Historia de mi cambio (3)

Continúa la historia vivida con mi novia Cynthia.

Historia de un cambio (3)

Y así llegó un nuevo cumpleaños de Cynthia. Yo no quería que lo festejara con sus amigos y conmigo, todos juntos; pero sabía que no podría hacer nada para evitarlo. Ella venía insistiendo en que yo debía acompañarla. Simplemente no me dejó opción. A mi, realmente me preocupaba cómo sería el encuentro con sus amigos y amigas, y especialmente con Fernando, aquel amigo gay con quien yo había planeado el "regalo de cumpleaños" que tanto le había gustado a mi novia, y con quien, además, había mantenido una relación homosexual en esa noche de locura.

La mañana del festejo, me levanté y como de costumbre me duché, depilé todo mi cuerpo y dilaté convenientemente mi ano. A un año de que todo comenzara, era increíble el camino que había recorrido. Al menos en el plano sexual. Pese a que yo me negaba a aceptarlo, había cambiado profundamente, y mi relación con Cynthia se basaba exclusivamente en nuestros encuentros sexuales, donde mi actuación se limitaba cada vez más a la del rol pasivo, recibiendo en mi culo enormes consoladores que ella me introducía y gracias a los cuales yo alcanzaba increíbles orgasmos. Mis pruritos y prejuicios habían ido cayendo uno tras otro, al punto tal que mis fantasías ya no tenían que ver con mujeres, sino con hombres, y muy particularmente con Fernando. Pese a ello, aún guardaba una actitud heterosexual; o al menos eso pensaba yo.

A propósito llegué tarde a la fiesta, como una manera de evitar lo inevitable. Cuando mi chica me abrió la puerta ya estaban todos los invitados. Cynthia protestó un poco por mi demora, pero no pasó de eso. Yo fui saludando a todos sus amigos, los que me correspondían muy efusivamente y preguntándome el por qué de mi larga ausencia de las reuniones, a lo que respondía con evasivas confusas. Cuando llegó el momento de saludar a Fernando, éste se adelantó con aire casual y dándome la mano me dirigió en voz baja unas pocas palabras donde me decía que había hablado con mi novia y que ésta le había explicado el por qué de mi conducta; me dijo que no me hiciera problemas, que lo pasado, había sido pisado por el tiempo; que siguiéramos nuestra vida mirando hacia delante. Sus palabras me reconfortaron profundamente, y se las agradecí con sinceridad. Roto así el hielo que llevaba por dentro, comencé a relajarme y a gozar de la fiesta.

Al llegar las doce en punto todos los invitados pidieron al unísono la llegada del pastel y el tradicional soplido de las velas, a lo que Cynthia, con una sonrisa, accedió. Inmediatamente se apagaron las luces y, ante mis asombrados ojos, avanzó por el pasillo que comunica con las habitaciones, aquella misma mesa con ruedas sobre la que había yo estado un año antes, sólo que esta vez estaba ocupada por otro sujeto, desnudo y también con una vela encendida metida en su culo. A diferencia mía éste tío no ocultaba su identidad. Si bien yo no lo conocía, puedo afirmar que se estaba divirtiendo a lo grande: además de la vela mencionada, una sonrisa adornaba su cara, y una verga durísima hacía lo mismo con su entrepierna. Al llegar a donde estaba mi novia todo el mundo comenzó a cantarle el "feliz cumpleaños", sopló ella la vela y todos aplaudieron y rieron.

Mi chica se me acercó y luego de abrazarme, me besó efusivamente en la boca, algo que a mí me tranquilizó un poco. La imagen del tipo con la vela en el culo me había dejado realmente tenso. En eso se acercaron los demás invitados, quienes también comenzaron a felicitar a la homenajeada; así, por unos cinco minutos, al cabo de los cuales, busqué con mi vista al sujeto que oficiara las veces de "pastel", con vela incluída. Para mi sorpresa lo encontré a cuatro patas sobre un sofá, apoyando las rodillas sobre los almohadones, los brazos sobre el respaldo y mirando hacia la pared. Estaba claro que se esforzaba por levantar la cola, y era así, porque detrás de él se encontraba Mario, otro amigo gay de mi novia, que con los pantalones por los tobillos y el pene apuntando al cielo raso, se disponía a penetrarlo y para ello pensaba valerse de una crema que llevaba en la mano. Todo el mundo comenzó a observar el espectáculo, casi de manera hipnótica. Al poco rato de trabajarle la cola con la crema –algo que en mí no hubiera sido preciso, atendiendo a mi perpetua dilatación-, el sujeto ya estaba listo para ser violentado, cosa que ocurrió inmediatamente después.

Mientras Mario iba y venía, pude observar que el pene del otro sujeto no había decaído en ningún momento. Es más, se encontraba increíblemente inflamado. Mientras se le bamboleaba de un lado a otro, producto de las embestidas, de su hinchada cabeza comenzó a salirle un hilo de leche muy blanca, que llegó hasta el sofá, sin por ello desprenderse del pene. Cynthia se inclinó por detrás de la pareja y estirando un brazo por entre sus piernas, alcanzó lo que buscaba. Al instante, retiró su brazo y pude observar como de su dedo mayor colgaba aquel el hilo de leche, que aún seguía resistiendo el peso de la gravedad, y se negaba a cortarse. Caminó hasta mí y, mirándome fijamente me preguntó si quería probar la leche. Todos me observaban con atención, seguramente preguntándose por qué mi novia me ofrecía beber semen, o al menos eso pensaba yo. Y aunque tenía ganas de aceptar, lo reconozco, preferí negarme. Ella hizo un mohín y me respondió que era yo, el que con mis prejuicios, me lo perdería. Sin decir más, abrió la boca y se tragó la leche con satisfacción. En este punto comencé a excitarme de tal modo, que realmente deseé estar a solas con ella y con un consolador bien metido en mi culo.

Largo rato pasó hasta que comprendí que alrededor mío la orgía había estallado. Todos los invitados, excepto yo, estaban desnudos y llevando a cabo algún tipo de práctica sexual. El que no daba, recibía ó lamía. Pude ver a Fernando sentado en un sillón, mientras uno a quien yo no conocía, de rodillas en el suelo, le practicaba una buena mamada. Sentí una ligera molestia dentro mío, y al mismo tiempo un calorcillo en el bajo vientre; busqué entonces a mi chica, pues después de todo este tiempo juntos ella y yo sólos, no me sentía con la confianza necesaria para intentar una relación con otra persona. La encontré a punto de comenzar a coger con una parejita amiga de ella; me le acerqué y al oído le pedí que viniese conmigo, que no quería alejarme de ella.

Estuvo de acuerdo y nos fuimos ella y yo hasta un rincón, donde comenzamos a desnudarnos entre besos y arrumacos. Sin embargo, imagino yo que por el nerviosismo que me invadía, no pude conseguir una erección plena. Tuve que masturbarme un buen rato para conseguir algo que pasara medianamente por una. Mi chica me miraba mientras se introducía en su ano la vela que acababa de soplar hacía unos minutos. Se acercó a mi oído y me susurró si no prefería buscar un sitio más tranquilo. Se lo agradecí y nos ubicamos detrás de un sofá; sin embargo, la situación no varió en absoluto. En eso, Cynthia comenzó a reír suavemente, diciéndome que comprendía lo que estaba ocurriendo. Le pedí me lo explicase a mí y por toda respuesta ella me ordenó que me pusiese en cuatro patas. Estando ella y yo ocultos de las miradas del resto, no encontré motivos para negarme y así lo hice. Pude sentir entonces entrando en mi ano la vela de cumpleaños, mientras mi chica tiraba de mi pene hacia abajo y hacia atrás, como si me estuviese ordeñando. Inmediatamente sentí cómo volvía mi excitación y mi goce; quise entonces suspender lo que estábamos haciendo y retomar aquello que no había podido concretar hacía unos instantes, pero mi novia se negó rotundamente. Me dijo que a ella le gustaba esta situación y que tenía pensado mantenerla hasta el final, o sea, hasta que yo eyaculara. Le pedí que desistiese pero no hubo caso. Mis ruegos eran cada vez más débiles a medida que mi placer crecía. Podía sentir mi pene tamborilear contra mi estómago. No pude aguantar más y comencé a acabar. Mi novia había puesto debajo de mí su mano, de modo tal que logró atrapar la mayor parte de mi leche. Así, y con el consolador todavía dentro mío, me pidió que la tomara, algo a lo que accedí inmediatamente, pues me encantaba hacerlo.

En ese momento, y con mi boca llena de mi semen, advertí que muchos de los invitados, entre ellos Fernando, se habían acercado para observar el espectáculo. La vergüenza me invadió y quise retirarme, pero mi chica lo impidió. Se arrojó a mis brazos y luego de besarme, me susurró al oído "es hora que reconozcas públicamente cuánto te gustan las pijas". Yo la aparté de mí e intenté abrirme paso entre la multitud. Sin embargo, una mano tomó la mía y me detuvo. Era Fernando. Quise huir de allí, pero él no lo permitió. Se acercó a mí hasta quedar pegados, me rodeó la cintura con un brazo y con la otra mano tomó mi nuca, acercando su cara a la mía. No sabía yo qué hacer, estaba paralizado. En eso oigo que me susurra "yo soy puto, y tú también… te lo demostraré" y acto seguido comenzó a besarme en la boca con gran pasión, introduciendo su lengua hasta mi campanilla. Intenté fugazmente defenderme, pero también sentí cómo, pese a mi reciente eyaculación, mi pene comenzaba a latir y a erguirse nuevamente. La mano que rodeaba mi cintura comenzó a bajar hasta llegar a mi culo, y un segundo después tenía dos de sus dedos dentro de mi ano, que latía enloquecido. Apretado a su cuerpo, con su lengua en mi boca y sus dedos en mi culo, realmente estaba disfrutando de ello.

Alrededor nuestro la gente aplaudía.

Me llevó de la mano hasta un sofá y sentándose primero, me sentó luego encima de él mirándolo de frente. Quise demostrarle cuántas ganas tenía, introduciéndome yo solo su gigantesco pene en mi culo. Comencé a moverme, torpemente al principio, mejor después. Sus manos pellizcaban mis tetillas mientras yo intentaba hacer lo mismo con las suyas. Mi pene completamente erguido se bamboleaba para adelante y para atrás, acompañando a mi cuerpo en sus movimientos. Al rato, de la cabeza comenzó a salir líquido seminal, que fue retirado por la punta de los dedos de Fernando y llevado hasta mi boca para que lamiera, cosa que hice. Yo deliraba y no me importaba la gente que alrededor nuestro contemplaba la escena. Mi propia novia había tomado nuevamente su cámara de vídeo y se dedicaba a tomar estas escenas. Al poco rato sentí los primeros síntomas de la eyaculación y así se lo dije a Fernando. Me pidió que me levantase y me masturbase delante suyo, arrojando mi semen sobre su pene. Cumplí obedientemente el recado y cuando terminé de hacerlo sentía mis piernas débiles, razón por la cual me senté a su lado y lo besé apasionadamente. Ya nada me avergonzaba.

Fernando me miró fijamente a los ojos y me pidió que lamiera su pene tal y como estaba, lleno de mi semen, y hasta tanto él también eyaculara. No tuve el menor inconveniente en complacerlo, alcanzando el éxito a los pocos minutos. Cuando terminé de lamer y de beberme su néctar, todo el mundo estaba alrededor nuestro. Yo me senté al lado de Fernando, como si él pudiera protegerme del resto del mundo. Cynthia se acercó con la cámara en la mano, y aún filmando me preguntó nuevamente si yo era o no puto, a lo cual, ésta vez le contesté claramente que sí, que lo era y que me encantaba.

Ni bien lo hice todos los invitados a la fiesta comenzaron a aplaudir y a festejar. No comprendía muy bien de qué venía la cosa y fue entonces que Fernando me puso al tanto. El mayor placer de Cynthia no consistía en que la cogiesen por el culo, como yo pensaba, sino en conocer hombres heterosexuales, para luego convertirlos lentamente en homosexuales. No podía creer lo que estaba oyendo. Le respondí que estaba equivocado, que no era así, pero todo el mundo parecía estar en contra mío.

Sin decir nada, Fernando se levantó y fue hasta el rincón donde estaba su ropa. Buscó su billetera y extrajo de ella una fotografía que me alcanzó. En ella podía verse a Cynthia y a Fernando más jóvenes, delante de un pastel de cumpleaños, besándose apasionadamente. Me miró y me dijo que él también había sido heterosexual y novio de Cynthia, por añadidura; pero que había cambiado y que su nueva vida le encantaba… como me iba a encantar a mí. Se acercó aún más y comenzó a besarme. Entre nuevos aplausos de la concurrencia, pude advertir que mi pene había empezado una vez más a latir, augurando una nueva erección. Lo que siguió fue una noche maravillosa.

Como podrán imaginarse, con Cynthia ya no somos más novios. Sin embargo, quedamos excelentes amigos y aún compartimos mucho, incluidas las orgías, a las que ahora he vuelto a concurrir. Yo estoy en pareja con Fernando, con quien disfruto profundamente del sexo. Realmente me encanta recibir una pija por el culo. Por otro lado, Cynthia hace tres meses comenzó un nuevo noviazgo; esta vez con un compañero de la empresa donde trabaja, un chico 12 años menor que ella, esto es, de 19. La semana pasada lo presentó "oficialmente" ante el grupo de amigos, trayéndolo a una orgía. Se lo veía muy ufano y pagado de sí mismo por llegar del brazo de Cynthia, que es una auténtica belleza endemoniada. Sobre el final de la noche me acerqué a mi ex novia y le pregunté disimuladamente si pensaba hacer de él otro putito lame leche, al igual que hizo conmigo. Sonrió ingenuamente, lo que puedo garantizar era aún más explícito que si hubiese pronunciado palabra. Espero que esta vez le lleve menos tiempo que conmigo. Es que luego de ver esa noche a su novio desnudo, no veo la hora de tener su pija bien metida en mi culo; y como buen chico que soy, espero tomarle toda su lechita.