Historia de mi cambio (mi primera vez fue en un..)
Continua mi historia luego del cumpleaños de mi novia Cynthia.
Historia de mi cambio (2)
Luego de aquel día tan especial, mi relación con Cynthia cambió. No mucho al principio, sino que fue imperceptiblemente y con el paso del tiempo. Por empezar, se encontraba fascinada por el hecho de que yo me hubiese dejado penetrar y mantuviese una relación homosexual delante suyo. Así, cada vez que comenzábamos a tener relaciones, ella recurrentemente intentaba meterme algunos dedos en la cola. Aunque yo me hubiese arrepentido de lo que había hecho y me negase a juntarnos con sus amigos especialmente con Fernando, su amigo gay con quien había tenido la aventura-, si oponía reparos a sus deseos, ella me recordaba inmediatamente que yo había sido "su regalo de cumpleaños" y me pedía que la dejase hacer. A todo esto, y por pedido suyo, desde aquella vez, tuve que mantenerme depilado completamente, esto es, cuerpo, piernas, axilas, cola, pene, etc., pues era algo que la volvía loca.-
Ya les dije que mi novia tenía fijación con los culos. No paraba de tocarse el suyo durante todo el día. Ya éste era un canal abierto para todo tipo de objetos. Realmente disfrutaba masturbándose analmente y para ello, disponía de una colección variada de consoladores, que utilizaba sistemáticamente en su culo. En lo tocante a mi persona, si bien la única que me penetraba era ella pues yo rechazaba la idea de tener sexo con otro hombre-, cada día que pasaba se ponía más exigente, lo que se traducía en un mayor tamaño de los consoladores con que me penetraba. Así, al poco tiempo, el tamaño de los mismos realmente era algo digno de ver.
Como verdadera experta que era, se encargaba de sobar mi verga cada vez que estimulaba mi ano, de modo tal que, mientras me penetraba con el consolador de turno, no dejaba de masturbarme en ningún momento. Y esta situación se prolongaba hasta tanto yo acabara, lo cual hacía siempre muy copiosamente. Incluso más que si hubiese acabado de manera "normal", esto es, penetrando a una chica.
Un día sin embargo, mientras lo hacía, mi novia adujo tener el brazo cansado, pues había jugado tenis toda la tarde, razón por la cual me pidió la disculpase por no masturbarme, sino únicamente penetrarme con el consolador. Accedí sin problemas, pues quería tenerla satisfecha, para que luego me permitiese acabar en su hermoso culo.
Al cabo de un rato, comencé a sentir un cosquilleo en la zona baja y pocos minutos después y sin siquiera tocar mi pene, ante mi sorpresa, comencé a acabar como nunca lo había hecho en mi vida. El semen que expulsé en esa ocasión era muy espeso casi crema-, blanco y caliente, así como muy abundante. Ni hablar del placer que sentí. Fue algo único. Pensé que mi verga estallaría.
Cynthia sin decir palabra se mojó los dedos en aquel fluido y se los llevó a la boca, saboreándolos con cara de viciosa. Los mojó nuevamente y los acercó a mi boca diciéndome "pruébalo, te va a encantar", cosa que hice y que, efectivamente, me gustó.
Pasados unos minutos para reponer las energías, me besó apasionadamente en la boca y me susurró "te felicito, tu primer orgasmo como puto merece ser celebrado con un trago de leche". Yo le respondí que estaba loca, que se equivocaba, que yo no era ni sería puto. Para ella -me respondió- el hecho de llegar sin necesidad de tocar mi pija, era prueba suficiente, y que por ello me había hecho probar mi propio semen. A manera de brindis. De todos modos, sostuvo, le encantó lo ocurrido, prometiéndome que con el tiempo yo cambiaría mi manera de pensar. Preferí no contestar, pues terminaríamos peleando, cosa que yo no quería.
Y así comenzó otra etapa en nuestra relación. Ya no asistíamos a las orgías que organizaban sus amigos, pues aunque nos divertíamos mucho, yo prefería no ir, para así no encontrarme con Fernando, ni que me recordasen lo hecho en el último cumpleaños de Cynthia. Además, al tener sexo estando los dos solos, alejado de la mirada de los demás, podía liberarme de mis prejuicios; algo que mi novia advirtió inmediatamente y que supo aprovechar, pues desde aquel día, cuando estábamos en la cama, y luego de penetrarla por todos sus agujeros y que ella alcanzase varias veces el orgasmo, se negaba sistemáticamente a que yo continuase dentro suyo y mucho menos que llegara mientras la penetraba. Sólo permitía que yo llegara mientras era ella quien me introducía algún objeto por mi culo y sin otra estimulación que ésta, esto es, sin siquiera poder masturbarme o tocarme. Yo la dejaba hacer, pues luego de una larga sesión de sexo, estaba muy excitado y quería llegar de cualquier manera que fuese. Al principio ponía cara de disgusto, pues recordaba que me había llamado puto, pero con el tiempo me relajé y me olvidé de aquello, llegando a gustarme incluso más que del otro modo. A los pocos meses era yo el que, al tener sexo, y luego de un rato, me arrodillaba dándole la espalda y abriéndome las nalgas, en clara invitación a ser penetrado hasta el orgasmo, algo que alcanzaba ya sin problemas, después de un buen rato.
Por esos días, mi ano había alcanzado un grado más que importante de dilatación. Podía introducirme los consoladores más grandes sin ningún problema y además algo en lo que Cynthia y yo nos parecíamos-, podía ser penetrado sin necesidad de lubricar mi esfínter.
Un día, y por hacer una broma, estando yo de rodillas y penetrado por un consolador, tomé otro y me lo puse en la boca, comentándole a mi novia lo bien que sabía. Ella se rió del chiste, y me preguntó si me molestaba que me tomara una foto, pues quería tener una imagen mía en esa posición. Pensando que dicho divertimento únicamente sería compartido por nosotros dos, accedí sin pensarlo mucho. Obtuvo entonces varias fotos, que según ella salieron muy bien.-
El tiempo pasó y esta situación continuó. Parecía que había pasado un siglo desde la última vez que había tenido sexo con otra chica que no fuese Cynthia. Mi vida estaba cambiando radicalmente y lo sabía. Ya era parte de mi rutina habitual por las mañanas depilarme todo el cuerpo, estimularme y dilatarme el ano y, lo más importante, al tener sexo, y luego de cojer a mi chica, sólo me interesaba eyacular mientras me penetraban y, por supuesto, sin tocar mi pene en absoluto.
Debí entonces intuir lo que iba a ocurrir, ó, dicho de otra manera, cuál sería la siguiente exigencia de Cynthia. Una noche de sábado, llegué yo a su casa y luego de cenar y de ver una película, comenzó diciéndome que ella sentía necesidades que yo no cubría. Pensé que se refería a que hacía tiempo que yo no intentaba siquiera cojerla en debida forma. Me sorprendí cuando resultó todo lo contrario. Ella sentía pasión por los culos, nunca lo había ocultado, y especialmente por el mío. Quería que, a partir de ahora, tirásemos una moneda al aire para decidir quién asumiría el rol pasivo en nuestras relaciones, recibiendo una pija ó un consolador por el culo. Le pregunté si realmente era eso lo que quería, si no le molestaría más tarde asumir un rol activo en nuestra relación. Con una enorme sonrisa y poniendo cara de niña buena me respondió que hacía tiempo lo venía pensando y que realmente lo deseaba.
Desde entonces, cada vez que ella tomaba una moneda de su cartera, yo sabía lo que ocurriría. Así, hubo meses en los que asumí el rol pasivo ininterrumpidamente, pues aquella bendita moneda caía indefectiblemente a favor de ella. Nuestras sesiones duraban a veces horas, durante las cuales Cynthia, provista de un cinturón especial con consoladores adaptables, disfrutaba de mi ano hasta el cansancio, pues la cosa se prolongaba hasta tanto yo eyaculase, cosa que no siempre era rápido. Incluso yo, debo confesarlo, en ocasiones hacía lo posible por retener ese momento, para así prolongar el placer de ser penetrado. De más está decir que cada vez que eyaculaba, debía hacerlo dentro de una copa de cristal, para luego beber su contenido con el consolador aún dentro de mi culo y mientras era fotografiado hasta el cansancio. En otras ocasiones, debía eyacular sobre otro consolador, y así, lubricado con mi semen, introducírmelo yo mismo en la cola.
No quise verlo entonces, pero mi vida estaba a punto de dar un giro definitivo.