Historia de mi vida, Capítulo 11

Quiero que sepas que voy a decirte menos 'te amo'...

  • ¡CONTÉSTAME, ANASTASIA! – Gritó Louis exaltado - ¿¡QUIÉN ES ESTE ESTÚPIDO!? – Comenzó a acercarse peligrosamente a nosotras. Estaba por enfrentarlo pero Jayde me agarro de la mano y me colocó detrás de ella.

  • La tocas y tú terminas en el suelo – Dijo ella de la manera más amable posible aunque yo en realidad sabía que ella estaba con el hígado apuntó de colapsar.

  • ¡LO QUE FALTABA! – Volvió a gritar parándose frente de Jayde pero con la mirada fija en mí - ¡UN AFEMINADO! – Miró a Jayde con asco – ¡MALDITO HOMOSEXUAL DE MIERDA! ¡ELLA! – Me apuntó - ¡ES MI NOVIA!

  • Anastasia no tiene novio – Dijo Jayde elevando un poco el tono de voz pero aun luciendo tranquila.

  • ¡AQUÍ ESTOY YO! – Siguió gritando - ¿¡QUIÉN ES ESTE IMBECIL, ANASTASIA!?

  • Jayde… - La llamé tratando de que me viera para que se calmará pero me ignoró.

  • No digas nada, Anastasia – Dijo sutilmente sin voltear a verme.

  • ¡TÚ TE CALLAS, ESTUPIDO! – Gritó apartándola a un lado con su hombro – ¿NO MUY HOMBRE? – Se burló - ¡VAMONOS, ANASTASIA! – Dijo agarrándome con fuerza por la muñeca lastimándome.

  • Louis, me lastimas – Me quejé tratando de liberarme de su agarre.

  • Tú no te la llevas a ningún lado – Decía Jayde agarrándome de la otra mano.

  • ¡LA SUELTAS O TE ARREPENTIRÁS! – Miró con molestia a Jayde acercándose hacia ella pero me interpuse entre los dos.

Era un momento raro y hasta gracioso para otros que hubieran presenciado la escena. Yo que era pequeña en medio de ellos quienes eran mucho más altos que yo. Me sentía como hormiga entre ellos los cuales aún no me soltaban. Louis de la muñeca la cual ya ni sentía y Jayde de la mano. Ambos se miraban a los ojos fijamente con el ceño completamente fruncido y la mirada llena de odio por el otro.

  • ¡VE ABAJO, ANASTASIA Y ME ESPERAS AHÍ! – Ordenó pero no quise escucharlo – ¡VE, MIERDA!

  • No, Louis, yo me quedo – Dije aprovechando su descuido para soltarme. Jayde reaccionó y me colocó detrás de ella, otra vez.

  • A Anastasia la respetas – Exigió ella sin apartarle la mirada.

  • ¡NO HABLO CONTIGO, HOMOSEXUAL DE MIERDA! – La empujó con sus manos por los hombros haciendo que diera un paso atrás.

  • Repite lo último, una vez más – Gruñó Jayde entre dientes apretando los puños detrás de su espalda. Las venas de sus muñecas y brazos resaltaban con exageración. Comenzaba a darme miedo, jamás la había visto así.

  • ¡HOMOSEXUAL DE MI… - Yo solo quedé sin aire al ver como el cuerpo de Louis caía al suelo.

  • ¡Por dios, Jayde! – Grité aun en shock – ¿Qué has hecho?

  • ¿No muy hombre? – Rió ella agachándose hasta quedar frente a su cuerpo inerte – Estúpido – Siseó levantándose mientras se acomodaba la chaqueta del esmoquin.

  • ¿Qué haremos ahora? – Pregunté asustada sin dejar de ver al inconsciente Louis en el suelo - ¿Qué le hiciste, Jayde? ¿Está muerto? – Temí lo peor.

  • Tranquila, mi amor – Ella giró a verme y tomó manos para besarlas, de un segundo para otro ya era otra persona. Admito que eso me daba miedo – Él está bien, solo esta inconsciente… Lo golpeé con la palma de mi mano en su nariz y cayó… Lo siento pero no soportó los gritos y el golpe que me dio me tomo de sorpresa – Besó rápidamente mis labios – Baja, enseguida te alcanzo.

  • ¿Qué vas a hacer?

  • Lo dejaré en una silla con su cabeza apoyada en una mesa, para que parezca ebrio o qué sé yo… En unos diez minutos despierta, baja, ¿Sí? – Dudosa asentí y me aleje dejándola sola con el cuerpo ‘casi’ muerto de Louis.


Jayde

Cualquiera hubiera aprovechado para hacer alguna idiotez con él pero yo no soy de esas personas. Suspiré un poco aliviada, preferirá que me viera como un ‘Afeminado’  a que me viera como una mujer porque si no, aquí todo lo que teníamos Anastasia y yo se hubiera desmoronado en ese preciso instante.

Agarré a Louis de los tobillos y lo arrastre hasta una silla que estaba en una esquina, la acerque a una de las mesas y ahí lo senté, lo acomodé y ahí lo deje.

Bajé a paso rápido y vi a Anastasia rodeada de hombres mayores, casi de la edad de mis abuelos quienes le trataban de sacar conversación o intentaban llevarla a bailar. No pude evitar sonreí ampliamente al ver como Anastasia los rechazaba de la manera más sutil posible.

  • Mademoiselle – Dije mientras bajaba las escaleras y me acercaba a ella con lentitud. Ella junto con su desesperada compañía giraron a verme, aun con una sonrisa en mi rostro me acerque a ella – Vous voulez avoir cette danse avec moi? (¿Quiere bailar esta pieza conmigo?) – Pregunté extendiéndole la mano mientras trataba de poner el mejor rostro ante el olor de los Montecristo que algunos fumaban cerca de Anastasia.

  • Ce serait un honneur, Monsieur (Sería un honor, Sr.) – Respondió con una sonrisa juguetona –  Si vous voulez, nous pouvons également échapper (Si usted quiere, también podemos huir) – Dijo tomando mi mano. Reí ante su último comentario.

  • Bonsoir, messieurs (Buenas noches, señores) – Me despedí de ellos con una sonrisa burlona en el rostro.

Ambas salimos al Lobby del hotel en donde nos devolvieron nuestros abrigos. Nos los acomodamos y salimos a enfrentarnos a un frio de cuatro grados. Con las bocas exhalando aire en un color blanco ondulante subimos a un taxi que se encontraba estacionado en la acera.

Miré al joven conductor y veía que buscaba en los compartimientos algo con desesperación hasta que volvió a su posición anterior con una enorme sonrisa que vi por el retrovisor y levanto su mano al aire con un cassette transparente que dejaba ver la cinta negra que había en su interior. El joven suspiró mientras insertaba el cassette en el compartimiento del estéreo. Y enseguida comenzó a sonar una guitarra acompañada de la batería, se me hacía conocida la canción hasta que escuche la voz de ese genio la guitarra eléctrica. Solamente con escuchar esa canción se me erizaba la piel por completo, saben algo… Me siento maravillosamente bien esta noche.

  • Mi amor, ¿A dónde vamos? – Pregunté al recordar que no le había dado las indicaciones al conductor.

  • Quiero acurrucarme contigo – Suspiró en voz baja recostando su cabeza en mi hombro.

  • Entonces, ¿Vamos al hotel donde me hospedo? – Pregunté en voz baja al verla con los ojos cerrados. Ella asintió apretando con fuerza mi brazo - Le Meurice Hôtel, S'il vous plaît (Hotel Le Meurice, por favor) – Le dije al chofer quien enseguida doblo a la izquierda – Te amo – Susurré nerviosa rozando mi nariz en su mejilla. Era como si se lo dijera por primera vez, me sentía como una estúpida colegiala.

Pase mi brazo izquierdo alrededor de su cuello para que estuviera ella más cómoda y con mi mano derecha comencé a jugar con su mano derecha, sus dedos eran delgados y finos, estaban tibios y era algo que me gustaba. No me gustaba que tuviera las manos frías. En Londres solía calentárselas soplándoselas o colocarle unos guantes de lana que siempre llevaba conmigo aunque yo no los usara.

  • And everyone turns to see… (Y todos se dan vuelta para ver) - Cantaba lo más bajo posible mientras recostaba mi cabeza encima de la de ella sintiendo como sus cabellos acariciaban mi mejilla izquierda – This beautiful lady… (Esa hermosa dama) – Sonreí al sentir el apretón de su mano – That's walking around with me… (Que camina a mi lado) And then she asks me, "Do you feel alright?" (Entonces ella me pregunta, "¿Te sientes bien?") – Sonriente, acaricie con mi pulgar el brazalete que le había regalado en su cumpleaños – And I say… (Y yo digo) "Yes, I feel wonderful tonight…" ("Si, me siento maravillosamente esta noche")

El taxi se detuvo en un semáforo rojo y mire por la ventana encontrándome con una boutique llamada ‘Godiva’. Algunas cosas que estaban en la vitrina me llamaron mucho la atención, sin duda mañana compraría ahí. El semáforo se puso en verde y el conductor siguió recto. Giuseppe Zanotti, Gucci, Jean Paul Hévin y Diane von Fürstenberg eran unas de muchas tiendas que pasábamos.

Al llegar al hotel le pague el taxi con un billete de cinco, aun sabiendo que habían sido dos con sesenta euros. Ayude a Anastasia con su vestido e ingresamos al lobby abrazadas. Saludé al recepcionista y subimos al ascensor.

  • Siete – Susurré en su cuello. Anastasia extendió su mano hacia adelante y apretó el botón indicado – ¿Qué quieres hacer? – Pregunté besando su hombro y atrayendo su cuerpo abrazándola por su espalda.

  • Quiero ir a la cama y que me abraces toda la noche – Respondió entrelazando sus manos con las mías por su abdomen – ¿No te importa que me quede a dormir contigo? – Preguntó con cierta pena en sus palabras.

  • No, al contrario… Me encantaría, ¿Y tu familia? – Pregunté enseguida al recordar que ya no estábamos en Londres.

  • No te preocupes – Giró su cabeza viéndome sobre su hombro – Ellos no se darán cuenta – Rió besando mi mejilla izquierda.

  • ¿Segura? – Sentía el maldito tic nervioso en la nariz. Ella enseguida lo noto por la puerta del elevador que con dificultad nos reflejaba.

  • ¿Qué tienes, cariño? – Preguntó volteando todo su cuerpo para verme – Mueves con gracia tu nariz – Dijo riendo.

  • Tengo un poco de picazón es todo – Respondí rascando la punta de mi nariz - ¿Segura que tus padres no sospecharan? – Tenia que preguntar, estaba muy nerviosa por su familia.

  • Segura – Contestó mirándome con extrañeza.

  • ¿Qué sucede?

  • ¿Tic nervioso? – Se burló.

  • Mi tic es muy fluctuante en este tipo de situaciones, Anastasia – Respondí rascando con dos dedos mi nariz.

  • Lo sé – Rió parándose de puntillas para besar mi nariz - ¿Mejor?

  • Mmm… No, aun siento la molestia – Reí al sentir sus labios de nuevo en mi nariz.

  • ¿Ya? – Negué con la cabeza – ¿Y cómo puedo quitarte la picazón? – Preguntó con una ceja levantada llevando una de sus manos a mi cuello.

  • ¿Qué haces? – Reí al sentir cosquillas en mi cuello.

  • Me gusta tu cuello – Sonrió enmarcando sus preciosos hoyuelos.

La caricia en el sitio indicado enamora, la mirada que te atraviesa enloquece, la sonrisa de sus labios invitan a conocer momentos inolvidables…

Me acerqué con intenciones de besarla pero el sonido del ascensor abriéndose hizo que Anastasia saliera con una sonrisa traviesa en sus labios mientras con sus manos agarraba la parte delantera de su vestido para que caminara sin tanta dificultad.

El vuelo de su vestido permite soñar lo prohibido... El movimiento de su pelo induce al deseo y el sonido de sus tacones llama a correr detrás de ella…

Doblamos a la derecha para llegar al final del pasillo y después doblar a la izquierda en donde Anastasia se detuvo un momento por la ventana del pasillo para admirar el Jardín de las Tullerías cubierto de nieve y la torre Eiffel brillando en todo su esplendor en esa luz dorada que adornaba esos trecientos veinticuatro metros de altura.

  • ¿Podemos pedir algo de comer? – Su voz me saco de mi deleite – Tengo un poco de hambre – Rió sonrojándose desde sus mejillas hasta su pecho.

  • Sí, no hay problema… Yo tampoco he comido en bastantes horas – Respondí después de haber abierto la puerta de la suite.

¿Qué puedo decirles? La suite era rústica pero a su vez, moderna… Muy al estilo francés tradicional. El salón principal era amplio y lleno de pinturas del siglo XIX.

  • ¿Qué quieres ordenar? – Pregunté ayudándola a quitarse esos altos Enzo Angiolini.

  • No lo sé – Encogió de hombros mientras la veía con extrañeza al ver una de sus manos husmeando en ese provocativo escote para que al final, sacara su teléfono – ¿Tú que quieres? – Mis ojos encontraron los amielados de ella provocándome pena.

  • No lo sé – Respondí rápidamente con nerviosismo provocándole a ella una risa burlona.

  • Sorpréndeme – Suspiró dejándose caer en el sofá cama del salón.

Sonreí acercándome al teléfono que estaba a un lado del sofá y marque nueve.

    • Bonnes soirées, Qu'est-ce que je peux faire pour vous? (Buenas noches, ¿Qué puedo hacer por usted?) – Una voz masculina y con cierto aire jovial respondió al otro lado de la línea.
    • Bonnes Nuits – Saludé – Eh… Je voudrais commander une Crème caramel, une Crème brûlée et deux crêpes au jambon et philadelphia fromage, s'il vous plaît (Quisiera ordenar un flan de turrón, un Crème brûlée y dos crepes de jamón y queso philadelphia, por favor) – Decía leyendo el menú - Aussi un ordre de frites, deux chocolats chauds avec de la crème fouettée et les guimauves, et enfin, deux Auvergnat cola, s'il vous plaît (También una orden de patatas fritas, dos chocolates calientes con crema batida y malvaviscos, y por último, dos refrescos Auvergnat, por favor) – Dije al volver a dejar en la mesa el menú del hotel.
    • Très bien, Mlle Hastings, en quinze minutes votre commande sera dans votre chambre (Muy bien, Srta. Hastings, en quince minutos su orden estará en su habitación) – Dijo el joven entusiasmado.
    • Merci beaucoup (Muchas gracias) – Colgué la llamada y me senté a un lado de Anastasia.
  • ¿Hermoso, verdad? – Pregunté al verla con la mirada en las ventanas de las puertas que daban a la terraza ofreciéndonos una vista perfecta de la Torre Eiffel resplandeciendo maravillosamente en la fría ciudad de Francia. Ella asintió.

  • Esto es inmenso – Dijo mirando a su alrededor.

  • Es la famosa Royal Suite de París – Sonreí.

  • ¿Belle Etoile? – Asentí – Debió costar una fortuna – Encogí de hombros.

  • ¿Es hermosa, verdad?

  • Sí, oye… pero, ¿No te quedabas en el Park Hyatt cuando venias a París?

  • Pues sí pero no estaba disponible la habitación que suelo ocupar – Volví a encoger de hombros – Este está más cerca de la casa de Claire, ¿No?

  • Sí – Sonrió – Ven aquí – Dijo golpeando con sutileza su muslo derecho.

Me quite el sombrero dejando que mi cabellera cayera sobre mis hombros, pecho y espalda. Lo deje en la pequeña mesa de enfrente y recosté mi cabeza en sus piernas. La mire detenidamente, algo le molestaba y sabía lo que era.

  • ¿Quieres que te ayude? – Pregunté al sentir sus caricias en mi cabello.

  • ¿Tan obvia soy? – Preguntó riendo en un susurro.

  • Un poco – Me acomode a su lado – Voltéate, te ayudo – Ella me hizo caso y me dio la espalda.

Comencé quitándole su bufanda y con su ayuda se despojó de su abrigo corto de piel sintética color blanco. Sentí sus hombros y brazos calientes por la temperatura que le brindaba sus prendas anteriores. Lleve mis manos a su cabello, el cual estaba levantado con un moño bajo y algo desordenado pero aunque ustedes no me crean, ese peinado aun así se seguía viendo elegante y romántico.

Busqué los broches que estaban escondidos en su precioso cabello y con cuidado los fui quitando dejando caer por hermoso cabello sobre su pecho y hombros en suaves ondas desordenadas.

Vi las manos de Anastasia aparecer sobre sus hombros y con una lentitud y para que mentir, también con sensualidad, fue apartando su cabello a un lado hasta colocarlo todo por su costado derecho dejando su espalda y hombros desnudos.

La miraba con nerviosismo, era como si su pequeña espalda me invitara a recorrerla con mis labios. Y así lo quería hacer, lleve mis manos a sus brazos y la sostuve con firmeza sin llegar a lastimarla mientras acercaba mi rostro a su cabello. El olor de su cabello hacia cambiado de chocolate a avellanas y puedo decirles que el olor a avellanas me gusta mucho más.

  • ¡Dios! – Susurré bajando mi nariz por su costado izquierdo – Eres increíblemente hermosa, ¿Te lo he dicho? – Decía llevando mis labios a su cuello, besando exactamente debajo de su oreja.

Anastasia llevo sus manos a sus brazos para entrelazar mis manos con las suyas y aproveche para abrazarla por su diminuta cintura.

  • Je t'adore (Te amo) – Susurré a ras de su cuello. Y como respuesta solamente escuche un suspiro de sus labios.

Quede maravillada al ver como recostaba su cabeza en mi hombro derecho dejando en mi merced su majestuoso, largo y suave cuello. Bese cada centímetro de su piel, sentía como mis labios llegaban a la misma temperatura que tenía su cuello. Estaba separándome de ella cuando sentí su mano izquierda abandonar la mía para llevarla a mi cabeza y acercarme de nuevo a su caliente piel.

Inicie un recorrido de besos desde su clavícula hasta llegar a sus hombros.

  • Preciosa… - Susurré recostando mi frente en su hombro.

  • Dime – Dijo en un suspiro.

  • Te amo – Suspiré separándome de ella.

Vi a Anastasia alejarse un poco de mí para darse la vuelta quedando frente a frente, ella sonrió y me abrazo.

  • Yo también te amo, Jay… - El salón quedó completamente en silencio después de sus últimas palabras.

La agarre con firmeza de su cintura y la cargue con uno de mis brazos en su espalda y el otro en sus piernas llevándola en mis brazos sin hacer tanto esfuerzo hasta la habitacion en donde con el mayor de los cuidados la recosté en el centro de la cama dejando su cabeza con suavidad en las almohadas.

Ella giró quedando sobre su costado izquierdo mirándome con una pequeña sonrisa que se delineaban en esos rojos y besables labios. Lentamente me acosté a su lado quedando sobre mi costado derecho, ambas con los rostros cerca y mirándonos fijamente con una sonrisa.

Con mi mano derecha, acaricie su rostro apartándole los cabellos rebeldes que acariciaban su mejilla derecha y con deleite comencé a dibujar el contorno del costado derecho de su rostro con mi pulgar viendo como poco a poco su rostro se sonrojaba calentando sus pómulos definidos.

Cuando estoy con ella, y me quedo callada, no es porque no tenga nada que decir, al contrario, tengo muchas cosas qué decirle, pero prefiero quedarme así, en silencio, mirando sus ojos, y pensando lo afortunada que soy porque ella sea mi novia.

En la vida nos cruzamos con miles de personas...

Personas, de las cuales, a penas recuerdas sus nombres, o incluso sus caras. Personas que pasaron por tu vida de una forma fugaz... con la misma rapidez con la que entraron, volvieron a salir. Personas que creíste que nunca te fallarían, y te fallaron. Personas más o menos importantes, que están ahí... incluso sin tu saberlo.

Miles y miles de personas que entran y salen de nuestra vida como si de un mero centro comercial se tratase nuestro corazón...

Muchos pasarán, dejarán huella y se irán... o simplemente pasarán, te harán daño y se marcharán... o incluso, personas que formarán parte de tu vida sin quererlo, o que aun queriendo, se escaparán.

Miles de personas... pero entre todas esas, siempre hay alguien que una vez entra, sabes que nunca saldrá corriendo. Una persona, que sin tan siquiera darle permiso para entrar en tu corazón, se dio la libertad de entrar. Libertad que ahora agradeces. Esa persona especial que todos buscamos o nos encuentran, Ese alguien que te comprende, te entiende, te da la confianza que necesitas para mostrarte tal cual eres.

Una persona a la cual te une algo, pero no sabes muy bien cómo definirlo. No existen etiquetas para ello. Una relación tan especial, que ni los más avanzados diccionarios han encontrado el término perfecto para describirlo... Una persona con la que podrás ser juzgado pero, terminas por pensar que te da todo igual... porque entre esa persona y tú, saben que es algo hermoso, sincero, puro y verdadero. Sin suciedad ni falsedades... sólo pueden conocer ese sentimiento los dos corazones que lo comparten.

Especial por muchos motivos... Tan especial que llega a ser uno de los eslabones más importantes en la cadena de tu vida. Un eslabón que si no estuviera, haría romper, partir, o incluso desaparecer, los demás eslabones de esa cadena... Sin esa persona, esa cadena de sucesos de la vida carecería de sentido, porque la cadena, estaría incompleta...

Esa persona es muy especial por muchísimos motivos... pero sobre todo porque te hizo sentir especial a ti... porque entró en tu corazón sin pedir permiso y lo abrazó como nadie lo había hecho... porque hasta ahora no lo ha soltado, y sigue abrazándolo como el primer día.

Como decía al principio, en la vida nos cruzamos con miles de personas... y cuando te cruzas con alguien especial, lo sabes... porque tienes la certeza de que nunca… se va a marchar.

  • ¿Por qué me miras así? – Murmuró Anastasia apenada escondiendo su rostro en las almohadas.

  • Estoy pensando en todas las personas que han entrado y salido de mi vida, pero tú… Estas marcando mi vida, Anastasia – Respondí metiéndome debajo de la almohada en la que se encontraba – Tú me has regresado algo que había perdido mucho tiempo atrás…

  • ¿Qué cosa es? – Preguntó mirándome expectante.

  • Lo bonito que se siente tener a alguien con el que puedo ser yo misma sin sentirme juzgada…

  • ¿Sabes cuánto me gustas? – Preguntó acercando su rostro al mío.

  • No… ¿Cuánto?

  • Mucho… - Besó mi nariz y sonrió.

  • ¿Mucho? – Besé su nariz y sonreí.

  • Muchísimo – Rió acariciando mi rostro - ¿Te incomoda, verdad?

  • ¿Qué?

  • No te hagas la desentendida, ven – Dijo sentándose en la cama. Sin entender me acerque quedando sentada frente a Anastasia.

Llevo sus manos a mis hombros y me miró mientras apretaba las hombreras de la chaqueta y las empujaba hacia atrás.

  • Oh… - Suspiré al entender lo que quería hacer.

Desabotoné los únicos dos botones que tenía la chaqueta y con su ayuda logre quitármela dejando a la vista el ajustado chaleco azul marino.

  • ¿Mejor? – Preguntó doblando el chaleco para dejarlo a un lado de nosotras. Asentí acercándome a ella dándole un beso de agradecimiento.

  • Gracias – Dije al verla doblar las mangas de la camisa blanca.

  • No es nada, mi amor – Sonrió besando mi mentón. ¿Cómo no podría alguien enamorarse de ella? – Mi amor…

  • Dime.

  • Te estoy hablando desde hace un momento, te dije que están tocando la puerta – Se burló – Iré a ver quién es – Decía esto levantándose de la cama pero antes de que sus pies tocaran el suelo evite que se levantara.

  • Yo iré, cariño – Dije besando su hombro – No quiero que alguien te vea así…

  • ¿Tan mal estoy?

  • ¡No! – Me apresuré a decir – ¿Cómo te atreves a decir eso? Al contrario, estas demasiado preciosa… - Ambas sonreímos – No quiero que alguien más te vea así y termine enamorándose, no, no, no… Espérame aquí - Negué caminando a la puerta mientras escuchaba detrás de mí la mimada risa de Anastasia.

  • Bonsoir, mademoiselle Hastings (Buenas noches, Srta. Hastings) – Saludó el joven uniformado con el carro de servicio frente a él – Je vous ai apporté votre commande… (Le traigo lo que usted ordeno) – Sonrió. Le cedí el paso al salón principal de la suite y vi como Anastasia salía de la habitación con su cabello rebeldemente desordenado y con una sonrisa en su rostro.

El chico al sentir la presencia de Anastasia volteo a verla y, literalmente, su mandíbula se desencajó y la miraba con sorpresa pero yo sabía que muy en el fondo, que la miraba con otros ojos. Carraspeé mi garganta obteniendo la atención del joven quien volteó sonrojado y siguió con su trabajo.

  • Te dije que esperes en la cama – Susurré acercándome a ella.

  • ¡Jay! – Se quejó – Tengo hambre y quiero comer en la mesa, tú sabes que no estoy acostumbrada a comer en la cama – Rió con burla.

  • Uh… Está bien – Fruncí el ceño al encontrarme la mirada del chico el cual trataba de mirar disimuladamente a Anastasia pero ni eso podía lograr.

  • ¿Estas bien? – Preguntó en voz baja en tono de burla.

  • Sí, Anastasia, estoy bien – Dije suspirando con fuerza.

  • Le dîner est prêt, madamoiselle Hastings (La cena esta lista, Srta. Hastings) – Dijo saliendo de la suite nervioso – Avoir une bonne nuit (Tengan una buena noche) – Se despidió mientras yo cerraba la puerta detrás de él.

  • La tendremos – Murmuré a la puerta la cual estaba completamente cerrada – ¿Quieres ver algo mientras comemos?

  • Hey… - Me llamó pero no podía, me encontraba en mute. Agarré el control remoto de la televisión y el del aparato de la consola del satélite, y me senté en una de las sillas mientras esperaba que cargara el ‘Canalsat’ – Mi amor… - Cambie cada uno de los canales viendo la programación… - Jay… Cariño, ¿Estas bien? – Preguntó colocándose frente mío.

  • Lo siento – Dije agarrando sus manos.

  • ¿Por qué te disculpas? – Se inclinó quedando su rostro al nivel del mío.

  • Por ser… Infantil, supongo… - Encogí de hombros – Tengo veintitrés años y no actuó de la manera más correcta, es solo que cuando estoy enojada y estoy contigo prefiero estar en mute a decir algo que pueda herirnos a ambas… - Me acerqué y besé sus labios – Lo siento.

  • No importa, mi amor, pero me tenías preocupada – Sonrió acariciando mi cuello - ¿Comemos? – Sugirió. Asentí mientras seguía cambiando canal por canal.

  • ¿Ya viste esta película? – Pregunté deteniéndome en el canal treinta y cuatro. Anastasia levantó la mirada a la televisión y negó con la cabeza.

  • ¿No es la chica que salía en Spiderman? – Preguntó mirando con extrañeza la película – ¡Se me olvido su nombre! – Rió tratando de recordar.

  • ¿Kirsten Dunst?

  • ¡Sí! – Suspiró mientras cortaba un pedazo de su crepe - ¿Cómo se llama la película? Porque te diré algo, esa película me está dando nauseas… Ya no sé por dónde mirar – Carcajeó.

  • Según en la programación se llama “Upside Down” – Encogí de hombros mientras leía el sinopsis de la película – Blah, blah, blah… Adam hará todo lo posible por recuperar al amor de su vida a pesar de las leyes físicas – Anastasia me miró con un gesto divertido que me provoco una carcajada.

  • ¿Amor? ¿Leyes físicas? Esto será interesante – Ahogó su risa en el refresco. Sonreí al verla feliz, me encantaba su sonrisa… - Jay – Se quejó con una sonrisa – Deja de mirarme así, me da pena…

  • Te amo – Dije inclinándome sobre la mesa para besar su nariz.

  • Yo también te amo, pero deja de mirarme – Rió.

Con su mano derecha sostenía con firmeza el cuchillo mientras cortaba un pedazo de su crepe, pedazo que era sostenido por el tenedor que estaba en su mano izquierda para que, antes de llevarlo a su boca remojará una parte en kétchup y mayonesa los cuales se encontraban combinados. Cualquiera le daría asco, pero si lo probaran con un crepe de Jamón York y Queso Philadelphia estarían en el mismo cielo con tan exquisita combinación y acompañado de un buen refresco, ugh… ¡Perfecto!

  • La película estuvo hermosa – Suspiré sonriente al ver el inicio de los créditos.

  • Te la pasaste viéndome toda la película – Susurró sonrojada.

  • Por eso – Sonreí al ver como se ponía más roja. Estiré mi mano y agarre uno de los postres.

  • ¡No! Yo quiero el crème brûlée – Dijo Anastasia rápidamente al ver que lo había colocado frente de mí.

  • No – Reí llevándome una cucharada a la boca – Delicioso – Balbuceé con mi boca escondida detrás de un pañuelo.

  • ¿Mitad y mitad? – Preguntó apagando rápidamente la televisión, había excelente programación pero no éramos muy fanáticas de la televisión.

  • Mucho mejor – Sonreí acercándome a ella con mi silla quedando una a lado de la otra – Anastasia, ¿Confías en mí?

  • Jayde, ¿A qué viene tu pregunta?

  • ¿Confías en mí? ¿Sí o no? – Ella asintió – Cierra los ojos – Ella me miró por un momento a los ojos y ambas sonreímos. Anastasia suspiró y lentamente fue cerrando los ojos. Me acerqué rápidamente y la besé, ella iba a decir algo pero antes de que lo hiciera le metí la cuchara con un poco de crème brûlée - ¿Rico, verdad? – Susurré cerca de sus labios. Vi como una pequeña porción del crème en su labio inferior y la bese limpiándolo. Como me hubiera encantado haberle hecho eso en aquella cafetería de Ámsterdam.

  • Délectable (Delicioso) – Respondió al abrir los ojos dejándome ver un sonrojo hermoso en sus mejillas – Cierra los ojos – Dijo agarrando una cucharada de turrón. Suspiré fingiendo resignación y enseguida cerré los ojos – Abre la boca – Le hice caso y sentí el delicioso y tibio caramelo inundar mi boca seguido por la suave textura del turrón de vainilla - ¿Rico?

  • ¡Sabroso! – Murmuré levantándola en mis brazos en donde me dirigí a apagar la luz del salón para después irnos a la habitación en donde me senté teniéndola a ella en mis piernas – Te amo – Dije viéndola acomodarse para quedar frente mío con sus rodillas en la cama aprisionando mis piernas entre sus muslos.

  • Te amo – Sonrió bajando sus manos de mi cuello hasta mi abdomen en donde desabotonó el chaleco azul marino, casi negro.

  • Siento que respiró – Reí con nerviosismo al ver que me despojaba del chaleco.

  • Falta algo – Dijo mirándome pensativa con una de sus cejas expresivas levantadas. Llevó sus mano de nuevo a mi cuello en donde comenzó a deshacer el lazo negro – Listo, oh… Espera – Rió llevando sus manos a mi cintura apuñando en sus manos la camisa para después jalarla hacia arriba haciendo que los bordes inferiores de la camisa quedaran fuera del pantalón negro – Ahora, sí – Suspiró con una sonrisa maliciosa en su rostro.

Levanté mi ceja derecha y ella rió empujándome con su dedo índice en mi hombro haciendo que cayera sobre mi espalda en el suave edredón de la cama. Una de sus manos se dirigió a los botones inferiores de la camisa y uno por uno los fue desabotonando pero solo desabotonó cuatro dejando mi abdomen desprotegido. Con sus uñas del dedo índice y el dedo medio comenzó a recorrerlo de arriba y abajo, izquierda y derecha. Ese doloroso y placentero roce, me ponía inmensamente nerviosa logrando que solamente apretara con fuerza el edredón con mis manos y mordiera mi labio inferior. Prefería mirar el techo de la habitación a encontrarme con su sonrisa maliciosa y sus ojos amielados penetrar lo más profundo de mi ser.

Solté lentamente el edredón y lleve mis manos a sus piernas para después, darle la vuelta quedándome encima de ella con mis brazos por sus costados evitando que mi peso cayera sobre ella y con una sonrisa triunfadora y una ceja levantada la miré desafiante. Ella solo rió acariciando mi mejilla.

  • Je t'adore (Te amo) – Dije admirando sus rojos labios los cuales me invitaban a deleitarme.

  • Moi aussi je t'adore (Yo también te amo) – Suspiró llevando sus manos a mi cuello para después, acariciar con sus dedos mi nuca – Jay…

  • Dime – Sonreí al sentir sus cálidas y suaves manos acariciarme con sutileza.

  • Bésame… - Susurró casi suplicante.

Ambas sonreímos y con lentitud me fui acercando admirando cada pequeño detalle de su rostro hasta que sentí en mis labios el sabor chocolate y café del crème brûlée en sus besables, perfectos, rojos, exquisitos… Labios.

Una de sus manos recorría mi espalda por arriba de la camisa y con otra me acariciaba el cuello causándome risa a mitad del beso.

  • Anastasia… Deja de hacer eso – Suplique a ras de sus labios soltando un largo suspiró. Ella sonrió y sin dejar de besarme hizo que nos diéramos vuelta quedando ahora ella encima de mí.

Anastasia

Si me pidieran definir el amor… Improvisaría. Y si me preguntaran otro día diferente, seguramente aportaría algo más y se me olvidaría otra cosa de las que había dicho el primer día. Pero si hoy me pidieran definir el amor… Hablaría de dedicar tiempo, pensamientos, a esa persona. Lo definiría como apoyo, confianza, respeto, miraría al cielo y diría que amar es cuando, aunque estés mal, estás ahí para la otra persona. Y además sabes que a la inversa pasaría lo mismo. Amar es cuando no pones restricciones, lo das todo. Amor es aquello que ves en los ojos de la otra persona cuando te mira, es cuando esos ojos que te encantan empiezan a brillar, emocionados, y te dicen que eres lo más importante, y que te aman. Amor es cuando no te cansas de buscar momentos a solas con esa persona, cuando te gusta compartirla con el mundo, para que el mundo vea lo maravillosa que es, pero al mismo tiempo te apetece encerrarte con esa persona en una habitación y no salir en mucho tiempo. Amor… Es cuando te gusta aislarte con tu amor, disfrutar de esa persona y adorar las sensaciones que te produce. Amar es cuando no te imaginas tu vida ya sin esa persona.

Hoy, para mí, esa es mi definición de amor.

Toda la noche fue así, besarnos hasta que el sueño saliera victorioso. Nos besábamos como sí el mundo se acabará en unos segundos… La luz que traspasaba por la hermosa cortina de seda que estaba en la puerta de cristal del balcón iluminaba directamente en la cama haciendo un juego de sombras en la piel de su rostro resaltando sus facciones. El sueño comenzaba a vencerme y ella se había dado cuenta. Con su brazo izquierdo me abrazo dejando que recostará mi cabeza en él y aproveche la cercanía para meter mi rostro en su cuello oliendo su delicioso GIÓ qué, con el paso del tiempo me atraía mucho más.

  • Espera – Susurró. Con su mano derecha me acomodó haciendo que quedara sobre mi costado derecho dejando la mitad de mi cuerpo encima del suyo y con mi pierna izquierda entrelazada con su pierna del mismo lado – Listo – Aun hablaba en voz baja mientras nos arropaba a ambas con el blanco edredón de la cama. Era la mejor posición para dormir con ella, me recordaba mis noches con ella en Londres y por supuesto, mi primera noche que compartí con ella en Ámsterdam.

La abracé pasando mi brazo izquierdo por su abdomen y ella entrelazo su mano derecha con la mía. Sus lentas y suaves caricias en mi cabello comenzaban a adormecerme lentamente pero en ese preciso instante me había fijado que yo, aun traía mi vestido y Jayde aún se encontraba con su camisa con las mangas dobladas hasta los codos, los pantalones negros y por supuesto, sus zapatos negros que contaban con un brillante charol.

En un momento como este… Acurrucada en sus brazos con mi rostro fijo en su precioso mentón, hubiera entrado a la perfección la canción “All the way” (Hasta el final) de Frank Sinatra con Dion, como fondo en este hermoso momento… Pero será para otra ocasión…

El hombre de mis sueños se esfumo hace mucho tiempo… El príncipe azul que había creado en mi mente. El tipo de hombre que toda mujer sueña en lo más recóndito de su corazón. Saben, ¿Quién hubiera imaginado que yo, Anastasia Rotzler estaría completamente enamorada de una mujer? Y no cualquier mujer, yo me enamoré de Jayde Hastings, la mujer que con un comentario tan inocente puede llenarlo de seducción al mismo tiempo. Esa persona inesperada, ahora puedo verla ante mí quien me refugia en sus brazos y acaricia con sutileza mi castaña cabellera. ¿Qué le diría si realmente ella no estuviera aquí? ¿Qué hubiera pasado si nunca la hubiera conocido? ¿Seguiría en mi depresión? ¿Seguiría siendo esa chica que le tenía miedo al mundo? ¿Seguiría desconfiando de todos? ¿Hasta de mi propia familia? ¿Hasta de mí misma? Qué triste si hubiera sucedido así… ¿No creen? Quiero agradecerle a esa persona, a ese pendiente, o a eso que llaman destino o coincidencia… por hacer que conociera a una increíble persona, no hay palabras para expresar esto. ¿Hay alguna forma en que pueda decirle cómo cambió mi vida? ¿Alguna manera de hacerle saber la dulzura que me ha dado? Hay muchas cosas que quisiera decirle al mismo tiempo… No puedo hallar las palabras perfectas. Excepto…

  • Te amo… - Apreté su mano sin abrir mis ojos.

  • Yo también te amo – Dijo en voz baja sin detener sus caricias – Buenas noches, mi amor…

  • Buenas noches – Suspiré para después llenar mis pulmones de su delicioso perfume.

Que poderosa es la fuerza del amor… ¿No creen? El amor maneja todos mis estados de ánimo y sentidos… A veces me siento tan débil pero fuerte a la vez, es que quiero ser todo lo que la sostiene cuando pienso que esta por caer… pero a veces, ni yo misma puedo mantenerme en pie. Y es que ella… Ella es la fuerza que me mantiene viva, la esperanza. No hay nada que pueda compararse al brillo de su mirada, una sonrisa suya, y me vuelvo tan vulnerable, que puedo ser capaz de partirme en mil pedazos… Y me da tanto pánico ser vulnerable, pero es que ella me tiene así, me hace fuerte como el cemento, y me destruye como un cristal.

Cuando la tengo cerca mío y la miro a los ojos y pienso “¿Cómo no me iba a enamorar de ella?” De todo el amor que me brinda y la alegría que me transmite, es la paz que me hacía falta para seguir adelante con mi vida que se parecía mucho o peor a un caos. Es alegría en medio de la tristeza, es la tranquilidad, en medio de la guerra por la que trataba de acabar. Fue mis ganas de luchar, cuando sentía que lo había perdido todo. Fue y es mi apoyo, cuando pensaba que iba a caer al vacío. Fue mi comprensión cuando pensé que ni si quiera había un oído escuchándome. Es ese ángel que alguien me mando de algún lugar para cambiar mi vida completamente y hacerla totalmente mejor, ese ángel que me acompaña siempre esté donde esté, y me cuida, y es incondicional para mí… Es todo en medio de la nada, sí, ella es y será todo eso. Mentiría si dijera que no sé cómo se ganó este lugar en el medio de mi alma, pero sí que lo sé. Se lo ganó con cada una de las cosas que hace por mí día a día. Con el amor sin medidas que me brinda, con lo mucho que me entiende, lo que me escucha, lo que me aconseja y me ayuda para que nunca me sienta perdida en medio de la nada. En medio de la oscuridad, ella es mi faro, la mujer de mi vida, el eslabón de ella. Puedo decir muchas cosas que para algunas personas serían difíciles de entender, pero para mí, es tan fácil de sentir todo esto que siento por ella. Antes creía que iba a hacer mi vida sola, que nunca iba a encontrar esa persona que me brindaría amor sincero, que no me lastimaría pero siempre me equivocaba, y terminaba sola otra vez… Hasta que llego ella, y fue todo tan distinto, ella me mostro un mundo totalmente diferente, hizo que creyera en lo increíble, y hasta me dio esperanzas de vivir toda mi vida junto a ella. Es todo lo que siempre busqué y creí que nunca iba a encontrar, y estoy muy feliz de haberla encontrado.

El sonido del teléfono de Jayde nos despertó a ambas. Era difícil mantener mis ojos abiertos, aún tenía muchísimo sueño pero eso no evito que riera al escuchar los quejidos de Jayde mientras se levantaba con dificultad de la cama y comenzara a maldecir a la persona que había interrumpido el sueño de ambas mientras caminaba hasta llegar a la mesa que estaba al otro lado de la habitación.

  • ¿Hola? – Respondió de mala gana la llamada - ¿Señor Zeeman? – Suspiró con extrañeza. Yo solamente la miré aun con dificultad de mantenerme despierta y ella al encontrarse con mis ojos adormilados, encogió de hombros – Oh… Sí, se me había olvidado por completo – Murmuró sorprendida – Sí, sí, está bien, yo trataré de llegar antes… ¿En serio? Oh, hmm… Muchas gracias, en serio, se lo agradezco muchísimo – Sonrió de lado – De nuevo, muchas gracias, señor Zeeman…. Feliz año nuevo para usted también – Rió Jayde antes de colgar la llamada – Buenos días – Me guiño el ojo con una sonrisa traviesa en sus labios mientras regresaba a la cama.

  • Buenos días – Saludé sentándome en la cama para estirar mis brazos - ¿Qué tal dormiste? – Pregunté al verla acercarse a mí pero enseguida la aparte evitando que me besara.

  • ¿Qué sucede? – Preguntó con extrañeza.

  • No quiero que me beses – Admití apenada.

  • Pero, ¿Por qué? – Sus ojos se notaba preocupación.

  • Eh… Bueno… Es que, yo…

  • Anastasia – Me regañó – Dime, por favor.

  • Eh… No me cepillé los dientes antes de dormir y tampoco ahora que estoy despertando – Dije en voz baja pero sabía que no iba a ser inútil, la habitación estaba en silencio y claramente se podía escuchar lo que había dicho.

  • ¿Y? – Rió – No creo que sea una importante razón para que deje de quererte – Con sus manos agarro mi rostro y me beso – Apresúrate, tengo que llevarte a casa de Claire – Rió recostándose a mi lado.

  • ¿Trajiste ropa? – Ella asintió.

  • Y tú también – Dijo ella volteando a verme.

  • ¿Qué?

  • Sí, ese Keepall negro que ves ahí – Señalo el bolso que estaba en el diván al borde de la cama – Es tuyo y el Zara Duffle que está ahí – Con su mano señalo el bolso de cuero que sobresalía detrás de la puerta – Es mío.

  • ¿Claire? – Ella asintió - ¿Quieres entrar al baño primero? – Pregunté.

  • No es necesario – Dijo levantándose de la cama sonriente – Iré a cambiarme en el otro baño – Agarro su maleta y salió cerrando la puerta de la habitación.

Entre al baño y me quite el resto de maquillaje, y lave mi rostro para después cepillarme los dientes con dentífrico y enjuague bucal.

Una blusa y un sweater de Jacobs, unos Skinny Jeans Mustang, mis nuevas botas Azzaro y por último, una bufanda negra y un gorro, ambas Gassiline fueron mi vestimenta para enfrentarme al frio que se desataba afuera del hotel.

Al salir de la habitación, Jayde traía una bufanda Fabiana Filippi blanca acomodada perfectamente en su cuello, un abrigo Saint James negro, unos Jeans Calvin Klein negros y unas botas negras Armani.

  • ¡Guapísima! – Exclamó Jayde volteando a verme en cuanto salí de la habitación.

  • Ya… – Suspiré sonrojada.

  • ¿Qué? – Ladeó su cabeza divertida – Eres linda, hermosa, bella, sexy – Comenzó a decir a medida que se acercaba a mí – Preciosa, atractiva, guapa, guapísima… Anastasia… – Sostuvo mi rostro entre sus manos levantándolo suavemente hacia el suyo que lentamente iba acercándose – Tú eres todo eso y mucho más, creo que no hay una definición perfecta para describir lo hermosa que eres – Sonrió acercando sus labios a mi frente – Vamos – Susurró separándose de mí para sostener mi mano.

  • ¿Dónde iremos a desayunar?

  • Podemos ir al restaurante que está aquí cerca…

  • ¿Angelina? – Ella asintió – Excelente… - Miré su bolso y recordé mi Keepall enseguida – Aquí dejaremos las cosas, ¿Verdad?

  • Sí, me quedare otra noche – Sonrió – Pero si quieres podemos llevar tu maleta…

  • Por favor, solamente para ir a dejar el vestido y todo eso – Callé tratando de razonar lo que estaba apuntó de decir pero, ¿Y si le incomoda? Creo que no la estoy dejando respirar mucho tiempo.

  • ¿Qué sucede?

  • ¿Por qué lo dices?

  • Bueno, ¿Será por qué te quedaste callada y tu rostro cambio? Dime…

  • Esta bien – Suspiré resignada y con algo de miedo – Es que, pensaba que tal vez, bueno, quería preguntarte algo.

  • Pregúntame, entonces – Rió ella poniéndome aún más nerviosa.

  • ¿Puedo dormir esta noche aquí? – Murmuré en voz baja.

  • Sí, pensé que jamás lo dirías – Rió abrazándome.

  • ¿Te gusta hacerme sufrir, verdad? – Pregunté tratando de sonar seria.

  • Un poquito – Respondió alejándose de mí – Iré por tu maleta.

  • No, yo iré por ella – La detuve sosteniendo su mano. Ella sonrió y se soltó de mi agarre tranquilamente.

La vi entrar a la habitación y al salir la traía sostenida por las asas del aquel Louis Vuitton marrón y nude.

  • Ahora, sí, vámonos – Sonrió agarrando mi mano.

Nos dirigimos al ascensor y bajamos al lobby el cual se encontraba un poco lleno al ver los huéspedes deleitándose de alguna bebida caliente, concentrados en las computadoras o platicando amenamente con sus acompañantes.

Salimos del hotel y caminamos unos cuantos pasos para llegar al restaurante. Así es, el restaurante prácticamente estaba a lado.

  • ¿Qué vas a ordenar? – Preguntó ella mientras se acomodaba en su asiento y abría la elegante carta del menú.

  • No lo sé – Dije repasando cuidadosamente el menú.

  • Bonjour (Buenos días) – Sonrió la mesera quien vestía una camisa blanca de manga larga, una corbata negra y un ajustado pantalón negro – Qu'est-ce qu'ils vont commander? (¿Qué desean ordenar?)

  • Bonjour (Buenos días) – Ambas saludamos.

  • Je veux commander (Quisiera ordenar) – Comenzó a decir Jayde) – Hmm… Club Sandwich, Que recommandez-vous? (Hmm… Club sándwich, ¿Qué me recomienda usted?) – Preguntó regresando su mirada a la carta.

  • Oh – Suspiró acercándose a ella y comenzó a decir señalando con su dedo índice la hoja de la carta – Le Scandinave contient du saumon fumé, concombres, œuf dur et salade… (El Scandinave contiene Salmón ahumado, pepino, huevo duro y ensalada) – Respondía con una sonrisa – Le Angelina contient poulet, bacon, tomate, oeuf et salade (El Angelina contiene pollo, tocino, tomate, huevo duro y ensalada) – Siguió explicando amablemente – Je recommande, n'importe lequel des sandwich (Le recomiendo, cualquiera de los sándwiches).

  • Je pense que je vais commander le Angelina (Creo que voy a ordenar el Angelina) – Pidió - Mais j'ai besoin d'un peu de faveur (Pero necesito un pequeño favor).

  • Vous me dites (Usted me dice) – Dijo después de anotar la orden.

  • Pourriez-vous retirer l'oeuf? (¿Podría quitar el huevo?) – Preguntó y la mesera asintió escribiendo en su pequeña libreta negra – L'œuf je le remplace par emmental, s'il vous plaît (El huevo quiero remplazarlo por queso emmental, por favor) – La chica volvió a asentir y tomó nota – ¿Qué vas a ordenar, Anastasia?

  • Une omelette au jambon et fromage emmental, s'il vous plaît (Un omelette de jamón y queso emmental, por favor) – Ordené.

  • Ont-ils décident quelque chose à boire? (¿Decidieron algo de beber?) – Preguntó la mesera terminando de anotar mi orden.

  • Oui, deux jus d'orange (Sí, dos jugos de naranja) – Respondió Jayde – C'est tout, merci (Es todo, gracias) – La mesera se retiró rápidamente – ¿Entonces?

  • ¿Entonces?

  • No me has respondido nada – Rió casi mudamente.

  • No me has preguntado nada…

  • Claro que sí, te pregunté cuando la chica se había ido.

  • Perdón, no te escuche – Dije apenada.

  • Eso noté – Sonrió – ¿Quieres ir a cenar esta noche?

  • ¿Esta noche? – Pregunté nerviosa.

  • Sí, ¿Algún problema? – Preguntó mirándome fijamente. Esos hermosos ojos me intimidaban.

  • Eh…Yo… Bueno… En realidad, no… Pero, es París y…

  • Lo sé, es París – Rió.

  • Mi papá es conocido en media ciudad, literalmente y, no creo que sea una gran idea… - Ella frunció ceño y torció los labios mirando pensativa la mesa.

  • Entonces… ¿Y sí me trans… transvisto? Creo que esa palabra no existe – Rió – ¿Y sí me visto cómo anoche? Mucho mejor… - Rió.

  • No, era extraño verte así y en zapatos de vestir… No, vamos a la cena así… Tú y yo – Sonreí.

  • ¿En serio? – Me miró sonriente y con la mirada llena de sorpresa – Porque si tú quieres podemos quedarnos en el hotel y ordenamos algo…

  • ¡No, Jayde! – La interrumpí – Yo quiero salir contigo como normalmente lo hacíamos en Londres, a tu padre ahí lo conocen y a ti no te daba miedo salir conmigo a donde sea, ya sea ir a comer a un lujoso restaurante o simplemente a caminar por las nocturnas calles de Soho – Ella solamente sonreía – Estamos en París y quiero aprovechar hoy para estar junto a ti, mañana te iras y no sé cuánto tiempo tendrá que pasar para poder volver a verte de nuevo.

  • Cuando tenga algún trabajo por aquí – Rió – Entonces, ¿Es una cita? – Asentí.

  • ¿Dónde?

  • Les Ombres, a las ocho, ¿Te parece?

  • Excelente – Suspiré sonriente. Ambas dirigimos la mirada a la mesera que no habíamos notado su presencia mientras dejaba nuestras órdenes en la mesa.

Nos dispusimos a desayunar pero siempre sentía esa rara sensación de sentirme observada por ella. ¿Por qué lo hace? ¿Por qué me mira mucho? Nunca entenderé eso.

¿Has llegado al punto en el que te pones a pensar y te das cuenta de que tu vida sin esa persona no tiene sentido? ¿Qué le quieres más que a nada y que a nadie por encima de todo? ¿Que con un simple mensaje o un te quiero eres feliz todo el día? ¿Que cuando estas con esa persona no quieres que llegue la hora de despedirse? ¿Que no te cansas de escucharla hablar y que eso hace que le quieras más? ¿Has llegado a estremecerte con esas increíbles sensaciones que te hacen sentir bien como si fuera lo mejor del mundo? ¿Que solo con ver a esa persona ya sientes mil mariposas volando en tu estómago y con un beso estallas por dentro? Que, simplemente, lo amas y se ha convertido en lo más hermoso de tu vida.

Después del delicioso desayuno, decidimos caminar por el Jardín de las Tullerías y decidimos tirarnos al césped que estaba cubierto completamente de nieve y Jayde, como si fuera una niña pequeña nos pusimos a hacer una familia de muñecos de nieve que, para ser sincera, se veían fatales…

Le propuse ir en Taxi a Île Saint-Louis pero ella se opuso diciendo que quería admirar las calles de París cubiertas de nieve. Diez minutos o un poco más fue el tiempo que nos tomó para llegar a casa de Claire quien al parecer estaba al pendiente de nuestra llegada.

  • Hola – Saludó Claire calurosamente a Jayde quien venía sacudiendo su abrigo antes de ingresar a la casa.

  • Hola – Sonrió Jayde respondiendo el abrazo.

  • Hola, tonta – Rió Claire abrazándome hasta lograr levantarme unos centímetros del suelo.

  • Hola, tonta… Ahora bájame – Me quejé mientras sentía como Claire volvía a ponerme en el suelo.

  • Chicas, voy a salir pero ya saben… Están en su casa – Sonrió Claire acomodándose en su cuello su bufanda de lana – Las veo después – Se despidió Claire con la mano y subió a un auto que la esperaba en la entrada de la casa.

  • Ven – Dije tomándola de la mano y la guie hasta la habitación de Claire y con su ayuda, desempacamos la Keepall  dejándola completamente vacía. Me acerqué al armario y comencé a buscar la ropa que me llevaría al hotel mientras veía a ella observar toda la habitación con cautela acariciando con sus dedos los objetos.

Al terminar de empacar, mire la ventana que estaba al costado izquierdo del armario y me acerque a ella admirando la vista, enseguida quede maravillada.

  • Ven aquí, corre – Ella se giró y le hice un gesto con la mano. Ella, despacio fue acercándose a la ventana – Qué bonito... – Susurré con los labios rozando el cristal frio de la ventana.

  • Mucho – Me besó el cuello despacio, agarrándome de la cintura, suavemente.

Afuera, la nieve caía con un poco de fuerza. El cielo permanecía gris, tranquilo. Incluso esa sensación de tristeza de las nubes grises se había convertido en serenidad, la del sonido de los copos de nieve al estrellarse contra el suelo.

Me giré y la miré despacio, de arriba a abajo. Sus impresionantes ojos, sus labios...

La bese con lentitud, poco a poco, el beso era con más fuerza. Recordaba la primera vez que la había besado. Recordé cuando de había escrito la carta de mi cobardía entre lágrimas mientras la tenía enfrente mío durmiendo con tranquilidad. Pensé en todos aquellos momentos cuando estábamos acostadas en la cama bajo las sabanas mientras nos susurrábamos despacio. Pensé en el tiempo que estaría alejada de ella. Y ahora, en la casa de mi amiga, frente a la ventana, podía sentir esas ganas de hacer todo y nada con ella, quería revivir todo lo que hicimos en Londres. Y no importaba si podía acabarse. Es más, se acabaría... Ella se iría. Pero no tenía miedo. Ninguna de las dos teníamos miedo.

Sin interrumpir el beso la fui empujando hasta que ella quedo sentada en la cama y yo parada frente a ella mientras entre mis manos sostenía su rostro y las suyas no dejaban de acariciar mi espalda y sus uñas acariciar juguetonamente el broche del brasier.

  • Je t'aime (Te amo) – Susurró ella descendiendo sus besos a mi cuello.

Un débil suspiro escapo de mis labios al sentir su lengua acariciar sutilmente mi clavícula mientras dejaba mi cuello a su merced. Era una sensación que difícilmente podría describirse con palabras.

Una de las manos descendió a mi cintura mientras la otra se quedó en mi espalda sujetándome con firmeza tratando de apegarme mucho más a su cuerpo con vehemencia. Se levantó de la cama mientras yo me aferraba a su cuerpo, me recostó en la cama para después, quedarse ella encima de mí.

Su mano no dejaba de acariciar mi cadera, hizo un recorrido de mi hombro, pasando por mis brazos, deteniéndose en mi cadera para que después, descendiera hasta mi muslo incrustándole levemente sus uñas causándome un pequeño sobresalto durante el beso. Con mis manos sostuve su rostro para separarlo solo unos centímetros y la mire, su mirada era penetrante y tenía algo distinto… Exactamente no sabría explicarles perfectamente su mirada, tenía algo que me gustaba pero muy en el fondo el miedo en mí estaba presente. Su sonrisa ladeada era seductora y llena de picardía.

  • ¿Qué tienes? – Preguntó sin apartar su mirada que lentamente comenzaba a perforar mi alma.

  • ¿Yo?

  • No, yo – Rió en tono burlón – Sí, tú.

  • Nada – El miedo respondió por mí.

  • Ajá… - Levantó su expresiva ceja.

  • Jayde… - Me quejé – Bésame, por favor – Susurré. Ella sonrió y con devoción ataco mis labios.

Solo basto con unos minutos para que bajara la guardia y aproveche para, ahora, colocarme encima de ella. Sostuve con fuerza sus manos sobre su cabeza y me aleje de sus labios para ir besando su esbelto y largo cuello.

  • A-Anastasia – Suspiró ella nerviosa – Alguien puede entrar…

  • No hay nadie en casa… - Me quejé al verla separarse de mí.

  • ¿Y el personal de la casa? – Preguntó con cierta agitación en sus palabras.

  • Mi amor – Volví a quejarme – Quiero comerte a besos – Hice un pequeño puchero causándole una pequeña risa.

  • Yo también quiero pero no es el lugar indicado – Una sonrisa tímida se dibujó en su rostro.

Iba a decir algo pero el timbre de la casa sonó lo cual me extraño un poco.

  • ¿Quién es? – Susurró quitándose mientras se sentaba a mi lado. La mire y encogí de hombros.

Salí de la habitación y con cautela camine por el pasillo hasta llegar al balcón de las escaleras. Me asome cautelosamente y vi a Louis parado en la entrada quien enseguida fui descubierta por sus grandes ojos azules verdosos.

  • ¡Anastasia! – Gritó poseído por la ira. Apartó a Néstor con su brazo y subió rápidamente hasta colocarse frente de mí - ¿Me podrías explicar lo de anoche? – Me miró fijamente.

  • Eh… Yo, yo… Louis, por favor, cálmate – Estiré mis manos tratando de alejarlo de mí – Estas fuera de control, por favor – Supliqué mientras veía detrás de él a dos guardaespaldas que subían rápidamente.

  • ¡Suéltenme! ¡No me toquen! – Exclamó con la mirada llena de ira - ¡No saben con quién están tratando! – Seguían sus gritos mientras lo trataban de bajar de las escaleras - ¡Haré que los despidan! ¡Malditos muertos de hambre! – Logran sacarlo de la casa y me acerque rápidamente a la ventana que había en el pasillo y no pude evitar reír mientras veía que lo obligaban a subirse a su lujoso Bugatti.

  • Es un idiota – Susurró Jayde mientras me abrazaba por la cintura – Es un hermoso auto – Ambas vimos como el auto deportivo se alejaba de la casa con rapidez.

  • No puedo decir lo mismo del dueño – Reí al ver su reflejo en el cristal - ¿Celosa? – Ella solo rió y beso mi mejilla.

  • Me voy, cariño – Volteé a verla y ella sonrió – Llevare tu maleta conmigo – Dijo mientras se inclinaba a recoger el Keepall que se encontraba a un lado de sus pies.

  • ¿Segura? – Ella asintió acercándose a besar mi frente – Paso por ti quince minutos antes de las ocho, ¿Sí?

  • Esta bien – Me acerque a ella con intenciones de besarla pero aparto su rostro - ¿Qué…

  • ¡Anastasia! – Gritó Nina, la hermanastra de Claire.

  • Nina… - Murmuré asustada - ¿No estabas con Mathieu? – Pregunté sintiendo mi corazón a punto de colapsar a medida que subía las escaleras acercándose a nosotras.

  • Eh… - Tarareó mirando de arriba abajo a Jayde – Sí – Contestó volteando a verme – Pero queríamos ver una película aquí – Regreso su mirada a Jayde – Mucho gusto – Sonrió Nina, confieso que me dio celos pero no admitiré nada en voz alta – Me llamo Nina – Extendió su mano y volteé a ver a Jayde quien estaba nerviosa en ese momento.

  • Mucho gusto, Nina – Estrecho su mano con la de Nina – Jayde…

  • Te me haces familiar… Pero no recuerdo – Murmuró entrecerrando los ojos – Tienes bonitos ojos – Sonrió.

  • Eh… – Carraspeé la garganta obteniendo la atención de ambas – Jayde estaba por irse, ¿Verdad? – Ella asintió sin mirar a Nina.

  • Lastima – Rió – Fue un gusto conocerte – Volvió a sonreír pero esta vez se acercó lo suficiente y la abrazo.

  • I-Igualmente – Me miró nerviosa, yo solamente la amenacé con la mirada – Nos vemos, Anastasia – Se acercó y nos despedimos con un beso en ambas mejillas. La vi bajar nerviosa las escaleras pero al salir se encontró con Mathieu, lo saludó y desde la ventana la vi desparecer en las escaleras que llevaban al parque.

  • ¿Es tu amiga? – Preguntó Nina mirándome expectante.

  • Eh… Sí, bueno, en realidad es una conocida…

  • No sabía que te llevabas con universitarias – Quería soltar una carcajada pero lo único que pude hacer para disimular, fue suspirar con fuerza.

  • ¿Cuántos años le calculas?

  • Hmm… ¿Diecinueve?

  • Exacto – Suspiré – Creo que Mathieu te está esperando en la sala.

  • ¡Cierto! – Rió al recordar a su novio – ¿No quieres ver una película con nosotros?

  • ¿Y ser el mal tercio? No, gracias… Quiero descansar – Fingí un bostezo.

  • Esta bien – Suspiró resignada – Descansa – Sonrió y comenzó a bajar las escaleras.


Jayde

    • Oye… Al final de cuentas, ¿cómo sabes cuándo estás enamorada?
    • Cuando empiezas a entender las canciones… - Respondí – Espera, ¿Lo estás? – Detuve mi caminata por la suite..
    • ¿Qué?
    • ¿Estas enamorada? – Pregunté esperando un rotundo ‘Sí’.
    • ¿Yo? ¡No! ¿Por qué la pregunta? – Preguntó nerviosa.
    • Soy tu mejor amiga, Kim… Puedes confiar en mí.
    • No lo estoy – Negó nuevamente – Debo irme, suerte en tu cena – Finalicé la llamada y me dispuse a arreglarme.

Miré la hora y eran casi las siete y media, aún tenía tiempo pero debía aprovecharlo.

Es verdad cuando te digo que es lo mejor que hay en el mundo, cuando le repito más de mil veces que me encanta pasar el tiempo con ella. Me gusta pasar todo el tiempo que tengo junto a ella, junto a la persona que más quiero. Me tiraría horas mirando sus preciosos ojos amielados, mirando cada detalle que hace con los labios al hablar, escuchándola hablar esperando a que termine para, ansiosamente, poder besarla y abrazarla muy fuerte. Me tiraría horas haciéndola molestar para que ponga esa carita de nena que tanto me gusta. Me tiraría horas recordando cómo empezó todo esto y que al mirarla se me escapara una sonrisa, pensando en ella y en qué hará en este momento. Me tiraría horas pensando en lo que me hace sentir cuando estoy a su lado, sí, esa sensación que solo la siento cuando estoy ella, esa sensación que me encanta…

  • Buenas noches – Saludé a Claire.

  • Hola – Sonrió ella – Iré por ella…

  • Gracias – La vi dirigirse a las escaleras pero se detuvo al inicio de estas.

  • ¡Anastasia! – Gritó - ¡Llegaron por ti! – No pude evitar reír – Entonces… - Comenzó a decir acercándose a donde yo estaba – ¿A dónde irán?

  • No obtendrás nada de mí – Reí al ver su sonrisa esfumarse.

  • ¿Segura? – Sonrió con malicia.

  • Claire, ya déjala en paz – La voz de Anastasia retumbo en la casa, ambas volteamos a verla.

¿Una cosa imposible que me haya ocurrido? Encontrar la perfección, en alguien imperfecto. Llora viendo una película romántica, es un poco torpe que cuando llueve en el charco más grande mete el pie, que cuando lleva dinero encima lo pierde, que en el momento menos oportuno le da un ataque de risa o empieza a decir cosas sin sentido, que se enfada cuando no tiene motivo alguno, que cuando la miro ella aparta la mirada, que por las noches se pone a pensar y pensar hasta que el sueño la vence, que a veces llega a ser tan tímida que no recuerda hablar, que cuando me ve llegar se pone nerviosa y tropieza.. ¿Pero saben qué? Que su imperfección es lo que la hace realmente única. Su imperfección hace que la ame mucho más.

En este momento hay seis mil millones, cuatrocientos setenta millones, ochocientas dieciocho mil, seiscientas setenta y una o creo que mucho más, personas en el mundo. Algunas corren asustadas. Otras vuelven a casa. Algunas dicen mentiras para llegar al final del día. Otras simplemente están enfrentándose a la verdad. Algunos son hombres malvados en guerra con los buenos. Y algunos son buenos, luchando con los malvados. Más de seis mil millones de personas en el mundo. Seis mil millones de almas. Y a veces... todo lo que necesitas es una.

Su cabello caía en perfectas cascadas sobre el abrigo y su blanca piel resplandecía en aquel corto vestido Gucci negro hasta medio muslo, un abrigo nude que la cubría hasta sus rodillas y unos peep toe Louis Vuitton negros y brillantes.

  • Buenas noches – Sonreí ayudándola a bajar los últimos dos escalones.

  • Buenas noches – Sonrió enmarcando sus adorables hoyuelos.

  • ¿Nos vamos? – Ella asintió – Hasta mañana – Me despedí de Claire.

  • Cuídense y ya saben a lo que me refiero – Anastasia casi se resbala al haberse puesto nerviosa.

  • Por dios, Claire – La regaño – Hasta mañana.

  • ¡Ya saben! ¡Protección ante todo! – Carcajeó cerrando la puerta.

Subimos al auto que nos estaba esperamos y ahí no pude resistir una carcajada nerviosa.

  • ¿Y a ti que te sucede? – Preguntó ella extrañada.

  • Cada ocurrencia de Claire – Dije después de haberme calmado.

  • No sé cómo es que la soporto – Rió.

  • La quieres, mi amor… Yo trato de soportar a Kim pero es porque la quiero mucho.

  • Son tal para cual las dos…

  • Totalmente de acuerdo – La miré y ella miraba desde la ventana del auto la Catedral de Notre Dame que brillaba a todo su respaldo a pesar de la nieve – Mi amor – Volteó a verme con una sonrisa – Te amo.

  • Yo también.

  • “Yo también”, ¿Qué?

  • Yo también te amo – Sonrió besando mi mejilla.

  • Sabes… - Suspiré al verla separarse de mí – Quiero que sepas que voy a decirte menos 'te amo'.

  • ¿Por qué? – Preguntó extrañada.

  • Porque para mí siempre ha sido especial decir eso, y lo solía decir muy poco, y llegas tú… Y mira, cada segundo te lo digo

  • Pues me encanta que me lo digan, y más si eres tú la que lo dice – Embocé una sonrisa.

  • ¿Eres feliz? – Pregunté. Jamás le había preguntado eso y hasta ahora me nace esa pregunta.

  • A ratos – Suspiró recostando su cabeza en mi hombro.

  • ¿Por qué?

  • Sí, los ratos que estoy contigo, esos ratos soy feliz… - Sonrió acariciando mi mano.

  • ¿Y los demás no? – Pregunté recostando mi cabeza encima de la suya.

  • No, no del todo, pero tú lo consigues, y no sé cómo lo haces.

«Feliz año nuevo a todos, les deseo lo mejor este 2014 & aprovecho para agradecer a todas esas personas que se toman su tiempo para leer esta historia. Muchas gracias por sus comentarios, sus valoraciones y sobretodo, gracias a todos por su apoyo y aceptacion hacia esta historia, saludos»