Historia de mi vida, Capítulo 10

Hay momentos en la vida que son inolvidables… irrepetibles…inmortales

  • Oh… por… dios – Dije casi sin voz mientras baja el teléfono de manera inconsciente, sentía que mi cappuccino quería salirse de mi mano pero la logre sostener. Los nervios intentaban apoderarse de mis piernas pero no iba a dejar que eso sucediera y es cuando ahí, recordé la llamada. La voz de Anastasia se escuchaba en la bocina del teléfono.

    • Ho-Hola, perdón, perdón – Dije tratando de dejar de parpadear pero no podía, la ansiedad y el pánico eran mi peor enemigo.
    • ¡Jayde! – La voz de Anastasia me logró tranquilizar un cinco por ciento – ¿Estas bien?
    • Sí… Sí, sí lo estoy es solo que… - Callé mirando hacia otra dirección evitando a toda costa la mirada acosadora de Jenna – ¿Puedo hablarte más tarde? – Pregunté, mejor dicho, sugerí mientras bajaba la mirada a la acera y pateaba un volante de Waitrose que se encontraba húmedo y algo deshecho.
    • Claro, ¿Segura que todo está bien? – Preguntó en tono de preocupación.
    • Sí, te lo prometo – Aseguré volteando a mirar (aún) con sorpresa a Jenna quien se había agachado a la altura de la niña y le decía algo con una sonrisa mientras acariciaba las rosadas mejillas de la pequeña.
    • Je t'aime… (Te amo) – Sentí una sonrisa al otro lado del teléfono.
    • Moi aussi je t'aime (Yo también te amo) – Le aseguré girando a ver detrás de mí una niña de unos nueve años idéntica a Anastasia - Ik hou van je en… ik mis je (Te amo y… te extraño) – Susurré con una sonrisa en mi rostro.

Colgué la llamada y regresé la mirada a Jenna quien estaba ayudando a la pequeña niña subirse a una lujosa Lexus negra mientras el chofer vestido de traje negro metía las bolsas de compras con los logos de Monsoon y H&M en ellas.

Ella había cambiado completamente, su cabello ya no era ondulado, ahora era completamente rizado, un castaño rojizo casi pelirrojo granate. Piel con rasgos de bronceado pero un brillo extraño. Sus preciosos ojos verdes ahora eran más claros casi esmeraldas. Su blanca y bella sonrisa que hacia remarcar aún más sus prominentes pómulos. Su cuello seguía siendo largo y esbelto, enmarcando su envidiable clavícula sobre aquel abrigo negro de YSL. Una que otra vena adornaba su mano pero eso no era todo. El anillo de matrimonio…

  • Patrick te ira a dejar con tu papá, ¿Está bien? – La niña sin dejar de sonreír asintió acomodándose en su asiento mientras Jenna le colocaba el cinturón de seguridad – Te veo en la casa en un rato, ¿Sí? – Jenna se acercó a la pequeña y besó su frente para después cerrar la puerta de la camioneta con cuidado.

  • ¿A qué hora paso por usted, Miss Rotzler? – Preguntó el joven chofer antes de abrir la puerta del piloto.

  • Necesito que vayas a dejar a Julie con Wesley – Comenzó a decir – Después, necesito que vayas a Ralph de New Bond St. y recojas el traje de Wesley, por favor… Luego te llamó para que sepas donde me vas a recoger – El joven chofer asintió acomodando su sombrero negro y detalles dorados para después subirse a la camioneta e irse.

  • No puedo creerlo – Me dije a mi misma en voz baja.

  • ¿Qué no puedes creer? – Preguntó ella acercándose con una sonrisa.

  • Es, obvio… Seis años, apenas y bueno, es una sorpresa…

  • ¡Lo sé! – Exclamó asombrada y a su vez, emocionada – Ven – Rió agarrándome de la mano – Vamos a caminar – Decía arrastrándome en dirección opuesta a la que se supone que iba.

  • ¿A dónde vamos? – Pregunté incrédula.

  • Caminemos – Dijo deteniéndose frente a mí – Quiero saber cómo has estado todo este tiempo – Una sonrisa ladeada se mostró en su rostro mientras acariciaba una de mis mejillas – Como deseaba verte pero no sabía cómo contactarte – Suspiró reanudando su caminar.

  • Je-Jenna… Yo creo que esto no debe ser correcto… – Suspiré con un poco de incomodidad.

  • Jayde, lo siento…

  • No te preocupes – Me apresuré a decir.

  • No, digo… - Calló para voltear a verme – Perdón por lo que hice esa noche.

El arrepentimiento podía notarse en sus ojos, al igual que mi imagen reflejarse en ellos.

  • No tengo nada que perdonarte – Sonreí sin dejar de mirar esos hermosos ojos. Esos ojos verdes eran tan…

  • No te quedes ahí – Se burló volviendo a agarrarme de la mano – Caminemos – Rió.

  • Estas… Irreconocible – Suspiré mirándola de abajo hacia arriba.

  • ¿Eso debo tomarlo como un cumplido? – Preguntó volteando a verme. Asentí mirando el anillo de matrimonio en su dedo anular izquierdo – Pues al parecer los años te han beneficiado – Sonrió sin soltar mi mano – Tengo hambre, ¿Tú no?

  • Sí – Me limité a responder.

  • Entonces, vamos al restaurante de la sesenta y cinco con King.

  • La niña… - Suspiré recordando la pequeña que estaba con ella.

  • ¿Julie? – Asentí – Es mi hija – Sonrió – Tiene dos años, pronto cumplirá los tres.

  • Es hermosa – En seguida recordé a la pequeña niña. Su cabello era largo y ondulado en un color castaño rojizo, tez clara, ojos verdes azulados. Su pequeña nariz respingada, sus labios carmesí y esa sonrisa que era simplemente inocente y suave – Wesley es su… es tu…

  • Sí, es mi esposo – Sonrió – Y obviamente, también es el padre de mi hija – Rió – Cuéntame de ti, hemos hablado mucho de mí. ¿Dónde estás ahora? Porque lo poco que sé es que no vives en la ciudad.

  • Estoy en Ámsterdam, vivo con Kim... ¿La recuerdas, no?

  • ¿Dankworth? ¿La rubia? – Asentí – Sí, ya la recuerdo – Rodó los ojos, eso lo hacía cuando estaba incomoda o molesta – ¿Tienes una relación con ella? – Preguntó fingiendo interés.

  • No, es mi mejor amiga – Reí sarcásticamente. En tan solo pensar en la remota y ridícula idea de llegar a tener una relación amorosa con Kim me estremecía con incomodidad. Como dije antes, la veo como una hermana.

  • ¿Y qué haces en Ámsterdam? ¿Sigues con la fotografía? – Asentí. Ella se detuvo y sonrió - ¿En serio? – Preguntó maravillada.

  • Sí, tengo un estudio ahí… ¿Y, tú? ¿Dónde estás viviendo ahora?

  • Estoy ahora en Bruselas…

  • ¿En serio?

  • Sí – Respondió antes de cruzar la calle.

  • ¿Y aun sigues tu pasión por la Literatura?

  • Sí – Volteó a verme sin dejar de caminar – Estoy a mitad de un libro que aún no tiene nombre.

  • ¿Por qué? – Pregunté mientras le señalaba el restaurante a lo lejos.

  • Estuve escribiendo el libro durante el embarazo pero, cuando nació la pequeña Julie decidí dedicarme a mi hija…

  • Entonces… ¿No lo terminarás? – Ella sonrió mientras entraba primero al restaurante.

  • Quiero terminarlo – Suspiró – Ven, sentémonos cerca del ventanal – Me agarró de la mano y nos dirigimos a la mesa.

Nos sentamos y miramos el menú pero constantemente sentía esa fastidiosa sensación de ser observada. Varias veces nuestras miradas se entrelazaban y yo me limitaba a sonreír.

  • Una orden de patatas gratinadas, un sándwich de carne a la parrilla y un Mojito de frambuesa, por favor – Ordenó Jenna viendo de reojo al mesero que anotaba todo rápidamente.

  • Un sándwich de pechuga de pollo y un Mai Tai, por favor… - El mesero anotó y se retiró – Entonces… – Suspiré aún sin creer que la tuviera frente a mí.

  • No has cambiado en nada – Se burló con una sonrisa.

  • ¿A qué te refieres con eso? – Pregunté un tanto ofendida.

  • Oh, tranquila, no lo decía como ofensa… Al contrario, estas muy guapa – Sonrió ampliamente – Extrañaba esos ojos…

  • Jenna – Decía incomoda – No, no sigas, por favor – Murmuré apenada.

  • Lo siento – Tambaleó suavemente de lado a lado su cabeza – Es que, seis años…

  • Lo sé… es, extraño – Susurré mirando la hora en mi Chopard que se encontraba en mi muñeca izquierda. En realidad ni vi la hora.

  • ¿Aun me odias? – Murmuró un poco asustada y apenada a la vez.

  • No – Respondí en voz baja - No te odio y nunca podré hacerlo…

  • ¿Entonces?

  • Solo… no creo que debamos seguir torturándonos una a la otra con esto, eso fue años atrás y ahora todo cambio.

  • ¿Me perdonas por lo que te hice esa noche?

  • Jenna, no…

  • Por favor… - Me interrumpió - ¿Me perdonas por lo que te hice esa noche? – Volvió a preguntar.

  • Sabes, las dos primeras semanas… Espere, una llamada, un mensaje o una carta donde, simplemente… Me dijeras que me extrañabas pero no sucedió nada, por más que suplicaba por las noches, eso jamás sucedió.

  • Jayde…

  • Espera – La interrumpí – Dos meses duró mi depresión… Mi equipo de arquería estaba apuntó de expulsarme del equipo. Me descalificaron en una competencia de equitación y me fracturé tres costillas y el brazo derecho cuando caí de mi caballo a mitad de un partido de polo en Deauville. En fin… Es ahí que me di cuenta de que debía seguir… Tú estabas siendo feliz y yo debía tratar de hacer lo mismo. ¿Recuerdas lo que te dije cuando te abracé? – Ella asintió con la mirada abajo – Yo quería fueras feliz, sea o no conmigo, no importaba… No tengo nada que perdonarte. ¿Eres feliz? – Pregunté tratando de alejar el tema del pasado.

  • No me quejó – Encogió de hombros con una sonrisa ladeada. El mesero llegó con las ordenes y comenzamos a comer – ¿Y, tú? – No supe que decir – ¿Hay alguien en tu vida?

  • Jenna… Yo… Tengo que decirte algo y no sé cómo lo tomes.

  • Vamos, Jayde, no puede ser tan malo – Rió antes de beber su Mojito.

  • Estoy saliendo con tu prima, Anastasia… - Dije rápidamente evitando su mirada.

  • Ya lo sabía, Jayde… - Murmuró ella antes de llevar una porción de patatas a su boca. La miré sorprendida.

  • ¿Qué?

  • El veinticinco por la mañana la encontré en el jardín… estaba sola, estaba… ida, nerviosa, preocupada – Sonrió con nostalgia mientras jugaba con su dedo índice la pajilla de su bebida – Se veía mal, sabes. Ella se veía triste, Anastasia es como la hermanita que siempre quise tener. Platicamos y me contó todo, nunca me dijo tu nombre…

  • ¿Entonces? ¿Cómo te enteraste de que era yo? – Pregunté después de probar el Mai Tai.

  • Era veintinueve – Comenzó a decir – Estábamos paseando por Oxford cuando pasamos por Thorntons, ella entró a la tienda de chocolates mientras que yo fui con Julie a Disney’s. Su teléfono comenzó a sonar y recordé que lo había traído conmigo, y cuando lo revise era un mensaje tuyo – Subió su ceja derecha y agarro su sándwich.

  • Oh…

  • No lo leí – Dijo rápidamente antes de morder el sándwich.

  • ¡No! Digo, no es como que haya escrito algo subido de tono, por así decirlo… - Ambas reímos.

  • ¿Ella lo sabe? – Preguntó frunciendo el ceño.

  • No…

  • ¿Y cuándo piensas decírselo?

  • Yo quería decirle pero no sabía cómo, no llegaba el momento oportuno para decirle.

  • Tienes que hacerlo… - Susurró mordiendo su labio superior.

  • ¿Qué? – Suspiré sorprendida.

  • Sí – Contestó con una sonrisa ladeada.

Estaba por responder cuando mi teléfono

  • Sí – Respondí y mi teléfono comenzó a sonar.

    • Hola – Contesté sin poder evitar el pequeño bocado de patatas que me estaba dando Jenna en la boca.
    • ¿Dónde estás? Ya tardaste… - Era Kim.
    • Oh, Kim… Eh, ¿Podemos hablar más al rato? Estoy un poco ocupada – Dije nerviosa al encontrarme con los hermosos ojos verdes de Jenna quien estaba tan entretenida limpiando mis labios que se habían llenado de la crema y mantequilla.
    • ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué la risa? ¿Hay alguien más contigo?
    • Tranquila, ¿Sí? Estoy bien, no me esperes… Yo puedo irme en un taxi después – Colgué la llamada y volví a meter el teléfono en el bolsillo del abrigo.
  • Ow… Tu amiga se preocupa por ti – Decía en tono de burla mientras mordía su pajilla.

  • Cállate, Jenna – Reí por el tono que había usado, era agudo y mimado – Ayer no me encontraba bien y ella aun piensa que estoy en “luto” – Dije agregando con dedos las comillas lo último.

  • ¿Anastasia?

  • Sí, fue una despedida… nostálgica, por así decirlo.

  • Que mal… Oye, quiero preguntarte algo y no quiero sonar atrevida…

  • Dime.

  • ¿Aún me amas? – Eso me tomó por sorpresa pero, desde hace tiempo sabía la respuesta.

  • No – Respondí mirándola a los ojos – El tiempo pasó y junto con él se fueron esos sentimientos que alguna vez llegué a sentir cuando estaba a tu lado, esos sentimientos que me hicieron ser la mujer más feliz y afortunada del mundo – Sonreí – Hoy te puedo decir que esos sentimientos ya no están, ahora lo que siento por ti es un enorme agradecimiento por todo lo que algunas vez llegamos a vivir, lo que alguna vez sentimos, lo que alguna vez fuimos... Por eso no puedo odiarte, ni mucho menos darte mis disculpas porque esa relación entre nosotras, fue lo mejor para mí.

  • Me alegro – Sonrió ampliamente - ¿Y qué tal tu vida en Ámsterdam? ¿Te gusta la ciudad?

  • Sí, aunque detesto las bicicletas que se cruzan en mi camino cuando manejó pero la ciudad es hermosa de noche, no me gusta de día…

  • ¿Turistas? – Asentí.

  • Demasiados – Reí. Ella estaba por decir algo pero el sonido de su teléfono la interrumpió.

  • ¿Sí? Hola, cariño… Sí, enseguida voy…. ¿Falta algo? ¿No? Bueno, en veinte minutos estoy ahí, yo también te amo – Sonrió al finalizar la llamada.

  • ¿Tu esposo? – Pregunté.

  • Sí…

  • ¿Y lo amas?

  • Demasiado… Me dio el mejor regalo de toda mi vida.

  • Tu hija… – Suspiré y miré como en su rostro se comenzaba a adornar una bella sonrisa maternal – Cuéntame un poco de ella…

  • ¿No vas a contestar la llamada? – En ese momento noté que mi teléfono no dejaba de sonar.

  • Es Kim, debo ir con ella – La miré apenada y ella solo asintió.

  • Yo debo ir a una cena familiar en casa de mis padres…. ¿Nos volveremos a ver?

  • Claro, quisiera ponerme al corriente de todo – Sonreí pasándole mi teléfono.

  • Extrañaba mucho esa sonrisa – Se sonrojó sin dejar de teclear en la pantalla – Puedes marcarme en cualquiera de los dos – Sonrió de lado devolviéndome mi teléfono – Me encanto verte otra vez… - Me abrazó pero antes de despegarse se acercó a mi oído y en un susurro me dijo – Me encantan tus ojos… Qué bueno que te hayas deshecho de esos horribles lentes de contactos -  Besó mi mejilla y salió del bar mientras la veía teclear en la pantalla de su teléfono.

Hay una famosa frase que dice “ Donde hubo fuego… cenizas quedan ”, eso es cierto… pero no olvidemos que de las cenizas no puede volver a arder la llama. No podemos esperar que de los restos, resurja lo que una vez estuvo completo…

De las cenizas no puede volver a arder la llama, al igual que de los escombros no puede volverse a levantar un edificio… De las sobras no puede volverse a cocinar el mismo plato, al igual que los más pequeños trocitos no pueden volverse a convertir en una hoja…

Todo lo pasado, en el futuro, deja huella… deja rastro… deja marca… eso no lo niego. Pero no esperemos que de lo que alguna vez fue destruido, construyamos lo mismo. Siempre habrá recuerdos, siempre quedará en la memoria, siempre recordaremos de lo que pasó, pero no intentemos reconstruir con las ruinas un castillo que ya se derrumbó…

Lo pasado, pasado está... no insistamos más…  Lo que terminó, terminado está… por algo será.

Los cuentos y las películas, desde muy niños, nos han enseñado algo muy valioso… Que la palabra “FIN” está en la última página y en el último episodio… Nunca lo encontrarás en medio, nunca volverá a empezar tras el final… cuando cierras el cuento o acabas la película, significa que ya acabó… ya está.

En fin, ustedes saben a dónde quiero llegar con esto… ¿Qué? ¿Creían que la aparición de Jenna me confundiría o algo así? Pues, les diré que no, una persona que llega a confundirse con algo así mientras tiene una relación con otra persona me parece algo, ¿Cómo decirlo sin que suene mal? Hmm… Estúpido, sí, eso… Me parece algo estúpido.

  • ¿Dónde carajos te metiste, mujer? – Preguntó Kim saliendo de la boutique un tanto preocupada.

  • Estuve… por ahí – Encogí de hombros. No valía la pena contarle mi encentro a Kim, por ahora lo dejaría en el olvido - ¿Ya nos vamos? – Pregunté al verla con las bolsas de compras en la mano.

  • Sí – Contestó – Solamente te estaba esperando para irnos – Decía mientras subía las bolsas al auto.

Me despedí de Henry con la mano y me subí al auto; Kim encendió el auto pero antes de arrancar me miró.

  • ¿Qué sucede? – Le pregunté al encarar aquella mirada acosadora.

  • ¿Con quién estabas? - Preguntó curiosa.

  • Con nadie… - Respondí tratando de no sonar nerviosa.

  • Oh, está bien… fingiré que te creo – Rodó los ojos.

  • ¿Puedes dejarme en el apartamento? Por favor, tengo mucho sueño – Comencé a bostezar.

  • Esta bien – Sentí el auto moverse pero no podía mantener los ojos abiertos, aquel Mai Tai me había relajado lo suficiente como para querer dormirme en donde sea.


Anastasia

Hay momentos en la vida que son inolvidables… irrepetibles…inmortales… Inmortales porque los revives una y otra vez en tu cabeza. Momentos de los que puedes recordar cada detalle. Si nos esforzamos, probablemente podamos sentir todo lo que sentimos y percibimos en ese momento tan especial: la ropa que llevábamos, quién estaba en ese momento, a qué hora fue, en qué lugar, si llovía o hacía sol, si antes de ello estabas triste o estabas alegre, a qué olía, qué había alrededor…

Si cierras los ojos y te concentras, seguro que vuelves a emocionarte como ese día.

Hay momentos alegres y momentos tristes. Momentos en los que al recordarlos sonreímos; y otros que al volver a pensar en ellos, lloramos. También hay momentos que nos ponen los pelos de punta; y otros que nos erizan la piel. Como también los momentos que nos preocupan demasiado y nos quitan el sueño; y otros que nos ilusionan tanto que tampoco nos dejan dormir…

Momentos que vivimos en compañía; y otros que vivimos en soledad… Esos momentos que deseamos que sean eternos; y otros que queremos que pasen fugazmente… Esos que anhelamos que no acaben nunca; y otros momentos que hubiéramos preferido que no hubieran existido…

Sean como sean esos momentos… son momentos únicos. Esos momentos que se quedan grabados en la memoria e imposibles de borrar… Momentos que, por algún motivo, son especiales de una u otra forma.

Saben… Sonará ridículo y tonto, también creo que hasta patético para ustedes, pero creo que hay más de una persona que entenderá lo que siento ahora, el dolor, la nostalgia que me causa no tenerla cerca… Es, extraño… nunca sentí la inmensa necesidad de desear tanto a alguien, de querer a alguien a mi lado.

Ella me gusta, me gusta más de lo que debería, me gusta tanto que me llega a dar miedo. Me encanta su sonrisa por las mañanas, era alucinante y a su vez, emocionante encontrármela por sorpresa durante el día en cualquier lado de Londres. Es ridícula mi manera de sonreírle cada vez que la veo. Me encanta escucharla hablar, aunque en ciertas ocasiones no entiendo lo que me dice. Me divierte hacerla sentir mal. Me fascina su piel fría, es extraño pero ella siempre tiene la piel fría y todo ese tiempo que estuve con ella en Londres nunca sentí su calidez, excepto sus labios que raras las veces se ponían tibios. Me llega a desesperar el no poder sacarla de mi cabeza, pero no me importa porque todo esto es realmente fascinante.

Extraño en especial este día, viernes de películas en donde decidíamos por un típico ‘papel, piedra o tijera’ para saber si veíamos una película en su apartamento o salíamos al cine pero ambas salíamos que hacer ese ridículo juego no nos haría cambiar de opinión… Siempre terminábamos viendo una película en su apartamento mientras nos recostábamos en la cama y nos deleitábamos con comida ‘chatarra’ como muchos suelen llamarle pero Jayde prefiere decirle antojos. Jayde y yo éramos completamente opuestas en el género fílmico, yo prefería las comedias románticas mientras que ella se iba más por las de misterio y si se trataba de asesinatos eso le atraía más la atención, como “The Lovely Bones” Es una de sus películas favoritas. Y, ¿Cómo olvidar su adorable risa cada vez que ve el duelo de Steve Jobs contra Bill Gates en un Rap? Juro que cuando me lo enseño no pude evitar llorar de la risa…

Como también extrañaré las veces en las que ella me despertaba para ir a practicar yoga en la azotea, era raro pero en lo personal me encantaba y también lo odiaba, tenía que ponerme una sudadera por el frio mientras yo envidiaba a Jayde al verla en unos pants sencillos y una camiseta desmangada.

En un principio sabía que era una locura, pero… a veces lo que comienza como una locura, puede convertirse en lo mejor de tu vida.

Su sonrisa hace que mi vida tenga sentido, su rostro hace que el mundo fuera bueno, soy tan afortunada de haber encontrado a alguien tan especial como ella, es la única que hace que logre sentirme completa en mil maneras... ¡Dios! Como extrañaré mi rutina voyerista secreta, me encantaba hacerme la dormida mientras ella se iba una que otra mañana al Allen a hacer sus ejercicios y yo me deleitaba observándola desde el balcón.

  • Sia, ya vámonos – Decía Claire entrando a la habitación – Mi mamá está afuera esperándonos.

  • Sí, ya voy – La miré y tenía una sonrisa, rara… - ¿Y tú, qué tienes?

  • ¿Yo? – Suspiró señalándose a sí misma, asentí – Nada – Negó rápidamente – Vámonos, mi mamá quiere llevarnos a “Ladurée” – Dijo emocionada. La seguí y efectivamente, ahí estaba su mamá quien traía un vestido de Stella Mccartney y unos cómodos pero altos, Neiman Marcus rojos. Nos estaba esperando en la puerta del Cadillac Escalade negra mientras hablaba por teléfono tranquilamente.

Su cabello dorado completamente lacio y largo hasta la mitad de la espalda, esa sonrisa que cualquiera podía llegar a pensar que es hipócrita pero no, esa era su verdadera sonrisa. Su maquillaje era muy poco y eso le hacía resaltar sus carnosos labios carmesí. Su rostro estaba completamente cuidado, sin ningún rasgo de manchas y/o arrugas a pesar de tener casi cuarenta y dos años.

  • Hola, cariño – Saludó cariñosamente la madre de Claire.

  • Hola, Sra. Broussard – Dije al finalizar el abrazo.

  • Dime Clarisse, Anastasia – Rió haciendo el ademán con la mano para que subiera a la camioneta.

  • Lo siento – Murmuré apenada, muchas veces me decía lo mismo.

  • ¿Has hablado de nuevo con ella? – Pregunto Claire murmurando.

  • No - Conteste - Me dijo que en un rato me hablaba y ha pasado casi cuatro horas y nada, ¿Por qué la pregunta? – Ella me miro nerviosa y hasta cierto punto, sorprendida.

  • No, por nada - Encogió de hombros y desvió la mirada hacia la ventana.

  • ¿Que sucede, Claire? - Pregunté enseguida en voz baja.

  • ¿Debería suceder algo? – Volteó a verme.

  • No lo creo… - Murmuré con el ceño fruncido.

  • Lo siento, niñas – Decía la mamá de Claire mientras llevaba su dedo índice derecho a su ceja del mismo lado – Habrá cambios de planes, iremos a L'Atelier Saint – Dijo y el chofer asintió mientras se desviaba por el Boulevard Malesherbes. Claire gruñó y rodó los ojos – Nos veremos con tus padres – Me miró con una sonrisa – Dicen que tienen una noticia que darte.

  • Yo quería mi macaron de coco – Se quejó Claire cruzándose de brazos. Yo solamente asentí en silencio.

Al llegar al restaurante, esté estaba completamente lleno pero afortunadamente ahí estaban mis padres en una mesa alejada de la gente.

  • ¿A dónde vas? – Pregunté nerviosa al verla excusarse de la mesa.

  • Al baño – Dijo Claire divertida mientras se alejaba de nosotros.

  • Y, bien… ¿Qué sucede? – Pregunté al ver a mis padres con una sonrisa de oreja a oreja.

  • Bueno… - Comenzó a hablar mi papá - ¿Recuerdas de lo que habíamos hablado antes de irnos a Londres? – Negué extrañada – La casa… - Murmuró.

  • Oh – Suspiré con una sonrisa – Sí, ya recuerdo – Reí emocionada - ¿Y?

  • Y hable con uno de los agentes inmobiliarios y ya firme el contrató… - Sonrió mi papá.

  • ¡Mañana nos mudamos a Île Saint-Louis! – Exclamó feliz mi mamá con aquel acento francés marcado.

  • ¿En serio? – Suspiró sorprendida la madre de Claire - ¡Felicidades! Ahora estaremos más cerca – Rió.

  • Iré a buscar a Claire – Me levanté y caminé hasta los baños pero su voz me detuvo, por un momento creí que saldría del baño pero me di cuenta que estaba hablando con alguien, ¿Teléfono tal vez? Solamente escuchaba respuestas cortas como ‘Sí’, ‘No’, ‘Apresúrate’, ‘Es mala idea’, ‘Va a enojarse’… - Claire – La llamé y ella dejo de hablar – Ya vamos a ordenar, apresúrate.

Regresé a la mesa y sin darme cuenta, Claire estaba detrás de mí. Ambas nos sentamos en silencio y comenzamos a ordenar.

  • Claire, lo siento, pero hoy saldré de la ciudad – Dijo su madre después de colgar la llamada.

  • Mamá, ¿Anastasia puede quedarse a dormir en la casa? – Preguntó Claire mientras salíamos del restaurante. Su madre asintió – Perfecto – Se dijo a sí misma.

  • ¿Por qué quieres que me quede en tu casa? – Susurré detrás de ella.

  • Tengo que mostrarte algo – Volteó a verme con una sonrisa – Aparte no quiero quedarme sola – Rió subiéndose a su camioneta.

  • Entonces, creo que te iras con Claire, ¿No? – Preguntó mi mamá.

  • Sí.

  • Cuídate – Sonrió – Te veo mañana, pero regresa a la casa y búscate tu ropa – Nos vemos luego – Se despidió de Claire y su madre.

Fuimos a ‘Ladurée’ y como era de esperarse, Claire se deleitaba de sus macarrones de coco. Regresamos a mi casa por mi ropa y nos fuimos a casa de Claire. Su casa era inmensa, cuatro pisos y con un extenso jardín el cual era vigilado por dos enormes Pinscher’s que a simple vista daban miedo pero sí ellos te conocían eran muy cariñosos y eso a veces molestaba a Claire, ella quiere que se vean rudos a todas horas.

    • ¡Hola! – Respondí con una sonrisa.
    • Hola, hermosa – Juro que su voz es increíblemente seductora, su acento neerlandés/británico me fascinaba – Perdón por tardar en devolverte la llamada – Dijo apenada – Tenia unos asuntos pendientes – Rió – Cuéntame, hermosa… ¿Qué has hecho? – Se escuchaba agitada y eso me parecía extraño.
    • Me quedaré a dormir en casa de Claire – Dije mirando toda la habitación para asegurarme de que estuviera sola, no me gustaba que me escucharan hablar por teléfono - ¿Corriste un maratón? – Me burlé.
    • Algo así – Volvió a reír, se escuchó la risa de alguien al fondo pero no logré reconocer la voz – Estoy algo ocupada aquí, ¿Puedo volver a llamarte en una hora?
    • Sí, no te preocupes… - Con cierta confusión finalice la llamada.
  • ¿Era ella? – Preguntó Claire entrando a la habitación, asentí a su pregunta.

  • ¿Y qué hacemos? Porque al parecer va a llover y no tengo ganas de salir… ¿Vemos alguna película? – Sugerí.

  • Claro – Sonrió Claire.

  • Srta. Broussard – El mayordomo se asomó por la puerta.

  • ¿Sí? Dime, Nestor – Sonrió Claire acercándose al mayordomo que no pasaba de los cuarenta y cinco años quien vestia un ajustado esmoquin y sus manos estaban adornadas por unos hermosos guantes blancos.

  • El joven Leblanc está esperándola en la puerta – Claire y yo suspiramos frustradas.

  • Hazlo pasar, dile que me espere en la sala de estar y por favor, Nestor… No le digas que Anastasia está aquí – Nestor sonrió asintiendo y se retiró.

  • ¿Qué voy a hacer? – Me pregunté a mi misma algo fastidiada.

  • ¡Ya dile! – Suspiró Claire acomodándose su suéter – Dile que no es tu tipo, no tienes interés por él… No entiendo como no se cansa.

  • Ya le he dicho pero no quiere aceptar el ‘No’ – Murmuré apenada – Cada vez que hablamos de eso me estresa y él se pone molesto.

  • ¡Anastasia! – Se quejó – ¿Por qué no le has dicho ‘eso’? – Preguntó remarcando lo último.

  • No lo sé, tengo miedo… Louis es… tu sabes.

  • ¿Homofóbico? – Asentí algo nerviosa.

  • Tengo miedo de que diga algo, no tengo miedo por mí… sino por Jayde... No quiero arruinar todo lo que ella ha conseguido por mi culpa.

  • Anastasia, ¿Te estas escuchando? – Suspiró enojada – Hablaré con él, tranquilízate… Iré a ver que quiere.

  • Mejor, vamos las dos – Suspiré nerviosa.

  • No es necesario – Intervino Claire saliendo de la habitación pero de detuvo en la puerta y volvió a verme – Iré yo, tú quédate AQUÍ – Cerró la puerta y escuche sus pasos alejarse.

Para calmar mi ansiedad quise intentar algo, caminé hasta la cama y me recosté sobre mi abdomen mientras revisaba mi bolso hasta que… Ahí estaba, la servilleta de papel de color celeste que traía escrito:

Buenos días hermosa, tuve que irme pero nos veremos en la noche. –J”

Todo eso estaba escrito por la perfecta escritura de Jayde.

Mi mente viajo exactamente quince días atrás, veintiséis de Diciembre.

Los padres de Ariana habían salido de la ciudad, ellos se habían ido a Manchester por un reconocimiento que recibiría su papá y no regresarían hasta al día siguiente por la tarde.

Ya era de noche, o mejor dicho, madrugada en la habitación de Ariana. En la cama estaba Claire y Ariana jugando con sus respectivos teléfonos pero en cuestión de minutos se habían quedado dormidas. Mientras que en el sofá cama estaba yo, y a mi lado estaba Jayde, tan encantadora como siempre. Estaba simplemente acostada detallándome mientras yo a decir verdad no le prestaba la mayor de las atenciones, me encontraba profundamente concentrada en mi teléfono hablando con un familiar, específicamente mi prima, Jenna. Nos masajeábamos tonterías hasta que comenzó a reclamarme por una tontería que exactamente no recuerdo cual era. Pero no quería que me arruinara la noche así que dejé mi teléfono a un lado y vi que todas estaban dormidas, inclusive Jayde quien me había dado la espalda. Me recosté en la almohada silenciosamente y me arropé como pude, hasta que Jayde se dio la vuelta quedando justo frente a mí, yo a su izquierda y ella a mi derecha. Abrió los ojos y nuestras miradas se encontraron. Ambas estábamos arropadas hasta la nariz de modo que sólo se nos veían los ojos. Cuando repentinamente ella, lentamente comenzó a desarropar su rostro, se levantó un poco y a toda velocidad me desarropó a mí y literalmente se lanza hacia mí dándome el más profundo de los besos. Ésta vez ella estaba sobre mí, en unos pants cómodos y una camisa desmangada. Con su cabello castaño perfectamente desordenado y sus labios rosados unidos a los míos. Era algo que las palabras "real" o "mágico" quedaban cortas para describir ese momento. Es de esos momentos que dudas que pasen, pero suceden. Sorprendentemente suceden. Estábamos en perfecta armonía y podíamos continuar así por el resto de la noche, mordía su labio varias veces y ella el mío. Nos separamos unos segundos y ella, lo más discretamente que pudo comenzó a mirar hacia mi escote, pero sin desviar su mirada de mis ojos. Sus manos estaban relativamente cerca de mis muslos y a decir verdad; no me hubiese importado perder completamente (en ese momento) la cordura esa noche con ella, ya iban varias veces que estábamos a punto de llegar a perderla pero X o por Y algo o alguien nos interrumpían y eso en lo personal me ponía de malas. Y ni se diga de Jayde, ella se apenaba y solamente entraba en un estado mute por todo el día, y solamente la encontraba en silencio con la mirada pensativa.

Con la mirada le suplicaba que me besara, ella tomó mi rostro entre sus manos acariciando mi cabello y sonrió de lado haciendo que me perdiera en esos ojos exóticos. Su mirada dorada y celeste, tan única que podría jurarles que brillaban en la oscuridad sin la necesidad de la luz que atravesaba entre las cortinas por la ventana.

  • Hermosa… - Suspiró ella sin dejar de acariciar mi rostro - ¿Cómo puedes ser tan perfecta? – Murmuró cerca de mis labios, podía sentir la suavidad de sus labios y su tibio aliento con olor a menta chocar cerca de mi boca – Te anhelo intensamente con cada fibra de mi ser y… me siento afortunada, tú llenas ese vació que tenía y me siento… bien contigo – Susurró rozando su nariz con mi mejilla derecha. Inconscientemente y casi por inercia sonreí de una manera única – Me tienes... – No deje que siguiera hablando porque sí no, yo terminaría llorando. Sostuve su rostro con mis manos y la besé lentamente.

Continuamos con esos interminables besos cuando de repente siento una de sus manos acariciar uno de mis muslos haciendo que sintiera un pequeño cosquilleo no sé dónde pero se sentía tan bien. Mordí su labio superior tratando de evitar hacer algún ruido ante sus suaves caricias. Nos volvimos a separar y con el mayor de los silencios nos dimos poco a poco la vuelta quedando ésta vez yo arriba de ella aprisionándola con mis piernas y ella agarrándome firmemente con sus manos mi cintura. Me incliné hacia su rostro y volvimos a besarnos, lento y sin prisa…

Ella desvió sus besos de mis labios para situarse en mi cuello y mis hombros. Sentía sus cálidas caricias en mi espalda por debajo de la camisa que traía. Sus manos subían y bajaban despacio haciendo que más de una vez lograra sentir sus uñas provocándome un estremecimiento de pies a cabeza…

  • ¡Anastasia! – Gritó Claire enfrente de mí.

  • ¿Qué pasó? – Pregunté algo desubicada.

  • Entre a la habitación y comencé a explicarte la razón por la que vino Louis y por un momento creí que me oías hasta que te hice una pregunta y te encontré ida en tus pensamientos – Se burló Claire sentándose a mi lado - ¿En qué piensas?

  • Cosas, Claire – Contesté nerviosa mientras guardaba con prisa todo lo que había sacado de mi bolso lo cual no era mucho - ¿Qué quería Louis?

  • Oh, sí… Tenemos que ir a la fiesta…

  • ¿Qué fiesta? – Claire me miró amenazante – Fiesta… – Murmuré sentándome al borde de la cama mientras la veía entrar a su inmenso closet.

  • En el “Intercontinental”… ¿Recuerdas que ayer tu mamá nos preguntaba sobre nuestros planes? – Preguntó mientras salía con nuestros vestidos en la mano.

  • Ay… No, ¡No! – Me deje caer en la cama - ¿Cómo pude olvidarlo? – Suspiré molesta conmigo misma - ¿Cuánto tiempo tenemos?

  • Tres horas y media… Pero no te preocupes, Louis fue tan amable y vino acompañado – Sonrió ampliamente.

  • No… - Suspiré con una sonrisa - ¿Elisa? ¿Yvan?

  • ¡Sí! – Sonrió – Vamos, están esperándonos en la habitación de huéspedes.

Ambas salimos de la habitación y caminamos hasta el otro extremo de la casa y al entrar ahí estaban las dos mejores personas que podría considerar parte de mi familia. Elisa al verme corrió a mí y me abrazo efusivamente.

  • Elisa, me estas asfixiando – Reí al lograr deshacer el abrazo – También te extrañe, hermosa – Sonreí volviendo a abrazar a esa escultural chica de cabello castaño.

  • Joyeux Noël... Oh, aussi bonne année (Feliz Navidad… Ah, y Feliz Año Nuevo) – Rió – Toma tu regalo.

  • ¿Qué es? – Pregunté mientras lo agitaba y me concentraba en lo que se escuchaba en su interior.

  • Ábrelo – Rió.

  • Hola, pequeña – Saludó Yvan, ¿Cómo puedo describirlo? Es el hermano perdido de Tyler Oakley, pero su hermano australiano.

  • ¡Yvan! – Lo abracé con fuerza.

  • Al parecer me extrañaste mucho – Rió entregándome otro regalo – Feliz Navidad y, también Año… pero no te atrevas a agitarlo – Me amenazó sonriente.

  • Gracias – Sonreí abriendo primero el de Elisa - ¡Sí! – Grité abrazándola con fuerza - ¡Gracias!

  • ¿Te gustó?

  • ¡Me encanto! ¡Me encanto! ¡Me encanto! – Sonreí ampliamente mientras acariciaba la cubierta del libro y repasaba el título del libro. “Beware of Pity” de Stefan Zweig – Veamos qué es esto – Levanté una ceja mientras veía a Yvan sonriente - ¡Por dios! ¡YVAN! – Grité sobreactuando - ¿Cuánto tiempo te llevo hacer esto? – Pregunté sin apartar la mirada del pastel. Siempre veía fotografías de ese hermoso y colorido pastel en internet pero tener uno frente mío era algo hermoso.

  • Toda la noche, pequeña – Bromeó abrazándome – Feliz cumpleaños atrasado – Rió - ¿Te gusta?

  • ¿Bromeas? ¡Me encanta! No debiste molestarte…

  • Es lo menos que puedo hacer después de no haber podido mandarte tan siquiera un mensaje de felicitaciones – Sonrió – Aparte no fui el único que lo hizo, Elisa también ayudo…

  • ¿Me invitas? – Sonrió Claire sin apartar la mirada del hermoso pastel de Kit Kat & M&M’s.

  • Chicas, lamento romper el hermoso momento pero Elisa y yo tenemos que ponerlas más hermosas de lo normal – Decía Yvan mientras me indicaba que me sentara en la silla giratoria que estaba frente al inmenso tocador que ya estaba cubierto de todo tipo de brochas, lápices labiales de varios colores, etc…

Elisa se encargaría de Claire pero me di cuenta de algo, estas se murmuraban cosas y varias veces notaba la mirada de ambas logrando ponerme nerviosa y eso las hacia explotar en carcajadas.

  • ¡Ya, basta! – Suspiré volteando mi rostro hacia ellas evitando que Yvan me pusiera el Rouge Dior rojo - ¿Por qué me miran así?

  • Sia… Tranquila – Rió con nerviosismo Claire.

  • Es que… Estas hermosa – Sonrió Elisa y yo por inercia levante una de mis cejas mientras la miraba como diciéndole “No te atrevas a mentirme…”. La sonrisa de Elisa se borró enseguida – Bueno, este… Eh… Claire me comentó tu relación, solo eso.

  • ¡Claire! – Gruñí molesta.

  • No te molestes con ella, solamente me estaba hablando cosas lindas de tu… novia – Murmuró lo último en voz baja y algo apenada.

  • ¿¡Novia!? – Preguntó Yvan anonadado detrás de mí mientras me miraba a través de espejo – No conocía eso de ti, mi amor – Susurró aun con sorpresa - ¡Cuenta, mujer!

  • Es mi vida privada – Murmuré bajando la mirada sintiendo mi rostro caliente, sutilmente mire al espejo y estaba completamente roja.

  • Ay, por favor – Se quejó riendo Claire – No se preocupes, yo les cuento – Sonrió obteniendo la atención de los curiosos.

  • Dices algo y juró que te mató – Siseé entre dientes.

  • Bueno, bueno – Levantó sus manos al aire en forma de derrota – Ya me calló.

  • Pero, ¿Y, Louis? Digo, ¿No es tu novio? Creí que tenían algo entre ustedes – Decía Elisa antes de comenzar a maquillar a Claire.

  • No tenemos nada, es solo un amigo – Respondí un poco incomoda.

  • Ese chico me da un poco de pena – Se burló tratando de no sonreí.

  • Cállate, Claire – La regañé sintiendo el delineador en las pestañas del párpado superior derecho.

  • No dije nada malo… Es la verdad.

  • Deja de burlarte, porque no eso no me ayuda en nada.

  • ¿Ayudar en qué? – Preguntó Yvan separándose de mí.

  • Tienes que decirle, Anastasia – Interrumpió Claire – Es la única opción que queda – Ella se encogió de hombros.

  • No haré eso, ¿Sí? – Respondí.

  • Esta bien, está bien – Tarareó burlescamente – Deberías hablar con él y decirle – Ignoré a Claire y regresé mi mirada a Yvan.

  • Louis no sabe de mi relación con esta chica…

  • Jayde – A completó Claire. La miré furiosa y ella sonrió sínicamente.

  • Jayde – Repetí volviendo a mirar a Yvan – Él es… Bueno, tú sabes…

  • ¿Homofóbico?

  • Eso… Y bueno, tengo miedo de decirle… ¿Qué tal y explota y va a comentarlo con mis padres?

  • ¿Y sí se encarga tu tío Zinedine? – Escupió Claire obteniendo la mirada asesina de todos.

  • ¡Por dios, Claire! – Exclamé molesta – No es broma…

  • ¿Qué? – Encogió los hombros – Él trabaja para la interpol, que tu tío que deshaga de Louis – Rió Claire.

  • Mejor cállate, Claire – Se quejó Elisa golpeándole uno de los brazos.

  • Por eso preferimos la opinión de Ariana, ella es más… adulta que tú – Comentó Yvan riendo al ver a una ofendida Claire.

  • ¿Esa es la razón por la qué me excluyen siempre de sus pláticas? ¡Bien! – Fingió recentismo al cruzarse los brazos.

A veces me daban ganas de ahorcarla o colocarle una almohada en la cabeza mientras duerme hasta que deje de patear pero quiero mucho a esa tonta inmadura. No entiendo como la soporta Ariana.


Jayde

No siempre podemos controlar nuestra vida, ni son nuestras decisiones las únicas que afectan a nuestro camino… habrán otros que se interpongan y lleguen a sus conclusiones, las cuáles nos salpican y terminan por modificar nuestra propia conducta…

Hay decisiones con las que no estamos de acuerdo, pero por respeto, tenemos que acatar… También hay decisiones que nos entristecen y no compartimos, pero que por amor, tenemos que aceptar…

Esas decisiones que nos duelen y nos llegan a matar por dentro, pero que por lo demás, no podemos cuestionar… A veces, sin nosotros quererlos, nos vemos obligados a actuar conforme a lo que los demás quieren… porque aunque no queramos y no compartamos esa decisión, sabemos que es lo mejor para no terminar peor…

Hay ocasiones en las que sabes que lo mejor es quedar en un segundo plano, y dejar a otros que tomen decisiones sobre tu vida… para no hacer más daño, para no sufrir más… Aunque duela y pierdas… aunque te lamentes y te entristezcas… aunque prefieras hablar y no puedas… Enmudece, respeta, acepta… no siempre se tiene lo que uno desea…

Pero, hay decisiones que… cambian todo, haciendo que todo este a tu favor.

Respiré hondo por la nariz y expulsé el aire por los labios después de haber cruzado por la puerta giratoria. Camine hasta acercarme a la acera donde se encontraban una extensa línea de taxis y por un momento reflexione la idea que tendría en mente, no podría ser tan malo… ¿O sí?

  • Buenas noches, ¿Desea un taxi? – Preguntó un señor alto y delgado que no pasaba de los cincuenta y cinco años haciendo que saliera de mis pensamientos.

  • Buenas noches, sí, por favor – Respondí sacudiendo los copos de nieve que habían caído sobre mi abrigo antes de subir al taxi.

  • ¿Hacia dónde? – Preguntó el conductor encendiendo el auto.

  • Primero, necesito hacer una parada en Merveilleuse – Contesté viéndolo por el retrovisor – Y no se preocupe por el taxímetro – El señor asintió saliendo del estacionamiento de la estación.

  • Disculpe, pero… ¿No tendrá alguna dirección exacta? Sé que es una tienda pero no recuerdo… - Saqué mi teléfono que estaba en uno de los bolsillos y se lo pase al conductor – Rue du Temple... – Se dijo a sí mismo – Oh, no estamos lejos – Sonrió acelerando.

  • ¡Perfecto! – Sonreí acomodándome en el asiento.

  • ¿Usted no es de aquí, verdad? – Preguntó al detenerse en el semáforo rojo.

  • No, no…

  • Entonces, ¿Qué le trae por aquí?

  • Un enorme asunto personal  – Respondí con una enorme sonrisa.

  • ¡Oh! Debe ser un asunto importante…

  • Lo es, señor…

  • Gaël, me llamo Gaël – Se presentó.

  • Mucho gusto, señor Gaël… Sabe, usted me recuerda mucho a mi difunto abuelo – Sonreí con nostalgia.

  • ¿Qué sucedió con él, señorita?

  • Falleció de un paro cardiaco, pero… Ya era su hora, usted sabe… - Encogí de hombros.

  • Lamento mucho su perdida – Murmuró apenado.

  • ¿Usted tiene familia?

  • No, señorita…

  • Dígame Jayde.

  • Esta bien, Jayde… No tengo familia…

  • ¿Pero tiene hijos, no?

  • No… Sí, tuve una hija pero falleció a los dos meses de nacida.

  • Como lo siento, Gaël – Me disculpe avergonzada - ¿Y su esposa?

  • Já… Mi esposa – Suspiró con cierta nostalgia – Un día llegue del trabajo y había una carta donde explicaba que se iba, que no soportaba estar un día más conmigo…

  • ¿Y no la busco?

  • Sí, tuve que tomar dos trenes para llegar hasta Pérouges para ir a buscarla con su hermana que era su único familiar pero ella no estaba ahí… Estuve casi un año buscándola hasta que me di por vencido…

  • Entonces… No la volvió a ver – Dije con un nudo en la garganta y comenzaba a hiperventilar.

¿Y sí eso me ocurre con Anastasia? No específicamente con un bebé pero puede ser con algo que haga que ambas comencemos a pelear hasta llegar al punto en ponerle fin a todo…

  • ¡No! Claro, la volví a ver… Aun lo recuerdo, jueves… doce de marzo del ochenta y siete. Estaba caminando cerca Royal en donde tendría una entrevista de trabajo en “Villalys” y ahí la vi… Después de dos años, ahí la vi feliz… con otro hombre – Sentí un horrible escalofrió recorrer mi columna – No hablamos, ella ni me había visto y prefería que no lo hiciera…

  • ¿Por qué?

  • Era lo mejor, Jayde… - Y fue ahí cuando me di cuenta de algo, ambos nos estábamos contando nuestras vidas. Yo soy una persona muy reservada pero por alguna razón confió en este hombre – Hemos llegado – Avisó al detenerse frente a una tienda pintada de rojo.

  • Espere aquí – Dije al bajarme del taxi. Miré los artículos que traían los maniquís dentro de esa vitrina pero no necesitaba vestimenta, ya la traía.

Entre a la tienda y me miró una señora de unos cuarenta años, me sonrió y yo seguí mi camino. Me detuve en el mostrador de vidrio buscando una de las dos cosas que me faltaban.

  • ¿Te gusta? – Preguntó la amable señora. Asentí con la mirada – Es algo simple, pero tengo uno perfecto para tus ojos – La miré sin entender.

La señora se dio la vuelta y desapareció por uno de los pasillos de la tienda. Seguí mi recorrido por el mostrador hasta que mire unos dibujos graciosos que hicieron que sacara más de una carcajada. Mire un bombín negro, no me gustó mucho hasta que vi un hermoso sombrero de copa alta el cual era abrazado por un listón blanco, elegante y algo correcto de llevar.

  • ¿Cuánto cuesta? – Pregunté asombrada al ver el hermoso antifaz. No tenía esas ridículas plumas, ni mucho menos encaje, era simple pero hermoso. Tenía unos detalles dorados tan extraños, al tocarlo su textura era dura y podía jurar que se veía antigua - ¿Esto es viejo? – Ella negó con la cabeza.

  • Yo la hice hace unas semanas atrás, nunca la logre vender… Todos buscaban los típicos antifaces de carnaval…

  • Buscaban cliché – Me limité a decir y ella asintió - ¿De que esta hecho? – Pregunté mientras pasaba una y otra vez las yemas de mis dedos por la nariz del antifaz el cual era puntiagudo y bajaba casi como el pico de un águila.

  • Papel maché – Esa era la explicación de porqué se veía tan hermoso el antifaz.

  • Me lo llevo – Sonreí - ¿Cuánto sería?

  • Conserva el antifaz – Sonrió.

  • No podría aceptarlo, debió haber sido mucho el trabajo que le dedico a esto…

  • Consérvalo, debió haber valido la pena venir hasta aquí – Sonrió.

  • Pero, ¿Usted… cómo?

  • Digamos que estudio a la gente – Respondió.

  • Tenga – Dije sacando un billete de veinte.

  • ¡Es demasiado! – Gritó mientras yo caminaba hasta la salida con el antifaz en la mano y el sombrero en la cabeza. Giré hasta la señora y ella aún tenía el billete de veinte euros en la mano.

  • ¡Buenas noches! – Me despedí con una sonrisa al salir de la tienda.

  • ¿Ahora a dónde? – Preguntó Gaël comenzando a avanzar.

  • Rue Scribe con Capucines…

  • Bien – Suspiró con una pequeña sonrisa - ¿Encontró lo que buscaba? – Asentí.

  • Ahora falta lo más importante de la noche – Me dije a mi misma en voz baja – Anastasia… - Sonreí nerviosa.


Anastasia

  • Siento un nudo en el estómago – Comenté en voz alta mientras entrabamos al enorme salón de eventos del hotel.

  • Tranquila – Sonrió Claire – Me siento muy al estilo incógnito – Rió ajustando su purpura pero llamativo antifaz - ¡A divertirse! – Exclamó mordiéndose involuntariamente su labio inferior.

  • Por favor, Claire… - Me quejé al verla observar a nuestro alrededor buscando a su próximo ‘Romeo’. Miré por el hombro de mi amiga y ahí estaba Louis viniendo hacia nosotras provocándome nerviosismo.

  • Damas, hermosas, me han dejado cautivado con tanta belleza… - Comenzó a decir mientras se sostenía las solapas de su característico Hugo Boss.

  • Hola, guapa – Un chico se acercó a Claire logrando interrumpir la coquetería de Louis – Permiso – Volteé a verlo encontrándome con sus ojos negros escondiendo el rostro en una máscara similar al del el fantasma de la ópera.  Yo solo pude sonreír un poco molesta al ver como aquel desconocido se iba con Claire a la pista de baile.

  • Por fin – Embozó una sonrisa, según él, carismática – Estamos solos… - Se acercó mientras iba inclinando su cabeza haciendo que sus ojos estuvieran cerca de los míos.

  • Louis, basta – Una mueca de desagrado adornó mi rostro al mismo tiempo que lo empujaba lejos de mí.

  • ¿Qué, hermosa? – Ladeó su cabeza sin borrar su sonrisa pero esta vez era distinta, era en forma de burla – Oh, vamos… Yo sé que te gusto, ¿Por qué te sigues negando? – Volvió a acercarse tomándome con sus manos por mis brazos – Tú y yo somos la pareja ideal. Ambos tenemos buena posición social, económica, nuestros padres son socios… ¿Por qué romper ese lazo? Además, serias la madre perfecta… - Suspiré frustrada zafándome de él.

  • No quiero nada contigo, por favor, Louis… ¿No entiendes? No te veo de esa manera…

  • Anastasia, Anastasia, Anastasia… Que tontita eres – Sonrió con cinismo – Deja de negar tu amor, no regresaras a Londres. Te aseguró que se ha olvidado de ti – Carcajeó mientras yo me encontraba en mute y con los nervios al mil.

  • ¿Qué… Qué sabes? – Pregunté con un hilo de voz.

  • ¿Crees que nadie se daría cuenta? Yo sé que te veías con alguien en Londres y te aseguró que él ya te olvido – Tan solo escuchar el famoso ÉL me tranquilizó un poco pero no del todo – De seguro era un muerto de hambre, no sé qué le ves a los plebeyos… Son inútiles, estúpidos… Ellos nacieron para seguir nuestras órdenes, nacieron para estar a nuestros pies, ¿Qué no entiendes? Por eso los plebeyos se acercan a ti, porque se aprovechan de tu inocencia  para sacarte dinero, ¡Deja de creer que el mundo es color rosa, Anastasia! – Exclamó furioso.

  • ¡Cállate! – Grité molesta dándole una fuerte bofetada en su mejilla izquierda. Él regreso su mirada a mí y noté su rostro rojo a pesar de traer el antifaz negro puesto. Miré disimuladamente a mí alrededor y más de uno era espectador de nuestra pelea, veía el rostro de cada uno y era como ver a Louis en una edad más grande, todos tenían el mismo carácter que él o mucho peor. Giré Miré sobre mi hombro y veía a mi padre a lo lejos molesto y sabía que era conmigo.

  • Ven aquí y baila conmigo – Ordenó después de haber suspirado con fuerza.

Me tomó de la mano y me llevo hasta la pista de baile. Coloqué mis manos en sus brazos para mantener distancia que el trataba de hacer más corta mientras tenía sus manos en mi cintura.

Quería morir en ese momento, bueno, tampoco tanto así pero quería, no sé… Estar sentada en alguna mesa acompañada de la soledad. ¿Cómo se habían atrevido a cambiar Frank Sinatra con Shania Twain? Era una canción de las canciones favoritas de Jayde que tenía en su playlist del iPod.

Cinco canciones tuvieron que bastar para que Louis quisiera ir por alguna bebida, aproveche la oportunidad y camine hacia la salida en donde por un costado habían unas escaleras que llevan a los balcones del segundo nivel que rodeaban el salón.

    • ¿Hola? – Respondí sin mirar la pantalla del teléfono mientras caminaba por el pasillo muy tenue que era iluminado por velas pilares que se encontraban ajustadas en unos pedestales de madera que estaban incrustados a lo largo de los pasillos del segundo piso.
    • Hola, hermosa – Su voz… ¡Dios! ¿Cómo puede ser tan inocente y seductora a la vez?
    • ¡Hola! – Saludé eufórica - ¿Y ese ruido?
    • Estoy aquí sentada en los escalones de la estatua de Anteros, ¿Y tú? ¿Estás en una fiesta? La música esta excelente…
    • Sí, es una fiesta… ¿Cómo decirlo? Tradicional en mi familia – Sonreí con burla al ver desde el balcón a Louis quien me buscaba de un lado a otro en todo el salón.
    • ¿Tradicional? Nunca me habías contado… Quiero saber, me gusta escucharte. Me imagino que te debes estar divirtiendo, Ugh – La escuché suspirar – Que tonta, creo que estoy interrumpiendo tu noche.
    • No, tranquila, cariño – Intervine – De hecho me fastidie de las miradas que tenía encima y decidí alejarme de la fiesta – Decía sin apartar la mirada de aquel hermoso candelabro que colgaba en el techo a mitad del salón.
    • ¿Miradas? Oh, mi amor… Eres hermosa, ¿Quién no quisiera voltear a verte?
    • Jay… – Suspiré sonrojada.
    • Pero, no estas fuera del lugar, ¿No? Porque no quiero que te pase nada…
    • No, mi amor, estoy en los balcones del segundo nivel… Te extraño – Suspiré frunciendo el ceño.
    • No eres la única, no tienes idea de cuánto te extraño – Y sin verla, sentí como ella sonreía.
    • Hermosa, creo que no interrumpiré más tu fiesta…
    • Je t'adore (Te amo) – Dije con el corazón en la boca.
    • Moi aussi je t'adore (Yo también te amo) – Finalizó la llamada y lo único que quería era llorar, estoy completamente enamorada de esa hermosa mujer que tiene sus arranques infantiles de vez en cuando pero no importaba, ella tenía algo que me fascinaba pero aun no sabía que era y eso de alguna forma me atraía aún más.

Volví a guardar mi teléfono entre el pequeño escote y coloque mis manos al borde del balcón y me dedique a admirar y deleitarme de la música que de repente había cambiado. Una guitarra española resonaba en el salón, lentamente se reincorporaron los instrumentos de cuerda acompañados con los de viento. Los sonidos fueron disminuyendo y fue ahí que entró la voz, una voz masculina acompañada de la guitarra, violines y los tambores.

Unos brazos me abrazaron por la cintura haciendo que diera un pequeño salto de sorpresa, ese olor… ¿Cómo olvidarlo? ¿Cómo se puede olvidar el aroma del GIÓ del noventa y dos? Bajé la mirada y esos brazos, esas manos, esos dedos…

  • Aimer… c'est voler le temps (Amar… Es robar el tiempo) – Su voz... ¡Era ella! Quise darme la media vuelta pero me lo impidió sosteniendo mis muñecas y arrinconándome más a la columna del balcón – Aimer… c'est rester vivant (Amar… Es estar vivo) – Tarareó apoyando su mentón en mi cabeza – Et brûler au cœur d'un volcán (Y quemarse en el centro de un volcán) – Siguió acompañando la voz femenina que deleitaba a los invitados, pero yo me deleitaba de la voz de mi NOVIA – Aimer… c'est c'qu'il y a de plus… grand… (Amar… es lo más gran qué… hay…) – Sin dejar de murmurar la canción, me dio lentamente la vuelta y ahí la vi.

Vestía un hermoso esmoquin Lavin a la medida, unos… ¿Zapatos de vestir? ¿Jayde vistiendo zapatos? Creo que son unos Magli, mi padre calza mucho de Bruno. Su cabello castaño iba completamente escondido debajo de aquel elegante sombrero y su rostro era protegido por un antifaz poco común pero sin quitarle lo misterioso y atractivo. Sus ojos parecían zafiros, un brillante dorado en el lado izquierdo y un azul celeste llegando a ser gris claro en el lado derecho.

Ladeo su cabeza al igual que una sonrisa de la misma manera salía de sus labios y con lentitud llevo su mano derecha acariciando mi mejilla con la yema de su pulgar y la vi respirar hondo por la nariz logrando acariciar mi pecho con su suspiro labial.

Llevo ambas manos a mi rostro colocándolas en mi quijada haciendo que levantara mi rostro y la vi inclinarse hacia mis labios, lentamente cerré los ojos y sentí sus tibios labios con los míos que se encontraban calientes al encontrarme con los suyos.

Aimer… et sentir son cœur (Amar… Es sentir su corazón)… Aimer… pour avoir moins peur (Amar… Es para tener menos miedo)

  • Te amo – Susurró haciendo que sienta sus labios rozar con los míos al hablar.

  • Yo también te amo – Dije aun sin poder abrir los ojos.

  • Mírame… - Murmuró. Abrí con lentitud mis ojos encontrándome con los suyos que estaban brillosos con la mirada fija en mí – Te extrañe, preciosa.

  • Yo también te extrañe – Suspiré con un nudo en la garganta, las ganas de llorar me invadirían en cualquier momento. Lleve mis brazos a su cintura y la abrace con fuerza recostando mi cabeza en su pecho.

  • No llores, mi amor… - Decía llevando una de sus manos a mi cabeza comenzando a acariciar mi cabello – No llores – Dijo separándose unos centímetros e mi para sostener mi rostro entre sus manos – No me gusta verte así – Dijo en voz baja mientras limpiaba la tonta lágrima que había llegado hasta la comisura de mis labios.

  • Aun no puedo creer que estés aquí – Dije volviéndola a abrazar – Pero… ¿Cómo?

  • ¿Cómo me entere del lugar? – Asentí sin deshacer el abrazo – Claire…

  • Oh… - Ahora entendía su actitud de la tarde.

  • ¿Te molesta que me haya dicho? Porque yo le dije que vendría pero sería una sorpresa y ella me dijo del evento en el último momento…

  • Estas bien, no estoy enojada – Sostuve su rostro con mis manos – Tú… – Comencé a decir mientras me acercaba a su rostro – Estas… - Miré sus labios e inconscientemente mordí mi labio inferior – Aquí… - La miré a los ojos aun acercándome a ella – Conmigo… - Sentí de nuevo sus delgados y finos labios acoplarse con los míos.

  • Je t'adore (Te amo) – Dijo a ras de mis labios.

Sus manos dejaron de acariciar mi cabello y lentamente fue bajando hasta abrazarme por la cintura, haciéndome sentir exactamente como dice la canción de Edith Piaf: “Cuando me toma de sus brazos y me habla en voz baja… veo la vida en rosa”.

No me preocupaba mis padres, ni Louis, nadie… Estaba con ella y eso era lo más importante, ella había viajado dos horas y media para venir a sorprenderme con su inesperada llegada.

  • Mi amor – Dijo ella despegándose de mi – Ven, vamos a bajo… Quiero bailar contigo – Sonrió estirando su mano hacia mí.

  • Pero… tú no sabes bailar – Traté de no reírme mientras agarraba su mano pero me fue inevitable.

  • Señorita Rotzler, ¿Se está burlando de mí? – Me miró con una sonrisa burlona.

  • Claro que no, señorita Hastings – Sacudí suavemente mi cabeza y le di un beso rápido.

  • Fingiré que le creo – Rió suavemente – Entonces, señorita Rotzler, ¿Quiere bailar esta hermosa balada conmigo? – Preguntó besando el torso de mi mano.

  • Seria todo un placer, señorita Hastings – Ambas reímos mientras yo me aferraba a su brazo – Jay…

  • Dime – Dijo mientras me ayudaba a bajar los escalones.

  • ¿Zapatos? – Ella se rió sonrojándose – Es… Extraño en ti.

  • Lo sé – Contestó sin dejar de reírse - ¿Y qué tal me veo? ¿No me veo muy hombre, verdad? Porque mira que me fue difícil resistirme con el maquillaje, solamente me puse un poco de lápiz labial…

  • Estas excelente, mi amor… Pero sí te cortaras el cabello y tuvieras barba o un mostacho, juro que serias el hombre más atractivo de toda Francia – Reí al ver su expresión.

  • ¿Qué? – Me miró incrédula deteniéndose de golpe.

  • Lo que oíste, pero no eres un hombre – Bajé un escalón, el escalón que me separaba de ella – Tú eres la mujer más bella del mundo – Besé su mentón y ella se echó a reír.

  • ¿Aún con tacones tienes que ponerte de puntillas? ¡Me encantas! – Sonrió ayudándome a bajar los últimos escalones.

Al terminar de bajar las escaleras a lo lejos pude divisar a Claire entre la gente junto con el mismo chico de hace rato. Volteó a mirarme y sonrió levantando su copa de champagne.

  • Ven… - Me abrazó por la espalda y lentamente nos fuimos acercando al centro de la pista. Agarro mi mano izquierda y la levantó al aire para darme la media vuelta – Estas preciosa… Te tengo envidia – Me abrazó colocando su mentón por un costado de mi cabeza y ambas nos empezamos a mover ante una lenta canción de Yves Montand.

  • Pues al parecer no soy la única envidiada aquí – Reí mirando disimuladamente a nuestro alrededor – Estos hombres te miran con envidia.

  • Deberían – Sonrió mirándome directo a los ojos – Un chico AFEMINADO como yo, bailando con una hermosa doncella como usted debe de ser uno de los privilegios más grandes del mundo.

  • ¡Jay! – Golpeé su brazo en forma de broma – Mira que yo también me enojare… Esas mujeres no dejan de mirarte el… - Me sonrojé enseguida enterrando mi rostro en su pecho.

  • ¿Mirarme, qué?

  • Tengo vergüenza…

  • Dime… - Suplicó sin detener el baile.

Mire por un costado de su brazo y vi a una mujer de unos treinta y tantos años mirándole el trasero a MI NOVIA. Me mordí con fuerza los labios para evitar el vómito verbal y, obviamente, evitar verme celosa.

  • Te están mirando el trasero – Murmuré lo más bajo posible con tal de que no me escuchara pero al parecer me equivoque.

  • Pensé que no te darías cuenta – Rió abrazándome.

  • ¿Qué? Y tú, tranquila... ¿No? Por dios – Traté de despegarme de ella pero me apretó más a su cuerpo.

  • Lo siento, hermosa… Creo que deben tenerte envidia – Rió besando la punta de mi nariz – Oh, esto ya se puso interesante – Sonrió de lado después de haber visto de reojo el escenario.

  • ¿Por qué?

  • Hay que movernos, cariño – Rió levantando su mano izquierda extendida entrelazada con la mía a la altura de su hombro y su mano derecha se colocó en mi espalda. Escuche la guitarra española y entre en pánico, ya sabía que genero de música era y no sabía moverme a ese ritmo – Hey… - Murmuró cerca de mis labios – No tengas miedo, yo tampoco sé bailar esto y mírame… - Suspiró divertida – Solo… sigue mis pasos, iremos lento, ¿Sí? Yo quiero disfrutar esta noche contigo – Susurró con sus ojos aún más brillantes. Asentí colocando mi brazo derecho del mismo modo que ella lo tenía en mi espalda y la miré.

Comme une salamandre… (Como una salamandra…)

L'amour est merveilleux… (El amor es maravilloso…)

Et renait de ses cendres… (Y renace de sus cenizas…)

Comme l'oiseau de feu… (Como el ave de fuego…)

Nul ne peut le contraindre (Nadie puede ser obligado)

Pour lui donner la vie (Para darle vida)

Et rien ne peut l'eteindre (Y nada puede extinguirlo)

Sinon l'eau de l'oubli… (Sino es el agua del olvido…)

  • L'amour, c'est pour rien (El amor no cuesta nada) – Comenzó a cantar en mi oído - Tu ne peux pas le vendre (No se puede vender).

  • L'amour, c'est pour rien (El amor no cuesta nada) – Canté dirigiendo mis labios a su largo cuello - Tu ne peux l'acheter… (Tú no puedes comprarlo…) – Murmuré besando por el costado derecho de su cuello.

  • Mademoiselle… - Susurró nerviosa deteniéndose – No siga, por favor – Rió tratando de ocultar su nerviosismo lo cual era inútil.

  • Monsieur, êtes-vous d'accord? (Sr, ¿Se encuentra bien?) – Pregunté siguiéndole el juego - Vous avez l'air nerveux (Usted luce nervioso) – Suspiré en su cuello.

  • Mijn liefde (Mi amor) – Me llamó con ese exquisito acento neerlandés que tanto me encanta – Moet ik naakt zijn voor u je erachter dat het een vrouw? (¿Necesito estar desnuda para que sepas que soy mujer?) – Preguntó riendo aún con nervios. Esa pregunta me dejo sin palabras – Señorita Rotzler, ¿Qué sucede? ¿Por qué no me dice nada? – Preguntó deteniendo el baile y besando mi frente.

  • Kunnen we a ergens anders heen gaan? (¿Podemos ir a otro lado?) – Pregunté nerviosa, ella me miró sin entender. Me puse de puntillas y bese su mejilla mientras con mis brazos rodeaba su cuello – Quiero comerte a besos – Susurré cerca de su oído. Ella sonrió sonrojada y comenzamos a alejarnos de la pista.

Un mesero con una bandeja a la altura de su hombro con copas de Laurent-Perrier pasaba a nuestro lado y Jayde agarro dos, me dio una y decidimos subir a los balcones. Ambas estábamos en silencio, un silencio cómodo. Ella tan amable me ayudo con el vestido el cual estaba inspirado mucho en Dita Von Teese, ya se imaginaran el vestido de gala que traigo.

Al llegar a la cima, me termine mi copa de champagne y la deje en una de las mesas que estaban en pegadas a la pared de los pasillos. Ella hizo lo mismo y con mis brazos rodeé su cintura abrazándola con fuerza.

  • Cariño… Me estas dejando sin aire.

  • Ups, lo siento – La solté y ella se inclinó un poco quedando a mi altura y llevaba sus labios a mi nariz pero yo fui más rápida y levante más mi rostro recibiendo su beso en mis labios. Ella se sonrojó y volvió a besar mis labios rápidamente pero al separarse de mi sentí el roce de la punta de su lengua rozar la comisura de mis labios – Vámonos – Sugerí al verla beberse con deleite el champagne.

  • ¿Qué? Pero, tu familia…

  • Oh, déjalos, ellos están con sus amistades – Encogí de hombros – No sabrán que me fui.

  • ¿Y a donde nos iríamos así vestidas? – Rió asentando su copa vacía en una de las mesas que tenía detrás de ella.

  • No tengo idea, estamos muy elegantes… Creo que hay que aprovecharlo – Reí tomándole la mano – Anda, di que sí – Dije fingiendo querer llorar.

  • Está bien – Rodó los ojos con una pequeña sonrisa – Vamos – Se acercó a darme un beso.

  • ¡ANASTASIA! – Gritó una voz ronca y tosca. Ambas nos separamos asustadas y era Louis quien se encontraba parado a unos metros de nosotras mientras furioso se iba quitando su antifaz - ¿QUIÉN CARAJO ES ESTE IMBÉCIL?