mano derecha al suelo y lleve ambas manos a su cuello.
Sin detener el beso, fuimos con dificultad a la habitación que se encontraba oscura hasta dejarme caer en la cama con Anastasia encima de mí. Detuve el beso al verla cómo desesperadamente trataba de acomodarse sobre mí. Con agilidad, Anastasia logró sentarse sobre mi abdomen dejando mi cuerpo aprisionado entre sus piernas, se quitó su abrigo nude y con sus manos se dedicó a acariciar mi rostro.
Con mis manos, inicié un recorrido desde su pequeña cintura hasta sus rodillas y con un poco de fuerza, me impulsé logrando sentarme haciendo que ella quedara ahora sobre mis muslos. Con mis manos acaricie sutilmente su espalda y la acerque aún más a mí, dedicándome a rozar mi nariz con la suya. Una de sus manos acariciaba mi cabello y la otra jugueteaba en mi clavícula remarcándola de izquierda a derecha con sus uñas.
- Estas matándome – Se quejó sensualmente mientras trataba de besarme.
Anastasia
- Te adoro – Sonrió haciendo que ambas giráramos sobre la cama quedando ahora, ella encima mío con sus brazos apoyados por mis costados – Te amo, hermosa – Susurró rozando sus labios con los míos pero sin apartar su mirada seductora de la mía suplicante.
¡La distancia de su hermosa boca me está matando!
Con mis brazos abracé su cuello y corte la torturante distancia que me separaba de mis hermosos delirios; Su mano izquierda me sujetaba de la cintura con delicadeza y lentamente esa mano comenzó a acariciarme por mi costado izquierdo por encima de la tela del ajustado vestido sintiendo por mis costillas el suave tacto que su mano le proporcionaban a mi cuerpo.
Los besos nos sabían a vainilla y chocolate. Sus delgados pero carnosos labios me embriagan cada vez que los siento acoplarse con los míos haciéndome sentir sensaciones que nunca había sentido, sentimientos nuevos que jamás creí que existieran y que lograría sentir. Sus labios se fueron desviando por mi mejilla izquierda hasta descender deteniéndose en el inicio de mi quijada sintiendo su tibia respiración rozar el lóbulo de mi oreja provocándome un repentino escalofrió que me recorrió de pies a cabeza.
La relajación de sus besos y caricias que me provocaban eran inmensas logrando sacarme ligeros suspiros que no tenían comparación alguna. Sus labios fueron descendiendo hasta llegar a mi mentón en donde no desaprovechó la oportunidad de morderlo con suavidad para volver a ascender por el otro costado de mi quijada. De nuevo, sus besos tocaron mi mejilla para retornar a su punto de inicio. El beso era lento y suave, apenas nuestros labios se acoplaban sintiendo nuestras respiraciones entremezclarse volviéndose uno solo. Sus caricias me incitaban a darle aún más intensidad al beso sin llegar a ser muy desesperado pero sí declaraba mi necesidad de tenerla aún más cerca, de expresarle con mayor sentimiento todo lo que siento y me hace sentir por ella.
Mis manos fueron descendiendo acariciando sus hombros solamente deteniéndome ahí para quitarle el ajustado abrigo blanco que aun traía, seguí descendiendo por sus brazos hasta detenerme en su cintura y con algo de temor en las manos, las fui metiendo por debajo de la blusa negra de cuello ‘V’ sintiendo la suavidad que acariciaba con las yemas de los dedos deteniéndome en el centro de su espalda. Un suspiro mío abandono mis labios al sentir en mis brazos cómo su espalda se arqueaba al sentir mi tacto y su mano se detenía exactamente en mis costillas mientras soltaba un suspiro que acarició mi hombro derecho con deleite. Mis manos iniciaron un recorrido de arriba hacia abajo acariciando cada uno de los huesos de columna y su omoplato derecho que resaltaba por la fuerza que utilizaba para mantener su cuerpo elevado encima de mí.
Mis ojos aún se encontraban cerrados que lentamente comenzaron a abrirse al sentir el abandono de los labios de ella para encontrarme con el lado izquierdo de su rostro iluminado por la luz proveniente de afuera que entraba a través de la cortina de la puerta de cristal. Su ojo dorado resplandecía acompañado con una sonrisa ladeada. Su mirada tiernamente penetraba la mía que aún estaba fija en sus hermosos y diferentes ojos que al paso del tiempo me encantaban mucho más.
Acaricié su mejilla derecha que se encontraba abandonada en la oscuridad y volví a reanudar el beso. Sus caricias en mi cintura volvieron a hacerse presentes durante las hermosas sensaciones que nos deleitábamos entre suspiros y roces de labios, miradas cómplices y traviesas, sonrisas coquetas y risueñas, caricias tímidas y atrevidas.
Ella descendió besando desde mi mentón hasta mi cuello dejando un exquisito recorrido de besos a lo largo de mi tráquea. Su mano abandonó mi cintura para acariciar mi cuello y subir hasta mi rostro para acariciar mi mejilla con la yema de su pulgar sin dejar de besar mi cuello con lentitud.
Suspiré mudamente y la abracé encajando mis uñas levemente en su espalda alta al sentir sus dientes morder cariñosamente el lado izquierdo de mi cuello para después ‘curar’ la mordida con un sutil beso.
Sus labios descendieron a besar mis hombros desnudos mientras sus manos se acercaban a las mías para entrelazarlas y subirlas arriba de mi cabeza. Sus ojos brillantes me miraban fijamente con una pequeña sonrisa sonrojada y tímida que penetró tiernamente mi alma. Su rostro se acercaba lentamente al mío sin apartar sus ojos de los míos sintiendo como su caliente respiración se entremezclaba con el mío. A medida que se acercaba no podía dejar de mirar su brillante miraba, tenía algo que lograba atraparme, y puedo asegurarles que no soy la única persona que se lograría perder en esa peculiar mirada.
- Mi perfecta Anastasia – Susurró dibujando una sonrisa al aire después de haberme robado un delicioso suspiro con su tremendo beso.
Con sus manos hizo que me volteara quedando acostada sobre mi abdomen. Ella aún, encima de mí, comenzó a acariciar mis hombros desnudos bajando por mis brazos para volver a subir y bajar por mi espalda con sus caricias por encima de la tela del vestido logrando inquietarme de manera torturosa al escuchar el pequeño ruido que una de sus uñas provocaba al pasar por encima del cierre que al parecer, no fue lo suficientemente invisible para que pasara desapercibido para ella.
Ambas suspiramos al sentir sus besos en mi cuello, descendió sin detener los besos hasta llegar al inicio del cierre del vestido. Lleve una de mis manos a mi espalda agarrando el cierre pero ella evito rápidamente que lo bajara. Ella subió hasta mi hombro encontrándome con sus ojos temblorosos, algo que jamás había visto en ella. Me senté en la cama quedando arrodillada frente a ella que se había sentado.
¿Estas segura? – Murmuró con miedo en cada una de las palabras – No quiero hacerte daño… - Acarició mis manos con suavidad con su mirada puesta en ellas.
Jayde, mírame, por favor – Ella soltó un largo suspiro con los ojos cerrados y a medida que iba subiendo su rostro los fue abriendo encontrándome con su temblorosa mirada – Te amo, y yo sé que no quieres hacerme daño y estoy segura que nunca lo harás y mucho menos ahora, yo confió en ti – Acaricie su mejilla – Y estoy completamente segura desde hace mucho tiempo – Sonreí tímidamente acercándome a besarla. Sus brazos rodearon mi cintura a medida que la confianza nuevamente regresaba a ella y con sutileza, volvió a recostarme entre las almohadas sin interrumpir el beso.
¿Estas segura? – Preguntó nuevamente apenas separando sus labios de los míos estremeciéndome ante el roce que me brindo al hablarme. Asentí con los ojos entrecerrados. Jayde sonrió tímidamente y llevo su mano derecha a mi mentón para acariciarlo con su pulgar y levantar mi rostro dejando mi cuello completamente a su merced – Te amo – Sus labios sutilmente acariciaron mi clavícula.
Besos, caricias, suspiros, miradas… Llenas de sentimientos. Sentimientos donde las palabras no encontraban la perfecta definición para lograr expresar el momento que ambas estábamos viviendo, sintiendo… algo que ambas anhelábamos tiempo atrás. Sensaciones en las que me hacían desear que estuviera envuelta en esas sensaciones para siempre.
Bajé mis manos a su cadera acariciando sus huesos que resaltaba sensualmente, estuve un momento así. Acariciando y dibujando sobre su sensual cadera hasta que llegar a su abdomen, no estaba marcado pero sí plano y suave, dios… que femenina. Ella dio un pequeño sobresalto al sentir mi tacto provocando a ambas un suspiro sonriente que no logramos contener.
Sentía como mi corazón pedía salir de mi pecho que latía con una energética intensidad increíble logrando que bombeara en mi sangre una adrenalina que jamás había experimentado provocando un temblor en mis piernas ante sus besos que no cesaban en mi cuello y sus caricias en mi espalda.
Con sus manos me fue volteando quedando nuevamente sobre mi abdomen, la miré sobre mi hombro y ella tenía un hermoso brillo en sus ojos mientras sonreía tímidamente y con su mirada me detallaba de pies a cabeza con lentitud. Nuestros ojos se reencontraron y ella sonrió recostando su cuerpo sobre en mío colocando sus brazos por los costados de mi cuerpo evitando que todo su peso estuviera encima de mí; Besó mi mejilla y bajó por mi oreja haciendo que volviera a sentir su tibia respiración en ella. Apartó mi cabello dejándolo todo sobre mi lado derecho y besó mi nuca, fue descendiendo hasta llegar, de nuevo, al cierre del vestido.
A medida que iba bajando el cierre, sus labios le brindaban a mi piel su calidez haciéndome estremecer entre las almohadas. Sentí el cierre bajar hasta al final de mi espalda y Jayde, con mucho cuidado y con sus brazos rodeando mi cintura levantó un poco mi cuerpo para despojarme del negro y ajustado vestido dejando a la vista el brasier strapless color nude.
Por instinto, mis manos se aferraron a las almohadas y solté un largo suspiro al sentir sus labios en mi espalda baja y sus manos apenas logrando acariciar mis piernas. Su caliente respiración chocaba con fuerza contra mi piel erizándomela por completo.
Me volteé quedando acostada frente a ella y pude notar como su mirada era entre sorpresa, nerviosismo y pena. Ella me miró detalladamente y por un momento su mirada se detuvo exactamente en mis senos y por inercia, los tapé con mis brazos. Sentí el ardor de mis mejillas y en todo mi pecho, cerré los ojos evitando su mirada pero enseguida sentí el tacto de una de sus manos en mi mejilla incitándome a abrir lentamente los ojos encontrándome sus brillosos ojos acompañados de una pequeña sonrisa.
Me levanté a abrazarla pero ella evitó que escondiera mi rostro en su cuello con un beso. Ambas caímos a la cama, ella encima de mí nuevamente. Mis manos se posaron a los bordes inferiores de su blusa y sin dejar de embriagarme de sus besos lo fui subiendo y sin dificultad alguna, logré despojarla de ella dejando a mi vista un Calvin Klein negro, sencillo pero que mantenía sus senos prominentes y aquí entre nos, apetecibles.
Escuché el sonido de sus Jimmy Choo golpear el suelo alfombrado y reí a ras de sus labios al sentir sus movimientos desesperantes para quitarse los ajustados Jeans tratando de no separarse de mis labios. Después de un par de minutos, logró despojarse de los ‘fastidiosos’ Jeans encontrándonos ahora, ambas, en ropa interior.
Sus labios fueron a parar a mi cuello, otra vez, haciendo su magia en el con besos y con su lengua apenas rozando mi piel. En ese momento me olvidé de todo lo que había a mi alrededor, tan solo me importaba ella . Mis manos fueron a parar a su nuca para pasar mis dedos entre su pelo acariciando su hermoso cabello castaño hermosamente desordenado mientras un suspiro se escapaba por mis labios entreabiertos.
Jayde
Al tenerla debajo de mí, me permitió admirar su atractiva figura. Su pequeña espalda, sus envidiables caderas y, sus hermosas y largas piernas las cuales aún traían las medias nude.
Besé sus labios y una de mis manos se aferró a su cintura al sentir sus caricias en mis hombros. Sin dejar de besar su piel, lleve ambas manos a su espalda abrazando su cuerpo y me dirigí lentamente al broche del brasier y con cuidado se lo quité para después, separarme lanzando el strapless fuera de la cama y fue ahí, quedarme maravillada con la hermosa vista que tenía debajo de mí. Sonreí tontamente al admirarla de pies a cabeza, detallando cuidadosamente cada mínimo detalle de su perfecto cuerpo. Mis ojos se detuvieron en su pecho completamente desnudo, permitiéndome admirar sus preciosos senos. No eran ni grandes, ni muy pequeños. Tenían un tamaño perfecto en su frágil cuerpo. Mis ojos al encontrase con los de ella automáticamente sonreí al ver el sonrojo desde sus ojos hasta su pecho.
Subí mi rostro deteniéndome en su hombro derecho regalándole una mordida cariñosa que consiguió causarme un, casi, paro cardiaco al oír un gemido salir de sus labios mientras veía como sus uñas se aferraban a las sábanas y su espalda se arqueaba logrando rozar aquellos inocentes y hermosos senos contra mi piel logrando estremecerme.
Con mis brazos por sus costados, evitando que todo mi peso cayera encima de ella. Me acerqué y la besé lentamente, saboreando lo dulce y calientes que eran sus labios.
Inició un recorrido con sus manos por mi espalda, logrando que sintiera el roce de sus uñas apoyarse levemente en mis brazos causándome un estremecimiento desde la punta de los pies hasta la cabeza y sin poder contenerlo, solté un suspiro durante el beso. Me separé de ella y sonreí al encontrarme con los ojos de Anastasia que no apartaban la mirada del escote que me proporcionaba el Calvin Klein. Carraspeé la garganta y Anastasia enseguida cambio su mirada y sus ojos encontraron los míos para mirarme apenada, y sonrojada, aparto la mirada.
Mírame - Susurré suplicante y ella con algo de temor volvió a verme - Esta bien, es normal... - Decía en un murmuro, como si alguien estuviera durmiendo en el diván que estaba frente a la cama y ambas evitáramos ser escuchadas – ¿Estas segura? – Pregunté con un poco de miedo. ¿Y si la lastimo? Ella asintió acariciando mi mejilla, sus brazos rodearon mi cuello obligándome a acércame a ella para después, deleitarnos con besos lentos, mordidas picaras, miradas cómplices y sonrisas nerviosas - ¿Es-Estas... Segura? - Volví a preguntar al sentir la calidez de sus manos acariciando mi vientre que iban en busca de despojarme del hipster negro.
Sí - Respondió en medio de un suspiro a medida que iba subiendo con sus manos por mi espalda.
Volvió a besarme y lentamente fuimos dando la vuelta, quedando ahora, ella encima de mí. Sus besos lograban dominarme maravillosamente.
Je t'aime (Te amo) – Susurró lascivamente, esa manera en la que me hablo me provocó una terrible y deliciosa sensación en todo mi cuerpo.
Je t'aime (Te amo) – Respondí atacando sus labios con ferocidad.
Enseguida, sentí sus uñas en mis hombros. Sus manos trataban desesperadamente de despojarme del brasier negro hasta lograr quitármelo sin problema alguno. Reí al verlo desaparecer de sus manos después de haberlo tirado fuera de la cama.
Anastasia se reincorporó sentándose en mi abdomen y llena de sonrojo, se detuvo a mirar mis senos. Aproveché su descuido y le di la vuelta quedando una vez más, encima de ella.
Anastasia
Eran los senos más perfectos… Sentí sus labios en mi cuello, solté un gemido al sentir su tacto en uno de mis senos. Esas deliciosas caricias… Apretujaba suavemente entre su mano mi seno izquierdo, lograba sentir el débil roce de sus uñas contra mi piel.
Una de mis manos se aferraba a su cuello mientras con la otra me dirigía con timidez por su abdomen, bajando por su vientre hasta lograr sentir la suave tela del hipster que poseía. Con mis piernas abracé su cintura, no quería despegarme de ella, eso estaba claro.
Suspiré con frustración al verla separarse de mí deteniendo sus besos y sus caricias.
¿Qué haces? – Logré preguntar con el poco aliento que tenía. Ella solamente sonrió y su boca fue a parar primero a mi seno izquierdo para hacer círculos con su lengua entre sus labios, lo apretaba con sutileza para después, terminar su deleite con cortos besos en el seno. Hizo lo mismo con el derecho sin dejar de besar mi piel suavemente mientras yo retorcía debajo de ella ante las deliciosas sensaciones que eran nuevas para mí.
Eres tan hermosa – Susurró subiendo sus labios a los míos dejando que me deleitara de sus sabrosos besos.
Mi mano se deslizó por su espalda hasta llegar al hueco que había antes de llegar a su trasero logrando que nuevamente sintiera la tela de su ropa interior. Se incorporó un poco en la cama apartándose solamente un poco de mí y acarició por los costados de mi cintura descendiendo hasta llegar a la tela del culotte con encaje negro de Chantelle. Me miró unos segundos en busca de algún oposición de mi parte pero al querer responderle sentí su pelvis embestir suavemente contra mis muslos logrando que por inercia, cerrara los ojos y soltara un suspiro mientras me aferraba a sus brazos que aun acariciaban mi cadera. Sentí la tela abandonar mi piel dejándome completamente desnuda debajo de ella, ¿Será que le gusta mi cuerpo? Se volvió a recostar sobre mí besando mi cuello, y sentí el roce de la tela de su hipster en mi entrepierna. Eso me hizo soltar un gemido.
Mordí mis labios y ella se separó lo suficiente para mirarme a los ojos atentamente, sin dejarlos escapar ni un solo segundo.
¿Estás segura de que quieres hacer esto? – Preguntó ella antes de que yo asintiera con mi cabeza.
Si – Dije como si fuera lo que necesitara desesperadamente. En realidad la necesitaba. Ella asintió con su cabeza cortando la distancia de nuestros labios.
Fue descendiendo por mi cuello, bajando por mis hombros hasta llegar a mi pecho besando entre mis senos. Hizo un camino recto de besos hasta llegar a mi ombligo y apenas con el roce de su lengua, subió dejando una delgada y débil línea húmeda hasta el tórax logrando que también sintiera el roce de su nariz.
Sus manos acariciaban mis muslos, subían desde las caderas y descendían hasta las rodillas. Me estremecí al sentir su caliente respiración en mi pelvis.
Te haré daño… – Parecía preocupada. Yo negué con mi cabeza.
No te preocupes, está bien – La tranquilicé con mi mirada sincera.
¿Estas segura? – Yo asentí mordiendo mi labio.
Di un pequeño brinco de sorpresa al sentir sus calientes labios sobre mi pelvis, con sus manos fue acomodando mis piernas dejándolas flexionadas sobre la cama. Sentí sus dedos temblorosos acariciar mis labios mayores a medida que los iba separando. Solté un gemido y apretujé las sábanas entre mis manos al sentir su lengua entre los pliegues de mis labios menores. Su lengua acarició mi clítoris para después aprisionarlo entre sus labios con firmeza para solamente, succionar un poco al jalarlo. ¡Dios! Qué delicioso se sintió…
Sentí su lengua adentrarse en mi interior mientras uno de sus dedos acariciaba mi clítoris con lentitud provocándome una deliciosa y un poco irritante picazón.
No sé cuánto tiempo había pasado, pero Jayde se encontraba perdida entre mis piernas y de un momento a otro comencé a sentir un pequeño cosquilleo en mi vientre haciéndome gemir e iniciar un vaivén de caderas. Mi mano derecha se entrelazó con la izquierda de ella y mi otra mano acompañada con mis piernas, apreté a Jayde a mi sexo mientras miraba su delicada espalda siendo iluminada por las doradas luces de afuera.
Apreté los labios y cerré los ojos al sentir algo quemar mi interior. Sentí una mordida en mis labios menores y no pude evitar gemir su nombre en total éxtasis.
Sentía su lengua subir y bajar pasando entre los pliegues de mis labios, ¿E-Eran… flu-fluidos?. Mis piernas perdieron fuerzas y cayeron sobre el colchón con pesadez. Sentía un hormigueo recorrer todo mi cuerpo logrando estremecerme. Me encontraba algo aturdida, asombrada y un tanto avergonzada ante las increíbles y nuevas sensaciones que acababa de descubrir.
Jayde subió con un recorrido de besos hasta a mi rostro y me besó logrando que sintiera mi propio sabor, era un sabor extraño pero en los labios de Jayde sabía fascinante. La abracé por el cuello sin dejar de besarla.
Te amo, hermosa – Dijo ella a ras de mis labios.
Yo también te amo – Respondí aferrándome a sus labios.
Una de sus manos acarició uno de mis senos y fue descendiendo por mi abdomen hasta llegar a mi vientre. Sus dedos juguetearon con mi clítoris y enseguida sentía uno de sus dedos resbalar entre los pliegues sedosos de mis labios menores hasta que sentí que estaba por llegar el momento, iba a penetrarme. A medida que iba adentrándose a mi interior no logré evitar abrir mi boca al sentir un pinchazo en mi interior. Solté un quejido inmediatamente al sentir algo rasgarse dentro de mí, era una sensación mucho más escalofriante que cuanto te haces un pequeño corte en el dedo con un cuchillo.
- Anastasia, ¿Estas bien? – Preguntó alarmada separándose abruptamente para mirarme a los ojos fijamente.
Yo asentí sin decir ninguna palabra. La sensación era abrumadora.
- Sí – Jadeé sin aliento en mi garganta. Mis ojos no dejaban los suyos ni un solo segundo pero podía sentir un par de lágrimas resbalar por mi rostro mojando débilmente mi cabello.
Suspiré aliviada-excitada al sentir como su dedo salía de mi interior para después, volver a entrar una vez más pero con un poco de fuerza. Gemí aferrándome a su cuello y sin poder evitarlo encajé las uñas en su espalda y corté el beso para atacar su cuello con mis dientes. Ella gimió apretándome a su cuerpo y me embestía, ahora con dos dedos en mi interior. Sus labios en mi cuello lograron excitarme aún más.
Pasé mi brazo izquierdo por debajo del suyo derecho y la abracé a mitad de su espalda, y con mi brazo derecho me mantuve aferrada a su cuello.
- Mi amor – Gemí sintiendo nuevamente el hormigueo recorrer mi cuerpo de pies a cabeza.
Sacó sus dedos y se dedicó a acariciar exactamente ahí, justo donde los pliegues de mis labios menores se unían, recorriendo, en repetidas ocasiones, la distancia entre ese punto y mi clítoris.
- Je t'aime (Te amo) – Susurró ella jadeante.
Iba a responderle pero pude. Con ambas manos me aferré a sus brazos y no pude evitar arquear la espalda entre sus brazos. Sentía como mi respiración se detenía por un segundo, como si mis pulmones guardaran el aire que pronto iba a ser liberado en forma de un prolongado suspiro y así fue. La abrace por completo, escondiendo mi rostro en su cuello, con los labios entreabiertos mientras los suspiros se escapaban con más violencia. Y luego, después de un poco de silencio y algo más de tensión, ahogué en su piel un sonoro e inesperado gemido mientras mis uñas se encajaban con aún más fuerza contra su piel.
¿Cuánto tiempo llevaba abrazándola? No lo sé, pero ya había pasado mucho tiempo, tal vez unos segundos… Disminuí la fuerza de mis brazos y ella suavemente se recostó a mi lado para abrazarme y regalarme un beso en los labios tiernamente. Una de sus manos fue a parar a una de mis mejillas mientras la acariciaba entre sus dedos, haciendo figuras imaginarias.
- ¿Te sientes bien? – Susurró mirándome a los ojos mientras pasaba los nudillos de su mano por mi mejilla.
Asentí con mi cabeza con cansancio mientras esbozaba una pequeña sonrisa sobre mis labios. Ella se acercó de nuevo y me besó lentamente los labios. Como si no hubiera prisa y no lo había. Besó mi frente, mis parpados, mis mejillas, mi nariz, mi mentón, ambos lados de las comisuras de mis labios y por último, mis labios.
- ¿En serio? ¿No te hice daño? – Susurró todavía mirándome a los ojos con preocupación en su mirada.
Yo negué con mi cabeza llevando mi mano hacia su mejilla para acariciarla. Ella sonrió, dejándome sin aliento por estar tan cerca y ver su sonrisa. Tragué saliva y lamí mis labios al sentirlos resecos.
- Estoy bien – La miré justo en sus hermosos ojos llamativos. Ella asintió lentamente.
Jayde colocó la sábana sobre nosotras y nuevamente besó todo mi rostro seguidos de muchos ‘Te amo’ susurrados para luego, volver a recostarse a mi lado. Volteé todo mi cuerpo hacia Jayde y la abracé escondiendo mi rostro en su cuello. Ella abrazó mi cuerpo apretujándome con suavidad al suyo. Tenía mucho sueño, mis parpados se cerraban continuamente y de manera involuntaria. Estaba demasiado cansada, ¿Era normal?
Jayde
Oh… mi… ¡DIOS! ¿En serio ocurrió? Yo quería que fuera especial, ¿Creen que lo fue? Aún estoy algo abrumada, no puedo creerlo…
A la mañana siguiente, desperté y sonreí al verla a mi lado. Tragué con dificultad mirando a nuestro alrededor, levante la sábana y ambas nos entrabamos desnudas, entonces… ¿No fue un sueño? No pude evitar sonreír ampliamente al recordar lo que anoche sucedió.
Anastasia se encontraba aferrada a mi cuerpo, con mis manos delineé su rostro, ¿Cómo era posible que en su rostro resaltaran unos rasgos tan inocentes? ¿Tan perfectos en ella?
- ¿Qué me has hecho? – Susurré cerca de su rostro.
Me separé de ella y admire su belleza una vez más. Anastasia abrazó la almohada hasta quedar literalmente encima de ella. Bajé la sábana hasta su cintura dejando su espalda completamente desnuda y sonreí al ver sus coquetos hoyuelos de venus al final de su pequeña espalda. Acerqué mis labios a su piel e inicié los besos desde sus hombros para pasar por su nuca y bajar por su columna desviándome solamente para besar ambos omóplatos que se encontraban poco visibles.
- Buenos días – Balbuceó Anastasia restregando su rostro en la almohada.
Subí hasta sus hombros y besé su cuello.
Buenos días, dormilona – Sonreí besando su mejilla.
Hmm… Quiero un beso decente, por favor – Rió girando su rostro logrando que nuestros ojos se encontraran.
Eso se puede arreglar – Levanté un poco mi cuerpo y ella se volteó debajo de mí quedando frente de mí – Buenos días – Besé sus labios.
Buenos días – Decía a ras de mis labios. Acaricié su cintura a medida que el beso se volvía aún más desesperado mientras una de mis manos la sostenía del cuello y la otra de la cintura tratando de pegarla aún más a mi cuerpo. No logré contener un pequeño gemido al sentir sus dientes apretar con suavidad mi labio inferior para después jalarlo – Eso es un beso decente – Se sonrojó al separarse para tomar un poco de aire.
¿Qué tal dormiste? – Pregunté besando su cuello.
Mejor que nunca… - Suspiró acariciando mi nuca lentamente – Tenía la sensación de haber dormido por días – Rió llevándose su otra mano a su rostro.
Hey… - Suspiré quitando su mano para descubrir un precioso sonrojo desde sus mejillas hasta su pecho – Te ves hermosa cuando te pones así – Le di un corto beso en los labios y me recosté a su lado – Son las… - Levanté mi brazo acercando mi muñeca a mi rostro y miré mi reloj – Once con veinte.
¿No te quitaste tu reloj? – Murmuró abrazándose a mi cuerpo. Negué con la cabeza riendo.
No pude quitármelo porque cuando iba a cambiarme al baño, una hermosa criatura se interpuso en mi camino y me atacó a besos – Reí al verla aún más sonrojada – Me encantas… – La apreté suavemente a mi cuerpo.
No es cierto, me adoras – Susurró divertida dibujando círculos en mi abdomen. Reí ante su débil roce y su comentario. Era verdad, yo la adoro.
¿Tienes hambre? – Ella asintió - ¿Mucha? – Volvió a asentir pero ahora acompañada de una risa – Te invito a comer – Acaricié su mejilla con delicadeza.
Hmm… Que rico siente estar así – Sonrió besando mi mentón para que al separarse, lo mordiera suavemente.
Vamos, cariño… Es hora de levantarse – Sonreí separándome de ella para después sentarme al borde de la cama mientras restregaba mi rostro entre mis manos.
¡Jay! – Escuché un pequeño suspiró sintiendo a Anastasia acercarse detrás de mí.
¿Qué sucede? – La miré sobre mi hombro con algo de confusión que enseguida cambio a preocupación, ¿Por qué tenía esa mirada llena de miedo? - ¿Anastasia?
Lo siento – Dijo horrorizada.
¿Qué sucede, cariño?
Tu espalda… Tu cuello… - Abrí los ojos llenos de sorpresa y me agaché un poco para alcanzar mi abrigo que estaba en mis pies y saqué mi teléfono. Vi el reflejo de mi cuello y mi sorpresa aumento mucho más.
Mi amor – Reí con nerviosismo – ¿Qué querías hacerme?
Lo siento…
No te preocupes, mi amor – Al voltear todo mi cuerpo para verla, la miré y no pude evitar sonrojarme ante su bella desnudez. Anastasia me miró sorprendida y con sus manos apuñó la sábana y se tapó hasta el pecho, ella apartó su mirada de mí sonrojada, dios mío… Me encontraba desnuda.
Agarre una de las almohadas y me abracé a ella con nerviosismo tratando de tapar lo que se pudiera. Me levanté caminando hacia atrás hasta que llegué a una pequeña mesa redonda y agarré una de las toallas blancas que se encontraban dobladas ahí.
Iré… a… bañada, digo, iré, bañil… Digo, ¡Sí! Iré al baño a tomar una ducharse… ¡Ducha! ¡Eso! – Lo dije sin aliento en los pulmones – Iré al otro baño, sí…
Esta bien – Murmuró levantándose de la cama a medida que se envolvía la sábana a su cuerpo - ¿Quince minutos?
Qué sean veinte, necesito esconder tu desgracia – Reí tratando de romper un poco la tensión. Anastasia se sonrojó.
Lo lamento muchísimo, cariño – El arrepentimiento se notaba en sus movimientos corporales.
No, no te preocupes – Sonreí acercándome a ella para acariciar su mejilla – No me duele tanto, bueno, si te soy honesta solo un poco la espalda pero con un poco de crema y cuidado, se cura – Besé sus labios y la abracé – Debemos apurarnos, quiero llevarte a desayunar a un lugar muy especial.
¿Especial?
Sí.
Está bien – Besó mi mentón y caminó hacia el baño.
Oye – Dije antes de que cerrara la puerta.
Dime – Asomó su cabeza.
Te amo – Dije sonrojada – No te la había dicho desde que despertamos, solo quería recordarte que te amo.
Yo te amo más, hermosa – Sonrió guiñándome el ojo con una sonrisa, ¡Dios! Que preciosa se ve haciendo eso.
Sacudí mi cabeza con una sonrisa tratando de olvidar lo inimaginable.
Ya listas, salimos de la suite y nos dirigimos al ascensor con miradas cómplices y sonrisas nerviosas, en especial yo. Al llegar al lobby, ahí se encontraba en chofer que nos llevaría a nuestro siguiente destino.
¿A dónde iremos? – Preguntó al subir al auto.
“Café de Flore” – Respondí un tanto nerviosa.
¿Qué? – Suspiró con sorpresa y el ceño fruncido – ¿Por qué “Café de Flore”? – Encogí de hombros evadiendo su mirada penetrante.
Vi una fotografía tuya en la habitación de Claire, creo que tenías siete años – Confesé apenada – Te veías feliz comiendo el Café liégeois con ese precioso vestido rojo, ¿Sabes que me llamo más la atención? – La miré, y ella negó con la cabeza – Tú hermoso cabello, lucía radiante suelto, hacia remarcar unos hermosos y largos bucles – Ella se sonrojó.
Gracias…
¿Por qué?
No recuerdo cuando fue la última vez que fui a esa Brasserie – El tono que había usado era de melancolía pura… - Pero me encantaría ir de nuevo y la idea de que seas tú quien vaya conmigo, me agrada mucho más – Sonreí acariciando la mano que tenía posada en el asiento de cuero – Gracias, mi amor.
De nada, cariño – Apreté su mano al entrelazar nuestros dedos.
Comme un loup… (Como un lobo)
Comme un roi… (Como un rey)
Comme un homme… que je ne suis pas (Como el hombre… que no soy)
Tu vois, je t'aime comme ça… (¿Ves? Así te amo yo…)
D'accord, je t'ai confié (De acuerdo, te entregué)
Tous mes sourires (Todas mis sonrisas)
Tous mes secrets (Todos mis secretos)
Même ceux dont seul un frère (Incluso aquellos de los que sólo un hermano)
Est le gardien inavoué (Es el guardián secreto)
Dans cette maison de Pierre (En esta casa de piedra)
Satan nous regardait danser (Satanás nos vio bailar)
J'ai tant voulu la guerre (Yo quise tanto esta guerra)
De corps qui se faisaient la paix (De los cuerpos que se declaraban la paz)
Je t'aime (Te amo) – Susurré cerca de su mejilla – Je t’aime (Te amo) – Rió ella volteando su rostro solamente un poco, lo suficiente para verme a los ojos – Comme un fou, comme un soldat (Como un tonto, como un soldado).
Comme une star de cinema (Como una estrella de cine) – Susurró ella antes de darme un corto beso en la comisura de los labios – Te amo.
Yo también te amo.
Era increíble ver la cantidad de gente que iba a desayunar al restaurante, Anastasia me agarro de la mano y me arrastró al interior del Bistró. El interior, ¿Qué podría decirles? Era moderno, rústico y aún mantenía aquel estilo burgués que en mucho tiempo caracterizaba el lugar.
Cariño…
Dime – Volteé a verla.
Te estoy hablando y al parecer no escuchas lo que te estoy diciendo – Rió abriendo el menú - ¿Qué vas a ordenar?
Ya tiene tiempo que no pruebo uno – Sonreí mirando la lista que había en la página cinco del menú – Un té helado, por favor – Sonreí satisfecha. El señor asintió anotándolo en su libreta – Y, por favor, podría echarle dos fresas partidas por la mitad adentro de la bebida, por favor, sin la rodaja de limón – El señor asintió nuevamente aun anotando – ¿Qué vas a pedir tú?
Un jugo de pomelo, por favor – Sonrió Anastasia levantando la mirada al mesero.
Para desayunar, creo que pediré un sándwich de jamón serrano y queso mozzarella, por favor…
Un wrap de pollo y una ensalada lionesa, por favor – Cerró el menú mirándome con una pequeña sonrisa.
Que sean dos ensaladas, por favor – Agregué. El mesero termino de tomar nota y se retiró rápidamente.
Jay, ¿Tú comes ensalada? – Preguntó divertida.
¡Oh, claro! – Dije ‘ofendida’ – Así como uso zapatos de vestir masculinos – Reí jugueteando entre mis dedos el pequeño servilletero de madera.
Dios… - Se mordió su labio inferior con una sonrisa y yo casi me caigo de la silla ante formidable gesto - ¿Cuánto debo pagarte para que los vuelvas a usar?
¿Quieres verme con zapatos masculinos? – Reí ante la idea. Anastasia negó con la cabeza – ¿Entonces? No entiendo.
Aún con zapatos masculinos no te alcanzo – Rió llevándose las manos a su rostro y negando con la cabeza divertidamente – Soy muy pequeña – Susurró escandalizada.
Mides, ¿Qué? ¿Uno, sesenta y siete? ¿Sesenta y ocho?
¡Y tu mides casi uno con ochenta!
¿Y? – Dije, y encogí de hombros – Así te amo, basta con su frustración de alturas, Anastasia… – Sonreí acariciando su mano debajo de la mesa.
Si tú lo dices – Murmuró – Tengo curiosidad por algo – Decía apenada.
¿Qué cosa? – No pude evitar sonreír.
Tu relación con Kim, es tan… rara – Rió llevando una de sus manos a su nuca para acariciarla mientras su otro brazo lo flexionaba sobre la mesa.
¿Rara?
Sí, digo, son mejores amigas pero parecen más como enemigas, ¿Entiendes? Ambas se miran como si quisieran sacarse los ojos y mucho más tú, Jayde… - Reí ante su rostro lleno de confusión.
La quiero mucho, es… como si nos hubieran separado al nacer. Fuimos en el mismo preescolar y no lo sabíamos, estudiamos en la misma escuela elemental pero en diferentes aulas, ella en el ‘B’ y yo en el ‘A’, nos conocimos a finales del tercer grado en el despacho del director. Yo estaba sentada en una de las sillas que estaban a un lado de la puerta esperando a que me llamaran para entrar y en eso, salió Kim. Una niña poseedora de un hermoso cabello dorado que caía en pequeñas ondas en su espalda… Volteó a ver hacia la dirección en donde yo estaba y sonreí al ver unos hermosos ojos azules celestes. Tenía unos hermosos rasgos… - Callé en cuanto el mesero llego con las ordenes - Bon Appétit! (¡Buen provecho!) – Deseé antes de morder el sándwich.
Bon Appetit! (¡Buen provecho!) – Dijo en ese exquisito acento neerlandés – Ik vind het leuk als u gebruikt de Franse (Me gusta cuando usas el francés) – Dijo después de haber bebido su jugo.
J'aime lorsque vous utilisez le néerlandais (Me encanta cuando utilizas el neerlandés) – Bebí un poco del té sin quitarle la mirada, comía con fascinación la ensalada.
¿Por qué, Jayde?
¿Qué?
¿Por qué me miras así? ¡Siempre lo haces! Parece que tengo algo en el rostro – Murmuró ocultando sus mejillas rojas detrás del vaso de jugo.
No te miento, pero si tienes algo – Ella me miró sorprendida bajando el vaso en la mesa y extendiendo su mano al servilletero – Tienes una hermosa sonrisa, ¿Sabes? Unos ojos claros que me obligan a arrastrar mi moral.
¡Basta! – Susurró llevándose ambas manos a sus mejillas.
No te enojes, aunque me encanta también verte así – Ella frunció el ceño graciosamente. Sus ojos se volvieron pequeños, su pequeña nariz se arrugó levantando débilmente la punta dejándola respingada y sus labios se apretaron resaltando el carmesí de ellos dulcemente.
Tú y tus comentarios – Rodó los ojos con una sonrisa burlona.
Tú y tu belleza – Encogí de hombros con una pequeña sonrisa.
¿Quieres seguir contándome de tu amistad con Kim? – Preguntó queriendo cambiar de tema. Asentí.
¿Dónde me quede? – Cerré los ojos tratando de recordar.
Cuando viste a Kim en la dirección… – Puse mi mirada en ella.
Oh, sí… Bueno, recuerdo que el director estaba advirtiéndole sobre algo con pintura – Reí al recordar el rostro de mi amiga lleno de fastidio – Kim salió del despacho refunfuñando.
¿Y tú por qué ibas a ver al director? – Preguntó burlescamente – ¿Acaso eras problemática? – Reí ante su última pregunta.
Ni tanto, pero no estaba ahí precisamente por problemas, lo que sucede es que fui por mi reconocimiento – Le guiñé el ojo divertida – Mi ensayo sobre el cuidado del ambiente forestal, los cautivó – Confesé orgullosa.
Ajá – Levantó una de sus expresivas y delgadas cejas mientras se cruzaba de brazos.
Terminé en segundo lugar, el primer lugar lo ganó un niño de descendencia árabe llamado ‘Zahïr’ – Le di el ultimo bocado de sándwich y comencé a devorar la deliciosa ensalada – Ahora me he dado cuenta que cuando venía a París a ver unos clientes nos veíamos enfrente – Reí irónicamente.
Armani Café, ¿Eh? – Rió terminando su ensalada. Asentí bebiendo un poco de té.
Sí – Limpié mis labios con la suave servilleta y sonreí – La lista de vinos es excelente – Reí apartando un poco el plato dando por terminado el platillo.
Siento celos – Admití sacudiendo mi cabeza.
¿Por qué? – Sonrió divertida.
Hay un chico sentado cerca de la puerta y no te ha quitado la mirada.
Y hay varios hombres detrás de ti que no dejan de mirarte – Dijo con el ceño fruncido – Son unos alemanes pervertidos.
Él es un francés tímido – Reí al ver lo nervioso que se puso el chico cuando se dio cuenta que lo miraba.
Él no me interesa.
Tampoco me interesan los alemanes… pervertidos – Ambas reímos – ¿A dónde iremos ahora? – Pregunté ansiosa.
¿A qué hora sale tu tren? – Preguntó con pocos ánimos.
A la una y media… Son las doce con quince – Dije mirando mi reloj – Tenemos una hora, tengo que estar en la estación quince o diez minutos antes.
¿Qué quieres hacer?
Bueno… He venido muchas veces a París pero solo por trabajo, y hay un lugar que me recomendó un amigo de Ámsterdam, creo que son las catacumbas.
Las… ¿Catatumba? – Murmuró nerviosa.
Oh, lo siento, mi amor – Susurré tomando sus manos – Que tonta, olvide que eras claustrofóbica – Refunfuñé maldiciéndome en mi interior.
No te preocupes – Sonrió - ¿Otro lado al que quieras ir?
El tiempo no se ve tan mal – Comenté viendo la calle a través del ventanal – Solo hay frio, creo que podemos pasear por ahí, ¿No crees?
¿Segura?
Sí – Sonreí haciéndole señas al mesero – Mientras pueda compartir otro rato contigo, soy feliz… L'addition s'il vous plait (La cuenta por favor) – Pedí. El mesero se retiró rápidamente – Los amantes del Pont-Neuf…
¿Qué?
¿Qué? – Repetí confundida.
Dijiste “Los amantes del Pont-Neuf”.
Creo que pensé en voz alta – Murmuré – ¿Has visto esa película?
¿Quién no? – Encogió de hombros – ¿Por qué?
No sé, solo recordé que nos encontrábamos en parís y como si se tratara del flash de una cámara, recordé la película.
‘Un homme et une femme’ (Un hombre y una mujer).
Es una película excepcional – Sonreí.
¿La has visto? – Asentí.
Claro, a pesar de que sea del sesenta y seis me gusta la trama de la película… Es exactamente como le corresponde el género de la película, romántica – Encogí de hombros – Catherine Deneuve, agh… - Suspiré asombrada – En ‘Belle de jour’ (Bella de día), su actuación fue impecable, magnifica, maravillosa…
No he oído de ella – Murmuró con el ceño fruncido.
El mesero llego con la nota de la cuenta, pagué y salimos de la Brasserie.
¿A dónde vamos? – Preguntó al subirse al auto.
No lo sé – Encogí de hombros – Tengo un regalo para ti.
¿Un regalo para mí?
Bueno, para ambas – Murmuré – Hace mucho tiempo… - Empecé a contar.
¿En serio? – Preguntó en tono de burla interrumpiéndome.
Déjame hablar – Me quejé, ella rió – Hace mucho tiempo, un emperador se enteró de que en una de las provincias de su reino vivía una bruja muy poderosa…
¿Bruja?
¡Anastasia!
Ay, está bien – Murmuró.
La bruja tenía la capacidad de poder ver el ‘hilo rojo del destino’ y la mandó traer ante su presencia. Cuando la bruja llegó, el emperador le ordenó que buscara el otro extremo del hilo que llevaba atado al meñique y lo llevara ante la que sería su esposa. La bruja accedió a esta petición y comenzó a seguir y seguir el hilo. Esta búsqueda los llevó hasta un mercado, en donde una pobre campesina con una pequeña bebé en los brazos ofrecía sus productos – Levanté un poco la mirada y no pude evitar sonreír al ver el rostro impaciente de Anastasia – ¿Estas prestándome atención?
¡Por supuesto! – Dijo rápidamente – ¿No ves cómo me tienes? Sigue contándome, que la intriga me está carcomiendo.
Esta bien… - Reí – Al llegar hasta donde estaba esta campesina, la bruja se detuvo frente a ella y la invitó a ponerse de pie. Hizo que el joven emperador se acercara y le dijo: “ Aquí termina tu hilo ”, pero al escuchar esto, el emperador se enfureció, creyendo que era una burla de la bruja… Empujó a la campesina que aún llevaba a su pequeña bebé en brazos y la hizo caer, haciendo que la pequeña criatura se hiciera una gran herida en la frente, ordenó a sus guardias que detuvieran a la bruja y le cortaran la cabeza – Anastasia me miró horrorizada – Muchos años después, llegó el momento en el que el emperador debía casarse y su corte le recomendó que lo mejor era que desposara a la hija de un general muy poderoso. Aceptó y llegó el día de la boda. Y en el momento de ver por primera vez la cara de su esposa, la cual entró al templo con un hermoso vestido y un velo que la cubría totalmente… Al levantárselo, vio que ese hermoso rostro tenía una cicatriz muy peculiar en la frente. Una cicatriz que le recordaba que su destino había pasado por delante de él y que al no querer verlo había herido a la persona que estaba destinada a amarle.
¿Y? – Suspiró frustrada viéndome expectativa.
¿Y?
¡Sí! – Murmuró – ¿Qué sucedió después?
Ahí termina la historia – Encogí de hombros.
Entonces… ¿El emperador se casó con la hija de la campesina? – Asentí – Pero, ¿Cómo llego a ser la hija de un general poderoso?
Tal vez el general se casó con la campesina después del incidente del emperador…
¿Por qué me cuentas esta historia?
Esta historia, es una leyenda japonesa muy antigua que nos muestra como los amores destinados son eso…
¿Son, qué?
Un hilo rojo invisible que conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias… El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper – Metí una de mis manos al bolsillo que había en el interior del abrigo negro de Lana – Esta historia nos enseña que no podemos escapar de la persona que nació para amarnos, no sé si nosotras compartimos el hilo, yo no creo en estúpidas leyendas como estas, pero no creo verme en diez años con alguien más que no seas tú. Esto – Le enseñe un pequeño y delgada pulsera roja tejida – Quiero que lo tengas para que recuerdes que tienes a alguien que siempre te apoyara en todo, si te sientes triste, molesta, feliz… No importa, a cualquier hora puedes llamarme, ya sea para decirme ‘Hola’ en una llamada de ocho segundos o una llamada que puede durar hasta altas horas de la madrugada – Tomé su mano izquierda y le coloqué la pulsera, besé las largas y poco visibles cicatrices de ambas manos.
¿Y podré hacerte alguna videollamada?
Claro – Sonreí separándome de ella – Las videollamadas también cuentan – Reí acariciando su mejilla.