Historia de Mariola (8: La promesa)

Me llevó en brazos y me metió en la bañera. Yo de dejé hacer...comenzó a frotarme, delicadamente, enjabonándome por todo el cuerpo. Empezó por delante, por el pecho, delicadamente, rodeando mis pezones. Me levantó los brazos,

Octava parte: La Promesa


Cuando regresamos a casa esa tarde de domingo, ayude a mi hermano Pedro a preparar la comida y almorzamos los dos entre bromas, recordando nuestros juegos de esa mañana. Sólo de pensarlo empecé a reírme sola, aunque supongo que ya estaba sonriendo antes

  • ¿De qué te ríes Mariola?
  • Nada, me estaba acordando de esta mañana...
  • ¿En el servicio de señoras?
  • No... bueno eso también...
  • A mi no se me olvida... fue una mamada de las buenas
  • ¿Te gustó? ¿Lo hice bien? –fingí un poco de inocencia, porque ya sabía yo que le había gustado
  • Claro, pero lo excitante de verdad era el sitio, y que podría haber entrado alguien
  • ¿Y eso como puede influir para que te guste más o menos?
  • ¿A ti no? –dijo mientras empezaba a fregar los platos
  • Pues no... Bueno no lo se...

Me levanté yo también y le acompañé para ayudarle con los platos.

  • ¿Y de que te reías entonces, Mariola?
  • Pues es una tontería...
  • ¿Cual?
  • Verás, me acordaba de la cara que puso el niño pequeño.
  • ¿Hum? ¿El que estaba jugando a las canicas?
  • Sí, ese... Creo que cuando se agachó me pilló... Yo, abierta de piernas y sin bragas... Lo debió ver todo... ¡Qué vergüenza!
  • Bueno... le diste una alegría, y probablemente fuese el primero que veía.
  • A no ser que vaya por ahí levantándole las faldas a las niñas del colegio –dije-.
  • No creo...
  • Pues hace unos años, cuando estaba en 5º curso, había un niño en mi clase, Carlos... que nos lo hacía.
  • ¡Vaya! Que espabilado para su edad.
  • Era un cara –recordé- nos tenía amargadas a todas, porque en el recreo, cuando menos te lo esperabas te subía las faldas en el patio... delante de todos...
  • ¿A ti te lo hizo?
  • Si, una o dos veces... Como el uniforme del colegio... ya sabes, tenemos falda... pues...
  • Bueno, pero aparte de las braguitas blancas no vería nada...
  • A mi no...
  • ¿Cómo que a ti no? ¿Y a quién sí?
  • Bueno, no estoy segura... Carmen dice que un día, en un rincón del patio... al fondo entre los árboles...
  • ¿Qué?
  • Dice que se bajó las bragas...
  • No lo creo.
  • Yo tampoco... Carmen habla mucho... pero aparte de ser una borde no creo que lo hiciera... Probablemente alguien le diera una torta... o se chivara y lo castigaran... no lo sé. El caso es que nos dejó en paz
  • Ves, ahora no puedes hacerme tu eso...
  • ¿El qué? ¿Chivarme o darte una torta?
  • No, francesita,... enseñarme las braguitas...
  • Claro, tonto porque no llevo, me dijiste que no me las pusiera...
  • ¡Que fallo!
  • Bueno... puedo hacer esto...

Y de todas formas me levanté la falda un poquito, hasta que mi pubis afetitado hacía unos días asomó un poco.

Pedro puso la palma de su mano boca arriba y la pasó por mi rajita, suvemente... Sentí un pequeño escalofrío.

  • Mastúrbate... –me ordenó-... hazte una paja para mi.

Nos dirigimos al dormitorio y me senté en la cama. Él empezó a quitarme la ropa, y a besarme en el cuello y en la boca... me estaba poniendo muy caliente. Cuando descubrió mis tetitas, empezó a chuparme un poco los pezones... Creo que suspiré, porque me gustaba mucho lo que me hacía, pero luego empezó a pellizcármelos... primero suavemente, luego uno fue más fuerte

  • ¡Ay! -Grité de dolor y me senté en la cama, desnuda ya completamente con las piernas cruzadas- me has hecho daño, ¡burro!
  • Venga... pajéate para mi
  • ¿Pero como lo hago?
  • Como lo hayas hecho siempre... quiero verte... sólo mirar.

Comencé tímidamente a acariciarme. Primero con la palma de la mano, cubriendo todo mi sexo. Luego con las puntas de los dedos, haciendo círculos... de vez en cuando subía hacia mi pubis, donde sabía que estaba mi pequeño “botoncito” y apretaba alrededor de él. Creo que soltaba algunos pequeños jadeos, mientras Pedro se sentó en una silla, y no quitaba ojo... como si fuera el espectáculo más fascinante que había visto.

Yo esperaba algún tipo de instrucción o algo... pero Pedro sólo miraba

  • ¿Me toco las tetas?
  • Lo que quieras... si te da gusto...

Así que comencé a hacerlo con la otra mano, la que tenía libre... Me estaba mojando, pero en el fondo me aburría... con mi hermano allí habría preferido hacer alguna otra cosa.

  • ¡Sigue! –me ordenó- no te pares
  • Es que no es lo mismo...
  • ¿El que?... ¿si te estoy mirando?
  • No... es que me apetece que me folles...
  • Eres una viciosa, francesita...
  • Es que quiero meterme algo... –dije intentando ser borde-.
  • ¿Y que te lo impide?
  • ¿Qué quieres que me meta? ¿Un pepino de la cocina? –dije en broma, mientras reía.-
  • Si te apetece... –por lo visto él se lo había tomado en serio- pero podrías empezar por los dedos.

Así que eso hice... primeo pasé el dedo índice a lo largo de mi rajita, y luego empecé a meterlos en el coñito, uno... dos... y hasta tres. Me estaba poniendo a cien y cada vez estaba más mojada...

  • ¿No dirías en serio lo del pepino?
  • ¿Por qué no?
  • Porque es muy gordo, no creo que me entrase
  • Ja Ja –Pedro rió de buena gana ante mi ocurrencia, pero por un momento temí que se lo tomase en serio y fuese al frigorífico a por un pepino.

En lugar de eso, cuando me vió que estaba tan excitada, se levantó, y vino hacia mi. Yo estaba sentada en la cama con los pies sobre ella, completamente abierta, pero no tumbada. Me empujó hacia atrás hasta que quedé boca arriba y se tumbó a mi lado. Puso su brazo bajo mi cabeza y me besó, con la lengua jugando dentro de mi boca.

Entonces, con la otra mano, apartó la mía, y tras chuparse pasar los dedos por mi rajiita húmeda se los llevó a la nariz y luego a la mía... Tenía un olor fuerte, un olor que luego he aprendido a identificar, y que incluso me ha acabado gustando, sin embargo entonces no me pareció demasiado agradable... sentía que era algo de lo que debía avergonzarme... no mi olor, mi olor a “limpia”.

A Pedro no pareció importarle, porque los chupó sus dedos, y volvió abajo con ellos mientras me sellaba la boca con sus labios otra vez. Casi no me dejaba respirar.

Entonces empezó a hacer algo muy raro... Metió sus dedos corazón y anular en mi coñito, todo lo profundo que pudo, o que le permitían sus otros dedos, el meñique y el índice, que estaban doblados.

Mientras seguía robándome el aire, porque no apartaba su lengua de mi boca, en vez de meter y sacar sus dedos, como yo había esperado, los dobló dentro de mi... formando una especie de gancho y tocándome de una manera extraña... apretando la pared de mi coño por dentro. Yo no lo veía, pero creía que debería verse el bulto “por fuera”.

Entonces acomodó un poco su mano, y sentí que apretaba, pero contra el hueso de mi pubis... sentí un escalofrío, fue una sensación maravillosa... Y entonces, sin previo aviso, si dejar de besarme, empezó a mover los dos dedos que tenía dentro de mi... muy rápido, cada vez más rápido, como si me rascara por dentro... Y la verdad es que es como si yo tuviera un picor imposible de clamar, por mucho me rascara... empecé a sentirme en la gloria... ¡Dios! Que gusto, era la primera vez que me hacían algo así y era maravilloso.

Yo gemía, pero no podía gritar, porque tenía la boca tapada con sus labios. Me ahogaba, me sofocaba, sentía un calor extraño por todo el cuerpo, y creo que debía estar   roja como un tomate.

Siguió, sin piedad, cada vez rascándome más rápido, sin dejar de besarme. Yo comencé a correrme... escandalosamente, intentando gritar porque lo que me hacía mi hermano era increíble. Empecé a mover las caderas arriba y abajo, violentamente, perdiendo el control, como un pez al que sacan fuera del agua... Creo que si hubiese tenido escamas, si hubiese sido escurridiza, Pedro no hubiese podido sujetarme. Me corrí, violentamente, creo que casi me hice pis, por lo húmedo que lo sentía. Pero Pedro no paró, siguió y siguió, y me corrí otra vez... o era la misma, pero prolongada, no lo sé.

No se cuanto duró aquello, sospecho que poco tiempo, pero me pareció una eternidad... yo movía las caderas violentamente hacia arriba y hacia abajo, y cerraba las piernas, pero la mano de mi hermano seguía ahí, implacable...

Finalmente, cuando tenía el corazón desbocado y me faltaba el aire, cuando casi cría que perdía el sentido, se apartó de mi, y sacó sus dedos con mis últimos estertores, ya menos violentos. Tardé un rato en recuperarme... jadeando.

  • ¿Te gustó? Yo no fui capaz de responder, entre jadeos, empecé a reírme un poco.
  • Ya veo que si... –dijo socarronamente-
  • ¿Cómo...como has hecho eso?... –jadeé- Rascarme, quiero decir...
  • ¿Rascarte? Curioso nombre, y volvió a reírse.
  • Sí, es como si me rascaras...
  • Es algo que he aprendido....
  • ¿Con María? –sentí un poco de celos. María, la pija de su novia.
  • A ella también le gusta mucho... Cuando se porta bien se lo hago.
  • ¿Me lo volverás a hacer a mi también?
  • Sí, si te portas como una niña buena... y haces lo que te diga...
  • Haré lo que quieras –y en seguida me arrepentí de decirlo.

Pensaba, chupárlsela allí mismo, para darle las gracias, incluso dejarle que se corriera en mi boca. Él me lo había pedido hacía unos días, y como no le dejé, más tarde lo hizo por la fuerza, y me había obligado a tragarme su leche a la fuerza... Pensé dejar que lo hiciera, por mi propia voluntad... pero cuando vi la enigmática sonrisa de su cara se me ocurrió que a lo mejor no quería eso...

Yo sabía que María era virgen... su familia era muy estricta y ella quería llegar virgen al matrimonio, así que no dejaba que mi hermano se la metiera... Por el coño, porque yo había visto en un video oculto que él había grabado, y que le cogí a escondidas, como se la metía por el culo... y como le dolía... No estaba dispuesta a pasar por eso...

  • Tranquila... ya me lo compensarás –dijo con una media sonrisa- Ahora vamos a dormir la siesta.

La verdad es que después de lo que me había hecho y de las emociones de esa mañana estaba cansada... y además eran las 4 de la tarde y hacía calor, así que no tardé en quedarme dormida... abrazada completamente desnuda a él, que se había quitado los zapatos y la camiseta y se había tumbado a mi lado con los vaqueros puestos.

Esa noche, después de cenar, volvimos a follar... bueno, él a medio día no había “recibido” nada a cambio por mi parte... así que para Pedro no contaba...

Trasteando en el armario de su ropa encontré que había algunas de María, y pensé en ponérmelas, pero no me convenció la idea, no quería recordarsela...

En cambio vi que había una gabardina suya, larga, blanca y muy ligera... Me la puse y la cerré en torno a mi cuerpo... me quedaba grande. Casi parecía una bata, así blanca y de cuerpo entero.

Pedro estaba leyendo tumbado sobre la cama. Apartó la vista del libro y me miró.

  • Pareces una enfermera...

La verdad es que si, que lo parecía, sólo le faltaba una cruz roja en el pecho a al bata para reforzar la ilusión... Me gustó la idea de parecerle una enfermera.

-¿Estás malito? –pregunté mientras liberaba el cinturón-

La gabardina se abrió, dejándole ver mi cuerpo, porque estaba completamente desnuda debajo.

-Sí –me contestó- estoy enfermito-

Entonces me acerqué a la cama y comencé a acariciarle el bulto que se había formado debajo de su pantalón. Le saqué la polla, que estaba casi tiesa, y palpitante, y comencé a deslizar mi mano, suavemente... arriba y abajo, mientras le miraba y sonreía picadamente.

Como la bata-gabardina seguía abierta, con mi mano izquierda comencé a acariciarme el coñito, de pie, junto a su cama. Me doblé hasta que mi boca quedó a la altura de su polla, y empecé a lamérsela.

Mientras él, había puesto su mano derecha sobre mi cabeza, acompañando el movimiento de subida y bajada de mi cabeza, y con su mano izquierda me acariciaba el culo, que estaba en pompas. Tiró un poco de la gabardina hacia arriba, hasta tocar mi piel, y acariciarme las nalgas.

  • Mariola...-dijo entre gemidos- vas a ser una gran chupapollas cuando seas mayor.

Eso me hizo reír un poco.

  • Chupame los huevos... Ahhh.
  • Es que tienen pelos –dije un poco asqueda.
  • Por favor... Mariola –casi me suplicó. - Yo continuaba acariciándome el coño con la mano, por lo que a veces, la punta de mis dedos tocaba su mano izquierda, que seguía magreándome el culo.

  • Espera... –me dijo- no sigas, o vas a lograr que me corra.

  • ¡Ni se te ocurra! –dije- quiero que me folles...

Mi hermano sacó un condón del cajón de la mesilla de noche, y se lo puso mientras yo me desprendía de la gabardina, que comenzaba a ser un poco incómoda.

  • Ven... –me cogió de la mano- siéntate encima
  • ¿Cómo? – Pregunté mientras subía a la cama-

El se agarraba la polla manteniéndola muy tiesa en vertical, mirando al techo.

  • Mirando hacia mi –ordenó- ponte en cuclillas y va bajando.

Y eso hice, me agaché en cuclillas, como si fuera a hacer pis en el campo, hasta que sentí la punta de su polla en mi rajita. Entonces el empujó de golpe, hasta que entró secamente.

  • ¡Ah! – pegué un gritito más sorprendida que dolorida.
  • Ahora sube y baja – me dijo mientras me guiaba con sus manos en mis caderas.

Estuvimos un rato así, yo pegando pequeños botes sobre su sexo mientras sentía que su respiración se iba haciendo más pesada y como la cama, que era bastante vieja y no estaba para muchos trotes, crujía y se estremecía con nuestros juegos.

En un momento dado, él frenó mis movimientos de subida y bajada aprentandome las caderas.

  • Date la vuelta –dijo-.

Yo empecé a levantarme, pero sentí que me lo impedía

  • Sin sacarla... -dijo muy excitado-
  • ¿Cómo? ¿Me voy a caer?

La verdad es que me fue un poco complicado, porque agachada como estaba tuve que levantar la pierna izquierda y pasarla sobre su cuerpo, pero el me sujetaba firmemente con sus manos.

Quedé de espaldas a él y reanudé mis pequeños botes arriba y abajo... Me gustaba menos, porque en esa postura no podía ver sus ojos de deseo.

Al cabo de un rato, Pedro me volvió a frenar y me alzó un poco, con lo que su polla, mojada con de mi propia humedad quedó fuera de mi. Entonces comprendí lo que quería hacer, cuando tiró de mi hasta que mi coño quedó a la altura de su boca: Ya habíamos echo antes un 69, aunque el nombre no lo conocía entonces, así que me dispuse a hacerlo por segunda vez.

Mientras Pedro mordisqueaba delicadamente los labios de mi sexo, y metia la punta de su lengua, yo chupaba y lamía como una posesa.

  • No pares.... Aaaah.... No pares ahora Pedro –casi grité.

Él no podía responder, tenía la legua demasiado ocupada... eso me hizo gracia y comencé a soltar risitas tontas.

  • ¡Sigue... aaah!... Sí, sí, sigue... no te pares ahora.

Sentía que estaba a punto de correrme y me abadoné.

  • Sí, sí, aaah... que bueno... sigue... no pares.

Me corrí en su boca, pero su polla seguía tan dura como al principio, pro mucho que yo chupara.

  • Espera –me dijo- quiero verte la cara mientras me la chupas...

Así que me arrodillé mientras él se sentaba al borde de la cama y me apliqué a mi tarea. Sentía como su respiración se aceleraba más y más. Y entonces me di cuneta de que podía controlarla. Podía parar un poco, o acelerar, y él respondía, incluso podía apretar la base de su miembro y entonces se calmaba un poco... Esta vez no me había pedido que lo hiciera sin manos, así que supongo que le estaba haciendo una mezcla de paja y mamada...

Me fascinaba el poder que ejercía sobre él. Con su miembro en mi boca sentía que era mío, que podía hacer con él lo que quisiese.

  • Mírame... aah... Mariola, mírame.... y no pares.

Pero yo paré, me la saqué de la boca y le miré a los ojos. Me sentía poderosa... sentía que podía hacer cualquier cosa con él... controlarle y marcarle el ritmo... hasta ahora era él quien me había guando, ahora por primera vez sentía que era yo quien mandaba...

Antes de que protestara por parar, le dije, con la expresión más inocente que pude fingir:

  • ¿Quieres correrte en mi cara?

No se porqué se lo dije, supongo que para evitar que volviera a correrse en mi boca, porque la idea no me hacía gracia... ya había probado el sabor de su leche y no acababa de gustarme. El caso es que tuvo un efecto fulmínate en él

  • Sí... por favor –casi suplicó.

Parecía un gatito en mis manos... Más adelante, a lo largo de mi vida he vuelto a utilizar esa frase muchas veces con los hombres: ¿quieres correrte en mi cara? O ¿quieres correrte en mi boca? Ese ofrecimiento aparentemente inocente, hacho en el momento justo, tiene un efecto fulminante... son como niños en mis manos, (en mi boca mejor dicho) y puedo hacer con ellos lo que quiera... Aunque es un ofrecimiento por mi parte, ellos siempre suplican “sí, por favor...”

  • Sí,... sí Mariola,... hazlo... no pares –fue lo que dijo Pedro.

Así que mirándole a los ojos, y con su polla apuntándome a la cara, continué mi paja, lamiéndole la punta ocasionalmente.

  • Sí... sí, joder, sigue... Aahhh... Aahh... no pares.... me coooorro... joder... que gusto....

Mi paja dio resultado, y su polla comenzó a palpitar y a soltar pequeños disparos de líquido blanco, caliente y espeso, que me alcanzaron en la cara y en el pelo. El segundo de ellos me dio en la frente y en el ojo, obligándome a cerrarlo... y a mirarle como si guiñara.

  • Auch! Escuece un poco.

Cuando se hubo calmado un poco, aunque continuaba jadeando, me incorporó y delicadamente pasó su dedo pulgar por mi ojo, apartando el semen, y me besó delicadamanete en los labios.

  • ¡Mira como me has puesto! –dije fingiendo enfado-.

Pero la verdad es que tenía la cara pringada, el pelo pegajoso y uno de sus chorretones se deslizaba por mi mejilla y comenzaba a colgar de mi barbilla.

  • Vamos a la ducha – me dijo-

Y realmente me llevó en brazos y me metió en la bañera. Mientras abría el agua caliente y regulaba la temperatura, yo de dejé hacer pasivamente. Se puso una manopla y la embadurnó de gel de baño. Luego comenzó a frotarme, delicadamente, enjabonándome por todo el cuerpo.

Empezó por delante, por el pecho, delicadamente, rodeando mis pezones. Me levantó los brazos, y empezó a enjabonar mis axilas, primero la izquierda y luego la derecha.

También me enjuagó la cara y remojó mi pelo, rubio y cortito como siempre lo he llevado, con pinta de francesita, como a él le gustaba decir. Creí que no iba a usar champú  pero finalmente lo hizo.

Mientras dejaba que el champú hiciera efecto sobre mi pelo, me obligó a darme la vuelta, y comenzó a frotarme la espalda con su mano enfundada en la manopla. Luego fue bajando, hizo que me arqueara, inclinándome, con lo que mi culito y mi chochito quedaron expuestos. Metió la manopla entre mis muslos, y delicadamente los embadurnó con gel. Todo mi sexo, y luego entre los cachetes de mis  nalgas, arriba y abajo, rozando mi apretado culito.

La bañera era más pequeña que el hueco que le tenían destinado en el cuarto de baño, así que había una especie de repisa, cubierta de azulejos, a la altura del borde. Ahí solíamos aprovechar para poner los botes de gel y champú. El los apartó y me hizo sentar sobre los fríos azulejos y con las piernas dentro de la bañera.

  • ¡Uff! –me quejé de lo fríos que estaban.
  • ¡Chist! ¡calla! –y se quitó la manopla de la mano derecha mientras pasaba su brazo derecho por detrás de mi espalda obligandome a reclinarme y a apoyarme en su brazo fuerte, para no llegar con mi espalda a la pared.
  • ¿Qué vas a hacer? –pregunté- ¿Me vas a rascar otra vez? –no tenía un nombre mejor para aquello que había echo antes cono sus dedos dentro de mi sexo.
  • Como ha sido buena... puede ser...
  • Sí. Por favor... –el comenzó a meter sus dedos en mi coñito como antes: el corazón y el anular, apuntando hacia arriba, formando una especie de garfio.
  • Pero sólo si me prometes hacer algo por mi.

Ya estaba, creo que me iba a pedir que le dejara hacerme lo que le hacía a María, su novia... Pero  no me hacía gracia la idea de que me metieran algo por el culito.

  • Tu amiga...-dijo, dejando la frase en suspenso.
  • ¿Quién? –pregunté intrigada y un poco aliviada.
  • Tu amiga... –repitió- no dices que a tu amiga le has contado lo que hacemos.
  • ¿Sandra? –pregunté.
  • Sí, esa. La de las trenzas que tiene las tetitas pequeñas.
  • No son trenzas, son coletas... además no se te ocurra decirle que tiene las tetas pequeñas porque la pobre está un poco acomplejada...

Mientras hablábamos su mano había empezado a rascarme ahí abajo, y yo estaba muy caliente, aunque lo hacía muy despacio.

  • Ya te dije una vez que las tetitas pequeñas también tienen su morbo –y comezó a incrementar el ritmo.
  • Sí... sigue... sigue... no pares... –yo empezaba a jadear.

Se me había quitado el frío, pero estaba toda embadurnada de gel, así que me sentía resbaladiza. Como un pez en sus manos.

  • ¿Me prometes que la convencerás?
  • Aahhh...ahhh....¿que?... de qué?
  • Promételo –dijo parando un poco.
  • No....no te pares... sigue... sigue por favor.
  • ¿Y bien? –insistió mientras seguía rascando mi sexo desde el interior con sus dedos-.
  • Sí... si... –jadee- Lo que sea... pero no pares... Ahh.

Nuevamente era él quien me tenía en sus manos. Rápidamente comenzó a aumentar la velocidad, con un ritmo furioso, casi mayor que la vez anterior.ç

Sentí que me desgarraba por dentro, como si me abrieran en canal, empezando por mi sexo, y continuando hacia arriba por mi columna vertebral. Comencé a convulsionar violentamente mientras me corría y él me sujetaba con su brazo rodeándome la espalda... aunque esta vez estaba muy resbaladiza por el gel de baño.

Finalmente acabé de correrme... esta vez fue distinto, no tan intenso, pero si placentero, supongo que porque ya no intervenía la sorpresa de la primera vez... no lo se.

Cuando a acabé, Pedro se metió en la bañera conmigo, me enjuago, y acabó de ducharse él también... los dos juntos.

Nos dispusimos a dormir... yo casi había olvidado que le había prometido algo sin saber que, y ya comenzaba a lamentar que aquel maravilloso fin de semana se acababa y que mañana, lunes tendría que volver al colegio, aunque ya era una de las últimas semanas antes de las vacaciones.

  • Recuerda que me has prometido convencer a Sandra
  • ¿Pero de qué? –pregunté.
  • De que venga a casa...
  • No se si querrá... ¿qué piensas hacerle?
  • Bueno, ya veremos, ¿te acuerdas de la cámara de fotos de papá?
  • Si ¿Y?
  • La tengo yo, se la pedía hace un mes y todavía la tango... convéncela de que venga a que le haga algunas fotos.
  • No se... no se si querrá –aunque yo sabía que no sería difícil si lo planteaba bien-
  • Tu tráela y deja lo demás de mi cuenta... además ¿no decías que le gustaba?
  • Sí... bueno creo que si. Pero no se si es sólo de palabra.
  • Lo has prometido...-insistió-.
  • Sí, intentaré, lo prometo....

Y le di un beso en la boca mientras me disponía dormir. Mañana pensaría en lo que iba a hacer.

Continuará